Gibraltar

No se entenderá la política useña sin entender su componente mesiánico: https://www.youtube.com/watch?v=5BjWWju4qd8&t=743s

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Con motivo de la salida de Inglaterra de la Unión Europea muchos creen que España tendrá éxito en recuperar Gibraltar. Pero ante todo hay que mirar la realidad. Se dice que Bruselas ha dado autorización a Madrid para negociar el asunto con Londres, lo cual significa  dos cosas: en primer lugar, que la Unión Europea era garante de la permanencia de la colonia, es decir, estaba en contra de los más elementales intereses españoles. Y en segundo lugar, que los gobiernos españoles, una vez entregada la soberanía de España a Bruselas, no podían hacer nada práctico, fuera de amagos ridículos como imponer ocasionalmente colas en la verja. En dos palabras, los gobiernos españoles han liquidado de hecho la independencia de España, y una eventual y por lo demás muy improbable recuperación de Gibraltar no lo seria para España, sino para la burocracia de Bruselas. Es posible que Bruselas, muy resentida por la salida inglesa, aliente a Madrid a molestar a Londres, lo cual significa añadir miseria a la insondable miseria moral de la actual política hispana.

   He señalado reiteradamente lo que casi nadie ha querido ver: que la colonia inglesa está situada en el centro neurálgico de nuestro eje defensivo, y que está ocupada por una potencia que, por el mero hecho de mantener una colonia en España, único caso en Europa, no puede considerarse una potencia amiga y aliada, sino precisamente hostil, por mucho que nuestros políticos de los cuatro partidos multipliquen sus actos de abyecta sumisión hacia la potencia ocupante. Tal como los colonizadores multiplican los actos de arrogancia y vulneran todos los acuerdos y tratados siempre que les conviene. Por consiguiente, nada debemos esperar mientras persista la despreciable casta política de los cuatro partidos.

   Para entender mejor el problema, recordemos que el franquismo derrotó moral y diplomáticamente a Inglaterra en la ONU, y ante la burla inglesa de las resoluciones de la ONU, cerró la verja del peñón. Con ello convirtió a Gibraltar en una ruina económica cada vez más agobiante para Londres. De esta situación vino a rescatar a los ingleses el gobierno de Felipe González, reconocidamente corrupto. El PSOE abrió la verja, entre el silencio de la derecha y sin la menor compensación para España, aunque posiblemente sí alguna para algunos socialistas. Desde entonces, la colonia se convirtió en un emporio de negocios opacos y contrabando, dentro de la red de refugios o paraísos fiscales con los que Inglaterra ha reconstruido un peculiar imperio financiero.

   Gibraltar es, además, un factor de desertización económica para el entorno, al que parasita y donde se alcanzan los índices de paro más altos de España. Y un foco de sobornos y corrupción en Andalucía, cuya junta autonómica es generalmente considerada la más corrupta del país. Los gobiernos del PP no mejoraron en absoluto la situación, sino que incluso aumentaron las oficiosidades serviles hacia Londres, impulsando de paso la gibraltarización o colonización cultural del país, con el consiguiente y progresivo desplazamiento del español como lengua de alta cultura. Realmente no podemos acusar a Londres por defender sus intereses, pero sí a los gobiernos españoles por defenderlos también, y contra los intereses españoles.

   Una anécdota que adquiere el carácter de categoría ha sido la dedicación, por el PP,  de una plaza a Margaret Thatcher en pleno centro de Madrid, en la plaza de Colón, cuya gran bandera española queda así digamos relativizada, y  muy cerca del monumento a Blas de Lezo. La Thatcher, que era alcohólica, gritó “Bombardeemos Madrid”, durante una estancia en Gibraltar,  ante uno de los muchos incidentes en la bahía de Algeciras en los que España, es decir sus nada dignos gobernantes, casi siempre han agachado la cabeza. La Thatcher ha sido también la impulsora de la guerra de las Malvinas contra un país hispano y por una cuestión semejante a la de Gibraltar, cosa que al PP le trae al fresco, mientras habla de dictaduras y similares, como si Inglaterra no se comportara en plan imperialista y se aliase con cuantas dictaduras convienen a sus intereses, al paso que contribuye a  provocar  golpes y guerras civiles en diversos países. Como ha sugerido el gobierno ruso, al que Londres no cesa de acusar de violaciones del orden internacional, “Devuelvan las Malvinas, devuelvan Gibraltar, y así podrán acusar con la conciencia algo limpia”. Pero esto no se les ocurre a los gobiernos españoles.

