En la próxima sesión de Una hora con la Historia hablaremos del bombardeo de Guernica, en torno al cual sufrimos actualmente otro bombardeo a base de mentiras.
Sesión anterior: https://www.youtube.com/watch?v=OHZgfnXiALk&t=9s
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Los datos y argumentos que hemos expuesto en torno a la neutralidad pueden sintetizarse así: 1.- Nuestros supuestos aliados en la OTAN tienen muy poco de aliados para España. 2.- La supuesta defensa de la democracia por la OTAN está resultando muy contraproducente precisamente para la democracia. Máxime cuando la evolución de la UE sigue una tendencia más bien totalitaria. 3.- La serie de guerras brutales y caóticas derivadas de las intervenciones de la OTAN, y su política de cerco y acoso a Rusia no tienen nada que ver con intereses españoles, sino al contrario. 4.- Dentro de esas intervenciones, España está desempeñando el papel de sumiso subalterno y no parece posible que tal situación varíe. Y 5.- España tiene un solo enemigo potencial, Marruecos, que por una parte es también aliado de Usa y de Francia y por otra resulta demasiado débil frente a España: para hacerle frente no nos es precisa la OTAN.
Todas las conveniencias pesan, por tanto, a favor de la neutralidad de España, con salida de la OTAN y una política tenaz y enérgica de recuperación de Gibraltar, punto estratégico clave en nuestra defensa. Ahora bien, una cosa es lo conveniente y otra las posibilidades de realizar lo conveniente. Contra la salida de la OTAN se suelen ofrecer tres argumentos fundamentales: a) fuera de la OTAN España quedaría aislada. b) La OTAN es indispensable para la modernización de nuestras fuerzas armadas. c) La posición geoestratégica de España es tan importante que la OTAN no aceptaría la neutralidad de España, y nos impondría de un modo u otro la permanencia.
Veamos la consistencia de tales argumentos.
En primer lugar es obvio que una política de neutralidad no supone en ningún caso aislamiento. Ni Suiza ni Suecia ni Irlanda, por ejemplo, están aisladas. La neutralidad, más bien, permitiría aumentar las relaciones con las diversas potencias y maniobrar a favor de la paz en el mundo, particularmente en nuestra área de mayor influencia, es decir, norte de África y Mediterráneo. Suiza ha desempeñado tradicionalmente un gran papel en ese sentido. El argumento del aislamiento es simplemente absurdo, refleja una mentalidad un tanto lacayuna, hoy muy extendida, por desgracia.
El segundo argumento, referente a la modernización de nuestras fuerzas armadas, también cae por su peso. La doctrina militar de la OTAN sigue dos direcciones: intervenciones militares rápidas, aplastantes y decisivas en cualquier punto del globo, y mantenimiento de una superioridad militar, tanto tecnológica como cuantitativa, sobre cualquier otra gran potencia que pueda surgir en tiempos previsibles. En cuanto al primer punto, tenemos ejemplos de intervenciones aplastantes y rápidas, pero de ninguna manera decisivas, como hemos visto en Irak, Afganistán o Libia; y con efectos muy dañinos para Europa. En cuanto a la carrera de armamentos entre la OTAN y Rusia, China o cualquier otra, tampoco interesa a nuestro país. España debe desarrollar una doctrina militar propia, referida a su área principal de intereses estratégicos. La doctrina de la OTAN en estos ámbitos nos es innecesaria, incluso perjudicial, según vamos viendo. A España le conviene una doctrina defensiva y promotora de la paz, sin injerencias mesiánicas en los asuntos de otros países. No es preciso estar en la OTAN para disponer de un ejército fuerte, motivado y creíble para cualquier adversario potencial, mientras que dentro de la OTAN solo puede correspondernos un papel de peón de brega sumiso.
