ch6 La angustia esencial en la condicion humana/ El espíritu de España

Dice usted que la explicación profunda de la historia está en la religión y no en la técnica y la economía, porque el hombre precisa de la fe para sostenerse en un mundo misterioso que le desborda. ¿Qué quiere decir con eso, en concreto?

La historia política es muy viva, muy cambiante y dramática, en cambio la religión es muy lenta, puede mantenerse con escasos cambios durante cientos y hasta miles de años. También la economía puede seguir esencialmente igual durante muchos siglos, por lo que hallamos ahí un contraste interesante: ¿puede lo que apenas cambia explicar lo que cambia constantemente?

¿Puede?

Sí, claro. La historia, y el mundo en general, se nos presentan  como un caos de sucesos e impresiones, y la mente busca una explicación, que llamamos profunda,  a ese caos superficial. Lo buscamos  en movimientos de largo plazo, igual que intentamos explicar las acciones a menudo inconexas o incoherentes de las personas por lo que llamamos “su carácter” o “su temperamento”, que apenas varían. Sobre esa base podemos entender mejor sus actos y tendencias.

Pero, ¿por qué la gente precisa una fe para sostenerse? La gran mayoría se sostiene, es decir, vive con naturalidad sin pensar mucho en religiones ni en fe.

Volvamos a Omar Jayam, creo que nadie ha explicado mejor y más concisamente que él el carácter misterioso de la condición humana. Ha expresado de modo totalmente racional lo que casi siempre, a la gran mayoría, se les presenta como un sentimiento vago, que surge en tal o cual momento, generalmente relacionado con la muerte. Lo que expone Jayam racionalmente son los límites de la razón, la imposibilidad de la razón para penetrar en el fondo de nuestra propia condición, en un misterio que sobrepasa todas nuestras capacidades:  ¿por qué y para qué está aquí cada uno de nosotros o la propia humanidad? Esto desborda de paso la explicación económica de la historia. Naturalmente, necesitamos comer, y sin ello nos morimos, pero la visión economicista no dice que necesitemos comer para vivir, sino que inevitablemente vivimos para comer. Para comer más y mejor. El prometeísmo nos dice en definitiva eso, que vivimos para comer, la religiosidad nos plantea para qué vivimos.

Si la cuestión de por qué y para qué vivimos es un misterio inaccesible a nuestra razón, ¿qué capacidad explicativa puede tener? ¿Y por qué debería importarnos?

Veamos, esa imposibilidad es causa de una angustia esencial: ¿qué sentido tiene nuestra vida? A esa pregunta no podemos contestar racionalmente, y sin embargo nos atenaza y es preciso darle una salida. Esa solución son  los mitos y los ritos, es decir, las religiones, que nos explican el origen y fin del mundo y el papel del hombre en él. Obviamente, son explicaciones imaginativas, basadas en analogías, que exigen la fe porque no pueden reducirse a algo como “estudio para ser ingeniero”, o “evito el alcohol por razones de salud” . Las religiones calman esa angustia esencial, esa es su función, y al calmarla permiten al hombre dedicarse a los afanes de la vida, disfrutar de ella, mejor o peor, o soportar sus frustraciones y sufrimientos sin desesperarse. Por eso todos los pueblos han concedido enorme importancia a la religión como el eje de su moral, y más ampliamente de su cultura.

Sin embargo está claro que las religiones no son verdaderas. Muchas han existido y se han extinguido, dicen cosas diferentes y nadie creería hoy  en sus viejos mitos.

Decir que no son verdaderas es aplicar la razón a algo que la desborda, eso ocurre también con el arte. Son verdaderas, por así decir, en la medida en que consiguen aplacar la angustia dando impresión de sentido a las actividades humanas y a la propia muerte. Y aunque racionalmente no puedan justificarse, creo que la razón puede, por así decir, pulimentarlas. Esto ya ocurrió en Grecia, que sometió los mitos a crítica, en buena medida incomprendiéndolos. La razón trató de sustituirlos por la búsqueda del sustrato necesario de la vida, por la Necesidad. Pero la necesidad tiene el inconveniente de su total indiferencia a los deseos, preocupaciones y libertad de los humanos. Es inapelable y el hombre solo puede tratar de adaptarse a ella o quitarse de en medio. A los dioses se les puede implorar, confiarse a ellos, pedirles cosas… En la Biblia, los profetas piden a Dios clemencia cuando este decide castigar a los judíos, o se le pide buena suerte en las empresas de los creyentes. Las calamidades podían interpretarse como resultado de faltar a la fe o de ofender a la divinidad, y todo ello calmaba la angustia, nunca por completo, desde luego, pero sí en grado suficiente.  En cambio el concepto de necesidad no permite imploración, es un Dios por completo indiferente a la inquietud humana. Esta diferencia es muy importante. Modernamente se ha querido sustituir la religión por la ciencia, pero ya hemos visto cómo la ciencia no aplaca la angustia, sino que la exacerba sin remedio.  

