Gibraltar: el tratado de Utrecht es irrelevante / Interseparatistas: aventuras en Galicia

Próximamente iniciaremos un nuevo seminario con el tema”La posición de España en Europa”

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De vez en cuando algunos intentan basar el problema de Gibraltar en el tratado de Utrecht, unos para afirmar que España entregó el peñón y no tiene derecho a reclamarlo, otros para promover reivindicaciones parciales de aguas o terrenos para España.

   La realidad es que el tratado nunca se cumplió, pues desde el primer momento lo vulneraron los ingleses ocupando más terreno y edificios de los acordados, y  adueñándose de aguas aledañas, política que continúa hasta ahora mismo.

   Por otra parte el tratado dejó de tener el menor valor de referencia desde los años 60, cuando Londres, con típica pillería, declaró colonia a Gibraltar para aplicarle el “derecho de autodeterminación”. Evidentemente los llanitos, instalados allí por los ingleses, que odian y desprecian a España, y vivían y viven de la base militar, se “autodeterminarían” a favor de Inglaterra de modo ya definitivo. Sin embargo Londres cayó en su propia trampa por obra de la hábil diplomacia franquista. De este modo, la ONU declaró que Gibraltar debía volver a España, atendiendo a los intereses de los llanitos, que no debían ser perseguidos ni expulsados, pero no a sus deseos, que evidentemente iban contra España.  (Otro de los grandes logros de aquella diplomacia consistió en negociar con Argentina la compra de cereales y carne, adelantándose unos meses a la criminal declaración de aislamiento de España, que habría causado una tremenda hambruna en el país).

   Como quedó claro en el reciente seminario, fueron los políticos españoles, especialmente en la transición y después con el PSOE en el poder, quienes anularon la victoria de España, convirtiendo lo que había sido una ruina para Inglaterra, en un emporio económico que le permite sobornar y corromper a autoridades y periodistas no solo en Andalucía sino en todas partes. Mientras procuran, esos políticos, hablar lo menos posible del problema, de modo que la opinión pública no tome conciencia de su enorme gravedad y alcance. De ahí que la labor que hemos emprendido se dirija ante todo a crear esa conciencia. Recordemos de paso que la casta política que mantiene y engorda la colonia sin el menor pudor, es la misma que ha engordado los separatismos, o convierte a las fuerzas armadas españolas en un ejército lacayo al servicio de intereses ajenos, bajo mando ajeno y en idioma ajeno, o funciona con leyes totalitarias como la de memoria histórica o las de género…  Con ello nos damos cuenta de que al exponer la cuestión de Gibraltar estamos denunciando a semejantes elementos corruptos y enemigos de España o indiferentes a ella. Porque mientras esos partidos no sean desplazados por otros de nuevo cuño, ni este problema ni ningún otro se resolverá: al contrario, la especialidad de ellos es crear otros nuevos, como los que nos busca ahora con Rusia. 

 No hay que hablar del tratado de Utrecht, sino de la devolución pura y simple de un territorio invadido. Se trata de una cuestión de fuerza, que no tiene por qué ser militar. De momento, España tiene la fuerza moral, diplomática,  política y económica, y ello debería bastar para recuperar ese trozo de España colonizado por una potencia a la que nuestros infames políticos consideran amiga y aliada, en realidad ama y señora.  Por lo que solo gobiernos dispuestos a emplear esas fuerzas pueden alcanzar el objetivo. Y esos gobiernos no existen, los actuales deben ser desplazados, y la reivindicación de Gibraltar puede ser una palanca para expulsarlos y sustituirlos por una alternativa democrática y española.

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La reconquista y España

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*Un gobierno que no cumple ni hace cumplir la ley es un gobierno delincuente. Y la ley no se cumple desde hace mucho tiempo, habiendo llegado a una situación de golpe de estado permanente.

*Cuando una clase política se compone de delincuentes, como hoy ocurre, la judicialización de la política es necesaria. El problema es que muchos jueces también están “politizados”.

*Hay algo que bloquea toda respuesta a los separatismos, a la ETA, a Gibraltar y a todas las fechorías de esa gente. Ese algo es el PP, cómplice de los demás.

*La canción de Israel en Eurovisión refleja muy bien el clima entre grotesco y monstruoso que se va imponiendo en Europa. El embrutecimiento.

*Un régimen que fomenta y financia el separatismo, que premia a la ETA en las instituciones, que tiene leyes totalitarias como la de memoria histórica o las de género, no es una democracia.

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Los nacionalismos vasco y catalán: En la guerra civil, el franquismo y la democracia de [Moa, Pío]

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Parece que la carta de Jaume Ripollet i Bohigas, alumno de la Universidad Rovira i Virgili, al profesor de la Pompeu Fabra y ex detective señor Bofarull i Bofarull (ver comentario del 27 de agosto, en este blog), ha levantado ronchas en algunos, según la réplica que me envía mi atenta corresponsal de Reus:

“Hace tiempo que dejé de contestar a estos maketos, porque está claro, un maketo es un maketo, ya lo aclaró nuestro gran Maestro Sabin, y ¿qué se puede esperar de un maketo? Lo digo sobre todo por los catalufos esos tan engreídos, como el tal Jaume Nosekehostias i Nosékerrollos, que ya ha hecho que se me inflen los cojones y me obligue a darle la respuesta que se merece.

Pues en su carta al tal Bofarull carolingio ese de la Pompeu Fabra (¡qué risa!)  dice el tal Jaume que en Grecia les dijo a unos baskos que pedirían al guía explicaciones en euskera, y que los baskos se le rieron en la jeta, y termina el tío: “Me di cuenta de que hay todavía mucho vasco absurdo y atrasado, desde luego están más atrasados que nosotros, lamentablemente: mucho tiro y mucha bomba, pero luego, nada”. Mire usted, tontolaba, claro que, si nosotros  querríamos, el euskera se convertía en la lengua internacional, porque es la lengua más perfecta, lo cual es bien sabido y aceptado por todos los especialistas hoy día. Pero resulta, entérese usted bien, que  el euskera no es un idioma para que lo hable cualquiera así como así, es el idioma más antiguo del mundo, probablemente ya lo hablaba Noé, eso lo han demostrado varios científicos del PNV, y, como comprenderéis, no vamos a andar divulgándolo de cualquier manera como un idioma más. Hablar euskera no lo habla el que kiere, sino el ke puede, y sin haber nacido en Euskadi… pues difícil va a ser. Incluso mutxos de nosotros mismos lo hablamos poco y en okasiones especiales, precisamente para no desgastarlo, porque es como una joya, que no hay por ké andar exhibiéndola por ahí a trotxe y motxe. “Si los maketos aprendieran el Euzkera, tendríamos que abandonar éste” ya lo dijo el Gran Arana. Se entiende, ¿verdad? No es como el catalán, que aparte de que no lo habla casi nadie, es que se ve enseguida que es como un dialecto del español, de tanto como se parecen, con un toque de franchute. Y le voy a decir una cosa a esos karolingios: traten de aprender euskera y ya verán como no lo consiguen ¿Y por qué? ¡Ah…! Contéstense ustedes mismos.

Y lo de los tiros y las bombas, se lo van a meter ustedes por donde les kepa, que los baskos como debe ser, los baskos nacionalistas, a esos me refiero, ya sé que hay algunos malos baskos que no merecen el título, tíos amaketados y que, lo decía muy bien nuestro Maestro “merecen ser arrastrados desde la cumbre del Gorbea hasta las peñas del Matxitxako”, pues los baskos de verdad somos de natural pacífiko, y si se quiere, humanista y científiko, por lo menos como ustedes y más, excepto que nos toquen mutxo los kojones, porque entonces nos defendemos, claro está. Ustedes los katalufos saben bastante de eso, porque ¿no se dicen ustedes carolingios? Pues los carolingios, según tengo entendido, eran frankos, y bien para el pelo les dimos en Roncesvalles, así que espero que no les queden ganas a ustedes de volver a las andadas, ya saben lo que les espera si se pasan y se ponen demasiado tontos.

Pero ké hostias, ahora que lo pienso, ¡qué coño van a tener ustedes nada que ver con los francos, los carolingios y toda esa gente! Los frankos se parecían más a los baskos, kiero decir, eran altos y rubios, y ustedes, bueno, cada vez que yo veía al Jordi Pujol ese, es que me partía de risa, o al Carod y toda esa banda, con pinta de cacereños, tíos setas alimentados con tocino y bellotas. ¿Pues anda que no viven ustedes de ilusiones, como los tontos de los kojones! Si ya lo decía nuestro Maestro de los maketos, y recuerden que ustedes es lo que son, les guste o no les guste: “más que hombres parecen simios poco menos bestias que el gorila; no busquéis en sus rostros la expresión de la inteligencia humana ni de virtud alguna: su mirada sólo revela idiotismo y brutalidad”. Me doy cuenta de que es lamentable, pero es la realidad, y la realidad hay que conocerla y afrontarla, qué se le va a hacer. Fíjense en cambio en nuestro Arana, calificado con justicia en la prensa baska de “Bello Apolo euzkeldún con la hermosura corporal del crinado numen lírico, prototipo de la belleza viril”. Pues hay estas diferencias, señores carolingios de pega. ¿Que les fastidian? Pues les repito, ¡qué le vamos a hacer! Y no traten de impresionarnos con sus sapiencias de Sócrates, Homero, Julio César y todos esos, porque no lo konsegirán, ¡a nosotros con esas murgas!

