Franco y Gibraltar / Dos hermanas

la reconquista y españa-pio moa-9788491643050 En Una hora con la Historia, y dentro de las sesiones sobre la Reconquista, tratamos  la expulsión de los judíos, un tema extremadamente controvertido, sobre  cuyas causas y consecuencias han menudeado las interpretaciones más variopintas. https://www.youtube.com/watch?v=0vwGsc-Zkyg

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Como todos los lunes, trataremos la cuestión de Gibraltar y su alcance, a fin de que nuestros lectores lo difundan al máximo, el enlace o el texto entero, en las redes sociales y por correo electrónico:

Ahora que unos estafadores dirigidos por un doctor fraudulento quieren prohibir decir la verdad sobre el franquismo, es tanto más necesario que cuantos tengan algún aprecio a la libertad insistan, más que nunca, en sostener y divulgar la realidad de Franco y su régimen contra la tiranía de este tercer frente popular. He escrito al respecto  Los mitos del franquismo, que debería servir de base para un argumentario que los propios defensores de la necesidad histórica de aquel régimen suelen tener harto confuso, al extremo de facilitar la demagogia contraria, como señalaba Ricardo de la Cierva.

   Para los que defendemos activamente la devolución de Gibraltar a España, la defensa de Franco es también esencial, porque fue él el único gobernante español en dos siglos que hizo algo práctico al respecto, derrotando primero a la diplomacia inglesa en la ONU y a continuación cerrando la verja y convirtiendo el peñón en una ruina. Tuvieron que ser los sucesores de Franco los que invirtieron esa política, convirtiendo la colonia en un emporio de negocios oscuros extremadamente corruptor de toda la política española. El problema de Gibraltar es ante todo y en primer lugar, el de unos políticos y partidos que se dicen demócratas pero que en realidad parasitan la democracia y tiranizan a los españoles. Los mismos que han ´recatado a la ETA y premiado sus crímenes, que han apoyado y financiado los separatismos hasta llevar al país al actual golpe de estado permanente con amenaza de liquidar las libertades más elementales.

   Hoy asistimos a una nueva farsa con motivo de la salida de Inglaterra de la UE. Algunos se hacían ilusiones, pronto decepcionadas de que “era una gran ocasión para presionar sobre Gibraltar”. No podía ser ocasión de nada con semejantes políticos. Y de paso ponía en evidencia otra cuestión: cómo nuestros “socios” de la UE han apoyado siempre a Inglaterra. Y seguirán apoyándola a través de la OTAN. Estamos en un período de descomposición del régimen de 1978, que exigirá reformas de verdadera profundidad. Y debemos hacer del tema de Gibraltar un ariete propulsor de esas reformas.

Frases a divulgar en las redes sociales y otros medios:

*Franco logró de la ONU el reconocimiento del derecho de España sobre Gibraltar. Los gobiernos siguientes, desde Felipe González, han apoyado la política de Londres contra España.

*La cuestión de Gibraltar revela la traición e indecencia radical de unos políticos corruptos y de tendencias tiránicas, que han satelizado a España a intereses ajenos.

*Gibraltar no solo ocupa un punto estratégico clave para España, no solo parasita el entorno, deprimiéndolo y fomentando la delincuencia, también es un grave factor de corrupción sobre toda la política española

La derecha trata de rehuir la cuestión del franquismo. Izquierda y separatistas han entendido bien su transcendencia. Y mientras la sociedad y la clase política no acepten la realidad histórica, España será un país enfermo.

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   A algunas lectoras de Sonaron gritos les han parecido algo flojos los personajes femeninos, aunque a otras les han gustado. A una, en particular, le ha irritado la figura de Carmen, tan abnegada y en cierto modo maltratada por el protagonista (“una violación consentida”). Otra ha remarcado que Carmen es la única que realmente consigue, lo que quiere,  el único personaje “de éxito”entre todos los del relato. Los dos lectores de la tertulia también discrepaban sobre las dos hermanas, Carmen y Luisa, hermanas también de Paco.

