El mito como núcleo generador de la cultura

***Contra la leyenda de un islam culto destruyendo a unos visigodos bárbaros, la cultura en la nación hispanogoda fue muy importante. Y arrasada por los invasores: https://www.youtube.com/watch?v=DGNH4D2w80w&t=2s

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Cabe definir la cultura como el conjunto de las conductas humanas distintas de los comportamientos instintivos animales. La cultura se aprende, pero es innata al hombre, ya que el aprendizaje se da muy limitadamente en el animal. La actividad humana, desde el principio, es cultural. Los animales superiores pueden aprender alguna que otra maña para mejorar lo que les dicta el instinto,  pero equipararla a la conducta humana es como equiparar la capacidad de una planta para crecer con la de un caballo para correr, por el mero hecho de que, en definitiva, ambos se desplazan en el espacio.

  En su esfuerzo por entenderse a sí mismo, el ser humano ha elaborado teorías variadas y opuestas. Una de las más aceptadas en los últimos siglos supone que la cultura en sus variadísimas manifestaciones deriva de la economía (Marx, o de otro modo A. Smith). Esto suena muy racional porque, en resumen, reduciendo la cuestión a lo más primario, sin economía no se come y los individuos, si no comen, mueren. Así que en la base de la cultura deben estar los modos de satisfacer esa necesidad inexorable: primum vivere, deinde philosophare.

    Otros encuentran la raíz de la cultura en el sexo, teoría de aire no menos racional, pues si de la alimentación depende la subsistencia de los individuos, de la sexualidad depende la de la especie. Ambas explicaciones pueden complementarse, y la frase de que el dinero y el sexo mueven al mundo lo expresa en forma ruda. A un nivel más elevado, en los años 60 hubo un renacimiento del marxismo y del freudismo combinados, que en buena medida pervive como tópico ideológico.  Dicho sea lo anterior al margen de las construcciones o doctrinas diversas elaboradas desde ahí: hoy predomina una concepción de la sexualidad desligada y hasta contraria a la función reproductiva. El enfoque freudomarxista, con sus variantes, permanece, si bien parece hegemónica la visión economicista liberal (el mercado como determinante de los valores culturales).

   Pese a su traza racional, cabe oponer que  tanto la alimentación como la sexualidad las comparten el hombre y los animales, y en estos no han generado cultura, solo comportamientos más o menos estereotipados, reglados por el instinto. La cultura, por tanto, no nace de la necesidad de alimentarse o reproducirse. Sin ambas cosas,  claro, el hombre no subsistiría, pero tampoco elaboraría una cultura: no vemos una secuencia lógica entre cultura y economía o sexualidad.

    La actividad humana, lo característico de ella, parte de una psique cuya capacidad de percepción espacial y temporal es cualitativamente distinta de la de los animales. El hombre percibe su tiempo de vida en la tierra como limitado, y percibe un espacio infinitamente más vasto que el ligado a sus necesidades de supervivencia. En estos dos datos, generalmente olvidados, me parece encontrar la raíz viva de la cultura.  Ante el tiempo y el espacio el hombre se siente limitado, insignificante, inmensamente pequeño y débil, de modo muy distinto a los temores que asaltan al animal (o al hombre mismo)  ante peligros concretos. Esta percepción hace al hombre más o menos consciente  de lo incierto de su vida, tanto en relación con lo que puede ocurrirle cada día como en relación con el sentido general de su existencia. La angustia profunda resultante podría paralizarle psíquicamente o impulsarle a acciones destructivas o autodestructivas, y las personas desarrollan mecanismos contra ella. Una manifestación del rechazo a la angustia se muestra actualmente en la gigantesca industria del entretenimiento evasivo, en forma de diversión obsesiva y convulsiva, llena de ruidos, colorines, agitación corporal etc. Ese recurso proporciona una sensación de euforia, a menudo reforzada con drogas, y llena gran parte de la vida de mucha gente; y también se manifiesta en la amplitud de las depresiones, “angustia vital” y otros fenómenos sociales que vienen a ser la contrapartida de ese tipo de rechazo.

