La Reconquista tiene un triple interés actual: demuestra la mayoritaria inanidad, rayana en la estupidez, de la historiografía universitaria del momento; recuerda las raíces de España, el país que se empeñan en destruir los partidos del sistema del 78; y plantea hoy una especie de nueva reconquista, que no debe alargarse.
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En tu novela sale esporádicamente un personaje que podría identificarse con tu paisano Cela. Deduzco de la forma como sale que no te gusta demasiado.
No me gusta ni como escritor ni como persona. Pero tenía talento, lo mismo en un caso que en el otro. Eso no se le puede negar. Y es la voz más personal de la literatura española, yo diría que de todo el siglo XX, por lo menos en la novela.
Quiero decir que en tu novela aparece primero como un franquista dispuesto a acabar a golpes con la menor oposición y luego, según pierde Alemania la guerra, se convierte en un forofo de los vencedores, en un demócrata, vamos.
Eso es puro costumbrismo cutre, y ese es el rasgo típico de Cela, tanto en lo literario como en lo personal. De él y de muchos más, claro. Hay un ensayo de Gibson, de bastante interés, sobre Cela, El hombre que quiso triunfar o algo así. Él trataba de triunfar no contra las circunstancias sino a favor de ellas. No era un quijote. En realidad despreciaba completamente a los quijotes. Lo más gracioso era su lema: “Quien resiste, gana”. Él no tuvo que resistir nada, tuvo la suerte siempre a su favor, lo que pasa es que era muy quejica, y la más mínima crítica le hacía lamentarse y subirse por las paredes. Recuerdo una de sus frases: “hay que leer más a Nietzsche y menos encíclicas”. Tiene mucha gracia, como si aquí leyese encíclicas alguien, aparte de algunos curas. Y él mismo, como nietzscheano, deja mucho que desear. O no, según se mire.
¿Qué es eso de según se mire?
Fíjate en sus personajes: son gente del montón, de lo más vulgar. Ni siquiera vulgar: son sórdidos prácticamente todos, casi animalescos. Resumiendo la cuestión, los hombres son puteros y las mujeres putas. Entonces podríamos decir que él los contempla, que contempla la vida desde un punto de vista superior, de superhombre despreciativo, ¿no? Pero al mismo tiempo esos personajes son un trasunto de él mismo, que realmente se presenta como un putero empedernido y sin ilusiones sentimentales sobre el amor o sobre la vida en general. Ahora bien, él tiene talento y sus personajes no. Algunos han querido ver en su obra cierta compasión o conmiseración con los perdedores, pero creo que no va por ahí el asunto. Se le ha hecho el reproche, y es verdad, de que no ha sabido crear personajes de alguna enjundia, salvo el Pascual Duarte, que es un modelo perfecto del perdedor que él no quería ser bajo ningún concepto, sospecho que tenía pánico a aparecer como tal. En realidad sus personajes son de hormiguero, y caricaturas.
Cierto que no tienen nada que ver con los personajes de tu novela, que uno podría verlos como héroes. Los de Cela son cualquier cosa menos héroes. Y tú mismo has dicho que son apocados y poco inteligentes.
Yo no diría que los de Sonaron gritos sean héroes. Al menos no son héroes típicos, tienen muchos problemas. Tampoco son quijotes, porque la vida no les va tan mal, sin que les salgan nunca las cosas a pedir de boca. Viven con mucho esfuerzo, en un ambiente en que se juegan la vida constantemente y en cierto modo disfrutan con ello, ya que lo han elegido. Nada ni nadie les obligaba a estar que la quinta columna… un tanto al margen de ella. Ni a ir a Rusia, ni luego, Alberto, a intentar acabar con el maquis. ¿Por qué lo hacen? Hay en ello algo de ideología, pero en cierto modo lo que pasa es que se lo pide el cuerpo, como explicaba Odiseo de sí mismo, “porque un dios lo había puesto en mí”, había puesto esa afición en ellos. Para Cela serían unos cretinos… Un personaje que podría ser celiano es Narcís o Narciso, el tío del narrador. Ese es también un triunfador, siempre a favor de la corriente: separatista, falangista, demócrata… Al final no le sale todo tan bien, pero podría decir “¡que me quiten lo bailao!”. En Cela, más que Nietzsche yo creo que hay un Freud muy degradado: la obsesión por el sexo, sin aceptar ninguna sublimación del mismo. Claro que para Freud la sublimación no deja de ser una falsificación, y Cela, desde luego, no cree en ella. Visto desde el punto de vista personal, tiene gracia que finalmente, ya viejo, se enamorase como un adolescente de una señora mucho más joven y que, por lo que ha exteriorizado ella misma, parece un tanto vulgar. No me digas que no hay ahí una excelente novela.
¿Tú la escribrías?
