“Desilusiones y grandes amarguras” (I)

 Batalla de Madrid, de noviembre de 1936

   La batalla de Madrid fue la más importante de la guerra y uno de los grandes mitos de la propaganda izquierdista, junto con la “matanza de Badajoz” y el bombardeo de Guernica. Tuvo realce mundial al presentarse como la primera vez que el fascismo era detenido en Europa, y repercutió hasta en la lejana China, donde Mao instruía: “¿Dónde está el Madrid chino? Estará allí donde se logren las mismas condiciones que en Madrid. Hasta ahora China no ha tenido ningún Madrid, y en adelante debemos esforzarnos por crear algunos”.

    La batalla pudo haber sido decisiva en dos formas, y lo resultó en una tercera. Pudo serlo si Franco hubiera tomado la ciudad , pues entonces la guerra habría acabado en pocas semanas o algún mes.

   Y pudo ser decisiva por otra razón que la historiografía suele pasar por alto: porque se dio la gran oportunidad de destruir por completo al ejército de Franco. De tal oportunidad eran bien conscientes los jefes del Frente Popular, al punto de haberlo intentado al menos por tres veces.  El aniquilamiento de su ejército de vanguardia no solo habría dejado a Franco sin su instrumento más eficaz y prestigiado, sino que habría elevado a las nubes la moral combativa de sus adversarios. .

   El doble fracaso del Frente Popular y de Franco en lograr sus objetivos marca el final de una etapa de la guerra, la de la lucha entre columnas y formaciones pequeñas y poco regulares. A partir de entonces ambos bandos organizaron grandes ejércitos regulares, movilizando cada uno más de un millón de hombres, que se seguirían enfrentando duranto dos años y medio. En este tercer sentido fue determinante la batalla.

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Las fuerzas enfrentadas

Se aplicarían en Madrid, en la batalla de noviembre,, entre 15.000 y 20.000 soldados nacionales más otros 10.000 en la sierra, sin propósito de operar en la capital. La punta de lanza del ataque, grupo de columnas que llevaría el peso de la principal penetración, por la Casa de Campo, no llegaría a los 5.000 hombres.

   Por su parte, el gobierno disponía de milicias, compuestas por voluntarios y soldados. En ellas se había depositado grandes esperanzas por considerárselas una combinación de iniciativa guerrillera y combatividad política, vertebradas por la instrucción de tropas regulares y de mandos profesionales: esperanzas que no se habían cumplido hasta la fecha. Estas milicias formaban  unidades muy heterogéneas en composición y orientación política. En el curso de la batalla irían aumentando en número y poder de manera considerable.

   Pero el elemento que se esperaba decisivo eran las unidades regulares, brigadas mixtas que por aquellos días se organizaban con rapidez y se apostaban sobre las líneas de comunicación de Varela o frente a este. Al llegar a la capital las tropas atacantes, estarían en la defensa unos 30.000 combatientes, muchos de ellos con experiencia de lucha por haberse opuesto, aunque sin éxito, a la Columna Madrid las semanas previas. El número de defensores subió a 50.000 en los días siguientes al 6 de noviembre. A ellos había que sumar un número también muy elevado de los que en el exterior amenazaban a las columnas del asalto a Madrid. Las tropas de Madrid las mandaría el general Miaja, asistido por el eficiente coronel Rojo y asesorado directamente por oficiales soviéticos, algunos muy expertos, entre los que destacaba Gorief . Las fuerzas del exterior de Madrid las mandaba el general Pozas.

   De no menor importancia fue la llegada, en aquellos días, de los aviones soviéticos, que en cantidad y calidad desbordaban a sus adversario (pasaría tiempo hasta que la técnica alemana se pusiera a su altura, aunque los aviones italianos eran comparables a los soviéticos). Además llegaron remesas de tanques armados con cañón y ametralladora, más pesados y netamente superiores a los carros de sus adversarios, que no portaban cañón. También eran superiores  en artillería los defensores, llegando a una proporción de 2 a 1, y contaban con la gran ventaja de posiciones más favorables por su mayor altura y facilidad de ocultamiento. Asesoraba la artillería el soviético Vóronof, que se distinguiría en la II Guerra Mundial por sus gigantescas preparaciones artilleras.

