Conforme el franquismo se liberalizaba, la oposición se volvía más radical y totalitaria, aunque su incidencia popular era escasa. Fenómeno ilustrativo fue el apoyo no solo de la oposición, sino de partidos y gobiernos de Europa occidental, a la ETA, autodeclarada marxista-leninista. 235 – Éxitos del franquismo y apoyo internacional a la ETA | OTAN, una organización criminal – YouTube
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El lugar de la economía
Un dicho algo tonto afirma que sobre la guerra “los aficionados hablan de táctica, y los profesionales de logística”. Es tonto porque la logística (el suministro de armas, municiones, comida, reservas, es decir, la economía, lo “material”) es parte de la táctica, está al servicio de ella, mientras que la táctica no es parte de la logística e incluye además otros factores, como los objetivos y cambios parciales de ellos, el arte del movimiento, la disciplina y moral de la tropa, la sanidad, la información sobre el enemigo, etc. Podríamos llamar a la logística el factor material y a la táctica (en sentido amplio) el espiritual.
La diferencia puede expresarse con más profundidad, en guerra o en paz: “si no comes (si no tienes recursos económicos) te mueres; pero una cosa es comer para vivir y otra vivir para comer”. La historiografía ha tendido cada vez más a primar la economía como el factor decisivo a la larga y el único capaz de explicar el sentido de la historia. La razón es fácil de ver: la economía, ligada al impacto de la técnica –la logística en el otro ejemplo–, es medible y cuantificable, y por ello da un aire más “científico” al asunto, mientras que no lo es en absoluto la intuición y habilidad del mando militar o político para utilizar sus recursos, la geografía, el clima y las circunstancias cambiantes, como no lo es la capacidad –y también el azar, la suerte– de los políticos que deben decidir, entre otras cosas, las medidas económicas. Por ello, el afán ciencista de buscar elementos determinantes e irrebatibles en la conducta humana, se ha inclinado por la “materia” económica, juzgando lo “espiritual”, la política o el mando militar una especie de espumilla un tanto autoengañosa de la corriente profunda de la historia.
Es curioso que esta visión económico-materialista sea un fondo común en el marxismo y en el liberalismo (al menos en corrientes muy importantes de este). Con la tosquedad habitual, un pensador del PP lo expresó así: “la economía lo es todo”. Y el muy importante ensayo liberal de Fukuyama analizando las consecuencias de la caída de la URSS, plantea, y no con optimismo, el paso a una época en que la economía sería el centro absorbente de la política y de la vida humana: vivir para comer, esto es, para consumir obsesivamente y sin fin, convirtiéndolo todo al mismo tiempo en mercancía y negocio económico. Absorbiendo como mercancía de la gigantesca industria del entretenimiento incluso lo que solemos llamar cultura o elementos espirituales.
Se recurre también al dicho clásico “primum vivere, deinde philosophari”, olvidando que el ser humano necesita “filosofar”, y lo hace constantemente, para vivir, incluso en el sentido más material de alimentarse, que requiere técnica y organización social, entre otras cosas. Así pues, el aspecto “filosófico”, es decir, espiritual en la vida humana, es el determinante incluso en la atención a los aspectos más materiales. El problema, o uno de los problemas mayores de nuestro tiempo, es que parece haberse perdido la táctica en función de la logística.
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¿Una guerra nuclear?
**La estrategia de la OTAN contra Rusia consiste en haber provocado la guerra de Ucrania, alimentarla y alargarla pero manteniéndola localizada, y usarla para llevar a Rusia a la ruina económica.
**Esos cálculos estratégicos, pese a la enorme superioridad armamentística y económica con que cuentan, están saliendo fallidos: la UE parece dispuesta a arruinar a Rusia a riesgo de arruinarse ella misma. Y ese riesgo se está materializando: los arruinadores también empiezan a arruinarse.
**Pero lo peor, lo más terrible, de esos cálculos criminales, producto de una hibris mesiánica, es que cuanto más se alargue la guerra por obra de la OTAN, más incontrolable se volverá y mayor será el riesgo de que se deslocalice y expanda. Es decir, de que amenace a toda Europa y al mundo entero con una guerra nuclear, a la que ya aluden unos y otros. El peligro es real. Solo quienes ignoran la historia no atienden al frecuente encadenamiento de hechos imprevisibles que arrastran a lo peor.
**Los valores con que la OTAN ha justificado la destrucción de cinco países en lo que va de siglo, con muchos millones de víctimas entre muertos y desplazados, son los valores LGTBI.
