Carta de Franco / Huérfanos de Lilibeth

Carta de Franco a Don Juan 

En la biografía de Juan Carlos por Stanley Payne y Jesús Palacios, la mejor hasta la fecha, se incluye la carta de Franco a Don Juan acabando con las posibilidades –aunque no con los deseos– de este  de reinar:  “Yo desearia que comprendierais, no se trata de una restauración, sino de la instauración de la Monarquía como coronación del proceso político del Régimen, que exige la identificación más completa con el mismo, concretado en unas Leyes Fundamentales refrendadas en toda la nación. En este orden la presencia y preparación del Príndipe don Juan Carlos  durante veinte años y sus muchas virtudes le hacen apto para esta designación.

La carta deja en claro dos cosas: que Franco no estaba dispuesto a que la guerra hubiera sido en vano, a continuar la época de profunda decadencia desde la invasión napoleónica, marcada por la inestabilidad y las violencias civiles; y que creía que su régimen, “el Movimiento”,  continuado por una monarquía acorde con él, garantizaría la paz y el resurgimiento del país.

Por supuesto, Don Juan, aspirante a una monarquía tutelada por Londres,  estaba descartado desde mucho antes, pero la fecha de la carta, julio de 1969,  importa mucho. Para entonces  la permanencia del franquismo se apoyaba en  tres factores: el prestigio y popularidad muy mayoritarios de Franco, los éxitos económicos y la solidez del ejército. En cambio sus fundamentos doctrinales se estaban disolviendo desde 1966, ante todo debido al golpe asestado por el Concilio Vaticano II a su más íntima fuente de inspiración y legitimidad política: un dato decisivo al que  la historiografía ha solido prestar poca atención. Y porque el  Movimiento, que había intentado superar tanto al marxismo como al liberalismo, no había logrado articular un cuerpo teórico lo bastante coherente, y a pesar del éxito de la institucionalización del régimen, este seguía dependiendo en exceso de  la figura de Franco, a quien difícilmente sobreviviría. Con todo, el franquismo había presidido las cuatro décadas más fructíferas para el país en al menos dos siglos y hasta hoy, por lo  que debe reestudiarse en profundidad, apartando la farfolla ideológica.

 Franco entendía, correctamente, que los partidos de la República (y de la Restauración)   habían llevado al país a  la ruina y el enfrentamiento, y había proscrito particularmente a socialistas, separatistas, anarquistas y comunistas, causantes reales de la guerra civil y empeñados en continuarla con la mundial. Sin embargo, el Movimiento solo era en 1969  el coto burocratizado de la Falange, la cual no era a su vez  ni mucho menos partido único, sino uno más, y no el más importante, junto con otros tres: el carlista, el monárquico y el católico o eclesial (todos se declaraban católicos). Los  cuales, por efecto en parte de dicho concilio, se oponían cada vez más entre sí y sufrían  crecientes divisiones internas.

En estas condiciones, el franquismo pudo continuar seis años más tanto por los tres factores mencionados como porque la oposición comunista era muy débil, y la no comunista casi inexistente. La población estaba reconciliada desde muy atrás, y los viejos odios representados en esos partidos apenas surtían efecto.  Al morir un  Franco insustituible, no había otra opción que una homologación democrática al contexto europeo, que solo podía venir del propio régimen, pues su oposición nunca había sido democrática. Ahora bien, ¿habría sido en vano, finalmente, la guerra civil? ¿Volvería la sociedad a las andadas? ¿Habrían aprendido los partidos la lección de la historia?…

Estos problemas estaban implícitos en las decisiones que entonces se adoptaron. Los artífices de la transición fueron Torcuato Fernández-Miranda, Juan Carlos y Suárez, los dos últimos notables por su incultura histórica y deficiencia intelectual. Fue Torcuato quien comprendió que aunque el franquismo no  podía seguir, debían salvaguardarse su legitimidad histórica y su espíritu, fundado en la continuidad de España, con monarquía  y  catolicismo.  Hoy todo ello está en crisis, pero han sido precisas varias décadas para llevar al país a tal situación, prueba de la solidez de la herencia de Franco. Y  Afortunadamente  ha surgido la alternativa de VOX.

Los Mitos Del Franquismo (Historia)La Segunda Guerra Mundial: Y el fin de la Era Europea (HISTORIA)

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Huérfanos de Lilibeth

**Las memorias de Juan Carlos pueden resumirse así: “¡Reconciliación! Yo traje la libertad a los españoles, los hice europeos, los saqué de cuatro décadas de dictadura, de pobreza, aislamiento y desprecio internacional, traje  la democracia… ¿No deben perdonárseme algunos deslices personales ante unos logros tan  gigantescos?” Desgraciadamente queda esto: él trajo en primera fila el régimen del 78 (que no fue  lo que él dice), y ese régimen ha terminado echándole de España a empujones. He aquí…

** Juan Carlos ensalza hasta las nubes a su padre y a su esposa Sofía (“Sofi”). No sugiero que sea insincero al hablar así de ambos, pero vistas las cosas desde fuera no dejan de tener cierta gracia.

**Aparte el aspecto sentimental, el político sobre su padre viene a ser una farsa que sería increíble si no estuviéramos acostumbrados a ellas desde la transición, cuando cientos de políticos, periodistas e intelectuales  se aplicaron a falsear sus biografías  con tan poco respeto a la historia como a sí mismos. Dice  Juan Carlos que en 1977 Don Juan “decidió renunciar oficialmente a sus derechos dinásticos para que la Corona no fuera un legado de Franco, sino un legado de los Borbones de España”.  Buen chiste: se resignó a aceptar  la decisión de Franco sobre la monarquía para que la monarquía no viniera de Franco. Otros dicen que la monarquia no procede  de Franco, sino de la Constitución,  que no hizo sino refrendar la decisión de Franco. Fantásticos juegos malabares con las palabras  para negar la evidencia histórica…

**Un capítulo se titula: “Lilibeth nos deja a todos huérfanos”. Lilibeth era Isabel II de Inglaterra (y de Gibraltar, casualmente). Sus efusiones de huérfano  hacia “Lilibeth” creo que no habrían gustado a Franco. El fondo del problema con Don Juan había sido su pretensión, hacia el fin de la guerra mundial, de  implantar en España una monarquía tutelada por Londres, para lo que llegó a maniobras de alta traición que Franco no llegó a conocer en detalle. Don Juan se había formado nada menos que en la armada inglesa, siempre amiga de España, por eso Franco  insistió en que su hijo se educase en España.  Al final no  resultó:  Juan Carlos prefirió seguir a su padre, no dinástica pero sí políticamente. Entre  las dotes de Franco no estaba la profecía.

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386 – Influencia masónica | Hedor del régimen del 78 – YouTube   

 

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