“Antisionistas” / Viejas andanzas en París / Aportaciones historiográficas / La historia según Joseph Pérez (I)

Antisemitas y antisionistas

**Oigo a algunos decir que no son antisemitas, sino antisionistas. El término antisemita no es correcto, porque incluye a los árabes, debería decirse “antijudío”. Pero el sionismo es la doctrina de la refundación de Israel en Palestina. Este es un hecho histórico relativamente reciente, pero irreversible, a menos que los musulmanes logren exterminar a los millones de judíos que viven allí, propósito que han expresado sin eufemismos numerosos dirigentes islámicos. Los “antisionistas” son, así, cómplices al menos morales y desde luego propagandísticos, de quienes aspiran a un asesinato en masa, y niegan a los amenazados el derecho a defenderse.

**Dice el PP que VOX favorece al PSOE. Y puede tener razón en la medida en que VOX favorezca o quiera congraciarse con el PP. Porque PP y PSOE son esencialmente partidos iguales.

**Leo que el año pasado se dió la nacionalidad española a más de 55.000 marroquíes. Los “ingenuos” hipanófobos dicen que eso les convierte en tan españoles como cualquiera. Tan españoles como  Abascal, decía la sinvergüenza Ayuso. Los marroquíes siguen considerándose súbditos del sultán , que nos amenaza, y mantienen la idea de Al Ándalus. 

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“El hombre que quizá vio al diablo”, en Adiós a un tiempo, publicado antaño en LD: Pío Moa – El hombre que quizás vio al diablo – Libertad Digital

Adiós a un tiempo

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Aportaciones historiográficas

Escribe alguien que no he aportado nada a la cuestión de la insurrección de octubre del 34, pues era bien conocida y ya la habían tratado autores como Madariaga, Ricardo de la Cierva,  Barco Teruel, Gerald Brenan, Santos Juliá  y muchos más.

Obviamente, la insurrección de octubre era conocidísima en líneas generales. Lo que faltaba eran varios aspectos de la mayor importancia, como su gestación en detalle. Faltaba la exposición de los movimientos desestabilizadores previos, que a menudo se han tratado como hechos independientes de la insurrección misma. Faltaban las instrucciones secretas para la insurrección. Faltaba un  análisis  de la radicalización popular posterior debida a la gran campaña sobre la represión de Asturias. Creo que solo en mis libros están adecuadamente estos datos y otros importantes.

Y sobre todo faltaba su concepción histórica global, a partir de  la concepción de la rebelión como guerra civil por parte del PSOE y de la Esquerra separatista catalana. Y más aún, de todo ello nadie deducía la evidencia de que la guerra civil empezó entonces. Pudo haber empezado y terminado con aquel golpe al fracasar este; pero los partidos autores persistieron en sus propósitos, y si bien carecían de fuerza para repetir por el momento,  se unieron en el Frente Popular y falsificaron las elecciones de 1936,  un segundo golpe que acabó de destruir la legalidad republicana. Ningún libro, que yo sepa, ha explicado esto con la precisión que los míos. Por eso la guerra empezó realmente en octubre del 34, aplazándose unos meses hasta unas elecciones fraudulentas, ante las que tanto Largo Caballero como Azaña, las figuras más representativas del frente popular,  amenazaron con recurrir a “otras medidas”  si las urnas daban la victoria a las derechas. De lo que salió un caótico régimen de terror.

He señalado a menudo que la historiografía de izquierda miente en lo esencial, y la de  es, con pocas excepciones, muy roma en sus análisis: ¡sigue llamando “bando republicano” al Frente Popular que liquidó la república, y esto ya lo dice todo!  Incluso invoca el dictamen de Madariaga totalmente falso, que equiparando moral y políticamente  la insurrección de octubre con el alzamiento del 18 de julio. Pero octubre fue una rebelión contra una gobierno democrático legítimo, mientras que el 18 de julio lo fue contra un gobierno ya de terror que había destruido la legalidad.

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La historia ininteligible de Joseph Pérez (I)

 En Galería de charlatanes señalo: “El  historiador  francés Joseph Pérez ha recogido los mayores laureles en España: miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia,  doctor honoris causa por la Universidad de Valladolid, Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio, comendador de la Orden de Isabel la Católica, premio Príncipe de Asturias 2014… Se le alababa por haber desmentido, al menos en parte,  la Leyenda Negra, si bien creando otras leyendas, como veremos. Este artículo data de febrero de 2012″

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Joseph Pérez, sospecho que como respuesta indirecta a mi Nueva historia de España, ha publicado un libro de altos propósitos no sé si muy logrados: Entender la historia de España. En sus propias palabras, ¿Puede hablarse, en rigor, de España antes de la invasión árabe de 711? Tengo mis dudas (en realidad no tiene ninguna: lo niega). En 711 la Península Ibérica queda dividida entre dos civilizaciones: moros y cristianos. Estos acaban venciendo en 1492, pero siguen divididos en distintas comunidades políticas que acaban configurando tres coronas (…) Los Austrias inauguran una nueva era que termina con los tratados de Westfalia (1648), era de hegemonía en Europa y en el mundo, era de gloria, si se quiere (no me parece que Pérez lo quiera demasiado), pero ¿para quién y para qué? La que ocupa entonces el primer puesto en Europa no es precisamente España, sino la dinastía reinante. Manuel Azaña lo vio claramente; tal vez, como buen conocedor de la historia de Francia, se haya acordado de lo que (…) aprendían los alumnos franceses en la escuela (…) Francia se enfrentó, no tanto con España, sino con la Casa de Austria. La hegemonía era cosa de la dinastía, pero a los españoles les costó caro: les impidió desarrollar sus intereses propios como nación. La llegada de los Borbones, a principios del siglo XVIII, cambia muchas cosas. Aparentemente, España pierde territorios, pero territorios que no eran hispánicos (Flandes, Italia); en cambio conserva las posesiones peninsulares y el imperio de América, lo que la convierte en la tercera potencia de Europa, después de Inglaterra y Francia; en contra de lo que se escribe a veces, la España del siglo XVIII no es una nación decadente. La decadencia y la marginación son posteriores, son consecuencia de la Guerra de Independencia, de las guerras civiles del sigloXIX y de la emancipación del imperio colonial. Entonces sí es cierto que España pasa a ser una nación de segunda categoría (…) La recuperación viene mucho más tarde, a mediados del siglo XX y se confirma después de la muerte de Franco. Con una economía renovada, una sociedad moderna y un régimen político semejante al de las demás democracias, España se reincorpora a Europa; vuelve a ser una de las grandes potencias, con todos los inconvenientes que ello supone en el mundo de hoy. Estos van a ser los ejes principales de mi reflexión (…) siguiendo a mi manera (…) la pauta de mi maestro Perre Vilar: importa menos dar a conocer que dar a entender lo que ha pasado”.

Tiene interés explicitar qué quería “dar a entender” Pierre Vilar: trataba de divulgar una visión marxista (es decir, lisenkiana, como he explicado en otras ocasiones) de la historia. Me temo que ninguno de los asertos de Pérez resiste una crítica algo rigurosa, o bien deben ser muy matizados como iremos viendo.

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