Errores de VOX en Andalucía / “Vigo en inglés”

Sobre la hegemonía española y las gansadas de Pérez Reverte: Con otra mirada 21-6-2022 7NN: España en la historia universal (Pedro Fernández Barbadillo, Pío Moa) – Bing video

**************************

Errores de VOX en Andalucía  

Por evadirme un poco del mefítico ambiente político, he pasado una semana en Galicia. A la vuelta me entero de la mayoría absoluta del Nocilla y del fracaso, aunque no total, de VOX, que ahora tendrá que hacer de oposición al PP, que previsiblemente  se compinchará con el  PSOE para resucitar el bipartidismo aljofifo. Al comenzar el proceso electoral, mi amigo Jaime Alonso me dijo que poner a Olona de candidata era un error: su papel está en el Congreso, y en Andalucía lo que vende es la marca VOX, con lo que podría ir de candidato algún otro,  reconocido en la región.  Creo que tenía razón. Ya he dicho que la campaña de VOX no me convencía,  la veía un poco folclórica y jactanciosa y que entraba demasiado en peleas menores. Otras personas como Paco Linares me decían algo parecido.

En la campaña entraban la Gran política de la aljofifa y el Infante,  y las pequeñas políticas, que también hay que tratar, aunque sean el terreno en que tienen mayor experiencia los mafiosos  PP y  PSOE. Combinar la gran política con las pequeñas es importante y no fácil. La corrupción del PSOE, por ejemplo, de la que tan orgulloso está el partido, es un tema relevante, sobre todo porque también se pueden recordar los asuntos del PP. Pero, además, debe relacionarse con una corrupción más fundamental, la significada por la aljofifa. En dos palabras, el electorado debe entender por qué VOX se presenta al margen del PP. Y eso puede explicarse fácilmente: “VOX es un partido de extrema necesidad porque…” Y ahí enumerar cuestiones clave, diferencias esenciales con el PP. Las diferencias con el PSOE se dan por sabidas.

VOX ha ganado espacio con una Gran Política centrada en la unidad nacional y la democracia. Es en relación con ella como puede abordar cuestiona más particulares. Algún amago de ello ha hecho Abascal, pero se ha quedado a medias. En sus mítines no había aljofifas, pero tampoco una crítica de lo que significaba,  y de los que significa el “padre de la patria andaluza”.  Es el tipo de cosas en las que quedarse a medias da impresión de apocamiento o de oportunismo. Muchos dirán que eso de la aljofifa y demás son cosas que en el fondo no interesan a nadie, o a muy pocos. Pero precisamente por eso hay que explicarlo, aun a riesgo de quedar momentáneamente  algo aislado. Es el riesgo que supo afrontar valientemente Abascal y el que  ha dado a su partidos los éxitos logrados hasta ahora. No hacerlo conducirá a VOX a la irrelevancia como un innecesario PP bis. Es lo que ha pasado al PP en Cataluña y Vascongadas: su política demasiado semejante a la de los separatistas lo ha convertido en un partido redundante en esas regiones. En Galicia, en cambio, se ha convertido en el principal partido separatista, siguiendo la táctica disimulada de Pujol. 

*********************

“Vigo en inglés”

He de decir que, aunque he procurado aislarme en esto días, no he podido conseguirlo del todo. Estuve en el monte Santa Tecla, con sus paisajes increíbles y un extenso castro prehistórico. En el museo que recoge los materiales, explicaciones en gallego y español. En gallego, con letras grandes, en español, pequeñas. El mensaje implícito es que el español no es propio de Galicia, aunque haya que tolerarlo debido a una historia poco agradable. Pasé unos días en la playa de Patos, donde hay mucho surf. Y cosas como una “Patos beach house”,  una “Conservera house”, unos apartamentos “Sunset”, uélcoms y frases en inglés en casi todos los establecimientos… Una justificación, por lo demás falsa, podría ser la abundancia de turismo anglosajón, pero este es insignificante. El turismo allí es local o nacional en por lo menos un 90%.  Por la carretera saliendo de Vigo hacia Samil, enormes letreros de escuelas o colegios donde al alumno le  “Open up to life” (el inglés es el pasaporte para la vida, se supone que la buena), otro de promoción oficial  reza: “The best playas. The best luces. The best properties. Viva en Vigo”. El mensaje es siempre el mismo: el inglés es la lengua de prestigio, y el español debe quedar progresivamente para los paletos. Es cierto que la lengua materna y en la que habla la mayoría de los gallegos es el español común, y muy difícilmente conseguirán desplazarlo por la lengua regional. Pero sí lo están desplazando por el inglés, no porque la mayoría consiga algo más que chapurrearlo,  sino porque crea ese ambiente de desprecio implícito, y de paso se va destrozando el español.

Esta es precisamente la política de Pujoliño, por lo demás imitada de los separatistas catalanes: desplazar el español de la vida oficial, crear resentimientos “cordiales”, y fomentar el inglés. El propio Pujoliño ha dicho que el principal problema de la educación es la enseñanza del inglés. Y veo en El Faro de Vigo: “Más de 2.500 alumnos vigueses estudiarán inglés en Reino Unido e Irlanda” para desarrollo del programa “Vigo en inglés” (sin llamarlo así, era el programa de Hope Aguirry en Madrid).  Viajarán en avión, en varias tandas, financiados por el ayuntamiento de Vigo. Es decir las autoridades pagadas por todos gastan el dinero público en promocionar el inglés. Porque es la lengua “que te abre a la vida, al trabajo, al futuro”. Pues esta es la consigna.

