ENTREVISTA A PÍO MOA, SOBRE EL FEMINISMO Y LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO EN MALOSTRATOSFALSOSTV
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Aunque oficialmente se trata del mismo Dios, es decir, del mismo concepto de Dios, se aprecian a primera vista y sin intención de profundizar, diferencias notables. El Dios hebreo es extremadamente abstracto. No se permite representarlo ni siquiera nombrarlo, Yahvé significa “Yo soy” o “el que es”, supongo que en el sentido de “quien no necesita otro a fundamento que sí mismo” en presente perpetuo, al contrario que el mundo o el ser humano (por eso, según me han dicho, en hebreo el presente del verbo ser no se dice: “yo carpintero”, no “yo soy carpintero”). Y se emplean alusiones como Adonai, el Señor.
Este concepto resulta muy distinto del Dios cristiano, mucho menos abstracto, a quien no solo se nombra (con un derivado de Zeus, parece ser), sino que, en la tradición griega, se le representa de muchas formas, unas más o menos oficiales y otras más folclóricas o particulares, también cambiantes en el tiempo. Además, la idea de Dios como Trinidad es ya radicalmente distinta de la tradición judía, totalmente inaceptable para esta. Y no menos inaceptable la cantidad de otras figuras anejas o próximas a la divinidad, como la Virgen María los santos o los propios apóstoles, semejantes a los profetas pero, en particular San Pablo, encargados de declarar obsoleta la ley de Moisés, es decir, el propio judaísmo. De hecho era una ruptura abierta con este..
Paradójicamente, aun en su abstracción, el Dios hebreo resulta extremadamente personal, en lo que recuerda algo a los dioses griegos: es celoso y vengativo, que castiga los pecados en los hijos de los pecadores durante varias generaciones; el mayor pecado contra él consiste en adorar a otros dioses, tentación en la que caen una y otra vez los israelitas y por la que reciben castigos que parecen desmesurados. Yahvé es también misericordioso con quienes se arrepienten, pero siempre castiga de algún modo las menores faltas de fe: por alguna vacilación, no permitirá a Moisés entrar en la tierra prometida, solo verla desde el monte Horeb. Su personalismo llega hasta hablar directamente a algunos judíos, como Abraham, Moisés o Elías, aunque generalmente se manifiesta de modo más indirecto, por medio de los profetas, y dando instrucciones a veces generales, a veces detalladas para ocasiones particulares.
El Dios cristiano solo habló directamente a Jesús, que por otra parte era también Dios, y a San Pablo. Después ya no necesitó expresarse tan directamente a nadie ni darle instrucciones muy concretas, aunque sí por medio de visiones y de sueños. Una de estas visiones, la del emperador Constantino, marcaría lo que podríamos llamar un salto cualitativo en la historia de la Iglesia, al acabar con las persecuciones e inaugurar el camino a su oficialización en el Imperio romano. Y en su concepción el aspecto de misericordia tiene mayor importancia que el de la venganza o el celo.
Por no seguir, otra diferencia clave y de la mayor importancia consiste en que el Dios hebreo es exclusivamente el del pueblo judío, elegido de preferencia sobre todos los demás, mientras que el Dios cristiano se entiende como el de toda la humanidad sin distinciones, y de ahí su intenso celo proselitista.
Debe admitirse que conciliar ambos conceptos de la divinidad resulta muy complicado y ha dado lugar a una abundante exégesis. Ya en Jesús se advierte una clara ruptura (que, en definitiva, le costó la crucifixión), que en San Pablo se hace completamente explícita (y estuvo a punto de costarle el linchamiento).



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Invito a difundir este breve comentario:
El principal y más peligroso enemigo de VOX no es Podemos, el PSOE o Ciudadanos. Es, justamente, el PP. Este es el partido que ha oficiado de auxiliar del PSOE en la destrucción de la democracia y la disgregación de España, para lo cual no ha dudado en impulsar a Podemos y bloquear, precisamente, a VOX. Ahora que el bloqueo a VOX ha saltado por los aires, el PP está asustado por el chorreo de votos que se le escapa, con su consecuencia la cantidad de cargos bien retribuidos que puede perder. Y por ello trata por todos los medios de recuperar el “voto útil”, en maniobras mafiosas, pintando el voto a VOX como “inútil” y “perjudicial”. Y es tan perjudicial para el PP y su “democracia de amigotes” como beneficioso para España y las libertades.
VOX haría bien en entender el panorama político como la descomposición del sistema de reparto del poder y el dinero desde 1978, cuyos fallos originarios, lejos de corregirse se han venido agravando. Se ha creado un nuevo frente popular en el que el PP tiene el papel de ayudante despreciado y despreciable, algo nuevo en la historia, y VOX solo puede romper esa dinámica si se impone la misión histórica de derrotar a todos ellos. La situación se ha deteriorado tanto que es posible un vuelco ciudadano, si la alternativa se explica bien a la gente.
