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Un daño inmenso a la universidad
Usted se ha quejado de que en libros como el reciente sobre el fraude en las elecciones del Frente Popular no le citen, a pesar de que usted lleva años, casi en solitario, diciendo que las elecciones fueron fraudulentas.
R. En primer lugar, yo no digo que se trató de un fraude, sino que lo demuestro. El examen de las actas hecho por los dos autores del libro es un dato importante, porque corrobora algo que dejé claro hace bastantes años. Pero el fraude no consiste en que se falsificaran más o menos actas, sino en las condiciones mismas de un proceso electoral que duró tres meses, desde el 7 de enero en que se disolvieron las Cortes, hasta el 7 de abril en que se destituyó a Alcalá-Zamora. Fue un proceso de gran violencia en acciones y palabras. La propaganda de izquierdas hablaba en términos de exterminio y sus dirigentes amenazaban con no aceptar una victoria de la derecha. Lo mismo que no la aceptaron en 1933. Eran los mismos del golpe revolucionario y separatista en 1934, y se sentían orgullosos de él, contra los que entonces (como el mismo Franco) habían defendido la legalidad republicana. Este dato tan reveladora casi nunca es citado: parece como si todos los partidos tuvieran de entrada la misma legitimidad, y no fue así.
En la jornada electoral, las masas se echaron a la calle, en varias ciudades los responsables de asegurar el escrutinio huyeron, como dice Azaña, y lo mismo hizo el jefe del gobierno, Portela, entregando el cargo, para la segunda vuelta, a Azaña, cuya victoria no es que fuera dudosa, es que en tales condiciones no debía ser aceptada democráticamente. Luego el proceso continuó con una “revisión de actas” en las Cortes, en medio de amenazas y demagogia desbocada para quitar más escaños a la CEDA, y se coronó con la destitución ilegal de Alcalá Zamora. Todo ello en medio de asesinatos, incendios y despotismo del nuevo gobierno. La república ya había quedado herida muy gravemente por la insurrección revolucionaria-separatista del 34, y se hundió definitivamente en esas elecciones. Todo esto lo he detallado, así como un factor que casi todos los historiadores, por no decir todos, pasan por alto: el papel de la campaña sobre las supuestas atrocidades de la derecha en la represión de Asturias en 1934. Esa campaña no fue solo un fraude más: dividió a la sociedad española más profundamente que nunca y creó el ambiente de odio exacerbado que se manifestaría en la guerra civil. Es una clave esencial.
Y hay otro problema en aquellas elecciones, y es el hundimiento de las opciones moderadas, de los partidos llamados de centro que se presentaban como equidistantes de unas derechas e izquierdas extremistas. Lo he expuesto como una manifestación de un proceso de radicalización y demagogias de la época, en España y en Europa. Aunque la CEDA no era un partido extremista, como se le ha pintado mil veces, sino moderado, pero la imagen de derecha reaccionaria y fascista que le atribuyeron las izquierdas ha tenido éxito, incluso hasta hoy. Su fracaso, debido en gran medida a Alcalá-Zamora, impidió otra salida que no fuera el choque abierto, bélico.
Sin embargo el análisis de las actas es definitivo y ya no deja lugar a duda alguna. En ese sentido puede considerarse superior a sus aportaciones anteriores.
R. Definitiva ya era la relación de hechos que he explicado. Y puede parecer superior a quienes no tienen un pensamiento democrático en España, que son la inmensa mayoría, tanto en la derecha como en la izquierda, como he expuesto en La guerra civil y los problemas de la democracia. El nuevo libro tiene valor porque aporta un detalle nuevo e importante. Es como si un misil derriba un avión de pasajeros sobre territorio libio, por poner un ejemplo, y se sabe que el misil partió de una base militar libia, y que el gobierno libio ha perseguido a quienes intentaban investigar el hecho. Pues está claro lo que ha pasado y realmente no hace falta nada más para probar la responsabilidad del gobierno libio. Ahora bien, supongamos que un periodista logra acceder a la orden concreta del ministro para que se lanzase el misil. Esto no añade nada esencial, pero indudablemente tiene gran relevancia como corroboración de detalle de lo que ya se sabía. El libro de los dos autores vale no porque descubra nada esencialmente nuevo, sino porque añade una valiosa corroboración a lo ya sabido.
