Decadencia europea (III) ¿Callejón sin salida?

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P. De todas maneras podría argüirse que la decadencia de Europa no deja de ser “dulce”: económicamente jamás ha disfrutado de un nivel de riqueza semejante.

–Es cierto. El mayor de su historia y del mundo después de Usa. De acuerdo con la visión “económica” de la historia, propia del marxismo y de parte del liberalismo, y según la cual el mundo de las ideas, la religión y la política no hacen más que reflejar secundariamente la realidad económica,  no habría habido tal decadencia, sino un  esplendor sin precedentes,  que continúa hoy. Ello no impide que después de la SGM Europa haya perdido sus imperios coloniales, sufriendo dolorosas derrotas de pueblos considerados atrasados. Y que política y militarmente la parte occidental haya caído bajo la tutela de Usa y la centro-oriental bajo dominio soviético, hoy superado. Y que en pensamiento,  en ciencia y en arte  haya perdido la iniciativa anterior…  Pero quizá todas esas cosas tengan poca importancia frente al bienestar material o que, como sugería Fukuyama, no quede ya mucho que pensar. La ciencia y la técnica se desarrollan por sí mismas, el arte divierte y distrae a la gente de manera masiva…  La gente vive materialmente mejor que nunca, y lo demás es secundario, depende de ello. Yo creo, sin embargo, que las ideas del mundo y de la condición humana son lo esencial. Por poner un ejemplo, Japón llegó a superar algunos años la renta per cápita de Usa, y sin embargo su potencia e influencia culturales en cualquier terreno son insignificantes comparadas con las de Usa.

P. Pero Europa ha seguido produciendo ciencia, arte y pensamiento, y sigue siendo muy influyente en todos esos aspectos, aunque ya no domine el mundo y viva bajo tutela useña.

–Creo que ahí está el problema. En la guerra de las tres ideologías, una resultó aplastada y en la confrontación entre las otras dos, se hundió, al menos materialmente, la marxista. Digo materialmente porque el marxismo sigue influyendo mucho en el campo intelectual, incluso en esa concepción de la economía. Por otra parte el pensamiento liberal llega a cierto tope al hacer depender la moral y el valor de las ideas de su aceptación social, aceptación que se consigue mediante la publicidad y la manipulación, ya que las ideas parten necesariamente de minorías ínfimas que tienen a obrar como oligarquías. Así la ONU ha ido convirtiéndose en un gigantesco aparato de dominación ideológica, por ejemplo. Y luego está la antinomia de una razón con pretensiones universalistas, que por una parte  nunca consigue su objetivo y por otra niega la libertad por su propia coherencia…, y el existencialismo que termina negando la razón en función de una libertad tan ilimitada como falta de sentido. Da la impresión de que el pensamiento europeo ha llegado a un agotamiento y no cesa de dar vueltas a la noria de un pozo seco. Y de hecho, la realidad política y social está degenerando hacia formas novedosas y extremas de totalitarismo.

P. Usted no puede negar que si hay unos países donde más se practican la libertades democráticas son precisamente los de la Unión europea.

–Veámoslo de otro modo: en el 68 suele datarse una revolución tildada de revuelta de unos jóvenes privilegiados que nunca habían vivido tan bien,  contra sus padres que se habían deslomado por rehacer la economía destrozada en la guerra mundial y por dar a sus hijos un mayor nivel de consumo. Y esto en parte es verdad. Pero había de fondo una profunda insatisfacción con una sociedad precisamente economicista, cuyos objetivos se cifraban en un consumo material sin fin. Con todo, la alternativa no ha resultado buena. La revuelta se hizo bajo una mezcla ideológica de freudismo, marxismo y existencialismo, que ha ido abocando a nuevas formas totalitarias… en nombre de la libertad. Hay fotos de Sartre y su amiga Simone en la China de Mao, o con Fidel Castro, o apoyando a los más marxistas del 68. Suena a paradoja, pero no lo es: lo hacían libremente, sin la menor coacción. Lo hacían existencialistamente. Y hoy vivimos en una sociedad más vigilada que nunca, controlada por unas oligarquías cada vez más opacas, que imponen tiranías como la LGTBI e intentan controlar hasta los sentimientos… Y lo hacen en nombre de la libertad y de los derechos humanos. Creo que estos fenómenos resumen bastante bien el laberinto o callejón sin salida a que está llegando el pensamiento y la realidad europeas. En el fondo está el conflicto-tensión entre razón y fe, vuelto antagonismo desde la Ilustración o en sentido contrario con Lutero.

