Crónica
**”Los cazas españoles ya han interceptado media docena de aviones rusos en el Báltico”. Un ejército empleado en misiones de interés ajeno, bajo mando ajeno y en idioma ajeno. Los intereses, mandos e idioma de Gibraltar.
**Pese a que los gobiernos españoles, desde Leopoldo Calvo Sotelo, han reducido a España a un estado vasallo, los ingleses se plantean meter más buques y misiles en Gibraltar “por si acaso”.
**Dice Cayetana que el gobierno podría llamar golpista a Margarita Robles. La ley de memoria histórica presentada por la Robles –a la que no se opone Cayetana, como no se opuso a la profanación de los restos de Franco– es golpista, socava directamente la democracia. Cayetana, como su PP, es cómplice.
**Dice un mangante comunista que “la Guardia Civil busca desestabilizar al gobierno”. Desestabilizar al gobierno es un deber, no solo de la Guardia Civil sino de cuantos defendemos la democracia y la unidad de España.
**La criminal manifestación de la Tiorra o del Coronavirus, el 8 de marzo, no es el único ni siquiera el principal crimen de la banda del Doctor y el Coletas. Toda se actuación es una sucesión de delitos.
**Famosos contra Trump. Como aquí los famosos de la ceja. Famosos golfos
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Verdad, crítica y método
¿Y desde entonces? He leído a un historiador, Espinosa creo que se llama, que se jactaba de que tu nombre sonó mucho en su momento, pero que hoy estaba completamente olvidado en los círculos académicos y fuera de ellos…
Sí, es un historiadorcete stalinista, pero tiene bastante razón. No es que yo esté completamente olvidado, me tienen bastante en cuenta para silenciarme, pero conmigo ha ocurrido en parte lo que con Ricardo de la Cierva. Los más eficaces ocultadores de mis trabajos han sido precisamente los de derechas, tanto políticos como académicos y en los medios de difusión. ¿No es curioso que esos medios estén en manos de la derecha y fomenten a la izquierda y los separatismos? ¿O, algunos como los de los curas, apoyen a un PP que sigue en todo a los otros? Obviamente, mis libros son un incordio para todos ellos. Y aunque mis libros se siguen vendiendo más que los suyos, no compensan esa campaña de ninguneo, porque me apoya muy poca gente y tengo pocos lectores activistas.
Pero el tema inicial era la relación entre la historia, o mejor, la historiografía, y la verdad, y la metodología para llegar a esa verdad, si es que existe. En los círculos académicos se da mucho importancia a la metodología.
Eso de la metodología suena muy importante, pero dejémoslo en método. A esa gente la metodología siempre les lleva a enfoques y conclusiones arbitrarias o simplemente estúpidas. Suelo referirme al asunto de la guerra civil y el franquismo, pero es mucho más amplio. En casi cualquier tema que abordo encuentro el mismo problema: sus metodologías famosas conducen a desvirtuar la realidad más evidente y a soltar cadenas de gansadas. El método es el camino a la verdad, pero se ve que en su caso es lo contrario.
Pero tú casi has venido a decir que la verdad en historia no existe o es inasequible a nosotros. Así que volvemos a lo de siempre, ¿por qué tus libros son veraces y esos otros no?
Estoy seguro de que la verdad de la historia existe, también lo estoy de que la finalidad de ella es inasequible a nuestra razón. Y también de que, dentro de esa limitación, podemos acceder a aspectos concretos de la verdad lo bastante aproximados para descartar otros.
En tu libro sobre Europa has comparado la historia con un puente en el vacío construido sobre miríadas de vidas humanas, y que no se sabe adónde va. Eso es descorazonador de entrada y da lugar a un relativismo fundamental.
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Se puede emplear esa imagen o cualquier otra. No lo veo descorazonador ni relativista. Es como el planteamiento de Omar Jayam: ¿acaso nos impide afrontar y solucionar mil problemas de la vida práctica? No lo impide en absoluto. Pero lo que dice Jayam es una gran verdad, y sigue ahí como una angustia esencial, que condiciona la vida corriente, pero no la determina, salvo en algunos casos. Esa angustia nos obliga a buscar soluciones constantemente, sabiendo en el fondo que es imposible. Es una paradoja. Pero a lo que vamos: no impide que lleguemos a conclusiones bastante precisas al estudiar aspectos concretos de la historia, que podamos criticar racionalmente y descartar otros. No son la verdad completa, pero sí aproximaciones lo bastante concluyentes.
Bien, hay, pues, dos planos interconectados pero distintos: el de la verdad, que sería la finalidad de la historia, por principio inasequible, y el de sus manifestaciones concretas y parciales cuya verdad sería más asequible. ¿Cómo es, entonces, que hay tantas interpretaciones de esos hechos parciales?
Seguramente hay mil razones para los errores. Pero hay también la posibilidad de ejercer una crítica racional que los vaya superando, aunque sea un trabajo sin fin. Te pongo otro método que he empleado. Generalmente, al examinar un hecho histórico, partimos de compararlo inconscientemente con algo mejor que tenemos en nuestra cabeza, incluso sin darnos cuenta, y que nos induce a figurarnos que somos jueces de lo ocurrido. Pero nosotros no estuvimos allí ni decidimos nada. La versión corriente sobre la república, ya lo dije, no tiene nada que ver con la realidad. A esta conclusión podemos llegar comparando la visión beatífica habitual con el relato de los hechos. Pero también podemos llegar contrastando las memorias de sus protagonistas, de los que tomaban las decisiones políticas y económicas. Este es un método de lo más interesante, que nadie o casi nadie ha aplicado. Con él te sacudes la ideología inconsciente con la que tiendes a juzgar el pasado, y puedes sacar conclusiones del contraste entre lo que decían, lo que pensaban y cómo se justificaban unos y otros. Ya no es el contraste entre tú como presunto juez de la historia y la historia en lo que puedes conocerla, es el contraste entre los propios protagonistas. Eso te aproxima mejor a la verdad. En mis libros siempre dejo expresarse ampliamente a los políticos o intelectuales de la época en cuestión, mientras que la “metodología” habitual expresa más bien a los historiadores con todos sus prejuicios, que silencian o distorsionan a los protagonistas, por exigencias “metodológicas”. Un ejemplo: la biografía de Franco por Preston no refleja para nada a Franco, pero sí mucho a Preston. Los que hablan de la guerra civil entre democracia y fascismo no nos aclaran nada sobre la guerra, pero sí sobre lo que entienden por democracia. Etc.
Lo que has expuesto ahora supone una historia fragmentaria e inconexa: tomamos un suceso o una época histórica, lo analizamos, examinamos las interpretaciones que se le han dado y llegamos a conclusiones que nos parecen razonables. Pero ahí acabaría todo. Podemos aceptar eso, pero ¿no hay fuerzas profundas, un hilo conductor entre unos sucesos y otros, entre unas épocas y otras? ¿Una lógica interna o algo así? Tú mismo te contradices porque en tu libro sobre Europa supones que ese hilo conductor existe, y en tu opinión es la religión, ¿no es cierto?
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Dejamos a Tusell y dedicamos nuestra atención a algunos disparates de Santos Juliá, presentado en los medios y por políticos de derechas como uno de los grandes historiadores contemporáneos de España:
Por cierto que Santos Juliá fue cura, y un cura importante, no del montón. Lo cual intentó borrar cuidadosamente de su autobiografía. Alguien que tiene tan poco respeto por su propia trayectoria, ¿qué respeto puede tener por la historia en general?
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