Carta de Franco / Huérfanos de Lilibeth

Carta de Franco a Don Juan 

En la biografía de Juan Carlos por Stanley Payne y Jesús Palacios, la mejor hasta la fecha, se incluye la carta de Franco a Don Juan acabando con las posibilidades –aunque no con los deseos– de este  de reinar:  “Yo desearia que comprendierais, no se trata de una restauración, sino de la instauración de la Monarquía como coronación del proceso político del Régimen, que exige la identificación más completa con el mismo, concretado en unas Leyes Fundamentales refrendadas en toda la nación. En este orden la presencia y preparación del Príndipe don Juan Carlos  durante veinte años y sus muchas virtudes le hacen apto para esta designación.

La carta deja en claro dos cosas: que Franco no estaba dispuesto a que la guerra hubiera sido en vano, a continuar la época de profunda decadencia desde la invasión napoleónica, marcada por la inestabilidad y las violencias civiles; y que creía que su régimen, “el Movimiento”,  continuado por una monarquía acorde con él, garantizaría la paz y el resurgimiento del país.

Por supuesto, Don Juan, aspirante a una monarquía tutelada por Londres,  estaba descartado desde mucho antes, pero la fecha de la carta, julio de 1969,  importa mucho. Para entonces  la permanencia del franquismo se apoyaba en  tres factores: el prestigio y popularidad muy mayoritarios de Franco, los éxitos económicos y la solidez del ejército. En cambio sus fundamentos doctrinales se estaban disolviendo desde 1966, ante todo debido al golpe asestado por el Concilio Vaticano II a su más íntima fuente de inspiración y legitimidad política: un dato decisivo al que  la historiografía ha solido prestar poca atención. Y porque el  Movimiento, que había intentado superar tanto al marxismo como al liberalismo, no había logrado articular un cuerpo teórico lo bastante coherente, y a pesar del éxito de la institucionalización del régimen, este seguía dependiendo en exceso de  la figura de Franco, a quien difícilmente sobreviviría. Con todo, el franquismo había presidido las cuatro décadas más fructíferas para el país en al menos dos siglos y hasta hoy, por lo  que debe reestudiarse en profundidad, apartando la farfolla ideológica.

 Franco entendía, correctamente, que los partidos de la República (y de la Restauración)   habían llevado al país a  la ruina y el enfrentamiento, y había proscrito particularmente a socialistas, separatistas, anarquistas y comunistas, causantes reales de la guerra civil y empeñados en continuarla con la mundial. Sin embargo, el Movimiento solo era en 1969  el coto burocratizado de la Falange, la cual no era a su vez  ni mucho menos partido único, sino uno más, y no el más importante, junto con otros tres: el carlista, el monárquico y el católico o eclesial (todos se declaraban católicos). Los  cuales, por efecto en parte de dicho concilio, se oponían cada vez más entre sí y sufrían  crecientes divisiones internas.

En estas condiciones, el franquismo pudo continuar seis años más tanto por los tres factores mencionados como porque la oposición comunista era muy débil, y la no comunista casi inexistente. La población estaba reconciliada desde muy atrás, y los viejos odios representados en esos partidos apenas surtían efecto.  Al morir un  Franco insustituible, no había otra opción que una homologación democrática al contexto europeo, que solo podía venir del propio régimen, pues su oposición nunca había sido democrática. Ahora bien, ¿habría sido en vano, finalmente, la guerra civil? ¿Volvería la sociedad a las andadas? ¿Habrían aprendido los partidos la lección de la historia?…

Estos problemas estaban implícitos en las decisiones que entonces se adoptaron. Los artífices de la transición fueron Torcuato Fernández-Miranda, Juan Carlos y Suárez, los dos últimos notables por su incultura histórica y deficiencia intelectual. Fue Torcuato quien comprendió que aunque el franquismo no  podía seguir, debían salvaguardarse su legitimidad histórica y su espíritu, fundado en la continuidad de España, con monarquía  y  catolicismo.  Hoy todo ello está en crisis, pero han sido precisas varias décadas para llevar al país a tal situación, prueba de la solidez de la herencia de Franco. Y  Afortunadamente  ha surgido la alternativa de VOX.

