De la putrefacción del sistema a la alternativa.

Los robos del PSOE en la guerra civil sobrepasan todo lo imaginable. Comisión de la verdad sobre el PSOE en “Una hora con la Historia”: https://www.youtube.com/watch?v=yewN3B9OjVs&t=1449s

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El  golpe separatista catalán ha sido efecto lógico de una larga tradición disgregadora e hispanófoba actuante desde principios del siglo XX. Al llegar la transición, el separatismo apenas existía, pero fue promovido y financiado a conciencia por todos los gobiernos posteriores, de UCD, PSOE y PP, en connivencia con los propios separatistas, vulnerando la Constitución y, sobre todo, la unidad nacional e intereses de España. A tales políticas delictivas las han llamado “diálogo”, prostituyendo un noble concepto. Entre todos ya habían reducido a marginal la presencia del estado en Cataluña y Vascongadas, entre otros desmanes. La complicidad entre gobiernos y separatistas es nueva en la historia y no debe olvidarse al analizar la situación del país, pues permite entender la clase de políticos y partidos que lo desgobiernan.

   Esta larga complicidad se formalizó y amplió con Zapatero en tres grandes movimientos: la “Operación rescate” de la ETA para sacarla de la ruina y convertirla en una potencia política a costa del estado de derecho, junto con la imposición de nuevos estatutos disgregadores solo demandados por los políticos; todo ello combinado con la también ilegal entrega sistemática de soberanía a la burocracia de la Unión Europea y de la OTAN, y la desidia, llamémosla así, sobre Gibraltar. La segunda operación zapateril  son las leyes LGTBI, que pretenden imponer a la sociedad las ideas e intereses de minorías sexualmente afectadas, con amenazas contra las libertades so pretexto de “odio”, tratando de regular desde el poder hasta los mismos sentimientos de las personas. Y la llamada “ley de memoria histórica”, que falsifica radicalmente la historia, amenaza las libertades políticas más elementales e invierte la decisión popular del referéndum de 1976, de avanzar a la democracia “de la ley a la ley”, es decir desde la herencia del franquismo y no contra ella. Estos movimientos u operaciones, asumidas hoy por todos los partidos, salvo excepciones menores, convierten el sistema salido de la transición en una democracia fallida. Y la raíz de su fracaso se encuentra precisamente en la conculcación del mensaje popular del  citado referéndum de 1976.

    En estos movimientos, que parecían imparables, el golpe separatista ha sacado a la luz varias realidades de calado histórico que permanecían semiocultas. La primera es que la secesión abierta de Cataluña ha resultado prematura, “no había bastante agua en la piscina”, como confiesa algún delincuente golpista. El propio gobierno cómplice ha hecho lo que ha podido por dejarlo impune y seguramente continuará en la misma política de “diálogo”.

   La segunda realidad es la ruptura del sistema de dos grandes partidos corruptos e hispanófobos en connivencia con los separatismos, que se había ido imponiendo desde la transición. Tanto el PSOE como, sobre todo, el PP, han recibido un duro castigo en Cataluña, que probablemente se extenderá al resto del país. En cambio ha surgido un tercer partido, Ciudadanos, igualmente zapateril, pero que por haberse opuesto al separatismo, aunque de modo ambiguo y oportunista, crece con rapidez. Mientras que Podemos, inflado artificialmente por el PP para recuperar votos del miedo, ha perdido impulso. Es posible que la simbiosis PP-Podemos se hunda, lo que  está dejando ya un amplio espacio que puede ocupar una alternativa real.

   La tercera realidad, y más importante, es que se ha despertado una reacción patriótica de amplitud inesperada. Los partidos, políticos y medios de masas corruptos, creían haber dormido o extinguido ese sentimiento, que ahora no saben cómo manejar.

   Estas tres realidades certifican el final del sistema creado en la Transición sobre la anulación insidiosa del referéndum del 76. Sistema que llevaba varios años pudriéndose sin encontrar salida. Todo el problema político del momento consiste en encauzar el movimiento popular para que no vuelva a ser inutilizado por unas fuerzas políticas en putrefacción, pero todavía dueñas de amplios recursos y con experiencia de manipulación de la gente. La situación histórica demanda una salida que debe sintetizarse en un lema: MÁS ESPAÑA Y MÁS DEMOCRACIA.

    Desde este blog proseguiré examinando la situación y proponiendo medidas prácticas en pro de una alternativa radical y viable.

 

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¿Acaso sé quién soy?

https://www.youtube.com/watch?v=yewN3B9OjVs&t=1446s

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¿Me traje yo a mí mismo a este mundo?

¿Me di yo mis instintos, mis impulsos?

¿Decidí yo vivir en este lugar y este tiempo?

¿Fabriqué yo acaso  los vientos y corrientes

 que me llevan de aquí para allá, las ocasiones

que modelan mi peregrinaje?