   Ahora una autoridad inglesa ha advertido que Inglaterra podría ir a la guerra por Gibraltar. Idea ridícula porque el gobierno español, sea cual fuere su partido, está dispuesto a continuar su sumisa colaboración con Londres a cualquier precio. Además, España tiene todas las bazas morales, diplomáticas y económicas para recuperar el peñón sin necesidad de ninguna intervención militar, simplemente cerrando la verja y armándose de paciencia. Pero sus gobiernos son los más contrarios a cualquier presión real. No creo aventurada la sospecha de que muchos políticos y negociantes ligados a los políticos, tengan sus dineros en el refugio fiscal gibraltareño, porque un dato innegable de la llamémosle clase política española, es su corrupción, aparte de su desprecio por España, demostrado cada día. 

   Así las cosas, lo único que cabe hacer es denunciar tenazmente estas políticas y ganar a una opinión pública hoy desconcertada y  anestesiada por mil demagogias. Ello debe plantearse como un proceso probablemente largo para desalojar del poder y sus aledaños a tales partidos. Partidos  que casualmente son también los de la llamada memoria histórica, de la recompensa a los crímenes de la ETA,  de la financiación de los separatismos o de la entrega de la soberanía a las burocracias de Bruselas. entre otros desmanes.

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Liberalismo (XVI) El problema de la masonería

Blog I: Dimorfismo sexual y pensamiento histérico: http://gaceta.es/pio-moa/dimorfismo-sexual-pensamiento-histerico-02042017-2116

Dos temas cruciales: política OTAN-Rusia y el factor mesiánico en la política de Usa:https://www.youtube.com/watch?v=5BjWWju4qd8 …

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Desde luego, no puede igualarse liberalismo y masonería. Probablemente la mayoría de los liberales no tienen ni han tenido relación con la masonería, y algunos incluso han sido hostiles a ella. Pero también es verdad que la masonería ha tenido gran influencia en la difusión del liberalismo. Buen número y varios de los principales líderes de la independencia useña fueron masones, y así ha seguido siendo desde entonces. La masonería fue también un instrumento muy importante en la liberal Inglaterra del siglo XIX y antes, y en la expansión de su imperio. También desempeñó un papel de primer orden en la Revolución francesa, en los movimientos revolucionarios de corte liberal en la Europa del siglo XIX, en las guerras de independencia en Hispanoamérica, también de corte liberal,  y en los grupos liberales y republicanos de España de dicho siglo. También tuvo su parte en el intento de encauzar la revolución rusa  de febrero de 1917, en la II República española, en el intento de aislar a la España franquista, y en muchos otros sucesos políticos de grandes consecuencias. Según parece, el número de masones en el Parlamento de la UE es muy elevado, y el aire anticristiano que viene tomando esa organización  internacional tiene probablemente algo que ver. Ideologías como la “de género” o el abortismo, emplean argumento de tipo liberal y son defendidos en general por los masones. Con gran frecuencia encontramos masones, más o menos influyente y más o menos numerosos, en los sucesos políticos euroamericanos –y no solo– de los últimos dos siglos y medio, y la masonería ha convivido muy bien con los regímenes inglés, useño, francés y los de Hispanoamérica, entre otros.  

   La masonería ha aumentado su influjo mediante organizaciones dependientes, como ligas de derechos humanos y similares. Y siempre ha insistido en que la calidad de “hijos de la luz” o “hijos de la viuda”, es decir, de masones, no estaba reñida con ninguna religión o credo político, salvo los abiertamente antimasónicos, de modo que podía pertenecer a ella lo mismo un católicos (pese a las condenas de la Iglesia) que un budista, un musulmán o, en alguna de sus ramas principales, un ateo; lo mismo un demócrata que un marxista (los hubo o hay, aunque la URSS proscribió la masonería como  “organización burguesa”), un anarquista, un fascista (hubo fascistas masones), etc. Aunque  la corriente principal de la masonería se orienta claramente hacia el liberalismo.