Los Mitos Del Franquismo (Historia)La Segunda Guerra Mundial: Y el fin de la Era Europea (HISTORIA)

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Huérfanos de Lilibeth

**Las memorias de Juan Carlos pueden resumirse así: “¡Reconciliación! Yo traje la libertad a los españoles, los hice europeos, los saqué de cuatro décadas de dictadura, de pobreza, aislamiento y desprecio internacional, traje  la democracia… ¿No deben perdonárseme algunos deslices personales ante unos logros tan  gigantescos?” Desgraciadamente queda esto: él trajo en primera fila el régimen del 78 (que no fue  lo que él dice), y ese régimen ha terminado echándole de España a empujones. He aquí…

** Juan Carlos ensalza hasta las nubes a su padre y a su esposa Sofía (“Sofi”). No sugiero que sea insincero al hablar así de ambos, pero vistas las cosas desde fuera no dejan de tener cierta gracia.

**Aparte el aspecto sentimental, el político sobre su padre viene a ser una farsa que sería increíble si no estuviéramos acostumbrados a ellas desde la transición, cuando cientos de políticos, periodistas e intelectuales  se aplicaron a falsear sus biografías  con tan poco respeto a la historia como a sí mismos. Dice  Juan Carlos que en 1977 Don Juan “decidió renunciar oficialmente a sus derechos dinásticos para que la Corona no fuera un legado de Franco, sino un legado de los Borbones de España”.  Buen chiste: se resignó a aceptar  la decisión de Franco sobre la monarquía para que la monarquía no viniera de Franco. Otros dicen que la monarquia no procede  de Franco, sino de la Constitución,  que no hizo sino refrendar la decisión de Franco. Fantásticos juegos malabares con las palabras  para negar la evidencia histórica…

**Un capítulo se titula: “Lilibeth nos deja a todos huérfanos”. Lilibeth era Isabel II de Inglaterra (y de Gibraltar, casualmente). Sus efusiones de huérfano  hacia “Lilibeth” creo que no habrían gustado a Franco. El fondo del problema con Don Juan había sido su pretensión, hacia el fin de la guerra mundial, de  implantar en España una monarquía tutelada por Londres, para lo que llegó a maniobras de alta traición que Franco no llegó a conocer en detalle. Don Juan se había formado nada menos que en la armada inglesa, siempre amiga de España, por eso Franco  insistió en que su hijo se educase en España.  Al final no  resultó:  Juan Carlos prefirió seguir a su padre, no dinástica pero sí políticamente. Entre  las dotes de Franco no estaba la profecía.

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386 – Influencia masónica | Hedor del régimen del 78 – YouTube   

 

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Unas memorias y una Constitución toreada / Lo nuevo en “Nueva historia de España”

La influencia masónica en la historia:    386 – Influencia masónica | Hedor del régimen del 78 – YouTube

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Unas memorias y una Constitución toreada y apuntillada

Abascal ha vuelto a dar talla de estadista al disociarse de la farsante celebraciónde la Constitución por quienes, tras años de torearla, le dieron la puntilla con la amnistía golpista. La ruina de la Constitución y de la democracia es lo que celebran el doctor de las saunas, el monarca y el fulano que no habla en español en Galicia.

Por una de esas casualidades repletas de simbolismo histórico, las dolientes memorias del desterrado  Juan Carlos han coincidico con la “celebración” de la Constitución  El emérito alardea de haber traído a los españoles la libertad y la prosperidad después de cuarenta años de atraso y pobreza de un país aislado y despreciado por el resto del mundo.  Alardes que le retratan como un perfecto botarate, como tantos que prodiga la política. Pero he aquí que el botarate ha terminado desterrado por sus beneficiarios, acusado de corrupción por otros al menos tan corruptos como él… En concreto, por un socialista que trata de destruir la monarquía por ser una herencia de Franco, y que, con el destierro ha pulsado la fuerza de la institución. Y ha visto que no es ninguna: ¡el propio hijo de Juan Carlos ha colaborado en la fechoría! Hay en ello  cierta comicidad profunda, seria y hasta bufa, que diría Azaña. El doctor de las saunas no ha podido ir más allá porque las encuestas prueban que el apoyo popular a la monarquía sigue siendo muy alto. Ello aparte, alguna cosa buena hizo el emérito,  atrayendo inversiones a España.