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Este sábado, en Una hora con la Historia trataremos la segunda parte de la Constitución de 1978. En la del sábado pasado, el ignorado y no muy ejemplar ni democrático proceso como se elaboró la Constitución: https://www.youtube.com/watch?v=eVcokWrLTz8

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C. H. (XV) El hombre fuera de sí / Decadencia europea (II)

El hecho de que el hombre se pregunte por su propia condición implica dos cosas: que no la conoce;  y que es capaz de situarse psíquicamente fuera de sí para hacerse la pregunta como si la hiciera a otro, e indagar sobre ella. Ambas cosas, la ignorancia de su propia condición y la salida  fuera de sí para tratar de conocerla resultan realmente sorprendentes una vez expresadas. Un animal, que sepamos, es incapaz de preguntarse sobre sí mismo. Y este es precisamente el primer rasgo de la condición humana, la capacidad para salirse de sí y plantearse no solamente qué es el mundo sino también qué es él mismo.  Estas preguntas se presentan más como un sentimiento que como una elaboración intelectual. Son preguntas previas a la razón, la cual solo entra en funcionamiento a consecuencia de ellas. El sentimiento de la propia ignorancia obliga al hombre a salir de sí y empuja las demás capacidades humanas

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En Una hora con la Historia: el ignorado y no muy ejemplar ni democrático proceso como se elaboró la Constitución: https://www.youtube.com/watch?v=eVcokWrLTz8

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P. No obstante, también cabría sostener que la decadencia de Europa supone su mayor triunfo, por cuanto las ideas morales, políticas, económicas, etc. elaboradas allí a lo largo de siglos se han expandido por el mundo entero.

 –Se puede mirar así, pero es engañoso. Es la impresión de que la historia ha llegado a su culminación, impresión que ya tenían los romanos con su ciudad eterna,  sus leyes y su elaborada civilización, a la que tanto debemos. La división de Cellarius en edades antigua, media y moderna responde a esa misma idea, y cada dos por tres oímos hablar de la “modernidad”  en el mismo sentido. Al ser humano le acucia conocer el sentido de su historia, pero este siempre se le escapa.  Mi ensayo sobre Europa comienza de este modo: La historia se nos presenta algo así como un inmenso puente de comienzo y fundamento inciertos, que va construyéndose con las vidas de una miríada de personas y avanza en el vacío en dirección imposible de conocer. Es una analogía como podría hacerse otra, pero me parece evidente, no precisa demostración. Lo cual no implica que la inquietud por conocer ese sentido sea inútil. Aunque no lleguemos al objetivo, el esfuerzo nos permite ir aprendiendo otras muchas cosas,  tal como marchar hacia el horizonte nos permite descubrir nuevos paisajes, aunque el horizonte nunca lo alcancemos. Y si prescindimos de la marcha hacia el horizonte nos estancaremos en un paisaje determinado, ciertamente muy estrecho. Vivimos en el tiempo, y el tiempo no se somete a nuestra razón. El pasado lo conocemos muy parcialmente, el presente nos atosiga con mil exigencias que nos vienen impuestas, y el futuro  se mantiene oculto.

P. Según usted, no sería posible invertir la actual decadencia mediante una vuelta al cristianismo

–Yo no he dicho eso. Solo he dicho que por ahora no le veo la traza. Aparte de que el cristianismo no ha desaparecido, solo ha perdido gran parte de su influencia.  A mí lo que me asombra es la potencia de una doctrina que, analizada, está llena de contradicciones y de exigencias imposibles. Imposibles, al menos, para la gran masa de los humanos. De ella, del cristianismo, ha surgido toda la civilización europea, incluso las creencias que lo atacan. Y creo que el secreto de esa potencia creativa radica en la tensión entre fe y razón, que ha seguido dando lugar a mil cuestiones y tendencias, incluido el marxismo, el existencialismo, cualquiera de la ideologías que han querido abolir la fe y paradójicamente han construido fes nuevas y, por lo que se ve, no muy satisfactorias.

 P. ¿Podría decirse que usted rechaza las interpretaciones más comunes de la historia, básicamente económicas, hoy predominantes?

