Marx (XIII) Realidad del valor trabajo
Si la contradicción entre tasa y masa de ganancia es una falacia, la idea del valor trabajo no lo es del todo. Tenemos, pues, que el producto económico general puede medirse tanto a partir del precio global de las mercancías (bienes y servicios) como de los ingresos de los intervinientes, que en definitiva representan el trabajo. Así que el trabajo no deja de ser una medida de valor, solo que no en el sentido en que lo emplea Marx, como horas de trabajo, además fundamentalmente fabriles. De manera algo toscamente materialista, el marxismo no emplea el concepto de bienes y servicios, sino el de mercancías tangibles, de cuyo valor derivaría el de los servicios. Esto, sin embargo, no es así. Para fabricar cualquier mercancía tangible no solo hace falta el trabajo manual y la técnica correspondiente, sino también una serie de servicios intangibles: métodos de organización, de vigilancia para asegurar la productividad, sistemas de venta, publicidad, etc., todos los cuales suponen horas de trabajo, aunque muy variadas en cantidad y en remuneración o valoración. Ello aparte, existen mil servicios independientes de la producción directa de mercancías y que son muchas veces los bienes más valorados por los consumidores.
Hay, además, otro factor invisible e intangible como es el riesgo. Una empresa exige siempre una iniciativa y trae consigo el riesgo de fracasar. El fabricante puede ser muy eficiente en la producción de sus mercancías y sin embargo lo lograr que sean apreciadas socialmente (aunque una buena publicidad pueda crear artificialmente el aprecio). A menudo se oye que todo depende de la demanda, como si esta fuera un valor estable y descontado. Pero la demanda también se crea, aun si no arbitrariamente, de dos maneras: por la publicidad y por la innovación: antes de inventarse los televisores no existía la menor demanda de ellos. Que el riesgo es un elemento muy importante en la economía lo demuestra el alto número de quiebras y fracasos empresariales, no ya en época de crisis, sino incluso de prosperidad. Y no cabe duda de que yace ahí un factor de la ganancia. Asimismo puede considerarse que las quiebras constituyen un sector de la economía, que podría llamarse sector del derroche o el despilfarro que supone todo fracaso.
Pero a pesar de todas estas objeciones y otras derivadas de las predicciones que hacía Marx, como buen científico, y que resultaron fallidas en su mayoría, hay un elemento que permanece, y es el de la división de la sociedad en clases. Esto parece algo tan evidente que no necesita demostración. Las consecuencias que extrae Marx son discutibles, pero el hecho no, y, como decía Schumpeter, no deja de ser un desafío a la teoría “burguesa”.
**************************
Literatura femenina / Hermandad ETA- PSOE
**Creo que fue Escohotado quien sostuvo que el comercio liberal trafica con objetos, no con personas. Así, de una tacada se libra de una parte considerable de la historia del comercio liberal, el comercio de esclavos, que tanto incidió en la acumulación de capital en Inglaterra u Holanda. Y sigue siendo falso: el trabajo asalariado convierte en mercancía una parte importante del tiempo de vida de los asalariados, es decir, comercia con las personas, ya que nadie se queda en la cama y manda su fuerza de trabajo a la fábrica o la oficina. Liberalismo cañí
**A Naipaul, la literatura escrita por mujeres le parecía inferior y sensiblera. Es discutible. No lo es tanto la literatura feminista: “Toda esa narrativa contemporánea de mujeres que se descubren a sí mismas y que redescubren su intimidad en un mundo de hombres… Porque todo va de lo mismo”, dice con sarcasmo una crítica literaria. Toda literatura que busca chivos expiatorios es falsa.
**Dice Cayetana que la negociación de ZP con la ETA fue: “Tú deja de matar, y y yo te dejo mandar”. Menudo “análisis”. La negociación fue: “Ya apenas puedes matar, porque Aznar te ha liquidado prácticamente, junto con tu cuerpo político. Pero yo te ofrezco reconvertirte en una fuerza política”.
**También se olvida sistemáticamente que el PSOE y la ETA coinciden prácticamente en un 80% en su ideología. Lo he explicado mil veces, pero esta gente sigue con sus “análisis” infantiles. Por cierto, ¿y las actas de aquellos chanchullos?
******************************
Tres niveles en la vida humana
En La II Guerra Mundial y el fin de la Era Europea apunto que la vida humana se desarrolla en un triple plano: personal, social y metafísico. A este último plano, negado por las ideologías “científicas” apunta la presencia del sol en la novela Cuatro perros verdes. Y hace once años escribí en el blog este artículo, que podría desarrollarse:
Vaya por delante que esto es solo una burda aproximación y lo de “niveles” solo una representación espacial. En la realidad los tres están imbricados estrecha e inseparablemente, diferenciables solo a efectos teóricos.
Creo que los dos sentimientos más profundos del ser humano son el del yo consciente y el del mundo. Por el primero nos identificamos a nosotros mismos en todos los aspectos, en relación y contraste con los demás, sentimos nuestra individualidad con mayor o menor agudeza y amplitud, y a eso venimos a llamar consciencia.
