Franco y la democracia
En 1930 Franco escribía a su botarate hermano Ramón que lo mejor para el país era una democratización en orden. Luego pudo asistir a la creciente epilepsia de la república, a pesar de lo cual y de los perjuicios arbitrarios que sufrió, mantuvo hacia el régimen una especie de lealtad descontenta. De hecho fue el único entre los personajes importante, políticos o militares, que no conspiró contra la república, algo que no puede decirse de Azaña, Gil Robles, los líderes republicanos, no digamos los socialistas o los separatistas. Y ayudó de forma muy significativa a defender el régimen frente al asalto socialista-separatista apoyado por los republicanos, de octubre de 1934. Esto resultará muy chocante a quien solo se guíe por la bazofia de la historiografía dominante desde hace mucho, pero fue exactamente así. Solo después de las elecciones de febrero del 36, cuyo carácter fraudulento denunció, comenzó a conspirar, buscando todavía que fuera el gobierno el que pusiera coto al empuje revolucionario. Sólo cuando el asesinato de Calvo Sotelo llegó a la conclusión de que resultaba ya totalmente inmoral servir a un gobierno y a un régimen semejante. Muy consciente de la abrumadora inferioridad con que comenzó la rebelión, exigió “fe ciega en la victoria”, y consiguió infundirla a sus seguidores.
Es evidente que Franco, después de aquella experiencia, concluyó que la democracia podría servir para otros países, pero no para los españoles, que a primera vista parecían demasiado indisciplinados y violentos. Esto fue sin duda un error, aunque no sin una base real: la democracia no funciona bien en sociedades de miseria, ignorancia y odios políticos exacerbados, como era la república. Pero la causa no estaba en “los españoles”, sino precisamente en los jefes de partidos que se decían democráticos, demagogos guiados por la ficción de que la democracia era el “poder del pueblo”, y que cada partido era el representante natural del pueblo, cuando no el pueblo mismo. Y tales élites resultaban las más ignorantes y convulsas en sus ansias de poder, con las que no respetaban ni la propia legalidad que habían impuesto ellos mismos. ¿Qué tiene eso que ver con “los españoles”? Es como los que achacan los crímenes del Frente Popular “al pueblo indignado”. El “pueblo” eran los mismos dirigentes, que envenenaban de demagogia al pueblo real.
Franco llegó a la conclusión de que los partidos eran nefastos porque anteponían sus intereses a los generales de la nación –lo que había ocurrido en la república y ya antes en la Restauración–, por lo que era precisa otra forma de gobierno, se llamase democracia orgánica, dictadura, fascismo o corporativismo. Gobiernos que por entonces se ensayaban en casi toda Europa, a menudo en respuesta a la incapacidad de las democracias para resistir la subversión comunista. Por supuesto, en todos esos regímenes seguían existiendo partidos, pues estos existen forzosamente en todo tipo de regímenes, sea en forma de camarillas en torno al poder o de corrientes de opinión. Y el franquismo, que nunca fue una ideología precisa, tenía nada menos que cuatro partidos, rebautizados ”familias”, muy difíciles de armonizar entre sí, cada una con su sector contrario a Franco. Y con ellas era preciso reconstruir el país y convertirlo en una gran potencia, una aspiración permanente del Caudillo.
Mantener el equilibrio entre esas cuatro familias, partidos u oligarquías, exigía una habilidad de estadista que no se daba en España desde hacía siglos. Un equilibrio inestable y cambiante según las circunstancias, pero en el que Franco dio más peso, que se demostraría excesivo, al grupo o familia más ligado al episcopado, lo que a la larga se demostraría su mayor error político. Con el Vaticano II, el régimen quedó sin futuro, pues ninguna de las otras tres “familias”, la falangista, la carlista o la monárquica, estaba en condiciones de heredar claramente al régimen una vez falleciera Franco. Lo cierto es el franquismo no podía continuar, y no solo porque la figura de Franco fuera irrepetible, sino porque el propio régimen, que siempre había sido ecléctico, no tenía una caracterización ideológica definida: la principal era el catolicismo, y la Iglesia le había dado la espalda. No solo le había dado la espalda, promocionaba activamente las tendencias derrotadas en 1939 y que habían estado a punto de exterminar a la propia Iglesia. Son cosas difíciles de entender, pero así fue. En todo caso Franco y el sector católico representado por figuras del Opus Dei y democristianos, se inclinaron por la monarquía que esperaban distinta de la que representaba Don Juan, y para lo que prepararon a Juan Carlos; sin demasiado éxito, como se vería; pero nadie puede predecir el futuro. Una cosa es prepararlo y otra que salga según los preparativos.
Ya a partir de la petición de entrada en el Mercado Común, en 1962, el franquismo aceptaba implícitamente una evolución – por lo demás innecesaria, entonces ya que las circunstancias eran distintas– hacia una integración en Europa occidental; lo que implicaba a plazo más o menos largo una democratización imitativa. En otro sentido, el franquismo había transformado profundamente la sociedad. en la nueva, la miseria desaparecía con rapidez, los odios republicanos estaban olvidados para la mayoría, y el analfabetismo había quedado en cifras marginales. El peligro comunista seguía siendo real (la única oposición reseñable al régimen) pero impotente, y los separatismos carecían de fuerza. La situación parecía muy razonablemente adecuada para la “democratización en orden” que Franco había querido en 1930. Y con esa perspectiva se inició la transición. El referéndum de 1976 apoyó de forma abrumadora la democracia basada en la legitimidad histórica del franquismo, frente a las pretensiones de legitimarla en el Frente Popular. Después, esa decisión sería progresivamente minada hasta llegar a la actual situación de golpe de estado permanente; pero esa es otra historia.
