Franco, Hitler y la guerra mundial

Sobre la  permanencia de España al margen de la II Guerra Mundial  deben hacerse varias consideraciones  esquemáticas de entrada:

  1. 1.      Fue un hecho sumamente improbable en una Europa en llamas, con presiones de todas partes y variaciones extremas y rápidas de la contienda. Más improbable  por  la posición geoestratégica del país, entre Europa y África y entre el Mediterráneo y el Atlántico, escenarios los cuatros de la enorme confrontación de potencias. Solo hubo un hecho que pudo alterar la  neutralidad, y fue el envío de la División Azul a Rusia, pero que no lo hizo por el modo como se planteó la operación

  2. 2.     Para entender mejor la cuestión conviene señalar que muchas razones pesaban a favor de la entrada de España a favor de Alemania e Italia, dado que estas habían ayudado en la guerra al bando nacional, tenían cierta afinidad ideológica –aunque no debe ser exagerada—con el  régimen de Franco y no existían agravios históricos con ambas potencias. En cambio sí existían serios agravios con Francia, Inglaterra y Usa. Con Inglaterra  pesaba (y pesa) especialmente su invasión de una porción estratégica del territorio español en Gibraltar. Debe recodarse, además, que el Hitler que ha pasado a la historia como uno de los mayores genocidas de la historia, es el Hitler de la guerra mundial desde 1942, no el anterior. Mientras que el carácter genocida de Stalin estaba ya sobradamente acreditado de mucho antes.

  3. 3.     Para España, la neutralidad  tuvo las siguientes consecuencias: a) Libró al país de las devastaciones, bombardeos y deportaciones, etc., que sufrió el resto del continente; b) No la libró de cierta hambre, menor que en la mayor parte de Europa pero bastante aguda durante dos años, debida tanto a la herencia desastrosa de la zona roja como al semibloqueo inglés; c)  Evitó a España la enorme carga moral que supusieron las atrocidades y crímenes de guerra cometidos, en distinto grado, por todos los bandos en pugna.

  4. 4.     En el plano internacional, las consecuencias fueron: a)  Ahorró a Inglaterra un revés desastroso, al tener abierta durante toda la guerra la salida occidental del Mediterráneo; b) Hizo posible la Operación Torch de los aliados anglosajones  en el norte de África c) Facilitó a alemanes e italianos algunas ventajas tácticas menores, muy inferiores desde el punto de vista estratégico a las recibidas por los anglosajones.

Estas breves consideraciones pueden servir para enmarcar la situación y la actitud de los gobiernos españoles por entonces. Sería un error creer que la neutralidad –el período de “no beligerancia” no la alteró en la práctica—fue una decisión mantenida sistemáticamente y como un principio por España, y más concretamente por Franco. Decisiones de ese enorme alcance y con tan enormes riesgos casi nunca se toman sin vacilaciones y cálculos contradictorios. La decisión inglesa de no aceptar la paz con Hitler, muy firme en Churchill, no lo era tanto en otros dignatarios ingleses, y no estuvo lejos de ser impedida, como ha explicado el historiador useño John Lukacs.

   Los documentos que vamos a tratar tienen un gran valor para explicar precisamente cómo tomó Franco sus decisiones y en virtud de qué cálculos según avanzaba y cambiaba el cariz de  la guerra. Son una serie de cartas, algunas manuscritas y otras pasadas a máquina, intercambiadas con Serrano Súñer, con Hitler y Mussolini.

   Debe tenerse en cuenta que al Caudillo no le gustaba en absoluto, de principio, la perspectiva de una guerra europea. Así, ya con motivo de la crisis de Munich, en septiembre de 1938 y durante la batalla del Ebro, crisis que estuvo cerca de provocar la guerra, Franco declaró que en tal caso España permanecería neutral. El posterior pacto entre Hitler y Stalin le llenó sin duda de estupefacción,  y en septiembre de 1939, el ataque a Polonia, un país católico con régimen autoritario, le llevó a extremar su desagrado, pidiendo a todos la limitación del conflicto. Poco antes, en mayo, había advertido en Medina del Campo que la guerra estallaría pronto e iba a ser “más terrible de lo que la imaginación  alcanza”. Y había advertido al embajador italiano que no contase con una alianza militar, dado que España iba a dedicarse a la reconstrucción interna.