   Lo exiguo de las fuerzas atacantes hacía también que no pudieran explotar a fondo sus éxitos lanzando a la lucha reservas de las que casi carecían, ni emprender maniobras de amplio radio de acción . Esta limitación no la padecían los defensores de Madrid, que ya la venían observando, y gracias a ella las tropas populistas habían podido rehacerse una y otra vez.

   Así pues, la tarea impuesta a la Columna Madrid de Varela era claramente desmesurada: conquistar con escasas tropas y armamento ligero una ciudad de un millón de habitantes, defendida por ttropas mayores y mejor armadas. La orden de Franco solo se entiende como un intento de última hora de adelantarse al reforzamiento de sus enemigos, confiando en hundir por completo  su moral, ya muy tocada con la caída de Badajoz. Hechos como la huida de Azaña el 18 de octubre, o la del gobierno en pleno el 6 de noviembre, parecían abonar tales esperanzas.

   Posición de los contendientes

A veces la inferioridad de fuerzas se compensa con superioridad de posición. Mas no era este tampoco el caso. Los atacantes tenían que dispersarse para proteger una larga línea desde Toledo, se hallaban lejos de sus bases, al contrario que el enemigo , con comunicaciones largas y difíciles, expuestas a ataques desde los costados. Y tampoco habían logrado apoyarse en la defensa natural del río Jarama, dejando especialmente expuesto su flanco derecho, por el que sería atacados una y otra vez.

   Los defensores, en cambio, se encontraban con una retaguardia inmediata y maciza, moviéndose en líneas interiores, con la reserva en principio inagotable de la población madrileña y la protección de la enorme masa de edificios, donde se diluía la superioridad de la Columna Madrid para la maniobra en campo abierto.

   Además, al acercarse al Manzanares, los atacantes se veían obstaculizados por un foso dominado por las alturas de la orilla opuesta, desde la que era fácil observar sus movimientos y bombardearlos con más precisión que a la inversa.

   Sin duda, pues, a su inferioridad numérica y  material unían los nacionales una inferioridad de posición marcadísima, la cual volvía en extremo aventurados sus movimientos. Con tal realidad contaron los defensores para lanzar una y otra vez sus contraofensivas.

El problema real

  El plan de ataque de Varela permitía solo una limitada sorpresa, ya que cualquier audacia, como la de un proyecto auspiciado por Yagüe, de atacar por Cuatro Caminos, contraería riesgos muy elevados. Sin embargo aun ese grado de sorpresa quedó anulado al caer el plan de ataque en manos de los defensores, en vísperas del Día D.

   Las condiciones generales en que se planteaba el combate hacen de este un caso muy poco común en la historia militar. Para el historiador el problema no es por qué Madrid resistió (lo asombroso sería que hubiese caído), sino más bien el por qué no llegó a ser aniquilado el ejército asaltante.

   Que los populistas eran conscientes de su superioridad material, a despecho de interpretaciones a posteriori, lo demuestra la prensa de aquellos día. Y lo demuestra, sobre todo, el que intentaran reiteradamente cercar y destruir a sus enemigos, en contraofensivas generalmente bien diseñadas

 

 (De “Desilusiones y grandes amarguras”, en la revista del Ateneo de Madrid Ayeres, septiembre de 1990)

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Política inmediata y política de fondo

 Centenario de la Revolución Bolchevique | Crisis de régimen 
https://youtu.be/WAjgRoukok8

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  Como puede entenderse fácilmente, cada uno de los cinco puntos aquí señalados(https://www.piomoa.es/?p=6273) requiere una fundamentación intelectual, por un lado, y una destreza explicativa inmediata por otro. Es decir, deben ser explicados de manera clara y atractiva, cosa que solo requiere cierta destreza. Observen cómo lo que podemos llamar zapaterismo ha hecho cambiar la opinión de mucha gente a base de presentar de manera atractiva muchas aberraciones: de pronto el aborto era un derecho; el homosexismo una cuestión de tolerancia y democracia, el separatismo también era asunto de democracia, tolerancia, convivencia, etc.; la recompensa a la ETA una muestra de dialogo civilizado y hasta de derrota del terrorismo; la “memoria histórica” significaba “restañar heridas”, avanzar en la democracia  y asegurar una convivencia más sana; la conversión de las fuerzas armadas en un ejército cipayo al servicio de intereses ajenos, en definitiva los intereses concretados en Gibraltar, una muestra de modernidad, lealtad y fiabilidad de España para sus “aliados”. Etc. etc.  Es decir, los mismos hechos que socavan la convivencia, la libertad, a la propia España, que justifican y premian el delito,  se presentan como todo lo contrario. Y los partidos, perfectamente de acuerdo en todo ello, crean constantemente opinión pública utilizando sin tregua los medios de masas. Todos invocan la democracia, desde la ETA o Podemos al PP, el PSOE o la Esquerra… todos resultan a cada cual más demócrata, progresista y moderno. Lo cual priva de sentido a esas palabras.