   Usted no cree en el esquema de Comte. Ni tampoco explica las grandes diferencias entre unas religiones y otras.

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Galería de antifranquistas ilustres en “Una hora con la Historia”: https://www.youtube.com/watch?v=-fn3bGUQrSg

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El espíritu de España

Si hablamos del Siglo de oro y lo comparamos con las generaciones actuales, cabe recordar un comentario de Vicens Vives sobre la existencia histórica, difícilmente explicable, de generaciones de tremendo empuje creativo y de otras opacas y anodinas. Indudablemente, en las críticas habituales a aquellos tiempos cabe percibir cierta envidia de los anodinos e incapaces  hacia los creativos, digámoslo así. El espíritu del Siglo de oro era muy distinto del de los españoles actuales. Esto viene planteando muchos problemas el principal de ellos es el por qué se produjo la decadencia, por qué cambió el espíritu. Es fácil entender que en la segunda mitad del siglo XVII, España no solo va siendo derrotada militar y políticamente, sino que también pierde originalidad e impulso cultural, hay cierta sensación de agotamiento, que ya expresaba agudamente  Quevedo en su célebre soneto “Miré los muros de la patria mía”.

   Así, pocos años después de la Paz de Westfalia,  la impresión que daba España era de una decadencia tan profunda que Luis XIV trató de satelizarla;  y no menos significativas son las palabras con que el tratadista católico Fénelon se lo desaconsejaba: “De España no tenéis más que el peso, como un peso muerto: os abruma y os agotará”.  “Es una nación no menos envidiosa y suspicaz que imbécil y envilecida (…) Los españoles no harán nada bueno y os harán sucumbir con ellos”. Es cierto que España resurgió como gran potencia militar,  capaz de derrotar todos los intentos ingleses de destruir su imperio (si bien no logró recobrar Gibraltar), pero políticamente pasó a una posición auxiliar de Francia. Y culturalmente  su retraso podría resumirse en tres puntos: anquilosamiento de la universidad, expulsión de los jesuitas y ausencia de una academia de ciencias.

El hecho es que cuando, un siglo después de la Guerra de Sucesión, Napoleón emprende la conquista de España, lo hace convencido de atacar a un país en profundo atraso y  declive, lo cual  era cierto en lo referente a sus oligarquías políticas e intelectuales. En cuanto a la población, se equivocó: demostró no ser decadente, sino muy vital; pero también incapaz de producir una cultura y organización superior. A la derrota de Napoleón no le sucedió un resurgimiento del país sino su época de mayor decaimiento, que se prolonga hasta la actualidad, con la excepción parcial de “la era de Franco”.

Diversos tratadistas han explicado la decadencia por el abandono del “espíritu español”, sustituido por el afrancesamiento primero y luego por el caos entre afrancesado y anglisizados del XIX. Pero la cuestión es: ¿podía haber sido de otro modo? ¿Estaba agotado el espíritu del Siglo de oro y ya había dado de sí todo lo que podía? ¿O se había practicado una especie de traición a él y cabría recobrarlo de algún modo? Ya he señalado la dificultad de abordar el problema desde el catolicismo.

Nueva historia de España: de la II guerra púnica al siglo XXI (Bolsillo (la Esfera))

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20 de noviembre. Errores de Franco

Un 20 de noviembre, hace 44 años, fallecía Franco, el mejor gobernante que ha tenido España desde Felipe II, y con cierta semejanza con este, ya que tuvo que bregar con una oposición exterior amplísima, y como él consiguió vencerla o tenerla a raya. Es el mejor, y también el mayor estadista de Europa occidental por sus logros, que repetiré brevemente: venció en una muy difícil guerra civil contra totalitarios y comunistas, salvando a España de la disgregación y la tiranía, cosa que merece la gratitud también del resto de los europeos, a quienes evitó verse entre dos regímenes comunistas; libró a España de la guerra mundial, otra proeza que merecerá eterna gratitud; venció una peligrosa guerra de guerrillas comunista; inició el período de paz más largo que haya vivido España en siglos, y que continúa a pesar del empeño de algunos desalmados en destruirá; venció a un criminal aislamiento impuesto por regímenes soviéticos, democráticos y dictaduras varias; reconcilió a los españoles haciéndoles olvidar los odios locos que destrozaron la república, y dejó un país próspero y con la mejor salud social de Europa. Gracias a todo ello, la democracia pudo venir por la propia evolución interna de España y no impuesta por el ejército useño e indirectamente por el soviético; es ahora, tantos años después de muertos Franco y el franquismo,  cuando la libertad y el estado de derecho y la misma paz e integridad nacional se ven amenazados por un conglomerado de partidos supuestamente nacionales y separatistas.