   Sin embargo esa angustia esencial y existencial puede encontrar salidas creativas, que son precisamente la savia de lo que llamamos alta cultura (el arte, el pensamiento, la ciencia y, en su raíz, la religión). La necesidad de asumir y reorientar la angustia crea primariamente el mito, un relato explicativo del mundo, de la vida y su sentido. Aunque explicativo quizá no sea el concepto adecuado, si lo entendemos de modo parecido al de explicación racional o científica. El mito es ante todo sugestivo, obra por sugestión. No puede explicar realmente, porque su objeto está más allá de la razón, pero en cambio orienta conductas y aspiraciones humanas en de modo no paralizante ni destructivo. La incertidumbre radical de la vida humana para el propio ser humano, obliga a este a “aferrarse” a alguna creencia, a alguna fe. En ese sentido el hombre es religioso, un “animal religioso”, y el mito es la creación primaria, la sublimación de la angustia. Encontramos por tanto dos reacciones ante la angustia esencial y existencial: rechazo y sublimación.

   Claro que esta concepción presenta complicaciones, empezando por la diversidad de los mitos y creencias religiosas. Por otra parte, ¿y las manifestaciones culturales distintas de la “alta cultura”?

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**Feria del libro: “Los personajes de la República vistos por ellos mismos” “El derrumbe de la República” “La quiebra de la historia progresista” en caseta 237 (Encuentro)

**Caseta 176, Feria del Libro: “Sonaron gritos y golpes”, “Años de hierro”, “Los mitos de la Guerra Civil” (“La esfera de los libros”)

**”Los mitos del franquismo”, “Nueva historia de España”, “Europa, una introducción a su historia”, en caseta 176

“La guerra civil y la democracia en España”, “De un tiempo y de un país” (memorias), “Los orígenes de la guerra civil”, caseta 237

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Por qué no me arrepiento

**Feria del libro: “Los personajes de la República vistos por ellos mismos” “El derrumbe de la República” “La quiebra de la historia progresista” en caseta 237 (Encuentro)

**Caseta 176, Feria del Libro: “Sonaron gritos y golpes”, “Años de hierro”, “Los mitos de la Guerra Civil” (“La esfera de los libros”)

**”Los mitos del franquismo”, “Nueva historia de España”, “Europa, una introducción a su historia”, en caseta 176

“La guerra civil y la democracia en España”, “De un tiempo y de un país” (memorias), “Los orígenes de la guerra civil”, caseta 237

***Contra la leyenda de un islam culto destruyendo a unos visigodos bárbaros, la cultura en la nación hispanogoda fue muy importante. Y arrasada por los invasores: https://www.youtube.com/watch?v=DGNH4D2w80w&t=2s

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(Viene de la entrada “Fachas y progres”)

R … Considero mi trabajo como historiador concluido en lo esencial. Puedo parecer un tanto soberbio, pero creo que ha sido la labor historiográfica más importante y completa acometida en España en muchos decenios. He clarificado temas básicos sobre los que había mucha confusión y falsificación, y he enlazado constantemente con las evoluciones de Europa, cosa que la historiografía española casi nunca ha hecho o no lo ha hecho adecuadamente. Debido a su provincianismo, sobre todo, y al pésimo estado de la universidad en este terreno. Me río, con un poco de lástima, cuando unos historiadores mediocrísimos me niegan el título de historiador, porque creen que es un título que ellos otorgan y no el resultado de un trabajo concreto e independiente. Ciertamente me ningunean y causan cierto daño, pero el daño mayor es para la universidad, para la academia, ya he hablado de ello. En fin, por mi parte empecé por la república y la guerra civil, luego por los separatismos, sobre los que no había nada con visión global, aunque hubiera trabajos interesantes centrados en uno u otro separatismo  Seguí con la posguerra y la transición y el franquismo,  finalmente con la historia general de España y con la introducción a la historia de Europa. Creo, insisto, que ningún historiador español actual puede ofrecer un trabajo de tal alcance. Bueno, si ud conoce alguno…

 Parece que no tiene ud abuela, y que fuera de sus trabajos no hay nada.

