Época violenta y peligrosa
Toda novela, incluso la más fantasiosa, tiene directa o indirectamente un trasfondo histórico, que algunas, calificadas de “históricas”, llegan a intentar cambiar o reinterpretar utilizando a los personajes reales. Esto último me parece una arbitrariedad infantil. En la mayoría de los relatos de ficción, el trasfondo histórico es muy difuso, apenas discernible, y no pretende otra cosa; pero en otras es fuerte y evidente, y eso ocurre con la trilogía que aún no he terminado. Como decía, en la primera, Sonaron gritos y golpes a la puerta, los personajes actúan a lo largo de diez años, entre la guerra en Cataluña y el maquis en Galicia. El protagonista principal no es una figura puramente imaginaria, pues hubo bastantes hombres que lucharon sucesiva y voluntariamente en la guerra civil, en Rusia y en o contra el maquis. El protagonista, Alberto, tiene su contrafigura precisamente en su propio padre, asesino de la familia de Alberto y por poco de este mismo, y que también combatió en la guerra de España, en Rusia y en el maquis, pero en sentido contrario. Obviamente, pocos en aquella época tuvieron esa triple experiencia, quizá unos treinta mil lucharan en la guerra civil y en Rusia, y los que sumarían además al maquis no llegarían quizá al millar. Pero siendo pocos eran tremendamente ilustrativos de la época, mucho más que los muermos estancados de La Colmena. Tal como lo son los pocos militantes activos de un partido, aunque aquellos de los “años de hierro” de un modo más existencialmente significativo. Fue una época violenta y peligrosa, que volvía extremas las conductas, en cualquier sentido que se produjeran, incluyendo la picaresca.
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VOX debería rectificar
*A principios de año, creo recordar, VOX preparaba una moción de censura contra el Dotor. Abascal en un gesto falsamente caballeroso y contradictorio, dijo que lo habían abandonado para no perjudicar al PP, sumido entonces en una crisis interna: “A nosotros el único sorpasso que nos interesa es al PSOE, que se ha aliado con los enemigos de España”. ¿Y el PP no? ¿Por qué ha roto Abascal con el PP, entonces, si solo se diferencian en cuestiones secundarias o de matiz? Asombroso. Si la gente solo ve diferencias de matiz, y no de raíz entre VOX y el PP, votará al PP como la opción más útil. Y se preguntará por qué Abascal ha creado un nuevo partido, que debilita la unidad de la derecha, en lugar de presionar dentro del PP, como Ayuso, por ejemplo.
*La anterior moción de censura de VOX fue un gran éxito de propaganda, que le permitió llegar ampliamente a la opinión pública y definir al PSOE por debajo de su hojarasca retórica y de paso retrató al PP. Una segunda moción de censura habría sido un nuevo gran éxito aunque no consiguiera desalojar al Dotor, y por las mismas causas. Si VOX no se distingue claramente del PP y no lo “sorpassa”, será cosa de poco tiempo que termine desinflándose, como pasó en Andalucía, donde se ha vuelto irrelevante después de sus jactancias de que iba a gobernar con el Nocilla, a quien ahora se ofrece a ayudar patéticamente “contra la inflación”.
*Ahora VOX, o varios de sus dirigentes, creen que el electorado les exige que vayan aliados como auxiliares del PP, con la esperanza de superarlo mostrándose más radical en tales o cuales aspectos. Para lo que deben dejar en segundo plano la gran política y ocuparse fundamentalmente de las políticas menores, “las que interesan a los ciudadanos”, y a las que todos apelan (¿qué partido va a defender la inflación, que parece ahora la cuestión clave para VOX? Todos hablarán contra ella y tan bien o mejor que VOX).
*Otro grave error de VOX, es promover una “ley de concordia” (idea del PP) como si un gobierno pudiera obligar a la gente a “concordarse”. De nuevo asoma la pretensión totalitaria, ya “normal2 en todos los partidos, de dictar desde el poder los sentimientos de la gente. La demagogia implícita es que “los españoles se abrazaron y reconciliaron”, además, en la transición. Eso es cierto solo a medias: no hubo abrazo, aunque sí reconciliación de hecho, y no en la transición sino en los años 40, cuando el franquismo salvó a España de la SGM y venció al maquis y al aislamiento. La “concordia” cae implícitamente en la infame demagogia del PP al pretender que la guerra se libró porque algunos locos sádicos de un lado y otro decidieron matarse y arrastrar a los demás españoles. Ahora se trataría de “olvidar” y “abrazarse”. La verdad incuestionable es que fue una guerra de sovietizantes y separatistas contra partidario de la unidad nacional y la cultura española, de raíz cristiana. Y que ganaron precisamente los buenos. Mientras estas verdades evidentes no se reconozcan, la política navegará a la deriva, satelizada a las demagogias socialistas-separatistas.
