La ignorancia generadora
Omar Jayam fue un poeta, matemático, astrónomo y pensador persa que vivió a caballo entre los siglos XI y XII, por el tiempo en que en España avanzaba la Reconquista tras la implosión del califato de Córdoba y su disgregación en taifas. Aquí lo comentaremos a partir de un breve poema de cuatro versos o “rubai”, en el que se enfrenta a la condición humana con especial agudeza: “Vine al mundo sin mi consentimiento/ Después, la vida no ha cesado de asombrarme / Me iré sin desearlo y sin saber / el por qué de mi llegada, mi estancia y mi partida”. Esa perplejidad angustiosa es el núcleo generador de gran parte de la filosofía (“qué somos, de dónde venimos, adónde vamos” “qué debemos hacer”, etc.), y la han expresado de muchas formas muchos autores, como en los Pensamientos de Pascal (“como no sé de dónde vengo no puedo saber adónde voy”) y está implícita en la literatura y el arte en general. Pero quizá nadie acertó nunca a expresarla de manera tan sintética, racional y decisiva como Jayam.
¿Qué expresa? Un sentimiento, el más profundo de la vida humana, que, puesto en términos racionales, marca los límites de la propia razón. La razón –que tampoco es “nuestra” sino que nos ha llegado también sin nuestro consentimiento– nos permite multitud de conocimientos en la vida, pero no el más esencial de todos. Jayam expone la verdad a la que tememos mirar de frente y que rehuimos por muchos medios: el trabajo, el “dominio de la naturaleza”, la diversión, que pueden llegar a obsesivos. Es el sentimiento del “terror sagrado”, origen de la religiosidad, según Paul Diel.
Esa confesión de ignorancia radical puede ser radicalmente destructiva para el hombre — y llega a serlo a veces, tanto individual como colectivamente–, pero, de modo paradójico, es también el núcleo generador de las culturas, es decir, el núcleo generador de lo propiamente humano. Y lo es por contraste con la animalidad, con la vida en general y con el cosmos, donde no parece haber otro ser capaz de hacerse tales reflexiones. Nuestra psique, nuestro yo, no se resigna a esa ignorancia y, al no poder superarla racionalmente, la combate por vías indirectas, mediante la imaginación y el sentimiento.
La exposición de Jayam puede abordarse de otro modo: la misma implica tres preguntas algo diferentes: Por qué hemos llegado al mundo, para qué estamos en él y por qué esa estancia ha de concluir forzosamente. También implica una pregunta sobre la naturaleza del “yo” de Jayam, es decir, del de todos. De manera semiconsciente, el “yo” tiende a sentirse autosuficiente, a suponer que él mismo, su voluntad, tiene algo decisivo que ver con su presencia en el mundo, y expresa a menudo ideas como “si yo hubiera nacido en tal o cual época, o en tal o cual lugar, haría tal o cual cosa o sería tal o cual personaje social”. Como si el mismo yo estuviera de algún modo por encima del tiempo y lugar que se le ha impuesto. Pretensión que apenas reflexionada, se revela una ilusión ridícula. La reflexión le indica, por el contrario, que el propio yo, y por extensión la vida y el cosmos, solo pueden existir por una fuerza o voluntad ajena. Inevitablemente tenemos que achacar nuestra llegada al mundo a esa fuerza o voluntad (que denominamos así por analogía con nuestra propia fuerza o voluntad, pero que resulta inconcebible para la razón o la imaginación). A esa “fuerza” podemos llamarla Dios, Materia, Naturaleza, Necesidad, Azar o usar otras palabras, por el momento no tiene importancia. Jayam invoca a veces a Alá: solo él sabría la respuesta a tales preguntas, pero no parece creer mucho en él.
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Historia criminal del PSOE: Los socialistas incendian Oviedo: https://youtu.be/_L5awz95gyc

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Personajes triviales
–Lo del entretenimiento ha llegado a extremos monstruosos. Toda la vida que no se dedica al trabajo se dedica al entretenimiento. a una huida de la propia realidad humana. La industria del entretenimiento convierte el terror, una seudoépica, los cataclismos, el amor, etc., en espectáculos comerciales con el poder impresionista del cine y la televisión. Así todo se trivializa, hasta las mejores obras artísticas se convierten en mero entretenimiento comercial. La angustia queda así conjurada, pero sigue presente en las histerias colectivas del calentamiento global, el feminismo, la promoción del aborto, de amenazas globales y tantas por el estilo.
