¿Debe España su decadencia al catolicismo?

 

¿Querría decir algo más sobre su novela?

  Siempre se pueden decir muchas cosas, y si ud lee comentarios que han salido en internet verá que hay apreciaciones muy diversas, por ejemplo entre la de Aquilino Duque y la de Luis del Pino, aunque las dos muy positivas. Ya le digo que esto me ha complacido mucho. También se ha presentado como una novela histórica y en cierto modo lo sería porque el trasfondo histórico tiene gran importancia, pero yo entiendo por novela histórica aquella que trata de personajes históricos reales interpretados novelescamente, tipo Yo Claudio y tantas otras que ahora se escriben a montones.  A mi juicio eso es un fraude. Procuro distinguir absolutamente entre historia y novela. Aunque la novela, por supuesto, puede llegar mucho más a fondo que la historia en la comprensión de la condición humana. Piense en el MacBeth de Shakespeare. Parece que existió de verdad pero con muy poco en común con la obra de teatro. Sin embargo, esta tiene una profundidad incomparable. En fin, una novela es para leerla y el que la mía dé lugar a muchas interpretaciones o se entienda de  maneras distintas me parece un logro, en todo caso.

 Pasemos entonces a su libro más reciente, sobre Europa. Es muy raro que un historiador español se atreva a enfrentarse con un tema tan vasto.

 Sí, la historiografía española suele ser un tanto ombliguista o provinciana. Me di cuenta sobre todo cuando abordé la posguerra en Años de hierro. Hay bastante bibliografía sobre la posguerra, y casi toda ella muy lastrada por prejuicios ideológicos y propaganda. Eso  la hace realmente inútil como análisis y visión de la época, aunque pueda ser útil su recopilación de datos concretos,. Y aun esos datos  deben tomarse con gran precaución, porque la falsificación o tergiversación de la historia reciente  se ha convertido en un verdadero deporte intelectual en España. Pero aparte de eso, me di cuenta de que lo que pasaba en España no se explicaba sin lo que pasaba en Europa, de modo que el libro es a la vez una historia de España entre 1939 y 1946, y de la guerra mundial. Suelen pintarse esos años como tristes y sombríos, pero fueron realmente apasionantes en España, llenos de vitalidad a pesar de las enormes dificultades. Lo constata Julián Marías, y tiene razón. Marías era un intelectual antifranquista pero bastante más honrado que la inmensa mayoría de ellos. Está muy por hacer justicia a aquellos años, historiográfica y literariamente.

     Por tanto, cuando escribí Nueva historia de España dediqué muchas páginas a exponer lo que ocurría en el resto de Europa, incluso del mundo, porque afectaba a  lo que ocurría aquí, y planteaba y plantea muy serios retos a los españoles. Retos que estos han resuelto mejor o peor, a veces francamente mal, a veces de forma excelente, a lo largo del tiempo. Recuérdese que España no solo descubrió América, sino también el mundo como conjunto. Barcos españoles cruzaron el Atlántico, cruzaron el Pacífico, dieron la vuelta al mundo, pusieron en comunicación a civilizaciones y culturas que antes se ignoraban completamente… Si ud pregunta a cualquiera qué país tiene una historia naval más decisiva, le responderá la mayoría que Inglaterra. Y no, objetivamente fue España, Inglaterra solo siguió las huellas trazadas por nuestro país. Sin embargo los ingleses adoran su pasado naval, le han dedicado muchísimo arte y literatura, mientras que la inmensa mayoría de los españoles ignora o tiene ideas equivocadas al respecto, y su literatura naval es floja. Esto indica una decadencia profunda del espíritu hispano, una decadencia real, pueda remediarse o no.

    Le pondré otro ejemplo típico: España defendió el catolicismo contra un protestantismo extremadamente agresivo,  que predicaba las guerras civiles como ejercicios de virtud . Simultáneamente España tenía que contender con los otomanos, con Francia y con Inglaterra. Fue un esfuerzo enorme, y si vemos el balance, tuvo un éxito increíble para un país que no era el más rico ni el más poblado del continente. No consiguió vencer a sus enemigos, pero sí los derrotó una y otra vez durante mucho tiempo y les marcó los límites a su expansión. Y al mismo tiempo creó una brillante cultura y un imperio donde no se ponía el sol… Casi siempre se olvida que por entonces España era probablemente el país europeo con más estudiantes universitarios, un dato esencial para comprender los hechos. Una historiografía roma y provinciana pretende que España no debía haber luchado contra los protestantes, pero de no haberlo hecho en Flandes o en Francia, España habría padecido guerras civiles, guerras de religión devastadoras, como ocurrió en Francia durante decenios. En Flandes, España logró retener a Bélgica como católica y contribuyó decisivamente a impedir que Francia cayera en el protestantismo… Y todo esto es parte muy importante de la historia de Europa, lo mismo que la Escuela de Salamanca, la gran literatura y el arte de la época, las contribuciones al Derecho internacional, etc.

  Tengo su libro en la mesilla de noche, en lista de espera. Por lo que ha dicho, ¿debo entender que se trata de una reivindicación del papel de España en Europa?  