R. Los que dicen que mis trabajos no valen, deberían tenerlo muy fácil para demostrarlo y compararlo con los suyos propios. Por supuesto, no lo hacen, aunque espero y deseo que lo intenten de todas formas. Tienen pánico al debate, lo eluden con exhibiciones de una soberbia pueril, y es una verdadera pena, por lo mal que dejan a la universidad. Pero no quiero repetir lo evidente. En la universidad se hacen trabajos buenos y concienzudos en temas  particulares, algunos muy buenos. Pero se trata muy a menudo de una visión por así decir burocrática de la historia, con mucha documentación y poco análisis, y con muchos árboles que ocultan el bosque, y además sesgados por la hegemonía “progre” en las aulas.  Es una pena, pero hoy por hoy es así. Hay que decir que algunos historiadores son realmente burócratas universitarios, tienen esa mentalidad, y eso condiciona su enfoque del pasado.

 No va usted a escribir más de historia, entonces.

 R. Lo he anunciado más de una vez, y luego no lo he cumplido. Últimamente me atrae una historia de la II Guerra Mundial. En mi libro sobre Europa he esbozado una explicación de ella, una guerra de importancia histórica solo comparable a la II Guerra Púnica. La guerra de Aníbal marca el nacimiento de la civilización europea, y la segunda mundial marca el fin de ella. Esto me parece cada vez más claro. Con esta última guerra, Europa perdió su dominio político y militar sobre una gran parte del planeta, también quedó dividida en dos grandes zonas de protectorado, soviética y useña. Y aunque tanto Usa como la URSS están estrechamente relacionados con la cultura europea, son también otra cosa. Pero aún más importante es que Europa perdió su posición como fuente principal del pensamiento, el arte y la ciencia, quedando relegada desde entonces a un papel secundario, dependiente, y, peor aún, pesimista y un tanto destructivo. Solo la economía ha  ido bastante bien, pero en la introducción a Europa insisto en que la economía no es la raíz fundamental de la civilización, sino un derivado de ella. La interpretación económica de la historia y la cultura creo que es en sí misma una muestra de declive intelectual o espiritual, es un arrasamiento de la cultura. Pero, claro, eso tiene que ser elaborado a fondo, no puede quedar en una mera intuición o impresión general.

 Usted, sin embargo, ha hablado del franquismo en un tono increíblemente laudatorio frente a un panorama europeo que pinta con colores tan negros.  

 R.  El franquismo tuvo muchas cosas a su favor: derrotó a todos sus muy peligrosos enemigos internos y externos y creó una sociedad nueva y en muchos aspectos espléndida. Sin embargo colapsó, fundamentalmente por falta de un discurso ideológico fuerte. No creo que pueda volver, pero sus éxitos sugieren que entre sus ruinas pueden encontrarse muchos elementos valiosos, como vengo diciendo, valiosos para la situación social e internacional actual. Tenga en cuenta que no participó en la guerra mundial, y eso es ya mucho…

  Pese a lo cual, ud luchó contra él. ¿Se arrepiente?

R. No me arrepiento. Y aunque me arrepintiese, ello no cambiaría nada. Por otra parte no tengo mal recuerdo de aquella lucha, sin llegar a decir que fuera feliz. Al margen o en relación con la ideología, que hoy me parece una monstruosidad, había la camaradería, el peligro, la impresión de estar luchando contra un enemigo mil veces más potente y que, sin embargo, no lograba aplastarnos. Todo eso era  estimulante, por decirlo así. Aunque comprendo que  no a todo el mundo le agradarían esas cosas. Por otra parte, aunque tratamos de hacer al régimen el mayor daño posible, y le hicimos bastante, así como a una transición que entendíamos como un simple revoco de fachada, distamos mucho provocar su final. El fin del régimen se debió sobre todo a la Iglesia y a una serie de políticos salidos del franquismo pero intelectual e ideológicamente frívolos. Ellos tendrían que ser los primeros en arrepentirse, ¿no? Por otra parte el régimen era muy vulnerable por la pérdida de su discurso en los años 60,  una vez fue abandonado por la Iglesia. Ahora mismo puede usted ver a personas que tratan de  defender al franquismo, pero lo hacen con argumentos tan burdos que mejor sería que callasen o que tratasen de aprender algo más. Es decir, que era fácil sentirse legitimado contra él.  Y todo el discurso antifranquista ha revivido, ahora que ya no hay franquismo, y lo comparten desde Josu Ternera a Rajoy, pasando por casi todos los demás, muy valientes y agudos ellos. Obviamente, con lo que sé ahora y he expuesto en Los mitos del franquismo, yo no habría luchado contra aquel régimen, pero lo hecho, hecho está, y lo mejor es no desfigurarlo y tratar de entenderlo en lugar de darse inútiles golpes de pecho.