   Por consiguiente, no puede estudiarse el liberalismo sin esa conexión, como tampoco la masonería sin su tendencia liberal, aunque ambas cosas, como dije al principio, no son lo mismo, por más que algunos quieran identificarlos, o extiendan la indudable influencia de la masonería a una especie de poder omnímodo detrás de cada suceso nefasto en los últimos dos siglos y medio.

   Solo la constatación de estos hechos indudables demuestra lo extremadamente dudoso de las pretensiones de dicha organización de no tener otros fines que los humanitarios al margen del poder, y de actuar solo “discretamente”. Ahora bien, no menos chocante es que el liberalismo haya admitido tal sociedad secreta, pues no existen en medios liberales, hasta donde yo sé, condenas algo contundentes a ella. Y deberían existir, porque, por todas sus características de secretismo e influencia oculta a través de su hermandad “discreta”, la masonería choca con principios liberales como la igualdad de principio o ante la ley o la publicidad que ha de acompañar a las libertades públicas, por no hablar de sus barrocos y desde luego nada racionales  rituales de iniciación, etc.

   El problema nos lleva a otra pregunta. ¿qué es, en fin, la masonería?  He publicado en este blog un ensayo sobre la misma (https://www.piomoa.es/?p=774 y siguientes), y en mi ensayo sobre Europa la he tratado asimismo. Podemos definirla, en fin, como una religión, con sus templos, mitos, ritos, etc., que pretende estar por encima de las demás;  religión gnóstica,  no abierta a todo el mundo, sino limitada a iniciados con distintos grados o jerarquías, cuyos supuestos saberes especiales les permitirían manipular a los “profanos” (se supone que por s bien); y de carácter prometeico, ligado a la idea por así decir salvífica de la técnica. Por todo ello es anticristiana, y muy posible su carácter secreto se entienda como un modo eficaz de corroer y socavar al cristianismo, muy especialmente en su versión católica.

   En suma, sin entrar en otro tipo de derivaciones o especulaciones, creo que estos hechos son innegables: su carácter de religión prometeica, gnóstica, secreta y de influencias oscuras, que deberían repugnar a todo liberal; y desde luego anticatólica. Y sin embargo, insisto, el liberalismo se ha mostrado por lo general muy poco crítico con  la masonería. Quizá sea hora de clarificar esta cuestión.

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Lo que terminó y lo que empezó el 1 de abril de 1939

Una cuestión clave en que se expresa la soberanía, y a la que nuestros políticos no prestan la menor atención, es la de las relaciones con nuestros supuestos aliados y la opción de la neutralidad, una vez caído el Pacto de Varsovia y a la vista de las desgraciadas intervenciones de la OTAN.  ¿Es la neutralidad  conveniente? ¿Es posible?: https://www.youtube.com/watch?v=qJ5cAHxL5n0&t=240s

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Aquel día perdieron la guerra un conglomerado de separatistas, stalinistas, anarquistas, marxistas y jacobinos. Y la perdieron en la forma ¡tan reveladora!  de furiosos choques armados entre ellos mismos. Lo que deja a cualquiera estupefacto es que aquella alianza de golpistas, totalitarios y racistas (pues los separatismos vasco y catalán se basaban en un racismo no por estrafalario menos dañino) haya querido pasar por democrático y engañado a tanta gente. Este absurdo distorsiona de principio la mayoría de los análisis de aquella contienda y de sus consecuencias, y distorsiona  también la política actual. 

