Crónica: La puta respetuosa
**Sería muy conveniente que las cartas abiertas a la Calvo, al gobierno y al PP, expuestas en este blog, llegaran a todos los diputados y periodistas. Me escribe alguien diciendo que ello no haría cambiar el voto de ninguno de ellos, y es verdad. Pero al menos sabrían a qué atenerse.
**Decía un homosexual que si fuera cuestión de elegir, casi nadie querría ser homosexual. Y me pregunto qué diría un niño si le dieran a elegir entre un papá y una mamá normales por una parte y dos “papás” o dos “mamás” por otra. Difícilmente puede pensarse un ataque más directo a los más elementales derechos de los niños.
**Dicen algunos: “¿y si el matrimonio homosexual resulta más cuidadoso y amoroso para el niño que uno normal?”. Hay familias desestructuradas y brutales, como habrá gaymonios. Pero en condiciones normales, un niño necesita psicológicamente la figura del padre y de la madre, distintas y complementarias. Cosa que no puede dar una parodia de ambos papeles.
**La derecha, siempre la puta respetuosa. El gobierno llama “democrática” a su ley chekista, y la puta lo acepta con la mayor naturalidad. Porque esa derecha es tan democrática como antifranquista: de pandereta. Al PP debería añadirse esa “r” necesaria: Partido de la Respetuosa.
**La pandilla de fariseos de la Conferencia episcopal, inspirada por Pancho I de la Pampa, dice que quiere “ayudar”, naturalmente al gobierno prochekista, en relación con el Valle de los Caídos. Lo viene ayudando desde hace mucho tiempo.
*****************
La náusea y el problema del absurdo
Un amigo me ha comentado que tu última novela le recordaba a La náusea de Sartre, sobre todo en el caso de Moncho, que se confiesa sartriano, y me parece que es verdad no solo en ese caso, sobre todo en las reflexiones finales desde el templo egipcio de Madrid. Leí La náusea hace bastantes años y la verdad es que no me impresionó gran cosa, a pesar de que muchos la consideran una de las grandes novelas del siglo XX, de las más significativas incluso de cualquier época. Yo diría que con Cuatro perros verdes has hecho una novela existencialista, cuando el existencialismo ya parece que ha pasado a mejor vida.
Yo no he leído La Náusea, sí algunas sinopsis y comentarios. Me pasa como con La montaña mágica. Por lo que he leído, me parece un gran novela, aunque demasiado de tesis: ¿cómo sabe él que la vida no tiene sentido? Solo porque de alguna manera lo siente, porque el razonamiento es en sí un contrasentido. En definitiva, yo diría que desarrolla un aspecto de las interpretaciones darwinistas, sin proponérselo: si la evolución no tiene sentido, entonces la vida humana tampoco lo tiene. Y la vida humana incluye lo que el hombre piensa, sus “heroicos esfuerzos”, que decía Steiner, por encontrar sentido en el caos absurdo con que se presenta el mundo a nuestra consciencia. Todos los esfuerzos del arte y la ciencia serían una especie de agitación también absurda. Un producto más de la suma ingente de casualidades sin finalidad que han creado al hombre. La conclusión de Sartre de que la falta de sentido permite la libertad, ya es ridícula, como un placebo contra el cáncer. Pero el problema que presenta es fundamental.
Lo de que el existencialismo ya no existe lo decía un poco irónicamente, porque es verdad que ya casi nadie se llama existencialista, o estructuralista, o marxista, o freudiano o hasta posmoderno, que ha sido la penúltima moda; y ya se ha olvidado el teatro del absurdo, que según tu novela estaba en boga entonces Pero coincido en que el problema es de fondo, bien que nunca se me habría ocurrido la comparación con el evolucionismo. Lo que quería decir es que el caso de Moncho puede ampliarse a los demás, sobre todo a la peripecia de Chano, repleto de ilusiones y aspiraciones juveniles, truncadas por un simple y estúpido accidente, o a las maquinaciones mentales de Santi, que no logra dar con una solución al crimen ocurrido en los ambientes gay de Cádiz, al revés que en las novelas policíacas, donde siempre se descubre al criminal; y no digamos Diego, tan seguro de que la marcha de la historia le da la razón, lo que visto desde la perspectiva actual es un puro sarcasmo. Me queda Javi: este me parece el más centrado, el que actúa convencido del sentido de lo que hace, y sin embargo logra esa tranquilidad a base de rehuir esas cuestiones: “a mí, que no me atosiguen”.