–Bueno, el libro no es de filosofía, es de historia, pero una historia que dé a la religión y a las ideas un papel secundario, casi de adorno de la economía y la técnica, no es historia real. En el libro voy examinando también, en líneas generales, claro, las evoluciones económicas, de estructura social, políticas o militares. Pero ¿cuál o cuáles de esas condiciones determinan el movimiento general de la historia? ¿Son las ideas, en primer lugar las religiosas y filosóficas, o es la economía o la “voluntad de poder” político-militar?  Creo que son las ideas. Todas las culturas dan la máxima importancia a la religión, a un tiempo como generadora cultural y estabilizadora social. La religión es la fe. Vea el hundimiento de la URSS y el aparente triunfo absoluto de la democracia liberal representada por Usa. La democracia liberal se ha convertido a su vez en una verdadera fe, que ha movido pensamiento político, intereses económicos y acciones militares. Las invasiones y agresiones a diversos países islámicos,  las provocaciones a Rusia, la rivalidad creciente con China, la promoción de las inmigraciones masivas, del aborto masivo, etc., nacen directamente  de esa fe mesiánica, que choca con otras fes. Teóricamente, la aplastante superioridad económica, técnica y  militar  de Usa y sus aliados de la UE debería haberse impuesto rápidamente sobre países materialmente muy inferiores. Sin embargo Usa y la UE van dándose cuenta de que se están metiendo en avisperos muy peligrosos,  de los que están saliendo bastante malparados. No voy a desarrollar ahora el asunto, pero creo que en la historia las ideas –la fe en primer lugar es una idea– son el elemento principal. 

 

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La decadencia de Europa (I)

Me dice un amigo: “¿Por qué no aprovechas la proximidad de las fiestas de Navidad y Reyes para promocionar tus libros como regalos?” Lo hago, pero casi nadie se da por enterado. Ya he dicho lo que pasaba con el de Europa, cuyos ejemplares van a ser pronto destruidos.

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P. En su libro sobre Europa, ud define cada época o edad con un nombre: Formación, Supervivencia, Afianzamiento, Expansión, Apogeo y Decadencia, que vienen a equivaler a Antigua,  Media (alta y baja), Moderna y Contemporánea.  

–La clasificación usada tradicionalmente, desde finales del XVII, es manejable pero ridícula. Todas las edades son antiguas, medias, modernas y contemporáneas en relación con las anteriores y las posteriores. La idea era que con la Edad Moderna el hombre alcanzaba la cúspide de la historia. Luego tuvo que venir la Contemporánea, una denominación especialmente estúpida, como si después ya no hubiera historia. Además se utiliza esa clasificación para la historia en general, no solo la de Europa, y así se nos dice que en tal país asiático o africano “viven en la edad media” y cosas por el estilo. Mi propuesta es más racional y significativa, tiene más sentido. La nomenclatura, de todas formas no es lo más importante, solo una parte menor de otros  reenfoques que propongo.

P.  Su propuesta parece marcar un gran ciclo hasta una  decadencia, que según usted, comienza en la II Guerra Mundial. ¿A qué sería debida la decadencia?

–En el siglo XX se producen dos grandes choques en Europa, la I y la II guerras mundiales, y ya después de la primera se hablaba mucho de decadencia, y no solo Spengler. La primera se produjo entre grandes potencias imperiales de corte liberal o democratizante, con alguna excepción, y marcó una crisis profunda del liberalismo, que generó por una parte la revolución soviética y por otra los fascismos. La segunda contienda ya fue “la de las tres ideologías”, demoliberal, marxista y  nacionalsocialista o más ampliamente fascista. Esa guerra marca una decadencia evidente, basta comparar el peso cultural, político y militar de Europa (propiamente de unos pocos países europeos) en el mundo, con su peso actual. Europa ha perdido su iniciativa y potencia cultural retenida durante ocho siglos.. La decadencia es palmaria, no precisa demostración, la iniciativa en todos los terrenos ha pasado a Usa y por un tiempo, secundariamente, a la URSS. No  sabemos si  se producirá en Europa un movimiento regenerador. La civilización europea ha evolucionado a través de movimientos culturales que se sucedían cuando se agotaba el anterior. Pero por ahora, no se ve traza de esa regeneración… en un mundo enormemente distinto del anterior a esa guerra, donde se ha esfumado todo posible retorno de la hegemonía política y militar de Europa (es decir, de algunas potencias europeas).

