Notas de pasada / El franquismo “liberal” / Marx (XVIII) Desigualdad personal y social

Notas de pasada

**En VOX están muy equivocados si creen  que pueden eludir la cuestión de Franco  criticando con pequeñas burlas a la izquierda y los separatistas por sacarla constantemente a colación, o hablando de “abrazos” de nuestros padres. Porque se trata de una cuestión objetiva y crucial para la continuidad de España.

**En Usa e Inglaterra se escriben incontables estudios y ensayos sobre la SGM. Es lógic0, pues  fueron protagonistas de ella. Pero España también tuvo un protagonismo muy  considerable, pero apenas hay libros españoles algo serios al respecto; y ninguno con planteamientos  originales, salvo el más reciente, sobre el  fin de la era europea.

**No conozco ningún estudio serio, quizá lo haya,  sobre el hecho de que la SGM, con la  fabricación masiva de armamento, permitiera a Usa superar la gran depresión de los años 30 sin recaer luego en ella. Y ello hasta el punto de poder condonar  sin arruinarse la enorme deuda inglesa, y también la de la URSS (esta, porque Stalin la dio por pagada de sobra con sus victorias y sangre) (La II Guerra Mundial y el fin de la Era Europea). 

**Felipe II puede considerarse, entre tantas cosas más,  el rey de tres  batallas decisivas: San Quintín, Lepanto y la Contrarmada. Esta última (batalla de Lisboa) ha estado y aun lo está, semiignorada, mientras se destaca la Gran Armada “invencible”, no derrotada  por los ingleses, sino por los temporales. Es muy de admirar la destreza propagandística inglesa que no solo ha logrado disimular para la historia su desastrosa Contrarmada, vencida por los hombres, no por los elementos. Y han logrado que lo acepte la torpona historiografía española (Hegemonía española y comienzo de la era europea)

**Pedro de Valdivia  se describió así:  “Para gobernar los vasallos de V. M.  fui capitán para los animar en la guerra y ser el primero en los peligros (…) Geométrico en trazar y poblar; alarife en hacer acequias y repartir aguas; labrador y gañán en las sementeras; mayoral y rabadán en hacer criar ganados. Y, en fin, poblador, criador, sustentador, conquistador y descubridor”. Lo he recogido en Hegemonía española porque nadie ha descrito mejor la conquista de América. Soldados excepcionales, eran también exploradores, organizadores, ingenieros  y difusores de técnicas bien avanzadas para su tiempo.

 **Me mandan un vídeo sobre  “historia de la guerra civil” por una tal “academia play”, que explica con dibujitos infantiles. No he abierto el vídeo. Que se llame “by academia play” ya revela el carácter capullo de sus   autores.

**  El “capitalismo” se define de muchos modos: como el último sistema de explotación del hombre por el hombre, según el marxismo; como el modo más lógico y productivo de organizar la economía, según el liberalismo;  como una fabricación parasitaria judaica para dominar el mundo, según los nazis;  como el mayor enemigo de “la Tierra”, según los ecologistas; como destructor del propio ser humano, según otros… Así, se convierte en un concepto ininteligible, que exige revisión.

**Suele suponerse carácter homosexual a la amistad por así decir apasionada, entre Aquiles  y Patroclo, pero la única indicación sexual en La Ilíada es de otro tipo. Tras rechazar reconciliarse con Agamenon aduciendo, entre otras cosas, “¿creen los Atridas que son los únicos hombres que aman a sus esposas?”, él y Patroclo se retiraron a dormir en puntos opuestos de la tienda, Aquiles con una mujer “de hermosas mejillas” y Patroclo con otra “de bella cintura”. Esclavas ambas, botín de guerra.

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El franquismo “liberal” 

González Cuevas califica la primera parte del régimen, hasta el fin de la SGM o quizá hasta 1956,  como la “edad de oro antiliberal”.  A un gobierno o régimen no lo definen sus “antis”, sino sus “pros”, de los cuales derivan los primeros. Y es cierto que todos los sectores del régimen se declararon más o menos antiliberales desde el principio hasta el fin, con diversas gradaciones. Pero eso era más retórica que práctica. Julián Marías,  más perspicaz, anota que desde el principio, aun con regulaciones y trabas, la economía era esencialmente liberal, lo que además permitía una libertad intelectual y profesional muy aprovechable. Y si de la economía pasamos a la cultura, tanto las tendencias falangistas como las eclesiásticas o las carlistas o las monárquicas, fueron solo una parte menor de la creación cultural, siendo esta también variada y en ese sentido liberal, pese a una censura irrisoria. Y el franquismo mantuvo siempre un estado pequeño, acorde con el liberalismo clásico, mientras que en el resto de Europa oeste el peso del estado en la economía se disparó después de la SGM.

Ciertamente, el franquismo no era liberal ideológica ni doctrinalmente, pero en la práctica heredaba en buena medida las tradiciones de la Restauración. En ningún momento fue un régimen totalitario, si entendemos por tal  la ocupación de la sociedad por el estado, y del estado por un solo partido. Muy lejos de ello.

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Marx XVIII. Desigualdad personal y social

La desigualdad es un rasgo muy acentuado entre las personas. Desigualdad en fuerza, física,  anímica o de carácter, en inteligencia, en sensibilidad, incluida sensibilidad moral, en aptitudes y aficiones y, en fin, en todos los rasgos propiamente humanos. Esto ocurre con independencia de la clase social a la que se pertenezca, y no parece posible eliminarlo sin abolir la misma naturaleza humana. Existen, además desigualdades profundas en  lo que llamaríamos el destino, pues cada persona tiene su trayectoria vital, quizá influida, pero no determinada por  la clase. Aunque busquemos en las combinaciones genéticas una explicación de estas desigualdades, es solo una explicación aparente, porque no hallamos ninguna causa comprensible para que ello sea así, cuál sería el sentido de ello.