El tercer argumento afirma que la OTAN no consentiría la neutralidad española. Esto viene a ser una confesión de que los países dirigentes de la OTAN no son amigos y aliados, lo cual es cierto como hemos visto; serían una especie de chantajistas o mafiosos a quienes no tendríamos más remedio que pagar la protección, lo cual es falso. Y aunque es verdad que tanto la OTAN como la UE tienden a destruir las naciones en función de los intereses de unas oligarquías cada vez menos democráticas, ese designio está aún lejano y probablemente fracasará, porque va contra realidades históricas y culturales profundas. Desde luego, la neutralidad de España sería vista con mucho desagrado por la OTAN, pero sus posibilidades de impedirla son escasas frente a un eventual gobierno español algo firme y sólido. Y si la OTAN replicara a la neutralidad con maniobras provocadoras o agresivas solo conseguiría transformar la neutralidad en hostilidad, que es lo último que le conviene en una zona tan sensible. Neutralidad no es hostilidad, seguiríamos compartiendo con la OTAN ciertos valores e intereses, y en caso de peligro extremo cabría la cooperación. Por eso una España neutral pero no hostil, sería para la OTAN un mal menor que no tendrían más opción que aceptar.
Y ya hemos visto cómo España supo mantenerse neutral en circunstancias tan tremendas como las dos guerras mundiales, cuando el remolino bélico amenazaba con tragarse a toda Europa. Podemos imaginar muchas dificultades a la neutralidad española, pero, en condiciones de paz o relativa paz como las actuales, siempre serán dificultades mucho menores que las de aquellas dos guerras mundiales. Es obvio que falta hoy por hoy algo esencial: un conocimiento del problema por la opinión pública, y un gobierno patriótico y democrático que represente los intereses españoles y no los de otras potencias tradicionalmente poco amigas de España.
Existe la evidente necesidad de abrir un debate sobre estas cuestiones absolutamente cruciales. Un debate que los partidos, gobiernos y medios de manipulación de masas actuales tratan de impedir. Por esta razón reiteramos el llamamiento a los oyentes de Una hora con la Historia a difundir, apoyar y comentar en las redes este programa.
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“El Charco de la Pava es una venta de los alrededores de Sevilla, camino de San Juan de Aznalfarache. Su dueño, Eduardo “el Chanchi”, es un hombre gordo y optimista, que recibe a sus clientes en la puerta (…). Del automóvil de Fernando Granada descendemos su mujer, Tina Gascó, el coronel Sotelo, José Ignacio Sánchez Mejías, Pepe Bienvenida, Antonio Iglesias, Pepito Sánchez Mejías y yo (…) La juerga empieza inmediatamente, como empiezan todas las juergas, tristemente, arrastrándose, hasta que el vino va caldeando los ánimos y las incoherencias. Eduardo, el ventero, caldeado desde hace treinta años (…) presume de afeminado. “No es que yo sea marica, ¿sabe usted?, pero, vamos, aficionadillo sí”, suele exclamar para justificarse (…) La Narda, Joaquín, otro ventero, ha hecho célebre su venta por eso, por el mote y por sus ademanes y parla afeminada (…) Pepín Bello, grande amigo de Ignacio Sánchez Mejías, (…) me contó que hace años en Sevilla (…) invitaron a un amigo a merendar Este amigo era un hombre muy del Norte, serio, formal, grave y circunspecto, matemático él (…) “¿A dónde le llevaremos?” “Pues hombre, a la venta de La Narda”.
