P. Usted ha expuesto alguna vez una serie de puntos que, se supone, deberían constituir la esencia del discurso político
–Se trata de una elaboración de circunstancias, algo a debatir, corregir, etc. No pretende constituir un discurso completo, lo que pasa es que no ha suscitado ninguna discusión ni debate, porque así está el país, y este es un problema cultural. Pero hay unas directrices generales. Estamos ante un tercer frente popular. En el primero, el de 1936, la amenaza principal venía del totalitarismo y el secundario y auxiliar, de los separatismos. Hoy viene a ser al revés: la amenaza más inmediata viene de los separatismos y el totalitarismo, que indudablemente avanza, parece estar en segundo plano, aunque en realidad los dos van muy unidos. Una de las armas principales de ambos es la historia, o más exactamente la falsificación de la historia, que intentan imponer por ley, al modo de Corea del Norte o Cuba. Por ello el discurso político debe partir de un rescate de la historia. No puede tolerarse más, para empezar, que los mayores enemigos históricos de las libertades políticas y hasta de la libertad personal, se envuelvan en la bandera de la democracia para cometer mil fechorías. Ese ha sido el mayor fallo de la transición. En parte, esta se hizo con la idea de que la generosidad de los políticos procedentes del franquismo sería correspondida por los que se identificaban con los perdedores de la guerra. Esto era una ilusión producto de un mal análisis del pasado, pero en principio podría funcionar y hasta pareció que funcionaba. Lo que envenenó todo fue el acuerdo, al principio tácito y después abierto, de que democracia y antifranquismo significaban lo mismo, que no habría democracia sin antifranquismo. Pero los autoerigidos en herederos del Frente Popular solo podrían corresponder a la generosidad si se dejaba bien claro que la victoria en la guerra había sido justa, que el franquismo había sido una necesidad histórica y un régimen excepcionalmente fructífero, del que venían las libertades… Y que los separatismos no serían tolerados. Si se les dejaba claro que el pueblo, muy mayoritariamente, había rechazado sus soluciones y votado por una democratización desde y no contra el franquismo.
P. Sin embargo, ¿sería eso suficiente en una época nueva en la que asoman mil problemas que tienen muy poco que ver con los de los años 30, incluso con los 70? Me refiero a la globalización, los movimientos LGTB, el multiculturalismo, los grandes movimientos migratorios, la integración europea…
–Efectivamente, pero una persona no puede afrontar los problemas cotidianos si no sabe quién es y qué quiere. Lo mismo pasa, a un nivel muy superior, con la nación. Debemos afrontar esos problemas con una política clara, que solo puede estar enraizada en nuestro pasado. Debemos decidir si queremos seguir existiendo como nación soberana o disolvernos en la UE; si queremos satelizarnos a los poderes condensados en Gibraltar o no; si queremos admitir masivamente inmigrantes de otras culturas o no; si queremos mantener la familia tradicional o disolverla… Todo esto requiere posiciones firmes y meditadas, no puede improvisarse. Yo he procurado sentar un principio de discurso también en esos problemas, aquí en el blog, por ejemplo en forma de lecciones de democracia sobre las leyes LGTBI o sobre el franquismo y la figura de Franco… Esto último es absolutamente crucial. De la actitud hacia el significado del franquismo depende en muy gran medida cualquier enfoque de los problemas actuales. Eso no lo quiere ver casi nadie, pero sin clarificar esa cuestión ni superaremos la guerra civil ni saldremos del laberinto político en que estamos inmersos. Por eso, precisamente, escribí Los mitos del franquismo y otros libros como el referido a Europa.
P. Supongamos que la sociedad acepta la necesidad histórica del franquismo, ¿qué se sigue de eso?

–Obviamente se sigue la deslegitimación de las tendencias crecientes separatistas y antidemocráticas, se sigue la exigencia de independencia tanto frente a las derivas totalitarias de Bruselas como ante la OTAN y Gibraltar, se sigue una mayor atención a Hispanoamérica y una mayor contención de una inmigración peligrosa, sobre todo la islámica. He discutido sobre esto con algunas personas que lo cifran todo en la decisión administrativa. Un senegalés no es problema y probablemente se integrará, pero un millón de senegaleses sí constituyen una problema muy serio. Vi hace poco un video en una escuela francesa con mayoría de alumnos islámicos y africanos. Todos eran de nacionalidad francesa, hijos y a veces nietos de inmigrantes. Eran, pues franceses administrativamente, pero se les preguntaba si se sentían franceses. Todos, no sé si con alguna excepción, afirmaron no sentirse franceses. Esto significa mucho. En fin, se siguen muchas cosas más. Pero, como dije, el discurso político quedaría flojo si un discurso cultural más amplio que lo sostuviese.