   Claro que los vencedores tampoco eran demócratas. Pero es que la democracia no jugó ningún papel en aquella guerra. Lo que tenía de democrática la caótica república fue herido por la insurrección izquierdista de octubre del 34, y rematado por las fraudulentas elecciones de febrero del 36 y el violento proceso revolucionario que siguió. Por esta razón, los nacionales que se alzaron contra dicho proceso no creían en una democracia liberal que había desembocado en el desastre y que estaba en crisis en toda Europa. Las razones de  la guerra no fueron una democracia ya destrozada  por izquierdas y separatistas, sino los valores más fundamentales de la supervivencia de la nación española y de la cultura cristiana, raíz también de la cultura europea.  

   Lo que terminó aquel día tan señalado fue un largo proceso de desintegración social y nacional  comenzado con la crisis  subsiguiente al “Desastre” del 98, marcada por un desatado terrorismo anarquista, agitaciones y huelgas revolucionarias y provocaciones secesionistas que derrumbaron el régimen liberal de la Restauración. La breve dictadura de Primo de Rivera contuvo tales derivas, pero a continuación la II República elevó a un nivel más alto el frenesí  político. El mismo Azaña caracterizó a sus partidos como “incompetentes, de codicia y botín, sin ninguna idea alta”; otros eran simplemente totalitarios, hasta empujar a la mitad de la sociedad a someterse a un despotismo nunca visto, o rebelarse. Hubo rebelión y finalmente victoria en una difícil lucha. 

   Y lo que empezó ese 1 de abril fue la paz más larga que haya vivido España en varios siglos, hasta hoy mismo, aunque perturbada por  el terrorismo comunista del maquis y el separatista de la ETA y otros, añorantes del aquel Frente Popular felizmente vencido. 

   No fue una paz estéril, pues con el nuevo régimen España se remozó de arriba abajo, superando las taras de la miseria, el analfabetismo y graves desigualdades sociales y regionales, características de la época anterior. España pudo eludir la guerra mundial,  deseada por los vencidos y que habría multiplicado las víctimas y los destrozos. El régimen llamado franquismo supo vencer al intento comunista de volver a la guerra civil mediante el maquis.  Supo derrotar el criminal intento de hambrear masivamente a los españoles propiciado por Moscú, Londres, Washington y otros por medio del aislamiento  internacional. En Años de hierro he tratado con una óptica más objetiva  los difíciles años de la posguerra. 

   En fin, los vencedores del 1 de abril supieron reconstruir el país sin ayudas como las que beneficiaron a Inglaterra, Francia o Alemania,  y luego alcanzar una de las cotas de desarrollo más altas del mundo,  poniendo en pie una economía próspera y sana con muy poca deuda y desempleo. Supieron defender la soberanía nacional contra viento y marea y dejar un país libre de los odios brutales de la república, políticamente moderado y más culto que nunca antes (o después, si vamos a eso).  Supieron, en fin, crear condiciones para una democracia viable, no convulsa o caótica, y organizar el tránsito a ella sin graves traumas…  Son verdaderas hazañas históricas que devolvieron a España la confianza en sí misma después de tantos años de autodenigración e ineptitud. No voy a extenderme, porque ya lo he hecho en el libro Los mitos del franquismo, que puede leer quien tenga interés.  

    Pues bien, hoy es el día en que unos políticos que se sienten herederos de los vencidos en la guerra o ajenos a los vencedores tratan de destruir todo lo construido,  mintiendo, calumniando y amenazando a la nación; partidos cuyas señas de identidad son la corrupción, la demagogia, la hispanofobia, el terrorismo o la colaboración con él,  y una violencia mal contenida por ahora. Con la misma desenvoltura que los del Frente Popular se proclaman demócratas, cuando en realidad son más bien parásitos de una democracia que no les debe nada. Este uno de abril debe ser la ocasión para reflexionar sobre el mal camino y la degradación a la que llevan tales partidos y políticos a la democracia y a la nación.

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Historiadores profesionales… del fraude

Hace ya bastantes años que vengo, no diciendo, sino documentando y demostrando, que las elecciones del Frente Popular fueron un fraude. Y  que en ese fraude se apoyan la gran mayoría de las versiones circuladas a partir de la universidad sobre la guerra civil y el franquismo,  así como gran parte de las políticas actuales y, por supuesto, la infame ley de memoria histórica.  Puede admitirse que en un primer momento muchos de esos historiadores creyesen de buena fe lo que decían, pero hace bastante tiempo que no es así.  Sus historias, contengan más o menos datos reales, están desenfocadas y en lo esencial son tan fraudulentas como las bases de que parten, y ellos lo saben perfectamente. Viven en el fraude y del fraude. 