Las desigualdades en el plano personal se limitan mucho en el plano social. Así, la clase en que se ha nacido es  aquella en que desarrollan la vida la mayoría de las personas, incluso con bastante rigidez en sociedades como las del antiguo régimen.  Y por más que el destino general sea igualitario en la muerte, en vida la desigualdad social se impone a menudo y en parte  sobre las desigualdades personales. Cuestión implícita es la de si sería posible eliminar las desigualdades personales desde la sociedad, bien homogeneizando cada clase, bien eliminando las mismas clases en una igualdad general.

Como vimos, el marxismo es una concepción de la condición humana que se afirma racional y, más allá, científica, esto es, materialista, que encuentra en la economía la clave de la historia y del mismo comportamiento humano y de sus males. Por consiguiente, y con respecto al liberalismo, impondría  ampliar la igualdad ante la ley — pura fachada, detrás de la cual imperaría realmente el desigual poder económico– a la igualdad real, humana, es decir, económica. Extensión posible por primera vez en la historia, como sabemos, por el desarrollo de las fuerzas productivas.

Pero la desigualdad personal tiende a arruinar la igualdad social, por lo que  el programa científicamente igualitario debe atender a uniformizar la vida y actitudes personales, cosa en principio factible desde la fuerza del estado (la “dictadura proletaria”) Y este ha sido el empeño fundamental del estado soviético o de movimientos como la Revolución cultural maoísta. La desigualdad personal tiene mucho que ver, realmente es la base de la idea de libertad, y por ello el intento de homogeneizarla  supone precisamente el arruinamiento de la libertad personal, extendida a las libertades políticas.

No hay ninguna casualidad en que esos regímenes aplasten la libertad personal en nombre de la igualdad social. La igualdad en el plano personal, si se consiguiera,  haría finalmente innecesario el poder, el estado, objetivo posible solo en sociedades en que las diferencias personales se anulasen prácticamente, al modo de las hormigas o las abejas.  Ya hemos dicho que el poder surge de manera natural y forzosa en todas las sociedades, y precisamente por efecto de las desigualdades personales;  una paradoja solo aparente. Como también es posible, llegados a ese punto, presentar la abolición de las desigualdades personales como la elevación a un plano científico del un concepto corriente, primario  y rudimentario,  de libertad: la aceptación consciente y aceptada de la necesidad científica sería la verdadera libertad.  Y quien se le opusiera, sería arrastrado inevitablemente.

 

 

 

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Carácter de Franco / Lucha cultural, VOX y yo / Dos guerras de efectos contrarios

Carácter de Franco

En Los mitos del franquismo, un título equívoco (debería ser “en torno al franquismo”, pero es lo de menos), expuse numerosos juicios  de historiadores y políticos sobre Franco. En general, los de quienes le habían tratado eran positivos, y los negativos procedían casi siempre de quienes le conocían más bien por la propaganda.

Creo que a Franco se le puede caracterizar por algunos rasgos muy acentuados: un férreo sentido del deber; un don de mando por así decir natural, ni despótico ni ofensivo; una extraordinaria serenidad ante las situaciones difíciles y exigencias nacidas de las obligaciones contraídas; una flexibilidad política que nunca perdía de vista los principios y objetivos básicos;  cierto ordenancismo  para no saltarse las normas; una apreciación realista, ni ilusa ni pesimista, de las personas y las situaciones, siempre tan cambiantes. Cabe añadir en él el predominio de la intuición sobre el análisis, pero era una intuición poderosa que a menudo resultó clarividente. La conjunción de estas cualidades en una sola persona es muy poco frecuente.

Ante todo, Franco representa la continuidad histórica de España.  Cuando el desafío socialista-separatista en octubre de 1934, Lerroux invocó la “continuación de la gloriosa historia de España”, y así fue. Pero no pudo evitar que el desafío se reforzase, por la locura de Alcalá-Zamora, en el frente popular. Casi nunca se reflexiona en el hecho crucial de que lo que estaba en juego, en la república y la guerra, era precisamente si España iba a continuar  su historia o a desaparecer como nación y cultura, rota por  la tenaza sovietizante-separatista. Franco logró vencer el peligro, y vencer también otros provenientes del exterior y no menos amenazantes. Quizá el período posterior no fue culturalmente muy brillante, sin ser en absoluto despreciable. Y tampoco lo había sido el período anterior,  pese a las leyendas. Es lo que daba de sí el país.

La política evoluciona siempre entre tendencias, impulsos e intereses contrarios, y mantener el equilibrio entre  ellos es muy difícil. Franco logró enyugar a las diversas  fuerzas políticas partidarias de los objetivos esenciales y hacer que estos primasen sobre sus diferencias, las cuales habrían podido arruinar aquellos. Y lo hizo a lo largo de muchos años, incluso cuando, por diversas razones, dichas fuerzas se estaban descomponiendo. No menos relevancia tuvo la política exterior frente a  intereses y amenazas externos. Mantener la neutralidad en la guerra mundial fue una hazaña de alcance histórico, no solo por lo que se refiere a España, sino también a Europa, de cuyo “suicidio” salvó al país.  Y adaptarse a las condiciones de la guerra fría, manteniendo en ella una esencial independencia, fue otra hazaña sobresaliente. No me extenderé sobre los éxitos económicos, visibles ya en los años 40 y no solo desde finales de los 50, como suelen decir los “entendidos”, porque, en definitiva, derivaban de los anteriores.