Me preguntaba alguien qué se puede hacer contra esto. Por supuesto, denunciarlo,  concienciar a la gente del desplazamiento de nuestro idioma y descrédito de nuestra cultura, pues si la gente se deja llevar del ronzal sin oír una protesta, no hay ningún remedio. Pero además de denunciar  es preciso avanzar una política cultural, que ningún partido tiene (más allá de promover el inglés como lengua superior de la cultura y el trabajo en España, común a todos los partidos, para qué insistir). Porque, si el español no recupera su capacidad creativa propia, a la larga quedará reducido a lengua doméstica. Ya hoy la cultura hispana aquí y en Hispanoamérica, es un remedo patético de la cultura anglosajona. Desde luego, ningún gobierno hará que surjan grandes escritores, pensadores,  artistas o científicos, porque tales cosas son ajenas a la política; pero, en cambio,  es mucho más fácil desarrollar la ciencia y la técnica en español, un programa también hispanoamericano, pues ello no requiere más que  un criterio general y medios. Hoy ese criterio no existe, simplemente. También se puede reestructurar la enseñanza, desde la elemental, y  reformar la actual universidad. Sobre estos temas valdrá la pena discutir. 

 

Creado en presente y pasado | 81 Comentarios

Franco y el suicidio europeo / La Reconquista no hizo a España, sino que la rehízo

Una de las manifestaciones más reveladoras de la miseria política que pronto se apoderó de la transición fue la importancia que adquirió la ETA en la vida española: 233 – 1970. Todos quieren a la ETA | ¿Cuándo se jodió la democracia? – YouTube

************************************

Franco y el suicidio europeo

Cada cierto tiempo sacan en Europa occidental supuestas historias contra Franco. Y es porque tienen un serio problema con el franquismo.  La victoria de los nacionales fue seguida de una represión justa y legal de los vencidos comprometidos en crímenes de un sadismo a menudo bestial, abandonados por sus jefes. Eso no tuvo nada que ver con la persecución contra los vencidos en la II Guerra Mundial,  tan  a menudo simplemente asesinados sin juicio.  Franco venció al comunismo e impidió la desintegración nacional, mientras que la Alemania hitleriana fue vencida por una  alianza entre las potencias anglosajonas y Stalin.  España no participó en  la  guerra guerra mundial en la que puede decirse que Europa se suicidó en un mar de atrocidades cometidas por todos los bandos en pugna, en especial, pero no solo ni mucho menos, por el nazi. Y al abstenerse en aquella carnicería suicida, puede  decirse que la España de Franco salvó el honor de Europa. Eso, claro, nunca le será perdonado. Razón de más para recordarlo sin tregua.

******************************

La Reconquista no hizo a España, sino que la rehízo

La Reconquista es una evidencia histórica en todos los aspectos de la vida, que ha hecho que la península sea parte de Europa y no del Magreb. Algunos profesorcillos prohíben a los alumnos emplear la palabra porque quieren negar a España, simplemente. Pero no pueden hacerlo en árabe, han de hacerlo en español. Se trata de una verdadera enfermedad moral, concomitante con una extendida corrupción en todos los órdenes.

La reconquista y España

Introducción a La Reconquista y España

En 711 una invasión procedente de África inició una profunda transformación política, religiosa y más genéricamente cultural en la Península Ibérica. Hasta entonces Hispania o Spania, era un estado de religión cristiana, lengua y derecho latinos, integrado en la civilización eurooccidental como el reino quizá más consolidado entre los surgidos del derrumbe del Imperio romano de Occidente.

Desde la invasión se iría imponiendo el Islam, la lengua árabe, el derecho musulmán o sharía, sustituyendo a Spania por Al Ándalus en una cultura asiático-africana. No fue la primera vez en la historia en que la Península Ibérica, por su situación geográfica, estuvo muy cerca de escapar del ámbito cultural europeo para entrar en el africano-oriental. Lo mismo había ocurrido unos diez siglos antes, durante las guerras entre Roma y Cartago: la península había quedado en el área de influencia de Cartago y, de no haber vencido Roma en la II Guerra Púnica, muy otro que el que conocemos habría sido su destino. Y no solo el de España, también el de Europa, cuya base cultural echó el Imperio romano.

Para España, la disyuntiva que cabe simplificar como «o África o Europa», quedó resuelta entonces en una dura contienda, seguida de penosos esfuerzos romanos por dominar Hispania. Y esa disyuntiva volvió a plantearse a principios del siglo VIII con la invasión islámica, que pudo ser definitiva hasta hoy, como en el Magreb y otros países. España, pues, desapareció, pero no del todo. Pronto surgieron en las regiones más inaccesibles del norte reductos que reivindicaban la España anterior. Y cerca de ocho siglos más tarde, los descendientes de aquellos rebeldes norteños tomaban Granada, último bastión islámico en Iberia. Después de tan larga pugna, cuajada de altibajos y alternativas, treguas y batallas, algún comercio y préstamos mutuos, la península volvía a llamarse España, con una cultura cristiana, latina e inmersa, con particularidades, en la civilización eurooccidental.

Las circunstancias habían originado varios reinos cristianos, o más propiamente españoles, y lo más probable habría sido que el fin del Islam hubiera dejado una dispersión en varios estados rivales, al modo de los Balcanes. Pero, con la excepción de Portugal, la lucha culminó en unidad política, resultado tan improbable como revelador. Este dilatado proceso histórico se ha descrito con la palabra «Reconquista», empleada desde hace mucho por autores españoles y extranjeros, actualmente por M. González Jiménez, Stanley Payne, Serafín Fanjul, Luis Suárez, D. W. Lomax, Luis Molina, Javier Esparza, J. A. Maravall, P. Linehan, Menéndez Pidal, F. García Fitz (este casi disculpándose), M. A. Ladero Quesada, P. Guichard, A. Vanolli y tantos más. García de Cortázar lo acepta, pero solo desde el siglo XI.

