Próxima sesión de Una hora con la Historia: El criminal exilio del PSOE
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Literatura poco dostoievskiana
En Cuatro perros verdes, Moncho se encuentra junto al estanque del Retiro –¿guiño al estanque del Patriarca de Bulgákov, pregunto?–, y un artículo que lee en un periódico de una papelera hace referencia al big bang, lo que le hace reflexionar que si el tiempo y el espacio nacen con el big bang, es que todo el universo nace de la nada, pues, en efecto, no hay mejor descripción de la nada que la ausencia de tiempo y espacio. Y la reflexión final, cito: “Si el cosmos estaba concentrado en el momento de la expansión inicial, ¿quiere decirse que todo lo que hay, lo que estamos viendo, lo que estamos viviendo, lo que estamos pensando y haciendo, nosotros mismos, todo eso ya estaba presente de algún modo allí, en aquella situación inicial de la materia? ¿En la nada? Porque si no estaba allí, ¿de dónde ha salido?”. Me pareció una meditación interesante, aunque la he leído en otras ocasiones, solo que con menos precisión. Claro que también puede ser la especulación gratuita de quien no conoce el tema, pues he encontrado muchas veces a personas con buenos conocimientos y sentido común que, ¡zas!, de pronto empiezan a desbarrar con paranoias, a creer gilipolleces… ¿No te ha pasado?
No pensé en Bulgákof. Y es verdad, casi todas las tonterías a que aludes vienen de una falta de cultura, que no es lo mismo que tener conocimientos. La cultura implica cierto sentido lógico y crítico. Además, el ser humano, sometido a la incertidumbre y arrojado del paraíso, intenta volver a él, es decir, a la ausencia de mal, a la animalidad, lo que trae esas paranoias y creencias utópicas, más o menos pueriles, basadas en sus “estériles deseos”, que decía Ortega. Hay una nostalgia de la inocencia animal, algunos ven el modelo en el bonobo, por poner un caso. Pero, en fin, en Cuatro perros verdes la reflexión es muy propia de Moncho, siempre inmerso en asuntos transcendentales. La teoría de la Grex plantea serios problemas como los de Moncho, que a un físico quizá no le interesen, pero filosóficamente son cruciales. Por otra parte la nada, lo inexistente, es el cero en matemáticas, y fíjate en su utilidad… Es como la moral: un físico te puede explicar los principios en que se basa una bomba nuclear, sus efectos y capacidad destructiva con todo detalle, pero no puede decirte si es bueno o malo lanzarla sobre una población. La moral es ajena a la ciencia, que por método prescinde de la idea de finalismo… También pensé que Santi preguntase a Moncho: “Si Sartre concluye que la vida es una pasión inútil, ¿por qué no se suicida?”, y el comentario propio de Javi: “Porque gana mucho dinero con esas teorías. ¿Por qué había de suicidarse?”. Pero me pareció un cinismo algo trivial.
Pues a mí no me parece trivial, es demoledor y habría quedado muy bien, pone de relieve la contradicción, como la de aquellos que insisten en que no es posible que nos entendamos ni entendamos nada, pues entonces, ¿por qué se empeñan en demostrarlo cuando con ese empeño lo que ya demuestran es su contradicción?
Bien, quizá a veces me vuelvo algo timorato. El episodio de Moncho ante el estanque del Retiro importa mucho para entender al personaje. Dostoievskiano o algo así lo llamó Calaza. Al no ser creyente, se pregunta, por ejemplo: ¿por qué la masa y la energía que componen la materia tuvieron necesidad de crear una consciencia de sí mismas en el ser humano? ¿O no tenían ninguna necesidad? También podría haberse preguntado, y más o menos lo hace: ¿por qué nos hacemos preguntas que solo podría contestar Dios, si lo hay? Como no somos dioses, estamos siempre en las mismas.
Sí, estoy de acuerdo con Calaza, Moncho es el personaje más problemático e inteligente, siempre con sus cuestiones sin solución, en el límite, como algunos de Dostoievski, y por eso también será el que resulte menos simpático para los lectores. La literatura española es muy poco dada a esas especulaciones, no tiene nada de dostoievskiana, y es porque no hay público para ellas: la gente prefiere problemas más fáciles, con un “suspense” prefabricado y que se solucionen sin dificultad en un final feliz o seudoenigmático. Es la literatura que predomina, y no solo en España, según veo por las traducciones, pues basta leer los títulos y contraportadas para ver que casi todo es pura filfa muy enfocada a lo comercial.