La Constitución del 78 no ha sido, desde luego, un monumento jurídico y ordenador de la sociedad. Con su declaración de la unidad nacional, del papel del ejército y  de cierta preferencia por la religión católica, recogía buena parte de la herencia de Franco, pero con tales ambigüedades que permitía al mismo tiempo socavarla. Aparte de otras pegas menores. Como recuerdo en La transición de cristal, fue elaborada de forma notoriamente chapucera, y su “padres” no pasarán a la historia como grandes políticos ni juristas.  

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Nueva historia de España: de la II guerra púnica al siglo XXI (Bolsillo (la Esfera))

Lo nuevo en Nueva historia de España

Ha salido la edición en tapa blanda de Nueva historia de España, de la II Guerra Púnica al siglo XXI.  Preguntaba alguien si es posible escribir  algo nuevo que no sean refritos sobre el tema, dada la enorme bibliografía al respecto. Expondré por tanto algunas novedades

1. Contra la absurda división tradicional  en edades  Antigua, Media, Moderna y Contemporánea, a menudo extendida al conjunto del mundo, propongo limitar a Europa una división en edades de Formación (“antigua”, fundamentalmente el Imperio romano); de Supervivencia (“alta edad media”, invasiones bárbaras e islámicas, y monasterios que salvaguardan la cultura cristiana y clásica); de Asentamiento (“baja edad media”, Europa consigue superar las invasiones e intenta extenderse); de Expansión (“moderna”, comenzada por las empresas navales de Portugal y sobre todo de España, aunque el Imperio otomano se expande a su vez por parte de Europa); y de Apogeo (o “contemporánea”, apoyada en la revolución industrial, y que termina con la II Guerra Mundial). El conjunto de estas dos  última  podría definirse como “Era Europea”, por cuanto Europa se convierte en el núcleo dinámico de la historia humana entre los siglos XVI y XX.

2.- Contra lo habitual, el libro no considera España como una geografía en la que se han sucedido diversas culturas de las que en su mayoría se sabe poco, sino como cultura de origen latino (de ahí la II Guerra Púnica) y como nación desde el siglo VI.  Esto ya contrasta con las tan difundidas versiones tipo Américo Castro, las opiniones de Sánchez Albornoz sobre la “herencia temperamental” o a las que identifican demasiado íntimamente a España con el catolicismo, sin negar la importancia de este.

3. Contra la tesis de Ortega, creo dejar en claro que España tuvo buena suerte histórica en contar con los visigodos, que fundaron la nación con Leovigildo (tema básico al que no suelen dar las historias la importancia debida), gracias a lo cual fue posible la Reconquista, también negada frívolamente por Ortega.

4. También contra Ortega y muchísimos más, no solo demuestro la realidad de la Reconquista, por lo demás evidente apenas se examina, sino el mito de las “tres culturas” y las causas culturales que hacían imposible la convivencia entre cristianos e islamistas a no ser con dominación de unos por otros.

5. También abordo la cuestión de por qué fue posible la reunificación del país creado por el reino hispanogodo, salvo Portugal, habiéndose dado tantas circunstancias para que la peníncula quedara como un mosaico de estados tipo Balcanes. Y cómo la excepción de Portugal se debió en buena medida a  políticas de la Iglesia.

6. Ha solido prestarse poca atención a las tensiones creadas durante la  Reconquista entre el desarrollo autóctono, reivindicador del reino hispanogodo, y las influencias o injerencias  externas de origen franco-borgoñón y de Roma, que llegaron a hacerse dominantes hasta que con los Reyes Católicos volvieron a imponerse las primeras.

 (seguirá)

La reconquista y España

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Hombres chiste

Hombres chiste

Hay personajes que son ellos mismos un chiste. Al conde de Romanones, lo describe Azaña cuando, ya en la república, defendia a la monarquía en las Cortes: “Como nadie le toma en serio y él mismo no cree ni jota de lo que está diciendo, el espectáculo era de una comicidad profunda, seria, y a ratos, cuando el conde se abandonaba a su natural, bufa (…) No tuvo ni un acento elevado. La defensa de la dinastía y el rey suscitó risas. Son tal para cual”. Romanones fue probablemente  el principal causante de la caída de la monarquía. Según Alcalá-Zamora, había intentado meter a España en la I Guerra Mundial, lo que habría sido más que un chiste, y el masón J. S. Vidarte, lo aprecia como masón particularmente secreto.