“Después de comer –decía Pepín , me presenté en casa de Ignacio. Yo (…) llevaba unos botines blancos preciosos. Ignacio me miró en cuanto entré. “¿Qué te has puesto?”. “Pues ya ves (…)” No se habló más de los botines. Al gran rato Ignacio se me presenta con cuatro pares de botines blancos. “Ya verás lo que se me ha ocurrido”. Me eché a temblar; las ocurrencias de Ignacio eran siempre terribles. “Ahora va a venir ese (…) y vamos a gastarle una broma. Nos ponemos todos los botines blancos; no tendrá más remedio que reparar en ello, y cuando nos pregunte el por qué, le explicaremos que allí, en la venta de La Narda, el dueño y todos los dependientes son maricas, y que el único medio de que a uno le dejen en paz es llevar botines blancos, algo así como un salvoconducto de integridad personal, ¿comprendes?” (…) Llegó nuestro hombre, y, efectivamente, se extrañó mucho de aquella unanimidad de los botines blancos, y entonces le explica la causa Ignacio. “¡Caramba, caramba! Pero, oiga, ¿no podríamos ir a otro lado? “¡Quite usted, si la venta de La Narda es lo mejor de Sevilla, si usted no tiene perdón de Dios de no conocerla! Además, todo está previsto, aquí tiene usted un par de botines blancos; póngaselos y no tenga cuidado alguno: va usted tan seguro como si fuera recubierto con una armadura del siglo XIII” (…) Nada más llegar, Ignacio puso en antecedentes de la broma a Joaquín, el ventero, es decir, a la Narda, que era un águila y enseguida se percató de su papel. Nos sirven jamón y vino; la Narda empieza a contar sus cuentos, que eran soberbios. El amigo, al principio muy escamado e inquieto, entró en situación y reía de buena gana (…) Lo único que preocupaba al amigo era que la Narda se había sentado a su lado y, de cuando en cuando, le lanzaba miraditas tiernas y le daba palmadas en el muslo. Los dependientes, la Celia, la Pelos, más afeminados aún que el dueño, iban y venían con sus movimientos de caderas ondulantes (…) En esto la Narda se acerca más al amigo y le dice muy gachonamente: “¡Qué ojos más bonitos tiene usted, caballero!”. El amigo pega un salto en la silla, y alargando primero un pie y luego el otro, se los metía casi en las narices de la Narda, mientras gritaba con todas sus fuerzas: “¡Eh, cuidado! ¡Mire usted, mire usted, que llevo botines blancos!” ¡Cómo se reía el pobre Ignacio”
La broma, obviamente, había ocurrido antes de la guerra, en la república o acaso antes, pues Sánchez Mejías había muerto en 1934, de una cornada. Pero después de la guerra establecimientos como el de La Narda o de El Chanchi, continuaban abiertos. El relato es de Antonio Díaz-Cañabate en Historia de una tertulia, en los años 40, no queda claro en cuál.
¿Conviene la OTAN a España o sería preferible la neutralidad? En caso de ser preferible, ¿sería posible en el actual escenario mundial? https://www.youtube.com/watch?v=wMpqnrd-x3w&feature=youtu.be&a
**Paradójicamente, de pocas cosas se ha hablado más y se conoce menos que del franquismo.
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Es incuestionable que los judíos tienen una gran deuda de gratitud con Franco, y muchos han expresado su reconocimiento, aunque otros muchos no. En diciembre de 1944 el Congreso Nacional judío acordó agradecer al gobierno español sus gestiones. Madrid aceptó la propuesta de ocuparse no solo de los sefarditas, sino también de los askenazíes , si bien los alemanes solo concedían a España autoridad sobre los sefarditas, y con restricciones.
Surgían otros problemas, explícitos en la protesta de Lequerica a las peticiones del Consejo Judío: “Desde hace tres años España viene accediendo reiteradamente y con la mejor voluntad a cuantas peticiones presentan las comunidades judías (…) habiendo dado ello lugar a enérgicas intervenciones no solo en Berlín, sino en Bucarest, Sofía Atenas, Budapest, etc., con desgaste evidente de nuestras representaciones diplomáticas(…) Gracias a esas gestiones numerosos israelíes de Francia han podido pasar nuestra frontera (…) Otros se han visto eficazmente protegidos (…) en Francia, Holanda y otros países, y gran número de sefarditas han visto mejorar considerablemente el trato que sufrían en los campos de concentración y aun han podido salir de estos (…) Pero siendo esta la situación, no puede menos de causar profundo sentimiento al gobierno español el advertir que por empresas periodísticas, de radio o de difusión de noticias controladas por elementos israelitas, especialmente en Estados Unidos, se hacen intensas y reiteradas campañas calumniosas contra España”. (Según lo he citado en Años de hierro).