Y vuelvo a citarles al Maestro: “No es razonable la alianza de los catalanes y los bizkaínos; pues no son semejantes los sujetos Bizkaya y Cataluña, ni se parecen en su desgracia; ni tienen un enemigo común; ni son las mismas sus aspiraciones. Equiparar nuestro derecho a constituir nación aparte con el derecho que le sirviera de base al nacionalismo catalán, sería rebajar el nuestro. Nunca discutiremos si las regiones españolas como Cataluña tienen o no derecho al regionalismo que defienden, porque nos preocupan muy poco, nada por mejor decir, los asuntos internos de España”. No quiero parecer descortés, pero más vale que se vayan enterando de unas cuantas verdades y dejen de vivir de ilusiones, señores “karolingios”.

Iñaki Eguaraz Hernandorena, sin otro título que el de Buen Basko.

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Me lo hace llegar mi corresponsal de Reus:

Admirado profesor Bofarull i Bofarull 

Aun sin haber tenido respuesta a mi carta, y después de los rebuznos del tal Eguaraz, me permito relatarle una nueva y dolorosa experiencia para que compruebe el atraso de muchos de estos bárbaros que se llaman antiespañoles y son más españoles que los españoleitors, con eso se lo digo todo. Este verano fui también a Galicia con dos amigos, también patriotas catalanes, a los que yo hacía de traductor, porque yo hablo y entiendo un poco, bueno, bastante, el castellano, qué remedio, me obligaron a estudiarlo, menos mal que eso ya va cambiando. Fuimos a una excursión por el río Sil que llaman Ribeira Sacra (¡sacra! ¿ve usted? En plan religioso y tal, a estas alturas). La carreterucha hasta allí era africana, qué africana, española, y nos preguntábamos los tres qué hace esta gente con la pasta que nos sacan a los catalanes y que dicen que es para mejorar a esas naciones atrasadas como Galicia. Ya te jode que encima de que nos roban los cuartos a través del Estado español, solo sepan hacer chapuzas… menuda panda de vagos e ineptos, estos gallegos. ¡Gallegos! Ya la palabra dice mucho. Ya nos íbamos calentando al comentar estas verdades, cuando dimos con un bache enorme, el coche medio se hundió y pegó un brinco, Oriol y Jordi se pegaron un hostión de cuidado con el techo y quedaron con tortícolis para todo el día, las ruedas de delante perdieron el paralelo, y así el coche iba por donde le daba la gana. Fue un milagro que no nos cayéramos por uno de aquellos barrancos. Conseguimos llegar al embarcadero, y algunos palurdos de estos se nos quedan mirando mientras maniobramos penosamente, y al ver los CAT de medio metro que llevábamos junto a la matrícula y en los dos lados del coche, va uno y comenta: “Ah, claro, es que son catalanes”, como diciendo qué otra cosa podían ser tales gilipollas, cuando llegábamos así por culpa de ellos y de sus putas carreteras. Encima de lo que nos mangan, ¿eh?…  Si mis compañeros no fueran medio lisiados por lo del bache, con la cabeza doblada sobre el hombro, creo que les habríamos enseñado lo que es la sangre almogávar y carolingia.

Pero lo peor fue cuando subimos al barquichuelo con el que dan paseos por un tramo del Sil. El sitio no estaba mal, me recordaba un poco a los fiordos noruegos en los que tanto disfrutamos hablando catalán con los naturales, tan amables y civilizados, seguramente de estirpe carolingia también, o por lo menos parecidos. Bueno, el paisaje no estaba mal, ya digo, pero la chusma de por allí… Total, que la tipa que iba explicando las cosas hablaba con voz muy dulce pero resultó una arpía de no te menees. Voy y le digo que nos hable en catalán, y la tía borde nos contesta en gallego. Yo la entendía bastante, porque el gallego, aunque le dicen idioma, yo creo que es un castellano mal hablado y nada más. Me mosqueó que la tía se pusiera en plan chulo, y le dije que en Grecia y en Noruega, y en muchos sitios más, los guías y tal nos hablaban normalmente en catalán, y no comprendía cómo dentro del Estado español, mucho más cerca, no se nos atendía igual en nuestro idioma, y que luego encima nos llaman separatistas, cuando son ellos los separadores, los que por la puta envidia no reconocen la pujanza internacional de nuestro idioma. Y la tía, que no nos hace puto caso, se da la vuelta  y se mete en la parte cubierta del catamarán, así le llaman, creo, que si estuviéramos en Cataluña llevaría ya veinte años desguazado.

Entonces nos subimos a la cubierta de arriba, que tenía unos bancos al aire libre, para olvidar los sinsabores y disfrutar un poco del paisaje, ya digo, lo único algo bueno, por no decir lo único soportable de todo aquello, aunque el pasaje era demasiado caro. En mala hora se nos ocurrió ir a esta maldita nación. Oriol y Jordi, por lo del cuello, tenían que hacer números para mirar arriba hacia aquellos picachos, se retorcían, gemían y sufrían lo indecible. Y en estas, que la tía burra, por la megafonía, interrumpe las explicaciones turísticas y suelta: “Atención, hay aquí tres golfos que no han pagado el pasaje, y para que no siente precedente y sirva de advertencia, voy a decir sus nombres”. Y suelta mi nombre y el de mis compañeros. Porque olvidé decirle que los billetes hay que reservarlos en el hotel, y en la reserva venían nuestros nombres. Hervíamos de indignación, ¿así tratan a los turistas por estos pagos? ¿A los que les damos de comer? Pero Jordi dijo: “Hagamos como que no hemos oído, no hay mayor desprecio que no hacer aprecio”. Y entonces va la arpía y grita por el altavoz: “Son esos tres que van sentados en el banco segundo de la izquierda, dos de ellos con el pescuezo torcido”. Y la gente mirándonos y cuchicheando. Uno me pareció que hablaba de tirarnos al agua. Aquello ya era demasiado, señor Bofarull, aquello ya no podía ser. Descendimos bajo cubierta, donde hablaba la maldita individua, y le dije:

– Ha de saber usted, señora, que sí hemos pagado ya, que no debiéramos haberlo hecho, porque no se respeta nuestro derecho a recibir las explicaciones en catalán. Es la primera vez en mi vida que nos tratan de esta manera, voy a protestar a…

– ¡Qué carallo van a haber pagado ustedes! ¡A ver si creen que soy tonta!

– ¡Le digo que hemos pagado, y que vamos a presentar una protesta…!

– ¡Pues si han pagado, vuelven a pagar, qué carallo! Primero me obligan a decir por megafonía lo que he dicho, que es algo muy violento, créanme, muy desagradable para mí, y encima vienen aquí a llamarme mentirosa y a amenazarme. ¡Carqueixo! ¡Carqueixo!

Y que sale de no sé donde una especie de bestia parda con un cuchillo de monte al cinto, un cuchillo como un alfanje, vamos, y nos dice posando la mano en la empuñadura:

– Qué pasa aquí, ¿quién está amenazando a mi perlita del Caribe? ¿Quién se atreve a llamarla mentirosa?

Y la tía pedorra, que se echa a llorar diciendo:

– Me han obligado a tener que decir que había tres golfos que no pagaban, con lo desagradable que es tener que decir esas cosas… Y no quieren pagar…

¿Usted cree que se puede razonar con semejantes bestias, señor Bofarull? ¡Esos ni se habían olido el talante carolingio, se lo puedo asegurar, estoy seguro que se lo dices y ni saben de qué les estás hablando! Estuve por darle una patada en los huevos al tío, pero Oriol, con la cabeza penosamente doblada, me advirtió al oído: “Tranquilo, Jaume, tranquilo, que nos pierdes. Que luego viene la Guardia Civil, y ¿a quién crees que va a darle la razón? ¿Nos va a dar la razón en cuanto sepa que somos catalanes? Ni de coña, nos empapelan a los tres y nos meten en chirona. Si hay que pagar otra vez, pagamos y ya está”. Me di cuenta de que era un aviso lleno de seny, señor Bofarull, aunque muy amargo, cada vez que pensaba en la borrachera que iban a coger aquella pareja de piratas con el sobresueldo que tuvimos que aflojarles, porque lo único que deben saber hacer bien por esta desdichada tierra es empinar el codo, bueno, es que me daban ganas de volver y hacerles un agujero en el barco, con ellos dentro atados y amordazados.

En fin, señor Bofarull, así están las cosas por esas naciones que dicen que se solidarizan con nosotros. Creo que hay que montar una campaña de boicot turístico para que, al menos, no se beneficien de nuestros euros en estos países de salvajes. Y por supuesto, escribiré a la Generalitat para que tome cartas en el asunto, porque no puede permitirse que traten así a unos ciudadanos catalanes, y menos en un país de mierda como Galicia, de donde han venido tantos muertos de hambre a que les demos de comer en nuestra nación, y los cabrones así nos lo agradecen. Después de volver a casa, gastándonos una pasta en paralelar las ruedas y en linimentos y tal, todavía me hierve la sangre, cada vez que me acuerdo. Después de esto ya no me extraña nada de los Eguaraces y Carballeiras, los creo capaces de cualquier cosa, hasta de declararse españolísimos el día menos pensado.