    Las razones de Franco son fácilmente discernibles: la anterior guerra europea había dado como resultado una revolución comunista y movimientos revolucionarios por todo el continente, uno de los cuales acababa de derrotar él, precisamente en España. No parecía pensable que una confrontación entre las potencias fascistas y las democracias, por poco que le gustasen estas últimas, terminase en otra cosa que un continente arruinado  donde el  comunismo encontrarían su mejor oportunidad para imponerse.  Por otra parte, en la I Guerra Mundial, España, permaneciendo neutral había hecho grandes negocios vendiendo diversos materiales a los aliados, y quizá podría volver a hacerlos con los dos bandos. No es probable que esto último pesara en el ánimo de Franco pero no dejaba de ser una experiencia conocida.

   Sin embargo, la guerra  en el oeste, en 1940, había resultado increíblemente fácil y poco destructiva para Alemania, que en pocas semanas barrió a los ejércitos inglés y francés –este último considerado generalmente  el mejor del mundo en tierra— Relativamente pocos muertos y pocas devastaciones, ningún caldo de cultivo para nuevas revoluciones comunistas. El propio Stalin felicitó entusiásticamente a Hitler. Se percibía el triunfo de un Nuevo Orden en Europa.

    Eso cambiaba radicalmente las perspectivas, y a España le convenía entrar en el Nuevo Orden en las mejores condiciones posibles. El único obstáculo parecía el rechazo de Inglaterra a aceptar  la paz que le ofrecía Hitler;  e Inglaterra era mucho más que Inglaterra: era el inmenso Imperio inglés, con recursos en principio inagotables. Aun así, de momento  no parecía un gran problema, pues las posibilidades inglesas de invadir el continente eran nulas. El 3 de junio, Franco expresóa a Hitler su deseo de “no permanecer ajeno a sus preocupaciones” y de rendirle “los servicios que Vd. considere más valiosos”. La carta ha solido interpretarse como un deseo de entrar en guerra, pero para entonces esta parecía ganada, de modo que probablemente estaba pensada con vistas al Nuevo Orden. En aquel momento, Hitler no creía tener la menor necesidad de España, por lo que la carta no dio ningún resultado práctico. Y, dato importante, faltaba todavía un mes para que comenzase la batalla de Inglaterra.

   La prolongación de esta batalla, que duraría tres meses y medio hizo que Hitler empezase a valorar seriamente la colaboración española, y que Franco, cuyo interés principal estaba en la reconstrucción del país, se mostrase cada vez más escéptico bajo palabras de apariencia entusiasta.  Serrano Súñer fue a Alemania a preparar la entrevista entre Franco y Hitler, en la que debería decidirse la beligerancia española. Para ello expone unas condiciones que sabe son muy difícilmente cumplibles para Hitler: expansión en África a costa de Francia y grandes cantidades de víveres y armamento. Pero lo esencial es la instrucción que da a Serrano Súñer: “Si nos garantizan una guerra corta, no hay más que completar los preparativos. Pero si la guerra es larga, no nos pueden arrastrar sin tener resueltos los problemas en forma soportable para nuestro pueblo”. Importa mucho la fecha de esta carta: 24 de septiembre, cuando la batalla de Inglaterra está ya perdida para Alemania, con Franco muy consciente de que la estrategia inglesa consiste en aguantar hasta que Usa entre en guerra (por el momento se mantenía neutral, pero ayudando a Inglaterra y provocando a Alemania). En esta carta de concentra toda la política que iba a seguir Franco hasta el final: la guerra será, por tanto, larga y él con las divisiones alemanas en la frontera, no podía dar una negativa abierta a  Hitler, por lo que seguirá una política evidentísimamente dilatoria. No quería engañar a Hitler, a quien estaba agradecido, pero tenía en cuenta, por encima de todo, los intereses españoles. Y para él esos intereses consistían en la reconstrucción del país después de la guerra civil.