Con todo, parece que los autores no han estimado los trabajos previos de usted. ¿Cómo lo explica?
R. Volviendo a la primera pregunta, yo no me quejo: me limito a exponer unos hechos bien a la vista, y que cada cual saque sus conclusiones. Y en primer lugar, no he sido el único en estudiar los hechos. Ricardo de la Cierva y otros lo hicieron antes, aunque creo que yo he sido quien más los ha clarificado como elecciones fraudulentas. Como existe el Dictamen sobre la ilegitimidad de los poderes actuantes el 18 de julio de 1936, un documento bien fundamentado en términos jurídicos. En segundo lugar, los autores conocían perfectamente mis aportaciones, pero, aunque ellos son más bien de derechas, colaboran en la campaña de silencio contra mis obras. Y no puede extrañar: demostrar que aquellas elecciones fueron fraudulentas es demostrar no solo que el Frente Popular fue un fraude, que destruyó la legalidad republicana y llevó al borde del abismo la subsistencia de España como nación unida, la subsistencia de la religión y la cultura cristiana, de la propiedad privada, etc… Es que además demuele todo el discurso político enhebrado ya desde antes de la Transición por historiadores como Tuñón de Lara y su escuela. Un discurso aceptado con más o menos matices por la mayoría de los políticos, periodistas e historiadores, incluso de derecha. Se han creado así intereses políticos muy fuertes, y es comprensible que, tras el impacto de Los mitos de la Guerra Civil, se haya organizado esta campaña de silencio sobre mis trabajos. Pero la verdad termina siempre abriéndose paso. Observe que los autores del libro son tan timoratos, que no solo me han silenciado, es que además tratan de evitar el debate sobre la legitimidad de la república y el Frente Popular. Tiran la piedra y esconden la mano para no incomodar demasiado a los de la memoria histórica y apologistas de la república. Esto, además de cobarde, es infantil.
Y déjeme recordar que el nivel intelectual y moral de la universidad española, excepciones aparte, es deplorable. En él compiten la mediocridad con la pedantería y esta con la deshonestidad intelectual. Esta crítica se ha repetido mucho, sin que se le vea remedio. Hace poco, al señalarlo, me escribieron un reconocido catedrático de historia medieval..:
Tienes mucha razón en lo que dices y denuncias. No creo que puedas imaginar a qué grado de vileza moral y pobreza intelectual han llegado las facultades de Historia.
… y un profesor de instituto:
Como hice la carrera de Historia puedo decir con base que tienes razón. Nuestros profesores no eran más que una banda de estafadores intelectuales. Hace poco tuve en prácticas en mi instituto a un joven recién licenciado, de la misma facultad en que yo estudié. Me enseñó el libro de Historia Contemporánea de uno de los sinvergüenzas que siguen trabajando allí (libro que por supuesto hay que comprar si quieres aprobar). Lo abrí por las páginas de la llamada Revolución Comunista. ¿Qué decía el golfo que había escrito aquello y que ejerce de profesor universitario? Defendía el golpe de estado de los bolcheviques contra la naciente democracia rusa, decía que Lenin había librado a Rusia del ominoso zarismo, etc. Me pareció tan asqueroso que cerré el libro y lo devolví inmediatamente. Mi única alegría fue que ese joven me dijo que sí, que el libro era una porquería llena de “historias” parecidas. Confiemos en que al final la juventud abra los ojos.
Pues así estamos. Se ha denunciado mil veces, y en vano: la mediocridad compite con la pedantería, y la pedantería con la deshonestidad intelectual. En fin, es preferible tomarlo con humor: no sé quién decía que nadie sabe los abismos de maldad a que puede llegar el alma humana si no conoce el mundillo de catedráticos y profesores universitarios. Algo así. El daño que hacen a la universidad y a la política española es inmenso.
