Sánchez como personaje histórico
Hay tres razones por las que Sánchez resiste en el poder con uñas y dientes, pese a estar acosado por la corrupción y otros desmanes que en una democracia algo real ya habrían liquidado su carrera: en primer lugar, teme ir a la cárcel, como le ha pronosticado Abascal; en segundo lugar dispone de apoyos poderosos a todos los niveles, desde una UE cada vez más totalitaria y belicista, una seudooposición PP, participante en todos sus manejos, y en las instituciones políticas, del Tribunal Constitucional a Indra, que ha ido copando con gente suya, igualmente corrupta.
Y en tercer lugar, y ante todo, por sus manías de grandeza: quiere pasar a la historia como algo excepcional, y sin duda pasará. Siguiendo las políticas de Zapatero y, por omisión, de Rajoy, su gestión puede resumirse en cinco colaboraciones: con los separatismos, con la ETA política, con Marruecos, con Gibraltar y con los narcogobiernos latinoamericanos de izquierda; más la promoción de inmigración masiva e ilegal, la islamización de zonas del país, la ideología de género y lgtbi o la llamada agenda 2030, remedo de los planes quinquenales soviéticos por otra vía (“no tendréis nada y seréis felices”). Y el intento de imponer por ley totalitaria una versión de la historia que justifique tales políticas
Lo más significativo históricamente es que en todas estas hazañas dispuso Sánchez de la cooperación, no menos eficaz por pasiva, del PP, el monarca, obispos, grandes empresarios, mandos de un ejército cipayizado…. Cooperación descollante en la decisión que el propio Sánchez valora, y con razón, como su mayor hazaña histórica: la profanación de la tumba de Franco. Con razón, porque es un hecho tan máximamente simbólico como programático: el programa de destrucción de la herencia franquista, es decir, de la unidad nacional, la salud social, la monarquía, la economía de mercado, la democracia que viene y solo podía venir de aquel régimen, la paz interna…
Que el país esté gobernado por un doctor fraudulento con relación familiar con el negocio de la prostitución homosexual, sin que ello le haya supuesto coste político, y que se haya rodeado familiar y gubernamentalmente de gente a su altura, que entre todos hayan podido liquidar la Constitución, es decir, el régimen del 78, con una amnistía golpista, y que ello haya sido aceptado por el resto de la clase política, excepto VOX, resulta muy histórico a su modo: ¿cómo hemos podido llegar a tal putrefacción de la democracia?
He aquí el proceso a grandes rasgos: en el referéndum de 1976 elpueblo, por gran mayoría, aprobó el paso a la democracia DESDE y no CONTRA el franquismo como pretendía toda la oposición. Es decir, desde el legado franquista de unidad nacional, salud social, libertad personal, prosperidad, monarquía, etc. La decisión popular, ya un tanto dañada por las ambigëdades de la Constitución del 78, fue anulada definitiva y arbitrariamente en 2002 por un Aznar increíbelemtne necio y frívolo al condenar solemnemente a Franco. Este fue también un hecho histórico clave, que la mediocre historiografía y análisis político cree poco más que una anécdota. Desde ahí, el régimen del 78, en principio democrático, entró en involución. Zapatero, Rajoy y Sánchez no han hecho otra cosa que desplegar las implicaciones de la aznarada hasta terminar donde estamos.
Sánchez ha acabado de destruir el régimen del 78, un dato histórico, abriendo una nueva situación en la que, acosado por VOX (y no por otro partido), puede terminar en la cárcel y canceladas sus políticas de demolición de España, o bien puede conseguir transformar el país, o lo que quede de él, en una imitación de la Venezuela bolivariana o de la caótica república del 31.
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