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306 – La muerte del maquis | Nueva gran guerra europea (youtube.com)

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Galicia.

Se fingen muy alarmados los golfos de la derecha ante la posibilidad de que en Galicia gobierne el BNG, y achacan tal peligro a VOX. La realidad es que el PP gallego lleva muchos años haciendo, incluso agravando, la misma política que Pujol en Cataluña o el PNV en Vascongadas y que han llevado a esas regiones a un paso de la secesión y al golpismo. Para Feijóo, y así lo ha aclarado,  Galicia no es una región española, sino una nación sin estado que debería entenderse con otras “naciones sin estado” como Cataluña o Vascongadas. Y aplica la exclusión del español común como lengua “impropia” en Galicia, considerándola implícitamente lengua extranjera e impuesta, como han hecho los separatistas en otras regiones. Ese es el fondo de lo que llama hipócritamente “bilingüismo cordial”.  Peor aún, ha expuesto en Barcelona otra gran idea:  “profundizar en el inglés”. Es decir, fomentar el inglés como lengua de comunicación general que desplace paulatinamente al español, tarea en la que también están los gobiernos centrales, sean del PP o del PSOE. Proceso disgregador de la nación española que ya contribuyó a la guerra civil y vuelve a amenazar las bases mismas de la convivencia entre españoles

La cuestión, a estas alturas, no es escandalizarse ante la amenaza, sino movilizarse contra ella, es decir en pro de la única alternativa, VOX. ¿Cómo? PP, PSOE y separatistas han formado un frente de hecho contra VOX y utilizan sin cesar sus poderosos medios de desinformación subvencionados fraudulentamente, con dinero  público, para asfixiar al partido de Abascal con insidias, calumnias, rumores, silenciamientos y encuestas trucadas.  Romper ese  muro de la infamia exige pasar de la indignación a la acción: todo aquel que confíe, aunque sea parcialmente, en VOX debe utilizar todos los medios, desde el contacto personal a las redes sociales para hacer llegar a la gente su mensaje, que Abascal viene explicando convincentemente.

Quien conozca Galicia  sabe que los partidos funcionan allí, más en que otras regiones, como auténticos cacicatos semimafiosos, pero también que es la región en que la gente se fía menos de los políticos, como reflejan las tasas de abstención. Lo cual revela asimismo una buena tasa de inteligencia. Esa población sabe por experiencia lo que puede esperar de PP, PSOE y BNG, indiferentemente. A esa población hay que llegar, ella  puede y debe dar la sorpresa a la triple alianza contra España

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España fue mucho más que el descubrimiento de América

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Europeísmo cañí

**El cine español actual, con pocas excepciones, es basura subvencionada. A la altura del fulano con falso doctorado, relación familiar con la prostitución homosexual y política con los golpistas.

**El PP no es contrario a los separatismos, más bien es su auxiliar. Tampoco es contrario al PSOE: coincide con él en todo, incluida la política proseparatista.

**El PP y el PSOE son los mayores enemigos del campo español. Y de todo lo que une a España.

**El europeísmo español ha sido incapaz, no ya de examinar la historia y la cultura europea, sino de algún simple libro de viajes de algún interés por Europa. Siempre fue un europeísmo cañí, folclórico y acomplejado

**Rusia está ganando en Ucrania, lo que significa que está ganando a la OTAN y la UE. Que no lo pueden consentir, por lo que ya están preparando una tercera gran guerra en Europa. De la que España debe desentenderse, como de las dos anteriores.

**Para España, la OTAN y la UE condensan su significado en Gibraltar.

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Acerca de  mi libro de la SGM, me pregunta un joven si es que la derrota del nazismo supuso la derrota de Europa. No: el fin de la era europea fue resultado del choque entre las tres ideologías.