Comparado con este conjunto de logros y hazañas, palidece cualquier otro estadista español desde hace siglos, y también los europeos contemporáneos de Franco, como he explicado en otros momentos. Un amigo me preguntaba haciéndose el irónico: “¿Cometió algún error Franco, según tú?”. Ciertamente tuvo errores y seguramente cometió injusticias. Esto es inevitable. Pero comparando los errores con los aciertos, estos pesan más,  incomparablemente más.  No obstante, tuvo un error de gran calado y fue la excesiva identificación de su régimen con la Iglesia, declarándose católico y tratando de cumplir todas las exigencias de los obispos. Era inevitable, porque él se sentía muy católico, porque identificaba la propia historia de España con el catolicismo, cosa francamente excesiva y no muy cristiana (“Al César lo que  es del César, etc.”), porque la Iglesia fue durante más de dos décadas un importante apoyo internacional, y porque los cuatro partidos del franquismo solo se identificaban en declararse católicos.  Coincidían también en un espíritu patriótico,  algo menos los católicos políticos, cosa natural, y no debe olvidarse que desde pronto sufrió el régimen las maniobras e intrigas  de la parte antiespañola del clero vasco y catalán, que pretendían resucitar los separatismos.  Como es sabido, tras el Concilio Vaticano II, la Iglesia, antes tan favorable a la confesionalidad, declaró la separación de la Iglesia y el estado, lo que podría haber sido positivo si no hubiera acompañado esa separación de una solapada hostilidad y corrosión al régimen que la había salvado del exterminio y a la propia idea de España, al colaborar con separatistas y comunistas. Aun así, el franquismo no se derrumbó como podía haber ocurrido y provocado una nueva catástrofe, sino que Franco supo mantenerlo, liberalizándolo progresivamente y encauzándolo a una transición hacia una democracia no convulsa, decidida finalmente por un referéndum en condiciones que suponían una victoria póstuma del propio Franco.

Ahora los delincuentes que se identifican con los demagogos y chekistas del Frente Popular quieren lograr una peligrosa revancha a sus derrotas  ultrajando los restos del gran estadista. Por desgracia, varios decenios del “Himalaya de falsedades” y calumnias  en que son tan expertos los aludidos delincuentes, auxiliados por el indecente PP, han creado una enorme confusión y falsificación de la memoria histórica, que han impedido la movilización necesaria para impedir el crimen. Pero el combate no ha hecho más que empezar, y debe centrarse desde ahora mismo en la abolición de la ley norcoreana de falsedad histórica, sobre la que ya están ocupando militarmente el Valle de los Caídos y profanando la tumba. Esa ley debe ser derogada, Franco devuelto al lugar que le corresponde, y los delincuentes castigados. Es la labor en la que debemos volcar los mayores esfuerzos quienes sintamos a España y la democracia y mantengamos conciencia de la historia.

 

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Claves del Siglo de oro y la decadencia / La verdad inquietante.

Galería de antifranquistas ilustres en “Una hora con la Historia”: https://www.youtube.com/watch?v=-fn3bGUQrSg

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Pese a  las grandes hazañas, si quiere llamarlas así, de los españoles en los siglos XVI y XVII, el esfuerzo fiscal y los gastos excesivos sumieron al país en la pobreza.

–El esfuerzo fiscal fue común a las potencias enemigas de España, que estuvieron también al borde del colapso en varias ocasiones. En todo caso, eso es secundario. Todo ocurre en el tiempo y todos los imperios terminan desmoronándose. A España le tocó enfrentarse sucesiva o simultáneamente con otomanos, franceses, ingleses y protestantes, y luchar no en dos sino en tres o más frentes. Y lo más notable es que no era la potencia más rica ni la más poblada. Francia sola era mucho más rica y poblada que España, cosa natural cuando la economía dependía sobre todo de la agricultura: Francia tiene más lluvias, mejores suelos y menos montañas, y lo mismo puede decirse de los demás. Esta inferioridad solo pudo compensarse con una superioridad cualitativa: además de un especial espíritu combativo, España tenía  una organización militar superior a la de sus adversarios y una gran habilidad diplomática. Eso en el terreno militar. También en el político y administrativo, el esfuerzo de organización de un imperio transoceánico sin precedentes en la historia humana, exigió  una extraordinaria capacidad de organización y numeroso personal muy especializado, que surgía sobre todo de la enseñanza superior, que era por entonces la más nutrida de Europa. A estos factores casi nadie les da su debido valor, pero son los que explican muchas cosas. No solo fue el valor y la audacia, aunque también. O  el espíritu católico, pues también era católica Italia, que política y militarmente representaba muy poco, o Francia.