¿Y adónde peregrino?

¿Pues quién soy yo? Me llaman con un nombre y respondo,

¿Y qué saben de mí quienes me llaman?

¿Y qué sé yo?

Ni siquiera ese nombre me lo he dado

¿De qué soy dueño? ¡De nada!

Y sin embargo, oigo y digo, ¡soy responsable de mi vida!

¿Quiere eso decir algo? Si algo significa, jamás lo entenderé.

Y me insisten, me insisto: “eres responsable de tus actos.

Te han dado medios para desenvolverte,  

te han dado talentos, ¿los has desperdiciado?

Se te pedirán cuentas, aquí o en otro mundo”

Percibo ese aquí, si no es un espejismo, del otro mundo no sé nada.

¿Y qué o quién es ese yo, ese que dice saber o no saber?

¿Alguien me ha hecho, alguien me ha puesto

en eso que llaman tiempo y lugar?

Yo no he sido, ¿Quién es ese alguien?

¿Alguien me ha empujado  a encontronazos

con otros yoes sonámbulos, con eso que llamamos circunstancias?

Ese yo dice, digo: “no todo es sufrimiento y angustia,

también sientes satisfacción, belleza, amor…”

¿Mas qué importa eso, el placer y el dolor?

Sobre todo ello permanece

la pregunta burlona de la esfinge: “¿qué o quién eres tú, sonámbulo?”

¿Y por qué han de pedirme cuentas? ¿Quién?

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Javi alzó la voz: “Eso de que la naturaleza es sabia, es una de las tonterías mayores que se dicen por ahí. ¿Por qué es sabia? No para de hacer estupideces, yo os digo que es sencillamente absurda, ilógica. Un ejemplo: resulta que está interesada, parece ser, en que la especie humana siga existiendo, no sabemos por cuánto tiempo, y para eso nos ha dotado de órganos reproductores. Vamos a ver: ¿se puede ser más necio? Eso, desde un punto de vista lógico y  económico es de lo menos rentable que hay, es una complicación totalmente innecesaria que trae millones de problemas. ¿Por qué no lo ha hecho más simple, más funcional, menos embrollado, sencillamente creándonos inmortales? Es que uno se desespera con tanta necedad…

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memoria suelen tener lagunas o recuerdos mezclados.

Adiós a un tiempo: Recuerdos sueltos, relatos de viajes y poemas de [Moa, Pío]

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En tuíter:

* ¿Tienen la mujeres una vida más difícil? Viven más tiempo, cometen muchos menos suicidios, hay muchísimas menos en la cárcel, tienen muchísimos menos accidentes laborales, hay muchas menos mujeres pobres que hombres pobres…

*Y qué hay de la brecha salarial  entre los obreros de la construcción  y los políticos y periodistas, pese a que los obreros hacen cosas de verdadera utilidad y los otros se dedican a hacer demagogia y engañar a la gente? Pues ya ven.

* ¿Y la brecha salarial entre una vigilanta de los aparcamientos y una jefa de alguna empresa? ¿Es que esa brecha no cuenta?

*”Al menos mil niños muertos este año en la guerra civil siria”. Agradézcanlo a Arabia Saudí, Catar y la OTAN, promotores y financiadores de la guerra civil

*Es esencial que en la construcción, minas, barcos, cuidado de carreteras etc., se consiga la igualdad, con leyes y cuotas para conseguir la paridad. La mujer al poder.

*Los separatistas son bandas de cacos. El problema, D. Alejo, es que los partidos “nacionales” también lo son.

*Las feministas pretenden convertir a las mujeres normales en unas estúpidas, guarras e histéricas como ellas.

*Feminismo en acción: pic.twitter.com/CMsORS3cp0

 

 

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Un funeral laico

Yo, aunque sé que doña Ermesinda pasaba por ser muy atea, sé muy bien que hace años no era así, me lo ha dicho muchas veces mi mujer, ¿no es cierto María  Antonia?… Sí, claro, no invento,  como veis. Yo también hablé con ella varias veces, muchos de vosotros no me conoceréis, me llamo Julio, era muy amigo de D. Leopoldo, el difunto marido de la señora… Pero les dio a los dos por aficionarse a leer “El País” y mira que yo se lo advertía, no me hicieron caso y, claro, se volvieron muy agnósticos, como le dicen. Pero yo estoy seguro de que quien tuvo retuvo, y que aunque encargó un funeral no religioso, un funeral laico, ella  agradecerá que oremos por su alma, así que, si no importa a la concurrencia, rezaré un rosario, y espero que todos me acompañéis.

   El féretro con la difunta presidía, es un modo de hablar,  la reunión, sobre una mesa de aspecto algo endeble. Ante la propuesta del rosario, los presentes respondieron con murmullos de protesta y desaprobación.