Creado en presente y pasado
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Siria, Trump y los intereses de España
Dos temas clave: a) Dicen algunos que Gibraltar es un peñasco sin mayor importancia. Si fuera así, ¿por qué no devuelven los ingleses el “peñasco”? Para Inglaterra se trata de un (enorme) interés imperial. Para España de un fundamental interés nacional. b) La política exterior de Usa no puede entenderse si conocer el componente mesiánico que la subtiende, y que no es solo la defensa de la democracia, como suele justificarse (el mesianismo soviético se justificaba en la defensa de los explotados). https://www.youtube.com/watch?v=wMpqnrd-x3w
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El problema de Siria parecía haber entrado en vías de solución con la intervención rusa, plenamente legal y pedida por un gobierno reconocido en la ONU. Ese gobierno, el de Bashar al Ásad, venía siendo atacado desde hace años por diversos grupos islamistas y algún otro que se proclamaba demócrata, quizá porque proclamarse demócrata no cuesta nada y permite obtener apoyo exterior. Durante estos años hemos podido contemplar unas atrocidades terroríficas por parte de esos grupos, que disponen de vastos apoyos económicos y políticos exteriores, fundamentalmente de países tan “democráticos” como Arabia Saudí, Catar, Kuwait o una Turquía en trance de volver a un islam agresivo y conquistador, baste ver las declaraciones de Erdogan. Y, por supuesto, con apoyo directo o indirecto de Usa y la UE, que han decidido imponer en el país una supuesta democracia, para lo cual no han vacilado — como en Irak o Libia– en provocar una de las guerras más espantosas en mucho tiempo, dejando en ruinas un país hasta hace pocos años ordenado y relativamente próspero y sin grandes conflictos internos. Por cierto, una de las víctimas principales es la comunidad cristiana, antes numerosa, que vivía aceptablemente bien en regímenes más o menos laicos, y que está siendo masacrada y expulsada en esos países. Un hecho que, por cierto, no ha motivado la menor reacción efectiva, de los poderes occidentales, cuyos carácter anticristiano se manifiesta en su actitud y en su preocupación por impedir lo que llaman “islamofobia”.
La táctica de estas guerras es conocida, porque se ha repetido bastante: de pronto, Usa y la UE, en especial Inglaterra o Francia, descubren que tal o cual gobernante es un tirano, cosa al parecer muy rara en esta zona o en el mundo, y lanzan campañas de opinión pública pintándolo como genocida, etc. Surgen núcleos de resistencia al tirano que se manifiestan en alguna plaza pública sobre la cual concentran sus focos los medios de masas occidentales. Vienen intentos de represión de las protestas, publicitadas al máximo en el mundo como confirmación de la tiranía acosada. En el caso sirio, los manifestantes originarios ni siquiera eran sirios en su mayoría, según han denunciado testigos presenciales, entre ellos misioneros cristianos. Entre los cristianos y gran parte de la gente existe la convicción de que la guerra ha sido organizada y financiada totalmente desde fuera, lo cual tiene mucho de cierto. En estas operaciones se mezclan inextricablemente intereses estratégicos, económicos y políticos que hacen que, por ejemplo, sean los países más fanáticamente islámicos de la zona quienes actúen de acuerdo de acuerdo con Usa, la UE o la OTAN.
Digamos que la UE, en particular, está llevando en el pecado parte de la penitencia. Porque la destrucción de Siria e Irak ha generado una corriente masiva de inmigrantes y refugiados que, casualmente, no acuden a los países islámicos ricos de la zona, sino a la UE, donde crean muy serios problemas. Una UE, repitámoslo, indiferente ante las masacres de cristianos.
La intervención rusa, plenamente de acuerdo con el derecho internacional, fue desde el primer momento saboteada por Usa y la UE, recurriendo a todo tipo de acusaciones y manipulaciones sensibleras sobre las víctima, por otra parte inevitables: ¡como si las intervenciones ilegales de la OTAN y la CIA no hubieran causado y estuvieran causando muchas más víctimas! Parecía que con la subida de Trump al poder en Usa, esa política iba a cambiar, pero de momento todo indica lo contrario. Trump era, desde luego, preferible a la Clinton, una auténtica delincuente financiada, entre otros, por las modélicas democracias de Arabia y Catar; pero Trump no deja de ser un ultranacionalista, que en el caso useño significa imperialista, dispuesto a intensificar la carrera de armamentos y a imponer, con la amenaza militar, los intereses de Usa en el mundo.