Pero usted no menciona precisamente  otro de los grandes éxitos de España, la evangelización de gran parte de América y de Filipinas.

Sí lo menciono, igual que la contención de protestantes y turcos.  Pero la evangelización fue posible por la conquista. Y  la contención del protestantismo y del islam no habría sido posible sin esos esfuerzos políticos y militares. Si usted quiere poner las cosas al revés, que fue el espíritu evangélico el que permitió los éxitos militares, creo que yerra. Porque en sí misma, una guerra no es demasiado evangélica, y por otra parte, insisto, no era menos católicas Italia o Francia.  Pero es cierto que el catolicismo tiñó de modo especial las empresas de España y también su cultura, como lo es que dichas empresas y cultura no se explican por el catolicismo, o no solo por él. de otro modo no habría sobrevenido la decadencia.

Como fuere, la edad de oro  ocurrió hace mucho tiempo, y no hay perspectivas de que resurja. ¿No es una pérdida de tiempo preocuparse mucho de ella?

–No creo que lo sea, porque si España es hoy un país  económicamente boyante pero cultural y políticamente  trivial, casi  insignificante, se debe en gran medida a la estéril y esterilizante versión negrolegendaria de aquella época, a su influjo tan extendido.

¿Quiere decir que superando la leyenda negra España volvería a un siglo de oro?

–No, por supuesto. La superación de la leyenda es condición necesaria pero no suficiente. Además, se intenta superar a menudo con una retórica vacua,  grandilocuente y patriotera, o con una apreciación errónea o torcida del catolicismo en relación con la política. Creo que el asunto merece más análisis, y  Nueva historia de España va en esa dirección. Por decirlo de manera simple: he propuesto aquí la importancia de la enseñanza, sobre todo la superior, en el desarrollo de una cultura. España no puede pensar hoy en convertirse en una superpotencia política o militar, pero en el terreno cultural podría ganar muchos puntos. El atraso de España se deja explicar con bastante sencillez: aquí apenas se desarrollaron la ciencia y la técnica. Sin embargo, eso es fácilmente superable. Basta con que la  sociedad y el estado se tracen un programa ambicioso y de gran alcance. Que puede y   debe hacerse precisamente en conjunto con el resto de países hispanohablantes, mientras que volver a la unidad política resulta inviable. Claro está, hay cosas que el estado no puede impulsar: puede impulsar la ciencia y la técnica, pero no el pensamiento y el arte,  que se desarrollan al margen de la política.

Pero usted sostiene que la explicación más íntima o más profunda de la historia se encuentra en la religión.

–Así lo creo y he tratado de explicarlo, también en mi libro sobre Europa en relación con el cristianismo. Aplicándolo de manera muy simple, podríamos decir que el desarrollo cultural de los países protestantes a partir del siglo XVII demostraría la superioridad del protestantismo sobre el catolicismo. De hecho así lo afirman muchos. Pero creo que el asunto requiere análisis algo más finos.