 

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Moscú (y IV) La persistencia de símbolos comunistas / Instructivo viaje por Grecia

Comisión de la verdad sobre el PSOE: El “Himalaya de mentiras” sobre la represión de Asturias, que envenenó literalmente a la sociedad española: https://www.youtube.com/watch?v=IUjyptQHJ2U&t=7s

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En un país al que poderosas fuerzas amenazan disgregar y aniquilar, el conocimiento de la historia real se vuelve decisivo: “La Reconquista y España”.

La reconquista y España

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Como decía, la actual sociedad de Moscú y sus modos políticos no pueden ser más diferentes de los comunistas, pese a lo cual los símbolos y emblemas del pasado régimen siguen presentes por todas partes. Esto puede deberse a tres causas: a una sana actitud racional que acepta el pasado como pasado y no cree, con mentalidad mágica, que se le hace desaparecer borrando sus signos externos;  o bien a una persistente atracción subterránea por aquel tiempo; o a una mezcla de ambos, que me parece lo más probable.

   En Madrid, las bandas de canallas que hoy gobiernan viven en pleno pensamiento mágico (vuelven la estupidez y la canallería, como caracterizaba Gregorio Marañón a la república): para ellos conceptos como democracia o Europa son simples palabras mágicas que pueden usarse y se usan en los sentidos más contradictorios. Como se dicen demócratas y cuentan que España “ha entrado en Europa” gracias a ellos, tratan de hacer desaparecer cualquier resto del pasado franquista, creyendo que así este se elimina de la realidad y de la conciencia de la gente.

   La diferencia entre Moscú y Madrid a este respecto es mucho más profunda, porque el pasado que intentan destruir en España es el mejor y más fructífero que el país haya experimentado en siglos, mientras que el sistema comunista de la URSS solo puede describirse como una pesadilla. Hay cierta tendencia oficial en Moscú a bendecir toda la historia: los zares eran buena gente y los dirigentes comunistas, también. En el Vedenjá se anunciaba la exposición “Rusia, mi historia”, tan patriotera que inducía al sarcasmo a algunos rusos que conocimos. 

  Por lo demás, Lenin sigue siendo beatificado y,  más calladamente, Stalin es tenido por un héroe.  Una viejecita decía que gracias a Stalin ella y muchos otros habían salido de la nada, habían recibido instrucción, y en su entorno no habían sufrido el terror. Lo último daba por supuesto, implícitamente,  que el terror no había existido o había sido muy exagerado o había afectado solo a los “enemigos del pueblo”. Algunas personas definen así la obra de Stalin: “industrializó a la URSS, la convirtió en una gran potencia y derrotó a los invasores alemanes”. Los dos últimos puntos son reales, pero Rusia se estaba industrializando a fuerte ritmo antes de la revolución, y fue esta la que la paralizó por bastante tiempo. Aparte de que el coste en hambrunas y brutalidades fue realmente gigantesco.

  Debe decirse que Stalin disfrutó en el occidente europeo y mundial de un prestigio enorme durante muchos años, debido a que desempeñó el papel principal en la derrota de Hitler. Europa occidental le debía así, indirectamente, buena parte de su liberación del nazismo…  salvo España, conviene repetirlo, donde no hubo nazismo y Stalin sufrió una contundente derrota en la guerra civil. El prestigio del gran genocida duró hasta que Jruschof expuso algunos de sus crímenes en Moscú, en el XX Congreso del PCUS. En realidad, aquellos crímenes, y más, eran ampliamente conocidos, aunque se daban por buenos en función del resultado bélico,  o se los negaba como propaganda imperialista; pero cuando el propio Partido Comunista soviético los reconocía, ya el asunto no tenía vuelta de hoja.

   La URSS fue una construcción debida esencialmente a Lenin y Stalin, dos tiranos de una maldad espeluznante. Pero no se trataba de maldad personal semejante a la de algunos emperadores romanos, por ejemplo,  enloquecidos por el vértigo del poder. Su terror venía de una concepción ideológica en la que la guerra civil y la matanza de enemigos eran una necesidad y en cierto sentido una virtud obligada, que exigía un “temple” de “hombre nuevo” (el “acero bolchevique”), como decía alguno cuando el holodomor: aquellos horrores habían forjado un tipo de personas capaces de contemplarlos fríamente sin retroceder ante nada por alcanzar la nueva sociedad presuntamente paradisíaca. El propio Jruschof, que debía desquitarse así de humillaciones y que había demostrado él mismo aquel “temple”, concluía: Stalin estaba convencido de que procedía en defensa de los intereses de la clase trabajadora y contra los enemigos que complotaban y también contra los ataques del campo imperialista. Miraba las cosas desde el punto de vista de los intereses de la clase trabajadora, de los intereses de la gente laboriosa, de los intereses de la victoria del socialismo y del comunismo. No podemos asegurar que éstas fueron las obras de un déspota atolondrado. Él juzgaba que lo que se hacía, debía hacerse en bien del Partido, de las masas trabajadoras y en nombre de la defensa de los objetivos revolucionarios. ¡He ahí toda la tragedia!  

   La denuncia de Jruschof implicaba que la “construcción del socialismo” se había realizado en medio de una orgía de crímenes, lo que contradecía absolutamente la pretensión de haber puesto en pie una sociedad maravillosa de libertad, igualdad, ciencia y riqueza (contradicción que motivó la gran escisión chino-soviética). Por ello, Jruschof tuvo que glorificar a Lenin y pintar a Stalin como traidor a su legado, cuando lo indudable es que ambos dirigentes, así como Trotski, partían de los mismos principios y aplicaban los mismos métodos. La tragedia no es la que señalaba Jruschof, sino que tantas atrocidades no habían servido para nada.  Desde Jruschof , el régimen soviético siguió desenvolviéndose ciertamente con menos terror (pero sin abandonar el terror) y algún logro espectacular como la conquista del espacio; pero solo fue capaz de construir una sociedad gris, opresiva, pobre y triste, apoyada en un ejército desproporcionado y en una policía omnipresente. Y  donde solo la necesidad de competir con Usa  –y perder siempre la competición– la sacaba de su estancamiento, entre alternativas periódicas de consentimiento a cierta propiedad privada y  de reafirmación de la estatal, muy poco productiva.

    Es muy llamativo que en Madrid la condena del franquismo, basada en la propaganda comunista, intente achacar a Franco crímenes muy parecidos a los de Stalin. La realidad, como he expuesto en Los mitos del franquismo, es exactamente la contraria. El franquismo sí creó una sociedad incomparablemente más digna, más culta, más libre y más rica que las de cualquier época anterior en el país, y su represión fue comparativamente mínima y motivada por la acción típicamente staliniana de los comunistas españoles y sus aliados. No motivada por crímenes imaginarios como la de haber nacido “burgués” o judío o similares,  sino por crímenes reales y concretos. El franquismo solo tuvo una oposición real comunista, y las condenas al mismo provienen de su propaganda, aceptadas por frivolidad o canallería por muchos no comunistas, incluso liberales.

    Volviendo al principio, cabe ver en la persistencia de símbolos comunistas en Moscú una actitud encomiable de asimilación del pasado, aunque haya sido horrendo en tantos aspectos. Y en contraste, son aquellos españoles moralmente embrutecidos, adeptos o nostálgicos de tales horrores,  quienes intentan hacer desaparecer mágicamente un pasado forjado por gentes muy superiores a ellos desde cualquier punto de vista.

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Creía yo que la polémica entre separatistas periféricos se había terminado por natural consunción, pero me comunica mi atenta corresponsal de Reus que no ha sido así, ni mucho menos. Lo que hicieron fue ponerse de acuerdo para no utilizar mi blog, por tacharlo de españolista,  y la discusión ha seguido por medio de cartas que difunden entre ellos. A mi corresponsal, que prefiere razonablemente guardar el anonimato, le llegan. Y me indica, creo que con razón, que al haber debatido en “Presente y Pasado”, los separatistas, y haber interrumpido la discusión tan poco educadamente,  habrán dejado en ascuas a muchos asiduos del blog, por saber cómo termina la apasionante polémica. Recordarán ustedes, además, que el profesor Bofarull i Bofarull se había despedido del blog lanzando recias amenazas contra Moh Ul-sih y contra mí mismo, si me ponía farruco.