   Siempre me asombra que en sus interminables discusiones bizantinas sobre la política de Franco, nadie, que yo recuerde, haya dado a esta carta el valor decisivo y demostrativo que tiene.

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¿Qué va a hacer Rajoy?

Hoy, a las 9,30 de la noche, trataremos en “Una hora con la historia” las relaciones entre el felipismo y la ETA, la salida negociada, el GAL, etc.

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En los últimos tiempos han coincidido tres hechos importantes: el discurso del rey, una amplia e inesperada movilización  patriótica popular, y el empeño de la Generalidad en seguir el camino de la ruptura. Estos tres hechos han obligado al gobierno, muy contra su voluntad, a aplicar la Constitución, o algo de ella, cosa inédita hasta ahora.  Hasta el último momento Rajoy ha presionado a Puigdemont para continuar con sus diálogos al margen de la ley, diálogos por eso puramente mafiosos, insinuando reformas constitucionales al gusto de los separatistas y  nuevas remesas de financiación (“la economía lo es todo”), que han permitido a los separatistas financiarse con dinero de todos los españoles, mantener la inmersión lingüística y utilizar la enseñanza para sembrar el odio a España, perseguir el español común,  y una interminable sarta de ilegalidades. El PP en el poder no ha cumplido ni hecho cumplir la ley en ningún momento, y no por cobardía o flojera, sino porque esa es su concepción de la política: no los acuerdos dentro de la ley sino los “diálogos” fuera de ella.  Tanto los separatistas como el gobierno son en ese sentido delincuentes, unos contra España y la Constitución, el otro indiferente a ambas.

   Hasta tal punto está el gobierno embebido en esa concepción mafiosa de la política que Rajoy declaró que “nadie podía imaginar”  el panorama actual. Después de esa demostración de suprema necedad, si el sujeto tuviera un mínimo de decoro y sentido de la responsabilidad debería haberse exiliado al Gobi por lo menos.

   Una de las acusaciones más injustas al gobierno es la de “no haber hecho nada” frente al auge secesionista. Nada más lejos de la realidad: financiarlo, facilitarle los medios de masas, bloquear la reacción contraria, ningunear a los disidentes, no defender jamás la idea de España, aplicar medidas semejantes a las separatistas en las autonomías donde gobierna el PP… eso es hacer mucho, es casi una actividad frenética.

    El análisis debe tener en cuenta estos precedentes, que los ilusos, incluida una multitud de “expertos” y “analistas”, olvidan a las primeras de cambio. Lo que busca el gobierno es frenar momentáneamente a los separatistas suscitar ilusiones en los ingenuos, recuperar votos, para volver cuanto antes a los chanchullos mafiosos. Porque esa es su naturaleza, como la del escorpión del cuento. Ya en sus primeros dos años de oposición, hacia 2006 señalé que Rajoy no iba a oponerse a los acuerdos delictivos de Zapatero con la ETA. Provoqué entonces la indignación de muchos de esos analistas. Pero es que no se ha opuesto, sino que ha cumplido con fervor, todas las leyes antijurídicas y totalitarias del PSOE, imitando también su corrupción. Ahora esos entendidos de los medios de desinformación volverán a su labor de hacer el caldo gordo al gobierno y los partidos antiespañoles. Porque su entendimiento de la democracia, su capacidad para distinguir lo que es negociable de lo que es esencial e intocable , no existe.

   Y ahora iremos viendo si surge realmente alguna alternativa o continúa la putrefacción de la democracia y de paso de España. Seguiré tratando el programa de VOX, por lo que pudiera ayudar.

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Sobre novela, poesía y demás: http://esradio.libertaddigital.com/fonoteca/2017-10-21/involucion-permanente-rajoy-quiere-seguir-pisoteando-la-ley-118531.html …

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El programa de VOX (II) La cuestión internacional

El último punto del programa de VOX dice así:  

Recuperar nuestro peso en el mundo. El peso que nuestra población, economía e historia merecen, tomando el control de nuestra soberanía en aquello que nos afecta directamente.  