– Esa es una crítica muy vieja, perdona. Cuando yo era joven, allá por los años 60, estaba de moda en los ambientes progres de aquí y de todo el mundo echar pestes del “consumismo” y la mercantilización de todo. No eran solo los marxistas, también los jipis y gente progresista, ya sabéis.
–Tú mismo has dicho que envidiabas el éxito de algunos novelistas. Todo el mundo quiere ser trivial, quiere ser vulgar, quiere vivir una vida emocionante, pero en el cine, no en la vida real. Y paga por eso. ¿Qué hay de malo? Hay una oferta y una demanda, eso no perjudica a nadie.
–En principio no hay nada malo. Pero cuando la vida libre, la que haces al margen del trabajo por un sueldo, quiero decir, cuando se convierte en ese entretenimiento… Por otra parte, aunque la gente no quiera grandes emociones en la vida real, las tiene, no puede huir de eso. Mira el enorme número de divorcios, esos son muchas veces una fuente de amargura y de odios, como fracasos vitales, y los niños quedan a menudo traumatizados, porque pierden una seguridad y protección necesarias para formarse… Esas son emociones fuertes. O los abortos, por mucho que se pretenda quitarles importancia. O la muerte de alguien próximo y querido… Todo eso son emociones fuertes, por mucho que se las quiera burocratizar.
–A mí me gustaría una definición algo precisa de una novela trivial y por qué vienes a decir que Sonaron gritos no lo es.
–Una novela trivial se compone de personajes simples y de poco fondo, sin problemas morales, y de acciones o bien “domésticas”, anodinas, o con mucho movimiento o aventura sin ton ni son. Eso he creído entenderte.
–Bien, viene a ser eso. ¿Diríais que los dos amigos protagonistas de mi novela son vulgares o que no tienen conflicto moral? ¿O incluso todos los demás, empezando por Carmen, la amante fiel, o la rusa Iliena que se siente traída y llevada por el viento, por unas circunstancias absolutamente por encima de su voluntad, ante las que nada puede, como en el poema de Verlaine que tanto le gustaba, o la otra, Irina, que por celos y desesperación causa el asesinato de Iliena y termina ahorcándose? O la joven poetisa de Madrid asfixiada por la protección de su tía, que siente cómo la juventud se le escapa sin lograr vivirla. O no digamos el padre oficial del protagonista, un católico que no quiere al hijo adulterino de su esposa, que tampoco lo maltrata, por caridad cristiana, pero es inevitablemente frío con él; y no digamos el padre biológico, con cuya odiada figura termina identificado Alberto contra su voluntad… Por no seguir. Hay otros más triviales, como el tío de Alberto, un sinvergüenza de tomo y lomo, sin ninguna grandeza. Aparte de eso, el modo como reaccionan los dos amigos ante situaciones tan adversas, que en gran parte se buscan ellos, tampoco hace de la novela un relato vulgar de aventuras… Supongo que no lo negaréis.
–A mí me ha interesado como psiquiatra la relación de los dos amigos con sus madres. El otro día me preguntabas si psicológicamente resultaban creíbles esos personajes. Sí, claro, “hay gente pa tó”, como decía el torero. Se ve que la madre de Alberto no lo quiere, que siente una gran culpa por venir de un adulterio y que vuelca su cariño con la hija, lo cual Alberto intenta racionalizar. Las personas que han crecido con poco cariño materno suelen quedar algo incapaces afectivamente, inseguras, y eso se le nota mucho a Alberto. En cambio su amigo Paco es lo contrario. Ha sido el ojito derecho de su madre, a pesar de que ella sea lesbiana, esto puede chocar un poco, pero es psicológicamente posible. Y por eso Paco es lo contrario de Alberto: es seguro de sí mismo, osado, optimista, un tipo muy de acción. Lo que me desentona un poco es que al mismo tiempo sea tan inclinado a filosofar. No conozco ningún caso así. En Alberto se entiende: su propia inseguridad y algo de neurosis le empuja a esas cuestiones, a racionalizar, a buscar un sentido a las cosas.