Como la calumnia es la gran industria del antifranquismo, algunos afirman que si Franco hizo algo por los judíos fue en 1944, cuando ya se percibía claramente la derrota alemana y los Aliados presionaban severamente a su régimen para que los ayudase. Es otra descarada falsedad, pues desde la misma ocupación alemana de Francia en 1940, comenzaron a afluir a la frontera española sefarditas y no sefarditas, a menudo indocumentados, y siempre fueron admitidos. En cambio en Suiza, y creo que también en Suecia, bastantes judíos que escapaban del nazismo fueron devueltos a sus perseguidores. Por lo demás, como también he recordado en Los mitos del franquismo y en la entrada anterior de este blog citando a Ariel Sharon en su visita a Auschwitz, la preocupación de los Aliados por la persecución judía fue ciertamente escasa. El que fue jefe de gobierno israelí, Menajem Beguin, en su libro La Rebelión, afirma: No puede decirse que los forjadores de la política británica en Oriente Medio no quisieran salvar a los judíos. Sería más correcto decir que ansiaban que los judíos no se salvasen. Escribí estas duras palabras fundándome en el estudio y en el análisis de los hechos. En los años cuarenta y cincuenta carecíamos de documentos para probar nuestra grave acusación. Sin embargo llegó el día en que la verdad, la verdad más horrible, fue confirmada con ayuda de documentos históricos”. Y cita casos como los 40.000 judíos húngaros cuyo transporte a Turquía por la Cruz Roja, de paso para Israel, frustró el gobierno inglés, como también frustró la aplicación de fondos, desde Suiza, para salvar a judíos franceses y rumanos, por la dificultad de colocar a un número considerable de judíos, si fueran rescatados. Es sabido asimismo que Eichmann, encargado del transporte de judíos a los campos de concentración, ofreció entregar a los Aliados nada menos que un millón de judíos, que cruzarían a través de España, a cambio de 10.000 camiones. La oferta fue rechazada, lo que, bien mirado, no deja de ser una conducta criminal.
A la vista de estas y otras actitudes por el estilo, cabe plantearse el inmenso valor del salvamento de decenas de miles de judíos, de manera directa o indirecta, al permitirles el paso por los Pirineos y el embarque para Usa. Sin recordar cosas como estas no se valorará adecuadamente lo que supuso la política española de entonces, por parte de un gobierno que realmente no debía nada a los judíos, que en su mayoría se le mostraban y siguieron mostrando hostiles. Los motivos fueron exclusivamente humanitarios, lo mismo que la acogida de cierto número de nazis al terminar la guerra, o la cooperación con el Mosad para evacuar a decenas de miles de judíos de Marruecos.
No puede decirse que la gratitud oficial de Israel fuera muy grande. Por el contrario, colaboró durante años con el criminal (y por fortuna fallido) aislamiento internacional que pretendía crear hambruna masiva en España. Por otra parte, la diplomacia española cultivó especialmente, y con éxito, a los países árabes e hispanoamericanos para romper aquel aislamiento.
La política de Franco, dentro de unas líneas generales bien claras de defender los intereses españoles, fue siempre muy realista y flexible. Se menciona a menudo su tesis de la “conspiración judeomasónica” contra España y la Iglesia, pero, creyera más o menos en ella y le atribuyera mayor o menor influencia en la política internacional, no dejó de ayudar a los judíos perseguidos ni de mantener relaciones que terminaron siendo bastante fructíferas con Usa, pese al carácter masónico que algunos achacaban a sus gobiernos. Los acuerdos con Usa no impidieron mantener una línea de independencia de España, bien clara en su actitud hacia Cuba, y no por simpatía a Castro, a pesar del embargo useño; o su negativa a participar en la guerra de Vietnam y su aviso al presidente useño Johnson de que perderían aquella contienda. O el cierre de la verja de Gibraltar después de derrotar diplomáticamente a Inglaterra en la ONU.
Una de las cosas que podemos aprender del franquismo es, aparte de su flexibilidad y realismo, su carácter patriótico, hoy día ausente en los cuatro partidos, que compiten por liquidar la soberanía de España. Porque sin un patriotismo básico, los partidos se convierten en elementos de disgregación y hasta de guerra civil. Esto lo saben muy bien los useños y los ingleses, pero aquí no se acaba de entender. Porque, entre otras cosas, no se ha entendido tampoco la democracia.
