“Un día entero estuvimos remando por la ría…

***Para entender a Rajoy. En 2008, cuando Rajoy hacía un paripé de oposición escribí esto: http://www.libertaddigital.com/opinion/pio-moa/para-entender-a-rajoy-43734/  

**Una hora con la Historia: La cultura en el reino hispanogodo, primera nación española: https://www.youtube.com/watch?v=DGNH4D2w80w&t=13s

Este sábado trataremos de la caída o “pérdida de España”, un tema que ha hecho correr ríos de tinta. En Radio Inter, 9,30 de la noche, 918 de Onda Media y 93,5 de FM (esta solo  en Madrid)

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Los domingos por la mañana nos juntábamos unos excelentes amigos, andaluces y catalanes sobre todo, y nos poníamos morados de queso, jamón y chorizo, generosamente regados con vino de una bota. Entreteníamos mal que bien el tiempo libre. Las marchas y ejercicios con armas no lograba evitar que me gustaran. En la compañía estaba un personaje notable, de los rarísimos toreros gallegos. ¡Qué afición a los toros! Tenía un carácter de otra época: honrado, directo, sensible y valiente. Se expresaba con brusquedad, lo que chocaba al principio, pero con gracia cuando narraba sus peripecias de maletilla. Consideraba que el toreo de ahora era “una mariconada”: “Ahí tienes a los tíos haciendo pesas, cuidando el cuerpo, con dietas… El torero de verdad es el que llega al ruedo tan machacado de beber, trasnochar y follar que no se tiene en pie. No es que se arrime al toro por valor, es que no se puede mover, de lo escarallado que está”. Uno de Bilbao le secundaba con entusiasmo: “¡Viva la España golfa, borracha y torera!”

   Conversando  un día con un compañero de Álava me contó que había estudiado en la Universidad Laboral de Gijón, donde tuvo amistad con un conocido mío de cuando militaba en el PCE, en Vigo. ¡Esta casualidad traería consecuencias largas!

   El antiguo camarada vigués era Alonso Ribeiro, quien sería detenido a principios del 77, en pleno apogeo del secuestro de Oriol y Villaescusa. La policía creyó entonces(erróneamente)  haber cogido la clave para destruir al GRAPO y sometió a Alonso a un brutal tratamiento durante varios días. Pues bien, en el PC, Alonso se llamaba Ponte , en memoria de un guerrillero del maquis de los años 40, y yo no había sabido su nombre real ni su domicilio, por razones de seguridad. Pero las referencias del alavés indicaban con certeza que se trataba de la misma persona. Me dio su dirección.  

   Durante el permiso de verano fui a buscar a Ponte a su barrio de Teis, y al momento nos enfrascamos en discusiones sobre la situación política. Le expliqué los motivos de mi separación del PCE, mientras cruzábamos la ciudad en largos paseos, al atardecer. Le hablé de la situación general tal como la apreciábamos, de los proyectos de la OMLE, de las posiciones marxistas-leninistas chinas y albanesas; charlamos sobre la línea adecuada respecto al sindicalismo franquista. Un día entero estuvimos remando por la ría, y seguíamos en lo mismo. Me enteró de que en Vigo un amplio sector del PCE, principalmente de las juventudes, estaba descontento y poco menos que en rebeldía hacia la dirección de Carrillo. Las juventudes retenían a los suyos sin dejarlos pasar a la organización de mayores y rechazaban la política rusa (revisionista). No tragaban ciertos anteriores envíos de carbón polaco a España, que habían saboteado una huelga de los mineros asturianos. Exigían asimismo clarificar los ataques a Stalin; deseaban conocer las posiciones chinas, con las que simpatizaban casi instintivamente. No aceptaban la vía pacífica propugnada por Carrillo y propugnaban un galleguismo más duro.