Esto es nada con sifón, palabrería hueca sobre un asunto hoy absolutamente prioritario. Sin contar con la “soberanía en aquellos que nos afecte directamente” algo interpretable en sentidos bastante siniestros, según se decida qué es lo que nos afecta. ¿Y “recuperar”? ¿Cuándo tuvo España peso y cuánto? Debieran especificarlo. En fin, puede significar cualquier cosa y puede decirlo cualquier partido. En el programa electoral de 2016 concretaba tres puntos: Cierre de embajadas de comunidades autónomas, defensa de nuestra soberanía e intereses,  y política de alianzas basada en nuestros valores y principios. ¿Y cuáles son esos principios, alianzas e intereses? Quitando el primer punto, lo demás puede servir para el PP, para Podemos o para C´s:  nuevamente, nada con sifón.

   Lo que expresa el programa es una total ausencia de doctrina, común con los demás partidos. Sin embargo la cuestión se puede exponer en varios puntos concretos y básicos: ¿Nos conviene seguir en la OTAN? ¿Qué pasa con la tradición española de neutralidad? ¿Qué pasa con Gibraltar, no merece alguna mención? ¿Qué política seguiremos en la UE: liquidar progresivamente a España en unos “Estados Unidos” de Europa, como dicen o presuponen los demás partidos, o tratar de volver al Mercado Común? ¿Qué opinamos de los “valores” actuales de la UE: multiculturalismo, cristianofobia, LGTBI, disolución de las culturas nacionales, imposición del inglés como lengua superior, inmigración descontrolada, promoción imperialista de “primaveras árabes” y similares, acoso a Rusia…? ¿Tenemos alguna política en relación con Hispanoamérica?  Y otras cuestiones parejas. Son estos los problemas concreto y cada vez más acuciantes,  y que exigen algo más que retórica hueca, y sobre los cuales ningún partido se define claramente, más allá de cuatro tópicos y de seguir la corriente de otros países presuntamente amigos y aliados, pero con intereses claramente divergentes de los nuestros. España no tiene hoy una  verdadera política internacional. Sin una postura clara, basada en estudios serios y sin capacidad de explicarlos, VOX será inevitablemente un partido más, con la desventaja de ser muy pequeño, con lo que no saldrá de la insignificancia.

       Me permito  invitar a este partido a madurar estas cuestiones. En el programa aparecen como el último punto, y sin embargo deberían estar al lado del de las autonomías, muy en primer lugar. Sin tomar conciencia de estas cuestiones clave, VOX se hará indistinguible de otros partidos y como el menor de ellos.

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 El Gran Necio Infame (Rajoy), ¡amenaza con aplicar la ley! “¡Mira que te aplico la ley, Puchi!”. Le está diciendo, en realidad: “¿Por qué no volvemos a nuestros habituales chanchullos mafiosos al margen de la ley? ¡Puedes ganar mucho más dinero todavía, Puchi! ¿No te tienta? Sé bueno”. Hay que reconocer que ahí el Puchi revela más categoría intelectual y más principios que el Necio Infame. 

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Dos mundos distintos y opuestos.

Eran dos mundos no solamente enemigos, sino profundamente distintos, aunque no faltaran algunos préstamos mutuos, comerciales y culturales. La diferencia clave, que condicionaba las demás, era la religiosa.  Ya mencionamos algunos rasgos que separaban con fuerza la moral y las actitudes políticas y en general ante la vida por parte de las dos religiones. En líneas generales, el cristianismo suponía mayor diferenciación entre  religión y  política; un concepto de la libertad personal que originaría gobiernos representativos; extensión mucho menor de la esclavitud, que se iría haciendo marginal:  ideas muy diferentes del derecho;  mayor autonomía de la mujer; monogamia estricta, bautismo y no circuncisión, etc.

   Las dos religiones tenían cuna semítica, pero el cristianismo se vio desde muy pronto moldeado por la influencia griega y por un universalismo que lo alejaban de su origen judío; y se había asentado en tierras de lengua y etnia no semíticas. El islam era también universalista, pero al mismo tiempo mucho más particularista, por cuanto lo árabe, su lengua y su etnia, se consideraban superiores y en cierto sentido sagradas. La lucha política entre  ambas religiones las radicalizó probablemente en la península, de modo  que los andalusíes optaron por el estricto sistema jurídico malikí, mientras que los cristianos del norte, conscientes de la amenaza definitiva que se cernía sobre ellos,  optaron por un enfrentamiento sin concesiones, como indica Beato, viendo su lucha como una obligada guerra santa contraria a la yijad.