**Según la propaganda de la OTAN, Rusia ya ha perdido la guerra. Llevan afirmándolo desde la segunda semana de ella. Al mismo tiempo siembran la alarma en toda Europa, junto con su títere Zelenski, diciendo que no solo los demás países del entorno, sino el continente entero está en peligro de sufrir nuevas invasiones rusas.
**En Madrid, los jefes anglos y sus auxiliares han dicho que no permitirán la victoria de Rusia. Es decir, que después de darla por derrotada la admiten como posible.
**La OTAN posee presupuestos militares ¡18 veces! superiores a los de Rusia, y ha ido rodeando a esta de bases militares. No obstante, dice sentirse amenazada. Si Rusia no dispusiera de armas nucleares, ya habría corrido el mismo destino que Siria o Libia.
**Puede entenderse que los demás países de Europa occidental acepten sin rechistar la batuta de Washington: al ejército useño se lo deben todo. No es el caso de España, que está libre de esa tremenda carga histórica. Lo cual vuelve más abyecto el servilismo de lacayo que imponen al país los mismos gobiernos que declaran amigas y aliadas a potencias que invaden territorio español o lo exponen como blanco de misiles, potencias que consideran marroquíes las ciudades españolas de Ceuta y Melilla y a su vez son amigas y aliadas de la tiranía marroquí que amenaza abiertamente la integridad de España. Gobiernos que han alentado y financiado los separatismos, como otra de sus hazañas clave. O España acaba con esos partidos y gobiernos, o estos acabarán con España y la libertad.
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El franquismo y la Iglesia
–Usted da importancia decisiva a la actitud de la iglesia tras el Vaticano II para el fin del franquismo. ¿Implica ello que si la Iglesia hubiera seguido apoyando al régimen este habría seguido tal cual?
–En mi opinión, no. Siempre se olvida que no fue un régimen totalitario de partido único sino cuatripartito con el elemento equilibrador de Franco. En la segunda mitad de los 60 ya se advertían signos de descomposición en el régimen, y no tanto por la agresividad de la oposición o la postura de la Iglesia como porque sus cuatro “familias” estaban en discordia creciente entre sí y dentro de cada una de ellas. El mero hecho de ser un régimen cuatripartito abocaba a una democracia, y el éxito histórico fundamental del franquismo fue posibilitar que la sociedad hubiera sanado en medida fundamental de las convulsiones anteriores. Por lo tanto, era posible una transición en calma desde el propio franquismo, de la sociedad construida por él y de su legitimidad histórica. Es lo que vio claramente Torcuato Fernández Miranda, y también preparaban Carrero, Fraga y otros.
¿Cuál fue el papel de la Iglesia en este tránsito?
Fue negativo, porque no se limitó a disociarse del régimen sino que procedió a hostigarlo, negarle legitimidad de hecho, y a apoyar a comunistas separatistas y terroristas, de modo disimulado y a veces abierto. No toda la Iglesia, entiéndase, pero sí su sector dominante, determinado por aquel concilio.
¿Por qué adoptó la Iglesia esa política, que trataba de acercarla a los que casi la habían exterminado en el guerra civil, y la enemistaba con sus salvadores? ¿Qué beneficio podía sacar de ahí?
Por un doble motivo interconectado. Para entonces parecía que la guerra fría la estaban ganando los comunistas, por lo que convenía, pensando en el futuro, buscar fórmulas de acomodo con él, de ahí el “diálogo con los marxistas”. Y en segundo término por la convicción, ligada a la anterior, de que el régimen español no iba ya a durar mucho y que podría caer incluso violentamente, arrastrando con él a la Iglesia en España. Por lo cual convenía no solo disociarse de él, sino adaptarse y simpatizar con los nuevos tiempos esperados. No parece que el Espíritu santo la inspirase demasiado.
Pero, en definitiva, la Iglesia habría colaborado en la democratización de España al socavar al franquismo, que no era democrático
La democracia solo podía partir del franquismo, como de hecho ocurrió, aunque luego se desvirtuara. La postura eclesiástica no era democrática y pudo haber ocasionado una caída del régimen desastrosa para toda la sociedad. Si no fue así, se debió a que la sociedad estaba realmente restablecida de las viejas epilepsias gracias a la labor del régimen. Cierto que después del referéndum del 76 comenzó la usurpación de la democracia por los autoproclamados herederos del Frente Popular, pero el legado franquista fue de tal calibre que todavía no han conseguido disgregar el país y arruinar del todo la democracia, aunque han avanzado mucho en ello.
El problema de fondo es que, en gran parte debido a la claudicación eclesial, la clase política del franquismo perdió la noción de lo que había significado históricamente su propio régimen, y su comportamiento fue cada vez peor, hasta convertirse en auxiliar de un nuevo frente popular.