Sin embargo han surgido desde principios del siglo XX versiones que negaban valor al término Reconquista o al hecho que la palabra describe, tachándolo de «mito». Ortega y Gasset escribió que un proceso tan largo no puede ser llamado Reconquista, aunque no explica por qué su duración lo invalidaría; tesis relacionable con otra suya atribuyendo a España una «historia enferma» o «anormal». I. Olagüe niega hasta la invasión islámica, suponiendo que una gran masa de españoles se habría convertido pacífica y espontáneamente al Islam. Otros insisten en que la realidad se limitó a la formación de varios reinos cristianos, sin propósito común alguno, fuera de ocupar ajenas tierras moras: la propia palabra España tendría solo valor geográfico, al modo de río Danubio o península de Kola, y no cultural ni político.

Los estudiosos marxistas Barbero y Vigil en Los orígenes sociales de la Reconquista, que hizo mucho ruido en su momento, han negado la Reconquista por haber partido de tierras no romanizadas ni cristianizadas o todavía tribales, aunque posteriormente se utilizara el recuerdo de los visigodos como justificación ideológica y fuente de legitimidad (fraudulenta, claro) de la expansión hacia el sur. Recientemente el catedrático J. Peña ha tachado la Reconquista de mito ya desde la misma palabra, que solo se habría usado desde el siglo XIX, según él para legitimar la ideología de una nación (España) antes inexistente. Y critica a Sánchez Albornoz por decir que Pelayo empezó a fundar la nación española, cuando, asegura Peña, «no existía entonces la noción de España como unidad política, y menos como noción de patria». Para colmo de males, Franco habría utilizado el término nefando, lo que acabaría de desacreditarlo para Peña y otros. En suma, la Reconquista habría sido una invención «nacionalista» y hasta, actualmente, «franquista», «sin utilidad alguna para analizar el pasado medieval. Es hora de que le confinemos al lugar que le corresponde: al rincón de los fósiles culturales, donde duermen los mitos gastados el sueño de sus mejores —o más inquietantes— recuerdos».

Es claro que para Peña se trata de un recuerdo inquietante, porque la idea de España no le gusta lo más mínimo, como a tantos otros. “Teorías” parejas gozan de predicamento en medios intelectuales y políticos desde hace años, y las citas podrían multiplicarse. Los rebuscamientos son interminables, como la eliminación de los estados cristianos e hispánicos por «sociedades tributario-mercantiles» (Al Ándalus) y «tributario-feudales» (los reinos cristianos), como sostiene una tal R. Pastor de Tognery. Otros diluyen el rasgo puramente hispánico subsumiéndolo en una supuesta Expansión de Europa en el escenario español (García de Cortázar), desde el siglo XI, equiparándola a movimientos como las cruzadas y otros, debidos, dicen, a «una dinámica de crecimiento demográfico, económico, técnico y cultural». Casualmente, la mayoría de esas expansiones, empezando por las cruzadas, fracasaron en gran medida, al revés que en España, y tienen poco en común las luchas contra paganos del este o la conversión de los vikingos con la lucha contra el Islam en España, que al revés que en el otro extremo del Mediterráneo, terminó venciendo. Y todas estas vanas lucubraciones coloreadas con pretensiones científicas.

Por asombroso que suene, un origen de la negación de la Reconquista se encuentra en ¡Menéndez Pelayo! (quizá Ortega la sacó de él, a quien nunca cita), según expone P. Linehan en su Historia e historiadores de la España medieval: aquella larga lucha no habría sido «una vaga aspiración a un fin remoto, sino un continuo batallar por la posesión de realidades concretas». Quizá fue un despiste en la obra del gran polígrafo. El holandés Dozy remachó la idea: «Un caballero español de la Edad Media no luchaba por su país ni por su religión. Luchaba, como el Cid, por conseguir algo de comer, ya fuera bajo el mando de un príncipe cristiano o musulmán».

Aparte de que los caballeros solían tener posesiones que les quitaban el hambre y serían muy estúpidos si en tales condiciones arriesgasen la vida por tener un poco más de comida innecesaria, los hechos comprobadísimos son que, dentro de los altibajos y alternativas de la lucha, la idea del reino hispanogótico no dejó de estar nunca presente; que los caballeros y no caballeros se consideraban radicalmente cristianos; y que señalaron ambas cosas una y otra, cuando no las dieron por obvias, desde las primeras crónicas hasta Juan Manuel y los Reyes Católicos. Estos datos incuestionables no pesan nada para muchos autores al lado de la anécdota de que un caballero como el Cid se viera forzado ocasionalmente, por las circunstancias, a servir a algún régulo musulmán o que lo hicieran otros por traición (la traición, por razones económicas o de poder, es parte de la historia de todos los países, y clave en la caída del reino de Toledo). Quizá estos desdenes a los hechos comprobados partan de la propia consideración de sus autores, que acaso escriban de historia simplemente por «alguna realidad concreta», como ganar algún dinerillo o prestigio «dando la campanada», y no por amor a algo tan difícil de asir como la verdad o simplemente por aclarar algo real.

En fin, descartando ocurrencias puramente especulativas como las de Olagüe (y de seguidores pintorescos de este como González Ferrín), o los supuestos de Barbero y Vigil, demolidos a conciencia por Sánchez Albornoz, parte del debate gira sobre este punto: ¿es el término Reconquista adecuado para definir el proceso histórico aludido? Los hechos indiscutibles son como señalamos, que antes de la invasión árabe la península estaba ocupada por un estado europeo, cristiano, latino algo germanizado, etc., llamado Hispania o Spania, es decir, España; que por un tiempo fue sustituido por otro radicalmente distinto, Al Ándalus; que finalmente Al Ándalus fue expulsado por unos reinos que se decían españoles y reivindicaban con más o menos fuerza el reino hispanogodo anterior; que, con la sola excepción de Portugal, los diversos estados se reunificaron finalmente; y que el proceso que sustituyó a España por Al Ándalus y a la inversa se dirimió ante todo por las armas.

