El próximo martes, a las 19.00, Miguel Platón y yo presentaremos Por qué el Frente Popular perdió la guerra. En el Casino de Madrid. Se podrá seguir en directo en el enlace https://youtu.be/5g40AjrCGCo
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Dios y el HOMBRE
¿Y no es el HOMBRE el que crea las religiones, por tanto los dioses?
Si él los crea, ¿por qué será? ¿Y qué entendemos por crear?
Ya los griegos se dieron cuenta de ese detalle: si las vacas creyeran en dioses, los imaginarían como vacas, aunque con un poder superior.
Buena simpleza. Es claro que el hombre no se crea a sí mismo ni dispone de su destino. Ese lema ideológico de elegir o decidir el propio destino revela una estupidez sin fondo. Pero es la base de las ideologías: el HOMBRE puede hacer eso, lo hará según vaya progresando técnicamente, aunque los hombres concretos nunca lo alcancen. No es lo mismo creer en la divinidad que creerse la divinidad, aunque sea de forma abstracta, como “el HOMBRE”.
Pero, vamos a ver, es claro que los dioses no existen y que los que han existido históricamente han dejado de existir en su gran mayoría. ¿Y dónde existían? En la mente de los hombres. En cambio los seres humanos existen y existirán físicamente. Y si los humanos concretos existen, es lícito abstraer de ahí lo que tienen en común, es decir, al HOMBRE, su idea, que diría Platón. Decir que nuestra idea de Dios es la de un humano con poderes infinitos, no me parece una simpleza. Si Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza podemos de manera más lógica invertir los términos: el hombre hizo a Dios a su imagen y semejanza. Porque, repito, no hay duda de que los seres humanos existimos, mientras que los dioses está claro que no, la historia lo demuestra.
Pero, ¿qué necesidad hay de imaginar un HOMBRE todopoderoso? ¿Por qué los humanos históricos lo han hecho una y otra vez, de distintas formas pero con un fondo común? ¿Por qué tenían esa necesidad? Y la siguen teniendo, por cierto.
Puede ser que por ignorancia, por falta de conocimientos y por limitaciones de su capacidad técnica.
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1944: ¿Invasión de España?
En 1944, conforme los Aliados se sentían seguros de la victoria, las intimidaciones, presiones y chantajes sobre España fueron haciéndose más perentorios en los países anglosajones, con serios indicios de invasión. Mientras, los comunistas preparaban la invasión desde el sur de Francia, y los sectores monárquicos más próximos a Don Juan maniobraban e intrigaban en contacto con los anglosajones para derrocar a Franco. Esta situación sucedía a la no menos difícil anterior de mantener la neutralidad frente a las presiones alemanas: 168 – España frente a la amenaza de invasión | El papel histórico de Vox – YouTube
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Errores de Azaña en dos frases
“Lo que me ha dado un hachazo terrible, en lo más profundo de mi intimidad, es, con motivo de la guerra, haber descubierto la falta de solidaridad nacional. A muy pocos nos importa la idea nacional, pero a qué pocos. Ni aún el peligro de la guerra ha servido de soldador. Al contrario: se ha aprovechado para que cada cual tire por su lado”.