    Vi los cielos abiertos… “

(De un tiempo y de un país)

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 “La hazaña de patearse los campos extremeños en plena canícula de agosto arredra un poco al caminante. ¿Por qué no saltarse unos cientos de kilómetros al norte, a tierras frescas y hacer la última etapa antes que las intermedias?  (…)

  Sobre una mesa de mármol de la Cervecería Alemana en la madrileña plaza de Santa Ana el viajero consulta mapas y calcula opciones. Es una calurosa mañana dominical. A su lado charla una pareja, los dos mayores. ¿Charla?  La mujer, de bellos ojos azules y expresión a un tiempo abierta y melancólica, habla en realidad al vacío, con marcado acento gallego, seguramente por desahogarse. El varón de rostro consumido y algo agitanado, corresponde con bufidos ocasionales “¡Ah, cuando íbamos por entre el centeno… ¡La vida en la aldea era tan bonita! El olor del centeno no se olvida.. Y cuando íbamos por el monte. Yo iba con mi padre. Cuando era niña, yo le ayudaba a preparar la pólvora para los cartuchos, porque él cazaba, ¿no sabes?, y vendía muchos cartuchos, que él sabía hacerlos, les metía la pólvora, ¿no sabes? Y yo le ayudaba. ¡Disfrutábamos tanto! ¡Teníamos tantas cosas que ahora ya no hay…! Éramos más pobres …¡y éramos más ricos!”

   Cuenta su antigua y feliz vida, seguramente mucho más feliz que la de ahora, con expresión nostálgica y sin prestar atención a los gruñidos de su compañero de mesa. Este, atento a su vez a un vaso de vino,  fuma un Ducados con labios brillantes de saliva. Echa ojeadas por la ventana o a otras mesas, como si buscase una compañía más digna de él.

    A un camarero, también sentado, le comenta la prensa una señora: “Fíjate lo que dice Marcelino Camacho de los socialistas… Pues si él dice eso, ¡qué diremos los fachas!”.

   Los dos ancianos han quedado silenciosos, ella con expresión soñadora y melancólica, él con ceño despectivo. Contados clientes en otras mesas.

   El calculista de viajes pide otra cerveza, la toma de dos tragos, paga y sale al sol de la plaza. Dos mendigos, de los que tanto han proliferado estos años, se amenazan con voz estropajosa y uno  blande una botella de vino con movimientos inseguros. Varios jóvenes demacrados, drogadictos, toman el sol en unos bancos. Pasan turistas, gente del foro, un par de muchachos nórticos, de barba muy rubia, sucios y con mochilas. Serán las doce. El viajero baja la calle del Prado y luego tuerce hacia la de Atocha, donde habita un cuarto alquilado por poco dinero en el piso de una buena amiga húngara, Klàra o Clara.

(Viaje por la Vía de la Plata

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**Feria del libro, Madrid 

Caseta 237: “De un tiempo y de un país” (memorias), “La guerra civil y la democracia en España”, “Los orígenes de la guerra civil”.

**237: Los personajes de la República vistos por ellos mismos” “El derrumbe de la República” “La quiebra de la historia progresista”

**Caseta 176 (Esfera de los libros): “Sonaron gritos y golpes”, “Años de hierro”, “Los mitos de la Guerra Civil”

**”176: “Los mitos del franquismo”, “Nueva historia de España”, “Europa, una introducción a su historia”.

 

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Comienzos clandestinos de la OMLE en Madrid

Los godos son la bestia negra de la progresía. Pero lo malo está en la progresía, no en los godos:https://www.youtube.com/watch?v=DGNH4D2w80w&t=12s …

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Base de operaciones de la OMLE en Madrid  fue el piso en que terminaron recalando Manolo y María, en la calle Cartagena, cerca de la autopista de Barajas : una vivienda pequeña que daba a un patio interior, de una vasta casa de vecinos. Tenía dos habitaciones pequeñas, una cocina más pequeña, un cuarto de baño todavía más pequeño, capaz  para una sola persona a un tiempo, y una salita más extensa, semillena por una mesa grandota y maciza. Las puertas, con buen acuerdo, eran correderas. A la casa se accedía no solo por la puerta, sino también por una ventana, como comprobé un día que olvidé la llave dentro. Por suerte no menudeaban los robos en los pisos.

