La guerra de Marruecos / La neutralidad de Franco

El general Salvador Fontenla acaba de publicar La guerra de Marruecos (1907-1927). Historia de una guerra olvidada (Ed. La esfera de los libros) Aquel conflicto tuvo enorme repercusión directa e indirecta en la España de entonces, motivando una constante agitación revolucionaria, la Semana Trágica y finalmente – junto con el terrorismo anarquista y el auge de los separatismos, que aspiraban a combinarse con los rebeldes del Rif para desintegrar España–  la caída del régimen liberal de la Restauración –. Dicha guerra ha motivado gran número de estudios parciales y literatura, pero por sorprendente que resulte, ninguna historia de conjunto, siendo esta la primera, si dejamos aparte la puramente profesional Historia de las campañas de Marruecos publicada en cuatro volúmenes por el Servicio Histórico Militar, entre 1947 y 1981. Esto no es demasiado extraño, dada la pobreza analítica de la historiografía universitaria: tampoco había un estudio sobre los separatismos vasco y catalán en relación con la evolución de España en el siglo XX, pese a ser uno de los problemas clave de ese siglo, hasta el mío Una historia chocante.

   En realidad, como señala el autor, se trató de una serie de campañas, con intervalos entre ellas, a las que, “jurídica y políticamente es inapropiado denominar  guerra de Marruecos, porque no hubo declaración formal de guerra y porque España no estuvo durante esos años en guerra con ese país (…) ni hubo un plan determinado (…) Las intervenciones francesa y española tuvieron como finalidad pacificar y someter a la obediencia del sultán marroquí a las cabilas (tribus) rebeldes a su autoridad”.  Este era el objetivo oficial, más la modernización del país. Los dos protectorados debían terminar en plazo indefinido, que las potencias protectoras tratarían de alargarlo lo más posible (terminaría en 1956). “Los actuales nacionalistas y el gobierno marroquí quieren hacer ver que las luchas de las cabilas eran para librarse del yugo de España, cuando la verdad era que por lo que combatían era para no someterse al yugo del sultán de turno de Marruecos”. No obstante lo inadecuado del término, ha quedado como “guerra de Marruecos”, y el autor lo mantiene un poco por la costumbre.

   El libro está escrito con precisión militar, sin retóricas ni consideraciones ajenas al tema, algo muy de agradecer en una época en que las verborreas ideológicas causan estragos en la historiografía. El período se extiende entre la Conferencia de Algeciras (1906) – en la que las rivalidades entre Alemania, Francia e Inglaterra se resolvieron a favor de entregar una zona marroquí como protectorado a un gobierno español poco entusiasmado con el regalo– y las operaciones subsiguientes al desembarco en Alhucemas (1925), culminadas dos años más tarde. Desde entonces la pacificación fue tan real que después de la independencia muchos rifeños pedían el retorno de España ante las brutales represiones del gobierno de Rabat, caso realmente insólito. Francia no logró pacificar todo su protectorado, más amplio pero también más fácil, hasta 1934.

   “Si se preguntara a la población en general sobre hechos destacados de nuestra actuación militar en el Rif, pocos sabrían citar algo más que el Barranco del Lobo o el Desastre de Annual, e ignorarían el desembarco de Alhucemas, la incursión de comandante Capaz, los numerosos actos de heroísmo y de acciones guerreras brillantes”. El exitoso desembarco, fue el primero realizado después de la catástrofe inglesa en Galípoli, de la que se sacó la lección de que un desembarco contra un enemigo preparado en tierra fracasaría necesariamente.

   En realidad, señala el autor, y aun teniendo en cuenta un revés tan grave como el de Annual (en el Barranco del Lobo, murieron 158 españoles, que la prensa republicana y socialista elevó a un millar, cifra mantenida luego por historiadores de medio pelo), “el Ejército español demostró en estas campañas una gran capacidad de adaptación y de renovación en todos los aspectos (…) con operaciones que fueron modelos de aplicación del arte de la guerra, con procedimientos técnicos y tácticos pioneros”.

    Las campañas del protectorado fueron en extremo difíciles, y el autor hace una comparación con las actuales de Afganistán: “Los dos tipos de conflicto se han caracterizado principalmente por la lucha de guerrillas. Guerra asincrónicas, de intensidad variable y desgaste a largo plazo (…) España en dieciocho años consiguió dominar y pacificar el protectorado que asumió en los acuerdos internacionales, y la OTAN, después de más de quince años, no ha podido cumplir la misión que se le asignó, a pesar de las nuevas tecnologías, generosos sobornos y su potente maquinaria política, económica y militar”. Hasta podríamos augurar que las perspectivas de la OTAN son de derrota final.  La comparación viene muy al caso.

   En fin, el libro proporciona una gran suma de información y de análisis concretos de las operaciones que, en general, desmienten la “leyenda negra” tejida por una masa de literatura impresionista y muy a menudo alejada de la verdad.