   No, en absoluto. España desempeñó un papel crucial en la Europa de los siglos XVI y gran parte del XVII. Luego, en el XVIII, su papel fue importante pero en cierto sentido marginal, sin mucha originalidad. El XIX fue sin duda su peor siglo. Pero mientras España decaía, las principales potencias europeas desarrollaban nuevas ideas, nuevas instituciones culturales, el espíritu científico… Un grave defecto de España fue la pérdida de la carrera por la ciencia. Fíjese que Rusia creó una academia de Ciencias en el siglo XVIII, y la ciencia rusa tiene una historia excelente. España no creó una institución semejante, y quedó atrasada, no solo con respecto a Inglaterra, Alemania o Francia, sino también a Rusia. En las historias de España suele darse poca importancia a estos aspectos cruciales. En fin, por tanto, si hablamos de los últimos tres siglos europeos debemos señalar que el papel de España en ellos fue secundario, incluso marginal. El XIX, especialmente, fue nefasto.  Por lo tanto, podemos hablar de la evolución europea  en ese siglo citando la española solo en segundo, incluso en tercer plano, y eso es lo que hace el libro.

  Una teoría que he visto exponer a algunas personas sostiene que la clave del atraso español ha sido el catolicismo  

 Hombre, eso podría ser cierto si la gran época de España no hubiera sido católica. Pero lo fue. Luego siguió siendo católica, pero decayó grandemente. Eso ha pasado con todas las grandes potencias europeas, que han tenido épocas de auge y de decadencia, lo mismo Holanda, que Francia o Inglaterra. Y desde el final de la II Guerra Mundial el continente en conjunto entra en una época de decadencia general, aunque económicamente haya logrado recomponerse. Y  de los países protestantes, si excluimos a Inglaterra, que no fue del todo protestante, y más tarde a Prusia, tampoco hicieron gran cosa. Holanda tuvo su siglo de oro y una profunda decadencia, no entró en la revolución industrial, mientras que la católica Bélgica sí lo hizo inmediatamente después de Inglaterra. Los países escandinavos continuaron muy pobres y atrrasados hasta bien entrado el siglo XIX… Por otra parte, el retraso de España nunca fue tan grave como dicen. Pese a su pérdida de originalidad y empuje cultural, militar y político, España siguió más o menos todos los movimientos culturales europeos, incluso en el XIX, desde el Romanticismo a la construcción de ferrocarriles y una incipiente industria.  Luego, a partir de la crisis del 98, se abrió camino una hipercrítica absurda que hablaba de la historia de España como “anormal” o “enferma”, denigrando sobre todo la época en que España había sido realmente grande. Hablando en serio, los anormales y enfermos eran quienes soltaban tales “paridas”, empezando por el propio Ortega y Gasset, que en cuestiones de historia y política dijo bastantes disparates.  Pero eso es otr asunto, que apenas toco en el libro. Como digo, trato de Europa, tocando también a España cuando corresponde. Al revés que en Nueva historia de España , que tiene por eje a la propia España, aunque en estrecha relación con el resto de Europa.

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La desigualdad como elemento esencial de la condición humana

 ¿Hay una relación forzosa entre “los locos años 20″ y la II Guerra mundial?: https://www.youtube.com/watch?v=CNpyL2BKmKM

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Podríamos describir la condición humana como un número de certezas parciales y relativas dentro de una incertidumbre radical, con la angustia de fondo consiguiente. Hay también una certeza radical, la de la muerte, que no provoca especial  satisfacción, sino que más bien  corona la angustia ligada a la incertidumbre existencial. Este es un dato que afecta a todos los seres humanos, y en ese sentido existe una igualdad elemental, expresada a menudo en frases como “Todos somos hijos de Dios” o “todos somos hermanos”, o, simplemente “todos somos seres humanos”.

    Esta última expresión, sin embargo, es autocontradictoria, por cuanto si algo caracteriza a lo humano es la desigualdad entre sus individuos. La igualdad no existe en ninguna especie animal, al menos en las superiores. No existe igualdad entre los machos y las hembras, ni dentro del grupo de machos y dentro del de hembras, ni en fuerza, ni en salud ni en diversas habilidades. Pero en el ser humano las diferencias se acentúan y diversifican enormemente. En cualquiera de las actividades que acompañan o definen la vida humana, desde el trabajo intelectual al manual o a la diversión en sus numerosas facetas,  encontramos diferencias muy fuertes entre unos individuos y otros: de entrada en las condiciones naturales o dotación genética, y no menos en las que derivan del interés, la inclinación, la competencia, etc.

   Esta desigualdad choca con la potencia del ego en el ser humano,  pues nadie se cree por principio inferior y por tanto  con menos derechos. Se puede admitir la superioridad de alguien en tal o cual campo, pero el ego difícilmente admite una inferioridad general “como ser humano”.  El individuo es egocéntrico. Al concepto de egocentrismo se le suele dar una connotación peyorativa,  pero realmente nada es más lógico. El individuo tiene aguda consciencia de sí mismo, es a sí mismo a quien siente, en el placer,  el sufrimiento, la angustia y la percepción del mundo;  por tanto tiende  naturalmente al egocentrismo. Ello no impide que el egocentrismo se traslade al grupo: la impotencia del individuo aislado  incita a la asociación de diversas formas, y a menudo se traspasa al grupo el egocentrismo o parte de él, con una densa carga de afectividad que en ciertos casos llega a superar al propio particular y aceptar el propio sacrificio por el bien del grupo. Ahora bien, dentro del grupo cada cual quiere ser considerado tan importante como cualquier otro, o más. Paradójicamente, el egocentrismo reclama la igualdad y es al mismo tiempo la prueba de la desigualdad.