Y así, la úlcera siria se ha agravado recientemente con tres hechos: un ataque con gases atribuido al gobierno, el bombardeo de una base aérea siria por Usa, en aparente represalia, y la exigencia de Washington, expuesta a Rusia bajo amenazas, de liquidar en cualquier caso el régimen de Asad. Todo indica una escalada por parte de Trump, en la que Usa, al contrario que Rusia, intervendría de manera ilegal contra un país soberano.
Recuérdese que Obama estuvo a punto de atacar masivamente a Siria pretextando que esta usaba gases o que tenía un arsenal de ellos. Putin detuvo la agresión consiguiendo que Siria destruyese su arsenal de gases (muchos países los tienen). Y he aquí que de pronto se produce un oportuno ataque de esas características, precisamente cuando las tropas de Asad van ganando y por tanto no precisan recurrir a métodos tan extremos. Es obligatorio sospechar que se trata de una provocación para justificar una intervención abierta y masiva de Usa. Por lo demás, nada nuevo: recuérdese la invasión de Irak, justificada con la falsa acusación de las armas de destrucción masiva. Es también conocido el incidente del golfo de Tonkín, en 1964, inventado para justificar la escalada bélica de Usa en la guerra de Vietnam. España tiene asimismo la experiencia de la voladura del Maine, usada como pretexto para invadir Cuba, Filipinas y Puerto Rico. Más recientemente, he recordado en Los mitos del franquismo cómo Carrero Blanco mencionaba las campañas mediáticas de desprestigio contra un país al que Usa pensaba agredir, como parecía estar a punto de suceder contra España al terminar la II Guerra Mundial.
Por otra parte, la casi inmediata reacción de Usa bombardeando a Siria, antes de que una investigación fiable determinase el origen y alcance del ataque con gases, aumenta la sospecha de que se trata de un incidente preparado, probablemente planeado ya por Obama.
En cuanto a la exigencia useña de derrocar a Asad, revela una vez más, la mentalidad del “fin de la historia” que tantos desastres viene causando. ¿Quién es Washington para decidir quién debe o no debe gobernar en cualquier otro país, máxime después de las experiencias desgraciadas de Afganistán, Irak, Egipto o Libia? La arrogancia de tal pretensión es realmente pasmosa, y no puede llevar a buen fin. Muchos apoyamos la invasión de Irak (por mi parte con ciertas reticencias), pero la experiencia debe analizarse y servir para no repetir errores catastróficos como sin duda fue aquel.
Como hemos recordado en “Una hora con la Historia”, permanece la peligrosa mentalidad mesiánica en la política exterior de Usa, que le ha llevado a declarar innumerables guerras y agresiones, de parte de las cuales ha sido víctima España (https://www.youtube.com/watch?v=wMpqnrd-x3w ). Se suele decir que Europa occidental debe su democracia y prosperidad a la intervención militar useña en la II Guerra Mundial, hecho cierto, sin duda (aunque no en el caso de España, libre de esa deuda). Pero esa no es la única guerra en que ha intervenido Usa, y muchas otras, entre ellas las últimas en el mundo musulmán, han sido brutales agresiones, en ocasiones genocidas, que solo han conseguido sembrar un caos sangriento, radicalizar al islam y provocar serios problemas en Europa. Si la intervención de Putin en Siria permitía esperar el final de la guerra civil, la arrogante acción de Trump amenaza complicarla y extenderla mucho más allá.
Todo lo cual debe llevar a plantearnos la postura de España ante la OTAN, nacida contra el expansionismo soviético y que bien podría haberse disuelto a la caída de la URSS. Porque el papel de España en la OTAN no puede ser otro que el de peón de brega de intereses ajenos, bajo mando ajeno y en lengua ajena, en operaciones que podrían dañar seriamente nuestros intereses. Conviene reflexionar al respecto, y en la próxima sesión del programa mencionado, después de Semana Santa, trataremos la cuestión de si sería conveniente y posible volver a la política de neutralidad, tan beneficiosa históricamente, y no solo para España.