   Las concepciones del derecho diferían asimismo en gran manera: las leyes en España, aunque inspiradas en la moral católica, eran en realidad autónomas y variables, mientras que en Al Ándalus el derecho era directamente religioso, la sharia, que admitía escuelas e interpretaciones ante los casos concretos, pero que básicamente no podía cambiar. 

   Pero dentro de Al Ándalus persistía también una masa de población cristiana. Al revés que en el Magreb, donde la población se islamizó con sorprendente rapidez, en España la islamización sería muy lenta. Aquellos cristianos desarmados y sometidos, llamados posteriormente mozárabes o “arabizados”, porque fueron adoptando la vestimenta, diversas costumbres y cada vez más el idioma de los dominadores, mientras el suyo propio evolucionaba del latín  a formas romances y desarrollaban una cultura propia y original. Soportaban mal su humillada situación en lo que había sido su patria, deploraban “la perdida de España” y mantenían la liturgia hispanogoda. Hubo algunas revueltas, de las que apenas hay recuerdo, y los que podían huían al norte cristiano.  A las autoridades musulmanas no les urgía su conversión, pues de ellos extraían excelentes ganancias mediante los impuestos especiales, aunque estos, a la inversa, pesaban a favor de la islamización. No obstante, a finales del siglo los cristianos debían de constituir todavía más del 80% de la población andalusí.  Muchos debían mirar con esperanza a los reinos del norte, pero al parecer sin demasiada convicción: la fuerza militar y la riqueza económica del emirato que tenían ante sus ojos les haría dudar de una reconquista efectiva por parte de los pobres cristianos del norte.

    Los hispanos islamizados o muladíes fueron adoptando la lengua árabe, abrazaron la nueva fe con espíritu rigorista y  miraban con aversión la corrupción y laxitud religiosa de las oligarquías árabes hacia cuyo poder, celosamente monopolizado, sentían aversión. Conformaban una nueva realidad histórica, culturalmente semítica, que invertía la victoria de Roma sobre Cartago. Así los musulmanes pasaron de ser una pequeña minoría militar extranjera a constituir una franja social  minoritaria pero en aumento.

    Otra diferencia esencial fue la lingüística. El idioma de los cristianos era un latín en rápida transformación en lengua romance, mientras que el árabe, de raíces muy lejanas, era el oficial en Al Ándalus y debía de expandirse con más rapidez que la religión. Las diferencias idiomáticas irían reforzándose con el tiempo, obstruyendo la comunicación, pues poquísimas personas del norte sabían árabe, y en el sur  retrocedía el romance. El idioma encerraba un contenido cultural y, en el caso español, religioso, pues el árabe era el propio de la islamización, precisamente, mientras que el de los cristianos encerraba una larga tradición latina. En Al Ándalus, el árabe  pronto se convertiría también en lengua de cultura.  La invasión había sido esencialmente destructiva, pero poco a poco iría asimilando y modificando parte de la cultura autóctona y recibiendo los aportes de Persia, Bizancio y la India, que darían a Al Ándalus en el siglo siguiente un notable esplendor en muchos aspectos, no solo con respecto a España, sino también a toda Europa, sometida por entonces a las duras pruebas de una segunda oleada de invasiones.  En la parte española, los centros fundamentales de cultura eran los monasterios.

     Asimismo difería la composición étnica. En Al Ándalus abundaban, aun muy lejos de ser mayoría, los magrebíes,  los judíos y una masa esclava traída del África negra y de Europa del este, más una dominante  minoría árabe. La población autóctona se dividía entre cristianos o mozárabes, e islamizados o muladíes. Tal variedad social, cultural y religiosa, volvió casi permanente la guerra civil, que impediría a Al Ándalus sacar pleno fruto de su enorme superioridad material.  Por contraste, el reino de Oviedo y  los demás  núcleos cristianos del norte gozaban de mayor homogeneidad étnica y religiosa, y por tanto  de mayor cohesión (no sin querellas internas, desde luego). Por ello podían sacar mejor partido de su poder político y militar, pese a su debilidad material. Quizá quedasen en la cornisa cantábrica restos de los idiomas ancestrales, que pronto desaparecieron, salvo el vascuence, muy dialectalizado, de modo que dificultaba la comprensión de una comarca a otra. Conforme los vascones  se civilizaban y abandonaban el paganismo, harían del latín y el romance sus lenguas de cultura.