Pero ahora me refiero a las memorias de Juan Carlos, en las que con  exhibición emotiva y de buenos sentimientos sostiene patéticamente (y desvergonzadamente) versiones de falsedad bien conocida desde hace tiempo, sobre su papel en el golpe del  23-f , el regalo del Sahara a su amigo Hasán II  (un enemigo declarado de España, a la que solo ocasionó perjuicios), y otras historias menores.  Vale la pena leer estas memorias junto con el documentado libro de S. Payne y J. Palacios Juan Carlos I

Es imposible leer sin reírse expresiones como  “El pasado común  con España, los ocho siglos de convivencia de nuestras dos culturas en Al Ándalus”, o su devoción casi de nacimiento por la democracia y por una “monarquía constitucional, social, moderna y europea”, por “una España por fin europea”, conseguida, explica, por su iniciativa: “devolví la libertad al pueblo español”  haciéndolo salir de “casi cuarenta años de dictadura”, de “un país encerrado en sí mismo, subdesarrollado en infraestructuras y economía , desdeñado por sus vecinos e ignorado por el resto del mundo”. Y así tantas más.

 Franco quiso educar a Juan Carlos  como “un hombre de honor que ame a España”, y al mismo tiempo culto y capacitado… pero, por imponderables del destino, le salió un socialista: las  expresiones citadas y otras muchas más son de típica propaganda  socialistas, como lo es su comprobada y algo excesiva afición al dinero (él dice que no), su amistad  no menos excesiva con Marruecos y con los amos de Gibraltar, o su ética sexual “lúdica y hedonista”  preconizado por Alfonso Guerra a quien ensalza como hombre “de un rigor y una cultura increíble”, “un visionario que iba contracorriente”. ¡Qué tío!

Según cuenta, su profesor Torcuato Fernández-Miranda le aconsejó: “No necesitarás libros para aprender. La vida te dará las lecciones que necesitas”. La primera parte del supuesto consejo lo cumplió Juan Carlos a rajatabla: apenas leyó en su ajetreada vida (en eso se pareció a Suárez, su alma gemela por un tiempo).  En cuanto a las lecciones de la vida… Le fue muy bien durante muchos años, universalmente adulado como “motor del cambio” y similares,  hasta terminar expulsado del país por su propio hijo y por un falso doctor relacionado con los negocios de la prostitución. Las lecciones de la vida no suelen ser muy claras:  Juan Carlos traicionó (para bien) a su padre; y su hijo le traicionó a él (para peor). Hay algo de tragedia en esta historia, mezclada con amplias dosis de comedia y farsa.

En fin, si alguien trajo la democracia “de la ley a la ley”, desde y no contra el franquismo, fue Torcuato con la maniobra maestra del referéndum del 76, cuyo sentido nunca captaron Juan Carlos ni Suárez. Los cuales  entendieron el  éxito solo como  permiso y ocasión  para negociaciones sin ningún principio –lamentaba Fraga–, y despidieron enseguida a Torcuato. Y  en poco más de dos años a partir de la Constitución llevaron al país a la situación extrema que dio lugar al 23-f.

   Jiménez Losantos caracterizó agudamente al personaje como “Campechano I”, y estas memorias revelan  a un personaje de Hola,  insustancial y cantamañanas, pero astuto, enredoso y desvergonzado al que siempre “se lo dieron todo hecho” y que, como Romanones “no cree ni jota de lo que dice”. Que políticos de tan poco fuste pudieran llevar adelante una transición sin demasiados traumas se explica por  la excelente herencia social, económica y política recibida del franquismo. Una herencia que pronto empezaron a dilapidar, hasta que  a  un necio solemne se le ocurrió en 2002 anular el referéndum y condenar a Franco. Entonces la democracia entró en involución culminada en golpismo y en la liquidación del régimen del 78.  También en el destierro de quien se creyó su “motor”. 

 

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Por qué ganó Franco la guerra.

Por qué ganó Franco.