Creado en presente y pasado
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Algunas cuestiones liberales
Este sábado, en Una hora con la Historia, hablaremos de cómo el panorama mundial ha evolucionado de modo muy distinto a como se preveía tras la caída del Imperio soviético (El “fin de la historia”, de Fukuyama); cómo las acciones “democratizadoras” han generado enormes conflictos y guerras civiles y terrorismo; cómo la enorme potencia militar de la OTAN va siendo derrotada por otras formas de guerra; cómo han surgido potencias regionales cada vez más fuertes, que amenazan el mundo “unipolar” salido (momentáneamente) de la guerra fría; cómo en la propia UE y en Usa las democracias liberales están entrando en una época de crisis más que económica, realmente ideológica.
Tema anterior: https://www.youtube.com/watch?v=5BjWWju4qd8&t=762s
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(De un Debate con Juan Ramón Rallo, en 2015. En cursiva y negrita las posturas de Rallo)
- Inmigración: El liberalismo defiende la libertad de movimientos de mercancías, capitales y personas. Los derechos individuales no son una licencia o una concesión que cada Estado-nación les otorgue a sus súbditos, sino el reconocimiento de la igualdad moral entre todos los seres humanos.
La igualdad moral entre todos los seres humanos no depende de la licencia o concesión de alguna ideología, liberal o no. O existe o no existe. En cuanto a la libertad de movimiento de mercancías (que no se mueven solas), no puede equipararse a las personas. En nombre de esa libertad se organizaron las guerras del opio, por ejemplo. El estado-nación tiene, no ya el derecho sino la obligación de impedir la libre circulación de mercancías peligrosas y dañinas, así como de capitales relacionados con ellas. Asimismo, la de proteger al país de una invasión “pacífica” de inmigrantes moralmente iguales, pero con culturas, costumbres y valores que pueden entrañar graves conflictos. Además, una cosa es moverse y otra asentarse. El concepto de igualdad moral del ser humano es muy anterior al liberalismo, y la igualdad, en ese plano, se manifiesta en una multitud de desigualdades. Las naciones y las culturas y estados nacionales, con sus diferencias unos de otros, son asimismo manifestaciones de la igualdad moral de los humanos, lo mismo que la formación de asociaciones, peñas o clubs que exigen determinadas normas de pertenencia. La igualdad moral tampoco obliga a nadie a ceder su casa a otros. Los que se oponen a la inmigración irrestricta no son moralmente inferiores a los que la defienden en nombre de un supuesto liberalismo. Ahora bien, quienes defienden la inmigración en nombre de la moral, tienen, por esa razón, obligación también moral de compartir su domicilio y su trabajo con esos inmigrantes, al menos mientras estos no encuentren otro. Y no tienen derecho a imponer su postura y que el estado-nación, es decir, los demás que no comparten sus ideas, carguen con los costes de sus propuestas.
- La vida va inexorablemente ligada a la muerte y, por tanto, la concepción de buena vida de algunas personas puede pasar por escoger el momento y las condiciones de su muerte. Eso, y no otra cosa, es la eutanasia: una buena muerte o muerte digna según la particular perspectiva de quien desea someterse a ella.
Todo suicidio es una eutanasia desde el punto de vista de la persona que lo practica. También puede decirse que es una libertad, por cuanto, aunque se lo prohíba, nunca puede impedirse.Un problema de ese derecho al suicidio es que cada individuo puede tener una idea distinta de lo que es buena y mala vida, o buena y mala muerte. Sobre ese tema hay otras concepciones: no somos dueños de nuestra propia vida, que realmente nos ha sido dada. Por mi parte no me pronuncio al respecto. Por lo demás, la “muerte digna” no es una concepción necesariamente liberal: los nazis o los comunistas la aceptaban igualmente.
- Drogas: El liberalismo reivindica el derecho a la integridad sobre el propio cuerpo, pero no porque el cuerpo humano sea un objeto sacro que merezca una protección absoluta frente a cualquier posible perjuicio, sino porque los daños sobre nuestro cuerpo pueden limitar (en ocasiones, estructuralmente) nuestra capacidad de acción y de consecución de nuestros objetivos vitales.
Obviamente, el argumento es falso. El único que puede decidir sobre la capacidad de acción y consecución de objetivos vitales es el individuo, y si prefiere las drogas y su adicción, es cosa suya, si seguimos el resto de la argumentación ultraindividualista de cierto liberalismo simple. El argumento contra las drogas no puede ser ese: el drogadicto no solo se daña a él, daña también a todo su entorno familiar y social. El individuo no es una isla, y lo que hace repercute inevitablemente en ese entorno. Por eso existen leyes que limitan inevitablemente la libertad individual. Y las leyes provienen del estado.