   No menor importancia tenía la organización militar. La oligarquía árabe desconfiaba de la población autóctona, incluso de la islamizada o muladí, de tendencia levantisca,  por lo que  compuso su ejército fundamentalmente con magrebíes y esclavos, en su mayoría de origen eslavo, a fin de impedir una relación estrecha  con la población, que en general los odiaba. Un ejército requiere una organización extraordinariamente compleja, con disciplina y mandos expertos al menos técnicamente, y con una vasta red económica en torno, desde talleres y comercio de armas a la financiación de los sueldos, el aprovisionamiento de comida, ropa, caballos y ganado, etc. En todos estos aspectos, los emires tenían posibilidades incomparablemente mayores que los cristianos. Sin embargo estos, pese a que sus ejércitos eran necesariamente más primarios, tenían a su favor  su composición con hombres salidos directamente del pueblo y muy fuertemente motivados. Dispondrían también de jefes muy hábiles, como demostrarían en el siglo siguiente. Y los islámicos tenían el problema de las fuertes rivalidades entre clanes árabes y entre estos y los bereberes, discordias generadoras de unos rencores que repercutían en la eficacia de los ejércitos.

   Valor crucial tenía asimismo la actitud hacia la mujer, la cual indudablemente era mucho más libre y autónoma en la monógama España, donde tenía derechos y acceso a la propiedad de tierras o casas. La poligamia islámica causaba efectos deletéreos en todos los órdenes:  aparte de degradar a la mujer, era en el fondo un  privilegio de los poderosos, que podían adquirir gran número de  esposas y concubinas, mermando las posibilidades matrimoniales de los varones comunes. Los harenes eran también nidos de celos e intrigas con repercusiones políticas cuando se trataba de los círculos de poder. Las diferencias se extendían, asimismo a las costumbres sexuales y familiares. En estos terrenos, los cristianos entendían las conductas de sus adversarios como viciosas y depravadas, asociadas al lujo de los poderosos musulmanes. Tampoco  admitían los cristianos el matrimonio con verdaderas niñas, y aunque tanto el cristianismo como el islamismo condenaban la homosexualidad,  esta, si bien despreciada,  era bastante común y admitida en Al Ándalus.  

    Las diferencias se manifestaban también profundamente en el arte. Los árabes tomaron de los visigodos el arco de herradura, que iba a caracterizar  fuertemente su arquitectura. Al revés que los cristianos, no tenían pintura ni escultura  propiamente dichas, pues su religión les prohibía la representación de personas o animales, debiendo limitarse a jugar con motivos ornamentales inspirados en las plantas. Por el contrario, el arte pictórico y escultórico sería siempre una característica muy acentuada en España.      

     Las diferencias significativas se extendían a la vestimenta y la culinaria. En la cocina española eran centrales el cerdo y el vino, cosas ambas prohibidas por el islam, aunque en Al Ándalus se observaba cierta laxitud  etílica, subrayada por diversos autores.

   Basten estos rasgos generales para apreciar  hasta qué punto eran España y al Ándalus, en efecto, dos mundos distintos, con visiones contrarias del mundo y de la vida que se afectaban a todos los aspectos de la sociedad. Obviamente no dejó de haber préstamos e influencias mutuas, incluso lingüísticas, pero sobre un fondo de radical oposición.

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El programa de VOX (I)

El programa electoral de VOX para 2016, se expone bajo la consigna “Hacer a España grande otra vez”, una copia de la de Trump, lo que indica una alarmante falta de originalidad. Es una plaga en todos los partidos. Ni uno de ellos se basa en la experiencia histórica española, sino que busca copiar fórmulas “de éxito” de otras partes. Eso, incluso si diera resultado, que normalmente no lo da, revela cierto espíritu servil que lo identifica inconscientemente con el servilismo generalizado de nuestra política y cultura actuales. Cierto que es difícil librarse de ese ambiente, pero si no se intenta, ese partido quedará como uno más con las desventajas del recién llegado.