P. En Nueva historia de España usted dedica el mayor espacio al Siglo de oro, mientras que es común dedicarle más a los siglos XIX y XX.
–Es el siglo, en realidad siglo y medio, más importante de la historia de España y también uno de los más importantes de la historia europea y mundial. En cuanto a la historia europea, baste señalar que España fue su principal defensora frente al expansionismo otomano y a su vez la gran exportadora de la cultura europea y del cristianismo fuera de Europa, a América y al Pacífico: observe estos puntos en los que casi nadie repara. Y por lo que respecta al mundo, España exploró y descubrió enormes extensiones (y esto también es ciencia); es más, descubrió literalmente el mundo como conjunto y puso en comunicación todos los continentes por primera vez en la historia humana. Fíjese en que nadie ha reparado, que yo sepa, en estas evidencias, que por sí solas ya sitúan al siglo de oro español en una posición extraordinaria, realmente única en la historia, que queda empobrecida por interpretaciones algo romas.
P. Dicho así, casi parece una obviedad. ¿A qué atribuye esa especie de ceguera?
–En España se han hecho muchas cosas y se ha razonado poco sobre ellas. Por otra parte, ha habido en el resto de Europa una animadversión hacia España, materializada en la Leyenda negra. España tuvo que enfrentarse casi simultáneamente no solo a los turcos y a la piratería berberisca, sino también, nacionalmente, a Francia, Inglaterra y al agresivo expansionismo protestante. Y los protestantes fueron grandes maestros de la propaganda. No sé si algún país ha tenido tantos enemigos a la vez, y tan poderosos. Considere usted que solo Francia estaba mucho más poblada que España y era por naturaleza mucho más rica en un tiempo en que la riqueza dependía de la agricultura. Y los turcos eran la gran superpotencia de la época. Es cierto que España contó con la ayuda del Sacro Imperio y con las remesas de América. Pero esas remesas eran mucho menos importantes de lo que se dice, y el Imperio era una estructura ineficiente y minada por el protestantismo.
P. Tal como lo presenta, parece un milagro que España se sostuviese tanto tiempo.
–Se sostuvo y además venciendo en general a sus enemigos y finalmente marcándoles sus límites. Pero el milagro parece más bien que España no fuese un ruinoso país de tercer orden, según lo “explican” casi todas las historias, incluidas las patrióticas: todo habrían sido políticas y derroches innecesarios en Flandes, bancarrotas, incultura, falsa unidad nacional, represión de las ideas, pérdida de los únicos elementos productivos, es decir los judíos y moriscos, y así sucesivamente. Como observa Julián Marías, si tales cosas fueran lo esencial, España no habría pasado de potencia insignificante. En fin, el ”milagro” dependió en gran medida de una excepcional capacidad organizativa, de la que también se habla muy poco, y es fundamental. Piénsese en lo que significaba mantener en buen orden un imperio transoceánico con los medios de entonces, y frente a la piratería y las asechanzas de ingleses, holandeses y franceses, o el continuo aguijón de los berberiscos. O piense en los tercios, uno de los cuerpos militares mejor estructurados y más eficientes de la historia. Sin contar la excelente organización institucional del país desde los Reyes Católicos, avanzada para su época. El estereotipo habla de los españoles como desordenados, pero por entonces eran el país mejor organizado de Europa, y esto permitía utilizar mejor sus energías.
P. El tópico habla de España como la defensora de un catolicismo retrógrado, y de ahí la aversión producida en la Europa ilustrada.

–España fue la gran defensora del catolicismo, que entonces no era retrógrado, sino muy vivo, y que frenó al protestantismo no solo en lo militar y político, también intelectualmente. Es cierto que con posterioridad al gran logro de Trento el catolicismo español se anquilosó un tanto, pero eso ya forma parte de la decadencia. Asimismo de aquí salió la orden de los jesuitas con su gran influencia cultural en el mundo. Hay cuatro órdenes religiosas de enorme importancia en la cultura europea: benedictina, dominica, franciscana y jesuita. Dos son de origen italiano y las otras dos de origen español. ¿Por qué casi nunca se habla de estas cosas?