Usted se ha quejado de que en libros como el reciente sobre el fraude en las elecciones del Frente Popular no le citen, a pesar de que usted lleva años, casi en solitario, diciendo que las elecciones fueron fraudulentas.
R. En primer lugar, yo no digo que se trató de un fraude, sino que lo demuestro. El examen de las actas hecho por los dos autores del libro es un dato importante, porque corrobora algo que dejé claro hace bastantes años. Pero el fraude no consiste en que se falsificaran más o menos actas, sino en las condiciones mismas de un proceso electoral que duró tres meses, desde el 7 de enero en que se disolvieron las Cortes, hasta el 7 de abril en que se destituyó a Alcalá-Zamora. Fue un proceso de gran violencia en acciones y palabras. La propaganda de izquierdas hablaba en términos de exterminio y sus dirigentes amenazaban con no aceptar una victoria de la derecha. Lo mismo que no la aceptaron en 1933. Eran los mismos del golpe revolucionario y separatista en 1934, y se sentían orgullosos de él, contra los que entonces (como el mismo Franco) habían defendido la legalidad republicana. Este dato tan reveladora casi nunca es citado: parece como si todos los partidos tuvieran de entrada la misma legitimidad, y no fue así.
En la jornada electoral, las masas se echaron a la calle, en varias ciudades los responsables de asegurar el escrutinio huyeron, como dice Azaña, y lo mismo hizo el jefe del gobierno, Portela, entregando el cargo, para la segunda vuelta, a Azaña, cuya victoria no es que fuera dudosa, es que en tales condiciones no debía ser aceptada democráticamente. Luego el proceso continuó con una “revisión de actas” en las Cortes, en medio de amenazas y demagogia desbocada para quitar más escaños a la CEDA, y se coronó con la destitución ilegal de Alcalá Zamora. Todo ello en medio de asesinatos, incendios y despotismo del nuevo gobierno. La república ya había quedado herida muy gravemente por la insurrección revolucionaria-separatista del 34, y se hundió definitivamente en esas elecciones. Todo esto lo he detallado, así como un factor que casi todos los historiadores, por no decir todos, pasan por alto: el papel de la campaña sobre las supuestas atrocidades de la derecha en la represión de Asturias en 1934. Esa campaña no fue solo un fraude más: dividió a la sociedad española más profundamente que nunca y creó el ambiente de odio exacerbado que se manifestaría en la guerra civil. Es una clave esencial.
Y hay otro problema en aquellas elecciones, y es el hundimiento de las opciones moderadas, de los partidos llamados de centro que se presentaban como equidistantes de unas derechas e izquierdas extremistas. Lo he expuesto como una manifestación de un proceso de radicalización y demagogias de la época, en España y en Europa. Aunque la CEDA no era un partido extremista, como se le ha pintado mil veces, sino moderado, pero la imagen de derecha reaccionaria y fascista que le atribuyeron las izquierdas ha tenido éxito, incluso hasta hoy. Su fracaso, debido en gran medida a Alcalá-Zamora, impidió otra salida que no fuera el choque abierto, bélico.
Sin embargo el análisis de las actas es definitivo y ya no deja lugar a duda alguna. En ese sentido puede considerarse superior a sus aportaciones anteriores.
R. Definitiva ya era la relación de hechos que he explicado. Y puede parecer superior a quienes no tienen un pensamiento democrático en España, que son la inmensa mayoría, tanto en la derecha como en la izquierda, como he expuesto en La guerra civil y los problemas de la democracia. El nuevo libro tiene valor porque aporta un detalle nuevo e importante. Es como si un misil derriba un avión de pasajeros sobre territorio libio, por poner un ejemplo, y se sabe que el misil partió de una base militar libia, y que el gobierno libio ha perseguido a quienes intentaban investigar el hecho. Pues está claro lo que ha pasado y realmente no hace falta nada más para probar la responsabilidad del gobierno libio. Ahora bien, supongamos que un periodista logra acceder a la orden concreta del ministro para que se lanzase el misil. Esto no añade nada esencial, pero indudablemente tiene gran relevancia como corroboración de detalle de lo que ya se sabía. El libro de los dos autores vale no porque descubra nada esencialmente nuevo, sino porque añade una valiosa corroboración a lo ya sabido.