–¡No vamos a estar aquí una hora con un rosario, hay que desalojar pronto la sala! –anunció con energía el empleado de la funeraria– Hay más muertos esperando.

–Bueno, pues por lo menos un padrenuestro.

   Tampoco esta propuesta suscitó el menor entusiasmo entre el público, visible y mayoritariamente adepto a las creencias progresistas de la ocupante del ataúd. No obstante lo cual, D. Julio, impertérrito, se dispuso a comenzar su oración.

   Los asistentes se sentaban en dos hileras de sillas. En la de D. Julio parecía haber poca oposición a su iniciativa, pero en la otra el disgusto se manifestaba en un tono que iba superando el tono respetuoso y de bajo volumen propio de tales ocasiones. Una chica joven, algo gruesa, se levantó a su vez.

–Yo creo que es una inconveniencia y una falta de respeto a doña Ermesinda. Ella no quería saber nada de supersticiones y zarandajas de curas. Y ya que usted se llama Julio, yo me llamo María Asunción, aunque todos me conocen por Choni. Ya pasó el tiempo del patriarcado en que los señores eran los que decidían todo, y… bueno, hemos traído aquí un cedé, música de violines, que es bien bonita y acompañará mejor que esos rezos oscurantistas…

   La hija de la difunta, mujer de mediana edad y bastante bien parecida, explicó su condición y aclaró que se llamaba Jennifer (Yeni o Lleni), innecesariamente pues todos los asistentes la conocían. Alzó la voz al señalar que era amiga de Choni, a quien aprobó vigorosamente,  miró aviesamente al tal Julio y con el disco de los violines en la mano fue al aparato reproductor que se hallaba al lado del ataúd. Sonó una música suave y amansadora, y de pronto los violines dieron paso a unos sonidos estridentes y muy molestos, tras los cuales se hizo el silencio. Jennifer (Yeni o Lleni), algo nerviosa, manipuló el aparato, apretó el enchufe y tocó algunas teclas, pero nada. Aún más nerviosa, llamó la atención al empleado, el cual dio algunos golpecitos al chisme y la música volvió a inundar suavemente la sala. Pero la alegría duró poco. De nuevo volvieron los chirridos, esta vez mucho más fuertes,  taladraban los oídos.  “¡Quiten ese ruido infernal!” rugió alguien.  Yeni o Lleni, sin disimular su cabreo, se precipitó al trasto,  lo desenchufó y le dio una patada que lo trasladó bajo la mesa del ataúd.

–¡Es la  jodía técnica coreana! ¡Y luego dicen que tal y cual!”–gruñó explicativamente  dirigiéndose al público.

   Choni comentó en voz audible para sus próximos: “Claro, qué iba a pasar, con el tío ese de los rosarios y los padrenuestros. Y menos mal si no se nos hunde el techo encima”. Sonaron unas risas que querían ser apagadas, pero no lo fueron, tal vez debido a la excelente acústica del local. Hubo miradas de reproche, confundidas con nuevas risas que se contagiaron a buena parte del público hasta estallar en carcajadas.

  D. Julio creyó llegado el momento de imponerse.

–¡Señoritas y señores! ¡Estamos en un funeral, no en una sesión de circo! Es una vergüenza…

–¡Venga ya, tío carca! ¡A tu funeral tendríamos que asistir! –dijo el joven que se sentaba al lado de Choni, un tipo con rastas que debía de ser su novio o algo así, porque le pasaba protectoramente la mano sobre el hombro sin que ella se opusiera.

– Así que empezaré el rosario, digo el padrenuestro, les guste o no, por el descanso de su alma. ¡Hay que tener respeto!

   Ante el anuncio, Choni volvió a ponerse en pie como por un resorte, con un papel en la mano.

Julio comenzó: “Padre nuestro…” Pero Choni le interrumpió con voz potente, leyendo el papel: “Cuando emprendas tu viaje a Ítaca, pide que el camino sea largo, lleno de aventuras…”. Julio alzó la voz más todavía: “…santificado sea tu nombre…”. La chica continuó con brío redoblado:  “…hazte con hermosas mercancías, nácar y coral, ámbar y ébano, y toda suerte de perfumes sensuales…” “…El pan nuestro de cada día dánosle hoy…”

   D. Julio tenía la voz grave, y aunque hacía un esfuerzo por gritar, la voz aguda y algo chillona de Choni sonaba más alta, y el resultado era un barullo. A Julio trataban de seguirle una minoría, mientras que su contrincante leía sin acompañamiento,  porque nadie conocía de memoria el poema de Kavafis que acostumbra leerse en los funerales laicos. La gente se iba encabritando, empezaron la cruzarse insultos y el barullo se convertía en alboroto. El empleado gritaba a su vez, para poner orden, pero solo contribuía al guirigay. “… Y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros…” “Ten siempre a Ítaca en tu mente, mas no apresures nunca el viaje…”.