P. No obstante, España quedó pronto atrasada en cuanto a la ciencia y el pensamiento
–Eso es cierto. Ciencia siempre ha habido en las sociedades, como actitud ante el mundo, y lo mismo técnica, pero el pensamiento científico aparece en Grecia y reaparece en el siglo XVII, cuando comienza la decadencia española. Esta decadencia es un hecho que requeriría una explicación. Y es más amplia, es cultural. La cultura española anterior, la del Siglo de oro, en arte, literatura y pensamiento, es importantísima. Produce desde la picaresca a la poesía mística, libros excepcionales como el Quijote o la Celestina, una de las grandes pinturas del mundo, arquitectura, urbanismo, el derecho internacional, la Escuela de Salamanca… España extendió las universidades por América y Filipinas… En fin. Podríamos seguir largamente. En Nueva historia de España le dedico unas 250 páginas, incluyendo temas conflictivos como la Inquisición, la expulsión de los judíos y similares. Importa mucho destruir de una vez la leyenda negra, porque es falsa en su mayor parte y ejerce un efecto depresor sobre los ánimos. Reivindicar el Siglo de oro puede servir para regenerar el país, siempre que no consista en una absurda exaltación retórica o, como pasa con el franquismo, un período muy notable, pero que muchos imaginan recuperable y cosas parecidas. Una cosa es reivindicarlo como una gran época, que puede estimular nuevos esfuerzos, y otra pretender repetirlo a partir de algunas ideas simples o falsas, en condiciones históricas muy diferentes.
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La Reconquista es un fenómeno sin equivalente en ningún otro país. No solo es la historia de la lucha contra la invasión musulmana, sino también contra las fortísimas tensiones disgregadoras que ocurrieron en su curso, lucha que llevó a recomponer, en lo esencial, la nación fundada por Leovigildo y Recaredo, sin cuyo precedente la península habría quedado dividida en cuatro o cinco estados hostiles entre sí.

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P. Ud ha escrito que en todas las autobiografías y memorias está presente la justificación a menudo mentirosa. Su libro “Adiós a un tiempo” ¿Qué carga de ello tendría?
–La pregunta estaría mejor para De un tiempo y de un país, porque Adiós a un tiempo es mucho menos comprometido. Son relatos diversos, no directamente políticos, un tanto costumbristas, en los que se exponen desde un punto de vista personal ambientes y experiencias de otros tiempos no tan lejanos. Por otra parte, cuando hablamos de biografías y justificaciones, el caso es que el autor siempre cuenta mucho más de lo que imagina, por mucho que intente ocultar o desvirtuar la realidad vivida. Ese “más” lo percibe el lector atento y que conoce el percal, sobre todo en las memorias políticas. Claro, los recuerdos y pequeños relatos de Adiós a un tiempo se refieren a una época que otros han vivido de muy distinta manera. Quizá yo de manera más movida y menos “normal” que la mayoría, cosa que me alegra, porque leo o veo cine relacionado con aquel entonces y, sin negar que describen la realidad, lo hacen casi siempre de manera muy parcial y doméstica. A mí me aburre. Por otra parte, cuando uno ya no es joven, tiende a rememorar su pasado, que a mí me resulta curiosamente extraño. Un extraño para mí mismo creo que era el título de algún libro de la guerra mundial. Sería un título adecuado tanto para Adiós a un tiempo como para el otro.
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![Adiós a un tiempo: Recuerdos sueltos, relatos de viajes y poemas de [Moa, Pío]](https://images-eu.ssl-images-amazon.com/images/I/41x%2B9j5cNIL.jpg)
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En España hay dos conceptos usados por políticos y periodistas como palabras mágicas, “democracia” y “Europa”, basadas en cuatro tópicos y sin el menor pensamiento bajo ellos. Este libro aspira a romper esa inercia.

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El hecho de que casi nadie quiera ver la importancia de la tumba de Franco revela por sí solo una sociedad política en descomposición, que puede arrastrar a la misma España. Se parece a otros hechos concomitantes como la complicidad con los separatismos y con la ETA, la indiferencia hacia la invasión por Gibraltar, la colonización cultural por el inglés, disolución progresiva de la soberanía española en la UE y la OTAN, la propia corrupción de políticos y partidos o la utilización del sexo como chantaje, que se miran como parte del folclore sin que apenas reste votos a los partidos; o, peor aún, la desvirtuación de las leyes, de la Constitución, y la imposición de normas liberticidas como las de memoria histórica o las de género. Estos hechos, sostenidos año tras año ante nuestros ojos, apenas han suscitado reacción, ni siquiera denuncia. Y revelan la ausencia de un pensamiento y cultura democrática, junto con una deliberada ignorancia de la historia.
El pueblo, por inmensa mayoría, decidió que la democracia debía hacerse a partir del franquismo y contra una vuelta a algo parecido a la república o el Frente Popular. Es decir, aceptando que el régimen anterior estaba agotado, decidió una democracia franquista, reconociendo los inmensos logros anteriores. Pero los políticos decidieron que debía hacerse contra el franquismo. Unos frontalmente, los separatistas e izquierdistas; y otros, los de derecha y democristianos a partir de Suárez, indirectamente, procurando “olvidar el pasado”, como si este fuera vergonzoso o como si ellos mismos no provinieran de él. Con ello inauguraban la conversión de la democracia en una política de la farsa permanente, empezando por la falsificación de sus propias biografías. El antifranquismo llevaba implícita la denigración y socavamiento de España, de su unidad e independencia, de la idea de una comunidad cultural hispánica, la anulación de la enorme obra realizada por Franco sobre la derrota de un Frente Popular cuya composición ya indicaba claramente su carácter y objetivos.