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La neutralidad de Franco

Hay hechos en la historia que no admiten discusión, los grandes hechos en general, que componen una especie de macrohistoria. Así, Franco ganó la guerra civil;  Churchill mantuvo la guerra cuando Hitler le ofrecía la paz: los soviéticos vencieron en la importantísima batalla de Moscú;  Roma venció a Cartago; España descubrió América. Etc. Son datos evidentes y a los que debe remitirse cualquier análisis. Sin embargo existe también lo que llamaríamos micro historia, es decir,  el examen de los detalles, decisiones parciales y procesos concretos, a menudo muy complejos, inciertos y contradictorios, que han llevado a tal o cual resultado. Así, la paz con Hitler estuvo muy cerca de ser aceptada por Inglaterra; Roma estuvo al borde de perder frente a Cartago; el descubrimiento de América pudo haber correspondido a otro país; Hitler no culminó la destrucción del ejército inglés en Dunquerque, probablemente para facilitar la paz…  Y se piensa también que la final neutralidad de España  pudo resultar, no de una decisión clara, sino de azares imprevisibles contra un deseo real de Franco de entrar en la contienda.

    Suele interpretarse que al caer Francia, Franco se ofreció a Hitler para  beligerar. Es posible que la oferta de Franco tuviera ese sentido, pero nada seguro por cuanto se suponía entonces que la guerra ya había concluido. La intención de Franco tendría relación más bien con el nuevo orden que parecía instalarse en Europa. Por lo demás, a Hitler no le interesó la oferta, por creer que ya el conflicto estaba resuelto y porque entendía a España más bien en la órbita italiana.

   Las cosas cambiaron cuando se hizo claro que Inglaterra –es decir, el Imperio inglés o británico–, continuaba la lucha. Esto complicaba las cosas, y  cambió drásticamente la percepción de Hitler: España se convirtió en un punto clave de su estrategia, para cerrar el estrecho de Gibraltar y fortificar el litoral marroquí. A su vez, también complicó la posición de Franco, que definió su política, muy claramente, por cierto, en una carta en que recomendaba a Serrano Súñer o Suñer la política a seguir al respecto: “Si nos garantizan una guerra corta, solo se necesitan completar los preparativos militares”. Se entiende que Franco no tenía simpatías por Inglaterra, que entre otras cosas no le había ayudado en la guerra civil y humillaba permanentemente a España con Gibraltar. Una guerra rápida y victoriosa, un paseo militar, en el fondo, con pérdidas mínimas, le permitiría además participar con cierta posición en el Nuevo orden. Pero en caso de guerra larga, “debemos tomar garantías para que no os puedan arrastrar a la intervención sin tener resueltos los problemas en forma soportable a nuestro pueblo”. En otras palabras, si la guerra se prolongaba, España debía atender de manera primordial a su reconstrucción y no dejarse arrastrar.  Es difícil exponerlo de forma más precisa.

   La fecha de la carta, 24 de septiembre de 1940, es por demás significativa. Una semana antes Hitler había abandonado la idea de invadir la isla, sus pérdidas aéreas eran ya excesivas y la batalla de Inglaterra se decantaba en contra de Alemania. La guerra, por tanto, no iba a ser corta. Además, Franco era muy consciente de la estrategia inglesa de resistir hasta que Usa abandonase a su vez la neutralidad, como le señalaría a Hitler en la conferencia de Hendaya.

    A partir de ese momento la táctica de Franco fue dilatoria. Algo muy difícil, porque el poder de Hitler llegaba a la frontera española por los Pirineos. No pudiendo rechazar abiertamente las presiones germanas, lo que hizo fue pedir más y más suministros, en cantidades que sabía fuera del alcance de Alemania, y de paso grandes extensiones del Imperio francés, que también sabía que Hitler no concedería. El 23 de octubre, en Hendaya Hitler hizo un último esfuerzo y volvió a fracasar ante dicha táctica dilatoria. El riesgo de provocar una invasión alemana era grande, pero Franco lo evitó con promesas de intervenir “en el momento oportuno”. El 6 de febrero, en  expresivísima carta,  Hitler instaba a Franco a entrar en guerra de una vez, porque su decisión podía cambiar el curso de la historia y el tiempo apremiaba. Pese a la insistencia de Hitler en el valor del tiempo, Franco tardó un mes entero en entregar su respuesta, una carta no menos expresiva declarando obsoleto el acuerdo de Hendaya, que por lo demás no tenía fecha. Hitler desistió y concentró sus esfuerzos en Rusia.

   Estas solas tres cartas resuelven perfectamente la cuestión, como he expuesto en Años de hierro y en diversos artículos,  y contra ellas se estrellan todas la interpretaciones contrarias difundidas en estos años. Lo que no impide que dichas interpretaciones (Marquina, Preston, Viñas, Tusell, Reig Tapia, Murray y Millet y tantos más), prosigan utilizando la microhistoria, es decir, citando-interpretando diversos documentos secundarios  para negar el mérito de Franco en la neutralidad española y atribuírselo en cambio ¡al propio Hitler! Mérito enorme, pero que por ello mismo necesitan negar de cualquier forma, porque según ellos Franco era un tirano brutal, poco inteligente y aventurero.  Por consiguiente se ha hecho preciso descender a mil detalles y ponerlos debidamente en su contexto, cosa que han hecho Luis Suárez en Franco y el III Reich (2015) y ahora Fernando Paz en La neutralidad de Franco (Ediciones Encuentro). Paz aborda todos los detalles y puntos en los que se basan las distorsiones  de autores como los citados y otros echándolas por tierra una y otra vez.