–Ahora que lo dices, yo diría que Paco no solo salva a Alberto físicamente, cuando estaba al borde de la locura y la inanición. Seguramente fue su salvación ya cuando estudiaban, y luego al arrastrarle a “aventuras de alto riesgo”. Sí a primera vista resultan muy parecidos, pero son de lo más diferente. Y sin embargo se llevan bien, hasta que su amistad se rompe por la rusa y Paco, por primera vez, se hunde en la culpa. Visto así… No me había percatado de lo que corría por debajo.
–Muy bien: pues si os vale, la novela puede ser mejor o peor, pero trivial no.

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Carta a D. Marciano Sánchez Bayle
Estimado D. Marciano Sánchez,
He leído su carta a la señora Díez Ayuso en la que expresa usted una loable preocupación por la sanidad pública, cuyas deficiencias, debidas según usted a una política que califica de nefasta, serían la causa del desbordamiento ante la actual crisis del coronavirus en Madrid. Como ciudadano corriente y moliente comparto, desde luego, su preocupación, pero creo que en su argumento olvida usted algunos aspectos importantes.
Madrid sufre, por ahora, la peor crisis del coronavirus en España, y sin embargo su sistema sanitario, que combina lo público y lo privado, no es inferior al de otras comunidades autónomas sino de los mejores, incluso posiblemente el mejor. Por lo tanto me inclino a pensar en otras causas, sobre todo dos, que no entiendo por qué usted no cita.
En primer lugar la infección ha llegado a través de los aeropuertos, y Madrid tiene el mayor tráfico internacional de España. La alerta, en especial sobre los vuelos de China e Italia, había sido dada a tiempo, pero los vuelos permanecieron incontrolados durante unas semanas cruciales, que los expertos han criticado mucho.
En segundo lugar, y cuando ya las alertas eran máximas, el gobierno no solo no evitó sino que propulsó manifestaciones masivas en el llamado Día de la Mujer, que el gobierno ha transformado en Día del Feminismo, que es como hacer de los separatistas representantes de los catalanes, o de los comunistas representantes de los obreros. Hubo serias advertencias al respecto, pero el gobierno prefirió ignorarlas animando a una campaña de concentraciones, reuniones y la gran manifestación de más de 100.000 personas en Madrid, entre abrazos y gritos por los que se expulsaba y contagiaba el virus.
Quisiera recordarle que esas actitudes absolutamente irresponsables, en las que entraba todo un folclore de consignas burlonas hacia el coronavirus, tienen mucha relación, indudablemente, con tantos muertos y con el desbordamiento de la sanidad pública y privada que tanto usted como yo deploramos. Con más previsión, o simplemente más atención a las advertencias de los expertos, no se habría llegado tan lejos.
Usted habla en nombre de una Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública, y yo me pregunto ¿es que la sanidad pública está amenazada? Yo no veo la amenaza. Como muchas personas, pago la privada directamente y la pública a través de impuestos, y encuentro ambas de excelente calidad. Quizá, no estoy seguro, quieran ustedes acabar con la privada pero en cualquier caso ustedes no pueden dictarnos a los españoles corrientes lo que debemos hacer al respecto. Espero que tampoco lo pretendan. La sanidad en España, que combina la pública y la privada como en otros países avanzados, está considerada una de las mejores del mundo, lo que se refleja en datos como que, desde los años 60, España está entre los tres o cuatro países con mayor esperanza de vida al nacer.
Quisiera recordarle también que la sanidad, en general, es de peor calidad en las comunidades, como Andalucía, donde con más empeño han “defendido” la pública. O en países como Venezuela o Cuba. Sin olvidar que la plaga actual viene de China, un país que combina extrañamente un sistema capitalista bastante despiadado con un régimen comunista. Le hago estas observaciones porque siempre queda la impresión de que ustedes van por esa vía. Espero que no, pero no estaría de más que lo aclarasen, dado el actual confusionismo político.
También le agradecería que no hablase usted en nombre de “la ciudadanía”. Como usted sabe, en la ciudadanía hay muchas opiniones, y somos muchos los que no coincidimos con las de su Asociación.

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