El drama de Azaña / Tema literario

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El drama de Azaña

Azaña  es el personaje político más fascinante de su época y creo que de todo el siglo XX español, hasta hoy. Sus diarios son un documento histórico, también literario, único en su exposición de las interioridades de  la república, de las maniobras de sus personajes y en análisis psicológico de ellos  y de sí mismo, casi siempre con sensibilidad y agudeza. Sus constantes juicios  negativos y decepcionados sobre sus compañeros y colaboradores  han solido interpretarse como simple expresión de su soberbia (que él mismo reconoce); pero no es menos cierto que  él destacaba muy considerablemente, como intelectual y como político, sobre todos sus compañeros, y que sus juicios son penetrantes y debidos sobre todo a un permanente sentimiento de frustración. ¿Estoy obligado a acomodarme con  la zafiedad, con la politiquería, con las ruines intenciones, con las gentes que conciben el presente y el porvenir de España según se lo dictan el interés personal y la preparación de caciques o la ambición de serlo?

¿Se debió su fracaso al bajo nivel del personal republicano, más bajo en todos los sentidos que el reconocidamente mediocre del de la Restauración (con las excepciones de rigor)?  Azaña aspiraba a cumplir una magna tarea histórica sobre el supuesto de que el pasado español, al menos desde los Comuneros de Castilla, había sido un desfile de miserias, superstición, errores  y opresión de “la libertad”. Y ahí, en la radical falsedad de  ese concepto de España, yace la causa de su fracaso. Concepto típico de los principales regeneracionistas, empezando por Costa u Ortega, así como de los separatistas y socialistas. Y que comparten hoy tantos botarates influyentes. Sobre tal falsedad ni los talentos más destacados podrían construir nada que valiera la pena. Y sí el caos conocido.

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La Segunda Guerra Mundial: Y el fin de la Era Europea (HISTORIA)

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Tema literario

**Un tema literario que me parece muy sugestivo es el contrapunto entre las ilusiones de la adolescencia, generalmente vagas pero intensas y  cargadas de esperanza, y la vida real posterior. Ilusiones nunca o casi nunca cumplidas, sobre todo cuando han sido demasiado sensibles,  demasiado pretenciosas o demasiado arbitrarias. Pero que aun así permanecen en la memoria imaginativa con una añoranza que hace sentir el resto de la vida como un fracaso. Se me ha ocurrido esto en relación con las memorias de Albiac, de las que he hablado, y también con mis recuerdos de Adiós a un tiempo. En un plano social, me viene a la cabeza  la resaca por la explosión de ilusiones del 68, tan tontitas, tan de niños mimados: la ilusión de la sociedad guardería, o la mortuoria de “Imagine” de Lennon.

**Lo que resulta un enigma es el contraste entre lo que fue capaz de hacer España en su siglo y medio de hegemonía y lo decaída que ha llegado a estar, sobre todo tras la invasión napoleónica. En su buena época, España asumió la triple misión de defender a Europa de la expansión  otomana, al catolicismo de la no menos agresiva expansión protestante, y el descubrimiento del mundo y conquista y cristianización de partes importantes de él. No creo que ninguna otra potencia hegemónica en Europa haya llevado sobre sí una carga tan enorme. ¿Y cómo pudo hacerlo? He intentado responder en Hegemonía española y comienzo de la Era Europea, aunque el tema es inagotable.

**El fin de la Era Europea en la II Guerra Mundial obliga a enfocar el posible papel de Europa en un mundo que, entre otras cosas, parece rechazar su herencia imperial y colonial, pero civilizatoria. Abordar la cuestión empieza por no confundir a Europa con la UE, una de cuyas hazañas más recientes ha sido empujar a Rusia hacia Asia.

**Me comenta una amiga: “Si Israel es un país de cultura europea en un contorno islámico, y si los países europeos sufren una inmigración invasiva de musulmanes con una cultura de conquista, ¿cómo es posible el odio a Israel en Europa? ¿Es que Europa quiere suicidarse?”

 

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