Con todo, parece que los autores no han estimado los trabajos previos de usted. ¿Cómo lo explica?
R. Volviendo a la primera pregunta, yo no me quejo: me limito a exponer unos hechos bien a la vista, y que cada cual saque sus conclusiones. Y en primer lugar, no he sido el único en estudiar los hechos. Ricardo de la Cierva y otros lo hicieron antes, aunque creo que yo he sido quien más los ha clarificado como elecciones fraudulentas. Como existe el Dictamen sobre la ilegitimidad de los poderes actuantes el 18 de julio de 1936, un documento bien fundamentado en términos jurídicos. En segundo lugar, los autores conocían perfectamente mis aportaciones, pero, aunque ellos son más bien de derechas, colaboran en la campaña de silencio contra mis obras. Y no puede extrañar: demostrar que aquellas elecciones fueron fraudulentas es demostrar no solo que el Frente Popular fue un fraude, que destruyó la legalidad republicana y llevó al borde del abismo la subsistencia de España como nación unida, la subsistencia de la religión y la cultura cristiana, de la propiedad privada, etc… Es que además demuele todo el discurso político enhebrado ya desde antes de la Transición por historiadores como Tuñón de Lara y su escuela. Un discurso aceptado con más o menos matices por la mayoría de los políticos, periodistas e historiadores, incluso de derecha. Se han creado así intereses políticos muy fuertes, y es comprensible que, tras el impacto de Los mitos de la Guerra Civil, se haya organizado esta campaña de silencio sobre mis trabajos. Pero la verdad termina siempre abriéndose paso. Observe que los autores del libro son tan timoratos, que no solo me han silenciado, es que además tratan de evitar el debate sobre la legitimidad de la república y el Frente Popular. Tiran la piedra y esconden la mano para no incomodar demasiado a los de la memoria histórica y apologistas de la república. Esto, además de cobarde, es infantil.
Y déjeme recordar que el nivel intelectual y moral de la universidad española, excepciones aparte, es deplorable. En él compiten la mediocridad con la pedantería y esta con la deshonestidad intelectual. Esta crítica se ha repetido mucho, sin que se le vea remedio. Hace poco, al señalarlo, me escribieron un reconocido catedrático de historia medieval..:
Tienes mucha razón en lo que dices y denuncias. No creo que puedas imaginar a qué grado de vileza moral y pobreza intelectual han llegado las facultades de Historia.
… y un profesor de instituto:
Como hice la carrera de Historia puedo decir con base que tienes razón. Nuestros profesores no eran más que una banda de estafadores intelectuales. Hace poco tuve en prácticas en mi instituto a un joven recién licenciado, de la misma facultad en que yo estudié. Me enseñó el libro de Historia Contemporánea de uno de los sinvergüenzas que siguen trabajando allí (libro que por supuesto hay que comprar si quieres aprobar). Lo abrí por las páginas de la llamada Revolución Comunista. ¿Qué decía el golfo que había escrito aquello y que ejerce de profesor universitario? Defendía el golpe de estado de los bolcheviques contra la naciente democracia rusa, decía que Lenin había librado a Rusia del ominoso zarismo, etc. Me pareció tan asqueroso que cerré el libro y lo devolví inmediatamente. Mi única alegría fue que ese joven me dijo que sí, que el libro era una porquería llena de “historias” parecidas. Confiemos en que al final la juventud abra los ojos.
Pues así estamos. Se ha denunciado mil veces, y en vano: la mediocridad compite con la pedantería, y la pedantería con la deshonestidad intelectual. En fin, es preferible tomarlo con humor: no sé quién decía que nadie sabe los abismos de maldad a que puede llegar el alma humana si no conoce el mundillo de catedráticos y profesores universitarios. Algo así. El daño que hacen a la universidad y a la política española es inmenso.