   Un detalle significativo: en otra carta a Serrano Suñer escribía el Caudillo: “Una cosa es que los españoles sean entusiastas de Alemania como buenos españoles y otra tomar posturas de mal gusto con los vencidos”.  Como recuerda Paz, Franco en ningún momento aprovechó la derrota y desmoralización francesa para atacar a Marruecos, cuya posesión, según pretenden diversos autores, le obsesionaba en su calidad de “africanista”. Por el contrario, no solo no hizo nada al respecto sino que procuró coordinar su política con la de Pétain para fortalecer a una Francia que pudiera contrapesar la hegemonía alemana. Con esto queda en evidencia la idea de que Franco se había hecho ilusiones de entrar en el conflicto si Hitler le concedía las supuestamente ambicionadas posesiones francesas. Franco era hombre realista, como demostró mil veces, y no se hacía ilusiones que sabía infundadas. Si pidió colonias francesas fue por lo mismo que pedía cantidades desmesuradas de suministros: porque sabía que no podía obtenerlas, pero tales exigencias le permitían retrasar la beligerancia… hasta que Hitler abandonó sus planes sobre el Mediterráneo y Marruecos  y los concentró en Rusia, su verdadero y fundamental objetivo estratégico en aquella guerra. El libro de Paz es valioso porque desbarata gran parte de las seudoargumentaciones de muchos autores que intentan utilizar la microhisoria para negar o difuminar la macrohistoria; o para hablar de los  árboles e intentar ocultar el bosque.

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“Una hora con la Historia”  trata de desmitificar el pasado para clarificar el presente, pues la falsedad sobre la historia en España es la raíz de numerosas políticas nefastas que han hecho una democracia fallida. Para ser realmente influyente y no una voz en el desierto, el programa necesita el apoyo de sus oyentes en la difusión y en el soporte económico. Queda mucho que hacer en los dos campos, por lo que reiteramos nuestro llamamiento. “España espera que cada uno cumpla con su deber” . https://www.youtube.com/watch?v=vsHKQTp2KBg&t=7s  

 

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El respeto a Franco, la quiebra de la democracia y el europeísmo

Pero parece que los únicos temas que ha abordado usted, diríamos que  obsesivamente, son los de la guerra civil

R. Muchas veces me presentan así, cuando doy una conferencia, como un especialista en la guerra civil, sin más. Ni me molesto en explicarlo, generalmente. Sí es cierto que la cuestión de la república y la guerra civil están clarificados perfectamente, en lo esencial, y en el plano intelectual, y me atrevo a decir que mi contribución ha sido decisiva. Ahora algunos dicen cosas parecidas a las mías, aunque sea en un tono bajo, pero hace unos años no se habrían atrevido, y además lo hacen sin citarme. De esto ya hemos hablado. Llegan a absurdos, y permítame que insista, como los dos autores de un estudio sobre las elecciones del Frente Popular. Después de corroborar que fueron fraudulentas dicen que ellos no ponen en cuestión la legitimidad del Frente Popular. Esto es tan idiota como decir: “yo no acuso a Pedro de asesinar a Juan, solo digo que le dio siete puñaladas en el corazón”. Pero, en fin, la clarificación intelectual es lo más importante, porque antes o después se impondrá en los medios de masas y en la política y en la universidad, que siguen repletos en falsedad envenenadora.

   Pero a lo que vamos.  Como le he indicado, he investigado y escrito sobre los separatismos vasco y catalán, un problema que no se resolverá si no se conoce su historia y carácter, algo que evidentemente ignoran casi todos nuestros políticos y la gran mayoría de nuestros periodistas. Este es uno de los problemas actuales que he abordado.

   Otro es el de la transición, un tema fundamental e históricamente muy reciente, pero tremendamente desvirtuado.

Usted me está demostrando que sus obras no pueden ser muy profundas, porque no es posible ser especialista en tantos temas

R. No me haga reír. Podría contestarle que la cantidad de mentiras evidentes que se han contado sobre tantos temas hace que no sea preciso ser un gran especialista para desmentirlas. Mi libro sobre la Transición ha sido juzgado por Stanley Payne y otros como la mejor obra sobre el asunto, y ud puede comparar, si quiere. La tesis es esencial y deriva de las anteriores sobre la república y la guerra civil. De la república podemos decir que fue también una especie de democracia fallida. Fue un caos, simplemente. Y del Frente Popular, nacido de una intentona revolucionaria y separatista fracasada y luego de un fraude electoral golpista, podemos decir claramente que fue un régimen criminal. De aquella pesadilla nos libró el franquismo. No voy a repetirle ahora los hechos, bien conocidos. El franquismo no tuvo oposición significativa democrática, solo comunista y terrorista. Por tanto la democracia no podía venir de la oposición. Solo  podía venir del propio franquismo,  como así fue clarísimamente. Y por una razón muy simple: los nacionales se habían rebelado contra una revolución totalitaria y disgregadora, y habían sanado las enfermedades sociales, por llamarlas así, que habían llevado a la guerra civil. En 1930, Franco se había declarado partidario de una democratización en orden, luego la república había fracasado desastrosamente; pero el régimen franquista sí dejó una sociedad apta para una democracia no convulsa. Pues bien,  con aquella enorme ventaja histórica, la transición fue hecha por unos chapuceros bastante frívolos y faltos de perspectiva histórica. Podríamos acusar al franquismo de no haber preparado una clase política adecuada, pero es que, repito otra evidencia que casi nadie quiere ver: el Vaticano II vació al régimen de su principal contenido ideológico (y de paso también vació las iglesias, pero ese es otro tema). Lo he explicado en Los mitos del franquismo, y solo puedo asombrarme de que prácticamente nadie lo haya visto.  Suárez, Juan Carlos y casi todos los demás, personifican ese vacío. Y todos los necios que entendían la democracia como un medio para medrar ellos, también en sentido económico, decidieron saltar atrás en la historia e identificarse con la “legitimidad” de la república, hacer de ello la base de su discurso político. Ni siquiera eran capaces de distinguir la república del Frente Popular.