He aquí que la herencia del franquismo –la continuidad de España,  en definitiva–  no han logrado destruirla sus enemigos, el nuevo frente popular, aunque sí dañarla y amenazarla muy gravemente en los últimos tiempos. Por eso urge ahora recordar estas cosas. Toda la política del PSOE y sus aliados se basa en el hecho  de que la democracia, la monarquía, la unidad nacional, etc., vienen del franquismo, lo cual es la evidencia misma, pero que ellos consideran inaceptable porque desean volver al frente popular. Que es en definitiva el contenido del rupturismo a comienzos de la transición. Entonces no les fue posible imponerlo, pero ahora, tras un largo y empeñado proceso, se creen en vísperas de lograrlo.  

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Lucha cultural,  VOX y yo

La lucha cultural, ideológica o de ideas, es el fundamento de las políticas, que, si no se apoyan en un concepto amplio de la historia y de la misma naturaleza humana,  degeneran  en peleas de poder por el poder.  Leo que VOX ha creado una fundación, Disenso, con vistas a esa lucha cultural, que ha desarrollado una labor importante en relación con la llamada Iberosfera. Sin embargo hay dos temas de base radicalmente necesarios: la clarificación  del franquismo como origen, entre otras cosas,  de la democracia;  y la necesidad de volver a una política exterior de neutralidad, bien de relieve con motivo de la guerra de Ucrania. Estas cuestiones no pueden exponerse con afirmaciones categóricas, sino como debates democráticos que bien podría, incluso debería,  emprender Disenso,  si VOX no quiere  cojear o desorientarse en las políticas concretas.

Por mi parte, emprendí la lucha cultural después de  mi libro sobre los orígenes de la guerra, cuando comprobé cómo de la manera más cínica se estaba falsificando la historia, envenenando la conciencia nacional para impulsar políticas destructivas. Me pareció que con mis libros, algunos de mucho éxito, sobre la república, la guerra, el franquismo y los separatismos, había cumplido con lo esencial y anuncié mi retirada de la labor historiográfica. Luego comprendí que la raíz del mal era más profunda, en rigor de trataba de la leyenda negra extendida sobre todo el pasado español y estimulada por “gárrulos sofistas” intelectuales y políticos tras la depresión moral del 98. Publiqué  Nueva historia de España y la Reconquista, y extendí la investigación a la historia de Europa, un tema prácticamente ausente en la historiografía española. Mis dos últimos libros, Hegemonía española y comienzo de la Era Europea, completado con II Guerra Mundial y el fin de la era europea, vienen a culminar una tarea historiográfica de casi veinticinco años.

No sobra señalar que toda esta labor la he desarrollado en contra de todos los partidos políticos, del mundillo o “gremio” universitario,  y de  la mayoría aplastante de los medios. Y que nunca ha sido refutada ni tampoco debatida seriamente: se ha preferido el silencio, la “cancelación” y finalmente las leyes soviéticas de memoria. Como señalaba S. Payne, ha sido prácticamente un “movimiento unipersonal” contra la (in o anti) cultura política e histórica impuesta sobre el país. Tenía confianza en que VOX afrontara sin miedo y a fondo la lucha cultural. Hasta ahora solo lo ha hecho a medias. Es de esperar que la aborde más en profundidad, pues ya es  hora. 

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Dos guerras decisivas  y de efectos contrarios

**La SGM tiene para Europa un valor semejante a la guerra civil para España, con una diferencia decisiva: la primera significó el fin de la Era europea, mientras que la segunda significó la continuidad de España, para lo cual fue imprescindible la neutralidad.  Insisto en que la guerra de Ucrania vuelve a poner sobre la mesa esta cuestión crucial, ante la que no cabe esconder la cabeza bajo el ala.

La Segunda Guerra Mundial - 1

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Derecha sin proyecto / Enigmas SGM / Método Cuevas (b) /Pancho contra España

El doctor tiene una Gran Política, la derecha no. 

Una de las cosas que mejor demuestran la inanidad intelectual de la derecha es su insistencia en que el doctor quiere el poder por el poder, sin más. Por el contrario, eso  ocurre más bien con el PP. El doctor tiene un proyecto un gran proyecto político de alcance histórico, cosa de la que carece por completo el PP, o resulta algo diluido en VOX.

El proyecto del doctor quedó simbolizado a la vista de todos en la profanación de la tumba de Franco, y condensado en la ley de memoria antidemocrática. Del alcance de  estas cosas parece no querer enterarse nadie, pero el proyecto en cuestión consiste en destruir de una vez la herencia del franquismo. Esta herencia consiste en la unidad nacional, uno de los puntos clave por los que se luchó en la guerra civil;  en la soberanía o independencia, por la que también se luchó frente a la URSS y después frente a los intentos satelizadores de los vencedores de la guerra mundial; en la libertad personal, actualmente amenazada con leyes que pretenden regular hasta nuestros sentimientos, sin que a nadie parezca importarle; en la monarquía, visiblemente hostigada mediante campañas sucesivas; y en la democracia. ¡Sí, la democracia es una herencia del franquismo, y debe entenderse  de una vez! Hay que ser muy idiota o falsario para pretender que pudo haber caído del cielo o ser traída por un antifranquismo totalitario que, con el doctor y antes con Zapatero, vuelven claramente a las andadas.
       Y así, por aplicar la derecha unas políticas hueras de toda perspectiva histórica y ciegas al fondo de los procesos en marcha,  hemos  llegado a una situación crítica, en que, como en el 36, vuelven a peligrar seriamente la unidad nacional, la soberanía, las libertades políticas y la democracia.
  Por eso es imprescindible impedir cuatro años más de doctorado que ya amenazan muy directamente la propia continuidad de España (el significado histórico del franquismo es precisamente dicha  continuidad). Es cierto que el PP no es la alternativa, pero al menos permitiría ganar algún tiempo, aunque una repetición de las elecciones sería lo más adecuado. De otro modo, existe el derecho de rebelión contra la tiranía.