La cuestión se presenta así: el respeto a Franco y su legado debe ser constitutivo esencial de la democracia. Si se consiente el ultraje a sus restos ya no habrá freno a los desmanes que pueda cometer la tradicional “estupidez y canallería” de los frentes populares, estando como estamos ante el tercero de ellos. Parece estar habiendo una reacción. Pero para que sea efectiva, para que dé lugar a una regeneración, a la vuelta a la democracia franquista votada en el referéndum de 1976, será preciso que algún partido lo tome como bandera. Es cierto que la falsificación de la historia durante cuarenta años ha surtido sus efectos nefastos, pero también lo es que sus corruptos autores están cada vez más al descubierto y que los argumentos son bien claros y potentes, si se explican adecuadamente a una población en gran parte y de momento embrutecida por unos políticos canallescos. Ese argumentario lo he expuesto en Los mitos del franquismo, para quien quiera servirse de él.


En una Constitución defectuosa se encuentra la raíz de muchos de los males que hoy sufrimos. Quizá los errores eran inevitables ante una experiencia nueva, pero desde entonces no se han corregido, sino agravado. Y es precisa una reforma a fondo, que los partidos del tercer frente popular intentan imponer como el práctico desguazamiento de España combinado con su disolución en la UE https://www.youtube.com/watch?v=fpKmfDO683w
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La Reconquista es un fenómeno único en la historia, sin equivalente en otros países. No solo es la historia de la lucha contra la invasión musulmana, sino también contra las fortísimas tensiones disgregadoras que ocurrieron en su curso, lucha que llevó a recomponer, en lo esencial, la nación fundada por Leovigildo y Recaredo, sin cuyo precedente la península habría quedado dividida en cuatro o cinco estados hostiles entre sí.

Los documentos más antiguos del cristianismo son las cartas de San Pablo. En ellas aparece un Jesús muy distinto –no necesariamente contradictorio– del de los evangelios: no hace milagros ni habla en parábolas ni nace de una virgen, es más abstracto. Lo significativo de él, para Pablo, es su pasión y resurrección al tercer día. La pasión lavaba los pecados de los hombres, y la resurrección probaba el triunfo de la misión divina. Quien creyera eso se salvaría y quien no, se condenaría. La idea de un mesías que es Dios al mismo tiempo y que resucita al tercer día es completamente ajena a la tradición hebrea, por mucho que Pablo citase algunos pasajes bíblicos (siempre hay pasajes a mano, en un sentido u otro). Y es también ajeno, incluso más, al pensamiento griego. Además declaraba abolida la ley de Moisés, la circuncisión, etc., y el fin de los judíos como pueblo elegido. No es de extrañar que chocase también con los apóstoles directos que, al contrario que Pablo, habían conocido a Jesús – en especial con Santiago, “el hermano del Señor” y Juan, “el discípulo amado”–, pues de hecho aquellos cristianos seguían girando en torno al Templo y para los romanos, no desacertadamente, eran una de las muchas sectas judías existentes.
El mensaje de San Pablo se dirigía de preferencia a los pobres e ignorantes (también el del Jesús de los evangelios), consciente de que los ilustrados y los ricos era más probable que lo rechazasen. Y lo hacía en la previsión de que el Reino de Dios estaba muy próximo, lo vería la generación de entonces.
Hay similitudes llamativas con el mensaje de Marx. También él era lo que podríamos llamar un judío renegado que, como Pablo, según recordaba Lutero, allí por donde iba provocaba tumultos. Y proponía un “reino” salvífico sui generis a “los pobres e ignorantes”, al proletariado, cuya emancipación también traería consigo la emancipación de toda la humanidad. También él tachaba de ignorantes a los ilustrados y ricos, pues no solo desconocían la Verdad de la historia sino que se negaban a conocerla, cegados por sus intereses de clase. La clase obrera desempeñaría un papel similar al de Jesús: al rebelarse contra las leyes del mundo (capitalista) sufriría opresión y persecuciones, pero finalmente, en un plazo no muy largo, quizá en la misma generación de Marx o poco después, triunfaría, porque las condiciones históricas maduraban rápidamente. Aunque muchos murieran en el empeño. No proponía una resurrección, pero la implicación de que la muerte de tantos proletarios revolucionarios no sería en vano, se asemejaba un poco a la idea.
Naturalmente sería muy exagerado equiparar a Pablo y a Carlos, pero estos paralelismos son muy curiosos y seguramente pesaron, consciente o inconscientemente, en algunas derivas del Vaticano II