    Y todo esto ha calado mucho en la opinión pública, después de tantos años de distorsionar la realidad, empezando por la realidad histórica, por lo que contrarrestar su efecto no será nada fácil. Podría resultar fácil si hubiera grandes medios al efecto, pero irlos ganando o construyendo llevará tiempo.

   En un nivel inmediato, una política alternativa debe quitarles esas banderas y dejar al descubierto el engaño. Eso requiere más habilidad y agudeza práctica que otra cosa, es la política del día a día, pero también es algo superficial, y al final quedaría en agitación vana si no va subtendida por una profundización intelectual. Parte de esa profundización, basada en la historia, es precisamente este programa de “Una hora”, que realizamos con plena independencia, sin subvención alguna ni dependencia de ningún partido, pero que puede ser aprovechada por cualquier partido que quiera presentar una alternativa a la actual putrefacción de la politica. Es una labor más a largo plazo que la labor política inmediata, y debe dirigirse sobre todo a ir conquistando la  universidad, que es donde se forjan las ideas que luego adoptan los partidos y mucha gente.

   Por eso insistimos a nuestros oyentes, los que comprendan la trascendencia de este trabajo, en la necesidad de participar en la labor, cosa que pueden hacer de muchas formas: divulgando al máximo este programa en las redes sociales o por otros medios; formando tertulias con amigos para discutir estos temas u otros; contribuyendo económicamente al mantenimiento de Una hora con la Historia. En la actualidad solo son 82 oyentes los que colaboran  mensualmente con entre 5 y 200 euros, la gran mayoría mayoría con cifras bajas. Pero son estas cifras bajas precisamente las que más importarían si el número de contribuciones fuera alto. Por ahora logramos lo justo para ir tirando, sin plantearnos otras actividades posibles o campañas de publicidad. Debe reconocerse que son muy pocos todavía los que se sienten motivados por esta tarea, cosa por otra parte típica de la derecha, que tradicionalmente no ha entendido la importancia de la historia, su relación con la actualidad,  y la necesidad de apoyo económico. Por contraste, Podemos hizo alguna campaña de apoyo económico de este tipo, de microfinanciación, y obtuvo varios cientos de miles de euros. A veces conviene tomar ejemplo del contrario. Repetimos el número de cuenta al que pueden aportar: BBVA ES09 0182 1364 3302 0154 3346

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Adiós a un tiempo: Recuerdos sueltos, relatos de viajes y poemas de [Moa, Pío]

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Lenin o el triunfo del espíritu

Adiós a un tiempo: Recuerdos sueltos, relatos de viajes y poemas de [Moa, Pío]

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Es llamativo que el cien aniversario de la revolución bolchevique, entre el 7 y el 8 de noviembre según nuestro calendario haya pasado casi sin pena de gloria, a pesar de que condicionó tan profundamente la historia del siglo XX, y que sus consecuencias duran en muchos aspectos hasta hoy. Se trató de la primera evolución marxista de la historia, y ahora mismo muchos movimientos ideológicos actuales, tipo feminismo, homosexismo, ecologismo, indigenismos en América y otros, los mismos separatismos, tienen raíces más o menos precisas o diluidas en aquella revolución.

Puede decirse que fue la revolución de Lenin en un sentido preciso: para llevarla a cabo tuvo que enfrentarse a unas condiciones materiales “objetivas” absolutamente contrarias, y enfrentarse incluso a su propio partido bolchevique, a la mayoría de sus dirigentes.