 Desgraciadamente no me es posible reproducir todas las comunicaciones que me hace llegar mi corresponsal, por falta de tiempo y de espacio, pero procuraré reproducir aquí las que parezcan más significativas. Esta, por ejemplo, la dirige Jaume Ripollet i Bohigas, joven estudiante de historia de la Universidad Rovira i Virgili, a don Francesc Bofarull i Bofarull, de la universidad Pompeu Fabra y ex detective. La corresponsal me la ha traducido al castellano porque “aunque el catalán escrito lo entiende fácilmente un castellano hablante, debido a la gran afinidad de ambos idiomas (a pesar de los esfuerzos del loquillo Pompeu Fabra por embrollar todo lo que pudo) siempre hay algunas palabras sueltas que entorpecen la comprensión”. El texto dice así:

Querido y admirado profesor

No habiendo tenido la dicha de ser alumno suyo, no obstante me he sentido profundamente concernido por las ejemplares estocadas con que ha hecho usted prevalecer las razones y el talante carolingio que nos distingue sobre las expresiones, sin duda bien intencionadas, no digo que no, pero inevitablemente burdas, de los tales Carballeira O´Flanaghan, Aixa Modrejón Cogolludo y otros personajes por el estilo, que rezuman envidia malsana a Cataluña, aun si debemos apreciar su común y buen deseo de emanciparse de la repulsiva España. Yo, señor Bofarull i Bofarull, hago país, como usted, allí donde voy, y defiendo las esencias catalanas como nos recomendaba uno de los padres del nacionalismo catalán: “El nacionalismo catalán tiene por Dios a la Patria”. No más, pero tampoco menos, y lo digo declarándome ateo como lo es hoy día cualquier persona con dos dedos de frente.

Se lo digo porque en un viaje a Grecia que he hecho este verano he podido comprobar la profunda impronta de nuestro idioma y cultura en aquel alejado país del Mediterráneo, tal como el año pasado lo comprobé viajando por Suecia y Noruega. En dos palabras, señor Bofarull, nos conocen y nos admiran,  tanto por nuestra cultura humanista y científica como por nuestra lucha heroica y ancestral por liberarnos del africano opresor españoleitor. Se lo comunico así, estimado señor Bofarull, porque es la verdad y porque entre nosotros, separatistas catalanes,  no tenemos por qué disimular con falsas modestias lo que por otra parte es una evidencia.

Cómo olvidar la visita a Delfos, donde, con la habitual desfachatez o falta de tacto, nos incluyeron a varios catalanes con un grupo de españoles, como si fuéramos unos españoles más… Yo, se lo digo tal cual, no crucé una sola palabra con los españoleitors, y si me decían algo les contestaba en catalán bien cerrado, o me inventaba palabras para que no me entendieran, pues considero que hay que darles en las narices a nuestros opresores, mantener la lucha contra ellos en todos los niveles y en todas las ocasiones, sin darles un minuto de tregua.  Pues, como le decía, el guía se empeñaba en hablarnos en castellano y yo, ya cabreado, me fui a él y le dije: “Oye, tío, que aquí algunos no somos españoles y queremos que nos hablen en catalán”. Se lo dije primero en inglés, pero al parecer no me entendía o no quería entenderme, así que no tuve más remedio que repetírselo en el jodido lenguaje de nuestros opresores. Bueno, pues no se lo podrá usted creer, pero el tío va y me dice: “¡Pues haberlo dicho antes, cojones! Aquí en Grecia queremos mucho a los catalanes desde que vinieron hace siglos los almogávares a liberarnos, y siempre nos hemos sentido fascinados por vuestras grandes hazañas intelectuales y de todo. ¡Con deciros que a Jacinto Verdaguer y a Rovira y Virgili se les estudia cada vez más en nuestra enseñanza secundaria…” Pues a partir de ese momento el guía, Yorgos,  explicaba las cosas primero en catalán, para nosotros, y después en castellano, para los charnegos y toda aquella gente.

Por cierto, venían también algunos vascos, y les sugerí que protestaran como yo, y que le exigiesen al guía que les diera las explicaciones en euskera, tuve que explicárselo también en el puñetero idioma español porque tampoco entendían el inglés. Y van los muy cabrones descastados y se me ríen en las narices.   Me di cuenta de que hay todavía mucho vasco absurdo y atrasado, desde luego están más atrasados que nosotros, lamentablemente: mucho tiro y mucha bomba, pero luego, nada. Entre ellos seguían hablando español como si tal cosa, solo soltaban de vez en cuando unas palabras en euskera, que a mí me sabían a gloria, aunque no las entendiera, pero por mucho que les decía que siguieran, volvían enseguida al castellano. Bastante atrasados, créame, y hasta sospecho que los muy cabrones  se cachondeaban de mí, y a través de mí, de los catalanes. Claro que también debemos comprenderlos, pues no tienen una cultura humanista y científica de nuestro nivel.

Pues, como le iba diciendo, nunca podré olvidar la estancia en Delfos, con las preciosas explicaciones que nos dio Yorgos a los catalanes (no faltaban algunos botiflers, pero a esos,  ni caso, ya puede usted imaginarse). Enseguida congeniamos, y nos enseñó cosas que normalmente no se explican a los turistas, como el olivo del cual se ahorcó Alejandro Magno después de una borrachera monumental, o la roca desde la que se tiró un filósofo  cantamañanas llamado Aristóteles, porque le deprimía el paisaje de Delfos, o la higuera de la cual hizo Julio César su bastón de mando, con el que mató a palos  no recuerdo bien si a Sócrates o a Homero, por un asunto de cuernos, parece ser. Y así otras muchas cosas sumamente instructivas, en que no me extiendo porque lógicamente usted las conocerá mucho mejor que yo.

Le hice observar a Yorgos que aquellas gentes tenían unas costumbres algo bárbaras, y que seguramente les habría hecho mucho bien un mayor contacto con nuestro talante carolingio, pero, claro, en aquellos tiempos no era como ahora, que en un par de horas o menos sales de Barcelona y te colocas en Atenas. Viajar era más difícil y más arriesgado, además eran más pobres, y pocos podían pagarse un billete de Delfos a Cataluña. A mí  me extrañó lo de Aristóteles, porque no veía yo cómo  el paisaje de Delfos podía deprimir a nadie en su sano juicio. Seguramente al tío se le había reblandecido algo la mollera, de tanto filosofar. Era un paisaje bastante imponente, lo admito, no tanto como el de Montserrat, pero que no estaba mal tampoco, así que le dije a Yorgos, y le hizo mucha gracia, que si Aristóteles llega a venir a Montserrat, ya es que no se tira de una roca, es que  se muere de un infarto con solo verlo. Por cierto que aproveché para hablarle largo y tendido de Montserrat, y Yorgos prometió que el año próximo se acercaría por allí. Porque si nosotros vamos a Grecia a soltar nuestros euros, que vengan ellos a Cataluña a soltar los suyos, vamos, digo yo. Ya ve usted cómo no desperdicio ocasión de hacer país.

Y aquí corto, admirado profesor, porque me doy cuenta de que me alargo demasiado y no quiero aburrirle. Me gustaría que hiciera usted circular este pequeño testimonio de patriotismo  y de apoyo en su noble campaña de clarificación que podríamos titular “¡todos juntos contra el imperialismo español, pero no revueltos!”. Necesitamos auténticos líderes intelectuales como usted” .

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Está en marcha una enorme campaña de intoxicación sobre la guerra civil y la historia reciente de España. Algunos antídotos:

los mitos del franquismo-pio moa-9788490603499la guerra civil y los problemas de la democracia en españa-pio moa-9788490551394Mitos de la Guerra civil, los (Bolsillo (la Esfera))

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Moscú (III) Dos monumentos simbólicos del siglo XX / Interseparatistas. Aixa no respeta la carolingiez

Comisión de la verdad sobre el PSOE: El “Himalaya de mentiras” sobre la represión de Asturias, que envenenó literalmente a la sociedad española: https://www.youtube.com/watch?v=IUjyptQHJ2U&t=7s

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La reconquista y España

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En el hotel en que estábamos (tres estrellas) creo que no había más extranjeros que nosotros, la música de fondo en los desayunos era rusa y no la música anglosajona típica de los hoteles españoles (y de los bares, negocios y anuncios, venga o no a cuento), y se hallaba cerca de la Vedenjá, un gran parque dedicado a la exposición de los logros económicos del régimen soviético. Ese parque se había centrado inicialmente en los éxitos agrícolas, y su entrada consiste en una puerta monumental con un arco de triunfo, sobre el cual se alzan dos koljosianos enarbolando un gran haz de gavillas de trigo dorado, relucientes como oro. Recordaba un poco a la Feria del Campo de Madrid solo en una cosa: en que había quedado abandonado muchos años, con varios de sus edificios representativos medio arruinados. Actualmente se están reparando. Por lo demás, la exposición soviética se compone de edificios monumentales representativos de cada república soviética, organizados a lo largo de un gran paseo en torno a un grandioso pabellón central, mientras que la feria madrileña se componía de casas típicas de cada región distribuidas algo anárquicamente. Sin embargo la agricultura fue uno de los grandes fracasos del régimen soviético, y un éxito muy notable del franquista.  Los triunfos soviéticos se dieron sobre todo en el área de la propaganda, y son tan sorprendentes que la visión todavía hoy predominante en España sobre la guerra civil y el franquismo es la elaborada por la propaganda comunista.

