Crimen y castigo en la posguerra
Como es sabido, en la posguerra española hubo muy pocos asesinatos de represalia y casi todas las ejecuciones lo fueron después de juicio. En el resto de Europa occidental fue al revés: incontables asesinatos y muy pocos juicios, la mayor parte de ellos en medio de griterío e insultos. Me ha comentado Miguel Platón que está ya muy cerca de culminar su estudio sobre la represión de posguerra en España acudiendo a las fuentes más directas, los expedientes guardados en el archivo de Ávila, sobre los que lleva trabajando concienzudamente varios años. El primer tomo está previsto que salga el año próximo.
Durante largo tiempo se ha hablado de 200.000 ejecutados en la posguerra, cifra que circuló por toda Europa y América. Tras los estudios de R. Salas Larrazábal, que los reducían a unos 23.000, tuvieron que ir desinflando la cifra a la mitad, a ochenta mil o a los que les pareció mejor, siempre muy por encima de la realidad. Los estafadores de la memoria histórica (sí, estafadores es la palabra que les corresponde, sembradores del odio mediante la calumnia), los Preston, Viñas, Tuñón, Juliá, Casanova y tantos más productos de una universidad embrutecida, admiradores de los crímenes y robos de Negrín, han seguido clamando sobre un “holocausto” o “genocidio”, presentando los juicios como arbitrarios y sin la menor garantía contra honrados “republicanos” culpables de “no pensar” como Franco. Y no olvidaban, en su feminismo histérico, una represión sobre las mujeres especialmente brutal y humillante. Lo que nunca hizo ninguno de ellos fue recurrir a las fuentes primarias, a los archivos, como ha hecho Miguel Platón. Su táctica, típicamente propagandística, consiste en tomar retazos de información e inflarlos y dramatizarlos al máximo con ayuda de unos medios de manipulación de masas tan degradados como ellos. Le comenté cómo en mi investigación de los archivos de la Fundación Pablo Iglesias estaba yo solo muy a menudo.
De acuerdo con el estudio de Platón, las cifras finales vienen a ser: entre 1939 y 1975 los Consejos de Guerra ejecutaron unas 14.000 sentencias de muerte, aproximadamente la mitad de las pronunciadas. La mayoría por acciones durante la guerra, aunque también hay condenados por delito común ajeno a la guerra, por delitos específicamente militares, actuaciones del Maquis y terrorismo. Entre 1960 y 1975 los Consejos de Guerra dictaron 54 condenas a muerte y hubo 9 ejecuciones de miembros de grupos políticos: uno del PCE (Grimau), y por terrorismo tres anarquistas, dos de ETA y tres del FRAP. Del total de 54 condenados, 38 fueron indultados, entre ellos 9 de ETA y 5 del FRAP. Todas estas cifras están documentadas, nombre a nombre.
El número de mujeres ejecutadas fue insignificante, en torno al 1% o menos. La mayoría de los ejecutados pertenecieron a la UGT y a la CNT, que ejercieron la mayor represión de retaguardia durante la guerra, con crímenes a menudo de crueldad espeluznante. En la UGT la mayoría eran socialistas, pero ya desde poco antes de la guerra se habían infiltrado allí los comunistas. Esto justifica el programa de “Una hora con la historia” sobre el PSOE de las chekas y el genocidio, aunque debo precisar que genocidio propiamente hablando solo hubo el de la persecución religiosa, en la que el PSOE tuvo un papel “estelar”, al lado de la CNT. Los comunistas solían atender más al frente que a la retaguardia.
Como podrá verse en el estudio, los juicios distaron mucho de ser arbitrarios o sin defensa. Los acusados tuvieron defensa, la sentencia pasó una segunda evaluación más técnica y se tuvieron siempre en cuenta los atenuantes y las peticiones de clemencia, fueran de sus familiares o de conocidos franquistas, que también las hubo. Franco no solo no firmó ninguna sentencia (esta invención, tan aireada por la izquierda, provino del mitómano Sainz Rodríguez, monárquico), sino tampoco las conmutaciones, dando el enterado, con muy pocas excepciones, a la decisión de los expertos jurídicos del ejército, que también habían decidido las conmutaciones.
Es preciso ir señalando estas cosas y prestando atención a este estudio, para evitar que cuando salga lo ahoguen en el silencio los políticos, periodistas e “historiadores” de la memoria histórica, para seguir envenenando a la opinión pública. Como han hecho con el estudio terminante de Alberto Bárcena sobre el Valle de los Caídos, por ejemplo.
Los gloriosos años 40 (1): Franco y Hitler | Entender el 18 de julio
https://youtu.be/RSo6oBjNqhA
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El caso Cayetana.