*Denunciar que las leyes de memoria crean odios está bien, pero es enormemente insuficiente. Lo principal es que son leyes inadmisibles, totalitarias, que deben combatirse desde el primer momento. En segundo lugar, que las mismas leyes implican el reconocimiento de que las versiones de izquierda son falsas, ya que necesitan tales leyes. Y solo en tercer lugar que, efectivamente, fomentan los odios sociales. No se debe atender a lo más secundario y explotable emocionalmente, dejando de lado lo real y de verdad relevante. Es como la llorera sentimental por la “guerra entre hermanos”, olvidando lo que pretendían unos “hermanos” y otros.
*Temo que vamos a ver cómo VOX se va desinflando. Quizá ello le incite a rectificar.
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Gloriosa tradición del PSOE.
ZP y el Dotor han declarado “honestos” e “inocentes” a Chaves y Griñán, autores de uno de los mayores robos desde la transición. Para entenderlo hay que remontarse a una tradición ya inveterada en el PSOE:
Juan Negrín, socialista, presidió el gobierno del frente popular durante casi dos años, desde mayo de 1937 hasta el final de la guerra. Es por tanto el principal dirigente y representante de lo que fue el Frente Popular. Antes de él, el jefe máximo había sido durante ocho meses el también socialista Largo Caballero, El Lenin español, que a su vez había sucedido al caótico y efímero (mes y medio) gobierno del azañista José Giral. Pese a su leninismo, Largo Caballero había sido defenestrado por los comunistas después de una pequeña guerra civil entre las izquierdas en Barcelona.
Terminada la guerra, surgió una demostrativa polémica entre Negrín y otro líder socialista de máxima relevancia, Indalecio Prieto, ambos exiliados. El motivo eran los tesoros cargados en el yate Vita, que Negrín había enviado a un agente suyo en Méjico, pero del cual se había apropiado limpiamente — por así decir– Prieto en combinación con el presidente mejicano Cárdenas. En sus cartas, Negrín explica cómo había reunido aquellos tesoros, por la labor de “hombres previsores no impulsivos, precavidos contra la improvisación”, gracias a lo cual “Nunca se ha visto que un Gobierno o su residuo, después de una derrota, facilite a sus partidarios, como lo hacemos, medios y ayudas que ningún Estado otorga a sus ciudadanos después de una victoria”.
El tesoro del Vita, como otros juntados con tanta previsión desde casi el comienzo de la guerra, incluían desde joyas valiosísimas del patrimonio artístico e histórico español, hasta colecciones filatélicas raras, o monedas antiguas de oro y plata guardadas en museos, o piezas saqueadas en archivos particulares, el contenido de las cajas de seguridad privadas en los bancos, descerrajadas, y hasta las alhajas humildes en las casas de empeños… Un expolio gigantesco, acompañado de numerosas destrucciones irremediables. Lógicamente, Negrín se sentía moralmente decepcionado por la actitud de su correligionario: “Lo que estos hombres previsores no supieron adivinar, ni para ello existe reactivo que lo delate, es hasta qué punto la infidelidad, y deslealtad de unos guardianes podrían malograr sus cálculos. La situación resultante de nuestro error ha sido que una buena parte de esos caudales, por la intervención personal de usted , o por su consejo, se encuentra hoy no sabemos ni en qué manos ni en qué sitio, bajo su custodia o a sus órdenes”.
Tamaña “infidelidad” enfurecía a Negrín, que exigía a Prieto la devolución de lo robado (por ambos) s caudales. Prieto no pensaba como él. Replicó que sería “conciso y discreto porque lo exige la naturaleza de los asuntos ante la posible difusión de esta correspondencia”, y negaba la autoridad de Negrín sobre aquellos bienes respaldándose en acuerdos vagos de grupos de exiliados, así como del gobierno mejicano, el cual “trató conmigo el asunto con nobleza y generosidad loabilísimas”. Generosidad sin duda correspondida. La polémica, reveladora hasta lo grotesco (la he resumido en Los mitos de la guerra civil), derivó a las responsabilidades por la derrota, de la que se echaban mutuamente las culpas.
La polémica Negrín-Prieto, que he resumido en “Los mitos de la guerra civil”, por su carácter brutalmente revelador y al mismo tiempo tragicómico, y hasta por su valor literario, debería ser conocida por todos los españoles. Su desconocimiento explica, precisamente, muchas conductas muy actuales. Negrín, por cierto, está siendo reivindicado como un héroe por el PSOE y por historiadores próximos a ese ejemplar partido de “los trabajadores”. ¡Y tanto que trabajan!