La Segunda Guerra Mundial: Y el fin de la Era Europea (HISTORIA)

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La cultura que odia el PSOE

El PSOE no se conformaba con sus cien años de honradez, también se proclamaba el partido de la cultura. Y también en este caso contra toda evidencia, baste recordar sus destrucciones y pillajes del patrimonio cultural español. Pero, como pasaba con otras cosas, la historia estaba olvidada, y la jactancia funcionó. Como con la ética, su fervor por la cultura imponía negar tal virtud a otros, ante todo al franquismo, descrito como “páramo cultural”. Cosa por demás lógica, pues ¿qué podía esperarse en ese terreno de un régimen oscurantista, rancio y reaccionario, enemigo natural de la inteligencia, del que había huido al exilio la brillante intelectualidad republicana que no había sido asesinada como García Lorca?

El argumento, esgrimido por socialistas, comunistas, separatistas y bastantes liberales, no tenía vuelta de hoja y creció desde los años 60 en medios universitarios, periodísticos y populares. Se afrentaban especialmente los años 40. El diario monárquico ABC se sumó a la tarea, diagnosticando su director, L. M. Ansón, como “generación del silencio” la de dichos años. Descolló al efecto el diario El País, convertido en órgano oficioso del PSOE, donde podía escribir un tal J. L. Yuste sobre los 40: “Período que si fue oscuro en lo material, aún lo fue más en los aspectos culturales (…) Larga noche de piedra, interminable tiempo de silencio (…) que cubre de tinieblas varios lustros de historia de nuestra cultura”. Tiradas semejantes las hay a miles, ampliando la mugre achacada a aquella década a toda la “era de Franco”. Las excepciones se catalogaban como “exilio interior”.

No obstante, por ilógico e increíble que sonara, algunos dudaban de tales certezas. Uno de ellos, el filósofo Julián Marías, que había sido secretario de Besteiro y sufrido una ligera represión en la posguerra, escribió en 1976 el artículo “La vegetación del páramo”. En él mencionaba una impresionante lista de autores de posguerra, unos nuevos y otros venidos de la época anterior. La lista implicaba que muchos habían vuelto del exilio, al que la mayoría de los intelectuales, afirmaba Gregorio Marañón, había huido del ilustrado Frente Popular y no del brutal franquismo. Demostraba Marías que los principales escritores de la generación del 98 y de las dos siguientes (14 y 27), seguían escribiendo obras notables en España. Así Menéndez Pidal, Baroja, Azorín, Ortega, Marañón, Dámaso Alonso, García Morente, García Gómez, Vicente Aleixandre (futuro premio Nobel), Gerardo Diego, Luis Rosales, Josep Pla, Martín de Riquer y tantos más; aparte de izquierdistas exiliados, que volvieron a ser publicados. Y, sin contar otros artistas (músicos, pintores, etc.), es realmente cuantiosa la nómina de novelistas, pensadores, historiadores, poetas, ensayistas o autores teatrales, que empiezan a publicar en la posguerra: Xavier Zubiri, Carmen Laforet, Cela, Ridruejo, Panero, Celaya Buero, Laín Entralgo, Blas de Otero, Gironella, Torrente Ballester, Miguel Delibes Díez del Corral, Celaya, Rosales, Buero, Maravall, Aldecoa, Zunzunegui, Blas de Otero, Díez del Corral, Rof Carballo, Aranguren, Tovar, Ignacio Agustí, y tantos más.

Dos rasgos indicativos: En esos años empiezan a escribir más mujeres que antes: Laforet, Carmen Conde la mayoría de sus obras, Martín Gaite (desde los 50), Ana María Matute, Mercedes Salisachs, Ángela Figuera… y bastantes más en años posteriores. Y son también años dorados del humorismo, en que siguen escribiendo Fernández Flórez, Julio Camba, Edgar Neville, Jardiel Poncela, y aparecen nuevas firmas: Miguel Mihura, Tono, Álvaro de Laiglesia, Mingote, Noel Clarasó… varios de ellos en torno a la revista La Codorniz.