   Pues también yo me metí en él, por pura casualidad. Dado que Manolo  y María ocupaban una habitación, buscaron a alguien de confianza para la otra y así menguar gastos. Un conocido común, hoy en Australia, nos presentó y fui el tercer inquilino, hacia enero de 1970.

   Por aquel entonces yo militaba en el PCE. La convivencia no trajo roces sectarios porque los omlianos me incluían en “la base honrada” del revisionismo, a la cual intentaba atraer. Sosteníamos discusiones y en ellas salían a relucir tanto los mayores conocimientos teóricos de la pareja como su enturbiada percepción del ambiente popular y sus insuficiencias en la labor “de masas”. Aplicaban rígidamente unos pocos supuestos a todas las facetas de la vida, y sus conclusiones no convencían. Además, muchas de sus ideas sobre España no pasaban de prejuicios adquiridos en la emigración. Una vez contaba Manolo cómo había ayudado a un anciano analfabeto a orientarse en el metro, concluyendo: “porque en este país casi ningún trabajador sabe leer y escribir. ¡Claro, al fascismo no le interesa!”. Paradójicamente María, la francesa, captaba de ordinario con más realismo la vida de aquí.

   El piso servía de centro de reunión para planificar la labor de los simpatizantes del Perelló. En ocasiones se juntaban en él, al anochecer. Cuando me acostaba oía inevitablemente sus proyectos, riéndome para mis adentros de sus pretensiones de clandestinidad a ultranza que comparaban, muy a su favor, con la liviandad liberal achacada al PCE. Permitían, empero, que un elemento ajeno a su grupo estuviera al corriente de sus tareas, cosa injustificable (…) 

  Hacia abril me fui del piso de la calle Cartagena, por razones personales y porque me parecía demasiado expuesto, debido a la cantidad de gente que lo frecuentaba. Los omlianos tampoco durarían mucho allí: poco antes habíamos tenido una fiesta de cumpleaños o cosa por el estilo, aguada por la detención de un pariente cercano de no sé quién. El nerviosismo resultando se diluyó en una batalla en la que nos lanzábamos unos a otros champán barato, vino y al final aceite, que estropeó la ropa de un contendiente y manchó las paredes. A los pocos días les visitó la casera, quien, al observar en los muros las indelebles manchas aceitosas, dio a sus inquilinos un corto plazo para desalojar”. (De un tiempo y de un país)

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 “Almendralejo es lugar grande y poblado, con varios buenos edificios. Patria de poetas, al menos de dos famosos, Carolina Coronado y Espronceda. La estima por Espronceda ha sufrido altibajos y, de comparársele con Byron ha descendido hoy a un semiolvido. Al viajero le resuenan los versos: Y si caigo, ¿qué es la vida?/ Por perdida ya la di/ cuando el yugo del esclavo/ como un bravo sacudí. Muy bien. Los versos le traen a la cabeza días lejanos en París, acompañado de otro comunista, dedicados ambos a reconstruir el partido del proletariado.  Hablaban de lo suyo, esperando el metro en un andén, y a cuenta de Dios sabe qué, había salido La canción del pirata. Quizá Espronceda se revalorice. Cada generación cree, vanidosamente, haber establecido el criterio último sobre el arte o sobre cualquier cosa. El poeta no solo escribió, también vivió al estilo romántico, o al menos se lo propuso. Claro que el romanticismo no prende bien en España, acaso porque nuestro sustrato celta sea endeble.  El romanticismo, los romanticismos, serían sacudidas recurrentes de dicho sustrato, enterrado en el inconsciente europeo. La idea hace sonreír al viajero. No es ningún experto y se le ha ocurrido de pronto, pero otros lo habrán pensado antes y  probablemente él lo ha leído en algún sitio que no recuerda”. (Viaje por la Via de la Plata)

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**Feria del libro: “De un tiempo y de un país” (memorias), “La guerra civil y la democracia en España”, “Los orígenes de la guerra civil”, caseta 237“

**Los personajes de la República vistos por ellos mismos” “El derrumbe de la República” “La quiebra de la historia progresista” en caseta 237 (Encuentro)

