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Mi libro Europa, una introducción a su historia, va dedicado especialmente a políticos y periodistas, porque son ellos los que crean opinión pública, todos prácticamente sin excepción se llaman a sí mismos europeístas y también con pocas excepciones apenas conocen de Europa, su historia y evolución cultural, más que unos cuantos tópicos. Desde la Transición la política española ha carecido de un fondo intelectual que permitiera una acción coherente, y una de sus peores manifestaciones es este “europeísmo”.
Así, se proclaman europeístas lo mismo Podemos que el PP, el PSOE o Ciudadanos o VoX etc. Pero bajo esa palabra se ocultan ideas muy distintas u opuestas, y todas ellas difusas. Podríamos remitirlas en general a la célebre frase absurda y realmente necia de Ortega y Gasset “España es el problema y Europa la solución”. El problema era y sigue siendo más bien el de unos políticos frívolos y con ideas precarias sobre Europa y sobre la propia España. Es decir, ese europeísmo oculta una hispanofobia de raíz. Se trata simplemente de copiar en política y cultura todo lo que se considere que venga de “Europa”, es decir, antaño de Francia y ahora sobre todo de Usa, que desde la II Guerra Mundial ha ocupado el lugar de Europa como centro mundial de la política y de la cultura tanto la alta cultura como la cultura popular. En cambio, sobre lo que pueda salir originalmente de España existe una desconfianza visceral.
En la actualidad, el europeísmo tiene dos facetas principales: un proceso de disgregación de la soberanía, es decir, de la propia nación, en la Unión Europea, supeditándonos en todos los terrenos a las decisiones de la burocracia de Bruselas. Y en segundo lugar la eliminación progresiva de nuestra cultura atacándola en su raíz principal, el idioma. y desplazando progresivamente a este por el inglés, el cual se presenta como la lengua propia de la cultura, del empleo, etc., y se intenta imponer como si España fuera o debiera ser un país bilingüe español-inglés, con este como lengua difundida entre las élites y dejando cada vez más al español para la masa supuestamente más inculta y desde luego más impotente políticamente. En estas dos direcciones están empeñados todos los partidos,y con verdadero entusiasmo. Quizá Ciudadanos sea el más fervoroso.
Es preciso tener en cuenta asimismo cuáles son los digamos valores que caracterizan a la UE y que esta quiere extender coactivamente a todas las naciones y sociedades europeas. Nuevos “valores”: en primer lugar, la ideología LGTBI, con su homosexismo y abortismo, que atentan directamente contra la familia e intentan imponerse totalitariamente; en segundo lugar, el anticristianismo. Obsérvese cómo en toda Europa y quizá de modo especial en España, la denigración, la burla y las expresiones de odio y las agresiones al cristianismo son el pan de cada día, mientras se intenta penalizar como “delito de odio” cualquier discrepancia con la ideología LGTBI; en tercer lugar y ligado a lo anterior, el multiculturalismo, con lo que la propia cultura europea creada a lo largo de siglos y generaciones y basada en el cristianismo, quedaría en el continente como una más, al lado de cualquier otra recién llegada, incluso de la islámica; en cuarto lugar, la inmigración descontrolada, unida a intervenciones en países musulmanes que, so pretexto de democracia, han provocado allí caos y guerras civiles de enorme crueldad; en quinto lugar, una política de acoso a Rusia, que hoy representa lo contrario de todo lo anterior, y en la que el gobierno español actúa con especial entusiasmo de lacayo; en sexto lugar, una tendencia a medirlo todo en dinero, haciendo de la economía el sustento absoluto de la cultura, siendo todo lo demás secundario y opinable. En cierto modo el europeísmo de la UE es perfectamente contrario a todo lo que representa Europa histórica y culturalmente.
Todas estas políticas se encubren como inspiradas por grandes palabras generales como la democracia y la tolerancia, aunque resulten particularmente despóticas y en el fondo, como digo, antieuropeas. Pero no verán ustedes a ningún partido denunciarlas de forma coherente y completa.
Este europeísmo emplea también justificativamente una falacia: que la UE es pacífica y que el proceso de integración europea ha impedido nuevas guerras en Europa desde la II Mundial. Esa paz intraeuropea no ha nacido del europeísmo, sino de la tutela militar useña. Y la UE no ha impedido, sino en cierta medida atizado las guerras que hundieron a Yugoslavia, en plena Europa. Por lo demás, frente al supuesto pacifismo desde la II Guerra Mundial diversos países europeos han sostenido largas y sangrientas guerras coloniales, en general perdidas. Y desde hace años vienen intentando nuevas aventuras bélicas en países musulmanes, muy costosas en sangre y dinero, por no mencionar las responsabilidades en la espantosa guerra de Ruanda, etc.
Otro argumento muy utilizado y que impresiona a mentes simples, es que en un mundo globalizado, con enormes potencias como Usa, China o India, solo puede competirse mediante grandes unidades políticas y económicas. Este argumento puede valer para quienes limitan su pensamiento a “la economía lo es todo”, y ni siquiera. Países tan pequeños como Suiza, Noruega, Israel, Singapur o Formosa son más competitivos, proporcionalmente, que la UE. Y dentro de esta existen profundas diferencias entre Grecia y Suecia, entre Alemania e Italia o entre Francia y España. Medidas unificadoras como el euro, presentado fraudulentamente como un seguro de prosperidad ilimitada, han causado un auténtico desbarajuste, incrementando los efectos de la crisis en países como España.
Por otra parte, el europeísmo suele querer inspirarse en Usa, montando unos Estados Unidos de Europa. Pero la evolución la diversificación cultural y lingüística y política en Europa no tienen nada que ver con la experiencia useña, una experiencia de expansión en buena parte genocida sobre un territorio tan extenso como la propia Europa, pero sobre una base idiomática y cultural única, y con unas élites dirigentes muy homogéneas, hasta racialmente, los llamados WASP. Europa, simplemente, no tiene nada que ver con todo ello. En mi libro sobre Europa trato secundariamente estas cuestiones, pues son más bien de historia periodística, pero debieran dar lugar a debate, lo que no ha ocurrido, claro. La gran mayoría de los políticos y periodistas a los que va dedicado se han guardado mucho de discutirlo, creo que también de leerlo. Pero precisamente por ello es muy necesario insistir.
El europeísmo, en España, no es una solución, sino precisamente un problema. Es preciso planteárselo seriamente, aclarar qué entendemos por Europa, qué proyectos puede haber para el futuro, qué papel tiene la España de Gibraltar y cuál podría tener, y nunca confundir a Europa con la UE, por las razones arriba mencionadas.
En un artículo reciente señalé la ausencia de un proyecto serio de política exterior para España por parte de VOX, partido que pudiera representar una alternativa si logra salir de ciertos tópicos. Animo a sus miembros a debatir estas cuestiones, pues me parece que son quienes están en mejor posición para ello.