 Esa mezcla contradictoria de desigualdad y egocentrismo conduce a rivalidades, conflictos y, en su nivel más alto,  guerras. Ello ocurre no solo en unos grupos contra otros, sino dentro de un mismo grupo, donde las tendencias disruptivas  asociadas a la individuación  compiten con las unificadoras que imponen cierta homegeneidad. Ahora bien, las disruptivas son tan fuertes que para mantener la cohesión grupal  surge espontáneamente el poder y su violencia. El cual, de entrada, supone una desigualdad radical entre los que mandan y los que han de obedecer de mejor o peor grado.

   Claro que no solo en el poder se manifiesta la desigualdad. La observamos en todas las actividades y grupos humanos. En la riqueza, de modo muy destacado y evidente.  La riqueza influye mucho en otros órdenes de la vida, en sí misma implica poder y va muy asociada al poder político, aun sin ser la misma cosa ni mucho menos. Lo mismo cabe decir del  prestigio y reconocimiento o fama, logrados por un modo u otro o en una actividad u otra: de él  disfrutan muy pocas personas en relación con la multitud social; un disfrute además muy efímero a menudo. Desigualdad asimismo en la expresión, pues aunque en nuestras sociedades existe teóricamente esa libertad para todos, y por tanto igualdad en ese sentido, en la práctica son muy pocos los que pueden expresarse más allá del círculo familiar o de amistades.  Y así sucesivamente.

    La desigualdad se produce, por tanto, en el doble plano de las diferencias individuales y de la ordenación interna de los grupos o sociedades, y origina de modo espontáneo e inevitable  sectores privilegiados, es decir oligarquías. La sociedad tiende así a estructurarse jerárquicamente. La antigua diferenciación en “oratores, bellatores y laboratores” ya no existe en la forma rígida de antaño (tampoco existió de modo absoluto), pero no ha desaparecido realmente, sino que se ha vuelto más fluida y tomado otras formas.  Los oratores han sido sustituidos por los intelectuales y periodistas creadores de opinión; los bellatores por las oligarquías políticas y económicas, que deciden a su vez sobre los aspectos militares; y los laboratores siguen componiendo la masa de la sociedad, con muchos derechos teóricos pero muchos menos prácticos. Y a su vez dentro de cada sector de la sociedad existen divisiones, competencias y luchas abiertas o soterradas, a causa de la individuación. Esto ha hecho que la violencia y la guerra sean partes constantes de la historia, aunque la historia no pueda reducirse a ellas.

 La insatisfacción y angustia que producen las desigualdades y sus efectos han provocado continuos esfuerzos del pensamiento a lo largo de siglos. ¿Por qué tantas diferencias, si todos somos hijos de Dios? ¿O si estamos sometidos al mismo destino? Etc. Se ha tendido a interpretar las desigualdades como algo ajeno al ser humano, impuesto por “la sociedad” o por poderes extraños, ideas enarboladas en nombre de la razón pero contradictorias en sí mismas. La igualdad, extendida a toda la humanidad o restringida a algunas sociedades o países, acabaría supuestamente con los mayores males que aquejan al hombre desde su aparición en la tierra, en particular los conflictos y guerras, la opresión y explotación de unos por otros. Ha sido la bandera de  numerosas ideologías, que han fracasado. Otras han limitado la igualdad  a la ley. Pero la ley igualitaria mantiene la desigualdad real o la estimula, y además, las leyes no están hechas por todos en condiciones de igualdad sino, una vez más, por minorías exiguas.  Los mitos del árbol del bien y del mal y de Prometeo y Epimeteo siguen dando una descripción de la condición humana mucho más profunda y veraz que las lucubraciones racionalistas elaboradas hasta la fecha

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Una gran generación denigrada por los viles.

 Me interesan especialmente sus últimos libros, Los mitos del franquismo, La guerra civil y la democracia, y la Introducción a Europa. También su novela, por lo inhabitual en un historiador ¿Le parece que empecemos por esta última? ¿Qué tal éxito ha tenido?

    Ha tenido un éxito medianillo, lo cual me esperaba, porque cuando quedas catalogado en una actividad intelectual, la gente cree que no puedes hacer algo bueno en otra. Por otra parte está lo que podemos llamar conspiración del silencio en torno a mis trabajos. Para los grandes medios de masas simplemente no existo, sobre todo para los de derecha. Nunca hablan de mis libros

  ¿Los de derecha?