 

No obstante, si usted se rebelaba contra aquel régimen solo podía ser porque se sentía oprimido por él, como muchas otras personas. Después de todo no puede negar usted que fue una dictadura.

 R. Bien, eso requiere mucha explicación, empezando por el ambiente social y universitario…

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Cultura y economía

La leyenda de un islam culto destruyendo una barbarie visigoda es una de las más estúpidas. La España de la época  era probablemente el reino más culto de Europa, después de Italia https://www.youtube.com/watch?v=DGNH4D2w80w&t=1s

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Vale la pena observar las diferencias entre las concepciones de cultura de la Unesco, (o propuesta por la Unesco), la del Vaticano II y la de M. Petit. La de la Unesco viene a ser una definición sociológica que gira en el vacío. Trata de abarcar todas las actividades y sentimientos propiamente del hombre en referencia a sí mismo como “proyecto inacabado”, proyecto de sí mismo y para sí mismo: una especie de humanismo ateo en el que tampoco entra la moral. La fe del hombre en sí mismo sin poder decir tampoco qué es él mismo. La cultura sería la inmensa variedad de cosas que hacer el ser humano porque resulta que es humano y está empeñado en ser todavía  más “humano”, sea eso lo que fuere.

   La definición del Vaticano II es muy parecida, e incluso más “progresista”. La cultura, viene a decir, es todo lo que hace el hombre para desarrollar sus cualidades y, nuevamente, “humanizarse más”, y dominar el orbe.  Las dos concepciones están muy determinadas por la fe de la Ilustración en la razón como arma del Hombre para dominar el mundo y determinarse a sí mismo, aunque resulte difícil aclarar contra quién se determinaría o en qué dirección.

   Mucho más concreta es la tercera definición: es el mercado el que determina y permite comprender las innumerables actividades que entendemos por “cultura”. Y aunque supongamos que los productos culturales tienen una dimensión que rebasa el valor del mercado, es la economía lo que permite entenderlos y definirlos.  No lo  dice expresamente pero implica que la consideración de la cultura  más allá de la economía cae en la pura metafísica, en el sentido denigratorio que la palabra ha adquirido en la mayoría del pensamiento actual.

   Esta tercera definición es muy superior a las anteriores, porque establece una jerarquía de valores en los “productos” culturales, mientras que las otras dos ponen todos los productos  al mismo nivel, remitiéndolo a algo tan difuso como “lo humano”: el hombre que se humaniza humanizándose, o algo así. Y en realidad es la concepción , tanto liberal como marxista, que hoy predomina con gran diferencia, aunque con distintos contenidos: en el liberalismo, la economía se refiere al comercio, y en el marxismo a la desigualdad social y la explotación “del hombre por el hombre”.  La concepción liberal pesa hoy mucho más en Occidente, y oímos o leemos a cada paso referencias a la “oferta y demanda cultural”, es decir, de “productos” (mercancías) que llamamos artísticos y consideramos  superiores, como el teatro, pintura, música, literatura…  (el carácter económico de los productos no artísticos cae de su peso). Con noticas de lo mucho que se ha pagado por un cuadro, o de cómo se ha hecho multimillonario tal o cual artista o cantante o actor, o inventor de una técnica, o lo que se ha pagado por un futbolista destacado. El dinero es la medida de la admiración que suelen producir tales mercancías., e, inconfesadamente, del valor real de ellas, puesto que no se encuentra otro modo objetivo de medirlo.