**Caseta 176, Feria del Libro: “Sonaron gritos y golpes”, “Años de hierro”, “Los mitos de la Guerra Civil” (“La esfera de los libros”)

**”Los mitos del franquismo”, “Nueva historia de España”, “Europa, una introducción a su historia”, en caseta 176

 

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Un piso ruinoso entre Sestao y Baracaldo

**Feria del libro: “De un tiempo y de un país” (memorias), “La guerra civil y la democracia en España”, “Los orígenes de la guerra civil”, caseta 237“

**Los personajes de la República vistos por ellos mismos” “El derrumbe de la República” “La quiebra de la historia progresista” en caseta 237 (Encuentro)

**Caseta 176, Feria del Libro: “Sonaron gritos y golpes”, “Años de hierro”, “Los mitos de la Guerra Civil” (“La esfera de los libros”)

**”Los mitos del franquismo”, “Nueva historia de España”, “Europa, una introducción a su historia”, en caseta 176

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   “Viví unos meses  en una pensión de Bilbao, donde se alojaban también dos chicas, novias de policías o empleadas en dependencias policiales, lo que me obligaba a extremar las precauciones. Después me mudé a casa de un compañero  que me ofreció habitación y comida a un precio razonable. Era un portugués ya mayor y vivía con su mujer, de la misma nacionalidad, en un caserón decrépito, saliendo de Baracaldo hacia Sestao. El edificio, de fachada terrosa y tres o cuatro pisos, se levantaba junto a un puente. Al lado se pudrían  vetustas instalaciones de Altos Hornos. Frente al portal cruzaba la carretera, de tráfico  denso. Cuando circulaban camiones pesados, y lo hacían constantemente, trepidaban los pisos de la casa: supe que estaba en vías de ser declarada en ruina. Mi ventana daba al sucio riacho y en el balconcillo guardaba la patrona unas cajas donde criaba tres o cuatro gallinas.

    La mujer, madura de edad y carácter, atendía la casa y la mantenía muy limpia. Trabajaba aún más fuera, de asistenta. Con una pierna hinchada por la flebitis, la dura necesidad le imponía doblarse y arrodillarse muchas horas al día, fregando y limpiando. El marido, rezongón, socarrón y bienhumorado, estuvo en paro largas semanas. Entonces las estrecheces introducían hosquedad en el ambiente; por más que el humor y la discreción de ambos salvaban las riñas.

    Hospedaban a un segundo realquilado, paisano mío, no anciano pero sí envejecido. Antaño había trabajado en Madrid, donde vivía con su familia. Un día comprobó que su mujer le era infiel, y abandonó el domicilio sin querer dar ni pedir explicaciones. Nunca se refería a su desventura personal. Atormentado e incierto de su porvenir, se había aficionado al alcohol. Cuando llegaba un poco  bebido se ponía pesado y la mujer del portugués no lo soportaba bien: “Ya sé que no tiene culpa, que es muy boa persona, pero é que non poso, non poso aguantalo”, se excusaba al regañarlo, mezclando portugués y castellano.

    Me despertaba con el tiempo justo para llegar al trabajo, recogía las dos marmitas que me dejaba la patrona llenas de comida, a menudo bacalao, como es de rigor, y salía hacia el tren. La carretera no tenía acera, sino una estrecha cinta lateral sin pavimento, respetada más o menos por los vehículos. Corría por ella, pegado a las casas semiabandonadas, a los talleres ruinosos, sintiendo el empuje del aire despedido por los camiones al pasar a pocos centímetros;  sorteaba el rosario de charcos bajo las grandes tuberías que cruzaban a varios metros por encima de la carretera.  En la estación de Baracaldo esperaba a un tren antiguo, verde, de chapas remachadas y plataformas abiertas. Los obreros se abalanzaban a él con más brío aún que el derrochado en el metro madrileño a las horas punta. Una vez llenos, a presión, los vagones, me colgaba de la plataforma, reviviendo los tiempos lejanos de los tranvías de Vigo, cuando iba al colegio de la misma forma, saltando en marcha al venir el cobrador, por no pagar billete o por gusto.