    En diversos libros, en particular Los orígenes de la Guerra Civil y El derrumbe de la república, he tratado todo lo referente al significado de la revolución de octubre del 34 y su repercusión en las elecciones del Frente Popular; a la conducta golpista o guerracivilista  de la izquierda en general, también de Azaña; a la utilización electoral de una campaña falsaria sobre la represión de Asturias, campaña que he analizado y cuya transcendencia histórica nadie había señalado; al tono de violencia y amenaza de guerra civil en que se desarrollaron las elecciones, con avisos de Azaña,  Largo Caballero y otros de recurrir a “otros medios” si ganaban las derechas; a la ausencia de garantías en el escrutinio y las falsificaciones evidentes en varias provincias; a la continuación de un proceso de ilegalidades hasta la destitución de Alcalá-Zamora; a la ausencia de investigación sobre la supuesta represión de Asturias, pese a haberlo prometido las izquierdas como eje de su campaña electoral;  al estallido inmediato, desde el 16 de febrero, de una violencia extrema con cientos de muertos y de incendios de iglesias, registros, periódicos y sedes de la derecha; ea significado y muy probable autoría intelectual del asesinato de Calvo Sotelo… Conjunto de hechos tiránicos y totalitarios que hicieron inevitable la guerra civil. Estas y otras cuestiones decisivas las he adelantado en mis trabajos hace ya bastante tiempo.

  Por supuesto, no he sido el único, pues unos u otros aspectos han sido tratados por Ricardo de la Cierva, Tusell y otros historiadores; pero creo que sí  he sido  quien más ha documentado esa historia en conjunto y  más ha insistido en ella, contra la marea de distorsiones pque nos ha abrumado durante tanto tiempo. Pues bien, el reciente libro Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular  recoge gran parte de mi trabajo anterior –sin citarme–  y lo completa en un aspecto: el examen de muchas de las actas que fueron falsificadas. Esto realmente no era imprescindible para decidir sobre el carácter, ya aclarado,  de aquellas elecciones, pero es importante porque pone el último clavo en el ataúd de las versiones que han circulado durante tantos años de manera imperiosa y a menudo amenazante.  

   Me pregunto qué dirán los historiadores, intelectuales y políticos que han cultivado el fraude desde hace tanto tiempo, hasta hacerlo una seña de identidad profesional. Sospecho que pasará como cuando cayó el muro de Berlín (y el fraude de  aquellas elecciones ha elevado un verdadero muro contra la verdad histórica en España): seguirán como si nada pasara, sin el menor debate de alguna enjundia. Y, por supuesto, los autores de este último libro, procuran desde el principio contentar a los falsarios advirtiendo que no ponen en cuestión la legitimidad del Frente Popular.  Son cómicos en su falta de honestidad intelectual y de valor moral.

    Uno de los “argumentos” de los historiadores de este género, sean de derechas o de izquierdas, es que ellos son profesionales y yo no puedo serlo porque no he recibido sus sabias lecciones en la universidad. Y no cabe duda de que son profesionales… del fraude. Y  en una universidad degradada que produce cosas como Podemos. Su pedantería solo tiene comparación con su ineptitud y majadería. En Nueva historia de España he señalado cómo el Siglo de Oro de España tiene relación con una enseñanza superior más nutrida que en otras naciones europeas, y de una calidad a menudo muy elevada. Hoy, la cantidad es mucho mayor, pero la calidad ha descendido  a niveles pedestres. A ver si denunciándolo logramos ir demoliendo este muro de Berlín y abriendo vías a la verdad que, según el dicho,  ”nos hace libres”. 