  Para uno, Luisa era la más interesante. Un “putón” en palabras de su madre,  con un toque masoquista, que inicia a Alberto en el sexo, comunista tanto más fanática cuanto más insegura y que al terminar la guerra de España marcha a la URSS junto con su padre, para terminar desapareciendo en las sombras del GULAG. Esta historia dentro de la historia le parecía extraordinariamente novelesca en el buen sentido de la palabra, podía ser una novela en sí misma. Estuve de acuerdo en eso. Le dije que había historias parecidas en aquella época, y que la del propio protagonista, Alberto, metiéndose en tres guerras, en una arrastrado y en las otras dos voluntario, no eran muy raras, sin ser frecuentes. A su juicio, Carmen era en cambio una figura anodina.

  El otro prefería a Carmen. En definitiva, Luisa le parecía negativa y su hermana positiva. Esta se había enamorado del protagonista mientras que Luisa podía ir de uno en otro sin enamorarse de ninguno ni ofrecer estabilidad ni verdadero cariño a nadie. Era cierto lo de la abnegación de Carmen, y lo veía positivo. Pues Alberto, con su inseguridad –que suponía nacida de sus extrañas circunstancias familiares– , con  su deseo de aventura y su temor a vincularse en una relación amorosa estable, la somete a ella a duras pruebas. Además, siendo tan virtuosa católica, no vacila en arriesgarse colaborando con la Quinta Columna, eso sí, en labores humanitarias, y que se horroriza ante algunas acciones de Alberto y de su hermano Paco. Les digo que son figuras muy  de época, lo mismo que Paco, tan distinto de las dos, tan seguro de sí mismo dentro de su afición casi loca al peligro y que termina medio suicidándose…

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Poder naval y decadencia de España

¿Cómo entender el extremado europeísmo español, más radical que el de los demás países europeos,  cuando sobre Europa apenas existen estudios españoles, sean históricos o culturales? Y lo más significativo, ¿Qué apenas despierte interés el conocimiento de ese “objeto del deseo” compartido por  todos los partidos, políticos e intelectuales, con muy pocas excepciones? Este libro es un intento de romper esa inercia de fervor vacuo e indocumentado, un signo más de decadencia. 

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La actividad naval ha tenido una importancia clave en la historia humana, tanto desde el punto comercial como bélico, técnico y científico, sobre todo desde que se desarrollan las civilizaciones en el Mediterráneo. También en el Pacífico, por los asombrosos viajes de los nativos de las islas con medios primitivos.  Las rutas marinas, en bastantes casos las únicas posibles,  tuvieron importancia no menor que las terrestres en los avatares humanos. Por poner un ejemplo,  las rutas marinas de los fenicios dieron lugar a la fundación de Cádiz, la  ciudad más antigua de todas las costas a un lado y otro del Atlántico, comienzo de nuevas expansiones civilizatorias.  La II Guerra Púnica, a la que he denominado “la guerra del destino”, porque allí nace la historia de España y propiamente de Europa, se dio entre una potencia continental, Roma y otra naval, Cartago: venció la primera, pero no antes de desarrollar su propio poder marítimo.

   En relación con nuestro país, he resaltado en Nueva historia de España cómo las flotas españolas iban descubriendo y enlazando al mundo cuando otras potencias europeas apenas pasaban de la piratería y el tráfico negrero. Esta es una observación que no he visto en otros historiadores, pero me faltó la conclusión evidente: el historial marítimo de España es, con diferencia, el más relevante en la historia de la humanidad. Aunque generalmente, en la misma España, por esa ignorancia tan común sobre nuestro pasado y cultura, se dé la primacía a los ingleses.