“¡Cabrones, habéis venido a sabotear un funeral laico y progresista! ¡Marcharos a vuestras putas iglesias!” –rugía el presunto novio de Choni, y otros a su alrededor lanzaban improperios semejantes, respondidos con brío por algunos de la minoría: “¡Masones, ateos, os condenaréis, os van a dar por saco cuando muráis!”. “¡Os manda Rajoy a joder un acto contra el patriarcado!” “Pero qué acto ni qué leches, es un funeral, ¿no os da vergüenza?” “Doña Ermesinda era una mujer feminista y atea, no una princesita beatona” “¡Respetad el alma de doña Ermesinda!”

  Y llegó lo inevitable: empujones, golpes y chillidos de las mujeres.  El novio de Choni se abalanzó sobre D. Julio, quien le rechazó con ambas manos;  el rastas resbaló y fue a caer con la espalda contra una pata de la mesa del féretro, el cual osciló y cayó al suelo. De pronto se hizo el silencio y la calma. Por milagro, la caja no cayó encima del novio, pero se abrió y la cabeza de doña Ermesinda asomó por un lado. Todos la miraron fascinados. Parecía contemplar la escena con severidad tras sus ojos cerrados.

–¿Ven ustedes como son unos salvajes? – refunfuñó el empleado— Menos mal que no se ha roto la caja, si no tendrían ustedes que pagar otra.  Y ahora, váyanse de una vez, que hay más trabajo, a ver si podemos incinerarla en calma.

   Salieron todos cariacontecidos. Choni sollozaba y su presunto novio la consolaba mientras liaba un porro: “¡Si son unos malditos fachas, cuándo desaparecerán de la faz de la tierra! Los mayores de cincuenta años vienen todos del franquismo, están estragados. ¡Habría que matarlos a todos!”. Yeni o Lleni, la hija, los acompañaba con expresión muy contrariada, tratando de contener las lágrimas. Reponiéndose, comentó “A mí, los funerales es que me dan dentera, ya el de mi padre fue un horror. Y total, para qué” “Eso, total para qué –apostilló el novio—Nadie va a resucitar por eso. Habría que suprimir los funerales, aunque lo hagas laico, eso viene de los curas, qué cosa tan siniestra, te quitan alegría”

  La hija cambió de tono:  ”Bueno, ahora a lo práctico a ver el testamento. Con tal de que no nos haya gastado alguna broma pesada… Con mamá  nunca sabías a qué atenerte”. “Tu madre era una veleta, ya sé que está mal decirlo, ahora que está muerta, pero lo mismo en el último instante…”, opinó Choni. “No, no, en eso era firme, no veas cómo hablaba de los curas…Aunque quién sabe…”. D. Julio, que iba detrás, trató de bromear: “Mira que si deja todo el dinero a un seminario o a un convento de monjas…”. Le lanzaron una mirada asesina y se alejaron de él. Julio trató de responder confusamente a su mujer y un amigo que le reprochaban haber sido imprudente: “¿Es que en este país ya no se puede rezar en un funeral? ¡Faltaría más!” “Sí, pero ya sabes cómo son estos, son unos fanáticos, más vale no provocarlos…”.

 El empleado los miraba desde la puerta: “Con tal que no se líen ahora a hostias… Ahí afuera, por mí que hagan lo que les salga de…”. Pero no hubo tal, y todos se fueron a sus coches, como si ya nadie recordase lo pasado.

 

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¿Fue un fracaso la guerra civil?

Uno no tiene más remedio que reírse con las trapacerías del PSOE en sus gigantescos robos. Pero fue más bien una tragedia: https://www.youtube.com/watch?v=yewN3B9OjVs

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Últimamente se está poniendo de moda, a partir del PP, hablar de la guerra civil como “un fracaso”. La idea va ligada a otra también muy del PP, que he examinado  en  La guerra civil y los problemas de la democracia: la de que fue un enfrentamiento por así decir “sin ton ni son”, entre  pequeñas minorías de “canallas y sádicos sayones”, como dice Pedro J, que empujaron  por la fuerza a  luchar a una gran mayoría de españoles que simplemente “pasaba por allí”. Estas frases expresan la bien acreditada inanidad intelectual de la derecha española, combinada con un sentimentalismo menos inocente de lo que parece.

     La pandilla “intelectual” del PP juega con ese sentimentalismo de origen izquierdista y volteriano según el cual los pueblos son pacíficos y las guerras solo interesan a “los de arriba” o a minorías embrutecidas. Por ahí ya van mal, porque la mayoría del pueblo entiende al PP precisamente como “los de arriba”. Pero, en fin, todo el mundo está de acuerdo en que las guerras son malas por sí mismas, como lo son también las operaciones quirúrgicas, aunque no por eso las calificamos de fracasos, salvo que salgan mal. Siguiendo por ahí también podemos decir que las paces son un fracaso, porque suelen terminar en guerras, o que la vida es un fracaso radical, porque termina en la muerte. No hay como ponerse profundo para alcanzar altas cimas del pensamiento.  