 

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Condición humana: incertidumbre parcial e incertidumbre radical

https://www.youtube.com/watch?v=wk1Zcs-3c7E&t=5s

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  El hombre siempre ha tratado de entenderse y mucho es lo que ha llegado a saber sobre sí mismo. Estamos diseñados, por decirlo así, para manejarnos en el mundo y en la sociedad, para alcanzar fines parciales mediante el esfuerzo, el conocimiento y el cálculo, también mediante la acción instintiva. En la tragedia Antígona  de Sófocles  podemos leer: Muchos son los terribles prodigios del mundo; pero, de todos, la mayor es el hombre. Él cruza los mares espumosos agitados por el impetuoso Noto, desafiando las rugientes olas. Él fatiga a la Tierra, la más vieja de las diosas, labrándola año tras año con el ir y venir de los arados tirados por caballos. Con su ingenio envuelve en sus redes a las aves, a las fieras y a los peces del mar. Con sus artes captura a los animales salvajes y montaraces, somete al yugo al caballo y al toro indomable.  Él aprendió por sí mismo el lenguaje y se adiestró con la palabra y el sutil pensamiento  que informa  las costumbres civilizadas; y también aprendió a resguardarse de la intemperie, de sus penosas heladas y lluvias inclementes. Sus recursos le permiten encontrar soluciones a todo, y prever el futuro de modo que no le sorprenda.  Solo del Hades no ha podido escapar, aunque sabe luchar contra las peores enfermedades y curarlas. Y con su ingenio más allá de lo imaginable, se abre camino hacia el bien, pero otras veces hacia el mal, infringiendo las leyes de los dioses y de los hombres…

   En esta descripción, el hombre aparece al mismo tiempo como un ser maravilloso y terrible, el sentido de cuyos afanes es dictado por las leyes divinas y humanas, dando por sabido el contenido de ellas. Aun así, la propia tragedia expone un conflicto sin solución en la conducta humana, que deja el sentido de su vida en la incertidumbre: se atribuye a Sócrates la frase “De todos los misterios, el mayor es el hombre” (¿?? No conozco el origen de la cita, que quizá se refiera a Sofocles, ya que el término usado para calificar al hombre también podría significar “misterio”).

  Cabe observar que este tipo de reflexiones apenas parece afectar a la mayoría de las personas, cuya vida transcurre bajo la presión de las necesidades y afanes inmediatos, valiéndose de las certezas elementales necesarias para subsistir, sin plantearse problemas de mayor enjundia. No obstante, en ese nivel doméstico o trivial tratamos de obrar intencionalmente, “con sentido”, y evitamos actuar “a lo loco”. Adecuamos los medios a los fines que nos proponemos, y lo hacemos con más o menos inteligencia, pero en conjunto con la suficiente para vivir, a veces con dificultad, a veces con holgura. Claro que no siempre tenemos éxito, y los errores persistentes  pueden llevar a la locura, que se manifiesta precisamente en acciones ilógicas, “sin sentido”.

  A lo largo de la vida nos planteamos objetivos de lo más variado, desde la preparación de una comida o tomarnos un descanso, hasta proyectos para la vida entera, sean profesionales, conyugales o de otro género. Todo esto, con sus dificultades como con sus logros y fracasos, es bastante inteligible y nuestra razón puede por lo general explicarlo bastante bien y prever el futuro de modo que este “no nos sorprenda”.

     Sin embargo,  incluso en el nivel más trivial de la actividad cotidiana permanece  la incertidumbre, en forma de accidentes o de incidencias inesperadas, que  estropean los cálculos más finos y arruinan el esfuerzo más perseverante. Como decía Julián Marías, el hombre es un ser “futurizo”, volcado al porvenir, que obra de acuerdo con proyectos, orientados hacia un futuro… el cual es por naturaleza desconocido, solo calculable de modo parcial y expuesto a mil errores. Así, la actividad más simple y bien ordenada puede frustrarse por intervención de lo que llamamos azar, cuya naturaleza consiste precisamente en que desborda los cálculos racionales. En el curso de la vida nos afectan sucesos, o encuentros con otras personas… que pueden desviar bruscamente nuestra orientación o planes previos, o dar al traste con ellos. Esto es una experiencia corriente, y tal elemento imponderable es también connatural a la condición humana y hace que “la fortuna”, buena o mala, desempeñe en ella un papel importante e incontrolable.