Siendo así, la transición debió haber conducido a una reedición de la república, cosa que no ha ocurrido. Son ya 40 años en los que muchos han pronosticado catástrofes que no se han cumplido.

R. Es cierto. ¿Y a qué se debe? Fundamentalmente al legado del franquismo y al mito europeísta, que ha jugado un papel estabilizador hasta cierto punto.

   El legado del franquismo fue una espléndida salud social, una reconciliación muy mayoritaria entre los españoles, una prosperidad nunca antes vista y una clase media extendidísima. Y quien ha dirigido ese proceso fue el general Franco. Según investigo más su figura y su obra, más respeto le tengo. Y menos respeto, lógicamente, a la multitud de cantamañanas y gentes que han hecho del embuste una verdadera profesión. Esos estúpidos y canallas, como decía Marañón, que quieren exhumarlo del Valle de los Caídos  y convertir el propio Valle en una feria de sus estupideces y canalladas. Creo que Franco ha sido el mayor estadista que ha dado este país desde Felipe II. Como político y como militar. Lo he expuesto con datos y argumentos en Los mitos del franquismo, y estoy esperando algún desmentido o al menos algún debate… que no habrá, dado el mísero nivel intelectual de nuestra universidad. Qué se le va a hacer. Bien, pues desde el primer momento de la Transición este legado empezó a ser socavado por unos y derrochado por otros, pero era tan cuantioso que todavía se mantiene algo de él. Pero no soy optimista. A partir de Zapatero, España puede considerarse una democracia fallida, ya le he explicado por qué. Es decir, evolucionamos, o más bien involucionamos, a una situación parecida a la de la república.  

Usted ha calificado de mito el europeísmo

R. Observe a nuestra clase política. Prácticamente toda ella se define como antifranquista, como demócrata y como europeísta. De su antifranquismo ya hemos hablado, es algo que une a De Juana Chaos o a Josu Ternera con Rajoy o Soraya, pasando por casi todos los demás. Su democracia es algo peor que ridícula: consiste en la corrupción y en un proceso de disgregación de España, aparte de que el concepto lo interpreta cada cual como le da la gana. En cuanto a su europeísmo tiene dos rasgos básicos: es una manifestación de hispanofobia, pues aspira a diluir no solo la soberanía sino también la cultura española, y es una manifestación de ignorancia sobre Europa, su historia y su cultura. Por cierto que, en cuanto a hispanofobia de fondo, se combina muy bien con los separatismos, y a nadie debería extrañarle que los gobiernos antifranquistas, “demócratas” y europeístas hayan fomentado y financiado los separatismos al mismo tiempo que entregan la soberanía española por “grandes toneladas”, como si fuera una propiedad particular de esas oligarquías. En fin, ya lo he dicho, hay otros muchos rasgos que distinguen a nuestra clase política, cuyos partidos obran en la práctica como un partido único, con matices. Me asombra que algunos se escandalicen, por ejemplo, del apoyo de Podemos a la ETA. El máximo apoyo real que ha recibido la ETA proviene del PSOE y del PP de Rajoy… El “europeísmo” de nuestra clase política proviene de una visión negativa de España y de su historia, como decía Julián Marías… Es un mito porque ni siquiera saben de qué hablan. Más que europeísmo es eurobeatería e hispanofobia.

   En consecuencia, el europeísmo es negativo. ¿Cómo dice ud que ha dado estabilidad a España?

Ese europeísmo es muy negativo. Pero paradójicamente ha ayudado un poco a la estabilidad, no por sí mismo, sino porque a las potencias que deciden en la Unión Europea no les convienen los separatismos. Algunos creen que gracias a la presión de la UE los separatismos no tienen futuro. La presión europea ha contribuido a moderarlos algo, es cierto, pero esa idea, a la larga, es un error por tres causas: porque si nosotros somos incapaces de resolver el problema, la UE no lo resolverá; porque el coste de esa aparente solución es la desaparición de España como nación independiente, como nación histórica. Y porque la propia Unión Europea está en crisis y sus tendencias totalitarias despiertan cada vez más oposición en los países. Eso, aparte de que la connivencia de los poderes centrales con los separatismos no son ni mucho menos el único problema que ha quebrado a la democracia en España, como ya le expliqué.