Cierta opinión historiográfica concede poca importancia a las guerras, suponiéndolas sucesos estridentes y episódicos, frente a los procesos económicos, institucionales o ideológicos más consistentes y significativos. Pero basta echar un vistazo al siglo XX para comprobar cómo las guerras han volatilizado los imperios alemán, otomano, ruso, austrohúngaro, italiano, chino, francés, indirectamente el inglés; cómo han provocado tremendas crisis ideológicas, sistemas comunistas sin precedente histórico, cambios profundos de concepciones políticas y económicas, y de fronteras; o expulsado a Europa de su primacía política, militar y cultural alcanzada durante siglos… Las guerras no son el único elemento explicativo de la historia, claro, pero han tenido casi siempre una incidencia sustancial y no pocas veces decisiva en la biografía de la humanidad. Y la Reconquista fue ante todo un fenómeno bélico, en los actos o en los espíritus.

El término Reconquista, pues, describe bien tal proceso. Que se haya empleado antes o después, no es relevante: nadie habló de la Guerra de los Cien Años mientras tenía lugar, ni de la Edad Media cuando esta se desarrollaba… con la diferencia de que «Edad Media» es un término absurdo, pues todas las edades son medias y antiguas en relación con otras, y contemporáneas o modernas para ellas mismas. Cabría sustituir Reconquista por Recristianización, Relatinización, Reeuropeización o el tradicional de Restauración, los cuales no serían falsos, pero sí menos adecuados y expresivos al omitir su esencial carácter militar (subtendido por repoblación). La victoria de los reinos españoles y finalmente de España, entrañaba la desaparición de Al Ándalus, y viceversa. Los debates al respecto son típicamente bizantinos, señal también de la situación intelectualmente poco boyante de nuestra universidad, frecuentemente denunciada por unos y otros, sin mucho efecto.

Creado en presente y pasado | 192 Comentarios

Falta de elementos espirituales / Lenguaje de los mitos / Dos novelas de aventuras

Falta de elementos espirituales 

**La inspección del estado dice que carece de “elementos materiales” para fiscalizar el 25% de la enseñanza de español en la enseñanza pública. Carece, sobre todo, de los elementos espirituales para hacer cumplir la Constitución, que, o debería imponer el 50% o dejarlo a la elección de los padres.

**Es evidente que los separatistas no lograrán erradicar el español de sus regiones en mucho tiempo. Pero sí han conseguido ya  generar un extenso  odio o  indiferencia  hacia la cultura española, promoviendo también el inglés contra este, como hacen los gobiernos PP y PSOE.

**Importa destacar que las abusivas concesiones a los separatistas, empezando por la entrega de la enseñanza, no provienen de la izquierda, sino de la derecha, y más concretamente de la democristiana. Los gobiernos de UCD eran de ideología fundamentalmente democristiana. Como los separatistas vascos y catalanes: la “España católica”.

**Tenía razón Menéndez Pelayo al denunciar a los “gárrulos sofistas” que destrozaban la historia de España  en la onda de la leyenda negra. Pero observemos este otro párrafo suyo: “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio…; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los arévacos y de los vetones o de los reyes de taifas”. Pero la historia de España no se limita al Siglo XVI. Y siguió siendo católica en su decadencia. En Italia, la iglesia jugó a favor de la disgregación, y también lo hizo a veces en España, lo estamos viendo hoy mismo. Ni fue entonces “espada de Roma” más que en parte:  más generalmente fue espada de sus intereses políticos. . . En fin, la beatería de identificar a Dios y al César.

**¿Puede alguien respetar a un país cuyos gobiernos se declaran amigos y aliados de quienes invaden su territorio o amenazan con hacerlo? ¿Cuyos gobiernos fomentan y financian los separatismos y entregan la soberanía a fuerzas extranjeras?

**Denunciar la colonización cultural, hacerla consciente al mayor número posible de personas, es la primera y fundamental etapa para plantear medidas adecuadas contra ella.

**Una de las más clamorosas faltas de todos los partidos españoles es la ausencia de una política cultural.

**El ejército, quizá el sector más envilecido y lacayuno del estado, parece que promueve la instrucción de la tropa en historia mediante tebeos. Adoptando la leyenda negra, naturalmente.

*******************************

El lenguaje de los mitos (abril 2013)

Los mitos han llamado siempre la atención, como si bajo su fachada de imágenes se ocultara alguna significación no evidente o algún tipo de mensaje. Desde muy pronto, diversos mitos se ligaron a ritos de iniciación o a esoterismos. Algunos comentaristas  han creído encontrar  similitudes entre los mitos de diversas religiones, como si contuviesen una idea común. A juicio de P. Diel, esos enfoques  “han terminado por agotarse  y perderse en un terreno arenoso, tan irrelevante como árido”.

Frente a esa corriente encontramos otra, escéptica, que ve en los mitos simples arbitrariedades hijas de una fantasía caprichosa. Enfoque antiguo, parece que Ovidio los consideraba así, y Voltaire no mejor.