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La verdad inquietante 

TARSICIO. Pero vamos a ver, Salicio, ¿Por qué me vienes con esas preguntas absurdas y palurdas que hasta un niño de tres años podría contestar? ¿Que por qué se llevan a hostias la tierra y el sol? ¿Y por qué habían de llevarse bien, burrobestia? ¿Quieres que te lo explique? Pues para que veas lo complaciente que soy. El sol no hace más que soltar luz y calor, ¿no es cierto? Pero eso lo va consumiendo poco a poco. Por lo tanto, lo que quiere es que la tierra caiga hacia él y poder tragársela para tener más energía y durar más,  ¡la gravedad, tío, eso es lo que le gusta al sol! ¿Lo captas, ceporro? Así de simple. En cambio la tierra no hace más que girar y girar  alrededor, a mucha distancia, y eso, ya se comprende, tiene al sol muy mosqueado. Vamos, que es para cabrearse. Y a la tierra le pasa lo mismo: da vueltas y más vueltas, pero no consigue largarse libremente por el espacio, convertida en un gran pedrusco y sin tener que aguantar a la vida en su superficie. Porque admitirás, torpe Salicio, que la vida puede que le guste a la tierra, no te digo que no, pero al mismo tiempo la joroba mucho, le causa un cosquilleo que a veces le hará reír, pero otras veces tiene que fastidiarle bastante,  es natural. ¿Vas cogiendo la idea?  Además, tiene que alimentarla,  cuidar esa vida  y no creas que es poco trabajo, y más desde que apareció el hombre, que no para de perforar la corteza, sacar de ella de todo y armar ciscos de  mucho cuidado, causar explosiones, qué sé yo. No todos los humanos son pastores apacibles como nosotros, que se contentan con lo que la tierra les da… De ninguna manera, la mayoría se pasan la vida perturbando a la tierra todo lo que pueden y más… ¿Pero qué tiene que ver el Pim-pam, como tú llamas a la Grex, so asno bípedo? Estoy hablando de la realidad, de lo que todo el mundo puede ver, no de esas fantasías de los físicos. ¡Claro! Como la gravedad está  difusa por todo el universo, pues uno puede pensar que todo el universo estaba concentrado originariamente en un punto. Entonces, ¿por qué se expande, según dicen, que yo no acabo de creérmelo? ¿Que por qué no me lo creo? ¿Que si hay muchas pruebas y tal y tal? Pues mira, si se expande será que hay otra fuerza contraria a la gravedad. Además, ¿por dónde se expande si todo el espacio está contenido en el cosmos? ¡Ya me contarás! Pero a lo que vamos, ¡Dios, cuánto trabajo da la ignorancia! ¡Y no vuelvas a interrumpirme con chorradas que no vienen al caso, desgraciado! A lo que íbamos. ¡Que sí hombre, que sí, de acuerdo, la tierra disfruta con la vida, eso es seguro, porque si no algo haría para librarse de ella. Y observarás que de vez en cuando lo hace, eh, de vez en cuando te suelta unos terremotos que te dejan tieso. O unas  inundaciones  que si no acaban con todo, poco le falta. Así que el sol le atiza la vida, y eso  por una parte le da gusto y por otra la pone hecha una furia. De vez en cuando le entra una mala leche contra el sol, la vida y todos lo demás, que ríete tú de los agujeros negros. Sí, hombre sí, la tierra es contradictoria, y por eso nosotros, que somos hijos de ella somos contradictorios, siempre queremos una cosa y la contraria, siempre hablando mal unos de otros y haciéndonos los amigos al mismo tiempo. Es triste, ¿verdad? Es tristísimo. Pero ¿por qué te estoy contando estas cosas que seguramente te deprimirán y no te dejarán dormir por las noches? ¡Ah, Salicio, amigo mío! Tú, que eres tan feliz con tu ignorancia simplona, con tus cabras y cerdos y tu zambomba,  con tus amores tontos por Amarilis, y yo aquí, venga a perturbarte con estas cosas… ¡Olvida cuanto te he dicho, caro Salicio, olvídalo! No quiero cargar sobre mi conciencia haber perturbado tu dicha sencilla y tontorrona  con estas consideraciones, muy reales, sí, pero muy jodidas… Pero mira, por ahí vienen  Simplicio, Patricio y Mauricio con sus modestos rebaños, y pronto llegarán los demás a estos prados.  Yo, como si no te hubiera dicho nada, ¿eh, amigo mío? Y charlaremos en delante de cosas más risueñas.  

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El catolicismo y España / La novela crea mitos.

Nueva historia de España: de la II guerra púnica al siglo XXI (Bolsillo (la Esfera))

Usted sostiene que la identificación de España con el catolicismo como viene sosteniendo gran parte del pensamiento conservador desde Menéndez Pelayo es falsa

–Es falsa desde el punto de vista conceptual e  histórico. España es una realidad cultural y política particular, y el catolicismo, aunque influyente en la política y la cultura, en general, es universalista. Su sede central está fuera de España, tradicionalmente se sintió siempre intelectual y afectivamente  más próxima a Francia que a España. El catolicismo español, desde Trento, o si se quiere un siglo más tarde, dejó de influir en la marcha del catolicismo en general, y no pesó prácticamente nada en el reciente Vaticano II, de tan fuerte repercusión sobre España.  Históricamente, ningún país ha hecho más que España por la expansión y defensa del catolicismo en los siglos XVI y XVII, pero la Iglesia, debido precisamente a su carácter universalista, nunca adoptó una posición precisa sobre la unidad de España, ya desde Hermenegildo. Durante la Reconquista la apoyó en unos casos y no en otros, y si saltamos al siglo XX, los separatismos han sido y son en gran parte católicos, y apoyados ahora mismo por el Vaticano. Creo haberlo explicado más o menos en Nueva historia de España y en la introducción a Europa, y en diversos artículos. A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. Esto nunca lo han entendido los integristas, con sus mantras y profesiones de fe ajenos a la realidad histórica

Pero mucha gente, incluso seguidores suyos, afirman resueltamente esa especie de unidad consustancial entre España y el catolicismo.

