Ucrania e Israel/ Adiós a un tiempo /¿Constitucionalista el PP?/ Memoria carrillista

Ucrania e Israel: consecuencias.

La guerra de Ucrania, que la OTAN y la UE entendieron como la gran ocasión para debilitar y probablemente fracturar a Rusia, está redefiniendo la llamada geopolítica mundial. En Libia o Siria, la OTAN y la UE pudieron librar unas guerras por intermediarios o testaferros, con muy graves consecuencias para esos países, pero escasas para sus autores reales. Con Ucrania ha ocurrido algo muy distinto. Por supuesto, Ucrania está siendo devastada y provocado mareas migratorias, como en los casos anteriores, pero las consecuencias son muy distintas y están afectando gravemente a la OTAN y la UE: en lugar de convertir a Rusia en un “estado paria”, como amenazaba Biden, ha ido tomando forma un bloque de potencias que desafían la hegemonía angla (Usa e Inglaterra) prevaleciente desde la caída de la URSS, asistimos a una alarmante carrera armamentística mundial, y a la probabilidad  de que Rusia gane en Ucrania, lo que haría peligrar la continuidad de la OTAN. Por eso la posibilidad de una ampliación y descontrol de esa guerra amenaza a todo el mundo.

En cuanto al conflicto de Oriente Próximo,  las comprensibles represalias israelíes por la bestial crueldad de la incursión de Hamás, están arruinando los  tenaces  esfuerzos de Israel, en general prometedores, por normalizar sus relaciones con Arabia Saudí y otros países árabes. También hay indicios de  una posible, aunque de momento no muy probable,  extensión de la guerra a todo Oriente Próximo. Netanyahu, que, como he opinado en el blog, está practicando políticas peligrosas, ha hablado de cambiar de forma drástica el panorama político de la región, y cabe sospechar que se refiere a una guerra con Irán, su enemigo más encarnizado. Una guerra así sería muy difícil de controlar. En la guerra del Yom Kipur, de 1973, el mundo árabe utilizó la fuerza de su petróleo para provocar una fuerte crisis económica en los países occidentales, en especial los europeos. Ahora, por solidaridad árabe con los palestinos, puede ocurrir algo bastante peor. De momento, la UE sufre un semiestancamiento económico y un creciente descontento interno por el conflicto de Ucrania.

Y también padece Europa  una inmigración musulmana cada vez más masiva, alentada por sus gobiernos lgtbi. Esta inmigración  ha dado pruebas de no poder ni desear integrarse  en las formas de vida occidentales, que no comparte, y es percibida como un peligro cada vez más serio. No debe olvidarse que el conflicto palestino-israelí, que dura ya un siglo, tiene su raíz en la incompatibilidad de ambas culturas.

Al caer la URSS, muchos analistas creyeron que la hegemonía angla estaba asegurada por un largo período, quizá incluso para siempre, en una “globalización” dirigida por las fuerzas económicas y militares useñas. Todas las potencias hegemónicas tienden a creer que su posición se perpetuará, pero siempre la historia ha seguido otros rumbos. Por lo que respecta a España,  me pregunto si la Hispanidad puede desempeñar un papel significativo en un mundo cada vez más inseguro. Esta sería su tarea principal, superando la miseria moral, política e intelectual que sufren estos países.

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Adiós a un tiempo  comienza con este recuerdo-reflexión, recogido de LD: Pío Moa – Flan con nata – Libertad Digital

Adiós a un tiempo

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¿Constitucionalista el PP? 

**Enorme fraude hablar de “partidos constitucionalistas”. El PP nunca lo ha sido, a menos que sea “constitucionalista” la inmersión lingüística, la financiación de los separatismos y  su sistemática propaganda contra la unidad de España, la entrega de soberanía a burocracias externas, las leyes de memoria o las de género, el reparto del poder judicial con PSOE y separatistas…  Se trata de una engañifa barata. Como la perpetrada por historiadores de izquierda y derecha cuando hablan de un supuesto “bando republicano” en la guerra civil

**Vale la pena comparar la  intensísima reacción cívica en Israel contra el intento de Netanyahu de mermar la independencia judicial, con la apatía completa con que medios, intelectuales y gente  aceptan con mirada estúpida  ataques mucho más graves a la democracia en España.

**Si VOX no se decide a abordar  historiográficamente la cuestión de Franco, se mantendrá supeditado culturalmente a la versión del PSOE y los separatistas. La lucha cultural es esencialísima, porque sin ella no habrá política seria.

**La razón de fondo por la que PP, PSOE y el mismo rey conceden importancia menor a la unidad nacional,  a los principios democráticos y a la soberanía, es que comparten una visión ideológica que viene de lejos y hoy se plasma en la llamada “agenda 2030″.