El poder marítimo hispano data ya de los siglos XIV-XV, cuando Castilla se impuso como primer poder naval en el Atlántico, derrotando a ingleses y a la Hansa (que nunca bajó mucho del mar del Norte y el Báltico). Aragón ya había tenido un gran papel en el Mediterráneo, aun sin llegar a hacerse con la primacía. Más tarde, unidos Aragón y Castilla, sí hegemonizarían también  el Mediterráneo, frenando la expansión turca. Contra una opinión frecuente, la superioridad española en el mar no terminó en el desastre de la Gran Armada, respondido con creces al derrotar la Contraarmada inglesa, sino que continuó hasta entrado el siglo XVII, no solo en el Atlántico, también en el Pacífico, aunque en este caso la competencia de otras potencias apenas existió durante largo tiempo.  E incluso cuando Inglaterra conquistó el primer puesto, en el siglo XVIII, fue España capaz de mantener las comunicaciones y la práctica integridad del imperio e infligir a sus adversarios derrotas como la de Cartagena de Indias.

     Imagen de portada de libro electrónico

Pero el largo período de hegemonía hispana es importante porque no solo permitió descubrir un nuevo mundo, un inmenso océano nuevo, sino porque confirmó empíricamente la esfericidad de la tierra y puso en comunicación, por primera vez en la historia, a todos los continentes habitados. Aunque los portugueses fueron pioneros en varias empresas, contorneando África  y en el Índico, su gran período duró poco y poco a poco se convirtieron en satélites de Inglaterra.  Los ingleses, holandeses y franceses solo siguieron después unas huellas y rutas  ya marcadas en lo esencial.  Por estas razones puede afirmarse con objetividad la primacía española en la historia de las navegaciones humanas. Y es muy curioso que ningún historiador, que yo sepa, lo ha puesto debidamente de relieve, sino que se haya  aceptado una visión distinta.

   Al mismo tiempo, la decadencia española viene signada por el declive naval en la batalla de Trafalgar. Un declive que no se debió propiamente a ese combate, en el que se perdió solo una fracción de la escuadra, sino a la invasión napoleónica y sus consecuencias: parece ser que España no volvió a construir navíos de guerra durante medio siglo. El XIX es sin duda la época de mayor decadencia para el país, bien reflejado en el mar y culminado en el “desastre del 98″.  Desde la invasión francesa, España pierde toda la importancia mundial y europea convirtiéndose en una potencia muy limitada y por así decir provincial.   Claro está que la decadencia no se debió primordialmente a los retrocesos en el mar, pero estos la acompañaron y marcaron muy significativamente. Y aun refleja mayor decadencia el olvido o despreocupación con respecto a ese pasado.

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la reconquista y españa-pio moa-9788491643050Hoy en Una hora con la Historia, y dentro de las sesiones sobre la Reconquista, trataremos de la expulsión de los judíos, un tema extremadamente controvertido, sobre  cuyas causas y consecuencias han menudeado las interpretaciones más variopintas. https://www.youtube.com/watch?v=0vwGsc-Zkyg

 

 

 

 

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Franco, cristiano ejemplar

Para una reedición del libro Franco, cristiano ejemplar,  del benedictino  Manuel Garrido, me pidieron un prólogo. El objeto de la reedición era sobre todo entregar ejemplares a los obispos, aprovechando una reunión de ellos. Según me cuentan, la entrega dio lugar a algunos pequeños espectáculos reveladores de la escasa calidad humana de varios de ellos, que ni siquiera se atrevieron a coger el ejemplar. Genuflexos ante el trasero del Doctor y sus tiorras, bastantes obispos se encuentran en el duro dilema de poner en evidencia a los profanadores como auténticos criminales que se saltan todas las leyes y derechos, o poner en evidencia su propia bajeza moral si se desentienden del ultraje a los restos de quien salvó a la Iglesia del exterminio. Hay que decir que la responsabilidad de los jefes de la Iglesia no es solo ante la Iglesia misma, sino ante la sociedad entera, porque se trata de un ataque a la verdad histórica y a las libertades, que nos afecta a todos. A continuación el prólogo:

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   Que un no creyente prologue un libro destinado a resaltar el carácter de Franco como buen católico, suena a paradoja. Sin embargo puede explicarse bastante bien con unas frases de la carta abierta al papa que publiqué hace unos meses: “Sin ser creyente, siento gran respeto por la cultura católica, raíz fundamental de la cultura española. Solo tengo que viajar un poco por el país para percatarme de la acumulación inmensa de arte, belleza y cultura en general que ha producido; y repasar la historia para constatar el altísimo número de escritores, artistas y pensadores generados por la Iglesia española, y por la Iglesia en general, a lo largo de siglos”.

   Sin embargo la actitud más común entre los no creyentes ha sido en España el desprecio a esa inmensa cultura, caricaturizándola como  un cúmulo de oscurantismo e inquisición;  y el intento de sustituirla por ideologías diversas cuyos logros no han sido lo que se dice felices. Lo cual plantea problemas interesantes y no resueltos, como he expuesto en mi libro sobre Europa. Así se ha forjado una auténtica inquisición anticristiana que no persigue a pequeñas minorías desafectas, como la de siglos pasados, sino que busca cercenar lo que sigue siendo raíz y tronco de nuestra cultura.

   El desprecio y la caricatura propagandística han engendrado una persecución que dejó de ser intelectual para volverse masiva y sanguinaria, ignorando cualquier derecho, juicio o garantía judicial. Al contrario que la Inquisición histórica, ya que esta sale constantemente a relucir. En sus tres siglos de existencia, la Inquisición causó en torno a 2.000 muertes. En solo tres años de persecución, los autonombrados progresistas y emancipadores del género humano causaron unas 7.000 víctimas mortales solo entre el clero, de obispos a monjas y seminaristas, aparte de un número imposible de precisar, pero sin duda muy alto, entre laicos por el simple hecho de practicar su religión. Asesinatos realizados a menudo con un sadismo escalofriante.

   Además de los asesinatos, la persecución se cebó  en templos, muchos de extraordinario valor artístico, en monasterios, bibliotecas antiguas y valiosísimas, en prueba palpable de lo que entendían por cultura los perseguidores. La profanación de tumbas y las ceremonias de ultraje a los cadáveres fue otra de las actividades agregadas por aquel Frente Popular, una alianza de totalitarios y separatistas a la que una propaganda chocantemente irreal describe como demócrata y progresista. Miles de templos, esculturas, pinturas, cientos de miles de libros quedaron devastados en un verdadero holocausto cultural, tercero de los sufridos por España, el primero con la Invasión napoleónica y el segundo con la Desamortización de Mendizábal. Esta Gran Persecución ha sido una de las más sangrientas y brutales sufridas por la Iglesia en su historia.

   Toda guerra causa víctimas de un lado y otro, pero para entender aquella debemos atender a los objetivos de cada bando. Los del bando perseguidor de la Iglesia quedan claros por su propia composición política: totalitarios y separatistas, más algunos golpistas, todos ellos bajo la tutela de Stalin. Pues no en vano disponía Stalin del oro español entregado por  el gobierno del Frente Popular, y obraba a través de un partido comunista agente directo suyo y que pronto se convirtió en el más decisivo de la izquierda. En cuanto a sus contrarios, la salvaguarda de la integridad nacional y de la cultura cristiana fueron sus dos motivaciones principales, expuestas en el lema “por Dios y por España”. Se dice que España tiene un problema al no haber superado la guerra ochenta años después. Y es verdad, porque si se oculta o se falsea lo que defendían unos y otros no será posible entender nada, y las heridas, que realmente se cerraron poco después de la contienda, se reabrirán como algunos pretenden.