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Enigmas de la SGM

**Aparte de algunas facilidades al espionaje (que también permitió a los anglos) y de apoyo a submarinos, la verdadera ayuda de Franco a Hitler fue la División Azul. Y fue una ayuda bastante mayor de lo que suele decirse, pues no solo resultó una de las mejores unidades en el este, sino que frustró una ofensiva soviética que pudo haber causado un segundo Stalingrado, en el norte.

**Un tópico común sobre Gibraltar es que a Hitler no le interesaba en absoluto el ejército español, por lo visto despreciable, sino solo cortar la entrada al Mediterráneo. Siendo así, sería un misterio que renunciase a su proyecto estratégico, al que dio máxima importancia durante bastantes meses.  Pero el ejército español era cualquier cosa menos despreciable: salido de una larga guerra,  era duro,  entrenado y con ata moral. Solo le faltaba armamento de último modelo, que podía suministrarle Alemania. Precisamente la División Azul fue la demostración  de su valía. En todo caso, según Keitel, “A Hitler no le gustó verse forzado a transportar sus tropas a la fuerza, contra la cólera de Franco”.

** Un incidente curioso: Franco sugirió a Hitler que Jodl viniera a España a evaluar las necesidades del país antes de entrar en guerra. Pero Hitler, por consejo de Keitel, prefirió ingenuamente a Canaris, una vez más.  Canaris jefe del espionaje militar alemán, no servía realmente a Hitler, sino a Franco en aquellos momentos.

**En cuanto a Gibraltar, mientras los suministros ingleses pasaron por allí más que por Suez, pudo haber sido decisivo para la llegada de Rommel a Suez. Después ya lo fue menos, pero  volvió a serlo cuando la Operación Torch, que los anglos consideraban imposible sin la neutralidad española, por lo que se apresuraron a asegurar al “querido general Franco” que no pensaban amenazar ningún territorio hispano. Luego, cuando la operación  tuvo éxito, la actitud useña e inglesa se volvió cada vez más insolente, amenazante  y provocadora.

**Si España entraba en guerra era más que probable que Portugal también  lo hiciera, al lado de Inglaterra o forzado por esta. Y por ello Franco, al paso que ganaba tiempo para mantenerse neutral,  trataba y conseguía que Portugal hiciera lo mismo en el Pacto ibérico. Esta fue otra de sus  maniobras magistrales en una situación repleta de enormes incertidumbres. Y  que muchos miran como  “una cosa más”.

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La Segunda Guerra Mundial - 1

Método Cuevas (y  b)

Obviamente, un estudio historiográfico sobre la derecha debe empezar por definirla  a través de sus divisiones y evoluciones. Y es lo que hace Cuevas con un apreciable  capítulo erudito, en el que distingue, citando a diversos autores,  entre  conservadurismo liberal, democracia cristiana, derecha liberal-democrática , tradicionalista contrarrevolucionaria, radical, fascista, tradicionalista-monárquica, liberal, plebiscitaria, teológico-política, identitaria   y otras. En España, su elemento  predominante hasta bien entrado el siglo XX,  habría sido el religioso, pues el clero y el catolicismo “siguieron teniendo una influencia decisiva en la gestación y elaboración de las ideologías conservadoras”, y solo tardíamente la Iglesia  pasó de “intelectual orgánico” a “intelectual tradicional”. Se percibe una pugna dentro de las derechas, entre “conservadores, liberales y tradicionalistas”, un “conservadurismo autoritario” y un “carlismo”, un fascismo muy débil, etc. El problema estaría aquí en la debilidad de “la burguesía”, reflejada en un nacionalismo “pobre en símbolos, y dicha pobreza delata su debilidad”, “ausencia de “conciencia nacional moderna”.

¿Pero que es lo que tenían en común todas esas formas políticas para ser aglutinadas como “derecha”? Hay un modo de reducir sus oposiciones a dos: la inteligencia: “La derecha, o por lo menos la derecha inteligente, sea liberal-conservadora, autoritaria o democrática, siempre ha opuesto la reforma a la revolución”. La menos  inteligente pretendería mantener sin cambios de algún relieve unas situaciones sociales y políticas ancladas en viejos tiempos. En fin, aparte rasgos diversos, que unas veces han correspondido a las derechas y otros a las izquierdas, cabría concluir, algo metapolíticamente, que la derecha tiene “un concepto trágico de la vida social y política”, por consciencia de las limitaciones de la naturaleza humana, en contraste con la visión “utópica” propia de las izquierdas, confiadas en superar esas limitaciones. Bueno, es posible que haya algo de eso. Digamos que la derecha tiende a la conservación y la izquierda al cambio, con muy diversos  grados de radicalidad,  moderación y violencia.

Pero, indudablemente,  derechas e izquierdas no se definen por sí mismas, sino por relación unas con otras.  Ni la derecha ni la izquierda obran solo ni principalmente por sus propias ideas, sino por reacción a las acciones e ideas de sus contrarios;  y de ahí, como ha observado Arnaud Imatz, que en muchas ocasiones las ideas aparentemente definitorias de la derecha hayan sido adoptadas por la izquierda, y viceversa.  Así, no puede abordarse la historia de las derechas sin prestar  aguda atención a la de sus contrarios. Y  aquí, Cuevas vuelve a fallar, porque esa atención es en él escasa y  un tanto roma. Con lo cual el método de Cuevas, ya muy lastrado por su pobre y parcial atención a la evolución histórica general del país, queda completado con esta otra insuficiencia, que  hace de su historia de la derecha una historia un tanto en el aire de  las políticas de las diversas derechas. 

El método de Cuevas no es bueno, y su resultado tampoco puede serlo como obra de historia, aunque políticamente termine defendiendo a VOX, por razones en parte diferentes a las mías. Estas cosas se dan. 

