UNA HORA CON LA HISTORIA
144 – Historia criminal del PSOE (24): Elecciones del fraude y el terror. | “Etapa Constituyente” https://www.youtube.com/watch?v=YVnG1ZyNfp0
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Tradición, aparato y espíritu
Una de las notas que mejor revela la mediocridad de la historiografía española –no solo sobre la guerra civil y el franquismo– es su escasa atención a los cambios transcendentales en el descubrimiento y la configuración mental del mundo, logrados en el siglo XVI a través de expediciones navales. Y de expediciones fundamentalmente españolas. No hará falta extenderse aquí al respecto: fueron ellas las que permitieron descubrir y cruzar continentes y océanos y comunicarlos a todos. Hablamos del descubrimiento de América casi como un asunto burocrático, sin percatarnos de la osadía e incertidumbre que representaba alejarse de las rutas seguidas por los navegantes desde el principio de sus tiempos –rutas próximas a la costa o entre tierras bastante cercanas–, para adentrarse en un océano desconocido, cuya extensión se ignoraba, expuestos a tormentas que entonces y durante siglos llevarían incontables buques al fondo del mar.
Mas para desempeñar ese papel eran necesarias ya cierta tradición marítima y un aparato técnico y organizativo preexistentes. Y las dos cosas confluían en España. Durante la Edad de Asentamiento europea, Aragón había tenido un papel destacado, con base en Barcelona, aunque limitado al Mediterráneo. Por su parte, Castilla, aliada con Francia en la Guerra de los cien años, había rivalizado por mar con Inglaterra, y esta había llevado con mucho la peor parte: había perdido varias batallas importantes mientras los barcos españoles hostigaban y saqueaban sus costas, derrotando incluso a una flota conjunta inglesa y de la Hansa. Es decir, que la tradición naval española estaba ya muy asentada antes del cruce del Atlántico.
No menos crucial fue la capacidad para mantener y expandir durante siglos un extraordinario aparato técnico, organizativo y administrativo, perfeccionado al ritmo de las necesidades creadas por los propios descubrimientos y al establecimiento de relaciones comerciales y bélicas. Todo ello requería, además, un espíritu especial. Gaziel, influido por las retóricas separatistas catalanas, reducía este ingente y arriesgado esfuerzo a que a España le había “tocado” un premio gordo de la lotería, y que después el país había vegetado esperando otro premio gordo. Por otra parte tenemos a los de la escuela anglómana reduciendo a su vez aquellas hazañas, cruciales en la historia humana, a una lúgubre historieta de suspensiones de pagos y deficiencias de todo tipo, que de tener la importancia que les dan, habrían hecho imposibles los logros en verdad extraordinarios de aquellos audaces hispanos. Tan distintos de los actuales, hoy tan satisfechos de su inanidad y que han preferido olvidar o menospreciar aquel pasado.


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¿Torcuato o Suárez?
¿Piñar o Torcuato? Tendremos que empezar, entonces, por reconocer que los dos han fracasado. Según usted mismo, Torcuato fracasó casi inmediatamente después de conseguir el éxito del referéndum. El debate, entonces, entre dos fracasos, ¿qué interés puede tener?
Efectivamente, carece de sentido. La fórmula de Blas Piñar naufragó por sí sola, no solo por la decisión de su jefe. De él solo permanecen sus advertencias, que tenían buen fundamento, pero no sus soluciones. El debate real podría ser: ¿Torcuato o Suárez?
Bien, la fórmula de éxito está claro que es la de Suárez, que es la que se ha seguido hasta ahora. La de Torcuato fracasó en cuestión de tres años, culminando en la Constitución del 78. La fórmula de Suárez se ha mantenido, mejor o peor, durante cuarenta. No se pueden comparar.
¿Cómo interpretar estos cuarenta años’? ¿Como el éxito de la democracia a lo Suárez? Así lo pinta la propaganda oficial, pero no me parece cierto. Como cuando se dice que los españoles “nos reconciliamos en la transición”. No es cierto. La inmensa mayoría se había reconciliado ya en los gloriosos años 40. No voy a insistir en que fueron gloriosos, lo he demostrado en varias ocasiones. Y esto es lo fundamental, a mi juicio: los españoles estaban reconciliados en su inmensa mayoría, habían olvidado los odios feroces de la república y el Frente popular. Gracias a ello los nada brillantes políticos de la Transición pudieron hacer un tránsito relativamente suave. Pero ¿cómo lo hicieron?
Usted mismo ha dicho que el franquismo no podía conservarse. Lo hicieron precisamente olvidando al franquismo. Era una nueva etapa que nada tenía que ver con Franco ni con la guerra civil, había que olvidar todo aquello y centrarse en los problemas reales del momento, la convivencia, la entrada en Europa, la reconversión industrial, la integración en el ámbito de defensa occidental…
Le diré cómo hizo Suárez la transición: parasitando todo lo conseguido en el franquismo y dando cancha de nuevo a las fuerzas derrotadas en la guerra civil. Es cierto que esas fuerzas debían ser reconocidas en democracia, pero al mismo tiempo debían haber sido atacadas sin contemplaciones, recordando que habían llevado a la guerra y que si era posible una democracia se debía al franquismo, del que salían tan debilitadas que ya no tenían mucho peligro… a menos que se las estimulase, como hicieron Suárez y los demás. Torcuato había señalado que era preciso que esas fuerzas “se supieran débiles”, para que la democracia funcionase. Suárez las hizo fuertes, y lo demás ha sido un desarrollo de esa falsificación de entrada.
De acuerdo con eso, la democracia tendría que haberse hundido en muy poco tiempo. Pero han pasado cuarenta y dos años y España sigue en pie, y la democracia también.
Hoy están de nuevo seriamente amenazadas la integridad de España y la democracia. Es cierto que han necesitado más de cuarenta años para llegar a esto, y ha sido así porque la herencia del franquismo, de la sociedad creada en él, ha sido mucho más sólida de lo que podía esperarse. El problema de fondo se puede plantear así: buscamos una continuidad histórica, aunque no directamente política, con el franquismo, o la buscamos, histórica y política, con la república y el Frente Popular? El propio Suárez optó en la práctica por la república, declarando al franquismo un paréntesis. La continuidad histórica es esencial. Un país no puede funcionar si a cada paso está rompiendo la continuidad. La democracia y la integridad nacional vienen del franquismo y no pueden venir de otra cosa. Si renunciamos a la legitimidad del franquismo elegimos volver al Frente Popular. Que es lo que ocurre ante nuestros ojos. Y los problemas actuales, o los abordamos de acuerdo con la herencia del franquismo o con la del Frente Popular. La diferencia es total

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Trayéndolos de las orejas. Preston (4) y su “método”http://blogs.libertaddigital.com/presente-y-pasado/trapacerias-de-preston-4293/ Digo “de las orejas” porque estos historiadores nunca se avienen a un debate serio, sueltan sus falsedades y escurren el bulto ante las críticas procurando silenciar al crítico. Así que es preciso recordar lo que decimos unos y otros.
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Franco derrotó a “la mayor aberración política que quizá han conocido los siglos” (Besteiro):
https://www.amazon.es/Frente-Popular-perdi%C3%B3-Guerra-Civil/dp/849739190X