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El último desafío del franquismo / Hugh Thomas y los hispanistas

**Una hora con la Historia trata de desmitificar el pasado para clarificar el presente.  No es un programa de simple ilustración: https://unahoraconlahistoria.es/ 

**Blog I: “Estúpidos y canallas”. Los delincuentes del Congreso deciden exhumar los restos de Franco: http://gaceta.es/pio-moa/estupidos-canallas-10052017-2007

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Me pregunta un periodista sobre el día del entierro de Franco. Para los antifranquistas de entonces fue un día de preparación para una nueva etapa de lucha contra un “fascismo” que iba a intentar perpetuarse con disfraz “democrático”. Los antifranquistas éramos pocos, y fundamentalmente comunistas y terroristas, con lo que puede entenderse qué significaba la democracia para nosotros. Los antifranquistas que podríamos llamar de pandereta, siempre ruines, lo festejaron en sus casas con alguna copa de champán. Para la inmensa mayoría fue una jornada triste y solemne, con cierta inquietud porque la figura de Franco era un referente de estabilidad y muchos temían que la paz se rompiera. No fue así, porque el legado del régimen era tan cuantioso que ha podido resistir a la violencia terrorista y a la mezquindad, mediocridad y corrupción de la clase política del posfranquismo. Aunque dicho legado se halle cada vez más en peligro.

   Pero lo interesante es que, por lo dicho, por la paz que continuó y por las enormes colas que se formaron para despedir a Franco,  su entierro fue el último desafío a una Europa occidental siempre mezquina y moralmente miserable. Uno de los mayores servicios a España y a la paz fue la neutralidad de España en la II Guerra Mundial, de la cual fueron los Aliados, objetivamente, los máximos beneficiarios. Pero después, los vencedores de Alemania, comunistas y demócratas (más o menos) juntos, acosaron al franquismo de tal modo que muchos pensaron que iba a derrumbarse y no pocos insistieron en sacrificar a la Falange para complacer a aquellos vencedores. Franco los desafió manteniendo a la Falange y los demás signos del régimen, que se proclamó católico porque ese era el principal lazo de unión entre sus familias. Sus enemigos intentaron  destruir la paz de España tratando de llevarla a la hambruna masiva por medio del aislamiento internacional. Fracasaron, tanto en el hambre como en el aislamiento.  

    En el acoso al régimen destacaron unos países de Europa occidental, o sus gobiernos, que debían su democracia al ejército de Usa, y su prosperidad al Plan Marshall. Países que, como el francés, el holandés o el sueco, habían destacado en su colaboracionismo con los nazis. Por ello apoyaron moral y propagandísticamente al maquis, y periódicamente montaron o secundaron enormes campañas internacionales, a menudo orquestada por los comunistas, para acusar al franquismo de criminal porque juzgó y ejecutó al dirigente chekista Julián Grimau, a terroristas de la ETA y el FRAP, y en otras campañas semejantes. A todos aquellos montajes y a la hostilidad internacional hizo frente el franquismo, los desafió y nunca consiguieron doblegarlo. Ello solo fue posible porque la gran mayoría del pueblo español recordaba lo que había sido la guerra y a quiénes le habían salvado de las “delicias” del Frente Popular; y constataba como España se había convertido, entre otras cosas, en uno de los países de más rápido crecimiento del mundo, y en el país europeo con mejor salud social e internamente más pacífico. Esta es la realidad histórica, guste o no. Y desde hacía varios siglos, nunca España había sido tan independiente, tan dueña de sí misma y tan capaz de aceptar y superar retos. Así, el entierro del Caudillo fue  el último desafío de un régimen que había sabido vencer los – más que injustos delictivos–,  hostigamientos y provocaciones exteriores. Y a pesar de que tras el Concilio Vaticano II el régimen se había quedado prácticamente sin discurso, como he explicado en Los mitos del franquismo

 Ahora los delincuentes que se identifican a sí mismos con el criminal Frente Popular quieren saquear la tumba de Franco en el Valle de los Caídos, para mejor poder vejar su memoria y sus restos. Creo que alguna vez tendrán que dar cuenta de sus fechorías, y espero que ese día no esté lejano.

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Leo en un comentario en El Español que Hugh Thomas, recientemente fallecido, se quejaba de que yo le acusara de desvirtuar la historia cuando él no solo compartía mi tesis de que la guerra civil la empezaron izquierdas y separatistas en 1934, sino  que incluso él se había adelantado a mí al respecto. La verdad es que lo que he dicho de Hugh Thomas es que ha escrito algunos libros valiosos sobre España, y su obra sobre la guerra civil fue en su momento un hito en la bibliografía extranjera, aunque había quedado superada con el paso del tiempo. Por otra parte yo nunca me he atribuido la primacía en establecer esa tesis, que ya Gerald Brenan expuso al describir la insurrección del 34 como “la primera batalla de la guerra civil”. Y otros han dicho cosas semejantes, entre ellos Hugh Thomas. Lo que yo he hecho fue demostrar y documentar la tesis de modo irrefutable por primera vez; no porque a mí se me ocurriera el primero. Como he demostrado el fraude de las elecciones de Frente Popular, corroborado por una investigación reciente y bastantes asuntos más.