 Sí. Es normal. Decía Fernández de la Mora que la derecha no lee desde Jovellanos. Dejando aparte lo que tiene de exageración, es cierto. La derecha y la cultura nunca se han llevado bien en España. De  hecho en el ámbito cultural siempre ha sido la izquierda la que ha llevado la iniciativa, y la derecha ha ido acomodándose a ella, chupando rueda, por así decir. Eso ocurría ya en el franquismo, y es una de las causas por las que bastantes jóvenes de entonces optábamos por el marxismo u otras posiciones antirrégimen. En los años 40 y 50 hubo un esfuerzo por crear una cultura digamos franquista, original, algo que está por estudiar a fondo… Aunque algo se ha estudiado… desde puntos de vista marxistas o de izquierda, cosa lógica aunque lamentable. Pero después del Vaticano II ya no hubo nada. Eso no quiere decir que el franquismo fuese un páramo cultural, como dicen, sino que, una vez más, la cultura, la alta cultura, tomó un tinte mayormente ajeno al franquismo o abiertamente antifranquista, mientras que el régimen se anquilosó  intelectualmente, limitándose a los aspectos económicos.  En ese sentido fue un régimen muy liberal, ya que hubo muy poca censura. Luego, en la transición,  El País fue concebido no solo como un órgano de influencia política sino sobre todo cultural, y Ansón quiso hacer de ABC una alternativa. Haciendo balance, la cultura representada en El País es muy pobre, pero es la que ha predominado estos  años, y la del ABC viene a ser un sucedáneo de ella. Mis libros no tienen cabida en esa izquierda ni en esa derecha, pero al menos podrían tomar nota de que existen. Desgraciadamente unen esa pobreza intelectual a ciertos toques censores y antidemocráticos. Qué le vamos a hacer.

  No he leído su novela, pero, a su juicio, ¿es realmente injusto su escaso éxito?

 Hombre, vaya pregunta. ¡Qué voy a decir yo! La verdad es que, a falta de  eco en los grandes medios y suplementos culturales,  ha tenido algunas reseñas y críticas en blogs, como los de Aquilino Duque, Luis Segura, Carlos López Díaz y otras, todas muy positivas, incluso extraordinariamente positivas. Y, lo que es más importante en mi opinión, valorando de modo muy distinto la obra cada uno de ellos. Lo que quiere decir que no es una novela simple, sino que admite diversas interpretaciones y enfoques. Pero, claro, en estas cosas el autor es el peor juez. Puedo defender con argumentos racionales mis libros de historia, pero no una novela, en la que la subjetividad y el sentimiento son los elementos decisivos.

  Dicho de otro modo: ¿qué pretendía o qué quería ud al salirse de su trabajo habitual 

 Bien, vamos a ponerlo así: el terreno de la novela, el cine, etc., está copado prácticamente por la izquierda. No es que hayan producido grandes obras, más bien son mediocres y tópicas, a mi juicio, pero dominan el cotarro. En cuanto a la derecha, tiene algunas obras literarias de cierta importancia en los años 40 y 50, pero después la cosa ha ido a peor. Sin embargo en España ha ocurrido algo muy importante entre 1936 y 1950, que no ha sido debidamente reflejado. En esos años una generación de españoles derrotó a una revolución totalitaria y a los separatismos, mantuvo al país como nación, mantuvo la cultura cristiana, la propiedad privada, la libertad personal,..  Aquella victoria se continuó con otra no menor, y fue la no beligerancia en la II Guerra Mundial. Y con otras dos fundamentales:  la victoria sobre el maquis, que intentaba reavivar la guerra civil y provocar una invasión extranjera, y la victoria sobre el aislamiento exterior, una medida realmente criminal impuesta por la ONU, pues buscaba crear hambre masiva. Europa occidental no debe su democracia a sí misma, sino al ejército useño, y también debe su reconstrucción al Plan Marshall. España fue capaz de reconstruirse con sus propias fuerzas y desafiando una delictiva hostilidad exterior, y finalmente ha debido su democracia, o lo que hay de ella actualmente, a su propia evolución, no a intervenciones militares ajenas. En Usa llaman la Gran Generación” a la que hizo la guerra mundial, que ha provocado infinidad de literatura y cine laudatorio. En España, la Gran Generación es evidentemente la que fue capaz de conseguir tales logros en condiciones tan difíciles. Pues bien, en cierto sentido, no deliberado al principio, Sonaron gritos y golpes a la puerta viene a ser un homenaje a aquella Gran Generación,  la mejor que ha tenido España en varios siglos. Pero que no fue capaz, al contrario que la useña, de sacar partido artístico o literario de sus proezas.

  Habla usted de una generación que implantó en España un régimen sin libertad  

   No es cierto. Había una gran libertad personal, como ya lo reconoció, por ejemplo, Julián Marías, que se consideraba precisamente antifranquista. Sí, las libertades políticas quedaron disminuidas, sobre todo para los comunistas, anarquistas, separatistas, etc., que casualmente habían intentado disgregar al país e imponer una tiranía muy violenta y sangrienta. Estamos acostumbrados a limitar el concepto de libertad a las libertades políticas, pero el concepto es mucho más amplio, y puede decirse que en España se salvó lo esencial de la libertad. En un régimen comunista, por ejemplo, la libertad personal desaparece y las personas, reducidas a individuos, dependen totalmente del estado. Nada de eso ocurrió en España. Curiosamente, en España el estado mantuvo siempre un tamaño muy inferior al de las democracias de posguerra, y muy inferior al tamaño actual. Esto importa mucho porque el tamaño del estado, por sí solo, ya implica una gran presión sobre las personas, aunque se mantengan libertades políticas… hasta cierto punto, como vemos hoy día. Hoy el estado pretende reglamentar hasta los aspectos íntimos de la gente, hasta los sentimientos, y aunque no te metan en la cárcel, si no te acomodas te someten a una verdadera muerte civil, o lo intentan, como vienen haciendo conmigo.

  Cela escribió una de sus mejores novelas precisamente denigrando a aquella generación que ud pretende alabar. Me refiero a La colmena. ¿Puede considerarse su novela una anticolmena?