  Desde luego, todas las guerras son un fracaso para los perdedores y un éxito para los vencedores.  Pero también puede decirse que son un fracaso general, en el sentido de que, por explicarlo en términos económicos, los costes son mayores que los beneficios. Pero ¿es esto siempre así? La guerra de independencia de Usa es vista como un gran éxito por los useños, ya que alumbró un país de enorme fuerza expansiva y que llegaría a ser primera potencia mundial en casi todos los terrenos. Y de la posterior Guerra de Secesión puede decirse algo parecido. En cambio la guerra de España contra la invasión francesa, aunque un éxito en sí misma (para los españoles, claro, no para los franceses), dejó un país profundamente dividido y abocado a guerras civiles y pronunciamientos. El coste fue inevitable, pero los beneficios muy escasos. O consideremos la guerra civil rusa tras la revolución comunista: fue un éxito para los rojos, pero a Rusia la metió en una paz nada deseable, signada por una tiranía sin precedentes, cortada luego por una guerra contra la invasión alemana, que también fue un éxito para los rojos pero no cambió la lúgubre paz anterior. En fin, ¿fueron  un fracaso las guerras médicas o las púnicas, o tantas otras? De manera inmediata, depende de la perspectiva, es decir, de los vencedores o de los vencidos, y de manera más general, de sus consecuencias. 

  También pueden calificarse las guerras civiles de fracasos de la convivencia cívica. Esto no pasa de ser una perogrullada, como decir que una batalla es un choque de dos fuerzas armadas. Pero pasar de la perogrullada exige algo más que declamaciones sentimentales. Exige explicar por qué fracasó y qué se jugaba en la guerra misma. Y esto es lo que ocultan los “intelectuales” del PP. Sobre cómo fracasó la convivencia no hay duda. En Los orígenes de la Guerra Civil mostré concienzudamente cómo el PSOE quería y buscaba deliberadamente una guerra civil “a la soviética”, cómo la preparó en la propaganda y en los hechos, y cómo después de su fracaso en el 34 persistió en las mismas ideas e intenciones; cómo los separatistas catalanes se declararon “en pie de guerra”, y la prepararon después de las elecciones de 1933;  Y cómo  la insurrección del 34 fue apoyada por prácticamente toda la izquierda republicana y por parte de los anarquistas, incluso por el partidillo del botarate Miguel Maura.  Está clarísimo así de dónde partió el impulso a la guerra civil.

   Ahora bien, eso no acaba con la cuestión. Hay que entender por qué las izquierdas querían la guerra civil, con más o menos deliberación  o entusiasmo. Y también por qué la derecha se opuso a ese camino con tan poca energía que finalmente no fue posible evitarla. El PSOE quería la guerra por dos razones: porque aspiraba a un régimen de tipo soviético que, según creían o querían creer, iba a acabar con las injusticias sociales, con “la explotación del hombre por el hombre” e inaugurar para España una nueva era de paz y felicidad. Y en segundo lugar creían que las condiciones históricas estaban maduras para dar el paso, cosa que los comunistas, más prudentes, dudaban; si bien se unieron al PSOE e incluso reclamaron la responsabilidad del movimiento de octubre cuando los socialistas, con típica cobardía, negaron haberlo dirigido. Así, existía en la sociedad un impulso revolucionario que era al mismo tiempo guerracivilista

     En cuanto a las derechas, fueron incapaces de oponerse debido también a su debilidad intelectual o ideológica o como quiera llamársele. No sabían nada de marxismo, que era la gran ideología de la época en muchos países, tenían una visión muy roma y elemental de la historia, y ante todo querían mantener la paz, aceptando incluso una república dominada por unas izquierdas que atacaban sin tregua todo aquello que tradicionalmente distinguía a la derecha: la religión católica, la integridad nacional, la propiedad privada, la familia cristiana, la libertad personal, etc. Por ello no adoptaron en ningún momento una política enérgica y resuelta ante los desmanes y provocaciones contrarios, con lo cual  estos se hacían cada vez más graves. Y después de haber vencido el asalto de octubre del 34, las derechas  entraron en una fase de descomposición política. De hecho, el impulso final a la guerra no provino de las izquierdas, sino de las derechas, concretamente de gentes como Alcalá-Zamora, máximo responsable del empujón final al enfrentamiento armado, como Largo Caballero lo había sido antes. Si a algo recuerda la actitud claudicante de la CEDA tras haber ganado las elecciones, y sobre todo de Alcalá Zamora, Portela y compañía con sus turbias maniobras tras la victoria sobre los revolucionarios en 1934,  es precisamente al PP actual.

