Crónica. ¿Ilegalización de VOX?
**(de Comino) Dice el Pollo del Máster cosmopaleto que el PP no es un “talent show”. Con su talento en inglés le basta al PP.
**(De Alvo) Federico Trillo, ex presidente del Congreso, ex embajador en Londres y ex ministro de ¡defensa!, todo por el PP, se deshace en elogios a Inglaterra, que tanto nos favorece: “Sobre todo las casas reales se llevan muy bien”, señala. Una como señora, la otra como lacaya, ¿no? ¿O van a devolver Gibraltar, de tanta armonía?
**El conglomerado delincuente PSOE, ETA, separatistas-comunistoide está trabajando en un programa para la liquidación de España y la democracia. La pregunta es: ¿se lo permitiremos?
**Me pregunta un amigo: “la izquierda y los separatistas están preparando la ilegalización de VOX. ¿Qué haría el PP en ese caso?”. Sí que la preparan, pero no creo que lo consigan. VOX tendría que tomar el toro por lo cuernos en la cuestión de la memoria histórica como ataque a la libertad de todos. En el caso hipotético de la ilegalización, el PP “protestaría”, alegrándose por lo bajo, como suele hacer en muchas cuestiones. Hay que estar preparados para todo.
**Leo que el PP quiere capitalizar las protestas contra el Pollo Doctor y su gobierno poniéndose al frente de ellas. Como cuando las manifestaciones contra la colaboración de ZP con la ETA: se puso a la cabeza para llevarlas a la nada.

*****************************
Juventud en recuerdo y en inicio
El hilo conductor en las dos novelas es la juventud de los personajes. En la primera es el protagonista quien, ya viejo, recuerda sus peripecias juveniles, olvidadas deliberadamente durante muchos años. Ese protagonista reaparece en la segunda novela, en edad madura y en tercer plano, “como un fantasma”, en breves juicios de una hija y un hijo suyo, y de alguien que le conoció en Rusia. En la primera novela, Sonaron gritos, el protagonista escribe sus peripecias en primera persona; en la segunda, Cuatro perros verdes, es el narrador omnisciente quien expone los avatares, sentimientos y pensamientos de los protagonistas, que son cuatro o cinco. En el primer caso, el autor ha debido recurrir a mucha documentación sobre el tiempo narrado, mientras que en el segundo recurre fundamentalmente a sus propios recuerdos de adolescencia-juventud. Y la problemática es también distinta: los jóvenes de Sonaron gritos, aunque interesados en problemas filosóficos, no tienen apenas tiempo de especular, porque las duras condiciones de los “años de hierro” les empujan inevitablemente a tomar decisiones dentro de un abanico muy estrecho. En el segundo caso, el abanico es amplísimo y las dudas existenciales más intensas. Hay además gran diferencia de enfoque entre el anciano, ya sin casi futuro, que repasa su juventud, una parte de su vida ya lejana y cumplida sin posible cambio; y los jóvenes que no tienen casi nada que repasar porque aún no han vivido gran cosa, lo que resalta su inquietud e inquietudes ante la vida que esperan o les espera. Cabría catalogar las dos obras como literatura juvenil, si no fuera porque no se parecen en nada a lo que normalmente se entiende por tal.