    En diversas ocasiones he criticado a Thomas en algunos aspectos parciales (pueden verse en internet fácilmente), como en ciertas divagaciones sobre el GRAPO (http://www.libertaddigital.com/opinion/pio-moa/cartas-en-la-prensa-18443/)   o al atribuirse el descubrimiento de que las víctimas de la guerra civil fueron muchas menos que el mítico millón de muertos. En realidad, la cifra real ya estaba cuantificada con bastante aproximación en los años 40 por el demógrafo “franquista” Villar Salinas (https://www.piomoa.es/?p=876 ). Pero en general he manifestado un aprecio por su obra, la de Thomas, porque ciertamente es apreciable.

   El autor del comentario, Juan Carlos Laviana, es un caso típico de ese periodismo español semiculto, parlero, oficioso y servil hacia todo lo que huela a inglés. Así, nos cuenta que una serie de historiadores ingleses “nos enseñaron a mirarnos desde fuera” y “sabían más de nosotros que nosotros mismos”, citando como modelos al propio Thomas junto con John Elliott, Gerald Brenan, Ian Gibson, Raymond Carr y Paul Preston. Hace falta una ausencia de criterio pasmosa –aunque sea acostumbrada en el periodismo español— para poner juntos a todos ellos. Elliott y Thomas son unos hispanistas muy diferentes de los otros y desde luego muy superiores. Gibson (irlandés) y Preston son simplemente lamentables hasta un grado de manipulación casi cretina. Carr simplemente no es serio, y Brenan tampoco, aunque haya tenido aciertos como el mencionado sobre el origen de la guerra.

   Y, en fin, ciertos historiadores españoles, empezando por Martínez Bande, los hermanos Salas Larrazábal, Ricardo de la Cierva  y otros, son superiores a los hispanistas extranjeros en lo que se refiere a la guerra civil. Aunque no tengan la vitola de “progres” y “antifranquistas”, que parece el principal mérito de tantos.

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No se entiende la historia de España sin la de Europa, ni la de Europa sin la de España

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La necesidad de expulsar a la actual clase política

¿En qué se manifiesta la quiebra de la democracia española?/ Dos asuntos sobre los que se han vertido torrentes de tinta bizantina: en qué consiste España y cuál fue su origen:  https://www.youtube.com/watch?v=vsHKQTp2KBg

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Ud sostiene que existe una degeneración de la democracia en la Unión Europea y en Usa. ¿En todas partes un pueblo sano da lugar a una política enferma?

R. No me haga decir lo que no digo. Una política corrupta y falsa, más unos medios de masas corruptos y manipuladores, terminan por enfermar a la sociedad. Aquí y fuera. Aunque yo creo que aquí más que en otros países. En Francia o Alemania no tienen unos políticos que alienten y financien los separatismos; no tienen unos políticos que no solo toleren una colonia en su suelo, sino que la engrandezcan y presenten al colonizador como amigo y aliado; son, en general, menos corruptos, aunque también; sus oligarquías todavía tienen algún patriotismo, aunque sea en gran parte falso; y hay otras diferencias, aunque todas esas oligarquías coincidan en la ideología de género, el abortismo, el multiculturalismo, que quiere decir desplazamiento del cristianismo, en la islamofilia y la inmigración incontrolada… También coinciden en la dependencia de Usa, aunque eso en ellos está más justificado. Como he dicho, deben su democracia al ejército useño y su prosperidad o el origen de ella al Plan Marshall. Es una deuda gigantesca que implica un grado muy considerable de sujeción a los intereses de Usa, cosa que a nosotros no nos incumbe. Pero nuestros políticos se comportan como si España lo debiera todo a Usa y a la UE… Es increíble.  En Una hora con la Historia vengo insistiendo en ello.

En Los mitos del franquismo usted mantiene que el franquismo dejó un pueblo sano. Por tanto, la clase política del franquismo, que según usted hizo la democracia, traicionó de algún modo al pueblo.

R. Vamos a ser serios. El franquismo dejó un país próspero, que se había reconstruido con sus propias fuerzas. Y un país en que los odios de la república estaban olvidados y superados para la inmensa mayoría, salvo algunos reductos de comunistas y terroristas. La democracia no podía venir de la oposición al franquismo, como he explicado en el libro que usted menciona, sino del propio franquismo, y es asombroso que mucha gente haya sido confundida por la retórica antifranquista. Entonces, gracias a unas libertades que no les debían nada, separatistas, socialistas y otros volvieron a la carga y utilizaron las facilidades de la democracia, vamos parasitaron la democracia, para volver a las viejas retóricas, a los viejos odios, y denigrar al régimen anterior. Se diría que antifranquismo y democracia eran sinónimos, cuando el franquismo no tuvo necesidad de perseguir a los demócratas, los poquísimos que había, bastantes de ellos harto frívolos también. Y la clase política salida del franquismo, vamos, la clase frívola, aceptó aquella estúpida identificación de antifranquismo y democracia. ¿Por qué fue posible? Porque el franquismo se quedó sin discurso ideológico después del Vaticano II. Y lo que surgieron fueron chisgarabises tipo Suárez y muchos más, también Juan Carlos, que jugaron a congraciarse con la izquierda y los separatistas, aceptando aquella retórica falsaria. Hasta llegar a la ley de memoria histórica de Zapatero, una ley de corte totalitario y prochekista, que deslegitima a las derechas salidas del franquismo, a la transición salida del franquismo y a la monarquía salida del franquismo. La izquierda presenta a sus abuelitos como víctimas, falseando los hechos, pero la derecha es peor: escupe literalmente sobre las tumbas de sus abuelos, sobre los que salvaron al país en una crisis extrema. La degradación intelectual, moral  y política de la derecha ha llegado al punto de que Juan Carlos firmase la ley que le deslegitima y elogiase al majadero que la hizo, o que Aznar condenase el levantamiento del 18 de julio, absolutamente legítimo, contra un Frente Popular realmente criminal y salido de un fraude electoral desvergonzado. La izquierda jugó a falsificar el pasado y la derecha a olvidarlo, es decir, a privar a los españoles de su  historia, lo cual es mucho peor. ¿Se entienden las raíces de esta democracia fallida?