    En la estación de Olaveaga el tren perdía sus viajeros. La masa  humana bajaba hacia la ría por caminuchos embarrados, entre talleres, edificaciones viejas y huertecillos, y por aquellos recovecos oscuros, aprovechando algún muro mal iluminado por un farol solitario, pegábamos de cuando en cuando carteles  contra el franquismo. Los hombres que venían del ferrocarril se apiñaban un momento en torno a ellos, en silencio o haciendo comentarios confusos o hablando de sus asuntos.

    Legado al muelle, quedaba todavía un buen trecho que andar, en dirección a Bilbao. Subía un olor denso a alquitrán, gasoil, breas, a agua putrefacta, a salitre si soplaba el viento del mar. Las luces de los barcos y las fábricas se miraban quietas en la ría, titilando imperceptiblemente, y contra el cielo que clareaba poco a poco se erguía el bosque de hierros, las estructuras metálicas de grúas y buques. A la derecha del muelle, espaciadas, dos tabernas  donde se detenían muchos a largarse un copazo antes de iniciar la jornada.

 (De De un tiempo y de un país)

 

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 “Tampoco verá esos parajes encantados  donde los pastores trashumantes, si quedan, descansan con sus ganados durante el verano. Deben de ser las tierras del cantar tan melancólico: “Ya se van los pastores a la Extremadura/ ya se queda la sierra, triste y oscura” Por esos herbazales andarán los pastores con sus ovejas y sus fuertes mastines de expresión buenaza.

    Frecuentes bosques de hayas.

 –A las hayas dicen que les gusta la niebla. Si te fijas, forman manchas como de niebla en las faldas de las montañas.

    Al llegar al puerto de Tarna hace un frío intenso y todo está gris y oscuro, como en pleno invierno: montes y pastos invadidos por jirones de niebla que limitan la visión y componen un paisaje atractivamente desolado y solitario. Algunos bares, cerrados,  bordean el asfalto. Sensación de abandono y tristeza, como incitando a recogerse, a encerrarse en uno mismo. El viajero admira los desnudos espacios dorados, pardos y rojizos de la meseta, donde parece imposible ocultarse, pero le resultan más afines estos otros quebrados, húmedos refugios donde se escondería no sabe de qué.

 Un bar abierto, sin clientes. Un vigilante.

 –¿Me puede servir un café o algo por el estilo?

 –No tenemos casi nada. En realidad esto no está abierto… A ver si puedo hacer algo de café.

 ¿Acababa de salir de la cárcel o mencionó a alguien que había salido? El viajero no apuntó la conversación, y esta se la ha ido extrañamente de la cabeza. Sin embargo habían sostenido los dos una hora de charla letárgica, interesante a su modo, adecuada al ambiente.

(De Viaje por la Via de la Plata)

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El mito como núcleo generador de la cultura

***Contra la leyenda de un islam culto destruyendo a unos visigodos bárbaros, la cultura en la nación hispanogoda fue muy importante. Y arrasada por los invasores: https://www.youtube.com/watch?v=DGNH4D2w80w&t=2s

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Cabe definir la cultura como el conjunto de las conductas humanas distintas de los comportamientos instintivos animales. La cultura se aprende, pero es innata al hombre, ya que el aprendizaje se da muy limitadamente en el animal. La actividad humana, desde el principio, es cultural. Los animales superiores pueden aprender alguna que otra maña para mejorar lo que les dicta el instinto,  pero equipararla a la conducta humana es como equiparar la capacidad de una planta para crecer con la de un caballo para correr, por el mero hecho de que, en definitiva, ambos se desplazan en el espacio.

  En su esfuerzo por entenderse a sí mismo, el ser humano ha elaborado teorías variadas y opuestas. Una de las más aceptadas en los últimos siglos supone que la cultura en sus variadísimas manifestaciones deriva de la economía (Marx, o de otro modo A. Smith). Esto suena muy racional porque, en resumen, reduciendo la cuestión a lo más primario, sin economía no se come y los individuos, si no comen, mueren. Así que en la base de la cultura deben estar los modos de satisfacer esa necesidad inexorable: primum vivere, deinde philosophare.