Para completar mi estudio Por qué el frente popular perdió la guerra, mi amigo Miguel Platón ha escrito Por qué  Franco ganó la guerra.  Platón es un historiador minucioso y detallista, en el blog he comentado sus estudios sobre el comienzo de la guerra civil en Melilla, y  sobre todo su gran investigación sobre la represión de posguerra, que ha puesto en claro, cuantitativamente y en otros aspectos, un  asunto masivamente fabulado  por la izquierda.  Su  último libro sobre la guerra abunda en datos técnicos y opiniones diversas, y sin embargo me parece inferior a los otros, y hasta un fuerte retroceso historiográfico. Hace  años escribí un artículo sobre “Errores de detalle y  errores de enfoque”: así, enfocar la guerra civil como lucha entre democracia y fascismo desenfoca y  falsea radicalmente la realidad, por muchos detalles, opiniones, anécdotas  y bibliografía que aporte. Y creo que la crítica puede hacerse a Platón, aunque por otras causas. Para empezar,  el acopio de datos y opiniones de unos y de otros no tiene mucho valor si no se establece entre ellos una jerarquía de credibilidad o significado. Muchas de las opiniones y datos ofrecidos  no resisten la crítica y crean confusión, aunque aparentemente enriquezcan el trabajo. Expondré tres objeciones de fondo y otra más determinante. 

1. Platón opta por definir como “bando republicano” al que evidentemente destruyó la legalidad republicana. No es cuestión de mera terminología: el frente popular se dijo republicano por puros motivos propagandísticos, sobre todo  soviéticos.  Admitir esa argucia de  propaganda  desvirtúa radicalmente la realidad histórica, orienta la explicación hacia una supuesta legitimidad del frente popular  –que Platón viene a reconocer ambiguamente en algunas citas-  y realmente ha sido una plaga de la historiografía, demostrativa de la escasa agudeza intelectual típica de la derecha.

    Para mayor confusión, el autor adjudica “sentido nacional” a  Azaña. ¡Hombre! El concepto “nacional” de Azaña lo expuso él mismo: demoler la fundamentación histórica de España (a la que comparó con la sífilis hereditaria) dirigiendo los impulsos revolucionarios de los sindicatos, el PSOE y los separatistas catalanes. Para él, como para tantos,  empezando por Ortega, la historia de España había sido un desastre  con el que se debía romper de un modo u otro. Claro que en vez de dirigir, Azaña se vio arrastrado  por sus presuntos dirigidos, de lo que se lamenta patética y algo ridículamente en sus diarios, por lo demás tan valiosos para la historia.  Llamar a eso  “sentido nacional” suena algo extraño por decirlo de algún modo. 

2. Al final del libro, Platón  distingue ocho bases de la victoria de Franco, que incluyen al PNV y la propia URSS, además de Marruecos, Italia, Alemania, Gran Bretaña Estados Unidos y Portugal. Creo que debía haber incluido otro de especial valor:  el Vaticano. Con tantos apoyos, a los que podía haber sumado a la Esquerra Catalana y sectores del PSOE y republicanos, Franco habría tenido que ser muy bruto  para perder la guerra. La explicación recuerda el cuento del  obispo que pregunta al párroco por qué no ha tocado las campanas sabiendo que llegaba de visita: “Por cinco razones: en primer lugar, porque las campanas están rotas”. “Vale, no hace falta que me diga más causas”. Y el propio Platón resume: “Franco ganó la guerra porque la izquierda se empeñó en perderla”. Con tales ventajas, hasta un idiota habría ganado.

    Pero el resumen corrrecto sería: Franco ganó porque demostró una talla militar y  política muy superior a unos enemigos muy peligrosos, que dispusieron de mayores recursos durante gran parte del conflicto (cabe añadir que también fue Franco muy superior a sus seguidores, a los que supo meter en vereda). Muy posiblemente los nacionales habrían perdido sin su jefatura.  En las historias corrientes se insiste sobre todo en los recursos, pero en la guerra, y en la política, el éxito no depende tanto de los recursos como del talento del jefe  para emplearlos. Por eso es frecuente en la historia que los menos y menos ricos obtengan la victoria.   