- Prostitución: El liberalismo también defiende la libertad sexual. Los actos consentidos a este respecto entre adultos no deben ser violentados por otras personas: a saber, lo que pasa en la alcoba es sólo de la incumbencia de las personas que están en ella, no de terceros no invitados.
Con esa libertad sexual sucede lo mismo que con las drogas. Una cosa es decir que la prostitución es inevitable, y otra presentarla como algo inocuo o incluso bueno como resultado de la “libertad sexual”. La prostitución no es solo incumbencia de dos (o más) personas en una alcoba, y suele ir ligada a las drogas y diversas formas de degradación personal y social, a menudo también a enfermedades. ¿Por qué no emplea el mismo argumento que con las drogas en el sentido de que la prostitución daña la “capacidad de acción”, etc.?
- Gestación subrogada: Las tecnologías reproductivas actuales permiten la gestación del embrión en el vientre de una mujer distinta de aquella que aporta la carga genética.
Como en los casos anteriores, aquí desaparece la cuestión moral, que es la que precisamente define al ser humano en relación con los animales. Una cosa es que las técnicas permitan mil cosas, y otras que esas cosas sean buenas o aceptables. El problema no se resuelve tan simplemente.
–El liberalismo no se restringe a asuntos reduccionistamente económicos, sino que promueve una convivencia pacífica y mutuamente respetuosa entre los heterogéneos planes vitales de todas las personas.
De nuevo entramos en un dogmatismo que elude cuestiones fundamentales. Todas las ideologías dicen pretender alcanzar lo mismo. Y la convivencia pacífica y mutuamente respetuosa no existe ni puede existir, al menos con carácter general: las relaciones humanas son inevitablemente conflictivas y generadoras de violencias de mil tipos. Y es el estado con sus leyes –y no buenas intenciones de paz y respeto que todo el mundo puede exhibir sin gasto alguno– el que procura imponer, sin lograrlo nunca del todo, una convivencia aceptablemente pacífica y respetuosa.
Obviamente, el estado tiende a volverse despótico y extender su poder sobre todas las relaciones humanas, y gran parte del pensamiento político occidental se ha dirigido a evitar el despotismo. Pero entender al estado, al modo de los anarquistas, como el enemigo clave que impide a las personas “una buena vida y una buena muerte”, ya cae en el utopismo dogmático.
El fondo de todas las utopías es la negación del carácter moral del ser humano, que sería naturalmente “bueno” y “libre” si no lo impidieran tales o cuales instituciones, el “poder”, el estado o “la sociedad”… que son todos ellos creaciones de ese ser humano naturalmente “bueno y libre”. Los utopistas no admiten el “pecado original”, un mito muy expresivo del paso del instinto a la moral. Es decir, de la animalidad propiamente dicha a la humanidad, con sus cargas, riesgos y dificultades característicos.
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El yo y el destino
**Dimorfismo sexual y pensamiento histérico: http://gaceta.es/pio-moa/dimorfismo-sexual-pensamiento-histerico-02042017-2116
**OTAN-Rusia / El mesianismo en la autoconsideración de Usa como el imperio del bien: https://www.youtube.com/watch?v=5BjWWju4qd8&t=743s
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En la constatación de un misterio o incertidumbre esencial de la vida hallamos dos aspectos: el misterio, y para quién se presenta ese misterio, quién lo constata. Lo constata el “yo” de Omar Jayam, que para el caso es el “yo” de cualquier ser humano, su (relativa) autoconciencia: el yo reflexivo comprueba que, a pesar de sus deseos en contra, la incertidumbre rodea y empapa su destino: no solo desconoce el sentido general de su existencia, sino que, dentro de esta, el futuro al que tienden sus ansias y esfuerzos concretos se hurta en gran medida a sus talentos. Pero ¿qué o quién es ese yo que desearía conocer su destino, el sentido de su vida, pero se da cuenta de que ello rebasa sus capacidades? (Otra cosa es que no se resigne a ello, pues desde la antigüedad más remota viene recurriendo a mil especulaciones y cálculos, rituales mágicos y recursos adivinatorios para averiguar su futuro, ya que conocer su origen parece menos perentorio, una vez comprobaba la propia existencia del yo. Y por lo común este entiende el sentido de su existencia como la obtención de las mayores satisfacciones o placeres mientras esté en vida, aunque rara vez lo consiga. Aplazamos aquí el examen de dichas satisfacciones, tan relacionadas con la moral).