 Resulta demasiado tardía para considerarse una anticolmena, ¿no cree? La obra de Cela es una excelente pieza literaria, la mejor de él, en mi opinión, y él la ha presentado casi como un libro de historia, cosa que solo es muy parcialmente. La Colmena es de un género costumbrista-cutre, con personajes planos y caricaturescos, de muy escaso ánimo y en general despreciables, pero incluso con esos mimbres se puede hacer un buen cesto, si hay talento, y Cela lo tenía. El carácter denigratorio de La colmena  creo que se debe a una situación que he reflejado en mi novela, hacia el final de la guerra mundial, cuando casi todo el mundo pensaba que el franquismo iba a ser barrido de la faz de la tierra. Cela había sido falangista, empleado en la censura e incluso se había ofrecido como delator en el ambiente apasionado de la inmediata posguerra. Por tanto, le convenía lavar su pasado y  adaptarse a la esperada caída del régimen. Sospecho que ahí está la verdadera motivación de su obra. En cuanto a Sonaron gritos, he rehuido deliberadamente el costumbrismo, que en mi opinión llega a ser una tara de la literatura española, que la hace pesada y sin elevación. Un especialista en la División Azul me comentó que los dos protagonistas de la obra no se parecen al divisionario tipo, en general entusiasta y poco complicado psicológica e ideológicamente. Y es verdad. Pero por aquella División pasaron cerca de 50.000 hombres y muchos de ellos seguramente no se adaptarían al tipo medio. Un diario de uno de ellos hablaba, por ejemplo, de un fraile exclaustrado, también voluntario, que negaba la existencia de Dios… En fin, los dos personajes, Berto y Paco, no son costumbristas, presentan “profundos claroscuros dignos de personajes de novela rusa”, en palabras de Aquilino  Duque. Y la historia no es “de buenos y malos”. Pero si ud no la ha leído, tendría que explicarle todo, y se haría muy largo.

  ¿No puede resumirlo de modo que quede claro en qué sentido elogia a aquella Gran Generación que usted dice?

 El elogio queda implícito. La acción se desenvuelve en la Cataluña de la guerra, la División Azul y la lucha contra el maquis en Galicia. Los personajes obran en una situación histórica muy violenta y se comportan a menudo con gran violencia.  Son valientes, pero con muchos temores y vacilaciones, y su amistad sufre rudas pruebas. No son cínicos pero tampoco tienen nada de ingenuos… En fin, alguien  en mi blog ha dicho que la primera parte tiene, dentro de sus circunstancias violentas, un aire por así decir jovial y deportivo, mientras que la segunda, en Rusia, se vuelve sumamente sombría, y la tercera, ya no recuerdo cómo la definía. Al final creo que queda una extraña situación de fracaso de todos ellos que en cierto modo me sorprendió a mí mismo, porque no la planeé así. En realidad no la planeé de ningún modo. Fue saliendo así, a partir de un suceso real en Barcelona. Aquella generación realizó auténticos prodigios en las condiciones más duras, y el hecho de que se la denigre demuestra un envilecimiento social e intelectual muy significativo. Vivimos una época extremadamente vulgar y chabacana, y conviene recordar que no siempre fue así

  Pero, en fin, ud elogia a una generación y la presenta como fracasada

 En la vida nos encontramos con la paradoja de que un triunfo puede ser miserable y un  fracaso estar lleno de sentido y de gracia.  Tendemos a considerar que un esfuerzo vital carece de valor cuando termina fracasando, y a menudo es una apreciación justa. Pero otras veces es el esfuerzo el que está lleno de valor y el fracaso pierde importancia. El protagonista de la novela  recibe un tremendo choque psicológico al liquidar unas partidas del maquis gallego y decide olvidar su turbulenta vida de joven, vivir casado y con una familia y un trabajo normales. Sólo en la vejez, por un suceso nimio y fortuito,  vuelve a considerar que aquella vida que había preferido olvidar,  tenía algún interés y valor, al menos  el suficiente para consignarla por escrito.

  ¿Alguna semejanza con su propia biografía?

 Algunos han querido verlo así, pero realmente no tiene ninguna. Salvo en el sentido de que al ser los personajes “hijos” del autor, algo tienen de él todos ellos.

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pio moa introduccion a la historia de europaPortada de “Europa, introducción a su historia”, el último trabajo de Pío Moa

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La envilecida historiografía española

 

 

Ud lleva publicados 35 libros de historia desde 1999.  Hay quien se pregunta si no son demasiados para ser realmente serios. Reig Tapia, por ejemplo

Bueno, de historia no son todos, una parte son recopilaciones de artículos o de blogs que voy publicando sobre la marcha, dos son novelas, uno es un libro de viajes, otro unas memorias de la época del GRAPO, y varios ensayos sobre temas diversos, como el feminismo, la masonería, la democracia, el terrorismo, la situación actual, etc. Otros son en cierto modo repeticiones de otros con algún esquema nuevo, por ejemplo, mi trilogía sobre la república y la guerra civil fue resumida en dos libros más,  en los que en vez de las notas se recogían fotocopias de los propios documentos citados, o de los más significativos. Los libros propiamente originales de historia serán unos diez.  Y sobre Reig Tapia, discípulo del stalinista Tuñón de Lara,  ya he hablado bastante, están mis artículos en internet. Casualmente, Reig es hijo del que fue director del NO-DO franquista, cosa que no le hace gracia que le recuerden.  