    Otros encuentran la raíz de la cultura en el sexo, teoría de aire no menos racional, pues si de la alimentación depende la subsistencia de los individuos, de la sexualidad depende la de la especie. Ambas explicaciones pueden complementarse, y la frase de que el dinero y el sexo mueven al mundo lo expresa en forma ruda. A un nivel más elevado, en los años 60 hubo un renacimiento del marxismo y del freudismo combinados, que en buena medida pervive como tópico ideológico.  Dicho sea lo anterior al margen de las construcciones o doctrinas diversas elaboradas desde ahí: hoy predomina una concepción de la sexualidad desligada y hasta contraria a la función reproductiva. El enfoque freudomarxista, con sus variantes, permanece, si bien parece hegemónica la visión economicista liberal (el mercado como determinante de los valores culturales).

   Pese a su traza racional, cabe oponer que  tanto la alimentación como la sexualidad las comparten el hombre y los animales, y en estos no han generado cultura, solo comportamientos más o menos estereotipados, reglados por el instinto. La cultura, por tanto, no nace de la necesidad de alimentarse o reproducirse. Sin ambas cosas,  claro, el hombre no subsistiría, pero tampoco elaboraría una cultura: no vemos una secuencia lógica entre cultura y economía o sexualidad.

    La actividad humana, lo característico de ella, parte de una psique cuya capacidad de percepción espacial y temporal es cualitativamente distinta de la de los animales. El hombre percibe su tiempo de vida en la tierra como limitado, y percibe un espacio infinitamente más vasto que el ligado a sus necesidades de supervivencia. En estos dos datos, generalmente olvidados, me parece encontrar la raíz viva de la cultura.  Ante el tiempo y el espacio el hombre se siente limitado, insignificante, inmensamente pequeño y débil, de modo muy distinto a los temores que asaltan al animal (o al hombre mismo)  ante peligros concretos. Esta percepción hace al hombre más o menos consciente  de lo incierto de su vida, tanto en relación con lo que puede ocurrirle cada día como en relación con el sentido general de su existencia. La angustia profunda resultante podría paralizarle psíquicamente o impulsarle a acciones destructivas o autodestructivas, y las personas desarrollan mecanismos contra ella. Una manifestación del rechazo a la angustia se muestra actualmente en la gigantesca industria del entretenimiento evasivo, en forma de diversión obsesiva y convulsiva, llena de ruidos, colorines, agitación corporal etc. Ese recurso proporciona una sensación de euforia, a menudo reforzada con drogas, y llena gran parte de la vida de mucha gente; y también se manifiesta en la amplitud de las depresiones, “angustia vital” y otros fenómenos sociales que vienen a ser la contrapartida de ese tipo de rechazo.

   Sin embargo esa angustia esencial y existencial puede encontrar salidas creativas, que son precisamente la savia de lo que llamamos alta cultura (el arte, el pensamiento, la ciencia y, en su raíz, la religión). La necesidad de asumir y reorientar la angustia crea primariamente el mito, un relato explicativo del mundo, de la vida y su sentido. Aunque explicativo quizá no sea el concepto adecuado, si lo entendemos de modo parecido al de explicación racional o científica. El mito es ante todo sugestivo, obra por sugestión. No puede explicar realmente, porque su objeto está más allá de la razón, pero en cambio orienta conductas y aspiraciones humanas en de modo no paralizante ni destructivo. La incertidumbre radical de la vida humana para el propio ser humano, obliga a este a “aferrarse” a alguna creencia, a alguna fe. En ese sentido el hombre es religioso, un “animal religioso”, y el mito es la creación primaria, la sublimación de la angustia. Encontramos por tanto dos reacciones ante la angustia esencial y existencial: rechazo y sublimación.