En 1940 nació la revista de Falange Escorial, en la que colaboraron muchos de los citados y otros, fueran falangistas o no: Aleixandre, Azorín, Cela, Baroja, Dámaso Alonso, Eugenio D´Ors, Julián Marías, Menéndez Pidal, Ramón Carande, Gerardo Diego, Álvaro Cunqueiro, J. M. Cossío, Julio Caro Baroja, Melchor Fernández Almagro, Emilio García Gómez, Ramón Gómez de la Serna, Paul Claudel, Romano Guardini, Manuel Machado, Jose Antonio Maravall, Blas de Otero, Luis Rosales, Julio Palacios, Joaquín Rodrigo, Sánchez Mazas, Federico Sopeña, Torrente Ballester, Pérez de Urbel, Luis Felipe Vivanco, Xavier Zubiri, Calvo Serer… Cabe preguntarse qué publicación actual lograría un elenco de escritores viejos y nuevos de tan variada ocupación y fuste. Escorial quiso abrirse también a los escritores de izquierda exiliados o autoexiliados, pero estos se sentían muy por encima del futuro páramo y lo rechazaron altivamente.

Estos datos no agotan ni mucho menos el panorama del “tiempo de silencio” y “noche de piedra”. Podría sostenerse razonablemente, contra los del “páramo”, que los años 40 fueron harto superiores culturalmente, a lo que ellos mismos representan y revelan con su torpe y engolado sectarismo.

El aludido artículo de Marías no cambió en absoluto el cuento del “erial” franquista, ante cuya obstinación volvió a protestar el filósofo veinte años después con otro artículo: “¿Por qué mienten?”: “Baroja decía con humor que los españoles discuten sobre cuestiones de hecho. Muchos hacen ahora algo mejor: ni siquiera discuten, sino que hacen caso omiso de los hechos (…) Cada vez que se habla de lo que ha sido la realidad cultural de España después de la guerra civil, se acumulan las mentiras más evidentes, más contrarias a la irrefragable realidad (…) Los jóvenes (…) mienten, diríamos, en nombre de los otros. Su motivo principal es la ignorancia: no saben nada, aceptan pasivamente lo que les han dicho y lo repiten. Hay un curioso grupo, formado por los que empezaron a actuar hacia 1956 –fecha muy significativa. Tuvieron, ya entonces, la voluntad de dar por nulo todo lo que se había hecho antes (…) para dar la impresión de que con ellos, y solo con ellos, se iniciaba la resistencia a las presiones oficiales y un intento de independencia. Finalmente, los decididamente mayores, los que vivieron y escribieron en aquel lejano período, con frecuencia se pliegan a las presiones dominantes”.

La llamada (in)cultura de la cancelación se ha aplicado a fondo en el posfranquismo para negar una época comparativamente brillante aplicando a aquellos autores simples frases denigratorias o despectivas desde una más que discutible altura intelectual. Dice Marías que “mentir descalifica a quien lo hace”, pero esos descalificados siguen gozando de poder y salud económica envidiables, lo que tal vez perjudique a la salud intelectual del país.

Un rasgo muy llamativo de aquel tiempo es la evolución ideológica de gran número de autores. Laín Entralgo, uno de los afectados por la “cancelación”, refutaba en un artículo la historieta del “páramo” de los años 40, citando a descollantes intelectuales de entonces. Pero se tendía una trampa a sí mismo al afirmar que aquellos escritores rechazaban el franquismo. Por tanto, o bien el franquismo fue extraordinariamente liberal con los disconformes –lo cual es cierto–, o bien estos no tuvieron escrúpulo en colaborar con el régimen, al menos pasivamente –lo que también es cierto–. El conflicto surgió hacia los años sesenta: en plena liberalización del régimen una multitud de autores se volvió hostil a él, refugiándose, cuentan, en un “exilio interior” puramente imaginario. El propio Laín, afecto a la Alemania nazi en los 40, rechazó, al menos mentalmente, al franquismo conforme este se ablandaba. Lo mismo Dionisio Ridruejo, Antonio Tovar y bastantes más. Celaya, Blas de Otero, Haro Tecglen Sastre, Sacristán y otros pasaron de la Falange al comunismo sin que literariamente mejorasen mucho; otros a la socialdemocracia, como Ridruejo, uno de los de Munich, o a una disconformidad agria como Delibes, etc., etc., ¿Quizá deseaban una dictadura férrea y despreciaban aquellas blanduras del franquismo aperturista? Quizá. Una vez más debemos remitirnos al lance de Solzhenitsin en TVE.

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