P. Ud ha descrito aquella guerra como “de las tres ideologías” nacidas, aunque no simultáneamente, de la Ilustración. ¿Podría encontrarse ahí, en ese choque, la causa de la decadencia? 

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En España hay dos conceptos usados por políticos y periodistas como palabras mágicas, “democracia” y “Europa”, basadas en cuatro tópicos y sin el menor pensamiento bajo ellos. Este libro aspira a romper esa inercia.

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–Podría, pero no es tan simple. ¿A qué se debe la decadencia? No a la guerra en sí, pues ha habido otras relativamente tan devastadoras y sin ese resultado. Se debe a sus características ideológicas. Viene a significar el agotamiento de las ideas alumbradas por la Ilustración, es decir, de las ideologías. De las tres ideologías, una, la nazi fue derrotada de forma aplastante, y en esa derrota se ha visto también su fracaso como concepción del mundo, como opción cultural. Quedaron la ideología demoliberal y la marxista, y después de un período de guerra fría, la marxista se hundió por sí sola, de modo que la demoliberal pareció imponerse ya decisivamente, como la culminación de la modernidad y de la historia. Es decir, la historia, a través de mil luchas y encontronazos, había llegado a su apogeo, después del cual solo habría contiendas menores en una marcha general a la universalización pacífica del sistema. Esto coincidía bastante con la visión un tanto mesiánica de Usa. Sin embargo todo se ha complicando mucho desde el fin de la URSS. Creo que revisitar intelectualmente la II Guerra Mundial podría ayudar a entender el proceso posterior. Es lo que propongo en el libro

P. Esa decadencia, en su libro ¿podría entenderse como resultado final de la  Ilustración, debido a la sustitución del cristianismo por el culto a la razón? ¿Sería la solución una vuelta al cristianismo?

–No creo posible  esa vuelta. La civilización europea se formó  por una serie de movimientos en los que las órdenes religiosas tuvieron un papel decisivo hasta el siglo XVI. Así el movimiento benedictino nacido en Italia en la edad de Supervivencia, el Románico y el Gótico impulsados desde Borgoña y más ampliamente Francia, con protagonismo  creciente de franciscanos y dominicos, etc. Los monjes tuvieron un papel decisivo en la conformación de la cultura europea,  esto es algo en lo que se debería profundizar. Y siguieron teniendo un papel, aunque decreciente, hasta hoy.  El cristianismo ha evolucionado en medio de una fuerte tensión entre razón y fe, “entre Atenas y Jerusalén”, como creo que no se ha dado en otras religiones. Esa tensión, creciente a lo largo de la llamada edad media, abocaría al Renacimiento, que en parte fue continuidad y en parte ruptura con la época anterior.  En el Renacimiento, la razón se impuso considerablemente sobre la fe,  dando lugar a la reacción protestante de la fe contra la razón, y también a la defensa del catolicismo, en la que España tuvo un papel decisivo. Pero la crisis más profunda del cristianismo se produce con la Ilustración del siglo XVIII, que podemos interpretar como una rebelión de la razón contra la fe.

p. ¿Por qué no cree posible una vuelta al cristianismo como salida a la decadencia, si esta proviene de las ideologías surgidas del culto a la razón?

–En primer lugar, porque la Iglesia y más ampliamente el cristianismo, sufre una considerable decadencia desde el siglo XVIII y desde entonces no ha sido capaz de regenerarse al modo de otras épocas. Al contrario, se ha visto desbordado por las ideologías, a las que ha acompañado una eclosión de la ciencia, el pensamiento, la técnica y un arte “laico” sin precedentes en ninguna época o civilización anterior. Y con un aumento de la libertad personal, la información, la alfabetización, etc. Claro está que esas ventajas han venido acompañadas de grandes daños, choques bélicos, despotismos, genocidios y abusos de todo tipo; pero en conjunto parece mayor el beneficio que el perjuicio. Y en segundo lugar porque la Iglesia no ha encontrado hasta ahora el discurso, el argumentario capaz de orientar un renacimiento cultural.  No digo que no pueda, digo que no ha sido así en estos dos o tres siglos. En el siglo XX vimos cierto impulso en Europa cuando la Iglesia fundó sindicatos y partidos o movimientos católicos de cierta importancia, pero finalmente resultaron un fracaso. Más que orientar, la Iglesia se ha venido orientando por las ideologías, cosa que es bien visible después del Vaticano II, parcialmente corregido por Juan Pablo II y Ratzinger, para profundizarse más con el papa actual. Y las reacciones no presentan nada nuevo, pretenden una vuelta atrás, por una parte, y no son productivas o significativas culturalmente. De momento al menos, es así. Ni en el ámbito cristiano ni en el laico se perciben movimientos renovadores capaces de invertir la decadencia mencionada.

