Varela Ortega (I) “entiende” a lo Preston la neutralidad de Españal
(I) Varela Ortega, Preston y la neutralidad de España
En Galería de charlatanes olvidé incluir una serie crítica en “Más España y más democracia” a las versiones de Varela Ortega, exponente de la historiografía anglómana en España. Primer artículo: “Varela Ortega y la neutralidad de España”
Dado el interés del ensayo de Varela Ortega como representación de unas corrientes historiográficas muy comunes, le dedicaré una buena serie de comentarios a partir del anterior, como apartado particular de la batalla cultural. Animo a mis lectores a darle máxima difusión, ya que sin debate no hay vida intelectual.
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Me pasa un amigo un ensayo de José Varela Ortega titulado Una paradoja histórica. Hitler, Stalin, Roosevelt y algunas consecuencias para España de la Segunda Guerra Mundial. Se trata de una explicación de la SGM, que quiere explicar también por qué el régimen de Franco no fue liquidado, como pensaba casi todo el mundo, al terminar la guerra mundial: una “paradoja” a juicio del autor. Varela Ortega es uno de los discípulos españoles de Raymond Carr, cosa que se percibe contantemente, pues tanto su visión de la guerra mundial como de la postura de España y valoración de Franco es justamente la elaborada por la historiografía anglosajona, en gran medida propagandística. El ensayo, muy sintético y en el que no faltan datos apreciables, consta de 178 páginas, además de otras 32 dedicadas a la bibliografía, con cerca de mil títulos y muchos cientos de autores. Esa abundancia bibliográfica puede impresionar al lector ingenuo, pero el método es realmente demencial: consiste en sacar constantemente frases de uno u otro autor, sin el menor análisis crítico. Con ellos compone un curioso vestido de retales que viste, como dije, la versión anglosajona de la guerra y del franquismo, adoptada como el credo.
La obra constituye una muestra más de la batalla cultural de la que venimos hablando, con versión hispanófoba plenamente interiorizada por el sector anglómano de nuestros historiadores y en general intelectuales y políticos; y coincidente en gran medida con la versión comunista (no se olvide la deuda de gratitud de Inglaterra con Stalin). Así que merece la pena tratarlo con cierta extensión, para lo que empezaremos por el final.

Recogiendo a autores como Preston, el autor español afirma: “La comparación con el auge económico que experimentó España durante la Primera Guerra Mundial y la que puede hacerse entre los resultados económicos de nuestro país y los de los países neutrales durante la Segunda, resulta enojosa por lo apabullante y reveladora. Suecia, por ejemplo, creció en el período ¡6 veces más que España! Y también lo hicieron de manera significativamente mayor países como Irlanda o Turquía; sin irse más lejos, hasta la situación económica y el abastecimiento del propio Portugal salazarista fueron mucho mejor que los de la España franquista. El equipo de gobierno falangista impuso una política económica ultranacionalista que llegó a darse costosas bofetadas en la propia cara, rechazando los créditos ofrecidos por los aliados, dejando en consecuencia, a la agricultura española sin abonos (… ) Y, en efecto, sucedió así porque, como temía Churchill, “los españoles no son razonables y (fueron) capaces de apretarse el cinturón para resistir la presión extranjera” –posiblemente porque no se trataba del cinturón de unos políticos que podían prescindir a la opinión para perpetuarse en el poder—. La cuestión es que el experimento económico autarquico provocó una catástrofe sin precedentes en la historia económica española, ilustrada en hambre (la talla de los reclutas disminuyó entre 2 y 3 centímetros en los años 40) y enfermedades que nos hicieron retroceder a situaciones del siglo XIX: la mortalidad de 1941 (18. 6/000 hab.) era casi tres puntos mayor que en 1935 (15,7/000 y “la infantil se disparó” 33 puntos, de 109,4 en 1935 a 142,9 en 1941. De esta suerte no solo se despreció la oportunidad económica que ofrecía la neutralidad (y que otros países europeos supieron aprovechar) sino que se ahondó el retraso de nuestro país: el PIB per cápita español cayó en más de 8 puntos durante los años 40 en comparación con 1929 y en su relación media con el alemán, en francés, británico e italiano”.
Como en esta larga cita está condensada toda una visión política y económica de pura propaganda, conviene compararla con una historiografía seria.
Empecemos por la comparación con otros países neutrales, luego por estadísticas que parecen más fundadas, y finalmente por un análisis de la autarquía.