Una observación final: un capítulo inicial, titulado “punto de partida”, debería exponer el enfoque básico historiográfico del autor, lo cual puede hacerse de dos maneras: analizando otros enfoques y discriminando el propio; o citando frases de una serie de autores con los que se supone está de acuerdo el autor.  Cuevas prefiere el segundo método, y en 18 páginas cita a más de cincuenta autores, historiadores, filósofos, políticos y escritores, en serie de frases tipo “Como dice Fulano…”. Frases a veces triviales o contradictorias, sin  discriminación crítica.  Sacamos en conclusión que Cuevas ha leído mucho, quizá a todos esos autores, al menos en parte,  sin que obtengamos una idea medianamente clara de cuál es su posición de partida. 

Un inciso:  Dice Cuevas: “Ricardo de la Cierva no era un historiador profesional”. ¿Qué será un “historiador profesional”, según Cuevas? Solo cabe una definición, como la de escritor profesional: el que vive de esa profesión. No sé si Cierva vivía de la historiografía, pero podía permitírselo, porque sus libros eran de los más vendidos, y era también  catedrático de historia en dos universidades. El problema, para Cuevas parece ser que no admite a De la Cierva  en el gremio de historiadores “metodológicos”, como sí incluye respetuosamente a farsantes tipo Viñas, Preston, Espinosa, Juliá y similares, de cuya “profesionalidad” he tratado en Galería de charlatanes . 

El problema real con De la Cierva — de gran parte de sus planteamientos discrepo sin dejar de reconocer sus méritos–  es que tuvo que bregar con un alud de insultos,  descalificaciones y ninguneos  de la izquierda y la derecha. Precisamente por su éxito, y por poner de relieve gran parte de la vaciedad “metodológica”.

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Pancho I contra España

**Pancho I de la Pampa ha creado un instituto vaticano con el nombre “Fray Bartolomé de las Casas”, el fraile perturbado creador principal de la leyenda negra. Una muestra más de la hispanofobia de un papa asimismo perturbado. ¡Qué sería del catolicismo sin la evangelización de América y del dique que España puso a la expansión protestante! 

**Debido al anticolonialismo, en gran parte de origen europeo, vemos a los anticoloniales africanos exigir a los países europeos que “devuelvan todo lo que robaron a África”. En realidad todo lo que tienen allí, desde la sanidad hasta las técnicas constructivas, la enseñanza, etc. son productos de la colonización. Lo que exigen  realmente son subvenciones para regímenes corruptos que mantienen a sus países en la miseria.

 

 

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SGM y solidez franquista / Gangsterismo progre/ El Método Cuevas (a)

La II Guerra Mundial y la solidez del franquismo

Las grandes decisiones en política nunca son tomadas con seguridad y facilidad o porque “caigan por su peso”, como creen los simples. Por lo general se toman entre arduos dilemas y con cálculos siempre arriesgados sobre las consecuencias.

Cuando cayó Francia en la SGM parecía inminente un nuevo orden europeo en el que a España le convenía entrar para reconstruirse,  aun soportando cierta hegemonía alemana. Pero en pocas semanas el panorama cambió por completo: Inglaterra no aceptaba la paz, y por tanto habría guerra. ¿Guerra corta o larga? Esto era esencial para España. En el primer caso quizá conviniera aplazar la reconstrucción a cambio de mejores condiciones luego. Pero cualquiera (Franco desde luego)  podía pensar que Inglaterra trataría de resistir hasta que Usa se le uniese. Además, el dominio del mar permitía a Inglaterra cortar el comercio exterior español.  Claro que por otra parte, la Wehrmacht estaba en los Pirineos, y era peligroso desairar a Hitler,  y en el Atlántico los U-boote  casi estrangulaban  el tráfico inglés, lo que repercutiría sobre el español. Otro aspecto del problema era que el cierre del estrecho podría llevar a Inglaterra, al menos por unos meses,  a una situación desesperada, como señalaba Hitler a Franco y bien sentía  Churchill, y obligarla a una paz desventajosa antes que interviniese un Roosevelt dudoso de beligerar. Existían además lazos emocionales, como el agradecimiento por la ayuda prestada a Franco en la guerra civil.

Hitler creía que la toma de Gibraltar habría resuleto aquella fase de la contienda, y otros,  incluidos generales alemanes, han considerado su  renuncia a atravesar España, con Franco o contra Franco, como un enorme error de consecuencias decisivas sobre el conjunto de la contienda. Alguien ha criticado que en la portada de mi libro sobre la SGM no aparezca De Gaulle y sí en cambio Franco, pero el peso de De Gaulle en la guerra fue casi nulo, y el de Franco tuvo indudable relevancia.

En líneas generales, se advierte en toda  la política de Franco  una prioridad orientativa, la reconstrucción del país. Pero la misma  estaba sometida a tales albures, temores  y circunstancias cambiantes, que navegar entre tales remolinos podría terminar fácilmente en naufragio. Mantener el rumbo de la nave exigió sin duda  una sabiduría política rara vez  hallable entre los políticos españoles en al menos dos siglos.

Ese acierto extraordinario es una de las causas mayores por las que odian a Franco  unos políticos “menos que mediocres”, que sí hubieran metido a España en aquella contienda. De la que España habría salido destrozada,  con cientos de miles de muertos e inmensas destrucciones, y con nueva guerra civil, como  ocurrió en Francia e Italia. Una de las causas fundamentales de la solidez del franquismo fue aquella magnífica hazaña. La habitual charlatanería historiográfica se ceba en las duras circunstancias de posguerra, olvidando que sus penurias fueron acentuadas por la política inglesa y luego por la de los vencedores de la SGM, incluida la URSS. Pero que no solo fueron vencidas finalmente, sino que España se había librado de las atrocidades que sufrió casi todo el resto de Europa, y esto pesó mucho, sin duda, en lo que se llama a veces “inconsciente colectivo”. El franquismo fue visto como la salvación, no solo de la sovietización y disgregación durante la guerra civil, sino de las sangrientas miserias de la guerra europea.

