Sentimiento del misterio / Razón y ciencia/ El protestantismo y la ramera / Rebelión contra Occidente

El sentimiento del misterio

Según Paul Diel, la fuente más profunda de la cultura, es decir, de lo propiamente humano, está en el sentimiento del misterio de la existencia. Un sentimiento angustioso,  que Omar Jayam expresó parcialmente en el célebre rubai que he reproducido varias veces en el blog, poniendo al desnudo la condición humana. Sentimiento  que puede resultar insoportable, como expone de forma inconsecuente el existencialismo sartriano: la vida carece de sentido, pero de esa carencia trata de salir convirtiéndola gratuitamente en el fundamento de la libertad, la cual vendría a ser el colmo del sinsentido. De un modo menos elaborado y más personal se mostraría en la “angustia vital” que casi todo el mundo siente ocasionalmente y en algunos casos se vuelve permanente y demoledora de la capacidad psíquica.

Ante el misterio, la psique elabora los mitos, explicaciones imaginativas “de profundidad insondable”, que permiten la vida en común y la esperanza. Pero cuyas imágenes o símbolos  tienden a entenderse como explicaciones reales, con lo que el sentimiento del misterio se pierde y la cultura se trivializa y decae.  Me parece una explicación sugestiva.

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La razón y la ciencia no son inapelables

Para Marx, la ideología por excelencia sería la religión, un conjunto de seudosaberes cuya función sería explicar la vida social ocultando o justificando la explotación de los más por los menos. En Europa, una introducción a su historia, y en La II guerra mundial y el final de la Era Europea, he propuesto al concepto otro significado –que convierte al marxismo precisamente en una ideología en el sentido que le daba Marx–: una concepción del mundo y de la vida que pretende basarse en la razón, prescindiendo de la noción religiosa del misterio. Supuestamente, el imperio de la razón daría pie a una concepción de la vida inapelable, necesaria y  única, reforzada aún por el desarrollo de la concepción científica: popularmente, y no solo,  se emplea  el término “científico” en el  sentido de seguro e inapelable.

Sin embargo –sostengo en los dos libros–, la razón ha engendrado, no una concepción racional y científica ineluctable, sino varias opuestas, las que terminaron chocando en las dos guerras mundiales, muy decisivamente en la segunda, dando fin a la Era Europea. El objetivo de las ideologías consiste en la abolición de la moral mediante algún tipo de utopía totalitaria. Precisamente porque la moral, engendradora de los sentimientos de culpa, vergüenza etc.,  e indirectamente del derecho, del estado y su fuerza coercitiva sobre las personas, resulta difícil de soportar. Según la Biblia, la entrada en el ámbito de la moral (el árbol del bien y el mal) se presenta como una “caída”, como la pérdida de la inocencia del instinto animal (el paraíso). Las ideologías sostienen, en definitiva, que la sociedad puede organizarse de tal modo que los “individuos” harían forzosamente el bien, desapareciendo de ese modo el mal.  Pretensión que, según Donoso Cortés  “haría salir sangre hasta de las piedras”, o algo semejante. La abolición de la moral sería la abolición  del ser humano.

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La Segunda Guerra Mundial: Y el fin de la Era Europea (HISTORIA)

La revolución protestante y la ramera de Satanás

En el siglo XVI se dieron en Europa dos grandes movimientos revolucionarios: el descubrimiento del mundo, protagonizado especialmente por los españoles, secundariamente por los portugueses; y la revolución protestante, originada en Alemania. Esta última negaba prácticamente la posibilidad del bien en el hombre, después de la caída de Adán y Eva, por lo tanto negaba también el libre albedrío, la libertad fundamental: a pesar de tan negro panorama, los hombres, es decir, algunos de ellos, podrían salvarse por la pura gracia de Dios, concedida según criterios ajenos a nuestra capacidad de comprensión: la Biblia, como palabra divina, ofrecería una pista sobre la salvación, con el serio problema de que cada uno podía interpretarla a su manera.

Obviamente, tales concepciones imposibilitarían la vida social, según expuse en los dos libros citados. ¿Cómo es posible, entonces, que en los países protestantes la sociedad no solo se haya mantenido sino que en varios de ellos  hayan superado a sociedades católicas tan definidas como la española o la italiana en riqueza, en ciencia y en técnica, también en libertades políticas? Este fenómeno ha solido explicarse por la pista que, de cara a la salvación, ofrecía el calvinismo, básicamente la buena marcha de los negocios en esta vida indicaría cierta predilección de la gracia divina, siempre que se guardasen ciertas exigencias morales. En mi opinión, el protestantismo es inaplicable socialmente, por lo que su éxito solo puede deberse a su inaplicación. La cuestión de la salvación quedaría en la pura conciencia personal, mientras que  la vida social se regiría por otras normas, en las que ni la salvación personal ni la conciencia moral tendrían mucho peso. Ya explicó Lutero que se podía pecar sin remilgos –cosa por lo demás inevitable, dada la maldad humana tras la caída del paraíso–,  mientras se mantuviera la fe en los efectos redentores de Jesucristo. Solo que la fe no podría torcer el designio divino sobre aquellos a quienes desde la eternidad había predestinado a la salvación.

En esta revolución tan paradójica se encuentra la raíz de la evolución europea posterior, en la que la parte católica quedó relativa, solo relativamente, marginada. El protestantismo invocaba la fe contra la razón, la “ramera de Satanás”, pero dejaba la fe reducida a la conciencia personal, mientras que aplicaría los recursos de la razón a la conducta social. De ahí que la Ilustración, una revuelta de la razón contra la fe, pudiera desarrollarse por lo menos en varias de las sociedades más protestantes.

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Rebelión contra Occidente

**Un dogma liberal pretende que el mercado no tiene más contraindicaciones que la incidencia del estado en su funcionamiento. Por lo tanto el estado, presente en todas las civilizaciones, habría sido un elemento perturbador de la propia existencia humana. “El individuo es libre porque es bueno, pero la sociedad lo esclaviza y lo malea”. En el fondo se trata de una puerilidad utópica. La relación entre el estado y el mercado es problemática, pero ineludible.

**Asistimos a una rebelión  ideológica y  política creciente, y con peligro bélico, de gran parte del mundo contra Occidente (por el cual debe entenderse el ámbito anglo más, secundariamente, el eje francoalemán vertebrador de la UE, y, mucho más secundariamente aún el ámbito hispánico).

**El efecto a la larga más devastador de la guerra de Ucrania es la expulsión de Rusia hacia Asia, es decir, hacia China. Rusia ha tenido que aceptarlo, por defenderse del mesianismo anglo, que la entiende como un elemento ajeno, irreductible a Occidente y  con apetitosas y enormes riquezas naturales.

**La UE se presenta actualmente como la mayor amenaza de guerra en el mundo. Después de decenios de jactarse de su carácter pacífico y de superación de las guerras internas. Una jactancia puramente gratuita, por lo demás: guerras coloniales y tutela useña, antes  defensiva frente a la URSS y hoy ofensiva contra Rusia.

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