Tiene interés la crítica de M. I. Finley a los intentos de encontrar en mitos de diversas religiones sentidos básicos iguales: “La alegoría es fundamentalmente un recurso sumamente simple, y una vez aprendido el truco, ya no tiene fronteras, como el libro “Mitos griegos y misterio cristiano”, del padre Hugo Rahner nos revela con ejemplos masivos (…) Su tema central es la traducción y absorción de los mitos griegos a los misterios del cristianismo”. En apoyo de su escepticismo, Finley cita  del prólogo de Gargantúa  la pregunta que Rabelais hacía a “los hacedores de alegorías de su tiempo, con sencilla ironía: “Creéis sinceramente que Homero, cuando escribía La Ilíada y La Odisea  tenía en mientes las alegorías con que más tarde le abrumaron Plutarco, Heráclides, Póntico, Eustacio, Fornuto, y que Politiano les ha birlado a estos (…) o que Ovidio en sus Metamorfosis pudo pensar en los sacramentos del Evangelio?”

A su vez, Caro Baroja, por poner otro caso, señala que los creyentes no ven los mitos como alegorías con significados más profundos, sino que los creen tal cual, literalmente, por lo que el intento de buscarles más significaciones sería tan arbitrario y absurdo como los propios mitos y sus imágenes. En suma, los mitos se reducirían a productos de una mentalidad ilógica y primitiva y propiamente serían sinsentidos, aun si a veces con una extraña belleza.

También cabe considerar los mitos como maneras fantásticas, mágicas, de dar fuerza compulsiva a las convenciones sociales, y se explicarían por las relaciones comunitarias dentro de la sociedad que los produce. En este caso  los mitos ofrecerían un interés puramente histórico y sociológico: sus detalles nos proporcionarían información sobre la manera de pensar y de vivir de aquellas viejas sociedades, y en ello radicaría su único valor real para nosotros. Podemos llamar a este enfoque “el mito como hacha de bronce”, equiparándolo a una herramienta cualquiera que nos hubiera llegado de aquellas edades.  Un hacha de bronce interesará a los especialistas, pero su utilidad actual es nula, y lo mismo los mitos.

Sin embargo, creo que el mito no puede compararse a una herramienta material, sino que recuerda más bien a una obra literaria, y por ahí podremos empezar.

******************************

Dos novelas de aventuras (abril 2013)

En un sentido amplio todas las novelas son de aventuras, pues tratan de diversas peripecias de seres humanos. Pero el género  se refiere sobre todo a peripecias arriesgadas y exteriores, vitalistas, generalmente juveniles y con final feliz. Intentaré una breve, aunque sea superficial, comparación entre  La isla del tesoro, de R. L.  Stevenson, y El enamorado de la Osa Mayor, de S. Piasecki. La primera es una de las más logradas, un clásico absoluto: transmite inigualablemente unos ambientes, peligros y emociones hasta que los buenos ganan y los malos pierden,  “que es lo que significa la ficción”,  según el cínico ingenio de Oscar Wilde. A pesar de todo,  hay un fondo de trivialidad: los riesgos se afrontan por el vil metal, que al dar sentido a la peripecia lo da también a la vida, algo típico en la literatura anglosajona. Y siempre nos queda cierta insatisfacción final: ¿qué ocurrió después con aquellos personajes? Algo dice del malvado John Silver, que con la parte del tesoro robado seguramente podría vivir con cierta comodidad en este mundo, ya que en el otro sería muy improbable. Los demás disfrutarían de una vida acomodada pero rutinaria, civilizada y sin aventura, pues el  ideal por el que se han esforzado, el dinero, ya se lo permite. La aventura supone marginalidad con respecto a la vida corriente, tranquila  y respetable, aparece como excepción y no como ideal. Los genuinos aventureros, los piratas, no son precisamente recomendables por su brutalidad e instintos criminales. Como concluye el protagonista, Jim Hawkins, por nada del mundo volvería a la maldita isla.

El enamorado de la Osa Mayor,   otra gran novela de aventuras, difiere notablemente: retrata una vida de acciones siempre arriesgadas y a menudo violentas, de contrabandistas en la frontera  entre Polonia y la URSS por los años 20. Su espíritu lo describe muy bien el protagonista, Sergio, cuando va a ver a un compañero de correrías, Pedro el Filósofo,  que ha decidido estabilizar su vida y casarse: “Estaba radiante de alegría, se reía, bromeaba y ni siquiera hablaba ya de la frontera (…)

“–¿No sientes nostalgia de la frontera? Piensa que ahora es la estación de oro, y el oro se derrama por todos los senderos de la frontera. Las noches son oscuras, negras, los muchachos andan bajo la estrellas y después descansan y se divierten bebiendo y cantando. Cada día hay algo nuevo, cada día sucede algo

  “Hablé así largo rato y de pronto  noté la mirada interrogadora de Pedro. Entonces callé porque comprendí que él no sentía lo que yo. En cambio dijo:

–¿Entonces tú,  en serio…? No lo hubiera creído. Por mi parte prefiero quedarme aquí, en paz con los míos. ¿Qué tenía de interesante aquella mala vida que llevábamos?

Pero cierto hastío y angustia se percibe en el protagonista: ha ido a “la gran ciudad” (Vilna) a divertirse con sus compañeros, y no le gustaba: “Los hombres me asombraban al verlos tan inútilmente nerviosos. Hacían una cantidad de movimientos superfluos; estaban desatentos, distraídos. Por cualquier cosa se incomodaban y gritaban. Todos amaban el dinero y todos eran viles”. Para él, el dinero era solo la espuma de una vida que le atraía por sí misma y de cuya marginalidad disfruta. Poco después,  “La compañía de mis amigos, imbecilizados por el vodka, sus sonrisas estúpidas, las caras fofas de las mujeres que arrastraban tras de ellos, todo se me hacía insoportable. En una encrucijada vigilaban unos guardias “Como en la frontera –pensé—Los verderones, las encrucijadas, las alambradas… Pero aquí no se arriesga nada; se hace pasar la mercancía de mentira, el vicio, la enfermedad, el fraude… Aquí todos son “rebeldes”, no contrabandistas”.