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La Segunda Guerra Mundial - 1

Gangsters contra la libertad de expresión

Me envía Robert Néboit un artículo de Libération sobre el intento de hundir el periódico de “ultraderecha”  Le journal du dimanche privándole de publicidad. Parte de la maniobra viene de un “colectivo Sleeping Giants“, que con “acciones de alerta”  acosa en tuíter (supongo que también en otros medios)  a los anunciantes de medios con una “línea editorial intolerante, estigmatizante, divisoria, incitadora al odio”.  El grupo Sleeping nació en Usa en 2016, y se ha extendido a Francia. “Cancelación”, llaman a esas políticas , y no hay casualidad en el hecho de que las ideologías defendidas por los  cancelantes (lgtbi, homosexistas, feministas, abortistas), rebosen odio, intolerancia y división social como una melaza maloliente y venenosa. Solo hay que ver sus consignas, manifestaciones, amenazas e histeria.   Particularmente he sufrido ese odio y comprobado  su efectividad  en los medios y redes sociales. De izquierda y derecha. 

Sleeping es, como otras, una  banda de gangsters que debiera estar perseguida legalmente, pues  intenta asfixiar la libertad de expresión por el medio mafioso de privarla de medios económicos. Sin embargo son ellos los que ejercen la persecución, masivamente y desde diversos  poderes, incluso desde los gobiernos (como las leyes de memoria en España). Están  pudriendo, literalmente, las sociedades occidentales, sin que la reacción esté hoy por hoy a la altura de la amenaza.  Por ejemplo, las leyes de “memoria” solo han sido combatidas en España por VOX, pero lo han hecho con tanta flojera y mezclado con cosas menores, que su eficacia es muy endeble. La reacción debe estar a la altura de la agresión.

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El método Cuevas (a)

No vamos a seguir con aspectos particulares del libro del señor Cuevas porque no acabaríamos. Su problema es de método, y un mal método no puede producir buenos resultados (dejemos aparte las “metodologías profesionales o científicas” tan en boga en la universidad y productoras sistemáticas de  disparates). Cualquier tema historiográfico debe  se tratado en relación con un contexto más general y su evolución. Por  ejemplo: cuando me puse con los separatismos vasco y catalán (Una historia chocante), los examiné no solo en sus ideas,  exposiciones, órganos de expresión, etc., sino también, y muy fundamentalmente, en su evolución al compás de la evolución general de España. Esto parece “de cajón”, pero la historiografía española no había producido hasta entonces un ensayo conjunto de las dos ideologías y de su evolución a partir de la crisis del 98, cuando pudieron convertirse en movimientos políticos. Después ha habido estudios muy valiosos, de Jesús Laínz, Francisco Caja y otros, sobre aspectos más concretos.

Por lo tanto, la Historia de la derecha española,  de Cuevas,   debería haber prestado atención permanente al contexto histórico en que se desenvolvían las derechas. Esto, sin embargo, no ocurre en su libro, o lo hace de modo tan parcial y superficial que incluso induce a confusión. Y ello desde el comienzo mismo de la división izquierda/derecha a raíz de la invasión napoleónica (aunque hubiera precedentes secundarios). Uno esperaría al menos un resumen general de aquella guerra, de la que España salió arruinada y en parte desangrada, con una deuda gigantesca y en vísperas de la pérdida de la mayor parte del imperio. Asombrosamente, nada de ello aparece en el libro; ni  existe siquiera la intervención inglesa, ni Wellington, etc.  Se dirá que de todas formas, el tema era otro, pero no es así.  La intervención inglesa, el peor aliado concebible de España, derivó entre otras cosas  a la pérdida del imperio y a la supeditación económica del mismo, incluida la ex metrópoli, aparte de su influencia ideológica y política en sectores liberales.

Tampoco aparecen en el libro las atrocidades de las tropas francesas, secundariamente de las inglesas, y  sin embargo ellas explican muchas cosas: por ejemplo, la impopularidad de los liberales, identificados a menudo  con los invasores que habían pisoteado la religión,  sembrado el país de sangre y hambre, y destruido un inmenso patrimonio  cultural e histórico. De ahí el entusiasmo por Fernando VII,  del que Cuevas se limita a citar una opinión de Artola sobre “la degradación” de los españoles de entonces. Los españoles que tiraban del carruaje de Fernando expresaban su alegría por el fin de la guerra  y por la vuelta de quien creían  un héroe, un “Mesías”,  el “Rey más perseguido”,  “Cautivo”, como les contaban un clero poco decente y ansioso de recobrar sus privilegios.

 El carácter y resultado de la guerra explica también por qué los liberales eran muy minoritarios y  por qué para ganar poder debían recurrir a sociedades secretas, en particular la masonería, sobre todo el el ejército. La masonería apenas aparece nombrada de refilón en Cuevas, y sin embargo tuvo una influencia no por casi invisible menos palpable en todos los sucesos de la época, incluida la pérdida del imperio. Tanto en el ejército francés como en el inglés  la masonería era una fuerza real, contagiada después al ejército español.  Por supuesto, la conspiranoia antimasónica tan típica en cierta derecha tiene escaso valor historiográfico, pero no lo tiene más pasar por alto su influjo, como en el libro de Cuevas. 