3. Sobre las intervenciones exteriores, Platón detalla las aportaciones de material de unos y de otros, lo que está bien pero al no examinar el contexto europeo de marcha hacia una nueva contienda general, y de los intereses, ideologías y estrategias de las potencias al respecto, la exposición queda muy pobre y poco explicativa. Este es un fallo muy común en la historiografía española  de izquierda y derecha, que impide entender lo realmente relevante.  Añádase que Platón, un tanto anglófilo, destaca algunas simpatías anglosajonas hacia Franco, que existieron, sobre todo las movidas por el Vaticano, pero fue más frecuente la hostilidad, persistente después de la guerra mundial, pese a lo mucho que debieron los anglos a la neutralidad de España. 

   También afirma el autor que la URSS estafó al frente popular con el oro, otro tema típico y en mi opinión falso o muy secundario. Lo esencial del oro no es si se gastó más o menos, sino que, por iniciativa del PSOE, su poesión de facto convirtió a Stalin en verdadero amo del frente popular (que no de la “república”). Y que la gran política de Stalin se orientaba a enfrentar a Francia e Inglaterra con Alemania ante la perspectiva de nueva guera europea que tenía por inevitable , como otros muchos. Sin abordar estas cuestiones, la de las intervenciones exteriores queda en observaciones superficiales, a mi juicio. 

4.  Para concluir, me parece  que el enfoque general de Platón se parece demasiado al del PP: habría habido una guerra entre dos pequeñas minorías que, sin saberse muy bien por qué, arrastraron a una imaginaria “tercera España” que no quería guerra ni violencia.  “Tercera” cuya representación  se arrogaría retrospectivamente el PP, en típica  usurpación propagandística, como el frente popular usurpó la “república”. La historia real no tiene nada que ver con eso. He aquí sus dos claves, de las que dependen todas las demás, y a las que la mayor parte de la historiografía no aporta sino confusion: ¿qué se jugaba el país en aquella guerra, dicho de otro modo, qué defendían uno y otro bando? Y ¿cómo se llegó a tal antagonismo que hizo inevitable el choque bélico?

Hubo realmente dos Españas, bien visibles en las elecciones de febrero de 1936, en que el electorado barrió las opciones que se decían moderadas; más una masa imposible de cuantificar, políticamente amorfa. De las dos, una la constituían socialistas, anarquistas, separatistas, comunistas y republicanos de izquierda, con grandes diferencias entre sí, pero unidos por una común aversión a la España histórica, uno de cuyos ingredientes más nefastos habría sido el catolicismo. La otra España valoraba la nación tradicional y la religión católica como elementos definitorios a los que no estaba dispuesta a renunciar. En otras palabras: lo que se jugaba en la guerra era la continuidad histórica de España o su anulación, fuera por “demolición”, como quería Azaña, o por  sovietización o disgregación, acompañadas de erradicación  de la Iglesia.

Y la guerra empezó porque la España que detestaba su propia continuidad nacional y a la  Iglesia, unida en el frente popular,  quiso textualmente la guerra civil con la convicción de que iba a ganarla, y para ello destruyó la legalidad republicana mediante la insurrección y el fraude electoral. Ante ello, la España nacional se vio en el dilema de acaptar su aplastamiento o rebelarse. Se rebeló, en situación extrema,  y Franco, contra todo pronóstico inicial, venció  y mantuvo la unidad, independencia y continuidad histórica de España. Esto puede considerarse una fortuna o un mal, el PP, como los herederos de los vencidos, lo entiende como un mal, aunque lo hace entre ambigüedades. Creo que si Platón reflexiona sobre la cuestión, verá que los viejos peligros están renaciendo y no conviene jugar con ellos. 

 

 

 

 

 

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Existencia y misterio / Europa en peligro / Trilogía literaria

La existencia y el misterio

La sabiduría del lenguaje, como decía Paul Diel, ayuda a entender la realidad. Así, existir significa “estar fuera de” o “salir de”. ¿Salir de donde? Del misterio, al cual se vuelve con la muerte. Ello ocurre con  todo lo existente, con el cosmos, dentro del cual transcurre la comparativamente efímera vida humana, personal y también como especie. 