***************************
Escohotado: libertad, comercio e historia
Un conocido se extraña de que yo pueda escribir tanto, y me pide opinión cobre Escohotado. A lo primero, pues puedo hacerlo, simplemente, y aún escribiría más, pues no me faltan ideas, solo tiempo. Claro que eso tiene un coste: a lo largo de estos ya largos años he perdido el contacto con la mayoría de mis conocidos y amigos. Difícil de evitar.
En cuanto a lo segundo, no he leído a Escohotado, aunque sí bastante sobre él. Si defiende las drogas, quizá debiera explicárselo a los familiares de tantos miles de jóvenes que han muerto o quedado embrutecidos por ellas. ¿Serían unos mártires de la libertad? El concepto de libertad que expone no es el que yo defendería. Creo que también defiende el aborto que es una especie de derecho al asesinato de vidas humanas. Pero fundamentalmente, por lo que él mismo ha explicado –y ya dice mucho el título de su libro Los enemigos del comercio, a quienes equipara a enemigos de la libertad– Creo que comete tres errores de concepto y uno de historia.
1. No existen enemigos del comercio, que es un hecho social inevitable. Existen diversas concepciones del comercio. Por ejemplo, Inglaterra destruyó las manufacturas textiles indias y al mismo tiempo prohibió montar allí fábricas que hicieran la competencia a las inglesas. El comercio existió, claro, de esa manera. Tampoco parece un ataque a la libertad que la Iglesia prohíba, por ejemplo, montar en las catedrales mercadillos de ropa, droga o pornografía.
2. El segundo error, a mi juicio, es presentar la libertad de comercio como panacea para la libertad y el bienestar. No siempre es así. Esa libertad convirtió a Inglaterra en la mayor potencia narcotraficante de la historia. A su lado Maduro o las FARC parecerían liberales, pues no obligan a nadie a consumir droga, solo satisfacen una “demanda social” contra las restricciones antiliberales de sus gobiernos. En cambio Inglaterra no solo traficaba con drogas, especialmente el opio, sino que cuando China, alarmada por sus estragos entre los jóvenes, intentó prohibirlo, mandaron sus cañoneros y se quedaron con Hong Kong, para que los chinos entendieran de una vez lo que era la auténtica libertad. Hasta ahora, Maduro no ha intentado invadir otros países para defender la libertad de las personas. La libertad de comercio puede resultar también desastrosa: en virtud de ella, Inglaterra cambió cultivos en Bengala y extendió el del opio, provocando hambrunas con millones de muertos. Y en Irlanda el auténtico genocidio de la Gran Hambruna respondió también a una libertad de comercio, tras haber reducido a la mayor parte de la población a la miseria.
3. El tercer error de Escohotado es hacer sinónimos o casi, libertad y comercio. Sin comercio no hay economía o prosperidad, pero la libertad es un concepto mucho más amplio. En definitiva, y parodiando a Heidegger, el hombre sería un “ser para la economía”, según dice también el pensador Rajoy.
He mencionado a Inglaterra porque, según he leído, ella y Holanda son para Escohotado los modelos de la libertad-libre comercio. Inglaterra nunca aplicó esa libertad más que restrictivamente, en lo que podía convenirle. Y la acumulación de capital que facilitó la revolución industrial descansó en gran medida en el comercio de esclavos, pues Inglaterra sucedió a Holanda como la mayor potencia de la historia en ese negocio, quizá no muy ejemplar, aunque, desde luego, era un comercio libre. Y hoy sabemos que tres de los comercios que mueven mayor volumen de dinero (¿por tanto de libertad?) son la prostitución, las drogas y las armas. Otra cosa: tanto el Imperio romano como el español. que él critica, fueron dos enormes entidades comerciales, entre otras cosas. Por eso su destrucción acarreó una caída catastrófica del comercio.
Escohotado se decía liberal, a lo que tenía derecho. Solo que la suya no es la única interpretación posible del liberalismo.
*****************************

Economía y religión en historia
Desde hace dos siglos las tendencias historiográficas se inclinan, cada vez más, por la interpretación de la historia en términos materialistas, es decir, fundamentalmente económicos. Se supone que los mil variados fenómenos de reformas, pactos y conflictos políticos, decisiones regias, batallas, exploraciones, etc., incluso la literatura o las artes, serían como la espumilla superficial de esa profunda corriente comercial y técnica. De modo que podrían ser más decisivas las oscilaciones financieras o del precio del pan, que el agitado mundillo de “reyes y batallas”, reflejo secundario de tales oscilaciones.
Este concepto se aplica aún más a la religión, reducida entonces, bien a una elaboración interesada y fraudulenta de los grupos de poder para mantener su dominación, bien a poco más que una curiosidad sin mucho efecto real, estudiable al margen o como complemento de la historia propiamente dicha, a la manera de la moda o las costumbres alimentarias.
No obstante, está claro que los protagonistas de las guerras de religión pensaban muy de otro modo, y en función de sus ideas no solo aceptaban cuantiosas pérdida materiales, sino de la propia vida. Desde el punto de vista religioso, la concepción del hombre puede incluir la economía, pero es sin duda mucho más amplia y densa. La religión viene a ser una respuesta de la psique humana al problema irresoluble del sentido de la vida, puesto que, como observaba Omar Jayam, nos es imposible saber la razón de nuestra “llegada a, estancia en y salida desde” el mundo que más o menos conocemos. Estando el sentido de nuestra vida más allá de las posibilidades de la razón, la angustia derivada solo puede ser aplacada con la fe. La religión propone una fe y un modo de dar sentido a la vida mediante la moral. De hecho, también las concepciones materialistas implican fe, inevitablemente, y en ello se parecen a la religión: la fe en el progreso con el hombre considerado, parodiando a Heidegger como un “ser para la economía”, y la moral correspondiente.
La incertidumbre acerca del sentido de la vida hace que las elaboraciones religiosas sean tan variadas y a menudo enfrentadas, y que algunas busquen una universalidad que presuntamente eliminaría los conflictos y aseguraría la paz general, al modo como el galaico Orosio afirmaba del cristianismo en la época romana tardía. Pero esa universalidad estaba, desde luego, muy lejos de ser alcanzada, y había por entonces dos grandes y fundamentales conflictos bélicos de fondo religioso: entre los católicos (no todos) y el islam otomano, y entre protestantes y católicos. Esta última giraba en torno a la cuestión del libre albedrío y el valor de las obras, en otras palabras, en torno a la condición humana en lo más decisivo.