    Debemos recordar algo más sobre esta obsesión arrasadora de entonces: la ofensiva empezó ya en 1931, al mes de proclamada la república, en la llamada “quema de conventos”. Que fue mucho más que de conventos, pues ardieron también importantes bibliotecas y centros de enseñanza, y un considerable acervo artístico. En los años siguientes continuaron los ataques, más parciales pero constantes. Y en octubre de 1934 se recrudecieron cuando socialistas, comunistas y separatistas catalanes se alzaron contra la república en una guerra civil –así proclamada y que allí comenzó realmente–  para implantar un régimen de estilo soviético y desguazar la nación. Entonces menudearon los asesinatos de sacerdotes y seminaristas, especialmente en Asturias, pero también en Cataluña, y, nuevamente, la destrucción de bibliotecas obras de arte e iglesias, entre ellas algunas joyas del románico.

   El fracaso de aquella revolución detuvo los atentados durante cerca de un año y medio hasta que, después las elecciones de febrero de 1936, demostradamente fraudulentas, el Frente Popular demolió los restos de legalidad republicana y se lanzó a una nueva oleada de destrucción de iglesias y edificios religiosos, registros de la propiedad e históricos, y de hostigamiento a clérigos y católicos. Luego, la reanudación de la guerra cinco meses después, desencadenó sin trabas la Gran Persecución. Señalemos que la misma afectó solo a la mitad del país, porque la otra mitad quedó enseguida bajo el dominio de los contrarios. De otro modo las cifras mencionadas habrían sido mucho mayores.

   La persecución causó gran impacto en Europa y América, y no solo entre los católicos, pues la barbarie desplegada remitía a las peores épocas de la historia europea. Cabe señalar también que algunos católicos, incluso algún sacerdote, colaboraron en la persecución, justificándola de diversos modos. De modo especial el PNV, autoproclamado católico y aliados a los perseguidores, lo hizo en el plano internacional, ocultando la magnitud de los crímenes y ofreciendo justificaciones. Unos catorce curas pertenecientes a ese partido radicalmente racista y separatista fueron fusilados por los nacionales, no por ser curas sino por sus actividades políticas. La propaganda separatista utilizó tal hecho para enturbiar la realidad de la persecución.

   Debe señalarse que lo referido entra de lleno en la definición aceptada de genocidio: “intento de destruir total o parcialmente a un grupo nacional,  étnico, racial o religioso como tal”. Y fue el único genocidio perpetrado en la guerra civil.

    Estos hechos plantean numerosos problemas morales y políticos. Desde luego, sus autores no mataban y destruían porque sí, lo consideraban una necesidad para implantar un sistema de máxima libertad que en la práctica construía la máxima esclavitud, como ha demostrado una y otra vez la experiencia histórica. Se trata de un desvarío moral e intelectual que permanece, o mejor dicho, resurge desde hace algún tiempo y puede generar nuevos episodios de barbarie. Los políticos e intelectuales autores o promotores del masivo crimen, o sus herederos políticos, jamás han expresado el menor pesar o remordimiento, y hoy vuelven a promover atentados, todavía menores pero cada vez más abundantes.

    Y así nos encontramos ante el plan de un atentado simbólico del mayor alcance político: el ultraje y profanación de los restos de Franco, y la destrucción o transformación ideológica del Valle de los Caídos. Este monumento, probablemente el más majestuoso y armónico construido en el mundo en el siglo XX, conmemoró en primer lugar la victoria sobre el totalitarismo y los separatismos, y luego adoptó un carácter de reconciliación admitiendo restos de caídos del bando vencido. Una reconciliación que no están dispuestos a admitir de ningún modo los nuevos políticos seguidores del Frente Popular, que han formado uno nuevo, el tercero, con las mismas premisas ideológicas que el vencido en la guerra. Y por eso es indispensable recordar la historia, para entender a qué atenernos al respecto