 

 

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“El polivalente y proteico término “cultura”.

**Cuanto más se adora el hombre a sí mismo por ideología,  más miserable se descubre por el arte.

**El ejército español, por desgracia, no nos protege. Protege a la OTAN, con mando, intereses e idioma ajenos. Por obra de políticos corruptos

**”Europa, introducción a su historia”, “Nueva historia de España”, “Los mitos del franquismo”, en caseta 318 de la Feria de Libro, Madrid

**Las fuerzas de la OTAN, incluyendo la cipayas españolas, han llevado caos, guerra civil, odio y desolación a países musulmanes.

**La mujer está para transmitir y conservar la vida, no para abortar y hacer de militar.

**”Sonaron gritos y golpes”, “Los mitos de la Guerra Civil”, “Años de hierro”, en caseta 318 (Esfera de los libros) Feria del libro, Madrid

**Domingo, 28, de 7 a 9 de la tarde, firmaré en casete 237, de Encuentro

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https://www.youtube.com/watch?v=mPdu0fsccYQ&t=1s

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    ”Respecto al polivalente y proteico  término de “cultura”, recordemos la propuesta de la UNESCO:  Puede considerarse hoy como el conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan a una sociedad o grupo social. Engloba no solo las artes y las letras, sino también los modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias. La cultura da al hombre la capacidad de reflexión sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. Por ella es como discernimos los valores y realizamos nuestras opciones. Por ella es como el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevos significados y crea obras que lo trascienden.

   “De su lado, el Concilio Vaticano II la definió así: Con la palabra cultura se indica, en sentido general, todo aquello con lo que el hombre afina y desarrolla sus innumerables  cualidades espirituales y corporales; procura someter el mismo orbe terrestre con su conocimiento y  trabajo: hace más humana la vida social, tanto en la familia como en la sociedad civil, mediante el progreso de las costumbres e instituciones; finalmente, a través del tiempo expresa, comunica y conserva en sus obras grandes experiencias espirituales y aspiraciones para que sirvan de provecho a muchos, e incluso a todo el género humano.

  “Un  muy documentado pero no tan bien escrito,  artículo de M. Petit reitera hasta la saciedad la dificultad de una definición relativamente satisfactoria  del término cultura. “No es extraño encontrar políticos y juristas que se ven desbordados a la hora de enfrentarse a este concepto (…) También es destacable el documento de la Comisión Europea que pretende convertirse en la hoja de ruta de la materia, la Agenda Europea para la Cultura en un Mundo en vías de Globalización. En este documento se da una breve definición de cultura: Generalmente se acepta que es difícil definir la “cultura”. Puede hacer referencia a las bellas artes, incluidas distintas obras de arte, así como los bienes y servicios culturales. La “cultura” tiene asimismo un significado antropológico. Es la base de un mundo simbólico de significados, creencias, valores y tradiciones que se expresan a través de la lengua, el arte las religión y  los mitos (Comisión Europea 2007) De esta forma nos alejamos de la tentación antropológica de tomar la cultura  como un sistema profundo de valores, opción intelectualmente muy válida, pero inoperante desde el punto de vista jurídico y político (…) Aunque consideramos que la cultura y los productos que genera tienen una dimensión que rebasa su valor de mercado, es cierto que ligar la cultura con la economía es la forma más operativa de acotar, definir y objetivar los conceptos de cultura y diversidad” (“Génesis y evolución  de los conceptos de cultura y diversidad desde los acuerdos de la OMC /1944) hasta la Convención de la UNESCO sobre diversidad cultural (2005) Revista de Estudios políticos, 156 (2012) .

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   Todo lo anterior en la introducción a Iglesia y cultura en la España del siglo XX, de José Manuel Cuenca Toribio. Un buen tema para discutir, si les parece bien.