    Así ocurrió, en esquema, el “fracaso de la convivencia”. En definitiva, una sociedad se mantiene básicamente en paz por el respeto a la ley, que afirma un orden y equilibrio entre las fuerzas e intereses opuestos naturales en la sociedad humana. La legalidad republicana, impuesta sin consenso ni referéndum por izquierdas y separatismos, no les bastó a sus propios autores, que procuraron su destrucción revolucionaria, en el 34 y tras las elecciones fraudulentas del 36. Y la derecha, que se resignaba a aquella legalidad, pero sin considerarla suya, fue incapaz asimismo de defenderla. Cuando la ley cae, los naturales conflictos sociales se convierten en lucha abierta, o bien se impone la tiranía.

   Lo que convencionalmente llamamos derecha, pero que al final tenía poco que ver con la que había actuado en la república, terminó sublevándose, exasperada por el abuso y el terror de izquierdas y separatismos. Y no fracasó, sino que terminó venciendo, a pesar de su situación casi desesperada al principio.

    Señalado el proceso del “fracaso”, en que los intelectuales del PP prefieren no entrar demasiado, se plantea de nuevo la cuestión: ¿fue un fracaso la guerra? Lo fue para el bando rojo, cierto, y lo contrario para que el que se llamó nacional porque defendía la integridad de España. ¿Fue un fracaso para la sociedad? Depende de la perspectiva. La guerra no fue un enfrentamiento entre “canallas y sádicos sayones”, sino que cada bando defendía unos intereses y unos valores. Y lo que estaba en juego era si España iba a desintegrarse o continuar como nación unida e independiente; si iba a perdurar su cultura cristiana o esta iba a ser sustituida por un régimen de tipo soviético; si se iba a mantener la libertad personal aunque se restringiesen las libertades políticas, o se iban a anular unas y otras; si se iba a mantener la propiedad privada o no. Esto es, esencialmente lo que se jugó en la guerra civil. Perdieron los que aspiraban a disgregar a España o supeditarla a los intereses soviéticos, a erradicar la cultura cristiana, a sustituir la propiedad privada por la del estado, a establecer alguna forma de totalitarismo, etc. Salvo que uno crea que las aspiraciones de los perdedores traerían una sociedad de riqueza, felicidad y libertad casi absolutas, como pretendían, me parece que hay pocas razones para lamentar la victoria de sus contrarios.

   Pero es que además las consecuencias no pudieron ser más excelentes. Los vencedores libraron a España de la II Guerra Mundial, que habría sido para España mucho más feroz y sangrienta; derrotaron el intento del maquis de volver a la guerra civil y también el criminal aislamiento exterior; y dejaron un país próspero, reconciliado y políticamente moderado. La sociedad en conjunto no perdió, sino que ganó, y muchísimo, con el resultado de la guerra. Resultado que parasitan y corroen los políticos actuales, señaladamente los del PP… ¡invocando la democracia!

  Hay un lado moral de especial abyección en estos intelectuales políticos: su denigración implícita o explícita de aquellos que fueron capaces, en situación extrema, de rebelarse contra la tiranía más peligrosa que haya vivido España. Y que lo hicieron partiendo de una inferioridad material casi absoluta, y derrochando heroísmo en muchas situaciones. Pues bien,  muchos de ellos, casualmente, fueron padres o abuelos de los políticos que ahora hablan de fracaso y equiparan en vileza a unos y a otros. Uno comprende que las izquierdas y separatistas reivindiquen a sus abuelos, aunque sea mintiendo desaforadamente. No dejan de mostrar en ello algo de dignidad personal. Pero estos miserables peperos escupen directamente sobre las tumbas de los suyos. En fin, no hay palabras.

Recuerdo que Rajoy se jactó alguna vez de que en su familia no había habido franquistas. Seguramente porque pertenece a esa clase de gente  sin otros principios o valores que los del “vil metal” (“la economía lo es todo” sostiene el pensador). Y cree que así podrá flotar en cualquier régimen, lo que a veces consigue ese tipo de personajes, aunque no siempre les sale bien. Son de la “tercera España”, que con su majadería aparentemente bienintencionada y moralista contribuyeron a crear el caos y luego, a la hora de la verdad, escurrieron el bulto echando pestes de unos y otros o tratando de trepar aquí o allá.

   Uno de esos políticos-intelectuales del PP razonaba así hace poco:  “las calaveras no tienen ni yugo y flechas ni hoz y martillo en la frente”. Tiene que haber pensado mucho para llegar a esa conclusión. Decía  Schiller que contra la estupidez es imposible luchar. Sobre todo cuando va envuelta en esa sentimentalería barata tan típica, que quiere hacer pasar por “malos” a quienes no comparten sus  peligrosas bobadas.