   De todas estas cosas he hablado en abundancia y quien quiera puede consultar mis libros y artículos, por lo que no me extenderé aquí. Resumiré sencillamente que si a alguien se debe que el exterminio de la Iglesia no se completase es a Franco. Así, a él debe la Iglesia uns gratitud infinita. Y no menor los no creyentes con sensibilidad para la cultura y la historia de España. Añado, aunque tampoco me extenderé, que no menos gratitud deben a Franco los demócratas, ya que su régimen no tuvo oposición democrática, sino comunista, y que él creó las condiciones –prosperidad y reconciliación– para una democracia no convulsa como la republicana. Democracia hoy empujada nuevamente a una grave crisis por un nuevo frente popular, constituido por izquierdas y separatistas, que, como el anterior nada tienen que ver con la libertad y la democracia

   Por todo ello, a un no creyente le resulta asombroso que la Iglesia, o al menos la jerarquía eclesiástica, no esté haciendo la menor oposición a la profanación de la tumba de quien la salvó, literalmente, del genocidio. Esa actitud, moral y políticamente estupefaciente, tiene sin embargo una raíz que también conviene exponer, por si puede rectificarse: el régimen de Franco se declaró confesional, benefició extraordinariamente a la Iglesia y  gozó del agradecimiento de esta durante más de veinte años. Sin embargo todo cambió con el concilio Vaticano II. Este no se limitó a rechazar la confesionalidad, cosa muy razonable, sino que proclamó el diálogo con los marxistas y obró con hostilidad creciente al régimen español. Así, influyentes sectores eclesiales apoyaron al terrorismo de la ETA, a los separatismos en general, y a los comunistas. Es decir, a los herederos precisamente de sus exterminadores en la guerra civil. Que por lo demás se proclamaban ateos o indiferentes religiosos en su casi totalidad.

   En los comienzos de la transición democrática, aquellos grupos intentaron un segundo frente popular de ruptura con el franquismo, pero fracasaron: en el referéndum de diciembre de 1976 el pueblo votó por inmensa mayoría la democracia “de la ley a la ley”, desde y no contra el franquismo, y sí contra la ruptura. Si aquel segundo frente popular fracasó fue por su debilidad, la cual habría sido mucho mayor sin los apoyos recibidos de la Iglesia. No me extiendo tampoco sobre las derivas posteriores de la transición, pero es preciso recordar aquel referéndum, interesadamente olvidado por unos y otros.

    Así pues, los separatistas y totalitarios, más o menos disfrazados, de los actuales partidos de izquierda tienen motivos, aunque espurios, de agradecimiento a los beneficios de la Iglesia del Vaticano II. Beneficios que pagan con un agresivo desprecio, cabría sospechar que no del todo inmerecido.

    Supongo que muchos creyentes católicos sentirán desconcierto por esta actitud de la jerarquía eclesiástica, complaciente ante un intolerable ultraje a los restos y la memoria de aquel a quien tanto debe la Iglesia. Y, por cierto, no nos sorprende menos a los no creyentes con sensibilidad moral, cultural e histórica.

     

 

 

 

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C. H. (X) Necesidad y libertad / El personaje Paco.

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  La interpretación del árbol del conocimiento del bien y el mal como conocimiento o ciencia a secas, conduce a la idea, desarrollada entre otros por L. Shestof, de que el conocimiento, la ciencia, esclaviza al hombre, lo priva de su libertad. Siendo la libertad concebida como un bien esencial de la condición humana (Azaña tenía algunas buenas frases: “La libertad no hace feliz al hombre, lo hace simplemente hombre”, no sé si es suya o una cita), la ciencia sería precisamente el mal. Y en los evangelios y en San Pablo vemos a menudo esa idea, implícita en toda la Biblia, de que lo que salva al ser humano es la fe y no el conocimiento, y de que los más ignorantes y  pobres están más cerca de Dios que los sabios  o los ricos.

