Vuelvo a insistir a mis lectores y oyentes a que difundan mi comentario sobre la Cheka cultural: https://www.piomoa.es/?p=14612 Se habla mucho de la importancia de la batalla cultural. Pues la batalla cultural es esto, precisamente, y debería comprometerse todo aquel que sienta a España y la libertad.

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Religión e historia (I).
Usted sostiene que el núcleo generador, digámoslo así, de las culturas, y por tanto de la historia, es la religión, idea que casi ningún historiador sigue hoy. Debido, según usted, a una mentalidad positivista o cientifista bastante lógica, pues la influencia de la religión parece demasiado etérea para cuantificarla de alguna manera, mientras que la economía se puede medir más o menos, la técnica o las instituciones se pueden percibir y situar. La ciencia exige cuantificación, medida y posición espaciotemporal.
Empecemos por señalar que todas las sociedades valoran máximamente sus creencias religiosas (vamos a dejar de momento las ideologías históricamente recientes que se proclaman ateas o indiferentes o agnósticas). Resulta osado afirmar que todas están equivocadas, que sufren una especie de delirio colectivo y por eso creen en lo inexistente.
Pero es que creen realmente en lo inexistente, en los espíritus, dioses, etc. No pretenderá usted que eso existe de verdad, que Zeus y Hera existen o existieron… Claro, un cristiano dirá que eran dioses falsos pero a los cristianos les dirán otros que también el suyo lo es, que se trata de puras imaginaciones sin base real…
Vamos todavía más atrás: ¿Cómo definir al ser humano? Partiendo de su básica animalidad, podemos adjetivarlo con cualquier rasgo que lo diferencie de los animales: racional, político, inventor o innovador, consciente de la muerte, previsor, comerciante, sentimental, moral… Pero creo que la religión es el elemento más decisivo. ¿Por qué? Podríamos acercarnos definiéndolo como animal moral, porque indudablemente su vida, tanto su esfuerzo económico como político, como razonador, etc., está inmerso en la esfera del bien y el mal. Este es el sentido del mito judío del Génesis, que probablemente viene de mucho más atrás, y también de otros mitos.
Usted lo ha definido en alguna ocasión como “mamífero sentimental”. Pero los animales también tienen sentimientos. Además, no puede ser lo mismo sentimental que religioso.
Cierto. En realidad todos los rasgos distintivos del hombre, excepto la religión, incluso la moral, están presentes en los animales, al menos los superiores. Pero lo están de un modo por así decir en esbozo, estático, sin desarrollo. Los animales aplican estrategias en cierto modo racionales para alimentarse, las relaciones dentro de una especie siguen ciertas normas que tienen algún parecido con nuestra moral, etc. Y tienen también sentimientos, cierto. Pero los sentimientos humanos están incomparablemente más desarrollados y variados. Como en los demás rasgos, la diferencia no es meramente cuantitativa, sino cualitativa.
Las hembras de los mamíferos, por ejemplo, suelen demostrar sentimientos maternales tan fuertes como las humanas, más raramente o con menos intensidad se dan los paternales. También percibimos en los animales superiores sentimientos de adhesión, de solidaridad, de pena y estrés, de miedo, de satisfacción, etc. Creo que es muy raro que dentro de una misma especie tratan de exterminarse mediante guerras…
No es solo a eso a lo que me refiero, sino a sentimientos más decisivos, adheridos a una consciencia más amplia. El hombre es consciente de la muerte propia, lo cual le causa un sentimiento de angustia profundo. Es consciente del conjunto del mundo, del día y la noche, del paso del tiempo, de la realidad diurna y el cielo estrellado, algo tan inmenso y por encima de él, que nuevamente le provoca sentimientos de inquietud y asombro; es capaz de percibir su propia vida como una historia y de preguntarse qué tendría que hacer, como debería vivirla, siente culpa por muchas de sus acciones, siente profundamente a su yo… Por otra parte, su cuerpo no está diseñado para cumplir sus funciones instintivas como ocurre con los animales, le permiten hacer muchas cosas que los animales no pueden, primariamente para alimentarse, reproducirse, etc. Esas actividades le suponen un gran esfuerzo, sometido además a mil incertidumbres que pueden hacerlo vano, lo cual también le angustia y le inclina a buscar una protección por encima de él… Son estos sentimientos propios de la condición humana, y son ellos el origen de la moral y de la religión.