 Siguen siendo demasiados libros, según sus críticos

Esas críticas no valen nada, créame. Están hechas por vagos, a menudo profesores de historia que han hecho su carrerilla o su doctorado y se han apalancado para el resto de sus vidas, repitiendo lo mismo y contando año tras año a sus alumnos las mismas historias, que a menudo son pura propaganda, y obligándoles a comprar sus libros… Una pena. Además suelen escribir muy mal. No, la universidad española no es lo que se dice brillante, y en materia de historia está a un nivel muy bajo. Con las excepciones de rigor, claro. Esos críticos son incapaces de un debate intelectual serio, y salen por peteneras, diciendo por ejemplo que no puedo ser historiador porque no he recibido sus sabias lecciones, o que  no he consultado archivos…  Lo malo es que esa gente es muy agresiva y han logrado crear verdadero miedo en otros historiadores más serios. Casi parecen una mafia.

 Una acusación muy grave, ¿no cree?

Se lo explicaré. En la Revista de libros encargaron a un profesor que hiciera una reseña sobre algunos libros míos. Después de varias idas y venidas, terminó por negarse, aduciendo que ello perjudicaría a su carrera académica, incluso si la reseña era negativa para mí. Prefieren imponer el silencio absoluto, como si mis libros no existieran. Otro me escribió en tono simpático ponderando la rabia que me tenían sus colegas, sobre todo porque mis libros se vendían mucho más que los suyos… Pero después ha publicado él varios libros en los que no osa citarme, por la misma razón: puede perjudicarle ante “el gremio”. Varios estudiantes de historia de diversas facultades me han dicho que los profesores les prohibían mencionar mis obras. Podía seguir con muchas anécdotas más. Cuando publiqué Los mitos de la guerra civil, Javier Tusell, que era más bien de derecha pero estaba en la recua, yo les llamo historiadores de la recua,  publicó en El País una reseña exhortando a ejercer la censura contra mis trabajos. Claro, por entonces parecía asentada en la mayor parte de los departamentos y en los medios de masas  una versión de la historia  que a poco que se la examine críticamente, hace agua por todas partes. Y se enfurecen más porque, a pesar de todo, no pueden evitar que mis libros circulen más que los suyos, no consiguen hacer efectiva la censura, y entonces insultan a mis lectores calificándolos de “fachas”, “extrema derecha”, ignorantes y similares.  Están realmente cabreados. Daño sí lo hacen claro, porque tienen los mayores medios, pero no tanto daño como les gustaría…

 Algunos libros suyos, desde luego, están documentados muy a fondo con material de archivo y de fuentes primarias. Pienso, por ejemplo  en Los orígenes de la guerra civil

Déjeme continuar, porque el tema se las trae, aunque no quiero extenderme demasiado. A raíz de la  publicación de Nueva historia de España hubo una reunión de varios historiadores o ensayistas, como Pedro Schwartz y sobre todo el entonces director de la Academia de Historia, Gonzalo Anes. Todos habían leído el libro y les parecía excelente y que había que darle “vuelo”. Decidieron entonces facilitarme cierta publicidad y el acceso a medios académicos,  y se hizo un plan al respecto. Pasó el tiempo, y nada. A decir verdad, yo era escéptico desde el principio, pero años después me enteré finalmente de que Anes se había “rajado”. Es decir, tenemos por una parte a historiadores y profesores que han hecho su carrera y cimentado un prestigio mayor o menor sosteniendo tesis que he demostrado ser falsas, y, claro, es humano: no van a dar su brazo a torcer a estas alturas. Lo malo es que no aceptan el debate, sino que tratan de imponer la ley del silencio y  la maniobra oscura. Y luego hay muchos que están más o menos de acuerdo conmigo pero que tienen auténtico miedo a que les coloquen el sambenito de ser moístas o revisionistas o neofranquistas o cosa por el estilo.  Y entre unos y otros crean un ambiente intelectual de verdadero páramo. Decía Cicerón que la verdad se corrompe tanto por la mentira como por el silencio, que le permite imponerse. Es una auténtica vergüenza.  Unos politicastros han intentado incluso meterme en la cárcel, sin que ninguno de esos probos intelectuales alzase la voz para nada. Es asombroso y enormemente penoso, en una democracia al menos aparente. Un país con tantos problemas como España debía tener debates serios, y el hecho de que no los haya ya revela la anemia cultural del país. Todo son tópicos y cada cual a lo suyo.

 ¿Qué libro suyo consideraría usted el más logrado?

Permítame que hable antes de la cuestión de los archivos. Los archivos son muy importantes cuando se trata de investigar una cuestión concreta y de fondo. Así, en mi trilogía sobre la república y la guerra buceé en los archivos del PSOE,  en el de Salamanca, en el Histórico Nacional, en la documentación de las Cortes, la prensa de la época, las memorias de los principales personajes, etc. Fue un trabajo exhaustivo y desde luego no han podido refutarlo ni por lo más remoto. A día de hoy no hay nada importante que yo mismo crea necesario corregir, y la trilogía permanece plenamente válida. Pues bien, debo decir que en el archivo de la Fundación Pablo Iglesias, por ejemplo, que visité durante años, casi nunca encontraba a ninguno de esos críticos y muy a menudo era yo el único que me estaba allí mañanas o tardes enteras. Lo mismo en el archivo de Salamanca o en la biblioteca de las Cortes. Lo que hacen a menudo es mandar a algún becario a hacerles el trabajo… En fin, esa seudocrítica revela pura y simple picaresca, porque cualquier que lea mis libros puede desmentirla. Pero tratan de desanimar a los incautos de leerme.