Un historiador, si lo es, no puede comparar la posición de España con las de Suecia, Irlanda o cualquier otra, por dos razones: porque ninguno de estos llegó a los años 40 con medio país devastado por los desastrosos experimentos del Frente Popular. No tenían que enfrentarse a una ímproba tarea de reconstrucción en circunstancias muy difíciles, a las que no era ajena la política de Londres. En segundo lugar, la posición de España no tenía nada que ver con la de Suecia y demás, ni con la española de la I Guerra Mundial. Suecia pudo beneficiarse extraordinariamente de su colaboración con la Alemania nazi, a la que suministraba una alta proporción de los elementos necesarios para su industria de guerra: hierro, aceros especiales y productos industriales refinados como los rodamientos a bolas, aparte de permitir la circulación de tropas alemanas por su territorio (hacia Noruega y Finlandia), cosa que España nunca permitió. La posición de Suecia fue en ese sentido muy similar a la española en la PMG, pero en sentido contrario: entonces España pudo beneficiarse a fondo del comercio con Francia e Inglaterra, no con Alemania, de la que estaba aislado. Irlanda, Turquía, incluso Portugal –que no sufrió el acoso y chantaje que sufrió España por sus ventas de volframio a Alemania– sí se parecían a la España en la PMG. Si olvidamos circunstancias de este calibre, el análisis y la propia historia se convierten en un chiste.

En cuanto a la neutralidad española, se encontraba entre una frontera francesa ocupada por las divisiones alemanas y un mar dominado por los aliados. La España de entonces tenía una deuda importante con Alemania, no solo material, también moral, de gratitud por haberle ayudado a librarse de la disgregación y de un régimen soviético; con los anglosajones no solo no tenía tal deuda, sino que estos ocupaban una parte estratégica del territorio español en Gibraltar. Las circunstancias no podían ser más difíciles. Al mismo tiempo, Franco detestaba una guerra en el oeste de Europa que solo podía beneficiar a la URSS. La decisión de Franco, desde muy al principio, había sido no pagar la deuda a los alemanes entrando en una contienda que habría destruido por mucho tiempo la posibilidad de reconstrucción de España (lo trataré también en esta serie), y por tanto la presión hitleriana pendía como una amenaza constante; y a su vez la presión anglosajona utilizaba su dominio del mar para mantener la economía española a medio gas, escatimándole el petróleo, los abonos, los plásticos y otros productos básicos. Así, hablando de “autarquía”, que las circunstancias hacían inevitable, Varela Ortega y sus maestros ingleses “olvidan” el sabotaje permanente de Londres como un factor de gran peso en la pobreza española de entonces.
Algo más: el régimen de Franco buscó y obtuvo algunos créditos de los anglosajones, pero rechazó aquellos con los que Usa pretendía dictar la política española. A esto llama nuestro anglómano “darse costosas bofetadas en su propia cara”. Se ve que mantener a los españoles al margen de las atrocidades de aquella guerra y defender la independencia del país –salvo que sea la inglesa—cuentan poco o nada para estos peculiares historiadores. Y es importante señalarlo, porque precisamente el fondo de toda esa propaganda es denigrar o menospreciar todo lo español, por lo que la independencia y la reconstrucción del país no entran en sus llamativos análisis. Pero esta es precisamente la cuestión, es lo que se jugaba España en aquellos tiempos bajo amenazas, chantajes y sabotaje permanentes. Para la escuela anglómana, todo lo que no sea seguir los análisis anglosajones y someterse a sus intereses en política práctica, sería un disparate.
Y mañana abordaremos los datos terroríficos que ofrece sobre los años 40. Ya los he tratado en varios artículos de este blog y Libertad digital y en Años de hierro, pero, como se ve, estos historiadores repiten sus leyendas con total desenvoltura. Desgraciadamente estos estudios han sido poco difundidos, porque la gran afición divulgativa y proselitista de la izquierda no es compartida por la derecha, que prefiere reducirlos a una ilustración personal sin mayor alcance. Por eso, y ante la fobia de los historiadores españoles al debate intelectual, ruego a mis lectores que hagan lo posible por alimentar la batalla por la cultura española haciendo llegar estos artículos al mayor número posible de personas. Es muy importante que en España se desarrolle una historiografía seria tanto sobre el propio pasado como sobre la II Guerra Mundial, en la que la posición de España, aunque secundaria en conjunto, pesó de modo muy considerable y en algunos momentos nada secundariamente; y que a su vez pesó en la evolución interior española.
Mañana, como digo, hablaremos del hambre, enfermedades, miseria y demás plagas de los años 40.
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