En la nueva situación cada una de las familias o partidos del régimen podía desenvolverse como un partido más. Ninguna lo supo hacer bien. La familia principal, más o menos democristiana, fue la que configuró a la UCD- AP- PP como un partido crecientemente vaciado de ideas, convertido en una máquina de reparto de puestos, explotando la necesidad de una masa de población, siempre traicionada, de oponerse a las derivas socialistas y separatistas. La ideología del PP se convirtió en la del “voto útil”, nunca se supo bien para qué, salvo para seguir las iniciativas socialistas y separatistas.
No tiene caso discutir si a Franco le habría gustado o no lo que pasó. Él cumplió su papel de modo casi increíblemente acertado mientras vivió. Su último servicio a España fue impedir un derrumbe como el de Portugal. En el vecino país fue el ejército el que derribó al salazarismo, abriendo una crisis próxima a la guerra civil. En España pudo ser la Iglesia la que cumpliera ese papel, minando al franquismo por dentro y fomentando a los herederos del Frente Popular. Si tal cosa no ocurrió, fue por el prestigio del propio Caudillo y por la sociedad estable, moderada, próspera y con la mejor salud social de Europa construida bajo su gobierno. Su herencia fue la posibilidad de una democracia en paz y en orden. La responsabilidad de las derivas posteriores recae plenamente en sus lamentables protagonistas.
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Coronavirus, política y economía
–Usted no toma partido en relación con el confinamiento por el coronavirus.
–No lo tomo porque no tengo suficientes elementos de juicio. Si la mayoría de los países sin distinción de ideologías adoptan esa medida, pese a su tremendo coste económico, tiene que ser por algo. No creo que a todos les haya entrado el pánico o que estén manejados por fuerzas invisibles. Dicho eso, me siento algo asombrado.
–Pero no todos los países toman las mismas medidas. ¿De qué se asombra?
– Ante todo de los números. Parece que más del 80% de los muertos corresponde a personas de más de 70 u 80 años. Por tanto la medida de Boris Johnson en Inglaterra, parecía correcta: el confinamiento solo para los mayores de esa edad, porque los muertos entre los más jóvenes resultan inferiores a los de una gripe común. Sin embargo ha tenido que aceptar una medida mucho más amplia, y no creo que sea por pánico. Alguien capaz de sacar a Inglaterra de la UE –que no de Europa–, demuestra tener muchas agallas. Por otra parte, los efectos de este virus son mucho más insoportables que los de una gripe, aunque no te maten. Francamente, no sé a qué carta quedarme.
–El confinamiento atenta, además, contra los derechos constitucionales más evidentes.
–Sí, pero es un caso especial y transitorio. Si te están amenazando con una pistola no te dedicas a invocar tus derechos. Es lo que está haciendo el virus. El problema principal va a ser el económico. Y en España, además, el político.
–¿Cree usted que prosperarán las querellas contra “los ministros y las ministras”?
–Aquí el gobierno es culpable de una negligencia criminal al priorizar sus demagogias políticas o ideológicas sobre una prevención de la enfermedad cuya urgencia conocía de sobra. Además no cesa de cometer fraudes y chapuzas en sus medidas. Pero lo peor es que intenta, igual que los separatistas, aprovechar la situación para profundizar en su marcha bolivariana, que no es solo el Coletas sino principalmente el Doctor. Tendrían que ir a la cárcel, porque nos amenazan a todos. Pero tenemos una justicia-basura en gran parte, así que cualquiera sabe.
– ¿Qué haría usted si estuviese a cargo del gobierno?
–Creo que tomaría medidas menos drásticas, a fin de dañar lo menos posible la economía, y limitar el confinamiento estricto a los ancianos. Claro que es hablar por hablar. Y, al margen de la política, España es especialmente vulnerable a causa del turismo y de que su nivel de endeudamiento, debido sobre todo a Rajoy, es ya gigantesco. Según algún economista, lo que ocurrirá es que se asumirá esa deuda y finalmente no se pagará, cosa que ha ocurrido algunas veces, con Alemania o con Grecia, por ejemplo. Habrá que reenfocar la economía en otra dirección, con menos turismo y menos ladrillo. El turismo ha llegado a un nivel invasivo y el ladrillo también. Pero esto son divagaciones. En mi opinión, el único partido que lo está haciendo bien es VOX. Porque es además el único partido democrático, es decir, respetuoso con los derechos, que hay en España. El único que se opone a las medidas y leyes totalitarias y a la falsificación del pasado. Porque estas cosas siguen contando, no debe quedar ocultadas por el virus.
–¿Debería entenderse VOX con el PP?
–El PP es la mayor basura política que tenemos en España. Lo he argumentado muchas veces y no voy a extenderme ahora. Mucho peor que el PSOE o los separatistas, porque siempre ha sido el mamporrero de ellos. Entenderse con él, salvo para acciones muy puntuales, sería contaminarse inevitablemente.
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Blog mayo-junio 2012:
31 de mayo: Carta abierta a un mamarracho (y II). https://www.piomoa.es/?p=347
4 de junio: Necesidad de partido y programa / La farsa de las fosas del franquismo. https://www.piomoa.es/?p=360
6. Cretinismo anglómano / tres guerras sin buen fin. https://www.piomoa.es/?p=364
11. Cuatro grandes crisis históricas / La reforma de la justicia. https://www.piomoa.es/?p=373
14. Trasfondo histórico en “Sonaron gritos…” / Liberales contra liberales en el siglo XIX https://www.piomoa.es/?p=380