Por consiguiente, usted no deja resquicio a la esperanza para lo que usted y la extrema derecha desean. Eso animará a lo demócratas.

R. Usted siempre está con el mismo discurso. Hoy, la política se ha degradado tanto que las palabras han perdido su sentido. ¿Qué significa democracia, centro, fascista, moderado, extrema derecha, europeísta, liberal… Son términos que cada cual utiliza dándoles el sentido que le da la gana. Por eso, cuando los empleamos es preciso explicar qué queremos decir con eso. Funcionan, ya digo, como palabras mágicas a gusto del consumidor. Pero el problema que usted plantea, si bien confusamente, es cierto y decisivo:  ¿qué puede hacerse en España con una clase política corrupta, intelectualmente vacua, moralmente perversa y políticamente hispanófoba? Hispanófoba porque, observe usted, toda ella es europeísta, un europeísmo beatamente admirador de una Europa de la que ignoran casi todo, y un desprecio implícito y equivalente hacia España, de la que no ignoran menos.  Sí, ese es el gran problema: una clase política creada en la transición y que no ha corregido los muchos y graves yerros con que se hizo, sino que los ha agravado. Por eso la tarea real es desplazar a esa clase política, que desde luego defenderá sus chiringuitos con uñas y dientes, y sustituirla por otra más patriota, más democrática, más ilustrada  y menos, mucho menos corrupta. Y por clase política entiendo los cuatro partidos más los separatistas, que van juntos y en la misma dirección, como le expliqué.

Pues me temo que eso no llegará usted a verlo

R. Es posible, y es posible que lo vea, porque la historia suele dar giros bruscos e imprevisibles. Claro que esos giros pueden conducir a algo malo, como ya le dije. Por mi parte, trato en la medida de mis fuerzas de contrarrestar intelectualmente las tendencias actuales. Si usted se fija, verá que mis libros abordan problemas clave desde el punto de vista histórico. Por ejemplo, los separatismos. La decadencia cultural de España es de tal calibre que, siendo una amenaza crucial para España, no existía ningún estudio que abarcase a los separatismos vasco y catalán de conjunto y en relación con la evolución política de España desde la crisis del 98. No existía. En Una historia chocante y en Los nacionalismos vasco y catalán en la guerra, el franquismo y la democracia, he tratado de explicar los orígenes y evolución de ese problema, del que la gran mayoría de los políticos… e intelectuales, por cierto, tenían y siguen teniendo una ignorancia supina, más allá de cuatro tópicos sobados.

    Otro ejemplo: en mi trilogía sobre la república y la guerra civil y en Los mitos de la Guerra Civil  creo haber dejado bien claro cómo se gestó aquel conflicto y cómo se desarrolló en varias etapas, primero la revolución del 34, luego el Frente Popular formado por los rebeldes de entonces, luego el fraude electoral de febrero del 36 y finalmente el curso de una guerra que fue también muy demostrativo de lo que estaba en juego. Porque estaba en juego nada menos que la supervivencia de España como nación, de la cultura cristiana, base de la occidental, de la propiedad privada y de una serie de valores básicos, más básicos que la democracia.

Que lo ha dejado claro lo dice usted, pero lo desmienten muchos otros

R Ja, ja, estamos en lo de siempre: cuando un tonto sigue una linde… Mire, le repito lo mismo: esos señores nunca me han desmentido, ni siguiera han discutido seriamente mis tesis. Yo sí les he rebatido, una y otra vez, a cada uno. No han aceptado el debate porque simplemente no podían. Pero déjeme seguir: muchos dicen que ya está bien de hablar de la guerra, y yo digo:  ya estaría bien si la cuestión estuviera clarificada. Y lo está desde el punto de vista intelectual, pero no desde el de la propaganda y los medios de masas. Por lo que sigue envenenando la política española. Por lo que sigue en la base de la quiebra de esta democracia. Por poner un caso simple: que las elecciones del Frente Popular fueron un fraude es algo que nadie puede seriamente discutir hoy. Y sin embargo ese fraude sigue siendo la raíz y la savia de los discursos de los políticos y partidos actuales, incluidos los de derecha, incluido un PP que se ha atrevido a condenar el 18 de julio. Si eso no cambia, la corrupción política, la corrupción de la actual clase política, una corrupción que es mucho más que económica, seguirá pudriendo a la sociedad. Pero no son esos los únicos temas que he abordado en mis trabajos…

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La fuerza o la divinidad / En Francia no se ha resuelto nada.