Encuentro cierta tosquedad o simpleza de sentimientos en gran parte de la literatura española. Hablando de eso, me gustaría saber qué ha pasado con aquella revista La fiera literaria, que hace unos años machacaba a esa literatura comercial y manipuladora ideológicamente, tan masivamente frecuente… A Cercas, a Muñoz Molina, a Javier Marías… Creo que se excedía un poco y atendía más a formas que al fondo, pero resultaba muy saludable frente a la morralla publicitaria y convencional de la mayor parte de los suplementos literarios. Lástima que Lomana no haya insistido en las prosas cipotudas.

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Crónica. Martín Villa, el respetuoso
**A la Montero la ha comparado alguien con el caballo al que quiso nombrar cónsul Calígula. Ahora dice que a Podemas y a ERC les une el “amor a España”. Los famosos amores que matan
**Martín Villa, respetuoso con lo irrespetable, ha aceptado la autoridad moral y material de las yeguas caligulescas Delgado y Servini. Y ha “explicado” que en la transición no hubo ningún genocidio. Muy típico (La transición, según Martín Villa: https://www.piomoa.es/?p=1939). Cuán cierta la apreciación que menciona Florentino Portero: “La derecha española está condenada a quedarse con los desechos intelectuales de la izquierda. No da para más”.
**A Madrid le va mal con el coronavirus debido a la manifestación del 8 de marzo (con asistencia de las nuevas “chicas del PP”) y por la desatención a la llegada masiva de viajeros a Barajas y a las dificultades para obtener mascarillas, etc. Todo ello responsabilidad del gobierno. Y es el gobierno, a través de sus medios y politicastros, el que acusa a Madrid, es decir a Ayuso, la política del PP que no debiera estar en ese partido.

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¿Por qué el hombre?
En su alusión a la evolución, usted parece mostrarse escéptico.
Sin negarla en principio, soy escéptico, efectivamente en cuanto a la explicación de ella, mayormente darviniana y que por otra parte es la más elaborada. He tenido discusiones con darvinianos de fe ciega, que creen que su teoría lo explica todo, desde la moral a los sentimientos o la religión o la misma ciencia. En realidad, la evolución no explica nada, solo describe el hecho de que, con el paso del tiempo, los organismos se vuelven más complejos y que de alguna manera están relacionados unos con otros. Esto es muy razonable, más o menos es cierto, pero, como digo, no explica nada. La teoría dice que las variedades en las especies y las propias especies se producen por azares y combinaciones de azares en el genoma. Dejando aparte el hecho de que la mayoría de esos azares, quizá incluso todos los que se conocen, causan malformaciones, el mero hecho de introducir el azar, es decir, “algo” irreductible a una ley, crea una dificultad explicativa. La dificultad se intenta superar recurriendo a la necesidad. La evolución combinaría el azar y necesidad, como trata de explicar Monod en su célebre libro. Que, por cierto, intenta fundamentar una moral científica, desde luego sin conseguirlo. La necesidad es la ley, pero ¿qué ley encontramos en el hecho de que la evolución haya llegado al hombre desde los unicelulares? No hay ninguna. ¡El hombre, tan particular que en lugar de adaptarse al medio, como los demás animales, adapta progresivamente el medio a sus necesidades y deseos! En todo caso ha habido una gigantesca, inimaginable acumulación de cambios al azar, en su mayoría perjudiciales, hasta llegar al hombre. Y esa gigantesca acumulación hace que muchos biólogos consideren muy verosímil que seamos los únicos seres humanos o similares en todo el universo, a pesar de la fabulosa abundancia de sistemas solares en cada galaxia y de galaxias en todo el cosmos, y dejo aparte la materia oscura, por su oscuridad. Y que nuestra existencia no tenga más sentido ni necesidad que la de un peñasco salido de una erupción volcánica.
Pero al menos admite usted que la teoría ofrece una buena descripción de los hechos. Y la ciencia no trata de demostrar nada, sino simplemente de establecer los hechos.
Hasta cierto punto, y considerándola una teoría descriptiva, es así, pero con muchos problemas. Alguno, referente al ser humano, lo he apuntado en el blog. Por ejemplo, el hombre descendería del mono o tendría un antepasado común. Muy bien, pero aquí nos planteamos una cuestión, entre otras: los monos siguen existiendo, mientras que los homínidos han desaparecido, incluyendo los muy desarrollados neandertales. ¿Cómo ha sido eso? ¿Tal vez cada variedad humana más evolucionada ha exterminado a la anterior? Darwin predecía algo así con respecto a las razas más civilizadas sobre las más atrasadas. No lo decía por decir: en su tiempo los anglosajones estaban exterminando a los aborígenes en América o en Australia.