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En Una hora con la Historia: el ignorado y no muy ejemplar ni democrático proceso como se elaboró la Constitución: https://www.youtube.com/watch?v=eVcokWrLTz8

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Inmigración: contra el discurso del odio y el embuste

(Como siempre, espero que los lectores que estén de acuerdo con las ideas expresadas en este blog, las difundan todo lo más ampliamente que puedan)

Sale el periódico mafioso El País, representante de las fuerzas que aspiran a disgregar a España y a disolverla en la llamada Unión europea, acusando a VOX de tener un discurso de “odio al diferente”.  Acusando de paso a  cuantos nos oponemos a la inmigración masiva. He aquí una respuesta.

 Ustedes nos odian a nosotros, y ese odio les lleva a inventar mil calumnias hasta pervertir el lenguaje. Nadie odia al “diferente” por serlo, sino en la medida en que se le percibe como una amenaza, ya sea personal, cultural o política, y aun así no hay necesariamente odio, sino en la mayoría de los casos tan solo una necesaria prevención. Porque en las relaciones humanas no existe solo amor y comprensión, también violencias, abusos y odios como aquel con que ustedes nos distinguen y con el que quieren silenciarnos y destruir nuestra libertad.

Ustedes hablan de solidaridad con los inmigrantes, pero esa solidaridad es más bien con las mafias que trafican con ellos, engañándoles y robándoles con el espejismo de una Europa donde, por lo común, desempeñarán oficios muy mal pagados, caerán muchos en la mendicidad y en la delincuencia  (creo que la mitad de la población penal española se compone de inmigrantes);  y, cuando llegan a ser muchos, se agrupan en barrios en los cuales, como ocurre ya en Francia, Bélgica o Inglaterra,  se impone la ley de los narcos o la sharia, y donde a menudo la policía prefiere no entrar. Esa es la realidad, cada vez más agravada, del “sueño europeo” con el que ustedes y las mafias trafican. Porque no es lo mismo algunos inmigrantes que masas de inmigrantes, legales o ilegales.

   Ustedes conocen muy bien estas cosas porque está a la vista de todos. Pero conociéndolas tratan de ocultarlas y de perseguir a quienes simplemente las ponen de relieve. Y hay que preguntarse por qué. Ustedes aducen razones económicas bajo esa extraña solidaridad: esos inmigrantes vendrían a pagar nuestras pensiones, aseguran ustedes, a hacer viable el llamado Estado del bienestar. Pero, sin entrar en más detalles, es la productividad económica, por ahora creciente,  lo que permite el Estado de bienestar y no una masa de trabajadores mal pagados. Y menos aún masas ajenas a nuestra cultura, a la que a menudo desprecian, quizá porque les ven a ustedes como representantes de ella. Ustedes nunca vivirán en esos barrios de inmigrantes ni cerca de ellos ni sufrirán sus inconvenientes. Ustedes verán a los inmigrantes simplemente como criados en sus casas, a menudo sin derechos reales. Ustedes no son solidarios de los inmigrantes, en el fondo sienten un gran desprecio por ellos,  procuran no mezclarse con ellos y piensan explotarlos con bajos salarios, a menudo en perjuicio de los españoles.

  Digamos, además, que basta ver a esos inmigrantes para entender que no son “muertos de hambre”, pues han debido pagar sumas considerables a los traficantes, y en muchos casos son personas relativamente cualificadas que privan a sus países de ese recurso. Y no exploten con falsa sentimentalería la tragedia de quienes mueren en el mar porque los traficantes los “exportan” en pésimas condiciones, en complicidad con ustedes, precisamente. Su sentimentalismo tan falso como el resto de sus argumentos, pues esas personas no morirían si siguieran en sus países. Ustedes son corresponsables de esas muertes. ¿En qué debería consistir la solidaridad, en ayudarles a mejorar  económica y socialmente en su tierras, o en traerlos en masa para explotarlos aquí y, como deliran ustedes, “que nos paguen nuestras pensiones”?  Pues el fondo de su argumentación siempre va al dinero, sobre el que es tan fácil hacerse falsas ilusiones, como las que proponen las mafias a los emigrantes y ustedes a nuestros ancianos.  