    Y dentro de esas condiciones, los planes, por lúcidos que sean, tropiezan con otro obstáculo: la dificultad, a menudo imposibilidad, de prever las consecuencias de sus actos a largo plazo y aún a medio plazo. Unas acciones generan otras acciones y mueven o influyen en proyectos ajenos, difíciles de calcular o prever y que pueden destruir nuestras esperanzas en principio mejor fundadas. Se trata de una experiencia muy corriente.  Es decir, gran parte de nuestra vida, incluso en el plano más trivial, escapa a nuestra voluntad y cálculos racionales.  Y hasta los individuos más absorbidos por intereses puramente utilitarios se ven forzados a percibir el misterio en ocasión de enfermedades o accidentes graves, de la pérdida de seres queridos o de sucesos catastróficos, a veces de la simple contemplación del firmamento nocturno.

    Por lo demás, sí existe una certeza real, y no precisamente consoladora: nuestra vida, tan colmada de inquietudes y trabajos, está abocada finalmente a deshacerse en lo que se nos presenta como la nada, a desvanecerse del mundo en que se ha desenvuelto mejor o peor por un tiempo y que contiene todas sus referencias. Aun así, nadie sabe cuándo le llegará, salvo en momentos inminentes o en caso de suicidio, generalmente causado por una depresión profunda.  La consciencia del fin al que abocan los afanes, penas y alegrías de la vida, afecta, por vagamente que sea, a toda persona.  Este sentimiento indefinible recorre y subyace a la vida humana. A él solo es posible escapar en parte, mediante el trabajo y la diversión, en cuyos logros o placer encontramos cierto sentido implícito. Pero el sentimiento profundo puede aflorar como una anonadante angustia vital que incapacita para las actividades normales.     

   A pesar de todas estas limitaciones, extrapolamos de modo impensado al conjunto de nuestras vidas la sensación de sentido que encontramos en las parciales acciones cotidianas. Sentido que relacionamos con nosotros mismos, con nuestros intereses o deseos. Sin embargo, cuando lo referimos a la vida como un todo encontramos una dificultad definitiva. Hay muchas citas de pensadores sobre la perplejidad que inspira al ser humano su propia condición, pero quizá sea Omar Jayam quien más breve y racionalmente haya expresado ese sentimiento de misterio: “Me dieron la existencia sin consultar conmigo / Luego la vida aumentó cada día mi asombro/ Me iré sin desearlo y sin saber la causa / de mi llegada, mi estancia y mi partida”.

   Esta incertidumbre radical puede extenderse a la especie humana y al mundo, que tampoco “saben” la causa ni el objeto de su existencia. Así, la condición humana podría definirse como un conjunto variable de certezas parciales y relativas, abordables aproximadamente con la razón… dentro de un marco de incertidumbre radical. Lo que podríamos llamar certeza de la incertidumbre. Semeja, salvando las distancias, al comportamiento de los animales domésticos: entienden parcialmente lo que el hombre espera de ellos y reaccionan y cumplen mejor o peor, pero sin poder penetrar el designio humano, que puede llegar a ser muy cruel para ellos.  Pues así como podemos discernir, al menos hasta cierto punto práctico, el sentido o intención de nuestros actos, nos es imposible descubrir la intención de aquella fuerza, voluntad o como queramos llamarla, que nos ha traído al mundo, nos deja vivir en él por un tiempo con más o menos trabajo, y finalmente nos expulsa sin molestarse en explicarnos la razón de todo ello

   En suma, aunque el ser humano experimenta un impulso fortísimo a conocer y dominar su propia existencia, ello le es posible solo de forma muy restringida, y la vida se desenvuelve sujeta a misterios. No solo los definitivos como el expresado por Omar Jayam, sino los que envuelven los aspectos de la vida más cotidianos o familiares y que tendemos a creer dominables por nuestra razón, pero que solo lo son en parte.

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