–A veces me pregunto qué entenderán esas personas por catolicismo y qué por España. Culturalmente, España se formó con Roma antes del cristianismo, aunque indudablemente este ha influido muchísimo en la historia posterior.  En principio, España podría disgregarse y la Iglesia se supone que seguiría. También es posible que España se descristianice, de hecho está ocurriendo, y sin embargo siga adelante. Creo que hay pocos que hayan combatido intelectualmente tanto como yo  por la continuidad de la nación española, incluso en defensa de la Iglesia, más que muchos eclesiasticos, y sin embargo no soy creyente. Y veo a muchísimos católicos indiferentes a lo que pueda salir de la actual situación para España, recuerdo discutir con un alto cargo del Opus a quien no parecía preocuparle la perspectiva de la disgregación, porque claro, la Iglesia seguiría adelante, y eso es lo que realmente  importaba, y no podía reprochárselo desde el propio punto de vista católico. Y veo también a masas de españoles que, o no se consideran católicos o dicen serlo sin ninguna consecuencia práctica. Cualquier régimen español tiene que respetar y proteger a una religión tan ligada a la historia de España,  pero eso y la supuesta unidad consustancial son cosas distintas. Yo escribí Nueva historia de España tanto contra la leyenda negra como contra esas versiones, que me parecen políticamente muy peligrosas para la propia unidad nacional; y distanciándome de casi todos los enfoques actuales de un tipo u otro.

Se oye decir  que la Leyenda Negra es un falso problema, cosa del pasado, máxime desde que entramos en Europa.

–La Leyenda Negra es uno de los fenómenos más destructivos psicológica, moral y políticamente para España. Y sigue influyendo mucho en la mentalidad y las políticas de los países directivos de la Unión Europea. Una manifestación es también esa historieta de que “hemos entrado en Europa”, como si España hubiera estado fuera de ella o aislada. Ortega dijo aquella sandez de la “tibetanización de España”: era un reflejo de la leyenda.

Pero en general se acepta que la política deEspaña en Europa fracasó, y que el país quedó irremediablemente atrasado durante varios siglos, y eso no es leyenda.

–España no fracasó en los siglos XVI y XVII, y ahí está su gigantesca herencia cultural, sobre todo en América. Y la distribución religiosa de Europa  occidental es obra fundamentalmente de España, así como su salvación del islam otomano. No es ningún fracaso haber explorado continentes y océanos por primera vez en la historia de la humanidad. O haber tenido a Cervantes y a Velázques, entre tantos otros menores pero excelsos. En fin, el problema de la leyenda no es que ataque a España, eso es legítimo. El problema es que es falsa de raíz, y precisamente por eso  ejerce ese efecto esterilizador y deprimente. Y el segundo problema es que se trata de una  falsedad asumida hoy por el sector dominante de la intelectualidad y de la política. Por eso España es hoy un país indigno y por eso en la Unión europea se nos trata, merecidamente,  sin el menor respeto. Para empezar, un país que tiene invadido su territorio en un punto estratégico de máxima importancia, y cuyos gobiernos se declaran amigos y aliados de la potencia invasora,  es imposible que sea tomado en serio. Esa actitud de los gobiernos procede también de la  leyenda negra.

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Antifranquismo contra democracia. La pesadilla totalitaria: https://www.youtube.com/watch?v=5NmnO7rrSSM

En la próxima sesión expondremos una galería de antifranquistas ilustres.

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Sonaron Gritos Y Golpes A La Puerta (Ficción Bolsillo)

(Tertulia) 

Aunque, dice usted,  la literatura descienda directamente del mito, existe una gran diferencia entre, por ejemplo una novela y un mito. Nadie piensa que Don Quijote hay existido de verdad, y en cambio los griegos pensaban que Teseo o Ulises eran personajes reales, o que lo eran sus aventuras.

Esa diferencia existe, pero a medias. Llegó un momento en que gran parte de los griegos, sobre todo sus sectores más intelectualizados, desecharon la realidad de los mitos, o bien la gente creía en ellos, pero de manera mecánica, como  un rito que no entendían. Y sin embargo, los mitos tienen una realidad profunda, expresada simbólicamente, y por eso son enormemente sugestivos y siguen impresionándonos, pese a no creer en ellos. No sabemos si existieron Antígona y Creonte, por ejemplo,  pero sus figuras expresan de modo inmejorable la tensión, en este caso antagonismo, entre la moral y la ley. Sigue siendo tan actual que las distintas teorizaciones sobre el derecho se remiten en definitiva a aquel mito. Quizá los personajes existieron y quizá el conflicto en torno al hermano de Antígona existió también. Eso es una cuestión especulable y muy atractiva, pero en definitiva es secundaria. Lo que nos interesa y nos impresiones es el contenido,  por encima de su veracidad histórica

Bien, pero al menos hubo una larga época en la que los griegos creyeron aquellas leyendas, antes de pasar a la etapa filosófica, si se quiere presentar así. Sin embargo la novela se presenta ya de entrada como ficción, nadie la cree. Yendo a su novela sobre la guerra civil y la posguerra, está claro su carácter ficticio y usted no puede pretender que se trate de personajes y hechos reales.