   Claro que esta concepción presenta complicaciones, empezando por la diversidad de los mitos y creencias religiosas. Por otra parte, ¿y las manifestaciones culturales distintas de la “alta cultura”?

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**Feria del libro: “Los personajes de la República vistos por ellos mismos” “El derrumbe de la República” “La quiebra de la historia progresista” en caseta 237 (Encuentro)

**Caseta 176, Feria del Libro: “Sonaron gritos y golpes”, “Años de hierro”, “Los mitos de la Guerra Civil” (“La esfera de los libros”)

**”Los mitos del franquismo”, “Nueva historia de España”, “Europa, una introducción a su historia”, en caseta 176

“La guerra civil y la democracia en España”, “De un tiempo y de un país” (memorias), “Los orígenes de la guerra civil”, caseta 237

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Por qué no me arrepiento

**Feria del libro: “Los personajes de la República vistos por ellos mismos” “El derrumbe de la República” “La quiebra de la historia progresista” en caseta 237 (Encuentro)

**Caseta 176, Feria del Libro: “Sonaron gritos y golpes”, “Años de hierro”, “Los mitos de la Guerra Civil” (“La esfera de los libros”)

**”Los mitos del franquismo”, “Nueva historia de España”, “Europa, una introducción a su historia”, en caseta 176

“La guerra civil y la democracia en España”, “De un tiempo y de un país” (memorias), “Los orígenes de la guerra civil”, caseta 237

***Contra la leyenda de un islam culto destruyendo a unos visigodos bárbaros, la cultura en la nación hispanogoda fue muy importante. Y arrasada por los invasores: https://www.youtube.com/watch?v=DGNH4D2w80w&t=2s

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(Viene de la entrada “Fachas y progres”)

R … Considero mi trabajo como historiador concluido en lo esencial. Puedo parecer un tanto soberbio, pero creo que ha sido la labor historiográfica más importante y completa acometida en España en muchos decenios. He clarificado temas básicos sobre los que había mucha confusión y falsificación, y he enlazado constantemente con las evoluciones de Europa, cosa que la historiografía española casi nunca ha hecho o no lo ha hecho adecuadamente. Debido a su provincianismo, sobre todo, y al pésimo estado de la universidad en este terreno. Me río, con un poco de lástima, cuando unos historiadores mediocrísimos me niegan el título de historiador, porque creen que es un título que ellos otorgan y no el resultado de un trabajo concreto e independiente. Ciertamente me ningunean y causan cierto daño, pero el daño mayor es para la universidad, para la academia, ya he hablado de ello. En fin, por mi parte empecé por la república y la guerra civil, luego por los separatismos, sobre los que no había nada con visión global, aunque hubiera trabajos interesantes centrados en uno u otro separatismo  Seguí con la posguerra y la transición y el franquismo,  finalmente con la historia general de España y con la introducción a la historia de Europa. Creo, insisto, que ningún historiador español actual puede ofrecer un trabajo de tal alcance. Bueno, si ud conoce alguno…

 Parece que no tiene ud abuela, y que fuera de sus trabajos no hay nada.

R. Los que dicen que mis trabajos no valen, deberían tenerlo muy fácil para demostrarlo y compararlo con los suyos propios. Por supuesto, no lo hacen, aunque espero y deseo que lo intenten de todas formas. Tienen pánico al debate, lo eluden con exhibiciones de una soberbia pueril, y es una verdadera pena, por lo mal que dejan a la universidad. Pero no quiero repetir lo evidente. En la universidad se hacen trabajos buenos y concienzudos en temas  particulares, algunos muy buenos. Pero se trata muy a menudo de una visión por así decir burocrática de la historia, con mucha documentación y poco análisis, y con muchos árboles que ocultan el bosque, y además sesgados por la hegemonía “progre” en las aulas.  Es una pena, pero hoy por hoy es así. Hay que decir que algunos historiadores son realmente burócratas universitarios, tienen esa mentalidad, y eso condiciona su enfoque del pasado.

 No va usted a escribir más de historia, entonces.

