Mañana, sábado, Plaza de Colón 12.00 h.
A favor de las víctimas del Terrorismo y contra la banda de malhechores del Doctor y sus hijuelas.
*****************************
¿Quién quiere la guerra?
A veces una potencia quiere la guerra porque está segura de ganarla. Otras veces no la quiere, pero sí quiere los elementos que conducen a ella. Yo no sé si Zelenski quería la guerra, pero indudablemente ha querido todo lo que conducía a ella, seguramente porque confiaba en el respaldo de la OTAN. Putin no la quería, y la prueba es que, después de tener a su merced a Ucrania planteó las conversaciones de Minsk, cuyos acuerdos nunca cumplió Kíef. Ha esperado siete años, por tanto, después de hacer mil advertencias.
Quienes sí quisieron la guerra son Usa e Inglaterra, es decir, la OTAN, en Irak y Afganistán. Estaban tan seguros de ganarla gracias a su absoluta superioridad técnica y material que no tuvieron inconveniente en inventar lo de las armas de destrucción masiva o cualquier otra cosa para justificarla. La victoria fue rápida, cuestión pocas semanas (tres meses y medio en Afganistán y menos de un mes en Irak). En Serbia no tuvieron ni que invadir: les bastó destruir sistemáticamente las infraestructuras durante dos meses y medio para poner de rodillas a los serbios. Pero en Irak y Afganistán la victoria inicial se complicó, y al final la OTAN tuvo que irse de allí con el rabo entre las piernas y habiendo gastado sumas enormes en vano. Afganistán costó más de 800.000 millones de dólares, según unas estimaciones, y hasta 2, 3 billones según otras. Con 173.000 muertos –unos 50.000 civiles– y varios millones de refugiados. En Irak el número de muertos varía entre 150.000 y más de un millón en su mayoría civiles, según estimaciones, con los correspondientes millones de desplazados y refugiados; y el gasto en casi dos billones de dólares. Cifras enormes incluso las más bajas.
De las experiencias en Irak y Afganistán surgió otro método para imponer –decían– la democracia: comprar-provocar revueltas y protestas internas en plazas públicas, focalizar en ellas los medios de masas (Triple M) de todo el mundo, e intervenir desde guera, con poca implicación directa, en apoyo de los “defensores de la libertad”. Así lo hicieron en Libia y en Siria. En Libia, el éxito fue completo, quedó destruido un país antes próspero y estable, en guerra civil permanente desde entonces; en Siria no les salió tan bien, porque Rusia intervino en favor del gobierno reconocido en la ONU, pero ha dado lugar a una guerra civil permanente que ha causado entre 5 y 10 millones de desplazados, cerca de 400.000 muertos, entre ellos más de 100.000 civiles (19.000 niños, se dice). En cambio, el coste en dólares ha sido mínimo para la OTAN.
¿Entra el caso de Ucrania en esta cadena de acciones? En mi opinión, sí. El manejo de las manifestaciones en la plaza de Maidán en Kíef provocó un verdadero golpe de estado, el comienzo de una guerra civil en la Ucrania rusa o prorrusa, y el intento de introducir a la OTAN en Ucrania, cosa que Moscú interpreta como una amenaza directa a su seguridad. Y finalmente ha propiciado la guerra actual.
Una pregunta es: ¿por qué actúa así la OTAN, es decir Usa con Inglaterra más sus auxiliares? Oficialmente, en defensa de la libertad y la democracia. Que coinciden casi siempre con intereses mucho más concretos y tangibles, aunque no deben analizarse estas cuestiones con cinismo simplón, como si las invocaciones idealistas fueran solo el disfraz de intereses económicos. Las dos cosas van juntas casi siempre, y la agresiones de la OTAN no se acabarían de entender sin recordar el mesianismo useño de origen puritano (“la ciudad en la colina”). Se creen efectivamente el modelo a implantar en el mundo por el bien de todos, la “nación necesaria” a la que todos deben someterse de un modo u otro. Es una idea profundamente arraigada –compartida por Inglaterra, que en el siglo XIX creía su misión civilizar a su manera casi todo el resto del mundo– y que a partir de la implosión de la URSS hizo creer en su triunfo definitivo. En función de esos ideales no se les ocurre siquiera disculparse por sus catastróficas aventuras en varios países. Y como decía la locuela Madeleine Albright, “¿Para qué tenemos estas fuerzas armadas tan increíbles si no las usamos?”.