   Pero es verdad que he publicado algunos otros libros, como Los mitos de la guerra civil con poco aparato de notas y demás. Pero se debe a que dicho aparato ya estaba en la trilogía anterior y se trataba de aligerarlo para hacerlo más popular. Además, aunque esos amantes platónicos de los archivos no lo entiendan, en historia es muy importante exponer los hechos con una lógica, y se pueden escribir buenos libros de historia, como los de Paul Johnson, basándose en fuentes secundarias o en bibliografía existente, aplicándoles un buen sentido crítico. Por otra parte, hoy con internet el lector puede encontrar fácilmente las fuentes y referencias en muchos casos, fuentes exhibidas y muchas veces no consultadas realmente  en trabajos académicos. Muchos autores hacen con ellas  una exhibición de pedantería.  Y a decir verdad, las versiones corrientes sobre la guerra civil son tan endebles que basta un análisis de ellas hecho con sentido común para demolerlas. Piense, por ejemplo, en el empeño en presentar al Frente Popular como defensor de la democracia y la libertad: fíjese usted que qué partidos y personajes componían aquel Frente y verá que se trataba de totalitarios, racistas, golpistas y similares. Es lo que llamo “la Gran Patraña”, que a su vez genera una infinidad de otras. La permanente mentira, que decía Marañón.

 Pero estará usted más satisfecho de unos libros que de otros.

Mire, en todos mis libros he procurado aportar algo nuevo, no simples detalles, sino visiones de conjunto nuevas. Repetir lo que ya se ha dicho muchas veces, aunque sea con palabras nuevas o aportando unos pocos datos secundarios, no me interesa. En algunos libros como Años de hierro corregiría cierto número de detalles, pero en lo esencial se mantiene perfectamente. En otros, solo algún que otro detalle, aunque con el tiempo, lógicamente, entrarían cosas nuevas. No hay ningún libro de historia del que me sienta insatisfecho, porque los he escrito concienzudamente. De un buen entendimiento del pasado depende en muy alta medida lo que podamos hacer o no hacer en el presente, y una mala asimilación del pasado vuelve muy problemático el futuro, cosa que muchos no quieren entender. Por eso he investigado, por ejemplo, los separatismos en Una historia chocante. Es un tema absolutamente fundamental  en la actualidad,. Pues bien, aunque parezca mentira, no existía antes un estudio histórico de los dos simultáneamente y ligados a la evolución política de España en el siglo XX. Existen monografías valiosas sobre uno u otro separatismo, pero a menudo ligándolas muy defectuosamente a la evolución del conjunto del país, lo que las debilita en gran medida. (…) Mi obra más ambiciosa es un amplio compendio, Nueva historia de España, que como compendio no precisa muchas notas. En él me he basado en gran parte para elaborar a su vez Europa, una introducción a su historia.  Los dos son trabajos de síntesis sobre una enorme masa de datos políticos, institucionales, económicos, militares,  filosóficos o de pensamiento, etc., una masa en realidad inabarcable, lo que me ha requerido un esfuerzo enorme de condensación. Se trata, nuevamente, de aplicar el sentido crítico a una infinidad de datos ya sabidos o aceptados comúnmente, pero dándoles un orden y un enfoque nuevos. Por ejemplo, casi toda la historiografía actual da a la economía y la técnica un valor decisivo como clave del sentido de la historia. En mi opinión, tales factores son muy importantes, pero no los decisivos que permitan  dar sentido a la evolución humana. Creo que es el factor religioso el decisivo, incluso cuando se imponen tendencias históricas como las actuales, con ideologías que parecen antirreligiosas, pero en definitiva son solo anticristianas. En realidad las ideologías son religiones sucedáneas, que implican una fe, unos ritos, unos mitos, etc.  Estoy trabajando ahora, precisamente en un ensayo sobre el hombre como “animal religioso”, para fundamentar más a claramente  la tesis.

 ¿Para cuándo estará?

 No lo sé, espero que este año. Porque además quiero escribir otra novela. La anterior, Sonaron gritos y golpes a la puerta, trata de la generación que hizo la guerra civil y la posguerra, incluyendo  la campaña de Rusia y el maquis. Esta nueva tendrá más que ver con la llamada generación del 68, y tengo en perspectiva una tercera sobre la actualidad.

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El liberalismo como ideología (I)

“Cita con la historia” Es difícil entender por qué tras las guerras napoleónicas a Inglaterra le fue tan bien con el liberalismo, y tan mal a España https://www.youtube.com/watch?v=jkHsMsJkW8A&t=4s  

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Fukuyama predecía la victoria de la democracia liberal en el mundo, aunque hubiera un período agitado de transición en algunos lugares, e interesa ver cómo retrata la situación resultante: El fin de la historia significaría el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas, los hombres satisfarán sus necesidades a través de la actividad económica sin tener que arriesgar sus vidas en ese tipo de batallas.  El fin de la historia será un tiempo muy triste. La lucha por el reconocimiento, la voluntad de arriesgar la vida de uno por un fin puramente abstracto, la lucha ideológica mundial que pone de manifiesto bravura, coraje, imaginación e idealismo serán reemplazados por cálculos económicos, la eterna solución de problemas técnicos, las preocupaciones acerca del medio ambiente y la satisfacción de demandas refinadas de los consumidores. En el período post-histórico no habrá arte ni filosofía, simplemente la perpetua vigilancia del museo de la historia humana”.