   Después, con Jruschof, la Exposición moscovita se dedicó a los logros económicos en general, muy poco brillantes, y a los técnicos y científicos, estos más sobresalientes. Jruschof creía que en unos pocos años la URSS superaría el nivel de riqueza y consumo de Usa, con lo que todo el mundo querría imitar al régimen soviético: una de tantas falsas ilusiones que la propaganda no logró encubrir. Pero me concretaré a dos aspectos: el pabellón central, de mármol blanco con columnata y coronado por  una aguja dorada con la estrella de cinco puntas… en fin, pueden verlo en cualquier foto. Es sin duda una edificación  bella y armoniosa, pero algo en ella causa extrañeza: se diría un monumento helenístico, un tanto inapropiado para un siglo XX revolucionario y futurista que pretendía innovar en todo, máxime en la URSS.

   Pero hay cerca otro monumento más apropiado, en un parque menor aledaño: el celebérrimo dedicado a los conquistadores del espacio: una especie de estela que se eleva más de cien metros, rematada por un cohete. En la base, bajorrelieves muy soviéticos, con un museo de las naves espaciales incluyendo la colaboración final ruso-useña. Frente a él, un poema alusivo al triunfo sobre la opresión y el oscurantismo que permitió construir “alas de fuego” para la nueva época. Está revestido de titanio, que le da tonalidades diversas según la luz. En su simplicidad es sin duda uno de los monumentos más majestuosos del siglo XX, y se me ocurrió compararlo con el Valle de los Caídos. De acuerdo con retóricas al uso, el monumento de Moscú sería un canto al espíritu humano que por medio de la técnica se eleva hacia la comprensión y el dominio del universo, si bien el cohete que lo corona resulta quizá demasiado concreto. En cambio el de Madrid representaría precisamente “la oscuridad y la opresión”, simbolizadas en la cruz. No obstante, en realidad si algún régimen fue opresivo ha sido el comunista, también con su férrea censura oscurantista sobre cualquier disidencia.

 Le comenté a un conocido ruso que realmente los soviéticos fueron los pioneros en la conquista del espacio y este puede decirse que es su logro más real, pero contemporáneo de las “jruschovkas”. Estas eran las nuevas casas familiares construidas masivamente en el período de Jruschof: pisos muy reducidos, con cuartos de baño minúsculos y sin ventana,  hechos con malos materiales y en bloques horrendos. A pesar de lo cual constituían un progreso notable sobre los pisos colectivos, compartidos por varias familias, habituales hasta entonces. Conquista del espacio en contraste con  estrechez y pobreza de las masas, tan loadas en la propaganda. Por ello este indudable logro soviético asombra mucho. En España, por entonces, “las masas” no solo vivían mejor que en la URSS, sino que mejoraban con rapidez, habiendo superado el país, con su propio esfuerzo, una posguerra difícil, dificultada aún más por un aislamiento realmente criminal impuesto por democracias y regímenes soviéticos todos juntos.

   Creo que así como el monumento a los conquistadores del espacio, si se le despoja de la retórica, es realmente grandioso y casi lo único de lo que podría envanecerse aquel régimen, el Valle de los Caídos representa también el triunfo de un espíritu a un tiempo modesto y heroico. Suele olvidarse que España es el único país de Europa occidental que no precisó ser liberado por el ejército useño e, indirectamente, por el soviético; que venció a Stalin en la península ibérica y se reedificó con sus propias fuerzas… Un país libre de las colosales deudas morales y políticas del resto de Europa, y que sin embargo se comporta como país mendigo, por obra de sus siniestros políticos actuales.

   Dos monumentos tan enormemente distintos en su espíritu y significado, y los dos tan emblemáticos del siglo XX y sus contradicciones. Desde luego las comparaciones darían para mucho más, pero dejémoslo ahí.

   El pasado miércoles, Día de la Victoria en Moscú, el metro de la Vedenjá  vomitaba multitudes que iban a pasar el día en el parque, sonaban música y canciones, algunos comunistas con sus banderas a quienes nadie hacía mucho caso… Supongo que muchos paseantes, ante los monumentos y el cohete Vostok y la nave espacial, sentirían cierto orgullo y confianza en el porvenir.

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Doña Aixa parece haberse sentido muy ofendida por la última carta de Bofarull i Bofarull. Dice así su réplica:

Debido al agobio de la corrección de exámenes no he podido leer en las últimas semanas este despreciable blog donde Pío Moa vierte a diario su veneno, y ahora, repasándolo, me encuentro la carta del señor Bofarull i Bofarull. Señor Bofarull, se lo diré una vez más: ni siquiera cuando pretende usted ser cortés y afable consigue ocultar una hipermegasoberbia racista intolerable. Métase usted su carolingiez y sus pretensiones científicas por donde le quepan, y perdone la grosería, pero sus hijoputescas chorradas me tienen ya más que harta y me hacen perder la compostura.

A pesar de todo he de darle las gracias por algo que me ha descubierto usted, es decir, lo de la Diada de la Patria Galega, esa del día de Santiago Matamoros. ¿Es verdad eso, amigo Brétemas? ¿Es verdad, señor Carballeira? ¿Es verdad, amigo Prisci? Créanme ustedes que enterarme de tal hecho me ha dejado literalmente paralizada de horror. Pero ¿se dan cuenta ustedes del terrible insulto, de la ofensa brutal que nos infligen a los andalusíes y las andalusías, hiriéndonos en lo más profundo de nuestros sentimientos? ¡Santiago, el patrón de eso que llaman “Reconquista”, señores míos, el patrón de la intolerancia, del genocidio, del exterminio sanguinario de la mejor civilización del mundo en la Edad Media! ¿Y a ese individuo repelente lo han elegido ustedes como representante de su Diada? Eso, créanme, es mucho, pero que muchísimo peor que lo del botifler Casanova, y me da igual si fue botifler o no, si el señor Bofarull lo defiende me inclino a creer que era un botifler como la copa de un pino, porque ese señor tan soberbio sólo puede estar equivocado en casi todo lo que dice.

Amigos Prisci y Brétemas –permítanme que les trate con esa confianza, pues muchas de las cosas que les he leído me han causado verdadera admiración–, señor Carballeira O’Flanaghan, si es verdad eso de la Diada de Santiago y la Patria Galega, y me temo que sí lo es, a pesar de que lo diga el casi siempre equivocado señor (¿?) Bofarull i Bofarull, si es cierto, les repito, tienen ustedes la absoluta obligación de cambiarlo radicalmente, ustedes tienen la obligación total de impedir que tan nefasta costumbre continúe. ¿Cómo reaccionarán ante tan aciaga conmemoración los nacionalistas y las nacionalistas andaluces y andaluzas, con todo nuestro ilustre pasado islámico, cuando se enteren? ¿Será posible contener su justificadísima indignación? No contaré por aquí, de momento, esa aberración suya, pero ¡cámbienlo, por favor! ¡Cambien esa diada! Se lo pido encarecidamente, incluso apasionadamente, porque, y eso la historia lo demuestra una y otra vez, esas cosas que parecen tonterías, conducen siempre a la guerra, y sería en verdad una pena que gallegas y gallegos, y andalusías y andalusíes, terminásemos enzarzados en una guerra entre nosotros y nosotras para mayor beneficio y provecho de los opresores españoles. ¡Cambien eso, señoras y señores nacionalistas gallegas y gallegos, cámbienlo antes de que sea tarde! ¡Hasta de rodillas se lo pido!

En la esperanza de que sepan ustedes comprender la profunda inquietud que me embarga, y que sabrán obrar en consecuencia, les envía un beso su amiga y admiradora

Aixa Modrejón Cogolludo (La Doncella dorada Bajo la Fuente) 

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Está en marcha una enorme campaña de intoxicación sobre la guerra civil y la historia reciente de España. Antídotos:

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Moscú (II) La urbe imperial/ Interseparatistas: admiración por doña Aixa

La impresión más fuerte de Moscú es la de una ciudad imperial, con sus pros y sus contras. El poder se siente allí a flor de piel, por así decir. Se percibe en el propio Kremlin y la Plaza Roja, pero no menos en las grandes avenidas, amplios espacios  y edificios oficiales que proliferan por el centro. Edificios con afán de monumentalidad y en los que no falta, incluso en muchos de época soviética, cierto deseo de  armonía  y embellecimiento, tan en contraste con los vulgares estilos funcionales extendidos por Europa del oeste después de la SGM. Hasta en el metro se manifiesta esa peculiar sensación: estaciones monumentales, escaleras mecánicas larguísimas, que parecen bajar a los infiernos  (en previsión de bombardeos, parece ser), andenes y trenes muy largos, con vagones que recuerdan a vehículos militares y que pasan cada minuto y medio, a grandes velocidades y haciendo un ruido casi de guerra… Ese toque imperial le llega a la ciudad desde muy antiguo (“la tercera Roma”), pero fue en la época soviética cuando alcanzó su forma más completa y opresiva: Moscú debía iluminar el mundo entero con el mensaje supuestamente liberador del comunismo.