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Europa en su historia: La conflictiva convivencia entre la razón y la fe

Sábado, en “Una hora con la Historia” (radio Inter, sábados, 21.30, FM 93,5, OM 918), la Comisión de la verdad sobre el PSOE dará cuenta, en una segunda parte, de los increíbles latrocinios a que se libró el PSOE durante la guerra civil. Sesión anterior, en YouTube:  https://www.youtube.com/watch?v=Ed5BWQ_pBVQ&t=60s

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Su libro sobre historia de Europa es  casi único en España. Quiero decir que los historiadores españoles casi nunca se han ocupado de ella

–Es cierto, la bibliografía española es escasa y generalmente en plan de ensayo muy general Creo que se debe básicamente a cierta paletería o provincianismo intelectual. De un modo u otro se mira a los que llaman Europa, que nunca está muy claro a qué se refieren, como una especie de maestra de la que España solo tiene que aprender. Esa actitud ya la sistematizó Ortega con aquella frase estúpida de “España es el problema y Europa la solución”, una frase que resume una actitud que sigue existiendo con plenitud. Lo gracioso del caso, como digo,  es que nunca quedó claro en qué consistía aquella “Europa”, nunca se produjo un estudio medianamente serio sobre la cuestión. Nada, cuatro tópicos vacíos.

   Lógicamente, su irrupción en un terreno casi virgen habrá hecho que su obra sea muy leída, que abra una brecha en ese provincianismo que según usted domina en España

–No es según yo lo diga, basta abrir los ojos para comprobarlo. La intelectualidad española es muy paleta desde hace ya muchísimo tiempo yo diría que varios siglos. Y, por supuesto, mi libro ha sido muy poco divulgado. ¿Por qué? En parte porque ha recibido poquísima atención en los medios, y en los medios de difusión realmente de masas, ninguna. Pero en mi opinión eso no es lo principal. Lo principal es que aquí todo el mundo es muy europeísta, pero no solo no sabe casi nada de Europa, o cree saber cosas que no son ciertas, es que además y sobre todo no interesa saber a casi nadie. Eso lo puede comprobar fácilmente en las redes sociales y los medios en general: el público está absorbido por cuestiones interiores españolas, y dentro de ellas las más anecdóticas y superficiales. Claro que eso no es achaque exclusivamente español si hablamos del público en general, en todos los países se da y es bastante lógico. Pero en algunos otros países existe una élite interesada y enterada en cuestiones exteriores, en particular europeas, y aquí prácticamente no existe esa élite. Lo llamativo es que, como digo, el europeísmo en España está difundidísimo, creo que más que en cualquier otro país europeo. “Europa”, como “democracia”, son realmente palabras mágicas que nunca se analizaron seriamente, y de las que se espera solución a nuestros problemas, que a decir verdad tampoco se analizan seriamente. ¿Qué es eso de que España es el problema? No quiere decir nada. ¿O que Europa es la solución? ¿Solución a que? Son frases vacías, que por otra parte revelan la fabulosa inepcia intelectual en que vive el país. Digamos de paso que Europa misma ha entrado en una edad de decadencia desde la Segunda guerra mundial.

Creo que esa es una discusión y una lamentación sin fin y que no lleva a nada. En definitiva ¿tiene usted alguna tesis sobre la historia de Europa? O se trata de una simple narración de hechos?

–Una historia de Europa un poco detallada llevaría muchos tomos como este. En cuanto a los hechos, políticos, militares y culturales en general, se trata de una síntesis. En suma, Europa, la civilización propiamente europea, se funda sobre la cultura cristianolatina, que pudo haber sucumbido a las oleadas de invasiones, pero que no fue así gracias al aparato eclesiástico creado desde Roma, en especial a la red de monasterios. Hay así una edad de los monasterios, la llamada Alta Edad Media, una edad del románico, luego del gótico, del humanismo, la revolución que no reforma protestante, la Ilustración y las ideologías derivadas: todos esos grandes movimientos, junto con la revolución industrial,  han ido conformando lo que entendemos por civilización europea. Siempre en medio de convulsiones sociales y  bélicas choques políticos, pestes, invasiones y expansión fuera del continente, rivalidad sobre todo con el islam, etc.

 

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Bien, todo eso es sabido, al menos en líneas generales. Una buena síntesis de todo el asunto siempre viene bien, pero desde luego no descubre nada nuevo. ¿Sostiene usted alguna idea general?

–Suele decirse que la raíz y la savia de la cultura europea es el cristianismo. En esto nadie puede estar en desacuerdo, es obvio, aunque muchos le añaden la filosofía griega, el derecho romano y otras cosas. Pero no se deben añadir, sino que esas otras aportaciones lo han sido a través de la Iglesia. Y esto es crucial. La religión cristiana difiere de cualquier otra, que yo sepa, por una tensión interna muy fuerte entre la fe y la razón, entre Jerusalén y Atenas, como a veces se dice. Este rasgo creo que no se da en otras religiones. En el islam y en el judaísmo hubo algo de eso, con Averroes, Avicena o  Maimónides, también por influencia griega, pero allí la tensión fue escasa y duró poco, mientras que en el cristianismo no ha cesado nunca, los propios Averroes o Mainónides han influido más en la cultura europea que en la islámica o judaica. Y esa inquietud ha originado una masa de pensamiento y filosofía, debate y conflicto interminables.