El final no es feliz. El protagonista, acosado por la policía y por contrabandistas rivales, termina solo en la clandestinidad del bosque. Su último amigo, El Ratón, “alto, flaco, bastante pícaro y valiente”, iba enloqueciendo. Le contaba extrañas historias que no venían a cuento, y finalmente decidió marcharse a Rostov, donde le quedaba alguna familia.

Es una novela de acción , pero en su simplicidad aparente, ajena a reflexiones algo cargantes como las de Conrad, bullen cuestiones de fondo sobre la vida.

Como he dicho, Sonaron gritos y golpes a la puerta recibe una lejana inspiración de la novela polaca. También Berto y Paco se sienten fuertemente atraídos por la aventura, un concepto sobre el cual valdría la pena profundizar más.

Creado en presente y pasado | 49 Comentarios

La aljofifa es Gran política / El lado siniestro de la condición humana

El próximo martes, a las 21.00, hablaré en 7nn sobre la hegemonía española y sobre el facundo bocazas Pérez Reverte 

***********************

La aljofifa es Gran política 

**Se lo diré de otra manera: todo lo  bueno que tienen ustedes, desde la lengua común a las universidades, la literatura  o la música, son fundamentalmente herencia española. Y todo lo malo, como el golpismo, el narcotráfico, la violencia y la corrupción…, son el legado de muchos años de  intento histérico de negar el legado  hispano y asimilarse a  culturas francesas, anglosajonas o indigenistas.

**Me pasma la obsesión de poder de personajes tan nulos como los políticos del PP y del PSOE.  ¿Qué verán en si mismos?

** La aljofifa no es solo una tontería pintoresca. Pretender que los andaluces se sientan representados en una bandera islámica, mitad árabe (omeya) mitad magrebí (almohade) según declaración de su inventor, es una burla insultante a la historia, a España,  y a Andalucía, cuya cultura, a pesar del nombre, no es andalusí, sino española, es decir, antiandalusí. Esa bandera entraña un programa de Gran política: declarar ajena a España y a la Reconquista. Obviamente, es muy difícil que la región se reislamice en plazo previsible, pero la maniobra trata en primer lugar de generar un sentimiento antiespañol exaltando a la invasión islámica como superior culturalmente, algo que se hace de manera sistemática sin llegar –todavía, al menos– a proponer la islamización más allá de favorecer la inmigración musulmana. Y uno se pregunta: ¿cómo es posible que ningún partido ataque sin contemplaciones semejante aberración de bandera y programa? Por la inmensa vacuidad intelectual y cultural de los políticos. Y por la  pasividad atontada del ciudadano corriente: me pregunto cuántos habrán aireado la cuestión en las redes sociales y demás, según he sugerido en el blog. Dudo de que hayan llegado a diez. Es lo que hay.  

************************

Una de las cosas que sorprenden  de los últimos años 60 y mediados de los 70, es la escasa fuerza y ausencia de democracia en la oposición antifranquista. Después de tantos años de “opresión y miseria”, como se describe al franquismo, tendría que haber una fortísima oposición, máxime cuando hasta el terrorismo etarra gozaba de grandes apoyos en la Europa democrática y el propio régimen se venía liberalizando desde tiempo atrás. Por eso llama la atención cómo ha crecido tanto esa oposición después de Franco, hasta el punto de imponer leyes totalitarias de “memoria histórica”. 232 – La oposición antifranquista en acción | La importancia de la literatura – YouTube

*******************************

El lado siniestro de la condición humana ( Febrero 2017

Si paseamos por la ciudad vemos a gran número de personas que van y vienen, llenan los bares, en grupos o solos, sin agredirse ni insultarse, por lo común. Muy rara vez, o ninguna, contemplaremos un suicidio, un homicidio, una violación, incluso un robo, aunque sabemos que esas cosas existen. La impresión general es de gente sana, aunque algunos parezcan algo enfermizos, y no descontenta, a menudo contenta. Veremos muchos o pocos mendigos, según los países, pero siempre muy minoritarios, etc. Esa impresión es al mismo superficial y veraz. Describe una superficie social real, pero bajo ella ocurren gran número de sucesos más o menos trágicos, desde dramas familiares a robos, ruinas económicas, crímenes… Ellos manifiestan el lado oscuro o siniestro de la condición humana. De modo semejante, cuando contemplamos la belleza de un paisaje salvaje, no percibimos la cruda lucha por la existencia que tiene lugar en él, dado que la vida se alimenta de la vida.

  Dejando aparte hechos a menudo terribles como algunas enfermedades o la muerte, gran parte de esos hechos “oscuros” se debe a las relaciones interhumanas. Las cuales, tan necesarias y  a menudo gratas, tienen siempre un elemento de roce o de choque, de insatisfacción, derivado de la diversidad de deseos individuales. Ese choque suele ocasionar graves disgustos y hasta asesinatos. La causa radica en la tensión entre los individuos y su entorno social. La sociedad permite al individuo desarrollarse y cumplir parte de sus aspiraciones; pero al mismo tiempo le impone reglas, normas y prohibiciones explícitas o implícitas, que pesan como un fardo sobre sus deseos. Lo mismo ocurre, en un plano más reducido, en las relaciones familiares, de amigos, de trabajo, etc.: abren posibilidades y al mismo tiempo son obstáculos para el individuo. Freud creía que el precio de la convivencia social era la neurosis, por la frustración forzosa de la mayor parte de los impulsos sexuales, idea que puede aplicarse a cualquier otro impulso, en particular al, digamos, económico. La mayoría de las personas se resignan de mala gana ante el obstáculo, por temor al castigo, o lo razonan y aceptan conscientemente; pero otros tratan de romperlo, sea por una fuerza irrazonable del impulso, sea porque el obstáculo se ha vuelto insufrible. En este último caso no se suele hablar de crimen o se le encuentran atenuantes.