Este  caso chocante de práctica ausencia de trasfondo histórico se repite a lo largo de todo el libro, sustituido por información  sobre  las diversas tendencias y oposiciones entre grupos derechistas, con citas y ristras de nombres.  Información no desdeñable, pero no solo incompleta, sino falta también de proyección histórica. En cierto modo, más que una historia de la derecha es una historia de las divisiones, maniobras y  palabrería  de las derechas (pues pensamiento hubo poco, aun si en la izquierda hubiera menos). Otro defecto fundamental de esta historia, que veremos, es la relación con las izquierdas.

 

 

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Banda chantajista / Vargas Llosa y Cervantes / Cuevas: historia y burocracia

Una banda chantajista

Que desde 2002 el PP es solo una banda de señoritos ignorantes, intrigantes y mangantes, es un hecho que me parece irreversible. Y ahora la vemos en acción actuando como una banda chantajista. Lo hizo durante toda la campaña electoral: o VOX se sometía sin más a sus intereses de partido, o sería presentado como apoyo del doctor. El chantaje se podía explicar ya que, en su euforia pueril, el PP creía poder sacar una gran mayoría y hasta mayoría absoluta: se lo decían sus “analistas” y “expertos electorales”.  Y ahora han vuelto  a lo mismo con la mesa del Congreso, rechazando de pleno a VOX , pretendiendo que pueden tratar como un apestado o paria al tercer partido del país. Pero ahora la situación ha cambiado: ya no hay la gran mayoría que los golfos  fantaseaban, y  la posibilidad de que el doctor y  sus pandillas se adueñen del poder y culminen sus proyectos criminales es muy real. En tal situación, los   señoritos golfos han tensado el chantaje sin importarles dar una gran baza a los delincuentes.

El PP entiende como su mayor enemigo a VOX –y no al PSOE o los separatistas–, y se entiende que obre en consecuencia, tratando de aniquilarlo. Pero hay momentos en que un interés general gravemente amenazado como ahora  debería  permitir algún acuerdo negociado.  Opción que está resultando imposible con estos “moderados y centristas”, incluso habiendo renunciado VOX a participar en el gobierno. 

Hay en esta situación  dos cuestiones de fondo: a) la investidura de Feijoo no es una alternativa a la del doctor, aunque sí  un alivio momentáneo,  que permitiría  a VOX actuar de verdadera oposición al avance de los planes compartidos en el fondo por PP y PSOE.  Claro que eso es, precisamente, lo que temen los señoritos.

b) Ante el grave peligro para  la unidad nacional y la democracia, cada vez se ve más necesario que el rey cumpla con su principal deber, la defensa de ambas, haciendo uso de sus derechos constitucionales, como ha propuesto el historiador Jesús Palacios (un desacuerdo con Palacios: califica a la monarquía de “negocio de familia”. Nada más lejos de la realidad, se trata de una institución básica, que ahora puede desempeñar el papel que le atribuyen las leyes, como en 2017) 

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Vargas Llosa y Cervantes

 No se trata de comparar a ambos autores, tan distintos en casi todo, empezando por la época.  Vargas Llosa es uno de los más talentosos  escritores en español de los últimos sesenta años, muy gran admirador del Quijote. Lo que me ha llamado la atención son unos comentarios suyos sobre Cervantes (Una conversación con Vargas Llosa), respondiendo a la pregunta de cómo puede explicarse una obra tan única y sobresaliente como el Quijote. Ya vimos que el liberalismo de Vargas es un poco simple en relación con el franquismo, pero aquí queda reflejado de otra manera. Niega que a Pérez Galdós pueda valorársele como  continuador de Cervantes, dada la diferencia de estatura literaria, cosa cierta, creo; y  califica de “misterio” cómo pudo surgir una novela de la dimensión del Quijote  lo cual también es verdad, estas cosas son inexplicables. 

Y más misterio aún atendiendo a su autor, que Vargas define así, cometiendo algunos errores sin importancia, pues se trata de una improvisación: “hombre modesto” “con muchos problemas sobre todo económicos”, “se le acusa de un asesinato”,  “es la vida de un hombre pobre, por eso se hace soldado”, “un soldado común, no un oficial” (Lepanto),  “vida trágica”  (Argel)”tenía todas las razones de ser un hombre resentido, un hombre acomplejado. Sin embargo en el Quijote aparece como un hombre generoso, abierto, que mira con humor las complejidades de la vida…”. Ya en otra ocasión oí a algunas personas explicar a Quevedo –menos generoso que Cervantes– por sus dificultades económicas. Lo que destaca aquí es la estrechez de miras de Vargas calificando con criterios de rentabilidad económica la vida heroica de Cervantes –como de tantos españoles de entonces– y sugiriendo el tópico de la miseria de la población. Hay un tipo de liberalismo que no puede juzgar más allá, tal como en el “materialismo histórico” se explicaba la literatura en plan lucha de clases. Dejémoslo ahí, de momento.

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 González Cuevas: historia y burocracia

Como señalaba en la entrada anterior en relación con Ortega y Azaña,  el señor Cuevas “olvida” datos fundamentales en beneficio de otros de menor enjundia: la visión siniestra de la historia de España compartida por ambos les llevó a denigrar al régimen liberal de la Restauración, a exigir (en vano, por suerte) la entrada de España en la PGM en calidad de carne de cañón para Francia e Inglaterra, luego a calumniar la fructífera dictadura de Primo de Rivera,  y finalmente a impulsar al país a una república demente. Esta es en resumen la carrera política de los dos intelectuales-políticos, al margen de matices y del pronto desencanto de Ortega desde una posición fácil.  Al pasar por alto estos datos esenciales, la exposición historiográfica de Cuevas al respecto, se reduce  inevitablemente a palabrería burocrática.