   Pero  ese “amor y solidaridad”, que ustedes se atribuyen mientras calumnian a quienes pensamos de otro modo, no estaría completo  sin recordar el aborto que en España alcanza a unos cien mil al año, también promocionado por ustedes. ¿Cómo se entiende esa política de inmigración y aborto masivos? ¿Pretenden ustedes ir desplazando progresivamente a la población española para sustituirla con inmigrantes, acaso porque creen a estos más fáciles de explotar? ¿Qué sentido tienen esas políticas dementes?

  Y existe otra dimensión  más profunda que la económica. Porque  ustedes nos odian a quienes pensamos no solo en términos de ilusiones económicas sino de culturas. Porque ustedes odian a España, odian su cultura. Todo lo que ha conformado a España, el cristianismo y un estado propio, la Reconquista, los largos y duros esfuerzos y luchas de nuestros antepasados, todo eso lo denigran ustedes, lo miran con aversión. Porque uno de los grandes problemas de la inmigración es el componente islámico de ella. Y, es cierto, España se ha formado en lucha contra Al Ándalus y contra el expansionismo otomano, es decir, contra el islam en los dos casos. Pero ustedes exaltan a Al Ándalus y detestan a España,  aman todo lo que histórica y culturalmente se ha opuesto a España. Ustedes, con sus odios apoyados en demagogias sensibleras y economismos baratos y sus aficiones totalitarias, son un verdadero cáncer para la libertad, para la democracia y para la propia nación.

Nuevamente debemos preguntarnos por qué algo tan disparatado y suicida sigue adelante. Esas políticas proislámicas y  de inmigración y promoción del aborto masivos son parte de una hispanofobia con ya muy larga tradición entre nosotros desde la leyenda negra. No voy a entrar en las razones de ella, que he examinado en Nueva historia de España, sino simplemente constatarla. El problema se da actualmente en toda la UE, pero en cualquier caso es a nosotros, en España, a quienes corresponde darle solución.

(En 2002 publiqué este artículo en Libertad Digital: https://www.libertaddigital.com/opinion/pio-moa/el-falso-humanitarismo-8506/ )

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En Una hora con la Historia: el ignorado y no muy ejemplar ni democrático proceso como se elaboró la Constitución: https://www.youtube.com/watch?v=eVcokWrLTz8

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Por una democracia franquista.

Un artículo importante sobre los Derechos humanos: https://elmanifiesto.com/mundo-y-poder/570764128/1-201-una-Declaracion-de-los-Derechos-Humanos-muy-poco-universal.html

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Que la democracia viene del franquismo y fue refrendada así en referéndum por abrumadora mayoría popular, solo puede ser ignorado por la falsificación sistemática de la historia ocurrida a continuación de dicho referéndum, que ha llevado a contraponer franquismo y democracia. Cuando hablamos de democracia franquista nos referimos a la necesidad de reconocer sus orígenes y la necesidad histórica del régimen que salvó la integridad de la nación y los fundamentos de su cultura, entre otras cosas.

Ya he explicado cómo el Vaticano II vació intelectual e ideológicamente al franquismo, iniciando un período de descomposición del mismo en sus “familias” o partidos. Otro elemento que hacía inviable su continuidad era la vejez de Franco, un elemento arbitral y orientador insustituible en aquel régimen, que por ello mismo quedaba como un régimen de excepción: ni era posible sustituir a Franco ni a la ideología católica anterior por algo equivalente.  Por consiguiente no quedaba otra opción que cierta homologación con los países de Europa occidental.

Aquella salida tropezaba con serios inconvenientes. Desde luego, la oposición a Franco siempre había sido hasta ferozmente antidemocrática, lo que no le impedía enarbolar banderas de libertades políticas y demás, mientras que los más o menos adeptos al régimen carecían de pensamiento democrático y no eran capaces de analizar lo que había supuesto históricamente el franquismo. Por consiguiente, la transición se planteó en general desde un punto de vista meramente práctico o técnico, sin ninguna concepción de fondo sobre la democracia o la posición de España.