Cierto, pero fíjese en que, pese a saber que son personas y hechos ficticios, los relatos literarios no dejan de sugestionarnos, de agitar nuestra psique, por así decir. En ese sentido se parecen a los mitos: pueden contener más verdad que una historia real,  detallada y concienzuda.   Claro que eso no ocurre por igual. Ningún relato de ficción impresiona o sugestiona de la misma forma  a unos que a otros, las sensibilidades varían mucho. Fíjese en que no hablo de entretener, sino de sugestionar. Hay obras realmente pesadas o difíciles de leer, pero en las que se aprecia una verdad que nos atañe de manera digamos profunda. No quiero decir que un relato tenga que ser pesado para ser bueno en ese sentido,  al contrario, siempre es mejor que sea ameno y se disfrute leyéndolo. Pero en sentido contrario, existe, sobre todo actualmente, una enorme masa de literatura puramente entretenida, como ocurre con el cine, que permite pasar un rato más o menos agradable, pero que no deja ni puede dejar ninguna impresión un poco duradera.

Con todo eso, una exigencia que suele imponerse a la novela es su verosimilitud, es decir, que parezca lo más veraz posible.

No siempre. Existe mucho relato completamente fantástico, sin ninguna intención de resultar verosímil, y que, claro puede resultar una sarta de tonterías o aludir a conflictos psíquicos reales. En cuanto a mi novela, aunque su relato está muy claramente imbricado en los sucesos de la guerra civil y la posguerra, y he fantaseado poco al respecto, no es una novela histórica. Y tampoco costumbrista. Me han complacido algunas opiniones, como la del que la había acabado con una fuerte sensación de nostalgia. Y nadie la ha encontrado aburrida. U otra señalando el carácter de los personajes y acciones,   tan distinto de los habituales en  la novela actual. Comprendo que esto último no ayuda a encontrar lectores, porque ese tipo de literatura de entretenimiento crea un ambiente lector poco sensible a otra clase de narración. Y eso es todo lo que puedo decir. Resumo: la literatura, en especial el teatro y la novela, descienden directamente del mito y guardan con él cierta característica psicológicamente sugestiva, en mayor o menor medida. Se dice que la literatura ha creado grandes mitos, y es una expresión adecuada. Shakespeare y algunos otros grandes autores los han creado, pero es un nivel muy  poco frecuente.  

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Ante unas elecciones históricas / Tiempo de escarabajos

Solemos llamar momentos históricos a aquellos en que la sociedad se juega algo importante. Y los actuales lo son, marcados por la profanación de la tumba de Franco y por el golpe de estado permanente desde Cataluña. La profanación y ultraje a los restos de Franco lo es también a la monarquía, a la Iglesia y a la transición democrática decidida en referéndum de la ley a la ley, desde la legitimidad del franquismo y contra quienes querían volver a las demencias criminales del Frente Popular. Demencias que están volviendo. Esto, en el plano político. En el plano simbólico es una profanación del Valle de los Caídos, símbolo de la derrota del comunismo y los separatistas, de la reconciliación entre los españoles y de la paz que se mantiene desde entonces y que ahora unos desalmados quieren arruinar. Si finalmente los delincuentes consiguen profanar la tumba debe proclamarse que Franco volverá, más vale pronto que tarde, al lugar que le corresponde, justamente al Valle de los Caídos, y que el tremendo desafuero no saldrá gratis a sus responsables.

   En cuanto al golpe de estado permanente, es otra cara del mismo proceso,  resultado de la permanente vulneración de la ley, no tanto por los separatistas como por los gobiernos del PP y el PSOE. Es decir, estamos ante un proceso avanzado de disgregación nacional , de destrucción de la Constitución y de la democracia decidida por el referéndum de 1976. Y no podemos seguir por ese camino que es el de la ruina de España y una posible nueva guerra civil traída por unos políticos sonámbulos que quieren repetir la estupidez y la canallería que caracterizó al Frente Popular, Marañón dixit, con el que se identifican.