   El criminal propiamente hablando pone sus deseos o intereses por encima de cualquier norma moral o legal o de deseos o intereses ajenos. Aquí cobra significado la frase sartriana de “el infierno son los otros”, que él explicaba de forma restringida (sentirse juzgado por los demás) pero que puede interpretarse más ampliamente.  El crimen llega a hacerse aparentemente gratuito. Hay personas que sienten placer en el dolor ajeno, y no solo en el dolor de quien consideran enemigo sino, más aún, del inocente, como se ve en muchos crímenes de pederastia. En el plano de grupo, ello se percibe en costumbres brutales o en  los crímenes de guerra.

    Lo que llamamos crimen es la manifestación típica de ese lado oscuro del hombre, que se hace parcialmente visible en las secciones de sucesos de los medios de difusión, secciones que suelen ser las más atendidas por la gente. Como dijo creo que W. R. Hearst, la gente estará siempre atraída principalmente por dos cosas, el crimen y el sexo;  y él, desde luego, sacó pingües rentas de la explotación y trivialización de ambos. En los países anglosajones, particularmente, la prensa amarilla es la de tirada más espectacular, pero el dicho de Hearst tiene aplicación general. Y la causa de esta atracción, a menudo fascinación morbosa, por los crímenes y criminales, radica en que de algún modo nos vemos reflejados en ellos. No pocas veces el delincuente o el criminal suscita admiración en muchos individuos, como aquel que ha osado desafiar las normas que los demás obedecen a desgana, por miedo o cobardía. Ahí radica también la loa de los anarquistas (o de muchos de ellos) a los criminales comunes. Después de todo, siempre se puede racionalizar que las leyes son impuestas por unos pocos, y que el orden social encubre los intereses de unas minorías, las cuales se imponen mediante la amenaza y la violencia policial.  De ahí que cuando  la ley cae por tierra, en las revoluciones, por ejemplo, suelan desatarse masivamente  los odios y los actos de venganza o de rapiña.

    Podríamos distinguir entre crímenes y delitos. Los delitos serían las vulneraciones de la ley, con daños sociales más o menos grandes, pero sin un componente moral claro, mientras que llamaríamos crímenes a aquellas transgresiones con un fuerte contenido moral. La diferencia importa: la ley es una norma convencional decidida por un grupo muy pequeño de personas, que se suponen representar “pueblo” –aunque esto es a su vez una convención más bien que un hecho real–; norma que los individuos deben obedecer aunque no la conozcan, y cuya infracción va asociada a un castigo. Crimen, en el sentido que aquí queremos darle, es un acto que afecta a nuestras convicciones profundas, más bien sentimientos,  sobre el mal y el bien, incluso si la ley de un modo u otro lo permite o no lo contempla. Por supuesto, la ley tiene un componente moral, que consiste en el mantenimiento del orden social, y la moral tiende a manifestarse en leyes o costumbres concretas; pero ley y moral no son equivalentes.

   En cuanto al crimen, el “fardo” no es tanto el temor al castigo por el estado, un temor en cierto modo externo, como la culpa interior asociada a la moral. Cuando examinamos la ferocidad con que se produjo la persecución religiosa en la guerra civil, percibimos pronto la falsedad de las acusaciones a los curas como “enemigos del pueblo, unidos a los explotadores y suministradores de un peculiar opio en beneficio de los ricos”, etc. El fondo del asunto era la rebelión contra las exigencias morales predicadas por la Iglesia, que culpabilizan el desencadenamiento libre de los deseos. El castigo legal a los delitos empieza y acaba en sí mismo, generalmente no supone al delincuente otra cosa que el daño externo, en cambio la culpa moral es un sentimiento penoso, interior y persistente, difícil de proyectar, pero que puede originar reacciones explosivas como aquella de la guerra civil, con su especial ensañamiento. La ideología promete, en general, una libertad sin responsabilidad ni culpa, en que los deseos se cumplirían sin trabas. De ahí su atractivo y también su imposibilidad.

    Por lo demás, la promesa se acompaña de la idea de que la sociedad (o el estado, o el capitalismo…)  es mala, pero el individuo es bueno, por lo que este no tendría en definitiva más que buenos deseos, que no precisarían represión alguna. La historia real indica más bien lo contrario: los deseos del individuo son en principio ilimitados e insaciables, se ejercen a menudo a costa de otros individuos, por lo que la sociedad va poniéndoles trabas que permitan la convivencia en paz,  mediante normas y castigos. Si bien esas normas o leyes pueden ser sentidas como injustas o inmorales, y no pocas veces lo son: la ley tiende a la moralidad, pero no la sustituye.

Creado en presente y pasado | 47 Comentarios

El secreto de Europa / Generación del 40 / Batalla literaria

El secreto de Europa

Lo que he llamado Era Europea puede decirse que terminó con la II Guerra Mundial, después de la cual  su potencia no solo política o militar, sino ante todo espiritual, parece haberse desvanecido. Hoy define a Europa la bandera LGTBI, no hay que decir mucho más. Es imposible saber si Europa, o países europeos, encontrarán una especie de renacimiento, aunque no se le ven muchas trazas. Hace unos años escribí este breve  comentario: 

A lo largo de los últimos diez siglos (excluyendo la etapa abierta por la SGM), Europa ha desplegado una potencia cultural muy superior a cualquier otra civilización. La razón de ello se encuentra seguramente en la religión cristiana. Y dentro de ella, en su doble alma de raíz hebrea y grecolatina, entre Jerusalén y Atenas, entre  la fe y la razón. Ambas almas tratan de armonizarse sin conseguirlo nunca del todo, en una pugna mutua constante. Hay períodos más “hebreos” y más “grecolatinos”. El llamado Humanismo consistió en una mayor atención a la razón sobre la fe,  sin romper en absoluto con  esta. Contra esa inclinación racionalista  reaccionó Lutero, y desde el siglo XVIII  se desarrolla una ruptura: la razón rechaza la fe, pero lejos de llegar a  conclusiones o valores universales,  genera ideologías.