El misterio, indica Diel, no es algo definible o inteligible, se lo constata por contraste con lo que es perceptible e inteligibe, con lo que sucede y transurre en el tiempo y el espacio. Nuestras capacidades están así drásticamene limitadas por la existencia misma, la reflexión sobre la cual nos permite captar su  limitación forzosa. 

   La existencia del ser humano es la propia vida. El contraste con el misterio ante y post es radical, pero solo parcial en otro sentido: percibimos y nos desenvolvemos en la vida con cierta consciencia, pero ella permanece misteriosa en gran parte. Nadie sabe por qué le ha correspondido  cierta carga genética y predisposiciones, ni qué sucesos jalonarán su existencia hasta el final, aunque entre tanto pueda discernir el sentido y consecuencias de muchos de ellos, generalmente a posteriori.  Lo único cierto es la muerte por lo común indeseada, cuyo tiempo y modo escapan a nuestro saber, y que puede ser afrontada con  valor, desesperación, resignación, terror, dignidad, hasta con burla, etc., pero que en sí misma ocurre con total indiferencia a cualquier actitud humana.

  El sentimiento del misterio puede ejercer un “terror sagrado” paralizante, pero según Diel,  es también  el motor más profundo de la cultura.

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La Segunda Guerra Mundial: Y el fin de la Era Europea (HISTORIA)

Europa en serio peligro

**Francia, Inglaterra y Alemania, supuestas democracias, cuentan con dirigentes extremadamente impopulares. Que además preparan guerra europea.

**Las Leyen, Lagarde y Kallas se complementan muy bien con los Starmer, Macron y Merz (o el Saunas). Una mafia corrupta y belicista extremadamente peligrosa. Europa en serio peligro

**Rasgo de la belicista Leyen es su feminismo: en su comisión europea, grupo no representativo, mete a tres mujeres y dos tíos, con lo que son cuatro a dos, y una de jefa. Desmienten el tópico de que las mujeres son más pacíficas. Las feministas, desde luego, son más agresivas

**El franquismo prohibió a PSOE, PCE, y separatistas que habían destruido la república,  organizado la guerra civil y querido ampliarla a la guerra mundial. Dicen que por esa prohibición ya no había libertad. Yo diría que fue lo contrario. 

**Me preguntan sobre Cercas y su “Anatomía de un instante”. Leí su tontería “Soldados de Salamina” y un comentario de Íñigo Lomana, y no he querido perder más el tiempo: Los libros imposibles | El Estado Mental

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Cuatro perros verdes

Trilogía literaria

Acabo de terminar un libro sobre el franquismo, las dos Españas y la crisis de Europa, y espero ponerme con la tercera novela de la trilogía que pensé hace años. Las dos anteriores (Sonaron gritos y golpes a la puerta, y Cuatro perros verdes) son novelas de jóvenes y la última será de viejos. En todas el trasfondo histórico ejerce presión, sin ser determinante. La primera transcurre en una época de extrema violencia, de  guerra, la segunda en la “década prodigiosa” de los años 60, tiempo de paz y esperanza,  también de  inquietud y malos presagios, dela guerra de Vietnam, la muerte de Che Guevara, suicidio de Violeta Parra, comienzo de los asesinatos de la ETA,  “mayo francés”, disturbios estudiantiles, revueltas raciales en Usa, comienzos de internet, deconcierto religioso en España,  etc. 

Cuatro perros verdes relata las peripecias de una jornada de diversos personajes:  cuatro amigos discutidores, de caracteres y aspiraciones muy distintas, que se enfrentan ansiosos a la vida; una chica aguda y  amorosa, y una californiana feminista; dos personas ausentes inciden fuertemente en la trama: una joven muerta de cáncer unos años antes, y el desaparecido  probable pero no probado autor de un sañudo asesinato; otros dos  marcan la ilación con la novela anterior…:  un  líder universitario comunista,  hijo del protagonista de Sonaron, y un excomunista que  había luchado  en Rusia contra la División Azul…

Aunque sobre la vida universitaria hay bastante literatura costumbrista, casi siempre  convencional,  esta no es costumbrista. El tipo de personajes y sucesos (transcurre en 1967) no era común, pero existía por aquellos años. No conozco más que superficialmente los ambientes universitarios actuales, y  tengo la impresión de que difieren mucho.

 

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