Y ahora, en Ucrania, ha generado una guerra civil y una guerra exterior con Rusia, de final incierto. En la que el interés máximo de España es quedar al margen, máxime cuando la política de Zelenski es idéntica interiormente a la de los grupos separatistas españoles, y exteriormente trata de generalizar la contienda.
**************************
Historia y problemas existenciales
El autor de Sonaron gritos y golpes a la puerta retrata magníficamente la relación existente entre la Guerra Civil y la División Azul (…) La DA, por lo excepcional de su historia, se presta inmejorablemente a sacarle “jugo literario”. Son demasiados ya los autores que escogen el escenario de la DA para narrarnos historias más o menos rocambolescas, casi siempre con desconocimiento de su historia y vicisitudes. Moa ha corregido tan peligrosa inclinación y nos ofrece un relato históricamente impecable: no inventa a capricho hechos o circunstancias , sino que acomoda sus personajes a lo que fue en realidad la campaña, con descripciones de extraordinario realismo (…). No como Soldados de Salamina, de Cercas, cuya presunta base histórica es insostenible (…) Pero Moa no trata de engañar a nadie ya que califica esta obra como creación literaria. Eso le da derecho a construir sus personajes con libertad, dotándoles de unos perfiles psicológicos, de unas historias personales, de unas trayectorias biográficas fruto de su creatividad (…) Como todas las novelas, tiene diferentes “niveles” de lectura. Hay problemas psicológicos, vivenciales que mueven a los personajes, incluyendo las relaciones sentimentales. Hay análisis ideológicos, donde se retrata el debate entre las concepciones políticas que agitaron el siglo XX (…) Hay novelas que se te caen de las manos al poco de empezarlas, Desde luego, este no es el caso”. (C. Caballero Jurado)
***********************

Salgamos de la OTAN
Me comenta un conocido: “¿Se da cuenta, señor Moa, de que usted es el único en España que propugna la neutralidad de España y su salida de la OTAN? ¿Se da cuenta de que salir de la OTAN comportaría que la OTAN nos declarase enemigos, que seguramente apoyaría los separatismos vasco y catalán para disgregar a España y apoyaría también las ambiciones de Marruecos? ¿Se da cuenta de incluso VOX apoya a la OTAN? ¿Qué clase de análisis hace usted? Salir de la OTAN podría traer consigo la demolición, sí, la demolición del país. Nos guste o no, esa es la verdadera posición de España…”
Lo que ahí se plantea es que nuestra posición en la OTAN es la del comerciante al que la mafia ofrece “protección”… contra ella misma. Esta es la “verdadera posición”. Según la mayoría, debemos aceptarlo porque no habría alternativa. El “argumento” trata de ignorar, además, que los gobiernos que así razonan (porque es el fondo de ese razonamiento: la sumisión al chantaje) han promovido además los separatismos en España y al admitir que la propia OTAN no cubra Ceuta y Melilla admiten de paso que antes o después se entregue ambas ciudades a Marruecos.
El “argumento” supone también que la OTAN (Usa y la potencia de Gibraltar) son absolutamente poderosos y que sería contraproducente causarles algún disgusto. Que su poder dista mucho del que se dice lo explican muy bien su serie de derrotas desde Vietnam a Afganistán, ante países de apariencia insignificante. En cuanto a España, no necesita a la OTAN para resolver sus problemas internos y para afrontar sus amenazas externas. Una neutralidad sostenida con energía y no hostil a la OTAN es perfectamente factible, pues si la OTAN se dedicara a aventuras con los separatismos y Marruecos podría encontrar una neutralidad inamistosa que no le convendría en absoluto, dada la posición geoestratégica de España, y le expondría además a perder a su aliada Marruecos, un régimen con serias debilidades internas. En todos los problemas internos y externos que sufre España nos encontramos siempre con unos gobiernos, sean PP o PSOE, que fortalecen a los enemigos externos e internos.
Contra la neutralidad se han conjurado todos los partidos, extendiendo a gran parte de la población la idea de España como un país inevitablemente lacayo y servil. He dicho a menudo que nuestro modelo en ese sentido debería ser Suiza, un país pequeño pero próspero y universalmente respetado. Por eso lo que tenemos que plantearnos es cómo crear opinión pública en favor de la neutralidad.
************************