Los preparativos concretos del PSOE para la guerra civil: https://www.youtube.com/watch?v=yB_dhkP3cfA
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La Celestina se ha convertido en el modelo de nuestros políticos y nuestras políticas. Todos y todas demuestran por la vida sexual de los ciudadanos una pasión que podría llamarse alcahuetería industrializada, en la que tampoco falta el móvil económico, pues nuestros mandamases saben cubrir perfectamente esa importante faceta de su vida profesional. Los últimos manejos en ese sentido de la ministra de sanidad o de muchos educadores para, dicen, la ciudadanía, son nuevos avances en esa dirección.
Un fenómeno en ascenso desde hace decenios, y que antes habría parecido increíble, es la progresiva invasión de todos los terrenos de la vida de las personas por el estado, o, mejor, por ciertos gobiernos, en un impulso que solo cabe calificar de totalitario, aunque se dé en las democracias. Ya Tocqueville lo describió proféticamente, llamándole despotismo democrático, una “servidumbre reglamentada, apacible y benigna” bajo un poder inmenso “que busca la felicidad de los ciudadanos, que pone a su alcance los placeres, atiende a su seguridad, conduce sus asuntos procurando que gocen con tal de que no piensen sino en gozar”. “Un poder tutelar que se asemejaría a la autoridad paterna si, como ella, tuviera por objeto preparar a los hombres para la edad viril; pero que, por el contrario, solo persigue fijarlos irrevocablemente en la infancia”. Este poder, señala Tocqueville, puede mantener aspectos externos de libertad mediante elecciones, pero “a la larga privaría al hombre de uno de los principales atributos de la humanidad”. La descripción parece el programa de la socialdemocracia y recuerda lo que pasa actualmente en la UE y más aún en España, donde la oposición política al gobierno ha desaparecido en la práctica y aspira a hacer cosas muy semejantes a las del PSOE. Frente a esa tendencia, solo el espíritu de la libertad y las asociaciones ciudadanas independientes pueden oponer una barrera adecuada.
Por supuesto, ese poder “benigno” y protector del goce, solo lo es en apariencia. Uno de sus aspectos más chocantes es la autoatribución por los políticos de la calidad de maestros de moral, incluso en el sexo. Chocante, porque una impresión extendida en la ciudadanía, y no del todo irreal ni mucho menos, es que la inevitable cuota de golfos presente en todas las profesiones, resulta desmesuradamente alta entre los profesionales del poder. Y ese poder celestinesco tiene efectos nada benignos, como el número creciente de embarazos de adolescentes, abortos, divorcios, niños criados en hogares monoparentales a menudo arruinados afectiva y educativamente, y otros efectos derivados como la expansión de las drogas, del alcoholismo, de la delincuencia juvenil y general, de la violencia doméstica, etc., es decir, de los que he llamado indicadores negativos de la salud social. Solo hace falta atender a esos indicadores para comprender que la salud social española es muy mala y en trance de empeorar. Y que una de sus causas principales, aun si no la única, es la clase de políticos que nos ha tocado sufrir, Muchos de los cuales habrían sido enviados a sus casas o a la cárcel en una sociedad más sana.
Creo importante resistir a los y las celestinas, empezando por denunciar los hechos, cada cual por los medios a su alcance. En mi blog de Libertaddigital.com he propuesto, en parte por burla pero no solo, que los políticos sean obligados, mediante presión popular, a demostrar de modo práctico, en la televisión, lo bien que saben ponerse el condón y practicar las artes que normalmente se reservan a las “estrellas” del porno. Porque ya que predican, en definitiva, la misma llamémosle filosofía de dichas estrellas, tienen la responsabilidad y la obligación moral de obrar en consecuencia; y ya que se pretenden maestros de “salud” sexual, de exponer a los ciudadanos, de modo práctico y visible, sus saberes, para que todos podamos conocer bien a tales maestros.
(En Época, febrero de 2010)
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Ramiro de Maeztu consideraba a la Celestina, el Quijote y Don Juan como los grandes mitos creados por la cultura española. Al mismo tiempo sostenía, en la línea de Menéndez Pelayo, que el catolicismo era el contenido esencial de la Hispanidad. Sin embargo habría que forzar mucho las cosas para entender como católicos los personajes de la Celestina, el Quijote y no digamos el Burlador de Sevilla o la literatura picaresca. Cierto que hubo una literatura claramente católica en Santa Teresa, San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, etc., pero aquellas grandes obras tienen poco que ver.
También en los años 40 de nacionalcatolicismo y un menendezpelayismo vulgarizado surgen novelas como las de Cela, y otras muchas muy poco católicas.