   Importa entender por qué debería ser así: las luchas por motivos políticos, religiosos o de cualquier otro tipo habrían perdido su razón de ser, sencillamente, porque se habría llegado a la conclusión de que el problema del sentido de la vida, tanto tiempo buscado por filósofos, religiosos e ideólogos, habría quedado definitivamente resuelto. Se trataría de la economía, de lo que todo el mundo ha deseado desde el principio de la humanidad: disponer de medios económicos abundantes. Si ello se consigue, ya parece innecesario arriesgar la vida (ningún liberal murió jamás ante el paredón gritando “¡Viva la libertad de mercado!”, o “¡Viva el pluralismo político hasta cierto punto!”). Por primera vez en la historia los anhelos más profundos del ser humano, los anhelos de disponer de amplios medios económicos, se habrían cumplido, y, mejor aún, cuidando al mismo tiempo el medio ambiente. El mundo habitado se convertirá en un jardín, por así decir, lo más parecido al Edén,  algo que ya se vislumbra hoy “claramente”.

   Se entiende entonces que las filosofías que tanto han atormentado y embrollado a la humanidad durante miles de años, así como las religiones, queden ya como objetos de museo, al modo como los soviéticos organizaban “museos de la religión” o “del ateísmo”, o del capitalismo, para mostrar a los ciudadanos lo mucho que había progresado intelectual y moralmente la humanidad gracias a la ciencia marxista.  Y como todo el mundo será bastante rico, o al menos tendrá cubiertas con holgura las necesidades básicas mediante el consumo de masas, las guerras y conflictos violentos desaparecerán. Se cumplirá lo que expresa la canción de Lennon Imagine:  “No hay cielo ni infierno, ni naciones ni religiones, nada  por lo que matar o morir”. Hasta aquí, todo correcto en un sentido convencionalmente liberal. Claro que la canción también ataca la propiedad, lo cual disuena un tanto. Pero en un progreso futuro, ya anunciado con seguridad por el presente, en que el consumo de masas se generalice y todo o casi todo el mundo tenga lo que pueda desear, la propiedad y la codicia perderían también gran parte de su sentido o necesidad.

   También perdería su sentido la libertad, ya que si el significado de la vida consiste en el desarrollo económico y este nos permite a todos  la abundancia, la libertad quedaría en un capricho algo tonto, o bien en la posibilidad de elegir  entre gran número de marcas comerciales. Habría una igualdad básica que excluiría la libertad, no por imposición sino por volverse innecesaria.

    Otro elemento de sonido poco liberal y un tanto místico es la idea de que “el mundo vivirá como uno solo”, eliminando los pluralismos. Pero al desaparecer los motivos de conflicto, los pluralismos ideológicos o políticos se volverían asimismo superfluos: la abundancia económica lograda por el sistema liberal excluiría los conflictos, excepto, si acaso en una escala ínfima: nada por lo que matar o morir.

   Lo importante de la canción no es ella misma, pues de hecho las ideologías marxista, anarquista, de modo más restringido la nacionalsocialista  (solo para la parte “aria” de la humanidad) han afirmado programas semejantes, basándose en el progreso técnico. Lo importante es que la canción surge en un medio demoliberal, por un personaje que, aun con sus devaneos, se mantuvo afecto al sistema y beneficiario de él; y sobre todo que la canción, con su programa explícito,  no por casualidad se ha convertido en una especie de himno globalista. Puede  oírse también en centros católicos, algo muy revelador de cómo la Iglesia ha dejado de orientar a la sociedad. Y ha alcanzado  una popularidad realmente gigantesca precisamente en las democracias liberales.

   Se podrá argüir que en realidad no se trata de ideas liberales, pero aquí entramos en un terreno purista complicado, pues en el liberalismo coexisten o se repelen corrientes diversas. Existe un liberalismo católico y otro duramente anticatólico; un liberalismo conservador y otro anticonservador; un liberalismo capaz de simpatizar con el comunismo y otro radicalmente opuesto; uno de estilo anglosajón y otro de estilo francés, o alemán; uno proclive a la democracia y otro renuente a ella… Etc. Así que habrá que explicitar mejor la cuestión.

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Por pura casualidad he leído sucesivamente su novela “Sonaron gritos y golpes a la puerta” y la de Céline “Viaje al fin de la noche”. Y me he quedado perplejo. Las dos me han parecido algo similares en lo siguiente: el mensaje es muy pesimista y el fracaso parece  el abocamiento inevitable de la agitación vital de los personajes. Son como novelas épicas cada una a su manera, o antiépicas quizá. Solo que los personajes de Céline son, ¿cómo decirlo?  cochambrosos, sórdidos ya desde el principio, y uno esperaría que no saliese de ellos nada bueno. Mientras que los suyos resultan mucho más nobles. Y eso hace que el fracaso final sea más doloroso. Las dos novelas son desde luego excelentes, grandes logros literarios, si se quiere. Pero ¿Por qué la literatura del siglo pasado y de este deja tan mal sabor de boca?   Soltanto.

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