   Por contraste, Madrid, antaño capital de un gran imperio, tiene un aire muy poco imperial. En su época gloriosa ni siquiera tuvo catedral ni universidad. El poder no se exhibe en grandes edificios, si exceptuamos el Palacio Real, que nunca estuvo aislado por murallas; y el de la Puerta del Sol  que concentró durante  muchos años el poder práctico (ministerio de Gobernación) no deja de ser un caserón de poco fuste y casi simpático y sin historias de terror. Podría comparársele con la sede del antiguo KGB (con otros nombres diversos) y hoy del FSB en la plaza Lubianka. Este es un palacio de cierta belleza y distinción externa cuyo interior guarda, en cambio una historia de auténticos horrores.  También la sede de las Cortes es una construcción modesta y de cierto valor artístico (muy empeorado por su ampliación en tiempos de Felipe González, que le da un vago aire carcelario con sus ventanucos), comparado con el actual edificio de la Duma, enorme y contundentemente feo, en contraste con otras sedes políticas de la ciudad, empezando por el propio Kremlin. 

Capitales con estilo imperial hay otras: Washington, por ejemplo, con sus vastas sedes neoclásicas y en particular con el  enorme obelisco, reminiscencia egipcia que parece concentrar los rayos de una inmensa decisión de poder. También París es una ciudad imperial, aunque con un conjunto más armónico que Moscú, que en su escasa armonía recuerda a Madrid, donde al lado de lugares de verdadera belleza se encuentran repelentes bodrios. Tampoco Londres da esa fuerte sensación “imperial” de las otras . La recuerdo con un centro monumental relativamente pequeño, sin grandes avenidas y rodeado de una extensión enorme de pequeñas casas casi todas iguales o muy parecidas, de ladrillo rojizo o negruzco,  un poco lúgubres pese a la abundancia de jardincillos. En lo cual no dejaba de haber cierta armonía. Eso era hace muchos años, y ahora veo fotos o documentales en que la masa del caserío está salpicada por rascacielos de belleza discutible. En todo caso, el poder allí, como en Madrid, se exhibe poco, parece más bien deseoso de disimular su fuerza por lo demás indudable.

   Ello aparte, Madrid ha perdido por completo cualquier ímpetu imperial, sustituido por una vocación de satélite. Ímpetu o espíritu que no han perdido Washington, Londres, incluso París, y que Moscú parece ir recuperando después de unas décadas de sensación humillante de fracaso. 

     Otro rasgo por así decir imperial de Moscú es su espectacularidad: seguramente la capital más espectacular de Europa, realzada este año por el parque Zariade, con sus gradas a modo de teatro al aire libre, llenas de gente que escucha actuaciones musicales o contempla  las puestas de sol; y  su mirador en forma de paseo elevado de líneas elegantes que parece adentrarse algo sobre el río Moscova y por el que discurren multitudes haciéndose y haciendo fotos del conjunto fantástico de torres, cúpulas, iglesias, palacios y edificaciones  hermosas en dirección a la iglesia de San Basilio, el Kremlin y mucho más allá a lo largo del río.  El año pasado la zona era un enorme socavón, y antes un  enorme y horrendo hotel soviético. Gran parte de la ciudad se encuentra en obras.

   Aunque muchos niegan la realidad del Volksgeist,  el espíritu particular de cada pueblo, creo que existe, y una de sus manifestaciones más claras consiste en el carácter de sus capitales, tan distintas las de unos y otros países. Obviamente, tomadas las personas una por una  todos somos muy parecidos  y en todas partes se encuentran los mismos tipos morales, buenos y malos; pero la interacción popular da ese aire particular a las poblaciones y a sus culturas. Rusia ha sido y sigue siendo una potencia imperial, pese a su declive económico y político. En la retórica oficial nunca ha agredido a otros pueblos, sino que ha respondido a agresiones con resultado final de expansión. Así habría sido con los mongoles, turcos, germanos, suecos, polacos, franceses o alemanes. En parte es cierto, pero no lo son menos sus impulsos ofensivos y expansivos, su mesianismo de III Roma. La SGM vendría a ser allí el último episodio de una contienda de siglos entre germanos y eslavos.

   En otro orden de cosas, pudimos ver en televisión las manifestaciones  en diversas ciudades a favor de Navalni y contra Putin, en víspera de la proclamación de este. Con su retórica quizá demasiado occidentalista, Navalni recuerda a muchos la época de Yeltsin, de desorden,  pobreza y denigración de la propia Rusia supuestamente en nombre de la democracia, y Putin ha anunciado que no permitirá tal cosa. Navalni está acusado de delitos probablemente ficticios para impedirle presentarse a las elecciones, aunque su partido es legal y considerablemente organizado, como demuestra su despliegue en la calle.  Las televisiones concedieron mucho espacio a las manifestaciones, que en Moscú fueron bastante nutridas, aunque no masivas. La policía se interponía y dividía a los manifestantes, pero no vimos ninguna carga. Un guardia con un altavoz se dirigía a “los respetables ciudadanos” para advertirles de que su actuación era ilegal y no debían cortar el paso a los demás. Otros manifestantes gritaban consignas o increpaban a los policías. Estos, de vez en cuando, detenían a alguno, no sé con qué criterio. En Moscú parece que fueron unos trescientos y otros cientos más en el  resto del país. Por el modo de actuar, más bien suave, parece probable que hayan sido pronto puestos en libertad con multas. Los gritos eran “¡Putin no es nuestro zar!”  “¡Rusia será libre!” “¡Vergüenza!” y similares.

   Los periodistas entrevistaban a manifestantes que atacaban a Putin o afirmaban que no había libertad. Uno se quejaba de “la triste Rusia que no se europeiza”. También salían paseantes que apoyaban a Putin. Una anciana manifestante se quejaba de la miseria de su pensión, y un joven decía que exageraba. El periodista preguntaba al joven si conocía la pensión mínima, y este la cifraba en el equivalente a cien euros, pero que trabajando duro se vivía bien. La realidad es que se ven por las calles a viejecillas mendigando o intentando vender cosas poco útiles. Pueden ser viudas de guerra, que perciben una pensión realmente miserable.  Los sueldos son bajos, pero han ido mejorando en estos años y en compensación hay muy poco paro. Se ven grupos de indigentes alcoholizados, generalmente viejos o  envejecidos, como en Madrid y otras muchas ciudades. Recuerdo la primera vez que fui a Londres, los indigentes de Hyde Park y otros puntos, con su tremenda miseria: nos llamaban la atención porque la sociedad inglesa era más rica que la española, pero en España no se veían tales espectáculos, y la mendicidad había casi desaparecido. Hablo de 1965.

 Los antiPutin también criticaban la corrupción, sin duda extendida, aunque no sé si España o Francia, por ejemplo, pueden darle alguna lección en contra. En cuanto a la libertad, una española allí residente comentaba que se sentía más libre que en España, donde ya no podías hablar a favor de muchas cosas ni siquiera con los amigos: ”No tienen ni idea de Israel, del franquismo o de Rusia, pero si hablas a favor de eso ya te marginan o resulta muy violento. La televisión les ha dicho que hay que pensar así, y repiten como loros…” “¿Y el alcoholismo?” “Está muy extendido, siempre lo ha estado, tal vez esté en descenso. Putin tiene fama de no beber y eso viene a dar ejemplo…” “¿Los jóvenes hacen botellón?” “No, claro, el alcoholismo aquí, como en los países nórdicos es más bien cosa de soledad, por la depresión que causan tantos meses sin apenas sol…” Una amiga rusa deseosa de ir a España, se extraña de que a la española le pueda gustar Rusia. Otros le dicen: “¿Hay mejor clima aquí? ¿Hay mejores sueldos? ¿Se come mejor? ¿Entonces que es lo que te gusta…?”.

Otro rasgo típico de Moscú es la veneración a sus poetas, escritores y músicos. Todos tienen sus casas museos, sus estatuas o sus tumbas en las que siempre hay flores frescas. Eso también marca un contraste con Madrid, donde el aprecio o el respeto por las grandes figuras españolas es más bien escaso.