Como era de prever y señalé desde el principio, tras el intento de engañar a la gente con un radicalismo impostado, el PP ha vuelto a lo que llama “moderación”, es decir, a la colaboración con PSOE y separatismo, al seguimiento de sus políticas, bien representadas por Feijoo en Galicia, donde sigue la misma línea antiespañola que Pujol siguió en su tiempo en Cataluña.
Dentro de ello, Cayetana Álvarez de Toledo parece que se creyó aquel radicalismo verbal, terminó por ser un estorbo, y la han apartado. Su caso es significativo, porque en el fondo de su discurso hay la misma tara que Julián Marías denunciaba en el PSOE, contagiada al PP: tiene una idea negativa de la historia de España, en su caso cultivada en Oxford. Como liberal, se opone al PSOE y a los despotismos separatistas y se la ha visto próxima a Abascal. Pero ella misma aclaró: “Parece que paso por ser la defensora de Vox en el PP cuando pocas personas del PP han criticado tan duramente como yo a Vox”. Más que criticar, ha atacado y mentido. Pero es lo de menos.
El PP más que un partido, es un conglomerado en el que Feijoo va por su lado y parece imponer su línea junto con Rajoy, la Soraya y compañía. Pero si salió Casado contra Soraya es porque hay un malestar de fondo, muchos militantes descontentos, aunque no acaban de aclararse y siguen con la mística de hojalata partidista. Sospecho que dentro del PP van a aumentar las tensiones internas. Si saltara por los aires, como la UCD, nada se habría perdido. Simplemente se habría liberado espacio político que quizá VOX podría aprovechar.
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El misterio del tiempo
Me han preguntado varias personas por qué, si pensaba en una trilogía, no he seguido en Cuatro perros verdes la tónica de la novela anterior, como una saga familiar en la que los tres hijos de los protagonistas de Sonaron gritos y golpes a la puerta vivieran su propia juventud, entre los años 60 y 70. La verdad es que no sería mala idea, y suena lógica: luego la tercera novela trataría de los nietos de Alberto y Carmen, y se desarrollaría ya en el siglo actual. Pero, a decir verdad, ni siquiera me lo planteé, y viéndolo ahora me parece que habría resultado un recurso un tanto obvio y algo vulgar: exponer la evolución de España a través de tres generaciones de una familia. Además, en mi intención no estaba hacer novelas sociológicas o históricas. No he querido escribir unos relatos de esquema básicamente repetido, sino exponer en ellas unas historias particulares, con un trasfondo histórico evidente, pero que afectaran más al destino personal y en general humano. Unos relatos épicos sin final feliz, me comentó un amigo, y estuve de acuerdo, porque en la vida el final no es feliz, es misterioso e inquietante. Tantos esfuerzos, y tanta lucha ¿para qué? Nadie lo sabe. Nos empeñamos en discernir su sentido y nunca lo logramos, al menos no plenamente. Es el tema, en definitiva, entre el católico Santi y el existencialista Moncho. Santi especula sobre el crimen de su amigo Arsenio, sin llegar a una conclusión. Javi, en cambio, no le da muchas vueltas al de su primo Telesforo, le repugna y desde el primer momento lo rechaza, y lo soluciona mediante la acción. Debo decir que nada de esto lo planifiqué previamente, sino que surgió, como en la novela anterior, sobre la marcha.
¿Por qué reducir este segundo relato a una jornada? No sabría decir muy bien por qué, aunque lo decidí enseguida, una vez comenzada. Me sorprendió la relación, halagüeña pero muy dudosa, y desde luego no pretendida, que alguien encontró entre Cuatro perros verdes y La montaña mágica como novelas “del tiempo”. Al comienzo de la discusión en la tabernilla, se menciona que el tiempo lo medimos y troceamos a nuestra conveniencia, pero que es en esencia ajeno a nosotros, a nuestra percepción, comprensión y manipulaciones. Santiago sale de casa, cuando aún no ha amanecido, cavilando sobre el hecho extraño del contraste entre la noche, que es como una muerte pasajera de la consciencia, y la salida del sol, de la cual depende la vida, algo tan definitivo y a lo que nadie presta atención, y que solo brillará por unas horas antes de que vuelvan las tinieblas y la realidad que nos presenta la luz se vuelva fantasmagórica. La jornada como analogía de toda una vida, y la noche y el sueño como analogía de la muerte. El tiempo fluye, creándonos y destruyéndonos, y la alternancia del día y la noche crea en nuestras mentes la imagen de nuestro destino. Por eso quise concentrar finalmente la vida de los cuatro en una sola jornada.