 R. Lo he anunciado más de una vez, y luego no lo he cumplido. Últimamente me atrae una historia de la II Guerra Mundial. En mi libro sobre Europa he esbozado una explicación de ella, una guerra de importancia histórica solo comparable a la II Guerra Púnica. La guerra de Aníbal marca el nacimiento de la civilización europea, y la segunda mundial marca el fin de ella. Esto me parece cada vez más claro. Con esta última guerra, Europa perdió su dominio político y militar sobre una gran parte del planeta, también quedó dividida en dos grandes zonas de protectorado, soviética y useña. Y aunque tanto Usa como la URSS están estrechamente relacionados con la cultura europea, son también otra cosa. Pero aún más importante es que Europa perdió su posición como fuente principal del pensamiento, el arte y la ciencia, quedando relegada desde entonces a un papel secundario, dependiente, y, peor aún, pesimista y un tanto destructivo. Solo la economía ha  ido bastante bien, pero en la introducción a Europa insisto en que la economía no es la raíz fundamental de la civilización, sino un derivado de ella. La interpretación económica de la historia y la cultura creo que es en sí misma una muestra de declive intelectual o espiritual, es un arrasamiento de la cultura. Pero, claro, eso tiene que ser elaborado a fondo, no puede quedar en una mera intuición o impresión general.

 Usted, sin embargo, ha hablado del franquismo en un tono increíblemente laudatorio frente a un panorama europeo que pinta con colores tan negros.  

 R.  El franquismo tuvo muchas cosas a su favor: derrotó a todos sus muy peligrosos enemigos internos y externos y creó una sociedad nueva y en muchos aspectos espléndida. Sin embargo colapsó, fundamentalmente por falta de un discurso ideológico fuerte. No creo que pueda volver, pero sus éxitos sugieren que entre sus ruinas pueden encontrarse muchos elementos valiosos, como vengo diciendo, valiosos para la situación social e internacional actual. Tenga en cuenta que no participó en la guerra mundial, y eso es ya mucho…

  Pese a lo cual, ud luchó contra él. ¿Se arrepiente?

R. No me arrepiento. Y aunque me arrepintiese, ello no cambiaría nada. Por otra parte no tengo mal recuerdo de aquella lucha, sin llegar a decir que fuera feliz. Al margen o en relación con la ideología, que hoy me parece una monstruosidad, había la camaradería, el peligro, la impresión de estar luchando contra un enemigo mil veces más potente y que, sin embargo, no lograba aplastarnos. Todo eso era  estimulante, por decirlo así. Aunque comprendo que  no a todo el mundo le agradarían esas cosas. Por otra parte, aunque tratamos de hacer al régimen el mayor daño posible, y le hicimos bastante, así como a una transición que entendíamos como un simple revoco de fachada, distamos mucho provocar su final. El fin del régimen se debió sobre todo a la Iglesia y a una serie de políticos salidos del franquismo pero intelectual e ideológicamente frívolos. Ellos tendrían que ser los primeros en arrepentirse, ¿no? Por otra parte el régimen era muy vulnerable por la pérdida de su discurso en los años 60,  una vez fue abandonado por la Iglesia. Ahora mismo puede usted ver a personas que tratan de  defender al franquismo, pero lo hacen con argumentos tan burdos que mejor sería que callasen o que tratasen de aprender algo más. Es decir, que era fácil sentirse legitimado contra él.  Y todo el discurso antifranquista ha revivido, ahora que ya no hay franquismo, y lo comparten desde Josu Ternera a Rajoy, pasando por casi todos los demás, muy valientes y agudos ellos. Obviamente, con lo que sé ahora y he expuesto en Los mitos del franquismo, yo no habría luchado contra aquel régimen, pero lo hecho, hecho está, y lo mejor es no desfigurarlo y tratar de entenderlo en lugar de darse inútiles golpes de pecho.

 

No obstante, si usted se rebelaba contra aquel régimen solo podía ser porque se sentía oprimido por él, como muchas otras personas. Después de todo no puede negar usted que fue una dictadura.

 R. Bien, eso requiere mucha explicación, empezando por el ambiente social y universitario…

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