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La reconquista y España

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 A DOÑA AIXA

Ah, mi querida y admirada doña Aixa, de la universidad de Granada, cuyas brillantes intervenciones llevo siguiendo algún tiempo, así como las respuestas no menos inspiradas de mi admirado señor Bofarull i Bofarull, de la universidad Pompeu Fabra, o las de mi paisano Carballeira O´Flanaghan, de la de Princeton: todas ellas repletas de ideas, de argumentos profundos y originales, de envidiables conocimientos históricos y, no obstante, abocadas, por no sé qué desdichado sino, al enfrentamiento no sólo estéril sino, aún diría más, inútil. Bien sé que, al no profesorear yo en ninguna universidad, debiendo contentarme con mis labores de literato ocasional y autodidacto, no podría competir con ustedes en ningún terreno, y, sin embargo, espero sepan perdonar mi osadía al echar mi cuarto a espadas en esta partida, con mis inevitables errores. Pido perdón por adelantado.
La idea de que es el áspero, rupestre y en más de un sentido brutal idioma castellano, impuesto a nuestros pueblos por la fuerza de las armas, por la ley del más fuerte, por la ley de la jungla, la idea de que es ese idioma, dicho en dos palabras, el que nos impide entendernos como sería deseable, se me ocurrió a raíz de leer al gran Américo Castro, prócer ilustre que tantos caminos ha abierto y tantos enigmas históricos ha aclarado científicamente, el cual ya explicó muy bien tanto la propensión invencible de los españoles a la guerra civil como las razones de la misma: la salvaje imposición de los castellanos cristianos sobre la espléndida prosapia de judíos y sarracenos, arrasando culturas magníficas y extendiendo la barbarie africana del uno al otro confín de la península, si exceptuamos al fraterno pueblo de Portugal, tan afín y querido por nosotros, los gallegos.
Como señalé en mi anterior intervención, y como usted, dilecta doña Aixa, está en las mejores condiciones de comprender, la tragedia de la imposición de las castas cristianas sobre las hipercivilizadas culturas de Al Ándalus y Sepharad, y luego la innoble y despiadada expulsión de ambas, trajo consigo, inevitable e inmarcesiblemente, la semilla nefasta de la guerra civil. Fue culminar la mal llamada reconquista, y los españoles no han dejado de asesinarse entre ellos y de oprimir de paso a los pueblos gallego, vasco, andaluz y catalán o canario, que llevan cinco siglos gimiendo bajo su horrísona tiranía.
Hay, sin embargo muy fuertes vislumbres de esperanza hoy en día, cuando el resurgir poderoso de los pueblos musulmanes alumbra una nueva era, y yo, personalmente me huelgo en las noticias sobre la acelerada vuelta a la península de cientos de miles, que pronto serán millones, de hermanos musulmanes, y la conversión de numerosos individuos de los pueblos peninsulares a aquella religión que tantos días de gloria y cultura dio a la península, en especial, mi querida doña Aixa, a su realidad nacional andalusí. Columbro ya el momento en que, entre ellos y nosotros, demos fin, de una vez por todas, a tantos siglos de esclavitud y tinieblas.
No obstante, doña Aixa admirable y admirada, permítame una observación: por mucha sinceridad y corazón que pongamos en la tarea, la cruel experiencia me indica que poco adelantaríamos si, para comunicarnos entre nosotros y planear conjuntamente la ofensiva conjunta y final, utilizáramos cada uno su idioma particular, porque, por mucho que nos duela, las huellas del pasado oprobioso continúan vivas, nos condicionan, nos imponen el terrible idioma de Castilla, y la cosa podría dar lugar a muchos malentendidos, perjudiciales para nuestra causa. No bastan el corazón y la sinceridad. Es su generosidad, doña Aixa, la que le lleva a ese punto de vista lleno, sin duda, de grandeza, y de gran porvenir, como es obvio para todos, pero hoy en día de harto difícil aplicación. Yo propongo, más modestamente, que, haciéndonos bien conscientes de los influjos funestos del idioma en que nos vemos obligados a expresarnos, hagamos un denodado y resuelto esfuerzo por romper su inconsciente condicionamiento, procurando escoger las palabras más suaves y halagüeñas para tratar entre nosotros. ¡Pensemos en la inmensa trascendencia de nuestra lucha común y no malgastemos energías peleándonos entre nosotros mismos, como usted muy bien indica!
Y nada más por hoy, mi querida doña Aixa. Me despido devolviéndole el beso que ha tenido a bien otorgarme.
Suyo, Prisciliano (mis amigos me llaman Prisci) Quiroga Ameixeiras

Bofarull no está conforme

Bueno, doña Aixa, y don Prisciliano, no dejo de apreciar, créanme, sus buenas intenciones, y no dejo de reconocer que la necesidad de emplear un idioma tan infecto como el castellano perjudica inconscientemente nuestras relaciones, etc. etc. Sí, bien, todo eso es cierto, y hasta podría hacerse alguna tesis doctoral al respecto, estoy considerando la idea en mi universidad Pompeu Fabra, que, como saben, realiza una serie de tareas de alto nivel científico, progresista y humanitario, aunque no voy a extenderme ahora al respecto.
No obstante, y aun reconociendo lo que de verdad pueda haber en su aserto, deben ustedes reconocer que no pasa de ser una ocurrencia, o si quieren, una intuición bien orientada, pero un tanto burda, primitiva, achacosa, como de cuando suena la flauta por casualidad. Y la idea precisa, por tanto, una elaboración más profunda, definida y académica, que sólo personas de prosapia carolingia y formación auténticamente científica están en condiciones de elaborar. Insisto en ello, y no lo vean como un intento de minusvalorarles. Pues ustedes, las andaluzas y andaluces, doña Aixa, son de clara estirpe bereber, con sus defectos, pero también con sus virtudes, eso nunca lo negaré, y por tanto muy dadas y dados a bellas fantasías… pero, ¡ay!, poco aptas y aptos para las tareas científicas de alto nivel. Y ustedes, los gallegos, don Prisciliano, no les van a la zaga a los andaluces en cuanto a espíritu fantasioso, aun si éste cabe entroncarlo más bien con su raigambre céltica, sus gaitas y su caldo gallego (delicioso, por cierto).
Y una manifestación de esas llamémosle peculiaridades idiosincrásicas de los gallegos, mi querido don Prisciliano, he podido comprobarla en algunos de sus paisanos, el tal Brétemas y sobre todo el tal Carballeira, de la Universidad de Princeton (¡qué hará en esa universidad, Sant Jordi santo!) que han osado, sin prueba alguna, sin documentación y sin fuentes fiables, afirmar que nuestro héroe nacional, don Rafael Casanova, era en realidad un botifler, y que el verdadero héroe fue no sé qué gallego… Dejémoslo ahí. Qué fácil es ver la paja en ojo ajeno, y qué difícil ver en el propio la viga de hormigón armado como las que colocan en los puentes de las autopistas, como podría haber dicho nuestro añorado Carlomagno, si hoy viviera…
Porque debo insistir, por interés científico, en la inmensa barbaridad, totalmente injustificable, de haber hecho ustedes del día de Santiago el día de la patria gallega. Es decir, han hecho ustedes, y permítanme que se lo diga con el mejor ánimo de conciliación, fraternidad y unidad entre nuestros dos pueblos, han hecho ustedes coincidir su jornada patria con el símbolo por excelencia de la nación opresora. ¡De la nación que lleva oprimiendo a ustedes, los gallegos, desde hace siglos, desde tiempos del rey Miro o del rey Réquila o de quien ustedes quieran, no voy a entrar ahora en esas historias! Con esa insana, bárbara e indocumentada decisión, ustedes se han identificado son sus opresores seculares, señores gallegos, se han identificado con los mismos que les han mantenido y les mantienen en la esclavitud a sangre y fuego. No consigo imaginar una indignidad, una abyección, una sandez mayores que la identificarse con sus brutales amos. Porque aun admitiendo su idiosincrasia céltica y su carencia de los que pudiéramos llamar, en cierto modo metafóricamente, genes carolingios, eso, francamente, me parece excesivo. Me permito recomendarles que se pasen por algún departamento de historia o sociología o filología de la Universidad Pompeu Fabra para que les aconsejen al respecto, siempre en el mejor espíritu de amistad y progreso.
Queda de ustedes afectísimo y seguro servidor
Francesc Bofarull i Bofarull, de la Universidad Pompeu Fabra y ex detective.

 

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Impresiones (superficiales) sobre Moscú (I) / Debate interseparatista

Conozco a españoles que vivieron un tiempo en Moscú en la época soviética, y la describen como una ciudad inmensamente triste, sin apenas locales públicos, con edificios descuidados y sensación de dureza en todo. Por eso sorprende en Moscú la abundancia de símbolos comunistas en estatuas y fachadas, estatuas de Lenin o de Marx en lugares céntricos, etc. Sin embargo si Bréshnief, no digamos Stalin, levantara la cabeza sentiría que alucinaba. Aquellas anchas avenidas sin apenas coches están hoy repletas de un tráfico que provoca frecuentes atascos y aumenta la contaminación en una ciudad ya de antiguo contaminada por las numerosas fábricas. Hace ocho años estuve en San Petersburgo, y se notaba un parque automovilístico avejentado, mientras que hoy los coches son como los que pueden verse en Madrid, si bien peor cuidados. Han proliferado los  pequeños negocios y la ciudad está llena de cafeterías y restaurantes, supermercados, teatros, curiosamente también floristerías y farmacias… Hay calles céntricas peatonales bordeadas de una sucesión de terrazas, con músicos callejeros, etc.  La vida cultural, no sé si de gran calidad, da la sensación, en todo caso, de ser muy intensa y variada, festivales o exposiciones que se suceden unos a otros, y una gran variedad de museos. Las tradicionales tiendas  GUM de la Plaza Roja, antaño populares, están llenas hoy de tiendas de lujo internacionales; tanto en una visita anterior como en la actual, nos dio la impresión de poco movimiento: quizá con poco que vendan ya ganan algo. En las calles, numerosos establecimientos de cadenas extranjeras en cafés y otros negocios. La presencia comercial española es poco visible (existe Zara, por supuesto, empeñada en no parecer española), si bien uno se figura que las posibilidades son grandes; en cambio llama la atención la presencia italiana en marcas y establecimientos: debe de ser una tradición antigua, pues gran parte de los edificios y torres del Kremlin  fueron construidos por arquitectos renacentistas italianos, pese a lo cual el resultado no puede ser más ruso.