Para empezar, el marxismo, al menos en su esencial carácter revolucionario, estaba siendo abandonado por los “revisionistas” alemanes, que constataban que la predicción de que el capital explotaría y empobrecería más y más al proletariado no se cumplía, sino que era posible explotar las libertades burguesas para mejorar progresivamente. Y el partido marxista alemán, socialdemócrata (nacido como marxista revolucionario), era el único con verdadero poder en los países industrializados, ya que en Francia el marxismo había calado poco, y mucho menos aún en Inglaterra o Usa.  La referencia de las izquierdas rusas era Alemania.

En segundo lugar, la revolución de febrero (marzo) había ocurrido estando Lenin exiliado: tardó un mes en volver, y un mes en aquellas circunstancias es mucho, cuando los demás partidos habían tomado posiciones de poder y dirección.

En tercer lugar, la idea de Lenin de transformar aquella revolución “burguesa” en “proletaria” no era compartida por casi nadie. La idea general, entre los marxistas, era que, siendo Rusia un país mayoritariamente agrícola y poco industrializado (aunque se industrializaba a buen ritmo), era imposible allí una revolución socialista. Había que apoyar a la burguesía hasta  que el país se hubiera industrializado lo suficiente y creado un proletariado masivo. Esa idea la compartían muchos en el propio Partido bolchevique.

En cuarto lugar, prácticamente todo el mundo, partidos y gente común, apoyaban la formación de una Asamblea Constituyente propuesta por el Gobierno Provisional, también La idea de Lenin era precisamente evitar aquella asamblea y sustituir el poder del Gobierno provisional por el poder de los soviets. Pero casualmente esa idea no la tenían los soviets en absoluto, y en ellos los bolcheviques eran muy minoritarios.

La “materia”, las “condiciones objetivas”, mostraron su peso en las jornadas de julio, cuando el soviet de Petrogrado se negó a tomar el poder, los bolcheviques fueron ilegalizados y Lenin pasó a la clandestinidad. Claro que al mismo tiempo el gobierno provisional fracasó en su Ofensiva Kérenski”, pero los bolcheviques quedaron desacreditados y acusados de agentes de Alemania (lo que, objetivamente, eran).

El fracaso influyó en un mayor aislamiento de los bolcheviques y de Lenin dentro de ellos. Solo en septiembre se repondría algo cuando los soviets frustrasen el golpe de Kornílof. Pero, aunque el Gobierno Provisional estaba cada vez más desacreditado, los soviets no se opusieron a Kornílof en pro de un poder socialista, sino de uno burgués.

La consigna “todo el poder a los soviets”, no calaba en los propios soviets, y Lenin, consciente de que se opondría a la mayoría material de aquellos consejos, entendía el asunto de otra manera: sería su partido, por medio del Comité Militar Revolucionario, el que tomara realmente el poder mediante un golpe típico, y después lo “ofreciera”, por así decir, al II Congreso de los soviets, para que este no tuviera más remedio que “aceptarlo”. Y esto fue exactamente lo que sucedió, aunque muchos sovietistas lo rechazaron y el poder real quedó, por supuesto, en manos del partido, con apoyos del ala más extrema de los social revolucionarios. Cuando, en enero, se celebró por fin la Asamblea Constituyente, los bolcheviques volvieron a quedar en minoría , pues  el Partido Social Revolucionario casi lo duplicó en votos. Pero Lenin usó el poder para hacer inefectivas sus decisiones.

En fin, partiendo de una situación prácticamente imposible, Lenin consiguió imponer su revolución mediante un golpe de estado. Pero fue una revolución, realmente totalitaria, primera marxista de la historia y que daría lugar a muchas otras. En solo treinta y pocos años un tercio de la humanidad vivía en regímenes inspirados por el de Lenin, e incluso, algo después, un país comunista pequeño y atrasado lograba derrotar a la superpotencia useña, y otro se había instalado en las mismas barbas del Tío Sam.  Un impulso expansivo como no se conoce otro en la historia. Nadie habría podido imaginarlo en los meses entre marzo y noviembre del 17.