    ¿Por qué esclaviza el conocimiento, que es la aspiración más distintiva de la cultura griega? Porque trata de llegar por medio de la razón, y cree conseguirlo, a la verdad profunda de la vida y del mundo. Una verdad resumida como necesidad por encima de las contingencias aparentemente caóticas de la  experiencia humana. No exige fe, al menos en apariencia, sino conocimiento. El ideal del sabio es conocer y aceptar la necesidad, someterse a ella, intentar hacerlo con alegría y concibiendo esa esclavitud  como una paradójica “verdadera libertad”, una libertad sin derecho alguno. La necesidad impone, con el rigor de la lógica y las matemáticas, la realidad de la vida. El hombre la intuye y puede conocerla, pero rebelarse contra ella es inútil, quien lo hace es arrastrado por su marcha ineluctable. Pues se trata de una fuerza radicalmente impersonal y apabullante, a la que el hombre no puede rogar ni persuadir. Solo sometiéndose a ella puede encontrar ventajas en el dominio de la naturaleza,  que sin embargo no privan a la vida humana de angustias y muchos horrores, coronados por el último, la muerte.

    Hay aquí, pues, una diferencia radical entre la necesidad (que suele presentarse como la Naturaleza) y Dios. El Dios de la Biblia resulta notablemente personal, se encoleriza, se presta a ser persuadido, se compadece, es continuo objeto de ruegos, protege  a su pueblo, que sin embargo le desobedece a menudo y recibe por eso castigos a menudo brutales. Sus designios rebasan la razón humana, a la cual se presentan como arbitrarios y desconcertantes, y por ello mismo exigen una fe rocosa, cuyo premio nunca queda del todo claro.

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Como solo dos de los tertulianos habían leído la novela, fue necesario explicar quiénes eran los personajes, aunque cada uno de los lectores los veía de modo diferente. Esto es bueno, porque resulta más real: una misma persona es entendida y juzgada de modos muy distintos por sus conocidos, incluso por sus conocidos más íntimos.  Paco es descrito en el libro como bien formado físicamente, hombre de acción amante del peligro, bienhumorado, no guapo pero con rasgos viriles que atraían a las mujeres, él mismo mujeriego, vivía con una prostituta o ex prostituta. Una descripción que corresponde a tipos frecuentes en ambientes poco aconsejables. Sin embargo una cualidad le apartabade ellos, y era su afición a razonar y filosofar, compartida con su gran amigo el narrador, Alberto. Según uno de los lectores, podría ser un tipo bastante brutal, mientras el otro lo consideraba un héroe y precisamente un héroe trágico: mientras miraba a las mujeres ante todo como un objeto de placer, todo iba bien. Aunque una de ellas estuvo a punto de ocasionar deliberadamente su muerte y la de otros compañeros. Pero había sido su enamoramiento de otra rusa lo que había destrozado su amistad con Alberto e indirectamente el asesinato de la chica. A partir de ahí, una terrible sensación de culpa unida a un nihilismo personal le había forzado a quedarse en Rusia hasta encontrar la muerte en Eslovenia. Una muerte en realidad buscada.

  El otro lector entendía que el enamoramiento aquel chocaba con su carácter,, era incoherente, así que veía el episodio un tanto forzado. Si no fuera por él, no habría habido la menor tragedia y Paco habría seguido siendo lo de siempre, un bravucón bastante macarra, físicamente valiente pero amoral, capaz de luchar por una causa o por la contraria.  Le recordé que Aquilino Duque en su reseña (http://vinamarina.blogspot.com/2012/07/una-novela-dantesca.html)  lo juzgaba algo así, como un personaje sin normas precisas, que lo mismo podría haber optado por un bando que por otro en aquellas guerras. 