    Aunque se dice, algo absurdamente, que las comparaciones son ociosas y odiosas (a veces lo son, pero otras nos permiten entender mejor las cosas), vale la pena hacer algunas comparaciones con Madrid. Se ve mucho turismo ruso (lo hemos comprobado en los hoteles) y poco extranjero (muy poco si lo comparamos con Madrid). La multiplicidad étnica es más evidente que en Madrid, aquí con inmigración mayormente africana o rumana, esta no muy distinguible de la local; allí de origen mayoritariamente asiático, con rasgos mongoloides o caucasianos, claramente distinta en aspecto del elemento eslavo predominante. Así, el exterior físico de la población difiere notablemente entre las dos ciudades. Los moscovitas eslavos son, de promedio, más altos, más robustos y mucho más rubios que los madrileños.  Una conocida lo resumió: son más altos, hablan más bajo y sonríen menos que los madrileños. Habrá en Moscú bastantes musulmanes, pero se les nota mucho menos que en Madrid, muy  pocas mujeres van con burka y ninguna con la cara cubierta. Casi ningún africano.

 Los parques moscovitas son mucho más abundantes, verdes y extensos que los madrileños, aunque la mitad del año estarán melancólicos con los árboles desnudos y la nieve o el barro. Ahora están llenos de  paseantes, cafés y diversiones variadas. En el Gorki, aparte de espías se ven muchas madres jóvenes cuidando a sus retoños. La gente suele casarse muy joven y por eso, dicen, se divorcia mucho. Explicación falsa, porque aquí la edad media de casarse es mucho más tardía y los divorcios no deben de ser menos numerosos, quizá más. Abundan auténticas bellezas eslavas, y las  chicas se arreglan mucho, pero muy pocas con atuendos prostibularios, al contrario que en Madrid. Según otra leyenda, la atención de las jóvenes a su presencia física se debería a la competencia, al haber  bastantes más mujeres que hombres; pero eso solo ocurrió en la posguerra. En la gente casadera hay una ligera mayoría de varones, como en todas partes, hasta igualarse en torno a los 29 años más o menos. Los chicos, sobre todo en el extrarradio, suelen vestir de manera informal con un estilo entre proletario y macarra al modo inglés. Tampoco se percibe exhibicionismo homosexual como en Madrid.

   Hay cuatro rasgos muy comunes entre los jóvenes actuales que creo revelan cierta estupidez generacional: los pantalones rotos, los tatuajes, las chatarrillas en la cara, especialmente los anillos en el tabique nasal, y las camisetas con frases más o menos idiotas en inglés. Estos cuatro rasgos proliferan en Madrid y en todo el occidente europeo. En Moscú solo el primero y el último. Es muy raro ver a una chica tatuada o con “piercings”, y pocos chicos siguen esa moda.  No sabemos si se contagiarán. Las camisetas con frases en inglés proliferan menos que en Madrid, pero se ven muchas.  Entre los jóvenes se percibe admiración un tanto servil por la cultura anglosajona, aunque es fácil comprobar que el idioma no se les da nada bien, como ocurre en Madrid.  En Moscú, uno se da cuenta, a pesar de todo,  de la potencia de la cultura rusa, mientras que en la capital de España la impresión es más bien de satelización cultural.

   Un aspecto que vale la pena considerar es la persistencia de los símbolos soviéticos…


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Un señor Quiroga, que no explica en qué universidad profesa,  interfiere o interviene en la apasionante y apasionada polémica entre brillantes intelectuales separatistas:

Quisiera intervenir en la polémica entre Aixa, Bofarull y Carballeira, en la medida de mis modestas posibilidades:

Intuyo que buena parte de los malentendidos viene de que utilizamos un idioma que nos es ajeno, el español. Un idioma que nos ha sido impuesto, un idioma brusco, brutal, que tiende naturalmente a la expresión insultante y vejatoria, un idioma imperialista, en suma. Aquí se reía un sinvergüenza de que no habláramos cada uno en nuestro idioma vernáculo. Pues no podemos hacerlo, por desgracia, porque no nos entenderíamos.

Para mí, que hay que volver al Tripartito de 1923, firmado en Barcelona por representantes de los pueblos vasco, catalán y gallego. Entonces, en el convite de honor a los gallegos y vascos, el representante vasco Eguileor habló, como decía el periódico Aberri, con “tonos tan vehementemente patrióticos y tan valientes que produjo un entusiasmo delirante. Pronunció la primera parte de su discurso en lengua vasca, y sólo a instancias del público catalán, que quería entenderle, tuvo que seguir hablando en castellano”.

Porque, claro, así son las cosas por desgracia. Esto se lo digo a ustedes, Aixa y demás, porque también aclaraba “Aberri”: “No es cierto, como un papelucho local dice insidiosamente, que el señor Eguileor hablase en castellano porque no sabe euzkera. Él tiene el altísimo honor de conocer perfectamente el euzkera, por haberlo estudiado muy a conciencia de mayor, como sucede también al señor Gallastegui”. Bueno, todos sabemos que Gallastegui y Eguileor nunca llegaron a hablar bien el euskera, probablemente porque todavía no estaba debidamente normalizado como ahora, pero para el caso es lo mismo.

Ya lo hacía notar por entonces el prócer nacionalista catalán Sot i Delclós también en “Aberri”: “Quisiera escribir en cualquiera de los idiomas de estas dos patrias que gimen bajo el yugo de la más injusta de las opresiones. Mas, a pesar de mis fuertes deseos, yo, esclavo, véome forzado a emplear la lengua de mi opresor para comunicarme con mis hermanos de esclavitud ¡Oh ignominia! Quisiera escribir vasco, mas no lo sé, quisiera escribir catalán, mas no lo sabéis vosotros, y de ahí que para comunicarnos nuestros dolores y nuestras tristezas, nos veamos obligados a emplear el idioma español, que nos ha sido impuesto por la fuerza bruta”.

Así escribió entonces aquel noble prócer, y tenía razón. Pero el hecho de tener que entenderse en tal idioma no les impidió ponerse de acuerdo en el común esfuerzo.
Por eso yo os exhorto ardientemente, Aixa, Bofarull, Eguaraz, etc. a que, comprendiendo dónde está la causa de esa tendencia a romper el acuerdo entre nosotros, sepamos neutralizar las malas influencias de un idioma desdichado, sobreponernos a ellas.
Quiero recordaros que el Tripartito, que tan fecundos frutos pudo haber rendido, se realizó en una época de crisis del Estado español, y en acuerdo abierto o implícito con el gran liberador del Rif, Abd El Krim. Y ahora mismo vienen en nuestro auxilio, nuevamente, nuestros también oprimidos hermanos musulmanes. Que esta vez la ocasión histórica no se malogre.

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La cosa sigue, pero doña Aixa deja las cosas en claro:

“Un tanto alterada por la polémica con el señor Bofarull i Bofarull, he estado bastantes días sin leer el blog del ex terrorista que el diablo confunda, y por ello se me ha pasado el inteligentísimo comentario del señor Quiroga  que, leído hace unos días, puede creerme que me ha emocionado. Lo he fotocopiado y repartido entre bastantes profesores y alumnos de mi universidad de Granada, y, créame, todos lo han recibido como quien ve la luz después de andar mucho tiempo tanteando entre sombras.

Yo estaba bastante desconcertada por la forma como catalanes, gallegos, andaluces, vascos y otros estábamos, como quien no quiere la cosa, enfadándonos y echándonos cosas en cara, en lugar de unir nuestras fuerzas contra el común opresor. ¿Por qué, por qué tenían que ser así las cosas, por qué no podríamos disimular nuestras faltas y dejar de lado querellas y desprecios, en aras del bien común? ¡Parecía cosa del demonio, o del destino!

Y usted, con auténtica genialidad, perdone si ofendo su sentido de la modestia que adivino tras sus inspiradas palabras, ha encontrado la raíz del mal en un par de frases, como quien dice, en fin, lo propio de una mente fuera de serie. Créame que le envidio.

Ha dicho usted: “Intuyo que buena parte de los malentendidos viene de que utilizamos un idioma que nos es ajeno, el español. Un idioma que nos ha sido impuesto, un idioma brusco, brutal, que tiende naturalmente a la expresión insultante y vejatoria, un idioma imperialista, en suma.”

¡Pues ahí está, efectivamente, la raíz del mal! No puedo apoyarle a usted del todo cuando asegura que si cada uno hablase su idioma propio y natural no nos entenderíamos. ¿Por qué no? ¿Por qué no podríamos estar los vascos, los catalanes, los gallegos y los andaluces hablando cada uno su propio idioma y entendiéndonos perfectamente? Eso podríamos lograrlo con la mayor facilidad porque lo que cuenta, lo que realmente tiene valor es que las palabras salgan del corazón, que sean sentidas y sinceras. Ese es el lenguaje universal, el lenguaje del corazón, en el que todos nos podemos entender perfectamente.

Tenemos la enorme suerte de poseer esta riqueza idiomática, que nos aparta del tosco y feroz idioma castellano o español, y ¡somos tan tontos, incluso, perdóneseme que lo indique, tan acomplejados, que no la aprovechamos a fondo!

Aixa Modrejón Cogolludo (La Doncella Dorada Bajo la Fuente, en idioma árabe -andalusí)

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Los nacionalismos vasco y catalán: En la guerra civil, el franquismo y la democracia de [Moa, Pío]

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