Lenin demostró una voluntad de hierro, una capacidad de cálculo y una comprensión profunda de algunas realidades. No dudó en volver a Rusia bajo protección del Estado Mayor alemán, que por su propio interés financió también su propaganda destructiva en el ejército ruso. Entendió que se había formado un doble poder, y que la palanca para destruir el proceso de marzo podían ser los soviets. Luchó y amenazó dentro de su propio partido para conseguir suficiente apoyo, aunque vacilante, a sus planes, sin poder evitar que algunos como Kámenef y Zinóvief, le sabotearan abiertamente. Consiguió llevar a sus posiciones a alguien como Trotski, que tuvo una importancia excepcional encabezando el soviet de Petrogrado y organizando técnicamente el golpe. Stalin  y otros también estuvieron de su parte. Diseñar la estrategia, convencer a un número suficiente de los suyos, arrastrar a masas considerables y lograr el éxito en solo siete meses y contra fuerzas contrarias que parecían abrumadoras, puede decirse que fue un triunfo del espíritu sobre la materia, por parte del materialista Lenin. Diríamos que fue espíritu, aunque malo, o malo, aunque espíritu.

La consigna con la que llevó inconscientemente a las masas en la dirección querida fue “Paz, Pan y Tierra”. La paz se transformó en una guerra civil feroz que pudo acabar con cerca de diez millones de personas entre los combates, el terror y las epidemias causadas por la situación. El pan se transformó en grandes hambrunas y regiones enteras desabastecidas. La tierra fue distribuida, pero solo como prólogo a su total expropiación y “colectivización” socialista. El espíritu juega estas pasadas. Y en la dictadura del proletariado, el proletariado quedó sometido a un poder que le negaba incluso el derecho a la huelga, pues ¿cómo van a hacer los obreros huelga contra su propio poder?  Con la consigna de autodeterminación de las nacionalidades pasó algo semejante: ¿Cómo va a rebelarse un pueblo contra un poder que le ha salvado de la tiranía y le garantiza la autodeterminación?  El espíritu enloquecido.

Lenin era también un teórico de altura. Frente a los revisionistas justificó la necesidad de la revolución en general, y también en Rusia pese a su atraso industrial. Coincidía con los revisionistas en que el capitalismo, por entonces, ya no era el de libre competencia, sino un capitalismo financiero-industrial, globalizado e interpenetrado (muchos creen que estas cosas son nuevas). Los revisionistas creían que ello creaba buenas condiciones para pasar pacíficamente al socialismo. Lenin, por el contrario, consideraba que ese gran capital internacional simplemente reducía a pura farsa los parlamentos y los gobiernos, que pasaban a depender directamente de los intereses del capital financiero o imperialista,  de los cárteles y trusts, etc.,  por lo que las libertades burguesas se convertían en una enorme mentira. Y que en esa farsa los revisionistas representaban el papel de agentes desmoralizadores del proletariado, sobornados gracias a las superganancias obtenidas de las colonias. Pronosticó que, lejos de asegurar la paz, ese nuevo tipo de capitalismo desencadenaría guerras mundiales, y ahí pareció acertar. La guerra imperialista debía ser transformada en guerra civil para acabar de una vez con el capitalismo. Desgraciadamente para él, la realidad material fue muy otra: los obreros, lejos de ser internacionalistas y pacifistas, apoyaron a sus respectivos países en la gran guerra. De todas maneras, Lenin supo aprovecharla en Rusia, contra todos. Fue un triunfo del espíritu. Del mal espíritu.

Trataremos estas cosas este sábado  a las 21, 30  en “Una hora con la historia”, Radio Inter, OM 918

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Adiós a un tiempo (I) El recuerdo y la vida

Acaba de publicar ud  un libro de recuerdos, relatos de viajes y poemas en Amazon

–En libro electrónico, sí.

–Es un libro muy extraño en la literatura española…

– Lo es. Aunque cualquiera conoce toda la literatura española, o la de fuera… Demasiado amplia. Pero creo que es raro, porque se trata de recuerdos sueltos. Normalmente se escriben autobiografías  o  memorias que quieren ser más sistemáticas y no retazos aquí y allá… en mi blog tenemos a uno que se firma Kufisto y que escribe relatos  de la vida que va pasando a partir de una tasca que regenta, y suelen ser muy interesantes. Eso creo que tampoco es muy habitual, aunque existe una especie de género de columnas literarias que se le parece, como las de Francisco Umbral, pero no es lo mismo.

–Pero hable de lo suyo.