  ¿No es una visión un tanto eurocéntrica? Creo que le harían esa crítica de forma inmediata. Parece que fuera de Europa no se hubiera hecho nada en el terreno intelectual.

Todas las culturas tienen contenidos intelectuales, generalmente ligados a la religión, más o menos fuertes. Pero no es helenocentrismo, por ejemplo, señalar el hecho de la cultura y la inquietud intelectual en Grecia fue muy superior a cualquier otra de entonces, incluso a cualquier otra hasta ahora. Lo que caracteriza a Europa no es simplemente su interés por lo que podríamos llamar el mundo del espíritu, sino su persistencia atormentada, su insatisfacción permanente, pero fructífera en ese mundo, siglo tras siglo. Pero aquí hay algo más que decir. Se ha dicho que un elemento muy importante en el Renacimiento fue la caída de Constantinopla, que aportó a la parte occidental sabios y libros griegos que abonaron por así decir el nuevo movimiento. Sin embargo hay una diferencia esencial entre el cristianismo occidental y el bizantino: en este existían más libros y seguramente más conocimientos sobre los clásicos griegos y romanos, pero allí no fructificaron en movimientos culturales como los de occidente. Eso tiene que ver, a mi juicio, con el hecho de que en Constantinopla el poder religioso y el poder político iban muy juntos, mientras que en el occidente europeo siempre Roma fue una cosa, como sede del poder religioso, mientras que el político estaba fragmentado  en numerosos estados y señoríos, y el intento de unir ambos poderes en un Imperio cristiano fracasó una y otra vez. Esa diferenciación entre “el césar” (los numerosos césares) y Dios, y las propias querellas militares y políticas que generaba constantemente, provocaron al mismo tiempo aquella inquietud intelectual e insatisfacción por así decir creativa, de que hablaba.

¿El libro se centra, entonces, en el estudio de esas tensiones?

Vamos a ver: resumir las evoluciones políticas y militares, económicas, etc., es fundamental. Pero mi tesis es que por debajo de ellas o si se quiere por encima trabaja el factor religioso. El ser humano es esencialmente religioso, necesita la fe para sobrevivir y dada la peculiaridad del cristianismo, su evolución, el dinamismo especial que crea la tensión entre razón y fe, explica las cosas mucho mejor que los factores económicos o institucionales, por ejemplo, que son los que predominan en la historiografía actual. En Europa, me refiero a la Europa occidental, claro, una vez superadas las grandes invasiones, el pensamiento ya comenzó a dar vueltas a cuestiones referidas a la fe y la razón, al carácter de la divinidad, etc. Por resumir mucho, esas discusiones y querellas, que simplificando se dieron entre franciscanos y dominicos, terminarían abocando a la revolución protestante, que cabe interpretar como una revuelta de la fe contra la razón. Para Lutero, la razón era la ramera de Satanás porque, efectivamente, su convivencia con la fe fue siempre muy difícil y en general tendía a socavar la fe. Esta fue una revolución crucial en la historia europea. Y en el siglo XVIII asistimos a una segunda revolución en sentido contrario, de la razón contra la fe, es decir, contra la fe cristiana, a la que socava y a menudo ridiculiza sin tasa, haciéndola retroceder en todo el continente.

Bueno, la Ilustración se apoyaba ciertamente en la razón y la ciencia, y ponía en evidencia las muchas supercherías religiosas. Eso no puede negarse. 

No me interesa discutir eso ahora. Lo que he sostenido es que el ser humano, la condición humana, exige la fe. Los ilustrados tenían fe en la razón, concretamente en que la razón permitiría llegar a conclusiones universales y ciertas, que no tendrían más remedio que ser aceptadas por toda persona algo inteligente.  Conviene darse cuenta de que, de ser así, la libertad humana quedaría abolida, porque nadie podría objetar o disentir de un conocimiento del propio ser humano equivalente al de la ley de la gravedad. Pero, por diversas razones que explico en el libro, la razón no ha dado lugar a conclusiones parejas, sino a ideologías no solo distintas, sino opuestas, como el liberalismo, el socialismo, el anarquismo, más tarde los fascismos y otras menos influyentes. Todas ellas pretenden basarse en la razón, incluso en la ciencia, cada una analiza a las demás tachándolas de ilusorias y negándoles carácter racional o científico, etc., y la convivencia entre las distintas “razones” se ha hecho explosiva… La Segunda Guerra Mundial, que marca dl declive de Europa, puede interpretarse como un choque colosal entre las ideologías liberal, comunista y fascista…

 

 

 

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