P ¿Qué podríamos entender por un discurso cultural? ¿No suena demasiado amplio y difuso?
–Parte importante de ese discurso es el rescate de la historia, no solo de la guerra civil y sus consecuencias, sino más en general. España sufre el peso de la leyenda negra, que deprime sus energías, y se vienen haciendo esfuerzos crecientes por contrarrestarla y resaltar los grandes valores del convencionalmente llamado siglo de oro. Eso está muy bien, es imprescindible, pero se quedaría a medias si, como en el caso del franquismo, no intentáramos analizarlo de tal modo que extrajéramos de ahí lecciones válidas para afrontar los problemas actuales. ¿Por qué España tuvo tal fuerza durante un siglo y medio en torno al XVI? ¿Podría recuperar de alguna forma su importancia cultural, o estamos condenados a la satelización al mundo anglosajón y la colonización por el inglés? Etc. Observe usted que uno de los tópicos del antifranquismo, que envuelve una hispanofobia de fondo, es el del “páramo cultural” de aquel régimen. Se trata, como de costumbre, de una enorme falsedad. El páramo es más bien el actual. Los antifranquistas saben bien que atacar al franquismo no solo en el plano político sino también en el cultural, es esencial en su estrategia. Una labor importante consistiría en analizar aquel período con un punto de vista mucho más amplio que el político, y ver si podría obtenerse de ahí alguna lección que permitiese una continuidad, saltando por encima del siniestro frente popular hoy dominante también en la cultura. Pero eso casi nadie lo hace, ni siquiera se lo propone. Haría falta una verdadera escuela historiográfica que por ahora no existe. No basta con reivindicar el pasado a base de retórica e indignaciones, si empezamos por conocerlo mal y ni siquiera nos preguntamos qué podríamos aprovechar de él para las circunstancias actuales.
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En “Una hora con la Historia”, recapitulación de las cuatro grandes etapas de la Reconquista, la dialéctica integración-disgregación, y las causas de la lentitud del proceso.
https://www.youtube.com/watch?v=an8bIhYnN38

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Estimado Sr Moa:
Me gustaría denunciar la situación que están viviendo los profesores en los centros de enseñanza de Navarra.
El gobierno actual impone a todos los centros formación obligatoria en Ideología de Género. También a los centros concertados. El profesor no puede elegir su formación, se le obliga a recibir esta doctrina, ideológicamente radical. Si no acude, tiene un aviso de la Dirección del Centro conminándole a asistir.
Hay centros que imparten en vascuence, donde se está sistemáticamente adoctrinando a los alumnos en esta ideología; y también en la xenofobia antiespañola. Departamentos de Historia que tienen como proyecto “La recuperación de la memoria histórica”
Regulan hasta los juegos de los niños en el patio, la ocupación de los espacios, con el criterio de género. Pretenden hacer baños mixtos, vestuarios mixtos…Obligan al profesorado a a escribir alumnos/alumnas en todos los documentos, contra al criterio de la RAE. Obligan a contar las fotos de mujeres y hombres en los libros de texto y a elegir los libros según ese criterio.
El nivel intelectual de los profesores es ínfimo en estos centros, por eso no hay resistencia ni disidencia. Oponerse, es verdad, supone represalias.
Estamos viviendo en Navarra una auténtica tiranía totalitaria. Además, es una tiranía analfabeta. No hay oposición, nadie se hace eco de esta situación ni la denuncia. Sólo alguna carta que ha aparecido en el Diario de Navarra.
¿Qué podemos hacer contra este despropósito?
Un atento saludo. Reciba mi más sincera admiración.
Benigna.