Un enfoque nuevo de la historia de Europa y de la propia España, cuya posición en relación con el resto fue siempre muy peculiar.
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Un conocido presume de antifranquista (¡cuarenta años después, ya tiene mérito!)
Le digo: “¿Te consideras demócrata?” “Sí, naturalmente”. “Entonces eres franquista sin saberlo, como aquel personaje de Molière que hablaba en prosa sin saberlo”. Se finge asombrado y sarcástico. Se lo tengo que explicar:
“Primero, la democracia no cae del cielo y exige ciertas condiciones para no volverse loca, como en la república. Exige cierta prosperidad, cierta libertad personal y escasez de odios políticos y sociales. Todo eso lo creó el franquismo, no el antifranquismo de entonces, que era comunista o terrorista.
“Segundo: la democracia fue organizada desde el franquismo y por personajes destacados de aquel régimen, como un rey nombrado por Franco, un personaje muy notorio y ex alférez provisional como Fernández Miranda o un jefe del Movimiento falangista, Suárez. Junto con sus amplios equipos.
”Tercero: el pueblo votó masivamente a favor de una democratización de la ley a la ley, desde el franquismo y no contra el franquismo y sí contra la ruptura que propugnaban los antifranquistas y que nos habría devuelto al frente popular y la república.
“Así que si te consideras demócrata de verdad, ya sabes a quién tienes que agradecer la democracia. Una democracia que está siendo destrozada por los antifranquistas que quieren montar un nuevo frente popular. Hay franquistas antidemócratas pero todos los antifranquistas lo son.
Que a estas alturas sea preciso explicar estas verdades elementales constituye también un índice de la decadencia política, intelectual y moral del país.
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Hoy en Una hora con la Historia, trataremos el tema apasionante y en cierta medida actual, de cómo España, después de un período caótico que auguraba el fracaso final de la Reconquista con la división de la península en cuatro reinos cristianos mal avenidos y uno musulmán, se rehízo y en muy poco tiempo se convirtió en una potencia mundial. Sesión anterior sobre la expulsión de los judíos: https://www.youtube.com/watch?v=0vwGsc-Zkyg

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Para que este blog tuviera influencia real, debería alcanzar las cien o doscientas mil visitas diarias. Y me pregunto: ¿por qué no las alcanza? ¿No hay entre los 40 millones de españoles ese número de interesados en otras cosas que no sean el fútbol, el cotilleo personal o el chismorreo político? Creo que las hay, pero llegar a ellas es complicado, pues la mayoría de la gente se orienta por los medios de masas, a los cuales no llega la menor noticia del blog, o si llega lo silencian. Este muro solo puede romperse si los pocos cientos o miles que lo visitan se esfuerzan en difundirlo. Hoy, cada cual puede llegar fácilmente a cientos y miles de otras personas utilizando las redes de masas, el wasap o el correo electrónico. Cuando alguien me dice que le gusta algún comentario del blog o intervención en radio, les digo: pue difúndalo. Yo no escribo para dar gusto a nadie, sino para debatir y divulgar al máximo ideas y análisis, y eso es algo que pueden hacer cuantos estén de acuerdo. Si lo hacen, el blog tendrá influencia. Si no se toman esa mínima molestia, todo quedará en un círculo mínimo, puramente testimonial, y la política seguirá el rumbo que venimos denunciando desde aquí. Hoy, el régimen del 78 está en descomposición, y debemos hacernos conscientes de nuestra responsabilidad. Como decía Julián Marías: “no debes pensar en lo que va a pasar, sino en lo que puedes hacer”. Y a poco que pienses verás que puedes hacer mucho.
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La consciencia más elemental del ser humano es la de su propia existencia en el mundo. La cual implica la consciencia de la muerte en un doble sentido: que ha de morir y que ha de matar para sobrevivir: la vida se nutre de la vida.
La consciencia de la muerte impone a la psique una pesada carga de angustia: por una parte demoledora y por otra constructiva: el proyecto vital y los proyectos parciales casi continuos.
Los proyectos exigen voluntad y la voluntad exige libertad. De hecho va todo implícito en la misma noción de proyecto. La libertad es un rasgo crucial de la condición humana, y cabe definirla como el ejercicio ilimitado de la voluntad. No obstante la libertad queda automáticamente limitada por varios factores: el mundo, en general, no se somete a la voluntad humana, que para sobrevivir debe someterse a él; en segundo lugar, la voluntad de cada uno choca constantemente con la de los prójimos, lo que la limita inevitablemente y obliga a soluciones intermedias en las que todos pierden parte de su libertad. Aunque suele ocurrir que unos pierdan más que otros, fuente de resentimientos, o bien se impone tiránicamente una de las voluntades en conflicto, lo que no suele acarrear buenas consecuencias. Al equilibrio de voluntades-libertades, nunca estable, se le suele llamar justicia y es el tema del pensamiento político).
Otro elemento más íntimo parte de la naturaleza de la propia voluntad. Pues esta se compone de deseos, y los deseos humanos son casi siempre contradictorios. El hombre desea una cosa y la contraria y ha de realizar un ejercicio constante de análisis interno para decidir una opción que no le paralice, que libere su energía psíquica y disminuya la angustia. Deseamos también cosas para las que no estamos capacitados y que suponen una frustración constante en quien –caso frecuente– no renuncia a ellas o realiza un esfuerzo desmedido para conseguirlas.
Estas limitaciones tienen que ver con una conciencia que trata de ser objetiva, del bien y el mal, es decir, con la moral.
Así, aunque todo el mundo invoca la libertad, esta se encuentra constantemente limitada física, social y psíquicamente. Y su práctica exige un esfuerzo permanente en el individuo y en la sociedad. Cosa que suele pasarse por alto cuando se grita o escribe la palabra. La libertad, si no va acompañada social o políticamente de lo que solemos llamar justicia, casi siempre supone la imposición de unas voluntades sobre otras.