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Fachas y progres.

**Este domingo, de 7 a 9 de la tarde, firmaré en la caseta 237 (Ed. Encuentro, principalmente La guerra civil y los problemas de la democracia en España, De un tiempo y de un país, Los mitos del franquismo, Nueva historia de España, Europa, una introducción a su historia…

 **Si, como dice Cicerón, la ignorancia de la historia infantiliza, España tiene un problema serio: Significado simbólico e histórico del Valle de los Caídos / Casi todo el mundo ignora  cómo y cuándo se convirtió España en nación: sobre la base de una comunidad cultural heredada de Roma:  https://www.youtube.com/watch?v=mPdu0fsccYQ

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(Viene de http://gaceta.es/pio-moa/respeto-franco-quiebra-democracia-europeismo-13052017-0828 )

…Y hablando del carácter confuso del europeísmo español, otro gran problema actual que subyace a la quiebra de la democracia, a esta democracia fallida, es precisamente esa hispanofobia, nacida de la aceptación de la leyenda negra. Una democracia no puede funcionar si entre los partidos no hay al menos una base común de patriotismo y asimilación de la historia. Por eso ha venido funcionando, por ejemplo, en Usa e Inglaterra. Pero cuando eso no se da, los partidos no conocen límites y sus intereses particulares se anteponen a cualquier interés común, lo que lleva a la disgregación y los odios exacerbados. Como pasó en la república y pasa ahora.  Por esa razón publiqué el libro Nueva historia de España.

 ¿Es que se considera usted especialista en el conjunto de la historia de España?

R. No hay nadie especialista en el conjunto de la historia de España, claro. Lo que aborda el libro son una serie de cuestiones esenciales, tratando de clarificarlas porque sobre ellas se han echado grandes masas de confusionismo, que a menudo quiere pasar, además, por científico. Y para esa clarificación se necesita solo un conocimiento algo profundo de la historia y cierto sentido de la lógica. Desde el “desastre” del 98 se han multiplicado los disparates sobre España y su pasado, empezando por intelectuales como Ortega y Gasset, un pensador muy interesante, pero que en asuntos de historia y política no dejó de desbarrar prácticamente hasta la guerra civil y su vuelta a España. Solo entonces empezó a ver más claras estas cosas. Según él, y tantísimos más, España tenía una historia “anormal”, “enferma”. Solo podía decir tales cosas porque sus ideas sobre los demás países europeos no pasaban de cuatro tópicos, como sigue ocurriendo hoy mismo. Son los “gárrulos sofistas” que denunciaba Menéndez Pelayo.

No he leído ese libro suyo, pero supongo que incide en una línea digamos conservadora 

R. A partir de cierto nivel, el conocimiento de la historia no es conservador ni revolucionario ni liberal ni fascista. Es una aproximación mayor o menor a la verdad del pasado. Claro está que la verdad absoluta es inasequible, pero con un poco de sentido crítico podemos ver cuándo los supuestos expertos se alejan más o menos de ella.  Nueva historia de España aborda cuestiones clave, como le he dicho: cuándo nace España como comunidad cultural, cosa fácil de entender y sobre la que se han dicho grandes disparates y puerilidades en plan “académico”. O cuándo nace España como nación. O si hubo o no Reconquista y su significado. O por qué durante un siglo y  medio destaca tanto  España en todos los terrenos, cultural, militar y político. O cuáles son las causas de su decadencia. O por qué ha resultado tan triste el siglo XIX, arreglado a medias por la Restauración. O por qué se llegó a la guerra civil. Etc. Sobre todas estas cuestiones he avanzado tesis nuevas o bastante nuevas. Y volvemos a lo de siempre. Todo ello es debatible, pero el debate racional es imposible con una universidad y unos medios de masas tan degradados y esterilizadores. Lo mismo digo sobre mi libro de síntesis de la historia europea: sus enfoques son nuevos, pero necesitarían un debate serio. El debate es señal de vitalidad intelectual, su ausencia revela lo contrario.