   Ante estas amenazas radicales a España y a la convivencia en paz y en libertad, la consigna debe ser Regeneración Democrática. Esta fue la consigna con la que después de la etapa de Felipe González, esa fue la consigna con que alcanzó el poder el PP de Aznar, para traicionarla de inmediato y “pasar página” dejando como estaban, es decir, empeorando, la decretada “muerte de Montesquieu”, la corrupción, el “antifranquismo” farsante, el apoyo a  los separatismos, mayor que nunca antes,  la posición satélite en la UE y en la OTAN,  o la colaboración con la ETA mediante la “salida política” (esto último fue corregido, con gran éxito durante su segundo período, y es casi el único punto realmente positivo de su gobierno). La Regeneración Democrática, que debe incluir la tumba de Franco en el Valle de los Caídos,  debe ser el movimiento que vuelva al país a la paz y la libertad.

Hoy ha surgido un fenómeno político nuevo que es VOX. Si este partido acierta a clarificar una política de gran alcance, tiene también la posibilidad histórica de convertirse en el factor decisivo de la regeneración en unas elecciones que puede ganar mucho más allá de todas las expectativas, empezando por la propia Cataluña. No son unas elecciones más. Esperemos que sus dirigentes así lo comprendan.

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Hoy volvemos a lo mismo, al tiempo de los escarabajos

Al estudiar el pasado siempre me llamó la atención el carácter siniestro y absurdo de las dos repúblicas. Recoge Lerroux en algún escrito un dicho de la Restauración: “No todos los republicanos son canallas, pero casi todos los canallas son republicanos”. Lerroux fue uno de los republicanos más esforzados, fue quien convirtió el republicanismo en un movimiento de masas a principios del siglo XX, y tuvo ocasión de señalar en sus memorias las intrigas y odios feroces en su propio movimiento, sin excluir incitaciones a asesinarle. Tendencia a la algarabía, la maniobra ruin o la corrupción si llegaba la oportunidad.

Esa tradición pareció cambiar a principios de los años 30, cuando muchos de los principales escritores del país cobraron afición a la república, aportándole una especie de seriedad intelectual. Ortega y Gasset, uno de los más descollantes, quiso convertir a Cambó a la fe republicana, pero el catalán, buen conocedor del paño, le replicó que del nuevo régimen sólo podía esperarse una era de convulsiones. Ortega, furioso, se marchó dando un portazo, y poco después firmaba, con Marañón y Pérez de Ayala, un manifiesto antimonárquico que tuvo extraordinaria influencia sobre la opinión y valió a los tres el apelativo “Padres espirituales de la República”.

Vale la pena recoger las opiniones de dichos padres espirituales, sólo seis o siete años después, sobre el régimen que tanto habían ayudado a traer. Ortega criticaba ácidamente la frivolidad de los intelectuales extranjeros firmantes de adhesiones a una imaginaria democracia española de la que ignoraban casi todo. Pérez de Ayala escribía con dureza más directa contra los republicanos: “Cuanto se diga de los desalmados mentecatos que engendraron y luego nutrieron a sus pechos nuestra gran tragedia, todo me parecerá poco. Nunca pude concebir que hubieran sido capaces de tanto crimen, cobardía y bajeza”; “En octubre del 34 tuve la primera premonición de lo que verdaderamente era Azaña”.

 Marañón expresa incluso más vívidamente sus sentimientos: “¡Qué gentes! Todo es en ellos latrocinio, locura, estupidez. Han hecho, hasta el final, una revolución en nombre de Caco y de caca”; “Bestial infamia de esta gentuza inmunda”; “Tendremos que estar varios años maldiciendo la estupidez y la canallería de estos cretinos criminales, y aún no habremos acabado. ¿Cómo poner peros, aunque los haya, a los del otro lado?”; “Horroriza pensar que esta cuadrilla hubiera podido hacerse dueña de España. Sin quererlo siento que estoy lleno de resquicios por donde me entra el odio, que nunca conocí. Y aun es mayor mi dolor por haber sido amigo de tales escarabajos”.

Y así sucesivamente. No menos significativas son las continuas invectivas de Azaña, rebosantes de amargura y despecho hacia los “botarates”, “incapaces” o “loquinarios” que, a su juicio –y los conocía bien, bastante mejor que a sí mismo–, componían los cuadros de mando del republicanismo. Capaces solo de una política tabernaria, de amigachos, incompetente, de codicia y botín sin ninguna idea alta”. Las memorias de otros dirigentes de entonces tienen parecidos tonos. (En LD, 13-4-2o05)

¿Cómo es posible que estemos volviendo a lo mismo? Muy sencillo, porque estas frases son desconocidas para la inmensa mayoría. Porque la historia la han falsificado a fondo los herederos de aquellos estúpidos y canallas escarabajos, que  ahora están en el poder, haciendo con él lo que siempre han hecho. Porque quienes tenían el deber de oponerse han obrado como sus auxiliares y la historia ha pasado en balde, sin permitir la experiencia. Mientras los auxiliares de los escarabajos “miran al futuro”.

 

 

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