
Ganar la libertad
Me pregunta un ingenuo si vale la pena seguir escribiendo sobre asuntos tan trillados como la guerra civil, o la república, sobre los que deben haberse escrito millones de páginas, habiendo hoy otros problemas. “Merece la pena –respondo– por al menos dos razones: porque la gran mayoría de esos millones de páginas tienen muy poco valor explicativo o analítico, y porque se trata de temas tan actuales que una serie de políticos delincuentes intentan imponernos por ley sus versiones y opiniones semianalfabetas para volver a una especie de sovietización combinada con la disgregación de España. Y este es un problema precisamente muy actual.
Por lo tanto considero que fue muy necesario escribir Por qué el Frente Popular perdió la guerra el año pasado, en el 80 aniversario de su derrota, y explicar qué fue la república en un libro que saldrá dentro de algunas semanas, ante el 90 aniversario del nacimiento de aquel régimen. Por asombroso que resulte, mucha gente sigue presentando a dicha república como un modelo orientador para la España actual. Y por paradójico que suene, cuanto más se ha escrito sobre ambos temas en los últimos cuarenta años, más confusa y desenfocada es la visión resultante. Ello se debe a que son muchas las fuerzas políticas a ideológicas que tratan de convencernos de la disgregación de España y el totalitarismo con disfraces seudodemocráticos son cosas buenas y convenientes que deben orientar nuestro porvenir.
Así que demos la batalla cultural y participemos todos en ella difundiendo esos libros y otros escritos. Porque me parece que aunque se habla mucho de dicha batalla, no acaba de concretarse, y somos poquísimos, y en semiaislamiento, los que venimos dándola. Este blog, precisamente, está concebido en un doble sentido: frases y párrafos cortos para su más fácil difusión en redes y al público corriente, y textos más expositivos o de pensamiento o culturales para los interesados, que siempre serán minorías.
Ahora, aprovechando la ocasión que nos ha ofrecido la Cheka cultural con la cuestión de Prieto y Largo Caballero, emprenderé desde aquí, la semana próxima, una campaña de clarificación histórica a base de textos cortos, ampliada a Negrín. La intención es que participen en ella, difundiendo esos textos, el mayor número de lectores y de oyentes de Una hora con la Historia. Porque si no opusiéramos una firme resistencia o, mejor, una contraofensiva contra layes como la de memoria histórica, nos condenaríamos a una pérdida de la libertad que por lo demás sería muy merecida.

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Crónica. ¿Quién persigue el odio?
**El cáncer de la democracia, el cáncer de la libertad y el cáncer de la unidad de España se llaman antifranquismo.
**El antifranquismo une a los asesinos etarras, a los corruptos socialistas, a los chekistas podemoides, a los racistas separatistas y a los más abyectos de todos: los pijos cutres del PP.
**Para congraciarse con el club de los antifranquistas, el PP no ha vacilado en escupir sobre las tumbas de sus abuelos. A cambio recibe patadas en el trasero de los otros miembros del club.
**¿Admiran los antifranquistas a Prieto, Largo Caballero y Negrín a pesar de saber que eran unos criminales? No, los admiran precisamente por eso.
**El Moñitos y el Doctor quieren perseguir el odio. Si fueran consecuentes se meterían ellos mismos en la cárcel.
**La profanación de la tumba de Franco reveló la miseria moral de la jerarquía eclesiástica, los monárquicos y sí, también de los que se dicen demócratas. Pero la cuestión no está zanjada ni mucho menos.
**Piensa el PP que va a absorber a Cortesanas y con ella ganar 20 diputados. Los maquiavelismos suburbiales del PP suelen quedarse en el cuento de la lechera.
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Humanismo y Renacimiento
Estos dos términos, que se han generalizado desde el siglo XIX, son sumamente equívocos. No hubo renacimiento, porque la cultura europea distaba mucho de haber muerto. Ni hubo más atención que antes al ser humano. Tampoco es cierto que naciera entonces el interés por la cultura grecolatina.
Lo que hubo fue un cambio de perspectiva o de enfoque de los temas permanentes. No hubo un salto de una concepción “teocéntrica” a otra homo u antropocéntrica. La concepción llamada teocéntrica es tan “humanista” como cualquier otra, se ocupa de la relación del hombre con Dios, es decir, de la moral, que sigue siendo una preocupación del “renacimiento”, aunque con otras condicionantes. El interés por la cultura grecolatina simplemente se intensificó con la llegada de nuevos textos desde Constantinopla y la crítica filológica emprendida por Lorenzo Valla, protegido de Alfonso el Magnánimo de Aragón (entre otras cosas, Valla demostró la falsedad de la “Donación de Constantino”, en la que varios papas querían fundamentar su preeminencia civil en los territorios del Imperio de Occidente).
El interés por la cultura grecolatina nos da una pista sobre la inquieta productividad intelectual europea o cristiana, extendida a todos los terrenos de la cultura, desde la política a las artes o la milicia: la conflictiva conjunción o tensión entre el elemento originado en Jerusalén y el proveniente de Atenas, tensión que ya se percibe en las cartas de San Pablo.
A menudo se ha resumido la nueva actitud en la popularidad alcanzada entonces (y desde entonces) por la frase latina “Soy hombre y nada humano me es ajeno”, procedente de una comedia de Terencio, y en la que Séneca veía la síntesis de las reglas de convivencia humana, semejante al “amarás al prójimo como a ti mismo” cristiano, y que se ha utilizado también como fuente de los derechos humanos. Sin embargo, la frase no significa nada, en rigor. Tan humanas son las guerras y conflictos, los atropellos, las mentiras o la desesperación, como las paces, la justicia, la armonía o los gozos, sin que ninguno de esos rasgos se imponga o predomine nunca de modo decisivo, personal o socialmente, como demuestra la observación más inmediata. Aparte de la evidencia de que una gran parte de lo que han hecho y conocido los hombres quedará siempre fuera del alcance de las capacidades de cada uno en particular.
¿En qué consistió entonces el movimiento conocido por humanismo, sucesor del gótico?
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