–Sí, recuerdos sueltos, es decir, retazos de cosas que uno ha vivido… Para empezar, los recuerdos son siempre dolorosos: los malos por malos,  y los buenos porque lo que tratan de rememorar ya no existe, se ha ido sin remedio. Uno no lo piensa en general, recuerda en cierto modo como si fuera otra persona, pero ocasionalmente puede ver el pasado, cuando es bueno, como pasado absolutamente íntimo, personal, sin remedio ni vuelta, y eso es desgarrador.  Uno puede alegrarse, en cierto modo, de que los malos recuerdos sean pasado, pero los buenos… Eso aparece también en los poemas.

– ¿No cree que las memorias mienten mucho?

– En la vida de todos hay cosas que le hacen sentir mal, que siente que ha sido uno un imbécil, o un cernícalo, o un gran torpe, no haber estado a la altura, haber cometido grandes errores, egoísmos… Generalmente tendemos a olvidarlo, aunque yo recuerdo muchas de esas cosas, tal vez demasiadas. Pero ante esos hechos, uno tiende a disimularlos, o justificarlos, o buscarles excusas… Si lee usted las memorias de los políticos verá que una gran parte de ellas consiste en disimulos y justificaciones. Porque hay esa necesidad psicológica. Pero quien escribe de sí mismo, por mucho que mienta o trate de disimular, dice mucho más de lo que imagina, se revela más de lo pretende.

–Pero los recuerdos de su libro no van por ahí. Son unas veces pintorescos, de la infancia de otro tiempo o de la adolescencia, otras melancólicos, otras aventureros…, en fin, variados. Como cuando de niños queríais ir de putas. O con escenas como cuando una novia o amiga suya le arañó el brazo hasta hacerle sangre. No aprecio en ellos esa vergüenza o justificación por su pasado

–Claro, claro, eso me lo reservo para mí. Uno puede leer memorias de personajes, pongamos por caso las de Althusser, en que el personaje se disecciona y cuenta cosas que le dejan muy mal. Claro, el hombre estaba muy desequilibrado y en escribir esas cosas supongo que se liberaba…  Un poco como en el psicoanálisis. ¿Requiere más sinceridad escribir así? No estoy seguro. Creo que soy sincero, vamos, lo soy en lo que yo mismo puedo apreciar, pero me interesa, más que dar vueltas sobre mis obsesiones, que creo que tengo pocas, aproximarme a mi vida como ha sido en la medida en que refleja otras muchas vidas. Se titula “Adiós a un tiempo”, porque es eso, memoria de un tiempo que ya no es, y creo que otros podrán verse más o menos reflejados…. O mejor, memoria de hechos que se ha tragado el tiempo, como Cronos a sus hijos, esa es una gran imagen.  De todas formas, aunque uno omita cierto tipo de recuerdos, por pudor o lo que sea, recrearse en lo malo o lo hediondo… La vida tiene mucho de bien y de mal, las dos cosas van casi siempre juntas, como adheridas. Por ejemplo, hay un recuerdo de un amor, un amor apasionado por mi parte. Y allí no digo que en él me porté, a pesar de todo, con un enorme egoísmo que me duele cuando lo recuerdo. En general he sido demasiado egoísta con las mujeres con las que he… tenido relación íntima. Pero solo me importa a mí.

–¿Hay un intento de inmortalidad en escribir memorias o recuerdos?

–Ciertamente lo hay. El que escribe su vida nos está diciendo: no quiero morir, quiero que mi personalidad permanezca, por lo menos entre mis semejantes. En algunas personas no es consciente, en otras lo es mucho. Yo…  Yo soy muy consciente de que eso es inútil, la muerte llega de todas formas y cuando decimos que fulano hizo tal o cual cosa, la verdad es que no sabemos quién es ese fulano, más allá del nombre y de cuatro cosas que podamos saber sin que nos interesen mucho, en el fondo. Mi nombre, el nombre de cualquiera, ¿qué es para las personas con las que no tienes trato personal? Solo eso, un nombre.  Además, con los años me he vuelto bastante misántropo, así que, ¿para qué?, y a veces tengo que luchar bastante para evitar la depresión.  Pero llevo ya años dedicando mucho tiempo a escribir, de esto y lo otro, digamos que me sale de dentro, como al que le da por componer música o pintar o lo que sea, porque sale de él. Es como un instinto, valgan lo que valgan sus productos. Y ya digo en el prólogo: si conocemos poco de los demás, también conocemos poco de nosotros mismos, incluso si tenemos una memoria clara y precisa, siempre hay algo que se nos escapa: ¿para qué estamos aquí?  Eso es un enorme misterio.