Torcuato Fernández Miranda  salvaba, al menos en principio, el respeto al régimen anterior, pero  Suárez,  sujeto intelectualmente vacuo, la enfocó contra él con apoyo de unos democristianos que seguían las normas igualmente oportunistas del Vaticano II (hostilidad a Franco, diálogo con los marxistas, apoyo a separatistas, etc.). Su concepción de la democracia era la de un banquete de amigotes en el que se repartieran poderes y dineros, enfoque generador de corrupción y supeditación de los intereses generales del país a los de partido, y cuyas consecuencias estamos palpando. 

Otro elemento perturbador era la presión internacional, que quería tutelar el proceso, y hacia la que los transicionistas mostraban un respeto supersticioso, hijo de de su inanidad. Pues, como he recordado en varios libros y prácticamente en exclusiva, los países de Europa occidental debían sus democracias (que funcionaban de modos distintos en cada país) al ejército useño e indirectamente a Stalin, mientras que España carecía de aquellas deudas, tan condicionantes y agobiantes. Precisamente, y gracias al franquismo, España podría presentarse como modelo, como democracia no impuesta desde fuera, sino como fruto de una evolución propia.  Pero los políticos de la transición adoptaron la postura de alumnos reverentes y acomplejados hacia “Europa”, pidiendo permiso de “entrada”.  Uno de sus efectos fue la renuncia progresiva a una política internacional propia, simbolizada y más que simbolizada en Gibraltar (otro tema sobre el que los analistas pasan sobre ascuas).

Por democracia franquista debemos entender un régimen en primer lugar respetuoso con la historia anterior, que debe explicarse contra el Himalaya de falsedades que hemos venido soportando durante cuarenta años. En segundo lugar, debe desarrollarse un pensamiento democrático, que he esbozado en “La guerra civil y los problemas de la democracia en España. Y en tercer lugar, debe suponer un cambio de fondo en todas las políticas disgregadoras y satelizantes actuales. Una política que continúe lo esencial del franquismo: integridad nacional, independencia exterior y despliegue cultural con especial atención a los países de habla hispana.

Dicho de otro modo: el franquismo no fue democrático –era imposible después de la experiencia republicana y frentepopulista–, pero la democracia debe ser franquista.

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En Una hora con la Historia: el ignorado y no muy ejemplar ni democrático proceso como se elaboró la Constitución: https://www.youtube.com/watch?v=eVcokWrLTz8

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Ya comenté en otro momento el efecto que me hizo el “Encuentro Madrid” del grupo Comunión y liberación, con su extrema colonización cultural por el inglés. Me muestran ahora unos libritos titulados “YOUCAT”, de ese grupo,  que no sé si se refiere a los católicos o a los gatos, pero que pretende enseñar a los fieles. El que veo es sobre la confesión (en español) pero debajo suelta un Update!,  expone: “IN &OUT : un examen de conciencia diferente”. y luego “CONFESARSE: YES, I CAN”. Más adelante “STOP! ¡Lo más importante es el amor!”.  Se trata de ir metiendo el inglés como el idioma de la Iglesia en sustitución del latín, cosa que ya se hace de muchos otros modos.

 Esto resulta especialmente sangrante para los españoles, porque sin España el catolicismo podría haberse reducido a una mínima expresión. Fue España quien defendió a la Iglesia contra protestantes y turcos, y sin esa defensa, el sur de Europa y la misma Francia habrían acabado en manos de protestantes o de turcos. Y fue España  quien hizo el esfuerzo colosal de evangelizar América, Filipinas o otros lugares, por lo cual la lengua de la mayoría de los católicos en el mundo es el español. Pero Pancho I de la Pampa ha denigrado la herencia española en América e impulsa el reconocimiento de Lutero como portavoz de “la modernidad”, y cosas por el estilo. Me pregunto si de España podría salir una reforma que revitalizara a la Iglesia, como pretendía el Vaticano II, pero sin caer en las aberraciones de este. La reforma de Cisneros lo hizo, y el catolicismo español del siglo XVI fue muy vivaz y creativo. Pero hoy, de momento,  no se observan más que vueltas atrás, a un oscurantismo paralizante cultural y políticamente. Es un problema más general: la experiencia de las ideologías después de la Ilustración debían haber reconstruido, con nuevas formas, la capacidad cultural de la Iglesia, pero no lo ha hecho.

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