De las cuatro partes de Por qué el Frente Popular perdió la guerra, la más explicativa creo que es la cuarta, que expone en líneas generales las ideologías en conflicto, ya que se trató de una guerra de ideologías: no operaban simples intereses económicos o meras luchas por el poder, sino concepciones generales de la vida, del mundo y de la propia nación. Por eso lo que se jugaba era mucho más fundamental que cualquiera de aquellos intereses parciales a los que ha querido reducir la contienda una vasta y mediocre historiografía. Ello queda intuido, pero por lo general poco aclarado, cuando se señala el extraordinario interés moral que la guerra despertó en gran parte del mundo.
Cabría deducir de ahí que la causa de la derrota estaría en las diferencias entre las ideologías del Frente Popular, que multiplicaron las divisiones internas, impidiendo al conjunto sacar el mejor partido de sus recursos; pero no fue así. También los nacionales tuvieron que afrontar ese problema. Ciertamente lo resolvieron mejor, en parte por el prestigio de Franco y sobre todo porque todos estaban más o menos de acuerdo en dos puntos básicos, la unidad nacional y el catolicismo. Pero el Frente Popular necesitó un proceso más largo en varias fases, dirigido por el Partido Comunista, único con una verdadera estrategia. Este proceso es de lo más interesante y generalmente no se ha examinado bien, sea porque no interesa a la historiografía de izquierda, ya que perjudica a su versión de un Frente Popular democrático, o porque la de derechas apenas se ha fijado en él.
Dejando aparte el factor de la habilidad estratégica de Franco, solo un dominio más fuerte de los comunistas dentro del FP habría podido dar la victoria al conjunto. Y ese dominio, partiendo de un partido comunista muy débil, se iba consiguiendo ya en la última fase de la lucha. Claro que para entonces la guerra ya estaba prácticamente perdida, y ante esa perspectiva resultaba imposible controlar el pánico y las intrigas de los demás partidos y políticos, que actuaban como gallinas descabezadas.
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Conocer lo que fue el franquismo es esencial para mantener la democracia y la unidad de España:
Los no muy ejemplares protagonistas de la Transición: https://www.youtube.com/watch?v=VzfX4MK5UJY&feature=youtu.be
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Sentimiento del yo
El sentimiento del yo es el más profundo y esencial en el hombre. No se presenta, desde luego, como un hecho objetivo que la razón reconoce, ni algo visible y palpable, sino inmaterial. Es anterior y distinto de cualquier razonamiento. Podríamos decir que ese ente al que llamamos yo “se siente” a sí mismo o se presenta a sí mismo como un sentimiento que lo diferencia de los demás yoes y que permanece igual a través de todos los avatares de su vida, de sus cambios físicos, anímicos o culturales. Como “algo” diferente incluso de su cuerpo y destino, como núcleo de todos sus deseos, ideas, actos y referencias, de sus daños y placeres. Incluso como la referencia del mundo exterior, que ¿existiría” sin un yo que lo percibiera? Siendo necesario cierto esfuerzo racional para entender lo contrario: que el mundo exterior es la causa del yo. El yo se siente incluso, antes de la razón, como una voluntad y creador de sí mismo.
El sentimiento del yo es tan básico y tan fuerte que tendemos a creerlo indivisible, y no por casualidad hablamos del “individuo”. Sin embargo todo en él es paradójico. No es indivisible, sino muy compuesto de deseos y aspiraciones a menudo incoherentes, es más dependiente del cuerpo que a la inversa, como lo es de un mundo exterior ajeno a su voluntad, de un tiempo y un lugar o lugares en que nace y se desenvuelve, etc. Es también un sentimiento comunitario, de cierta identificación con otros yoes, especialmente los más próximos pero también con comunidades mucho más amplias, y hasta con “la humanidad”, aunque esa identificación sea también problemática, a veces placentera, a veces hostil o dañina.
Si observamos el célebre rubai de Omar Jayam, está claro que el núcleo referencial es su yo, y su contenido un razonamiento que le abruma al forzarle a constatar que, contrariamente al sentimiento básico de sí mismo, su vida tiene muy poco que ver con su voluntad o con su autoconsideración como referencia del mundo exterior: depende de algo parecido a una voluntad exterior a él, voluntad inescrutable que no le permite entender el por qué o el para qué de su propia existencia. El sentimiento choca aquí con una dura razón.
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Proyecto de poema