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Recuerdos de un excomunista de Carrillo

“Aquel año, 1975, iba a ser el definitivo: las  ” familias” franquistas tiraban cada uno por su lado, sin saber qué decisión tomar, cada una se dividía en grupos menores, en un embrollo general: desde falangistas medio anarquistas hasta carlistas medio trotskistas, monárquicos legitimistas de Juan Carlos y legitimistas  de su padre, católicos “progresistas”, monárquicos muy “demócratas” democristianos muy “avanzados”, “curas obreros” medio comunistas, y otros proetarras… El clero, sobre todo, con sus nuevos radicalismos, es lo que nos llamaba más la atención: “el socialismo llegará con la hoz y el martillo en una mano y el crucifijo en la otra”, decían algunos. Las huelgas se multiplicaban, y la ETA y un grupo maoístas, el FRAP, emprendieron una campaña de atentados. El gobierno contragolpeó a los terroristas hasta casi desmantelarlos, y ejecutó a tres del FRAP y dos de la ETA, y entonces sufrió el golpe más fuerte por parte de otro grupo maoísta, que asesinó de golpe a cuatro policías. Esto era algo no visto desde los tiempos del maquis. Y en toda Europa occidental y en América se sucedían las manifestaciones en apoyo a los terroristas y las condenas al régimen, los boicots comerciales y los sabotajes e incendios de bienes oficiales españoles en el extranjero… Era claramente el fin de una época

Y para rematar el caos, Franco se puso muy enfermo, Marruecos aprovechó para quedarse con el Sahara español con apoyo norteamericano, y el 20 de noviembre fallecía en la cama el dictador al que los comunistas habrían deseado fusilar. Y fue nombrado el rey que Franco había decidido, Juan Carlos, a quien todos los expertos le vaticinábamos una breve monarquía. Con ese motivo se concedió un amplio indulto a presos comunes y políticos, y yo, Antonio y otros, salimos libres. Un año en la trena me había pasado. Ya en la calle, contacté con el partido, que se movía frenéticamente, en práctica legalidad, para envolver en su propaganda “a las grandes masas”.

Todo el país vivía en la incertidumbre, y nosotros entre la esperanza y la inquietud. ¿Qué iba a pasar? ¿Cómo se desarrollarían las cosas? ¿Un golpe militar contra el régimen como el de Portugal? ¿Volvería una guerra civil? ¿Sería el momento de intentar una insurrección que derribase a un régimen que parecía moribundo? ¿O bastaría una huelga general? ¿Los “demócratas” de la Platajunta se impondrían sin necesidad de muchas violencias?

Los políticos “demócratas” eran los más atemorizados, y yo, desde luego, preocupado. Dentro de la oposición, el partido tenía la única organización real, pero yo sabía que seguía siendo pequeña, y sus socios de la platajunta valían más para intrigar que para luchar o siquiera dar la cara. Mi amigo Antonio demostró entonces más lucidez: “Aquí no va a pasar nada, ya veréis. Porque el ejército permanece firme, no como fue el de Portugal, y porque la gente, la gran mayoría de la gente, creedme, apoyará un cambio desde arriba. Ya habéis visto esas enormes colas de gente para despedir a Franco. Y lo siento, pero esto se nos va a ir de las manos por un tiempo”. Lo tildé de desmoralizador, lo mismo hicieron los demás, y si no fue expulsado entonces del partido se debió a que nuestra atención se concentraba en tareas más urgentes.

Temíamos o despreciábamos la competencia del PSOE, pero, como había vaticinado Antonio, la competencia auténtica nos iba a venir… ¡del propio franquismo! Que se estaba volviendo demócrata a marchas forzadas. En un primer momento, aquello nos dejó patidifusos. No era posible, ¡el franquismo decidía democratizarse por su cuenta! Y el año siguiente nos demostró nuestra debilidad, que forzosamente debimos aceptar. Es decir, la aceptamos algunos, otros se empeñaban en atribuir los avances franquistas al miedo que nos tenían y que les obligaba a hacerse los demócratas. ¡Como si nosotros o el resto de la oposición lo fuéramos a nuestra vez!

Vista en perspectiva, la política a todos los niveles cobra un aire grotesco, como una farsa sin talento e improvisada a la carrera. ¡Un horror! Las Cortes franquistas decidieron que el régimen habría cumplido una etapa brillante, y había que pasar a otra cosa. Esa cosa, lo que llamaban reforma democrática, debía ser aprobada en referéndum popular “de la ley a la ley”, es decir, reconociendo la legitimidad del régimen, que daba paso a una monarquía decidida por Franco. Nos parecía monstruoso a toda la oposición “democrática”, que no admitíamos más legitimidad que la de la república”.

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