En otras palabras, usted se refiere a la angustia como el sentimiento más profundo y definitorio del hombre. Pero tendría que explicar, primero cómo la moral procede de ella y ella de la religión
Eso es: la angustia connatural a la situación humana es sentimiento dinamizador de su historia. Eso se manifiesta de mil formas. Podríamos reducir la moral a un conjunto de normas derivadas de la necesidad de adaptar la propia vida a una serie de conductas que le den sentido, por lo menos que no conduzcan al choque permanente de unos contra otros. Esas normas no puede uno inventarlas para sí mismo, porque chocaría inmediatamente con las que otras personas se hubieran autoimpuesto, lógicamente en beneficio de sus deseos particulares. Se trata de un fenómeno social, normas a menudo desagradables, coercitivas o perjudiciales para el yo, por lo que suelen ser vulneradas, suscitando de paso el sentimiento de culpa. Pero nadie aceptaría esas normas si considerase que las imponen otras personas como él mismo. No es como la ley, que sabemos viene impuesta por otros, aunque solo se la respeta bajo el supuesto de que responde a una orientación o sentimiento moral y no a una arbitrariedad particular y por eso tiránica. Por consiguiente, la moral ha de venir de una fuerza superior, y creo que esa es una de las raíces de la religión. Por supuesto, la mera contemplación del cielo estrellado, de los grandes paisajes, del mar, el sentimiento de la muerte y la incertidumbre de la vida, tienen a provocar ideas religiosas, de la divinidad… La religión, en definitiva, calma la angustia existencial, genera la moral y libera la energía para afrontar la vida cotidiana, y esa es la razón por la que todos los pueblos la colocan en el centro de su vida social e íntima, y por qué el ataque a ella o su puesta en duda provocan reacciones que llegan a ser de máxima violencia.
Pero eso también podríamos considerarlo un autoengaño, como dice Moncho en tu novela. Además, no justifica tu tesis de que la historia se explica por la religión… La religión parece más bien una cosa estática, que no cambia en siglos, mientras que la historia cambia constantemente.
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Vuelta al sol y la consciencia
Volviendo a lo del sol y el tiempo: entre la salida y la puesta del sol transcurren las peripecias de los personajes principales, los cuatro “perros verdes” y los secundarios, lo cual me parece obviamente un símbolo de la vida misma bajo el sol, en particular la reflexión de Santi cuando se refiere no solo al millón de auroras de rosáceos dedos transcurridas desde que así se dijo en La Ilíada, hasta la reflexión de las generaciones transcurridas desde la construcción del templo de Debod. ¿Es así?
Así puede interpretarse. No fue una construcción literaria consciente, pero sostengo que si uno está atento a la vida, la siente y consigue describirla, la mera descripción da lugar a muchas interpretaciones válidas.
Lo mismo cuando sale de casa por la mañana, todavía es noche y casi todo el mundo está durmiendo, es decir, está inconsciente, como si la vida consciente, la vida propiamente humana, hubiera huido de la gente, porque el sol “se ha ido” al menos de su percepción. Es como si todo el mundo estuviera muerto, como una premonición de la muerte definitiva, que sin embargo se repite jornada tras jornada, hasta que alguna vez se apaga definitivamente la lucidez, la consciencia. Tu novela, cuando me pongo a reexaminarla, me sugiere demasiadas cosas tal vez, ¿arbitrarias?
Te repito lo mismo. Nuestra consciencia de la realidad es muy limitada, generalmente no pensamos en lo que le debemos al sol, bajo el que transcurren nuestras peripecias sobre la tierra. Ni el significado de que su ausencia repetida cada día nos haga entrar en la inconsciencia, como una muerte adelantada.
Esa es un reflexión deprimente, desde luego, y sin embargo encuentro un fondo de optimismo en el relato de todos los personajes, y así no dices, por ejemplo: todas vuestras ilusiones juveniles, vuestras preocupaciones, vuestro afanes, son naderías, se disolverán en la nada, yo más bien diría que el mensaje es el contrario: a pesar de que todo se disolverá en la nada, vuestra vida tiene un significado, algo que puede sentirse pero no describirse racionalmente.
Bueno, sí, perfectamente. ¿Para qué escribiría la novela si la conclusión fuera que la misma novela carece de cualquier sentido? Pero es verdad, la razón nos lleva a concluir que nada vale, nada tiene importancia o sentido, mientras que el sentimiento nos sostiene de algún modo… Y nuestra consciencia es tan limitada, verdad… ¿De qué somos conscientes? De la realidad, de lo que llamamos realidad. Pero la realidad se está esfumando a cada segundo ante nuestros ojos y razonamientos, se pierde como agua entre los dedos, solo nos quedan unas gotas.

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