La autoconsideración como “yo”, como individuo o persona particular, tiene una potencia extraordinaria en el ser humano. Sin duda entre los animales existe una relativa autoconciencia: saben cuándo están en peligro y reaccionan ante él, luchando o huyendo, tratan de evitar la muerte o el dolor, perciben el trato cariñoso y el trato agresivo de otros animales o del hombre, obran como individuos para reproducirse, etc. Todo ello viene a reflejar un “yo”, aunque muy primitivo y ligado directamente al cuerpo, como un reflejo de este y de sus necesidades, o al menos así parece. Pero en el ser humano, el yo no solo adquiere una energía especial, sino también una notable autonomía con respecto al propio cuerpo y sus exigencias. Baste observar al efecto cómo le afectan las heridas psíquicas, las heridas a la autovaloración, provocadoras de depresiones, odios y venganzas que pueden llegar al asesinato o al suicidio.
Pero quizá esa autonomía con respecto al cuerpo sea ilusoria. Un Omar Jayam moderno también podía haber razonado así: me identifico y soy identificado y reconocido por otros, primariamente, por mi apariencia física, por mi cuerpo, pero este ¿es realmente mío? ¿Qué quiero decir cuando añado a “cuerpo” el posesivo “mi”? Él funciona por su cuenta, sin mi permiso ni siquiera mi consciencia. No siento cómo digiero, salvo vagamente cuando va mal, ni cómo la sangre llega a todos sus rincones, ni tengo la menor consciencia de las asombrosamente complejas funciones, reacciones químicas, etc., que constantemente tienen lugar en él. Tampoco sus rasgos corporales exteriores dependen de mi voluntad, pues de otro modo yo sería seguramente mucho más fuerte, más sano, más bello… Cierto que puedo dominar el cuerpo, ejercitarlo, cambiarlo y ordenarle tales o cuales actividades, pero solo hasta cierto punto. Es más bien él quien me impone tareas pesadas para alimentarlo y mantenerlo sano, me impulsa hacia el otro sexo para la reproducción o el placer (homosexualidad, zoofilia, etc., aparte), me hace dormir cuando llega la noche, me empuja a huir del peligro… Y si intento llevarle la contraria en todo ello me castiga haciéndome ver dolorosamente quién es el que manda. ¿Poseo yo mi cuerpo o más bien me posee él? Por tanto, cuando hablo de “mi” cuerpo estoy mostrando, por una parte, la potencia del “yo” humano, su empuje posesivo y dominador, pero también su soberbia vana, que me hace emplear un lenguaje impropio, irreal.
El problema se revela también de otros modos. A veces oímos — o nos oímos– decir: “Si yo hubiera nacido en otro país o en otro tiempo…”. Pero nada más lejos de la realidad. Tú eres quien eres precisamente porque has nacido en tal país y en tal tiempo: quienes han nacido en otro país y en otro tiempo no serán nunca “tú”, ni tú ellos, ni puedes decidir nada al respecto, salvo como imaginación caprichosa. Estás determinado por eso. Más aún, has nacido con un sexo u otro, en una familia precisa, con una carga genética determinada, en una cultura y ambiente social determinados… Todo ello te constituye esencialmente, y nada de ello está determinado por tu “yo”, sino al revés, y suele conocerse como el destino, dentro del cual el yo solo disfruta de una autonomía muy limitada y expuesta a mil avatares.