Sin embargo en nosotros encontramos de entrada algo que rebasa por completo nuestra individualidad consciente. El individuo, su cuerpo para empezar, ha llegado a existir sin permiso, elección o voluntad del yo. Es como una potencia ajena a nosotros, cuyo origen tiene un elemento de voluntad personal (cuando lo tiene), en la unión de los padres, pero otro elemento más fundamental que es el absoluto azar de que un espermatozoide con determinada, pero imprevisible carga genética, se una con un óvulo con su propia carga, y se combinen de modo asimismo al margen por completo de nuestra consciencia. Ello sin contar el azar social de haber nacido en un medio, situación geográfica, familia, época histórica, raza, posibilidades materiales, dotes intelectuales, sexo… todo ello por completo al margen de las decisiones, deseos, intenciones o autoconsideración del yo.
Asimismo, nuestro cuerpo está diseñado, por así decir, de modo totalmente independiente de nuestra consciencia y voluntad. Nuestro sistema digestivo, circulatorio, óseo, etc., nuestra evolución corporal con los años, existen y funcionan por su cuenta, sin permiso ni elección nuestros, pero imponiéndonos fuertes exigencias. No percibimos la digestión que el cuerpo hace por su propia cuenta, ni el movimiento de la sangre, etc. Generalmente, cuando notamos el funcionamiento del cuerpo es cuando este marcha mal y lo manifiesta en forma de dolor. Pero la falta de alimento provoca una sensación desagradable que nos empuja a una multitud de esfuerzos y acciones, estos sí conscientes, para saciar el ávido y funesto vientre, que tantas desdichas trae a los hombres, según Odiseo. Lo mismo puede decirse de otros mil actos, como los relacionados con la reproducción o la busca de pareja o el placer sexual, impulsados por una fuerza que nos es ajena y se nos impone. De modo que cuando una persona pretende que “hace lo que quiere con su cuerpo”, quizá sería más apropiado sostener que su cuerpo hace lo que quiere con ella. Este es el primer nivel, que podríamos llamar animal o inconsciente.
El segundo nivel sería el del yo consciente propiamente dicho. La consciencia nos da una sensación y valoración de nosotros mismos y se expresa en una memoria, una voluntad y un pensamiento, una capacidad de razonamiento y de técnica, cualidades que vienen incluidas en nuestra peculiaridad como seres vivos y que podemos desarrollar mediante la educación e instrucción, pero que en su esencia nos vienen dados, escapan igualmente a nuestro designio. Es decir, siguen siendo en lo fundamental ajenos a nuestro yo. Además, utilizamos esas cualidades, al menos en gran medida, para satisfacer las necesidades elementales de nuestra animalidad. No me parece exagerado concebir a los animales como un par de sistemas, digestivo y reproductivo, servidos por el resto del cuerpo (sentidos, patas, garras, etc.). En el ser humano cabría entender la razón, la capacidad técnica, etc., como su modo particular de cumplir las exigencias digestivas y reproductivas comunes a todas las formas de vida. La razón vendría a sustituir las garras, picos, etc., y superar la mera información de los sentidos y la capacidad física de movimiento. De hecho las interpretaciones materialistas tienden a interpretar al ser humano como un animal con ciertos rasgos particulares, pero destinados a satisfacer las mismas exigencias básicas que experimenta cualquier otro animal.
Sin embargo existe en el hombre otro sentimiento básico casi tan intenso como el del yo, y en ocasiones más: el sentimiento del mundo no solo en lo que tiene de suministrador y obstáculo al mismo tiempo, de los bienes necesarios para la alimentación y la reproducción, sino en un sentido mucho más amplio e independiente de las exigencias biológicas. La percepción amplia de un mundo y sus movimientos, tan inmensamente superiores y quizá indiferentes, o desde luego independientes de nuestra presencia en él, un mundo a un tiempo acogedor y hostil, que permite vivir a los individuos, aunque con muchos obstáculos, para terminar matándolos, provoca un sentimiento a la vez nebuloso, profundo y muy complejo, de belleza, esperanza y terror, una inquietud fundamental ante lo incomprensible, lo que se presenta por encima de la capacidad humana de razonamiento y comprensión. El ser humano busca consuelo ante la muerte segura, y un sentido a su vida por encima del esfuerzo por satisfacer las exigencias biológicas que comparte con los animales. Parece bastante claro que en ese sentimiento encontramos la fuente de la religión, y no solo de ella: también del arte, la literatura, la ideología o el pensamiento científico. Este sería el tercer nivel, supraconsciente y origen de la cultura.
Nótese que una interpretación llamada materialista supone la religión como una manifestación de la incapacidad técnica del hombre para dominar la naturaleza; capacidad progresivamente superada en la historia, que llegará a prescindir de la religión. El fondo de esa interpretación, me parece, es la concepción del ser humano como animal que utiliza su consciencia para satisfacer sus ávidos e insaciables deseos materiales. Y creo que es un error radical. No solo aspira a anular la religión sino también junto con ella, las demás manifestaciones superiores de la cultura.
********************************
Tres manifiestos a tiempo, pero inútiles (de donde no hay, no se puede sacar): https://www.piomoa.es/?p=800