La peor consecuencia de Trafalgar
La derrota de Trafalgar no supuso la destrucción de la flota de guerra española, que seguía siendo poderosa. Lo que ocurrió fue que se la dejó pudrir en puertos, y durante unos cuarenta años no se construyeron en España más buques de guerra. Esto solo podía beneficiar a los ingleses, dado que la flota era esencial para mantener el imperio americano, cuyo dominio económico y protectorado político interesaba mucho a Londres. Trafalgar fue producto de una alianza con Francia, que casi siempre resultó perjudicial para España. Y la destrucción posterior de la flota, por abandono, fue un gran regalo para Inglaterra, la indeseable aliada del momento, cuya diplomacia pudo haber tenido algún papel en dicho abandono, por su pesada influencia sobre unos políticos españoles extremadamente serviles, empezando por los de Cádiz. En este sentido, Trafalgar fue mucho más que una derrota naval para España, que pasó a potencia de tercera clase, intervenida en gran medida por Londres. Un tema a investigar.
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La llamada represión de posguerra se presenta habitualmente como una venganza de los nacionales sobre personas que no tenían otra culpa que “pensar diferente”, es decir, pensar “democráticamente”. En realidad fue algo completamente distinto, en una situación de gran miseria heredada del Frente Popular. https://www.youtube.com/watch?v=7_rDxKU-zc8

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El espíritu del PP
Tal como se expresa usted a menudo, parecería que el peor enemigo de la democracia y de España sería el PP, más aún que el PSOE o los separatistas. Eso parece extremar mucho las cosas, sacándolas de quicio. Suena hasta pintoresco
Pocas veces se han descrito mejor las carencias de la derecha que en las palabras del ignorado catedrático citado por Florentino Portero: no tiene formación histórica ni ideológica y está condenada a alimentarse de los desechos intelectuales de la izquierda. En cuanto a la historia, su política es olvidarla como si no hubiera existido antes de la transición. Y no me refiero solo al franquismo, al que han terminado condenando, sino a la historia en general, con esos tópicos bobotes sobre el cainismo, guerracivilismo y demás. Como venía a decir Cayetana, hasta la transición o la Constitución del 78, la historia de España habría sido penosa, idea que viene de los regeneracionistas, de Ortega, Azaña y demás. Comparten en definitiva la visión negativa del PSOE sobre la historia de España, como decía Julián Marías. Con esa perspectiva, la política se transforma en un continuo chanchulleo por los puestos, las cuotas de poder y el dinero, sin nada sólido debajo. Mejor dicho, con la mentira y la falsedad histórica debajo.
Pero el PP defiende la unidad de España y la democracia, al menos de palabra.
Las defiende de palabra, porque su yacimiento de votos es más o menos patriota y debe explotarlo. Pero no tiene un concepto más claro del asunto que el reparto de poder y dinero. Su concepto de la propia España es inglés, elaborado en Inglaterra. Ya señalaba Ramón Salas Larrazábal la anglofilia, más bien anglomanía, de la clase alta española. Eso se percibe también en VOX, en una parte de VOX. Y es una opinión muy extendida. Fíjese en que la ley de memoria histórica no solo falsea el pasado, es que su carácter es soviético. ¿Acaso se opuso el PP a ella? Al contrario, se esforzó en aplicarla, a veces con más celo que la izquierda. Ese es su concepto de la democracia: el chanchulleo entre amigachos, pese a que los amigachos lo desprecian.
Ha dicho usted que una parte de VOX viene a ser un PP radicalizado, como Podemos con respecto al PSOE.
Algo de eso es fácil de observar. Pero ante todo la cuestión es doble: si usted niega la historia niega la continuidad del país, niega el presente y niega el futuro. ¿Por qué siempre hablan de “mirar al futuro”? Porque tratan de olvidar el pasado. ¿Lo quieren olvidar porque es malo? No, porque ellos son los malos, los mediocres y corruptos. ¿Qué futuro puede esperarse de ellos?
¿Entonces?
Entonces para recuperar la democracia y asegurar la unidad nacional es preciso recuperar la historia. Esto es esencial, condición necesaria, aunque no suficiente. Hacen falta otras cosas también. Pero sin esta seguiremos a merced de los vientos que soplen.
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La generación del 41.
El método de las generaciones literarias para distinguir renovaciones de temas e intereses, que se darían cada 15 años más o menos, ha sido criticada, no obstante lo cual siguen aceptándose tres de ellas, la del 98, la del 14 y la del 27. Después parece no haberse distinguido ninguna más. No existe una generación de la república, que se benefició de las dos de la Restauración y la de la dictadura. Pero sí es perfectamente posible distinguir otra unos quince años posterior a la del 27 y posterior también a la guerra civil, una marca decisiva: la de los escritores y artistas que comenzaron a escribir o a revelarse hacia los años 41 0 42.
Por esas fechas o algunos años después empezaron a destacar novelistas como Cela, Delibes, Torrente Ballester, Ignacio Agustí, Gironella, Zunzunegui, Carmen Laforet, García Serrano y otros, un conjunto que probablemente no ha sido superado después. Son también los años de poetas como Celaya, Ridruejo, Blas de Otero, Rosales, Leopoldo Panero, Eugenio de Nora, etc. De ensayistas, historiadores y pensadores como Laín, Tovar, Rof Carballo, Díez del Corral, J. A. Maravall… En fin, es nutrida la nómina de escritores en todos los estilos, más pintores o arquitectos, a los que hay que añadir filósofos como Zubiri o Javier Marías, músicos como Rodrigo (su “concierto de Aranjuez, una de las piezas musicales españolas más conocidas internacionalmente, se estrenó en 1940). Cabria incluir a Escrivá de Balaguer, cuya obra Camino ha sido el escrito religioso español más influyente en el mundo, en el siglo XX… Vale la pena señalar que un número elevado de estos autores perteneció a la Falange, aunque la mayoría tuvieran una trayectoria posterior contraria.
En fin, la lista de autores y obras, que se haría interminable para un artículo, basta para hacerse una idea de la inferioridad intelectual y artística de quienes decidieron calificar aquella época como un “páramo cultural”. Añadamos que los representantes más valiosos de las generaciones anteriores –no hará falta nombrarlos aquí– siguieron trabajando y produciendo abundantemente en los años 40 de aquella España que la trivial historiografía, literatura y periodismo posteriores se han complacido en denigrar, seguramente por ocultar su propia malévola medianía.
Definitivamente, existió una valiosa Generación del 41. Que requiere estudios adecuados. En “Años de hierro” he tratado la cuestión en líneas generales. Es una lástima que el artículo de Julián Marías “La vegetación del páramo” no haya dado lugar a estudios a fondo sobre tema tan interesante, pero nunca es tarde.
![Años de Hierro: España en la Posguerra 1939-1945 de [Pío Moa Rodríguez]](https://m.media-amazon.com/images/I/51pc63L8bwL.jpg)