El primer punto reza así:

Reforma constitucional y un nuevo modelo de Estado.

1.1. Un Estado sin Autonomías

1.2. Igualdad de derechos y libertades de todos los españoles

1.3. Fortalecer el papel del Estado y la democracia constitucional

1.4. Fortalecimiento de las administraciones locales

1.5. Reforma del Sistema electoral

1.6. Democracia interna en los partidos garantizada por la Constitución

 

Creo que son demasiados subpuntos, que la mayoría de la gente no entiende bien,  y que debería centrarse en el primero. Las autonomías podrían ser el eje de una campaña, el centro de la agitación política. Debería incluir una breve y clara exposición de cómo las autonomías ofrecen en 40 años  un balance muy negativo en cuanto a disgregación del país, ataque a la igualdad de derechos, exceso de burocracia y de políticos, corrupción y perjuicios económicos…

   Realmente el estado de las autonomías de ha convertido en un problema extremadamente serio, y mucha gente lo siente así, aunque de manera confusa. Pero está también en la Constitución, la cual exige para su reforma mayorías prácticamente inalcanzables. Por ello, exponer simplemente “un Estado sin autonomías” da impresión de excesiva radicalidad y de imposibilidad real, queda como un buen deseo más bien impotente, que no convence.

   Posiblemente fuera más efectivo proponer un referéndum con tres opciones: a) Dejar las cosas como están. b) Mantener las autonomías, pero recentralizando la enseñanza, la sanidad y el poder judicial (o alguna otra cosa). c) Abolir por completo las autonomías.

   Esto tendría la ventaja de evitar la impresión de radicalidad inconstitucional y de impotencia, lo entendería todo el mundo, y encauzaría positivamente la inquietud y el descontento crecientes que suscitan las autonomías. Supongo que la opción b) sería la más votada, tal como está hoy la mentalidad popular.

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*VOX tiene la oportunidad dorada de convertirse en un gran partido nacional. Ojalá sepa aprovecharla.

*Creo que VOX debería sacar un manifiesto sobre la situación y difundirlo en masa. Un manifiesto corto, claro y contundente

 *¿Van a cambiar PP y PSOE su complicidad con los separatismos? No. Tras el susto del rey y las manifestaciones, volverán a lo mismo.

 * En las aulas de Cataluña y Vascongadas se lleva treinta años adoctrinando –además ilegalmente– en el odio a España. Con apoyo y financiación de PP y PSOE

 *Cómplices del golpismo separatista, por orden: Gobierno, tres mafias políticas, parte importante de la Iglesia, medios de masas de nuestros “aliados” europeos. Estos son los más peligrosos, el principal el gobierno. Para disimular, hablan de Rusia

 *Con Rajoy no solo el separatismo ha crecido a niveles insoportables, sino que este Gran Necio provoca a Rusia buscando nuevos enemigos al país.

 * Para España, la OTAN se resume en Gibraltar, que convierte al país en lacayo de intereses ajenos, y a su ejército en una fuerza cipaya.

 *El PP ha promovido a Podemos para pescar en el voto del miedo. Y ha boicoteado a Intereconomía y a VOX para bloquear toda alternativa.

 *La política para los cuatro partidos no consiste en acuerdos dentro de la ley, sino en chanchullos mafiosos al margen de ella, a los que llaman “diálogos”.

 *Al ignorar y despreciar la historia de su país, los políticos corroen la convivencia en paz y libertad.

 *Al liberalismo español le afecta la misma tara que al marxismo español: rebaja su propia doctrina a niveles muy simples y es incapaz de producir un teórico de altura.

 *Ausentes de patriotismo, los intereses de los cuatro partidos se vuelven absolutos y destructivos de la nación

 *España es la base de la democracia, no la democracia la base de España. Al atacar a la nación española se socava precisamente la democracia.

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