145 – Historia criminal del PSOE (25): la Falange y quiénes quisieron la guerra: https://www.youtube.com/watch?v=BJl3r80hIKk
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Ambientes juveniles
Tu comentario sobre el ambiente estudiantil en tu próxima novela Perros verdes me ha hecho reflexionar sobre algo a lo que generalmente no se da importancia y que también lo viví: la agitación cultural de la izquierda, es decir, de los marxistas, porque no había otra izquierda. En cambio, por parte de los franquistas o de la derecha en general, no había nada parecido. La idea que tenemos de entonces y de ahora es la de una confrontación de teorías o ideologías, pero los marxistas tenían muy claro que la poesía, la música, el cine, las novelas, los libros en general, tenían más valor que los tochos de Marx o de Marcuse, que en realidad leía poca gente. ¿Recuerdas cuando se pusieron de moda los “Grundrisse” de Marx, cómo los iban exhibiendo muchos estudiantes “intelectuales”, que seguro no leían de ellos más de cuatro páginas, y cómo se comentaban en cierta prensa, muy favorablemente? Porque recordarás que el marxismo estaba de moda también en la prensa. Yo recuerdo, al llegar a Madrid, que me inscribí en el Ateneo, donde pasaban un ciclo de cine yugoslavo, y ver en colegios mayores “Roma, cittá aperta”, “El acorazado Potemkin”, “La batalla de Argel”, “Queimada” y cosas así. Las canciones comunistoides suramericanas, algunas muy buenas, la revista “Triunfo”…Para qué hablar más, supongo que en tu novela recogerás todo esto. Me ha chocado lo de Sartre, que has mencionado. No recuerdo que por entonces tuviera influencia en la universidad.
A lo que quiero referirme es a que, frente a todo eso no había nada. La cultura del otro lado nos parecía mortecina, de una pesadez y falta de gracia tremendas. No es que llegáramos a simpatizar conscientemente con el comunismo, yo nunca lo hice, pero todo aquello te hacía verlo bastante favorablemente, y al franquismo y a la derecha conservadora como un pestiño infumable, retórica vacía y justificaciones de la desigualdad social y demás.
Y en esto voy a tu novela anterior. Si hubieran ganado los comunistas, habrían creado todo un género literario de novela épica con sus victorias y sacrificios. En cambio la literatura del franquismo en ese campo es pesada y aburrida, y escasa. Gironella no está mal, y algún otro, pero les falta aliento épico y sus personajes son bastante simples. La de Emilio Romero me parece muy floja, ideológica y literariamente. Les falta lo que tiene tu novela, pero acierta algo ese que decía que tus personajes no parecen españoles, no porque no pudieran serlo, sino porque son más complejos que los de la literatura de aquí. Y me temo que ha salido a destiempo, con muchos años de retraso. De todas maneras yo creo que el tema está agotado literariamente. Y el ambiente en el país y en la universidad ya no tiene nada que ver ni con el de la guerra ni con el de los años 60. A los jóvenes les preocupan los juegos de ordenador, la pornografía, los móviles, las historias feministas y LGTB…, lo encuentro como el mundo de lo grotesco y de lo chabacano. En nuestro tiempo había más inquietud por los grandes temas políticos y filosóficos (…) Tulio.
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“De las orejas”. Ángel Viñas personifica como pocos la gran estafa de la historiografía antifranquista, hasta extremos infantiles: “Los ingleses salvan a Franco”: https://www.libertaddigital.com/opinion/ideas/el-rigor-de-angel-vinas-1276236802.html
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Stalin en España
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En Por qué el Frente Popular perdió la guerra insistes mucho en que los únicos con una estrategia real e inteligente eran los comunistas, pese a que esa estrategia no venía de ellos, sino del Kremlin.
Sí, es un hecho, Stalin y los jefes de la Komintern tenían un nivel intelectual muy superior al de los españoles de cualquier partido, incluido Azaña. Besteiro ya hacía notar que los líderes del PSOE no tenían ni de lejos el nivel de los que habían hecho la revolución rusa. En España no se produjeron las largas batallas teóricas previas a la revolución que hubo en Rusia. Era todo muy simplón, muy de pie a tierra y de andar por casa. El PCE se limitaba a obedecer, mejor o peor, pero obedecía a cerebros superiores y mucho más cultos.
A Stalin lo presentas, como un verdadero genio. Sin embargo fracasó en España.
Un genio del mal, si quieres, pero sí, era algo parecido a un genio. Casi siempre alcanzó sus objetivos, incluso en una guerra tan extremadamente difícil y feroz como la segunda mundial. Aquí su agente principal fue Togliatti. Y Negrín, claro. Tuvo enfrente a otro personaje excepcional, aunque su ámbito fuera mucho menor, limitado a España, me refiero a Franco.
¿No es personalizar demasiado verlo como un duelo entre Stalin y Franco?
Intervienen otros muchos factores, claro está, pero también fue eso, un duelo personal, aunque ninguno de ellos lo viera así. A Stalin y a la Komintern España empezó a llamarles la atención muy poderosamente cuando la insurrección de octubre de 1934, porque fue la mayor conmoción revolucionaria en Europa en el período de entreguerras y el país se presentaba como un segundo “eslabón débil” en la cadena interimperialista. Toda la estrategia de Stalin iba dominada por el anuncio que hizo en el anterior congreso del PCUS, de que se aproximaba una segunda gran guerra imperialista como la de 1914. Lo esencial era que esa guerra no estallase entre Alemania y la URSS, sino entre Alemania y los otros estados “burgueses”. Y España, por su situación geográfica, ofrecía un teatro excelente para que la guerra civil degenerase en una guerra entre los países capitalistas europeos. Y al mismo tiempo ofrecía las mejores posibilidades de que terminase en una nueva revolución de tipo soviético. Incluso el resto de Europa entraría en período revolucionario, por la ruina que supondría la guerra para todos los intervinientes.
Pero no consiguió nada de eso.
Para su estrategia había grandes dificultades. En primer lugar, las democracias tendían a ver en la Alemania nazi una barrera contra el comunismo, y en todo caso no les importaría que Alemania y la URSS se enzarzasen y destruyesen mutuamente, lo que sería la inversión de la política stalinista. En segundo lugar, tenía que presentar al Frente Popular como una democracia que suscitara la solidaridad de Francia e Inglaterra frente a Italia y Alemania, y es lo que hizo constantemente, movilizando a la población de media Europa en esa orientación; pero, por desgracia para él, socialistas y anarquistas se le habían adelantado con una revolución que no había modo de disfrazar. Y finalmente, los nacionales, dirigidos por Franco, resultaron un hueso demasiado duro de roer. Fue al fracasar en España cuando dirigió abiertamente su política a un entendimiento temporal con Alemania, en lo que sí tuvo éxito: la guerra europea empezó como él había deseado.