Ampliaré un poco el asunto de  Primo de Rivera: cuando él accede al poder mediante un golpe muy vitoreado en todas las clases sociales, la Restauración agonizaba víctima de cuatro cánceres: el pistolerismo anarquista, los separatismos al borde de la insurrección, la violenta demagogia socialista  y las consecuencias de Annual. A estos auténticos cánceres se sumaba, desde luego,  la influencia de tales intelectuales. De modo casi milagroso, Primo logró con muy escasa represión curar las cuatro enfermedades y dar al país su  época de mayor prosperidad desde principios del siglo XIX, sin obstaculizar el período culturalmente más productivo del XX hasta entonces (y del que iba a apropiarse la propaganda republicana). E intentó una nueva fórmula democrática entre un gran partido de derecha, Unión Patriótica, y un PSOE que parecía haberse civilizado; en esto falló, pero su balance, de todo caso, es impresionantemente positivo. ¡Y fue la derecha, incluido el monarca, el que arruinó la experiencia, expulsó a Primo y luego trajo la república! Pues no fue la izquierda, como suele creerse. He mostrado en mi reciente libro La Segunda República española s cómo la trajo la derecha “progresista” –Alcalá-Zamora al frente– y finalmente la destruyó, en mayor medida que la izquierda. La calidad política,  intelectual y  también moral, de la derecha española queda de relieve en estos hechos.

Como digo, nada de esto tiene interés para Cuevas. Veamos otro caso, el asesinato de Carrero Blanco, que él despacha en esto términos: “La designación de Carrero Blanco como presidente del gobierno, en junio de 1973 suscitó entre los reformista pocas expectativas de cambio, ya que en alguna ocasión afirmó coincidir ideológicamente con Blas Piñar (…) El 20 de diciembre fue asesinado, mientras comenzaba el Proceso 1001 contra el sindicato clandestino Comisiones  Obreras, por un comando de ETA, lo que fue celebrado por el conjunto de la oposición.  El entierro (…) fue el momento propicio para una ruidosa, aunque no excesivamente nutrida, manifestación  (…) demandado un golpe de Estado militar. Sin embargo, el Gobierno se mostró sereno y no cedió a las peticiones de los extremistas (…) La muerte de Carrero, supuso, como señaló Fernández de la Mora, “la proscripción de su política”.

Y eso es todo, sin el menor análisis. No obstante, desde la derecha y la izquierda, se ha dado al atentado máximo valor histórico, y en ambos casos como la supuesta ruptura del dique franquista, que abría el camino a la democracia. Democracia que los franquistas  posteriores tendían a considerar nefasta, al revés que los demás, al menos de palabra. En dos palabras: la ETA, con su atentado, habría traído la democracia a España, o al menos le habría abierto el camino. Esta idea de fondo, inconfesada pero claramente implícita, explica que bien pronto, en la transición, se abriese paso la idea de “terminar con la ETA” ante todo negociando o “dialogando”  (aceptando sus crímenes como un modo de hacer política),  aparte de una acción policial que nunca parecía eficaz. Y es la causa de que, después de que la ETA fuera casi desmantelada en el segundo período de Aznar, el PSOE de Zapatero se apresurase a rescatarla como una potencia política. Después de todo, las afinidades ideológicas entre ETA y PSOE eran casi totales empezando por su socialismo y antifranquismo. La política zapateril fue pronto continuada por el PP.

¿Trajo o abrió paso  la ETA  a la democracia? Es una idea imposible. Ni la ETA ni el PCE han sido jamás demócratas, muy al contrario. Y el régimen, desde luego, no se desplomó. Aunque en descomposición interna, mantuvo bastante solidez para encajar el golpe e ir preparando, aun si a veces algo a tientas, la transición a la democracia. El régimen no se vino abajo ni mucho menos,  se mantuvieron las previsiones y tres años después comenzó el paso a la democracia  “de la ley a la ley”, desde el franquismo, no desde una oposición nunca democrática,  para frustración de esta,  que aún no ha logrado destruir la herencia principal de aquel régimen, aunque se haya acercado tanto en  los últimos años. Y este es el verdadero significado histórico de aquel atentado: su incapacidad para provocar un desastre, lo que, en momentos de debilidad del régimen, parecía en principio factible.

Importa ver el problema en toda su extensión. Una debilidad de fondo del franquismo fue su autoproclamación como católico, no meramente confesional, sino político. Pero el catolicismo no es una política más o menos determinada, y es compatible con regímenes  diversos. Fue en el Vaticano II, que tampoco analiza Cuevas, como veremos, donde el franquismo encontró su némesis: la Iglesia no solo se disoció de él, sino que procedió a provocarlo e incentivar a todos sus enemigos. Esta política –contra quienes habían salvado a la Iglesia del exterminio físico, debe recordarse siempre– pudo ocasionar un derrumbe de consecuencias imprevisibles, aprovechando, por ejemplo, el asesinato de Carrero. Afortunadamente, como decimos  el entramado del régimen resistió bien. Y este es el significado histórico del atentado, en contraste con otros como el del 11-m, que abrió paso a la descomposición de la democracia que hoy sufrimos.

A partir del Vaticano II, al régimen no le quedaba otro futuro que una evolución democrática o un posible y catastrófico derrumbe. En la evolución democrática estaba, con mil vacilaciones, el mismo Carrero, a quien criticaba por entonces Blas Piñar. Vacilaciones comprensibles, ante el riesgo, temido también por muchos otros, de desembocar en una tercera república de orates, dadas las ideas históricas y políticas de la oposición. Sin embargo no fue así, y ello se debe a la solidez de la herencia franquista.

Trataré de explicar por qué el libro de Cuevas no es una verdadera historia de la derecha, sino, en todo caso, de las ideas, intrigas y diferencias entre sectores de la derecha, tratados como en una burbuja y con escaso sentido crítico.

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