Cuatro perros verdes difiere de la novela de Sartre en que lo que Sartre expone como tesis, en mi novela aparece como problema. Un problema enfocado desde cuatro perspectivas y sin ofrecer solución precisa, aunque pueda haber pistas. ¿Entonces? Como han dicho algunos lectores, “da qué pensar”, lo que para la mayoría es un fastidio, pues lo que buscan en una novela es que les diviertan. O en todo caso que les den soluciones fáciles, alguna manera de final feliz. Pero vamos a centrarnos en Moncho. La frustración de su amor por Mariana, la muerte de ella apenas asomada a la vida, se le presenta como expresión del máximo sinsentido. Su acusación a Dios es solo retórica, porque no es creyente: acusa, vamos, al Destino, a la nada en fin. La acusación a algo o a alguien es una vía de escape al absurdo, y ni siquiera eso le vale. Pero, inversamente, encuentra un sentido en ese amor: su recuerdo le incita a suicidarse y al mismo tiempo se lo impide: si quieres verlo así, le da fuerzas para soportar una vida a la que apenas encuentra aliciente.
Teóricamente, Santi, el católico practicante, debería en cambio estar más tranquilo, descansar sobre esa certeza que da la religión, y sin embargo no me parece que en la novela eso acabe de funcionarle del todo, a pesar de que su argumentación contra Moncho es fuerte, no se limita a dogmatizar, a oponerle los dogmas de la iglesia sin más…

https://www.amazon.es/Sonaron-gritos-golpes-puerta-Historica-ebook/dp/B007UQCJNI
*******************
La Tercera Patraña
Dice D. Eduardo Inda: “Los que detestamos el franquismo y el tardorrepublicanismo, quienes nos situamos en la Tercera España de Ortega, Marañón, Costa o Madariaga…”. Es obvio que D. Eduardo, como casi todos los periodistas de derecha, tiene una idea de la historia muy pintoresca, que le lleva además a aceptar una opinión más que discutible de Stanley Payne: que en la guerra “lucharon malos contra malos”. Recoge así lo menos sostenible de Payne, una conclusión que le he discutido en varias ocasiones y que en realidad contradice todo lo que el mismo Payne ha explicado tan ejemplarmente en varios libros. Es decir, que quienes salvaron a España de la sovietización y/o de la disgregación eran tan malos como el Frente Popular. Habría que preguntarse por qué no realizó ese salvamento esa nebulosa “tercera España” en la que cada cual mete a quien mejor le parece.
Y como ni siquiera se plantea ese problema, se lo explicaré brevemente a D. Eduardo y a todos los “terceros”. Ortega y Marañón desempeñaron un papel muy importante en el advenimiento de una república caótica y demencial. En ello demostraron una frivolidad, un desconocimiento de la realidad de España y de su historia increíbles. Tenían en común con Costa un regeneracionismo perfectamente irreal, empeorado por un “europeísmo” que no logró producir un solo libro de algún interés sobre lo que llamaban Europa, ni siquiera un libro de viajes. Ni entendieron nada de por qué su ídolo se había despeñado en dos guerras mundiales, en la primera de las cuales se empeñaron en meter a España, afortunadamente en vano. En cuanto a Madariaga, en general favorable a Franco, creyó que el régimen se había agotado a principios de los años 60 e intrigó con la CIA contra él en una operación que probablemente habría llevado a otra república demencial.
D. Eduardo, como casi todos los políticos y periodistas, ignora estos datos básicos. Aquella “tercera España” actuó en la república como Antonio Garisa en un viejo programa de la televisión, creo que se titulaba “Tú, tranquilo”: se metía a resolver problemas ajenos, los embrollaba y terminaba haciéndose el desentendido. Algo así pasó con los de la llamada “Tercera España”: aquellos “padres espirituales de la República” se metieron a resolver un “problema de España” que en gran parte creaban ellos mismos con cuatro ideas abstractas y tópicos y, una vez generado el caos, se escaqueaban plañendo “No es esto, no es esto”. Sin embargo, al revés que sus pretendidos seguidores terceristas, recapacitaron. Marañón, después de confesar el fracaso republicano y su colaboración en él, concluía: “No merecemos que nos perdonen”. Y Ortega, políticamente cuerdo por primera vez, volvió eufórico a la España de Franco donde desarrolló una fructífera actividad filosófica.
Yo creo que el señor Inda conoce estas cosas, aunque sea por encima, pero no logra sacar las consecuencias. Si el Frente Popular, en vez de chocar con el bando nacional y Franco –a quien llama alegremente “asesino”, a coro con los etarras, separatistas y socialistas–, hubiera chocado con los de la “tercera”, se habrían impuesto con facilidad los sovietizantes y los separatistas, y ni el señor Inda ni ningún antifranquista de chiste tendrían hoy la menor probabilidad de expresarse con esa frivolidad. Tercera España, dicen. Tercera Patraña después de la del gobierno y la del PP.