   Le objeté que los personajes demasiado coherentes no son reales. Más bien Paco combinaba una vitalidad que sí podría llamarse nihilista, porque ni él ni su amigo Alberto tienen creencias religiosas, con una preocupación por entender las razones de lo que le pasaba a él y en su entorno.  Y era capaz de afecto genuino, por ejemplo, a la ex prostituta, asesinada por los chekistas debido a su asociación con él. Lo cual motiva una agria discusión con su católica hermana Carmen, que habla con cierto desprecio de la chica ya muerta y le critica por su relación con ella. Cierto que aquel afecto no era pasión, pero ¿por qué alguien aparentemente frío no habría de sentir una pasión repentina? Estas cosas suceden en la realidad. De todas maneras, la novela no es propiamente de amor, aunque este intervenga como un sonido de fondo,  sino de guerra, y habría que juzgar a los personajes desde ese punto de vista, de sus motivaciones, del valor o menos valor ante la muerte, etc. Paco elige la Quinta Columna por aversión a los anarquistas tras una breve experiencia a su lado. Y luego sigue,por inercia, a la División Azul, una vez elegido bando. Pero la lógica y consistencia teórica de los comunistas podrían muy bien haberle atraído en otras circunstancias. 

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El crimen está en marcha

Una banda de tiranos compuesta de tiorras desequilibradas y presidida por un falso doctor vinculado familiarmente con los negocios de la prostitución, miembros todos del partido más corrupto de la historia de España, sin pasar por las urnas y con apoyo de golpistas resueltos a desmantelar la nación y de agentes de la tiranía venezolana, han declarado en el senado  la condena institucional del franquismo.  Esto es lógico y no debe extrañar a nadie, pues el franquismo representó precisamente lo contrario de ellos. Pero van más allá: tratan de proscribir lo que llaman “toda exaltación del franquismo”, lo que debe entenderse como un ataque brutal a la Constitución y a las libertades de expresión, investigación, asociación y cátedra. En otras palabras, como un crimen en toda regla contra los fundamentos de la democracia.

 Que atacar al franquismo signifique atacar a la democracia no puede extrañar a nadie que conozca la historia más allá de la propaganda. La democracia nació del franquismo tanto porque este creó las condiciones necesarias para ella como porque así lo refrendó la inmensa mayoría del pueblo en el referéndum de 1976 , y porque sus organizadores eran directamente franquistas: Torcuato Fernández Miranda, el rey nombrado por Franco, Suárez, jefe del Movimiento, y sus equipos, en los que entraban personas no directamente adictas a Franco pero sí privilegiadas por su régimen. El franquismo no tuvo oposición democrática, sino totalitaria, y por tanto no podía venir de ella democracia alguna.

La democracia “de la ley a la ley” tenía además la enorme virtud de asegurar una continuidad  histórica en lugar de las rupturas estériles tan frecuentes en nuestro pasado desde el siglo XIX, y representadas al morir Franco por los herederos del frente popular salido de unas elecciones fraudulentas en 1936  y que inmediatamente impuso un régimen de ilegalidad y terror.  Sin embargo, esa continuidad histórica fue rota enseguida por Suárez y los suyos, que pretendieron cortar sus evidentes raíces, como si la democracia hubiera caído del cielo y la hubieran recogido ellos genialmente. La farsa empezó ya entonces. La derecha se convirtió progresivamente en auxiliar y cómplice, no en oposición, de las nuevas tendencias frentepopulistas, a las que dejó vía libre. Y pese a la inmensa herencia positiva dejada por Franco, la situación ha ido agravándose hasta la imposición de una nueva tiranía de frente popular en golpe de estado permanente.

Atendiendo a esta evolución siniestra, no puede extrañar que la  supuesta oposición a los nuevos tiranos, PP y Ciudadanos, hayan colaborado en el crimen como cómplices y auxiliares. Afirma cierto dicho que hay alguien más despreciable que el asesino:  el ayudante del asesino.  Y este es el papel de esos dos partidos en este asesinato de la democracia. Si la democracia y España como nación han de sobrevivir es indispensable que esos partidos convertidos en auténticas mafias, desaparezcan.  El régimen montado en el 78 con graves carencias de origen, resumidas en la mencionada ruptura con la historia, y que no se han corregido, se halla en estado de descomposición. Y esto  no puede continuar, porque todos nos jugamos nuestro futuro. Es imprescindible organizar ya la resistencia. Derrotar a este tercer frente popular es la gran tarea histórica del momento. 

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