No, no es el tipo de personajes que me atraen. Pero alguien con talento podría sacar de ahí petróleo, como ficción, claro… Volviendo a los personajes, los de Cela son bastante estúpidos, es cierto, y ahí está el talento: escribir novelas originales y legibles (no todas, para mí) con un hormiguero de personajes así… Eso no lo hace cualquiera, y en ese sentido sublima la estupidez, igual que una sexualidad algo animal. Pero volviendo a Gibson, en su libro dice que los socialistas criticaban a Cela porque no era un demócrata auténtico, que él nunca se había metido con el franquismo y que marchaba siempre a favor de la corriente. Aquello me hizo reír mucho. ¡Demócratas los socialistas! ¡Antifranquistas los socialistas más que de boquilla! En eso Cela tuvo mucha más decencia que ellos. Cela podría haber escrito una novela sobre la infinita corrupción moral de los socialistas, que siempre fueron una banda de cacos, si exceptuamos a algunos ilusos honrados. Y no exagero nada. Los personajes más repulsivos de La Colmena y que siempre se han visto como reflejo de ciertos elementos franquistas, podrían ser perfectamente del PSOE.
Bueno, Cela detestaba a los socialistas, pero no se atrevía a meterse abiertamente con ellos. Le daban miedo. Alguna vez dijo que le parecían muy cultos.
Es verdad. Algo así dijo, que sabían mucho y podían dejarle a uno en ridículo. Y es lógico. Él se presentaba un poco como historiador. En una de sus novelas dice algo así como que España era un país de locos y que unos locos de un bando y de otro, acompañados de unos criminales, habían arrastrado a la guerra civil a los demás españoles. Esto es pura estupidez, y es lógico que temiera a los socialistas le pusieran en su sitio con algo así como: “¿Es que defender la libertad y la democracia contra un golpe fascista es de locos y malvados? No confunda las cosas ni dicte sentencia tan simplonas. Los locos y los malvados fueron los que se sublevaron contra un gobierno salido de las urnas. Y usted con ellos”. Desde su simpleza, el pobre Cela no podía oponer a eso nada coherente, claro. Pero esa actitud simplona y seudomoralista se ha dado en muchos franquistas: al decir que, en fin, “fue una guerra fratricida”, ”todos cometieron crímenes” o “todos eran malos”, solo ponían de relieve su vacío de pensamiento. El franquismo en sus formulaciones ideológicas deja mucho que desear. Eran mejores en los actos que en las ideas. Por cierto, esa versión particularmente sandia, de Cela, es la de personajes como Pedro J o la que ha adoptado el PP. Otra característica de Cela, que ha cundido mucho, es la de atribuir la supuesta vesania y “cainismo” de los españoles a que jodían poco. Estas cosas, aparte de su tosquedad, revelan la gran ignorancia que existe en España sobre los demás países… No tiene fácil remedio. Por eso digo que el talento de Cela consistía en su capacidad de sublimar la estupidez, de hacer con ella arte. No un gran arte, pero sí arte real. El Nobel se lo mereció.
Debido al cambio de emisora a Radio Ya, el programa Una hora con la Historia se encuentra en seria dificultad económica, por lo que reiteramos a nuestros oyentes la necesidad de sostenerlo. Algunas personas creen que la labor cultural debe ser gratuita, en parte porque mucha de ella es subvencionada por los gobiernos, que nos obligan así a todos a contribuir aunque se trate de una cultura muy dudosa. Todos sufragamos, nos guste o no, la propaganda y otras actividades de la “memoria histórica”. Y “Una hora con la Historia” trata precisamente de contrarrestar esa propaganda seudocultural y seudohistórica. No tenemos subvenciones ni las queremos, queremos en cambio que nuestros oyentes comprendan la importancia de recuperar nuestro pasado, se sientan comprometidos con la labor que realizamos y contribuyan a ella. De este modo se puede contrarrestar fácilmente la memoria antihistórica.
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Una situación semejante se planteó cuando la DA fue trasladada ante Leningrado. Los soviéticos intentaron reiteradas rupturas envolventes y en una, en diciembre de 1942, lograron perforar un sector alemán al sur del lago Ladoga, que debió taponar un batallón español, a costa de una auténtica sangría. Dos nuevos intentos seguidos fueron realizados en enero y febrero; el más ambicioso de ellos, diseñado por el mariscal Zhúkof y denominado Operación Estrella Polar, combinaría una maniobra envolvente que empujaría por el sector español de Krasni Bor, al este de Leningrado, para embolsar al 18º Ejército, y otra desde el Vóljof que debía dirigirse hacia la urbe revolucionaria y más al sur y al oeste, hacia Estonia, lo que provocaría el desmoronamiento del grupo de ejércitos (y, por supuesto, volatizaría a la propia DA).