*Los manejos de Companys en París y Londres, traicionando a Azaña y a sus aliados del Frente Popular: https://www.youtube.com/watch?v=BXEMHPIlC7M
*Azaña en la guerra: Quizá no fue el principal, pero sí uno de los principales causantes de la guerra: https://www.youtube.com/watch?v=tM1ej5f4snc&t=7s
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La “cuestión judía” se puede resumir así: existe una minoría inasimilable y dispersa por medio mundo, que aspira a dominar al resto de los pueblos y ejerce una constante labor de corrosión de los valores tradicionales (aquí se pueden interpretar como cristianos, “occidentales” en un sentido vago, o raciales). Por tanto, se comportan como una especie de sociedad secreta y, pese a su escaso número, se les encuentra en todos los medios de la alta cultura, de las finanzas y, directa o indirectamente, de la política, dominándolos en general.
¿Qué hay de verdad en todo ello? Es cierto que se trata de un pueblo con casi increíble resistencia a la asimilación, pese a haber vivido en condiciones a menudo muy malas o sufriendo persecuciones. Un caso semejante al de los gitanos, en ese aspecto, pero solo en él. La razón de esta resistencia radica probablemente en la fuerza de sentirse o creerse, pese a todo, el pueblo elegido por Dios, nada menos. Aunque de manera implícita o explícita, otros se han considerado algo parecido, al menos en algunas épocas, ninguno, que yo sepa, lo ha teorizado como una decisión directamente divina comunicada a los judíos primigenios.
Es cierto también que su representación en casi todos los medios de cultura, finanzas, de la diversión, etc., está muy por encima de lo que cabría esperar de su número en una sociedad. Se trata de un fenómeno históricamente nuevo, desde el siglo XIX, pues, aunque siempre hubo algunos judíos intelectualmente destacados, la gran mayoría de ellos vivieron acompañados de la pobreza, a menudo del miedo y sin logros culturales de interés. No obstante siempre hubo una pequeña minoría entre ellos mismos que, por medio de la usura, conseguían gran riqueza e influencia. En Castilla, antes de la expulsión, estos eran muy criticados por su arrogancia y negocios sucios, tanto por los cristianos (conversos incluidos) como por muchos de los propios judíos.
Creo que la raíz de este fenómeno se encuentra en la Biblia, o más bien en el estudio casi obsesivo de la Biblia, por suponérsela la palabra de Dios. En realidad se trata de un libro misterioso o, si se prefiere, como lo harán los ateos, estrafalario, repleto de contradicciones. Lo mismo predica la compasión y la bondad con el prójimo que ordena su exterminio, o insiste en la justicia y describe sin el menor empacho cómo una tribu judía que tenía poco espacio, se enteró de que unos vecinos vivían sin murallas de protección, por lo que fueron sobre ellos, los masacraron y se apoderaron del territorio. Ni una crítica. Estas cosas han obligado a un esfuerzo interpretativo y especulativo ya desde muy antiguo, habiendo rabinos proponían que el mensaje bíblico se refería en realidad a la lucha interna dentro del alma humana, debiendo interpretarse así, por ejemplo, la cautividad y salida de Egipto…
Este esfuerzo especulativo no es exclusivo de los judíos, desde luego, y los griegos, por ejemplo, lo elevaron a la cumbre; pero se ha hecho especialmente intenso en los judíos precisamente por sus especiales circunstancias de minorías segregadas y despreciadas u odiadas, sin país propio, siendo al mismo tiempo el pueblo elegido de Dios y tan duramente tratado por este, como les reprochaba el príncipe Vladímir de Kíef . Ello ha forzado, en mi opinión, tanto el afán especulativo, de instrucción y de dinero (un bien parcialmente independiente de la riqueza basada en la posesión directa de tierras o mercancías), como una peculiar neurosis señalada por muchos judíos, que ha llevado a algunos muy destacados (Marx, por ejemplo) a compartir el odio y desprecio de los gentiles hacia su pueblo. Y de ahí también su sobrerrepresentación en los terrenos de la cultura o las finanzas: un pueblo particularmente inquieto en esos campos
Creo que los judíos, por su historial a menudo atormentado, son especialmente sensibles a la incertidumbre de la condición humana. Y de esa inquietud también el efecto corrosivo de algunas de sus especulaciones sobre las ideas, valores y tendencias tradicionales, incluidas las propias judaicas, desde luego. Esa inquietud resulta perturbadora para el afán contrario, que quiere tener “la vida tranquila” y aferrarse a unos principios o verdades que den sentido a lo que hace. Hitler decía haber descubierto que en toda la industria de la pornografía y la literatura deletérea, subversiva y revolucionaria que destruía el nervio moral de los alemanes, se encontraban siempre los judíos. Pero muchos judíos denunciaban también aquella literatura y degradación de las costumbres, y eran de mentalidad muy conservadora. Y aparte de eso, los valores que propugnaba Hitler eran también subversivos, a su manera revolucionarios y muy poco tradicionales, es decir, cristianos. Parece que quería una vuelta al paganismo, por lo demás imposible después de la larga experiencia cristiana: una postura en el fondo nihilista que no por casualidad acabó en la destrucción de su país.
La contradicción aparece también en Jesús: “No he venido a cambiar la lay, sino a cumplirla”. Pero veamos: “Quien esté libre de culpa, tire la primera piedra”. La ley no dice eso, ni mucho menos. Dice textualmente lo contrario, que con culpa o sin culpa de los apedreadores, se lapide a la adúltera. Es más, si la aplicación de la justicia dependiera de las culpas de de los aplicantes, no habría justicia posible. O bien sus prédicas del amor no brillaban demasiado cuando se refería a la “raza de víboras” de los fariseos, con quienes compartía tantas concepciones religiosas, mientras que deja a los saduceos irse más bien de rositas. Cosa que algunos han explicado por interés político. Pero la vida está llena de contradicciones difíciles de interpretar.