El cultivo de la razón exige una gran libertad intelectual que, paradójicamente, lleva a la abolición de la libertad: su objetivo es hallar la necesidad, las leyes inapelables que rigen el mundo, incluido el ser humano y que hacen ilusoria la libertad (y con ella la moral). La fe, en cambio,  detesta la libertad especulativa, pero admite la libertad como una irreductible capacidad moral del hombre situado entre el bien y el mal.

Conviene otra observación, útil desde el punto de vista historiográfico: el análisis puede permitirnos llegar a la esencia radical de las cosas, al menos hasta cierto punto  (por ejemplo, nos permite distinguir entre fe y razón); pero la esencia queda siempre relativizada y más o menos desvirtuada por la existencia. Por poner un ejemplo elemental, cada uno se siente como una esencia, un yo con nombre y atributos, pero en su existencia ese yo se encuentra sometido a mil presiones condicionantes o  deformantes, que terminan en su destrucción. Así, podemos distinguir algunos rasgos esenciales en el cristianismo, que en su existencia real y temporal pueden cambiar mucho.

europa: introduccion a su historia-pio moa-9788490608449

*****************************

(Hace diez años, en el blog) Generación del 40

El método de las generaciones literarias ha sido muy discutido, pero creo que, en general, es fructífero, y debería aplicarse a contextos más amplios que el literario. Así, cuando he mencionado, en relación con mi novela, la “generación del 36”, lo hice en un sentido distinto del acuñado por Ricardo Gullón.  He querido  — o más bien ha resultado sin previa intención—hacer un retrato de esa generación en los personajes de Alberto, Carmen, Paco, Ramírez y otros frecuentadores de tertulias de café, etc.,  con un breve contraste, en el epílogo,  con la generación siguiente, hija de aquella y a la que podría pertenecer yo mismo. Ya he señalado que la de 40  fue la más interesante del siglo XX español, pues le tocó rebelarse contra un proceso revolucionario de orientación totalitaria, esquivar la guerra mundial, afrontar el maquis y las posibilidades de invasión al final de dicha guerra, así como el aislamiento, habiendo salido triunfante de todos esos desafíos. ¿Y desde el punto de vista intelectual? Ha sido menospreciada a menudo por “franquista” o “fascista”, pero ha sido muy superior a las posteriores. Baste recordar a Delibes, Cela, Celaya, Marías,  Buero Vallejo, Torrente Ballester, J. A. Maravall, Vicens Vives, Cunqueiro, Tovar, Aranguren, Blas de Otero, Ferrater y tantos más.  No solo sus obras y evolución intelectual son llamativas, sino también sus biografías: los más característicos, aunque no todos,  derivaron de la identificación con el franquismo, a menudo en la Falange, a un alejamiento progresivo, hasta simpatizar con las izquierdas incluso totalitarias. Es una evolución que no ha sido bien estudiada y que, en la mayoría de los casos, se dio sin clandestinidad y con pocos sacrificios, dentro de la España franquista, a cuyas ventajas crecientes nunca renunciaron y dentro de la cual recibieron premios y atenciones; o bien algunos residieron más o menos tiempo, por comodidad que luego quisieron presentar como “exilio”, en otros países, particularmente Usa; o se presentaron con la mayor caradura como inmersos en un “exilio interior”. Sería del mayor interés estudiar esas evoluciones, que en muchos casos tienen que ver con la rápida crisis ideológica de la Falange, que trataré someramente en algún otro comentario.

http://www.libertaddigital.com/opinion/pio-moa/quien-no-es-mejor-que-su-propia-biografia-52609/

La batalla literaria (Hace diez años)

Hace mucho tiempo que el franquismo y, lo que es más grave, la verdad histórica, perdieron la fundamental batalla literaria. Una batalla más fundamental todavía que la historiográfica, pues deja una impronta más profunda en la mentalidad de la gente que los libros de historia, por lo común mucho menos leídos. Creo, como ya he dicho, que esa derrota empezó con La Colmena de Cela, buena como novela, aunque políticamente desvergonzada e históricamente falsa. Gironella, Agustí o Emilio Romero cambiaron esa derrota solo a medias y por un tiempo. Conforme pasaban los años y el régimen se liberalizaba y registraba sus mayores triunfos políticos y económicos, Gironella y Agustí evolucionaron o zascandilearon hacia una derecha antifranquista (juanista) y la novela de Romero tuvo siempre un toque  banal que la condenaba a testimonio menor de una época. Y no digamos tantos otros, de modo que ya desde antes de la Transición predominaba netamente en la literatura, el cine y otras medios de masas una visión radicalmente denigratoria de la generación que venció la revolución, salvó a España de la guerra mundial y venció al maquis y al aislamiento. Los peores han juzgado y calificado a los mejores. Me ha preguntado un lector, con cierta irrisión,  si Sonaron gritos y golpes a la puerta pretendía invertir esa masiva corriente. Pues sí, lo pretende y creo que, literariamente, lo consigue. Otra cosa es que su influencia político-intelectual llegue a ser grande, eso no depende de mí.

**********************************

Creado en presente y pasado | 38 Comentarios