En otras palabras, ud pretende clarificar intelectualmente la historia para cambiar la política, una política que califica de fallida

R. Exactamente. ¿Le parece una pretensión excesiva? Una democracia fallida como la nuestra puede conducir a cualquier desastre, y su propia caída puede resultar un desastre a su vez, si no va acompañada de una clarificación intelectual de fondo. Y eso precisamente es lo que intento aportar, también con el programa de radio Una hora con la Historia. Como le indiqué, es indispensable desplazar a la actual clase política, porque está demasiado enfangada, yo diría podrida. Pero ¿cómo se la puede desplazar sin ocasionar posiblemente un trauma mayor? A mi juicio, debemos partir de una clarificación intelectual. Deben surgir nuevos políticos, nuevos dirigentes, más ilustrados, más decentes y más patriotas que los procedentes de la Transición. Y esos nuevos políticos solo pueden salir de la universidad. Pero nos encontramos con que la universidad actual está en poder, precisamente de esa clase política, a la que aporta relevos cada vez  peores. Una hora con la Historia insisto mucho en la necesidad de llegar a la universidad, de disputar ese terreno. El problema es difícil, porque nuestros oyentes y lectores, en su mayoría, ya no están en la universidad, y los que están se muestran un tanto pasivos o, peor aún, derrotistas. Insisto mucho en que divulguen el programa en las redes sociales, entre sus conocidos, etc., pero la respuesta hasta ahora es débil. Por otra parte necesitamos hacer campañas de publicidad por nuestra cuenta, lo que exige un apoyo económico al que siguen siendo renuentes la mayoría de nuestros oyentes. Como vemos, es un círculo vicioso del que solo podríamos salir movilizando a nuestros oyentes, lo que estamos lejos de conseguir por ahora en proporción suficiente.

 

Movilizar a los fachas, quiere usted decir…

R. Los llamados fachas son en general patriotas, pero tienen una idea de la historia simplista, a menudo retórica y roma. Y detestan la democracia porque tienen una idea de ella tan simple y falsa como la izquierda,  y la rechazan. La izquierda, sin ser tampoco demócrata, conoce el prestigio de la palabra y siempre encubre sus fechoría con su bandera. ¿Recuerda ud cuando los fraudes de Banca Catalana de Pujol salieron a la luz y él se envolvió en la “señera” para evitar ser procesado? Pues algo así hacen los partidos proetarras, separatistas o proseparatistas, corruptos, etc., para conseguir la impunidad y quedar además como defensores de la libertad:  envuelven sus fechorías en la palabra democracia. Generalmente los que ustedes llaman fachas tienen una receta mágica para explicar las cosas: todo es cuestión de masones, de sionistas o de lo que se tercie. Una vez llegan a ese “descubrimiento”, ya descansan mentalmente, ya creen entenderlo todo. Yo prefiero los “fachas” a los  progres hispanófobos, proetarras, etc.  pero no me identifico con ellos. He realizado y sigo realizando un gran esfuerzo por analizar muchas de estas cuestiones y naturalmente puedo estar equivocado en bastantes aspectos, pero no me quedo tranquilo con cuatro tópicos simplistas. He escrito un ensayo sobre la masonería, que viene a ser una religión sucedánea gnóstica, iniciática y secretista,  desde luego incompatible con el cristianismo, etc. Pero ¿qué nos aporta decir que tales o cuales políticos son masones? En realidad nada, porque además hay masones políticamente diversos. Lo que nos interesa es analizar su discurso, mostrar sus incoherencias o contradicciones y sus efectos dañinos, y oponerles un discurso diferente. Pero, claro, no puede ser un discurso a base de retórica y tópicos o de simple añoranza del pasado. Volviendo al franquismo, es esencial investigar y defender la verdad sobre él. Un régimen así no puede volver, pero es esencial investigar qué hay de aprovechable en él, qué se podría aprender de él en circunstancias históricas diferentes como las actuales… Ese es parte del sentido de mi trabajo. Yo aporto munición intelectual, una tarea muy laboriosa, pero es preciso que otros quieran y sepan utilizarla.

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