Por eso algunos entienden el yo como una especie de apéndice del propio cuerpo, un epifenómeno o una emanación secundaria de él. Sin embargo, si algo define al yo humano es su capacidad de ir más allá del cuerpo, por ejemplo con un deseo de conocer que no tiene el cuerpo propiamente, y una voluntad que puede imponerse, y en parte lo hace, a las tendencias corporales inmediatas o instintivas. De hecho, entre el yo y el cuerpo existe un conflicto más o menos agudo. La mayoría de las personas no se siente del todo a gusto con su envoltura física: solo hay que ver la enorme industria de productos para mejorar la apariencia o la salud, de consejos y libros de autoayuda para valorarse a pesar de los defectos corporales, etc. El descontento con el propio cuerpo puede empujar al yo a perjudicar su salud deliberadamente y en ocasiones al suicidio (hasta ha habido quien se ha suicidado por ser calvo, parece ser). Y cuando vemos un cadáver sentimos que todo lo que caracterizaba a aquel “yo” no está ya allí, ha desaparecido misteriosamente, y tendemos a pensar que permanece de algún modo en el mundo, ya sea en el recuerdo de sus conocidos o en sus posesiones u obras en general; o en otro mundo invisible.
Observamos, asimismo, que hay personas muy dependientes del cuerpo, hedonistas, de modo que la mayor parte de su actividad se relaciona con “darle gusto”, mientras que otras lo son mucho menos. Incluso en el plano social se han desarrollado y desarrollan ideologías de tipo gnóstico, directamente anticorporales hasta el extremo del suicidio social. Una de ellas es actualmente la ideología de género, que no es en absoluto antihedonista, más bien al contrario, pero que detesta la procreación e, implícita o explícitamente, busca la eliminación definitiva de los cuerpos renunciando a ella.
Por otra parte, tendemos a hablar como Jayam, como si el yo naciese con nuestro cuerpo. Pero propiamente el yo de cada uno se va formando durante bastantes años en el medio social y en los azares de la vida, que difieren para cada individuo. Así, el yo nunca acaba de estar definido y sus manifestaciones pueden variar considerablemente en un mismo individuo. Además, lo que lo define el yo, es decir, la voluntad, conocimientos, aptitudes, gustos o aficiones, incluso la memoria, cambian mucho a lo largo de la vida, y no son lo mismo en la juventud, la madurez y la vejez.
Distinguimos los yoes ajenos por lo que solemos llamar su “personalidad” o su “individualidad”, manifiesta no solo en la apariencia física, sino más aún en actitudes, humores, dones naturales, etc. Pero la idea que se hace el yo de sí mismo es siempre distinta de la que tienen de él otros yoes. Y entre estos últimos tampoco hay la menor unanimidad cuando intentan definir o juzgar a algún otro yo. Esto lo comprobamos constantemente, incluso entre personas que se conocen íntimamente, en las propias familias, donde las impresiones o juicios mutuos pueden resultar hasta opuestos.
Hay otro aspecto no menos “vaporoso”. El yo se manifiesta externamente de un modo, e internamente puede sentirse de modo distinto. Esta discrepancia se da en grados diversos (la hipocresía es uno de ellos), que van de lo normal y tolerable hasta lo enfermizo y poco cuerdo. Así, las normas de convivencia social imponen numerosas restricciones a las tendencias yoicas más elementales. Pero en el propio sentimiento íntimo del yo se da la contradicción. Externamente, el yo se manifiesta en sus acciones — entendidas de manera amplia, también en el lenguaje–; e internamente se manifiesta en sus deseos, a los cuales pueden responder o no sus acciones. Pero es que sus deseos son muy a menudo contradictorios, y en casos graves llegan a anularse entre sí y desbaratar la coherencia interna del yo.
Estas observaciones nos indican que el misterio del sentido de su vida para el yo no es menor que el misterio del yo para sí mismo. Omar Jayam, cualquier persona, no sabe realmente, tampoco, quién es, salvo en una medida muy reducida. Ciertamente este desconocimiento esencial e inevitable no impide, al igual que en relación con el mundo y la vida, un grado de conocimiento parcial, suficiente, aunque no siempre, para “tenerse en pie”, por así decir. Podemos hacer un símil con la guerra, que por su carácter extremo refleja los problemas de la vida: el soldado no sabe, y se supone que no tiene por qué saber, cuál es el sentido general de sus acciones, lo que no le impide combatir. El sentido general lo conocen los mandos más altos. Pero estos, a su vez, no pueden tener la seguridad de que sus intenciones, es decir, el sentido de ellas, vaya a cumplirse en la realidad y no le lleven a alguna derrota catastrófica. Solo que en la vida normal ni siquiera sabemos quiénes son los “generales”, propiamente hablando.
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