Esto es en parte falso. Por supuesto, la alianza de separatistas y sovietizantes que fue el contenido político del Frente popular solo tenía una base común: el odio y el miedo a los nacionales. Fuera de eso, unos odiaban a España, otros la despreciaban… Pero hubo quienes cultivaron una idea nacional: los comunistas, cuando se dieron cuenta del valor del sentimiento patriótico. Claro que su idea era la de sovietizar a España, con una etapa intermedia de “democracia popular”. No podemos dudar del sentimiento nacional de Azaña, pero ¿en qué consistía su idea al respecto? En un proceso de demoliciones de la España tradicional para sustituirla por algo parecido a la III República francesa, tan admirada por él que ante la I Guerra Mundial había querido mandar a cientos de miles de españoles a servir de carne de cañón al servicio de la república vecina. Quería renovar a España, además, en alianza con un partido socialista empeñado en imitar al régimen de Stalin. Hablaba de una “inteligencia republicana” perfectamente inexistente, como reconoce una y otra vez. Él destacaba en inteligencia sobre todos los demás, pero desde luego tampoco era suficiente: sus “demoliciones” llevaron a la guerra civil
Cuando se hablaba del fascismo en España, mi opinión era ésta: hay o puede haber en España todos los fascistas que se quiera. Pero un régimen fascista, no lo habrá. (…) Por muchas consignas que traduzcan y muchos motes que se pongan. Sables, casullas, desfiles militares y homenajes a la Virgen del Pilar. Por ese lado, el país no da otra cosa
Había y hay en España cierta tradición como la mencionada por Azaña (la monja Ramona y similares). Pero, como se vería, el país bajo el franquismo dio para mucho, muchísimo más de lo que él creía. En lo que acertaba Azaña era en la casi ausencia de fascismo. Se le asemejaba la Falange, aunque se declaraba católica, un catolicismo un tanto diferente del pintado por el alcalaíno. Lo que sorprende es que un hombre sin duda inteligente y a su modo patriota como Azaña, tuviera de su propio país unas ideas tan simples. Maeztu le censuraba no haber evolucionado desde esas ideas simples y sentimentales adoptadas por todo el mundo en la adolescencia.
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Crítica literaria en España
“No sé si ha leído usted el libro “Los Baroja”, de Julio Caro. Me ha llamado la atención este párrafo, referido a Pío Baroja, y he pensado que le interesaría y que le sugeriría algún comentario, también en relación con sus propias novelas: “La literatura española moderna es la más desgraciada de todas las literaturas, desde el punto de vista del hombre interesado por cuestiones psicológicas. Cuando pienso que España fue la cuna del casuismo, la patria de unos hombres (también mujeres) que, en el siglo XVI, parecían sutilísimos a italianos y franceses, y echo luego una mirada a los libros sobre literatura escritos en los siglos XVIII, XIX y XX, al momento me planteo la cuestión terrible de por qué el crítico español, moderno o contemporáneo, es o ha sido tan tarugo (…) Los críticos franceses han demostrado mucha habilidad para pintar los estados del alma, la evolución de sus escritores. A veces de un autor secundario, a fuerza de talento, sacan extraordinario partido. Son capaces de razonar, de sutilizar, de dar explicaciones muy circunstanciadas de todo. Luego vienen las polémicas. ¿Pero qué polémicas se van a entablar en un país en que los historiadores de la literatura hacen caracterizaciones como de jota o romance de ciego?”. Julio Sandón
Creo que la gran literatura española es la del Siglo de oro, y que la posterior es, comparativamente, bastante tosca, y lo mismo ocurre con la crítica literaria. A finales del XIX hubo un repunte literario que, en mi opinión, dura hasta parte de la década de los cincuenta, decayendo después, y más todavía desde la transición. Una de las causas de este decaimiento es su politización o ideologización, a veces implícita, a veces ostentada, o su descarnada intención comercial. En cuanto a mis novelas, no voy a dar mi opinión, que obviamente no es desfavorable, pero que tampoco vale. Puede darla usted y se la publico. Pero es verdad que en España no hay polémicas literarias de algún nivel. Ni historiográficas. Y eso ya revela la situación. Contra el tío de Julio Caro escribió Gil Bera Baroja o el miedo, con intención de escandalizar un poco. Dio pie a algunos comentarios o réplicas sin excesivo interés. El debate muere enseguida. El comentario de I. Lomana sobre los artistas de la prosa cipotuda está muy bien, pero le pasó lo mismo. No es que todo sea taruguismo, pero hay pocas excepciones que no suelen generar polémica apreciable. La tosquedad llega a cultivarse incluso como una virtud. Contra ella no se puede hacer nada.
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