La reflexión más elemental nos demuestra que no existimos, como individuos ni como especie, por nuestra voluntad o consciencia; que no somos como somos, física o psíquicamente,  ni tenemos la razón, la voluntad o las inquietudes que tenemos porque nosotros lo hayamos decidido;  que la muerte nos espera, y tampoco por nuestra decisión. Etc. Es decir, en el fondo de la condición humana existe una incertidumbre radical y la angustia correspondiente. Percibimos fácilmente, aunque en general de forma vaga, la presencia de una llamémosle fuerza o voluntad  absolutamente superior a nosotros, que determina nuestra existencia y su sentido (o sinsentido).

   Entonces viene la elección, motivada por la angustia: ¿consideraremos esa fuerza como tal, como algo radicalmente ajeno e indiferente al hombre y su destino, una fuerza o voluntad para la cual el ser humano no representaría nada? O más bien debemos creer que ella está comprometida de algún modo con nosotros, que es una voluntad benéfica, que nos ama y orienta, una divinidad, en suma? La primera opción priva de cualquier sentido nuestras vidas y actos, y aumenta la angustia hasta hacerla insoportable. La segunda calma la angustia, aunque nunca por completo, porque los llamémosle designios de la divinidad nunca resultan inteligibles a nuestra razón, a nuestra consciencia, o solo muy parcial y equívocamente. Pero, en fin, la opción por la divinidad en lugar de la fuerza ejerce un efecto calmante. Y es una elección un poco a ciegas, porque nuestra razón nunca llega a justificar plenamente una opción o la otra.

   Existe una variante que consiste en divinizar al propio ser humano y sus capacidades, una especie de autoadoración, que repugna más todavía a la razón pero afirma partir de ella. Creo que el fondo de las ideologías es esta última salida.

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El panorama francés, después de las elecciones, es la de una creciente descomposición del sistema actual, que se intenta sostener a toda costa con métodos de tendencia totalitaria. Concretamente, mediante la uniformidad de los grandes medios de masas. Esto tiene la mayor importancia, porque degrada la libertad de expresión y las libertades políticas en general. En Francia, como en Usa, los medios han defendido casi unánimemente  al candidato que podríamos llamar “oficial del sistema”.  Lo han hecho además prodigando la manipulación y la mentira. En Usa fueron derrotados, al menos de momento, y en Francia no, o todavía no.   

  El funcionamiento democrático consiste en gran medida en la lucha por la opinión pública, es decir, tanto por convencerla  con diversas promesas como por crearla, haciendo que determinadas promesas o ideas generales resulten atractivas. Con ello, un partido, es decir, una oligarquía parcial, puede ganar las elecciones y sostenerse en el poder más o menos tiempo. Pero la opinión pública nunca es ganada de una vez para siempre, tampoco en  los sistemas totalitarios, que no obstante pueden tener temporalmente un apoyo popular muy superior al de cualquier partido democrático. En  una democracia siguen actuando diversos partidos y camarillas, con lo que la opinión oscila.    

    Los medios, intelectuales y partidos hoy predominantes dicen sostener “valores europeos”, pluralistas y demócratas. Pero su pluralismo ha quedado de manifiesto en estas elecciones. Y si concretamos los “valores europeos” vemos que no son precisamente europeos, que no se inscriben en ninguna tradición europea, sino precisamente en lo contrario: ideología de género, abortismo, homosexismo, multiculturalismo, anticristianismo, islamofilia, destrucción de las identidades nacionales, etc. Son valores de descomposición que, efectivamente, están descomponiendo las sociedades y que para sostenerse precisan utilizar métodos cada vez menos democráticos. Afortunadamente están suscitando reacciones que, es de esperar, frenen ese proceso.  

   Dejo de lado otros aspectos del asunto como el papel de Francia en una UE que quería fundarse en el eje París-Berlín, con Alemania como motor económico y Francia como motor político, y las demás naciones un tanto satelizadas. Esto nunca fue aceptado por Inglaterra, que siempre mantuvo un pie fuera. Y Alemania se ha convertido en el núcleo no solo económico sino también político, aunque más disimuladamente, en perjuicio de Francia. Creo que en todo este designio nuestro interés real se parece al de Inglaterra. A menos que queramos convertirnos en un país satélite, posición hacia la cual no cesan de dar pasos nuestros infames gobiernos, sean del PSOE o del PP.

**Leo que las bandas de delincuentes asentados en el Congreso han cometido una nueva fechoría votando la exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos.  O España y la democracia se libran de esa clase política corrupta, proetarra, proseparatista y antiespañola,  o esa clase política acabará con la libertad y la propia España. A esto hemos llegado. Algún día tendrán que pagar sus delitos.

** Aquilino Duque: http://www.elmundo.es/opinion/2017/05/06/590cc198e2704e7e088b462b.html

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