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Crisis de régimen y alternativas posibles

La crisis actual va mucho más allá del problema del separatismo catalán. Este solo expone de forma extrema la crisis del régimen formado en la transición. Pese a la enorme propaganda orquestada por el mismo régimen, sus resultados, aunque no del todo negativos, han sido muy precarios, y quedaron liquidados por Zapatero con cuatro grandes operaciones: rescate y recompensa a la ETA por sus crímenes; nuevo impulso a los separatismos hasta dejar en residual la presencia del estado en varias regiones; ley totalitaria de la cheka y la falsificación histórica; leyes antijurídicas de género. Estas operaciones han hundido el estado de derecho, es decir, lo que tenía de democrático aquel régimen, que con ZP se ha transformado en otra cosa sin que casi ningún analista se haya percatado. Con Rajoy, nada se ha corregido, sino que todo ha ido a peor, y ha ido demasiado lejos para pensar en correcciones parciales: los cuatro partidos actuales, PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos recogen la herencia de Zapatero, es decir, traicionan a la democracia y a su fundamento, la nación española. En el fondo son un partido único, con variantes de matiz, y en esto, precisamente, consiste la crisis.

Claro que el mal venía de atrás, recuérdese la exigencia popular de “regeneración democrática” con la que el PP de Aznar llegó al poder… sin luego regenerar nada. Con todo, hasta entonces era posible, o al menos imaginable, la corrección de las graves distorsiones políticas comenzadas con Suárez. Hoy ya no podemos pensar en algo parecido. La alternativa ha de ser radical, aprovechando en lo posible los restos de democracia existentes, limitados  prácticamente a cierta libertad de expresión, aun si marginada.

Esa alternativa debe afectar,

    a) A la política exterior, cada vez más influyente en la interior y que en el actual régimen convierte a España en un país lacayo, gibraltarizado, sin soberanía real y con su cultura e idioma progresivamente colonizados.

   b) A los separatismos y terrorismo, tan complementarios, volviendo a ilegalizar a las terminales de la ETA, centralizando las competencias esenciales de enseñanza, sanidad y otras, y empleando los medios de masas públicos de todo el país en dirección opuesta a la que han seguido, es decir, con información contraria a los mitos separatistas. Debe contemplarse también la ilegalización de los partidos regionalistas que no cumplan esas normas.

   c) A las leyes llamadas de género, proabortistas y anti familia, mediante campañas explicativas que vayan disolviendo las ideas impuestas al respecto en los últimos decenios.

 d) A las políticas inmigratorias, sin supeditarlas a la islamofilia de los países dominantes en la UE.

 e) Al propio funcionamiento democrático, básicamente asegurando una justicia independiente y una nueva ley electoral sobre la base de “un hombre, un voto”: actualmente los votos a PP, PSOE y separatistas, que por algo han formado una especie de bloque de poder, valen más que a otros partidos.

Estas políticas se enfrentan directamente a las derivas que ha venido sufriendo el país, y necesitan un partido que les dé forma y las impulse. ¿Existe hoy por hoy ese partido?

Algunos piensan en “Ciudadanos”, debido a que se opone a los separatismos con más decisión que los otros tres. Sin embargo no deja de ser un partido típico del régimen, que acepta y sigue todas las iniciativas de Zapatero;  y, más aún que el PP, aspira a “combatir” los separatismos disolviendo a España en la UE, política y culturalmente.

Lo más parecido a una alternativa es actualmente VOX, pero es evidente que le falta mucha clarificación y capacidad política para aprovechar unas circunstancias históricas que le son favorables. Es cierto que sufre una marginación por los medios de masas, cada vez más manipuladores y antidemocráticos, pero esos medios también sufren crisis y pérdida de influencia.

En la izquierda, lo más parecido a una alternativa podría ser UPyD. Pero, como en el caso anterior, se encuentra en la misma posición marginal, y en gran medida por las mismas razones.

Superar su manipulación y silenciamiento es una tarea en la que se demostrará o no la valía de un partido. Pero lo primero es clarificar las posturas.

Porque la putrefacción del régimen desde Zapatero no puede continuar indefinidamente sin abocar a salidas probablemente traumáticas.

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